viernes, junio 16, 2006

Charlas de Viernes sin café

Te tengo que contar una cosa, por eso no me pediré el café habitual, sino un matecito de coca, que por otros rumbos llaman té verde, pero a ese nombre por muy poético que suene no me acostumbro del todo. Te tengo que contar que odio al mundo… Pero ¡mira que ojos pones! Cada vez que le digo a alguien la palabra odio, se quieren poner a equilibrar el vaso diciendo que necesito mas cariño al prójimo, mas “amor” y mira que de sentir amor yo tengo las 24 horas, pero a veces me da ganas de odiar al mundo y ahí es cuando las cosas se ponen color de hormiga. Porque es igual que cuando le cuento a alguien que quise llorar hoy o que anduve deprimida y entonces me intentan callar como puedan, con historias peores, como para que me sienta bien con eso de que “mal de muchos consuelo de tontos”. Y mira que cuando pasa eso, se me acaban las ganas de contarle nada a nadie. ¡Porque ni la dejan llorar tranquila a una!


Siempre he dicho que aquellos que mostramos un perfil depresivo o que mas bien, amanecemos un día sin ganas de maquillarlo, somos los leprosos de este siglo. Somos esa gente que arruina el paisaje usual de felicidad, a quienes deberían amarrarnos según nuestros congéneres mas equilibrados y sonrientes y fondearnos frente a Larco Mar para que no interrumpamos el paisaje con nuestras caras tristes o nuestro hablar melancólico. Si ya se, quieres decir algo que me haga sentir bien, decir algo…cualquier cosa…Yo se, es como leer blogs y esa extraña manía que nos ha dado a todos por comentar todo lo que leemos aunque no tengamos nada por decir, mas que puntos suspensivos. ¿Sabes? Yo detestaba a la gente que hacia eso, que dejaba sus comentarios por media blogósfera, no me parecía ético andar arruinando la belleza de un texto agregando palabras; ni siquiera tener que comentar sobre cuestiones íntimas, pero de pronto, yo también comencé a hacer lo mismo, como para dejar una huella, de “estuve aquí y quise escucharte” y ahora entiendo que cuando una se confiesa frágil, haya siempre alguien dispuesta a interrumpirte y decirte “no te sientas mal, estoy aquí”, eso habla mucho de su sensibilidad y de su don de ayudar, pero también de ese concepto erróneo de que si le secas las lágrimas a alguien, ese alguien ya no se sentirá mal y llegará a su casa y no intentará hacerse daño. No es mi caso, no te asustes, ya te digo que le temo al dolor y que el único daño que me hago es cuando me tengo lástima y desearía solo seguir durmiendo.

Recuerdo un cirujano que nos contaba como venían las hemorragias nasales y que en ese momento, toda la gente intentaba darle una toalla, un papel al afectado, para que se cubra, para que oculte esa sangre…medidas que no sirven nunca para detener la hemorragia, sino solo para ocultarla del resto; porque en verdad la gente que dice querer ayudar solo tiene miedo, de esa sangre que mancha, esa sangre que no se debe mostrar, porque hay personas susceptibles, que se hieren por esa sangre que derramamos los menos. Y a veces pienso que con las personas tristes la cosa va igual, los amigos se acercan a secarte las lágrimas y a hacerte chistes para que no llores, pero de tanto impedirte llorar, un día te asfixian con sus pañuelitos suaves y te matan sin darse cuenta, porque la gente no se da cuenta que la tristeza es como una herida que necesita ser drenada, no tapada. Y que si uno quiere un amigo es para que te sujete la mano no para que te impida estar triste.

