domingo, diciembre 06, 2009

Días de Regalos

A mí me gusta hablar. En general hablo mucho, no rayo en lo parlanchina (creo) pero si hablo bastante. Creo que mi gusto pro escribir no nace de otra necesidad que nos ea el comunicarme, decir lo que pienso, compartir lo que pasa por mi cabeza.



A O. le gusta hablar conmigo, una de las cosas mas deliciosas del mundo es hablar con él, podría pasarme días enteros, hablando y riendo con él. Los temas de conversación nunca se acaban. Eso me hace extrañarlo. Eso hace que nos llamemos. Que su novia me odie. Que yo deteste a su novia. Nadie puede entender que nos sigamos llevando tan bien a pesar de todo. Él me habla y yo soy feliz al escucharlo, siento que cuando hablamos toda la sabiduría de nuestros casi 30 sale a flote y etiquetamos frases para la eternidad.



Él me llama y me saluda por Halloween, me dice que envió unas flores que llegarán al hospital y que las recibirá mi archi enemigo el doctor de turno. Yo pataleo, me molesto, le reclamo. ¿Por qué intenta sorprenderme? Estoy viajando no veré esas flores hasta dentro de 4 días, él se ríe, me dice que me ría con él, para no estar tristes,pero yo lagrimeo y sé que él lo hace por dentro también.

Le cuento mis vainas, me cuenta las suyas. Las relaciones no son cosas fáciles.

¿Por qué nadie me quiere O.?

Al final de la llamada a pesar de todo, estoy feliz como si las hubiera recibido De cuerpo presente. Sólo él haría un gesto así sin tener una relación de por medio. Sólo él seguiría atento a los grandes detalles, a saber que cosas me alejarán del camino de la trsisteza.



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Una de la mañana, otra llamada perdida. Puedo saber quién es. Vamos sé quién es, ninguna otra persona llamaría a esa hora solo para desear feliz cumpleaños. 5 horas mas tarde la misma llamada, esta vez a casa. Feliz Día. Pensé que no te acordarías. Miento, esperaba que si se acordara, lo del año pasado se que sólo fue un percance.



Me cuenta de su ansiedad por no encontrarme, en voz bajita me cuenta que ya nevó, sobre su bicicleta desnuda ha caído la primera granizada y lso campos ya no son fértiles como antes. Se siente en su voz la amargura de Diciembre, sé a lo que se refiere, puedo estar allí mientras su voz se mueve en altibajos de felicidad y tristeza.

Te debo varios regalos. Yo me río. ¿ Por qué me debe? No debería deberle yo esta amistad inusitada, esa madrugada en la playa, esa charla sobre un Macondo inexistente y todas las veces que me ha dado consejo. Envidio a la joven india con la que habla de libros y que él dice le recuerda a mí. Envidio los cafés que no hemos compartido y una navidad con nieve en la que no recibiré su abrazo. Le cuento entonces mis miedos y él dice palabras sabias como siempre.



El camino de vuelta es aquél que puedes emprender cada vez que quieras, es el camino de las oportunidades al que no le debes dar la espalda.



Le cuento a O. sobre esa frase y él también se la agradece. Haremos una cadena de favores con esa frase, me dice riendo.

No sé porque a R. le agrada hablar conmigo. Yo sufro cada vez que me pregunta que libro leí esta semana. Ya sólo leo libros de medicina, le digo con vergüenza. Nunca pierdas la oportunidad de seguir cultivándote, me aconseja. Yo no sé que tiene él para hablar conmigo, porque invierte esas llamadas a larga distancia para hablar conmigo una vez al mes sobre la vida y otra goyerías.

Es por la misma razón que viajo hasta los alpes para hablar con un chileno anciano, una vez al mes, me dice. La gente ya no habla con el corazón, solo dice las cosas de siempre, las noticias y el clima.

Me lo imagino en su bicicleta viajando todo suiza para ver a un viejo que le hable de libros. Me lo imagino marcando un montón de dígitos para hablar con una peruana que tiene miedo al vacío.



Feliz día, me dice.

Me conmueve su lealtad para una amistad que lucía tan frágil.



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Las mejores charlas han sido con June cuando estaba afuera. Cuando estábamos lejos teníamos millones de cosas divertidas para compartir. Cuando comenzamos a vivir juntos, ya no teníamos nada. Hubiéramos sido el matrimonio perfecto, que convive en paz, pero no se habla no se mira y no tiene relaciones. Finalmente cuando terminamos, habíamos logrado encajar en el concepto de pareja formada.



Tal vez él se volvía mejor persona de lejos, pero no tan lejos. Berlín le hacía bien, NY no tanto. China fue un fiasco. En el último viaje no hablamos nada, supongo que ya tenía una verdadera mujer a quien llamar. Yo ya no significaba nada. Incluso como amiga había desaparecido del mapa ¿podré perdonárselo? tal vez simplemente ya no teníamos cosas que decirnos.



Ahora me agradan los desayunos con él, incluso si son cortos. Él no habla, casi nada. No habla conmigo simplemente, pero siempre escucha y recuerda de lo que hablo, aunque no recuerde las fechas importantes, ni sepa que me gusta recibir de regalo, ni tenga un ápice de sensibilidad cuando menciona a su nueva novia. Me escucha y yo sé que es cierto, no por compromiso. O por decir que lo hizo (eso creo) y sé que me lee.