Ya no te acongojes, que a esto no te invite el café que mira que ni lo tomas por ponerme esa cara de culpa por andar de sordo ante mis múltiples quejas. Vine a contarte el porque de mi odio al mundo y es que creo…y mira, mejor te lo digo bajito…creo que no soy tolerante…Joder! No te rías, que ese problema me esta matando, porque yo odiaba a la gente intolerante, no podía sentarme en la misma mesa con alguien así, pero creo que yo también lo soy y eso me ha nublado el día. Y es que yo no soporto alguna gente, tu sabes “esa gente”, si la que dice ser mas que el otro, la que dice tener mas que el otro, la que dice saber mas que otro…pero a la finales son mas ignorantes que uno y eso, eso me está salando la sopa, amargando el café y poniendo mas que ácida la limonada. Y es que de vez en cuando yo me topo con alguien que se dice bien leído y me cuenta lo que lee y entonces…ay! Entonces yo q1uisiera ponerle ese cartelito de “Por si acaso soy culto”, porque con esa lista de libros ya ni para conversar de nada me da…Si, ya se, soy una exagerada; pero igual me pasa con la música, con esos cantantes de moda, con ese estilo de canción que pretende volver poema a la rima absurda y de versos trillados. Si, joder! Soy una intolerante. Porque me jode a veces cuando la gente se viste con cuadrados y rayas, fingiendo un estilo que no tiene, queriendo un poner look harto desfasado…Y yo, bueno ya se…que tu odias como yo a esa gente simpática que lee “sopa caliente para el alma” y anda siempre sonriente, pero a diferencia tuya que puedes tolerar su presencia sin hacer comentarios extras, a mi me apetece un buen martillo, cuando se ponen a hablar lo que no es…como ves…soy intolerante…hasta me tiembla la mano cuando me doy cuenta en lo que pienso durante esas reuniones aburridas de gente hablando de que las empanadas son mejores en el país que ¡oh! Casualidad ellos visitaron el invierno pasado; o hablando de la última moda en no se donde y ay! Si supieras que después de esas charlas terminó casi deprimida…Y mira, yo se que a ti también te molestan, pero a mi esa idea me jode el día. Porque de verdad yo me deprimo al oírlos, al tener que soportarlos, al tener que sonreír.

Vieras como sonrío! Algunas veces hasta parezco interesada, cuando preferiría irme a casa a leer un buen libro, que no sea un best seller de algún tipo que dice solucionarte la vida con ideas caseras. O la verdad me da ganas de fumarme un cigarrito, aunque no debería acercarme a la nicotina, pero ya sabes, cuando estoy de mal humor a veces me provoca olvidarme del daño al medio ambiente y del daño a mi misma y dejarme ser.

Yo admiro a esa gente que puede mandar al infierno al mundo y decirles en su cara de vez en cuando lo necios que son, yo no puedo. Por eso vivo algo frustrada, por eso que me interesa el boxeo tailandés, por eso que a veces escribo esas cosas que no publico. Yo estoy cansada , sabes? Porque cada vez que camino me topo con gente a la que me apetece devolver a la escuela, enfermeras que casi matan a mis pacientes, por no saber que droga dar en el momento correcto; dentistas que no saben la dosis de penicilina; médicos que no saben leer mas que de medicina; tíos que no leen del periódico mas que la sección deportiva; mujeres que leen solo las novelitas que se filman en el cine…en fin, tengo una lista grande…pero ya se lo que me dirás: que debo ser mas tolerante, porque voy a terminar sola y sin solucionar nada. Pero…

Pero mírame, carajo! Soy tan tolerante que callo cuando debería mandarlos a freír monos, tan tolerante que sonrío cuando debería hacerlos morder el polvo, enredándolos en sus propias palabras; mírame! Camino entre la gente y aparento que nada me desestabiliza y luego, vengo aquí y lo vomito todo…toda esta sopa de tolerancia mal masticada y me siento bien, pero tu me dices que no odie al mundo si lo que necesito es amor…pero te digo una cosa? Ya estoy enamorada…ese dejó de ser un problema…el problema es lo otro, mi pesimismo con la gente que como tu se dicen tolerantes.

Bueno olvidemos el matecito, el café sin azúcar y las bebidas para hablar susurrando, hoy quiero gritar un poco,quiero bailar y olvidarme de esa gente que me anda nublando el día...Oye, anda... vente a beber conmigo.
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****"fui tan dócil como...tan sincero como pude ser…" ( Ella usó mi cabeza como nun revólver- Soda S)

miércoles, junio 14, 2006

"UN BÚFALO LLAMADO AMOR"



Coralí despertó con el presentimiento de que ese martes 13 sucedería algo bueno. Que ese día ocurriría algo sorprendente, lo había soñado. Pisó con el pie izquierdo, bajó corriendo las escaleras de madera y le avisó a su madre que ese martes algo grande sucedería.

Su madre como siempre no la oyó, pero Coralí siguió cantando el resto de la mañana, esperando una señal de que su presentimiento nocturno se haría realidad ese Martes.

Durante meses Coralí había estado triste, yendo de la cama a la mesa y de la mesa a la hamaca del jardín para leer libros de Coetzee y llorar para adentro con esos recuerdos de Infancia. Coralí hace meses que no salía al mundo exterior, subía a lo alto de la azotea y suspiraba al ver el mar como una línea azul que rodeaba la isla donde vivía con su madre, alejada del país y de la civilidad que ahora detestaba. Coralí vivía pues, nadando en nostalgia.

Pero esa mañana el café tuvo mejor sabor que siempre, las galletas de avena sin azúcar acariciaron su paladar sin pegarse detrás de los dientes como todas las mañanas y Coralí se llevó las manos detrás de la nuca esperando ese suceso grande que confirmaría de una vez y para siempre, su poder pitoniso ante su incrédula madre.

Coralí salió silbando al jardín, se tropezó con el gato negro de la vecina sin dar un grito ante su maullido de fiera doméstica; y mientras sacaba las flores moradas de las masetas pasó bajo la escalera de maderas apolilladas que daba al techo, sin percatarse de que acababa de romper en media hora, todas las cábalas para apartar la mala suerte que tenía su madre.

El resto de la mañana Coralí se la pasó en el techo junto al parrón de ramas torcidas y racimos rosados, esperando ver algo en el horizonte; la llegada de un navío, los signos de una tormenta, algún eclipse no anunciado por los canales de televisión, una ballena gigante que hubiera equivocado su rumbo…algo sorprendente…pero nada.

Coralí bajó las escaleras con la cabeza baja sin rendirse aun, en su búsqueda de señales para el esperado gran suceso de ese Martes 13. Su madre cocinaba junto al fogón de llamas coloradas sin hacer mayor caso de las predicciones de su hija, mientras Coralí se apoyaba meditabunda en el muro grasoso de la cocina, sin atreverse a ayudar en nada , como el resto de mañanas desde que había vuelto a la isla.

- Anda Coralí, ve y lávate esa cara de sueño, has estado toda la mañana en el techo y ya te has puesto del color de una manzana.

Coralí hizo un mohín de aburrimiento y obedeció a su madre volviendo al patio trasero, donde las hojas secas bailaban con el viento, ajenas a cualquier acontecimiento inesperado. Se había cansado de insistirle a su madre sobre el gran suceso que se daría ese día, pues lo había presentido en sueños de madrugada; así que ahora esperaba silente para poder impresionarla y convencerla con los hechos.

Comenzó a lavar su rostro insolado por el calor del trópico, con el agua que salía chisporroteando del caño enclenque. Al mirarse en el espejo sin marco, se sintió ajena a esa imagen inmóvil; como todas las veces antes, sintió que ya no era ella la que habitaba bajo ese cuerpo de ojos cansados y piel del color de durazno, en el que vivía hace años de prestado. Ella se imaginaba con los ojos marrones y los cabellos cayendo en rizos desordenados, con las mejillas levantadas y el mentón pequeño; pero su imagen en el espejo era otra. Así que como ya no aguantaba ese disgusto de mirarse al espejo y ver a una desconocida que no le agradaba, mirándola con ojos color caramelo; lo cogió de la pared y lo tiró al suelo rompiéndolo en mil pedazos.
Su madre salio al zaguán de la cocina limpiándose las manos en el delantal, sin admirarse. Desde que Coralí había vuelto a casa, ya no le admiraba que rompiera los espejos, las copas y las cacerolas en donde paseaba su reflejo de niña triste, sintiéndose fea por su piel de durazno y sus grandes ojos alargados.

- Limpia bien todo, Coralí!- le gritó su madre volviendo a la cocina a picar la zanahoria para el aderezo. Nada proveniente de su hija podía ya sorprenderla.