Tal vez siga siendo la única persona a la que aún me importa que le importe lo que escribo.

Él no me admira, porque él sabe que no escribo bien, en verdad lo sabe, pero le sigue importando, eso me agrada. Que le importe saber de mí, incluso si he cambiado. Si ya no soy, si simplemente: YA FUI.



Me agrada como somos ahora, su consejo, su compañía. Jamás pensé que después de tantas cosas nos volveríamos amigos o algo parecido. Un híbrido. Tal vez mas como la familia que me falta aquí, una roca en un mar de desilusiones. Una piedra a la cual aferrarme, o contra la que estrellarme. Finalmente una isla en la que me siento a salvo.



Qué extraño, pues me agrada su forma anómala de engreirme y sentir cariño. Me agrada sentir ternura cuando lo veo dormir con sus hijas o vivir por sus hijas. Ya no siento esa envidia venenosa, ni me siento desplazada. Aun cuando en esa casa la familia sean él sus hijas y su perra y yo sea la simple inquilina con los zapatos de todos los colores.



Él me abraza y me dice feliz día. Aun no es, le digo riendo. ¿Y por qué hay tanta gente llamándote?. No sé. Me agrada lo tibio de su abrazo. Me siento desolada al empezar el día, es la verdad.



¿Por qué nadie me quiere June?

Porque te ilusionas demasiado- parece ser la respuesta.



Muchas expectativas, muchas, lo sé. Él también lo sabe. Sabe que siempre me estrello.



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Me gusta hablar. Pero me gusta más que la gente hable conmigo.

Hubo un tiempo en que mi línea siempre tenía llamadas del exterior de amigos que me contaban de todo un poco. Siempre me pregunté porqué la gente invertía tiempo en hablar conmigo. Incluso la gente que ya no formaba parte de mi vida afectiva.
Me agrada el café no por su sabor, sino por lo que trae consigo. Me gusta oir las historias que se cuentan detrás de un café, las anécdotas de mis amigos, las bromas de la gente que pasa por mi vida.



Supongo que la gente también se lleva algo de mí y tal vez a veces no les parece suficiente, por eso siguen llamando y nunca se van totalmente.



Yo hoy si me voy, me voy a la playa. Hoy soñé con Edem, que extraño. Feliz día querido amigo. Un muy feliz día.

miércoles, diciembre 02, 2009

Micro cuentos

La luz se filtró por la persiana entre abierta. El cuerpo inerte del profesor Higginson descansaba sobre varios papeles amarillos. La sangre se había coagulado junto a su cráneo abierto como un melón.

Cur- cu- bi- tá- cea, silabearía él de haber oído la extraña analogía que hacían los policías de su reciente muerte.

"No es un melón, Sr. Pinsky, de lo que Ud. habla es de una fruta cur- cu- bi- tá- cea".

En ese momento su lengua se aplastaría contra sus dientes amarillos llenos de antiguo tabaco y corregiría una vez más algo de lo que Lonard Pinsky pensaba.

Había sido su alumno en los primeros años de universidad, cuando aun algo de él quería dedicarse por completo solo al estudio. Había tomado sus clases porque le dijeron que el viejo Higginson acostumbraba dormirse a mitad de la clase y eso le permitiría escabullirse los fines de semana. Pero mas que eso, lo que mas le había atraído del anciano profesor sería su memoria de elefante y su exquisitez para elegir siempre la palabra correcta, la mas rara, la que en un sólo término podría sellar una expresión completa.

Llevaba unas horas muerto y en el pequeño departamento varios policías, buscaban pistas del asesinato. Leonard Pinsky buscaba a su vez sus propias pistas. Era el investigador mas joven de la escuadra y acostumbraban llevarlo a las pesquisas de la tarde cuando los demás descansaban, especialemnet aquellas que tuvieran que ver con la universidad.

Se había graduado de la escuela hace un par de años y una maestría en numismática lo había vuelto popular hace 6 meses al hallar las pistas del asesino de las monedas, como llamarían al captor del profesor Rubiano, en los periódicos luego.

Este era el segundo profesor muerto en lo que iba del año y la cúpula universitaria se veía remecida por titulares en los periódicos y escándalos que no se repetían desde 1996 cuando uno de sus docentes mas recordado se suicidara lanzándose de lo alto del auditorio.

Esta vez Pinsky tenía razones para pensar que ambos casos estaban articulados. Si bien ambos profesores pertenecían a ramas distintas de la enseñanza, su violenta muerte daba señales que parecía mas un acto de algún sicario que una venganza solamente.

El Profesor Rubiano, por ejemplo, había enseñado la cátedra de física por mas de 20 años y de pronto es hallado ahorcado junto a su armario, sin mas pistas que una moneda herrumbrosa. A partir de allí iniciaría toda la investigación que ahora se estancaba en rumas de burocracia.

Leonard sentía que esta era la oportunidad para hacerse notar, había algo mas detrás de esos crímenes aparentemente inconexos.

Se acercó a la persiana que era golpeda por el viento. El campus universitario se extendía hasta el horizonte, una preciosa vista sin duda. Los campos de hortalizas aparentaban un mar verde que se movía lentamente al compás de la brisa. Habría sido esa la última visíón del profesor Higginson, el sol cayendo sobre el horizonte, mientras alguien le apuntaba desde atrás con un arma que le partría en dos los sesos.

Leonard, tragó saliva. Acababa de hallar su primera pista.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....