Coralí limpió el desastre que había dejado junto al lavadero del patio, cubierto ahora por espejos diminutos que reflejaban un cielo demasiado azul para su gusto, tan azul que era imposible pensar en una tormenta o algún otro fenómeno atmosférico con categoría de “sorprendente” que pudiera romper la calma de la pequeña isla. Avizoró el clima por décima vez ese día y se dio cuenta que el sol seguía brillante en medio del cielo celeste, sin hacer el menor caso a su premonición onírica.

Coralí se metió al comedor donde se respiraba aún la frescura de la tarde y encendió la televisión para ver que decían las noticias sobre algún desastre inminente; las probabilidades de algún terremoto en Asia Menor, si los americanos atacarían esa mañana algún pueblo inocente, si un OVNI había sido visto; pero nada. Terminaba el día y nada realmente sorprendente pasaba en el mundo. Incluso las manifestaciones estudiantiles habían cesado en el país y era el primer día que no atrapaban a nadie por llevar droga escondida en el bolso o en el estómago.

Hacia las nueve de la noche Coralí estaba descorazonada. Fue al jardín en donde una preciosa luna llena hacia ver fantasmales incluso a los lirios mas inocentes y se atrevió a cruzar el umbral de la puerta trasera. Hace meses que no salía de casa por temor a encontarrse con alguien que la reconociera...o aun peor que no pudiera reconocerla. Pero a esa hora todos debían estar viendo la novela de moda igual que su madre y nadie podría verla pasear por las callecitas vacías, con su vestido rosa y los pies pequeños dentro de las sandalias desgastadas.

Desde que Coralí volvió a la isla, no se había dejado ver por nadie, nadie para preguntarle ¿que pasó con su profesión? ¿Que pasó con su futuro que prometía ser brillante allá en la civilización? No, Coralí, ya no hablaba con nadie y si los vecinos murmuraban que ella tenia una enfermedad incurable y era esa la razón por la que había vuelto a la isla, eso la tenia sin cuidado. Su madre era callada y la brisa del mar sanaba, si tenia que ocultarse en un lugar para sentirse serena nuevamente, era en esa isla de cañas de azúcar y viento fresco agitando las flores, en donde nada podría volver a trastornarla.

Coralí salió caminando por la calles vacías de la isla, viendo las luces encendidas tras las cortinas cerradas y suspiró tranquila de que nadie del pueblo estuviera fuera para cruzarse con ella, caminó hasta la playa llena de guijarros blancos y lanzó uno a uno al mar pidiendo deseos que eran para otros. Al tirar el último guijarro que tenia a mano, un chapoteo inusual la sacó de sus ensoñaciones.
Tras suyo y con la ropa blanca mojada hasta las rodillas, un hombre corría por la orilla de la playa con los zapatos en la mano. La noche cubría en su bóveda brillante toda la playa vacía.

Coralí se quedó inmóvil, al ver al hombre de largos cabellos y barba crecida, que venía corriendo hacia ella, como para embestirla; pero Coralí no podía apartarse, pues no definía si la imagen que veía era uno mas de sus sueños despierta o realmente era un marino que salía del mar para embestirla con la fuerza de un un búfalo suelto; el hombre pasó por su lado rozando apenas con su mirada la presencia florida de Coralí a la orilla del mar en calma.
Coralí abrió los ojos enormes al ver al hombre vestido de blanco corriendo descalzo por la orilla iluminada de la isla, pasar junto a ella. Pero el hombre apenas si la vio, miles de estrellas presenciaron el susto de Coralí inmóvil con las olas lamiendole los pies. Solo los ojos de aquel hombre, grises como piedras bien pulidas se quedaron en la mente de Coralí y la acompañaron todo el camino de retorno a casa.

Cuando su madre la vio llegar de vuelta, pálida y con las pies llenos de arena, le tocó el rostro y las manos asustada; era la primera vez que su hija salía de casa, desde que retornara a la isla hacía seis meses.

- ¿Qué pasa Coralí, qué te ocurre?

Coralí balbuceó algunas palabras de cómo había caminado a solas hasta la playa, asegurándose que la orilla estaba desierta y había visto un hombre vestido de blanco salir del mar.

- Pero ¿te ha hecho algo, Coralí? ¿Te dijo algo ese hombre?

- No, no dijo nada , mamá…solo salió del agua y me miró…

Su madre se quedó mirándola sin entender la expresión estúpida de su hija.

- ¿Eso nada mas? ¿Pero que sientes , te sientes bien Coralí? ¿ te duele algo?

- No…solo siento como…como si un búfalo me hubiera golpeado en el pecho

Su madre abrió los ojos bien grandes, dio un paso hacia atrás y ante la sorpresa de Coralí se echó a reír tomándose del abdomen.

Coralí volvió en si y le reclamó molesta que le pasaba, si acaso se había vuelto loca. Su madre no acostumbraba reír a carcajadas ni viendo el “Chavo del ocho”

- No Coralí, solo me dan risa tus presentimientos- y seguía riéndose- ¿No te das cuenta, hija? Ese gran acontecimiento que esperaste todo el día acaba de suceder- y siguió riéndose con esa carcajada de pavo que tenía su madre.

- ¿Qué, te refieres a ese hombre? ¿ Crees que sea algún terrorista? ¿Algún guerrillero?

- No, Coralí ¡Por Dios! ¿qué cosas se te ocurren? Me rio por ese búfalo que dices que te golpeó en el pecho… Hija, ese Búfalo se llama amor y te acaba de sorprender hoy, vaya que se cumplió tu profecía de asuntos sobrenaturales...- y se continuó riendo sentada en el sillón de mimbre del comedor, mientras las mejillas de Coralí se incendiaban como un durazno puesto al fuego.
****(Para los nacidos en el año del Búfalo y para los que viven cerca al mar)

martes, junio 13, 2006

Poniendo el Pecho


Lo peor que me pasó llegada la pubertad no fue la menstruación, fue tener que usar sostén. Eso acabó con la libertad de mi cuerpo, fue el primer símbolo de que yo era una mujercita que debía ocultar su crecimiento.
Las demás niñas hablaban de que usaban "formador" y yo no entendía la palabra, que la relacionaba con algún aparato de ortodoncia. Creía que a mi jamás me pasaría eso; pero un día mis pechos empezaron a crecer y dos botones asomaron tímidos bajo la blusa escolar, sin que yo pudiera hacer nada al respecto. Quise usar camisetas, frotarlos para que los pezones no estuvieran puntiagudos, pero nada daba resultado; del tamaño de dos chapas de coca cola, mis pechos empujaban por ver la luz. Yo me mantuve terca en no usar nada debajo de la blusa, pero los muy canallas seguían creciendo. Lo peor de todo: Dolían.

Si, recuerdo ese roce doloroso contra la camiseta escolar y mojarme con agua fría en las noches, para que dejaran de doler por el roce contra la ropa. Finalmente tenia que usar esa tortura que se llamaba "sostén formador" y que mis demás amigas lucían con el orgullo de adultas; y es que ya me era molesto correr y que dos masas se movieran ajenas al resto de mi osamenta.

Mi madre me compró el sujetador blanquísimo con tirantes de sesgo, que pretendía amoldarme las mamas en su sitio para el resto de mi crecimiento y que yo no sabía ni como ponérmelo sola. Batallé un par de minutos, pensando si acaso el hecho de no haber jugado PLAYGO de mas chica fuera la causa de que no pudiera armarme con ese lío. Finalmente lo tenía puesto y me sentía mas incómoda que con corsé ortopédico, los tirantes ardían, el broche dolía y toda mi piel se resistía a usar esa especie de arnés para caballos al que yo no le veía gran utilidad.
Juro que intenté un par de semanas, pero no podía. Al menor descuido me ocultaba a rascarme la espalda en el baño como si fuera un perro sarnoso. No entendía porque mis amigas no se quejaban y llevaban esa tortura con la dignidad de alguna virgen que camina rumbo al sacrificio.

Era tanto el tormento de andar con el bendito sujetador que un día me lo quité y lo tiré al fondo del ropero. Me juré no volver a usarlo más, así tuviera que vendarme los pechos para seguir jugando. Las vendas eran mejor que ese sostén horrible. Odiaba esa forma puntiaguda que tenía, como si fuera un molde para dejarme las tetas en forma de cono, que ahora se coronaban con un par de pezones en punta de flecha, que atacaban a todo aquel que se acercara a abrazarme. Me imaginaba llegar a los 15 años con los pechos dignos de algún video de Madonna, puntudos y amenazantes.

Por suerte encontré algo mejor que las vendas, oculto en el cajón de mis hermanas que ya estaban estudiando fuera. Era un "strapple", uno de esos sostenes sin tirantes que se usan para ir a las fiestas, suave y sin costuras; tenía además , unos diseños dorados en la parte superior que lo hacían ver como una especie de bikini. El único problema es que me quedaba grande y que mis pechos ahora, no tenían nada que los sujete y caían con su rostro deprimido apuntando ya no al sol, sino al sur. Pero no me importaba; aun desconocía que uno de los peores traumas para una mujer es sentir sus pechos caídos en la edad adulta.
Así que me dispuse a usar el strapple en vez del formador. Ahora mis amigas durante las piyamadas me envidiaban por usar un brassier de señoritas, que jamás les comprarían sus madres, acostumbradas al típico formador blanco de tela con rosita en el medio diseñado para niñitas buenas.

Pasado el tiempo, yo no veía muchos cambios apreciables y aprendí a usar unos sostenes algo mas suaves que ya no me herían tanto los hombros con sus ridículos tirantes. Digamos, que mi piel se hizo mas resistente al roce, el problema era en verano con la insolación en la espalda y tener que usar ese arnés que te define como mujer. A mi la menstruación me venia irregular a esa edad y no me preocupaba mucho como algo que marcara mi femineidad, pero lo de los pechos !me estaba volviendo loca!

Lo peor vino luego, cuando al promediar los 15 años en las clases de gimnasia al muy original profesor de deporte, se le ocurrió ponernos a trotar frente a la clase de hombres. Ellos trotaban y raneaban, nosotras igual; el problema es que sus miradas se veían diferentes y todos se acomodaban con un tic raro los pantalones holgados de deporte. Por algún motivo todos tenían risitas y algunas de las chicas entre ruborizadas y contentas, también.

Luego entendí el motivo. A todas las chicas los pechos nos rebotaban como globos sueltos bajo la camiseta de deporte, pero a quien mas le rebotaban era a mi. ¡Maldición! Era la primera vez que notaba que mis amigas tenían los pechos como esbozos de limoncitos bajo un adecuado sostén de deporte y los míos bajo mis sostenes sueltos para evitar el roce de los tirantes, ya iban del tamaño de mandarinas con movimiento independiente!
Claro, que no faltó alguna que ayudara a los chicos a burlarse, imitando mis saltos astronautas y a mis pechos desafiando a la gravedad. Yo sudaba sangre, por la rabia y la vergüenza, pero pronto cobraría venganza.

Los chicos también tenían lo suyo; bajo su buzo suelto, ciertas prominencias antes móviles saludaban ahora, dignamente la salida del sol. Los chicos carraspeaban y se acomodaban el buzo, pero cuando tocaba el momento de hacer "planchas" y apoyarse en el piso sobre la fuerza de los brazos, para evitar el roce al piso, cierta parte media de su cuerpo se oponía y sobresalía amenazante desde su pelvis.

Todas las chicas se reían y comparaban a cual de los chicos le rozaba primero al piso, fijándose en "cual carpa estaba mas levantada", aunque ellos intentaran ocultarlo.
Terminada la clase de gimnasia, ya todas teníamos una idea mas clara de las proporciones de cada quien y que eso del tamaño del zapato no es siempre cierto...

Con el pasar del tiempo yo descubrí que la talla de zapato si podía equipararse a la anatomía de la mujer, en este caso, al pecho ideal. Así, mis amigas que tenían pies pequeños y eran algo bajitas, calzaban alrededor de 34 o 36 y esa era también su talla de brassiere. Yo calzaba 36 y en algunos zapatos hasta 38, así que hasta esa talla llegué en el crecimiento de mis pechos.
Debo decir que mi familia se caracterizaba por ser media zapatona y yo me alegré de quedarme en esa talla 38 que no era ni fú ni fá.
Una de mis hermanas ostentaba un maravilloso 40 rumbo al 42, que intentaba ocultar bajo todos los abrigos y overoles posibles. Un día, recuerdo que me dijo: " yo te admiro…realmente no se como puedes caminar mostrando tus pechos en polos pegados sin temor a lo que te diga la gente, yo he tenido que usar siempre holgada, para evitar esas vergüenzas"
Yo me quedé pensando. Aunque no lo pareciera, claro que me importaba evitar esas vergüenzas. Cada vez que caminaba tenia que cuidarme de lo que pudieran decir los zanganos que estuvieran parados esperando el autobús. O en los bailes tener que cuidarme de no sacarme la casaca tan temprano o no saltar mucho con las canciones que quería. Peor en los conciertos! siempre con alguien al lado para que no hubiera ninguna manito queriendo comprobar si eran de verdad o de plástico…o peor ¡que fueran tetas de esponja!

Tenía varias amigas que usaban esos sostenes con relleno de esponja. Se les veia muy atractivas. Como yo odiaba las costuras en la prenda íntima, una vez opté por comprarme uno que parecía ser mas cómodo que los míos. Ya venía con la forma del seno y todo, listo para colocárselo y que no se noten bultos bajo la ropa ( los sostenes de encaje son una joda para usar con blusas delgadas). Eran perfectos! el color, la textura, la uniformidad y la forma…lo único que salía sobrando eran… ¡mis pechos! Joder! Esos sostenes los diseñaban para chicas con pechos diminutos y los míos salían sobrando por todo lado. Por suerte, la glándula mamaria, se amolda y apachurra a lo que sea, incluso a ese nuevo arnés que era esponjoso por dentro y bastante firme por fuera.
Mi novio se burlaba diciendo, que ese sostén parecía el escudo de Xena la Princesa Guerrera. Que estaba bien para mirar de lejos, pues se me veía súper sensual en camiseta…pero cuando se acercaba, parecía que tocaba el pecho de un maniquí. Y claro! Si solo le faltaba hacer toc, toc, en las susodichas bubbies amoldadas por el infame sostén sin costuras!

Un día me enteré que a mi los sostenes me quedaban anchos porque tenía que vigilar el tamaño de la copa. ¿Que carajo era eso? Lo único que entendí fue que la letra A, B o C que seguía a la numeración de la pieza en cuestión se refería al ancho de la espalda y que yo compraba los con B de bestia, que me quedaban anchos y eran para una tía con senos de tamaño de naranjas y espalda de albañil! Que debía usar copa C para senos grandes y espalda delgada y que me debía ajustar mucho para que los pechos quedaran altivos y no me pasara la menopausia enrollando las tetas bajo las blusas.

Me pasé años buscando un brasiere ideal, sin costuras que hieran, sin tirantes que se rompieran cuando bailaba, sin broches difíciles... A veces hallaba el ideal pero se deformaba pronto con el uso o ese modelo pasaba de moda y lo sacaban del mercado. Al final me sentía con los senos horribles y quería ponerme una manta encima. Recuerdo que incluso llegué a querer diseñarme uno, modelo todo terreno: Cómodo, sin costuras, que sostenga el peso de los pechos sin herirme los hombros, que sea de color ( odiaba esos blancos, negros o cremas dignos de tía casada), bonito y sin adornos extras…en fin, que ni pidiéndole al hada mágica, existía el dichoso elemento a la vez confortable y de seducción. Debía comprar uno para cada situación y quedarme con las ganas de querer quemarlo luego.

Finalmente hallé los satinados sin costuras y de breteles anchos que me salvaron de una vejez deshonrosa de pechos mirando al suelo.

A lo largo de mi vida, mis pechos me trajeron mas de una desazón y casi me provocan una joroba, en el intento de caminar agachada y que no se notaran, para no sentir los ojos de la gente mientras caminaba de la pubertad a la edad adulta. Luego me di cuenta, que tal vez fuera lo mas femenino que tenía como mujer y que ya no debía avergonzarme si asomaban bajo la ropa. Que ya no debía ocultar algo que era mío, igual que mi nariz, mis ojos o mi cabello. Sin embargo, aun sigo admirando y envidiando a aquellas que nacieron con pechos pequeños y que ahora lucen pechos perfectos, gracias a su cirujano. Jamás usan sostén y no se preocupan porque se vean caídos, pues la verdad, esas siliconas jamás caen, sea cual sea la posición en que se pongan las mujeres, un día de estos los harán de un material que sobreviva a la bomba atómica y ahí si me imagino los melones de Pamela Anderson, rodando a solas por un planeta despoblado.

El sostén acabó con la libertad de mostrar mi cuerpo libremente, me hizo volver algo tímida y huraña en mis primeros años, aunque en los últimos tiempos la exhibición de estos ha sido mi mejor forma de burlarme de los complejos con los que lidié toda la adolescencia. Ahora entiendo a las chicas que se los quitan en los conciertos para mostrarlos sin culpas e incluso con orgullo, ojala yo pueda hacer lo mismo antes de llegar a los 30 sin que la gente me abuchee por considerar los pechos plásticos y de apriencia perfecta, mejores que las mamas péndulas y naturales, amoldadas a arnés y paciencia.

domingo, junio 11, 2006

A puerta cerrada ( 4 )

Dicen que cada niña nace con el sueño inocente de ser princesa de su cuento personal, aunque se lo niegue a si misma el resto de la vida. Que cada niña tiene el derecho de volver realidad su sueño, y que solo aquellas que ponen todo el empeño en conseguirlo, llegan a hacer realidad lo que parece imposible. Porque dicen que cada niña es un capullo de mujer, esperando florecer a tiempo.

Era Octubre y mi novio y yo nos volvíamos a encontrar después de 5 largos meses. Lima era una pecera gris llena de sueño rotos, pero yo tenía el poder de hacer los míos realidad a su lado. Por primera vez estaba disfrutando de ese poder que da sentir todas las puertas abrirse y solo sonrisas a tu paso. El poder que da, saber al mundo en equilibrio y que nadie te volverá a hacer daño, pues ya existe alguien para protegerte. Que estás del lado correcto de la historia, en donde nada te será negado y la protagonista del cuento es la niña que hizo bien las cosas y viene por su recompensa.

Recuerdo Octubre, desnuda entre las sábanas blancas, comiendo melón picado en la cama y viendo comedias francesas, después de un largo baño de burbujas de coco y limón. Despertar a las 11 de la mañana y jugar a la niña inocente, a la mujer fatal, a la princesa de cuento. Recuerdo haber sido plena y feliz al lado del hombre que amaba, incluso pasando la noche en un sillón del aeropuerto a las 2 de la mañana, despertando solo para comer pastel de chocolate en la madrugada, mientras mi novio leía a Isabel allende en la butaca vecina, cuidando mi sueño. Recuerdo toda una ternura desconocida fluyendo por mis dedos y mi boca. Recuerdo mi felicidad sin sombras.
Era de madrugada en Octubre y yo era feliz sin mudarme de ropa, con el cabello revuelto y las ojeras oscuras, tomando café negro junto a él a las 4 de la mañana, mientras los aviones partían a todos lados y nosotros seguíamos quietos con la vida a nuestro propio ritmo.

Cinco días después volvía a la Tierra del Olvido, con insomnio y el cuerpo maltrecho pero con una sonrisa mas luminosa que cualquier día de verano. Mi jefe me quería echar, mis pacientes me reclamaban haber faltado un lunes, llamaban de gerencia para ver lo de las referencias y costos, el consultorio era un descalabro de niños llorando y viejitas abrazándome en el pasillo para que las atendiera rápido. Yo estaba en ayunas y no sabía ni en que fecha estábamos; pero hice todo lo pendiente sin quejarme, hasta que llegué a casa y me desplomé sobre la cama. Estaba muerta de cansancio pero por mas que intentaba no podía dormir. Abrí la laptop para ver las últimas fotografías juntos y fue cuando pensé que estaba viviendo la vida de otra persona.

Las fotos que se abrían eran de él y su familia, archivos varios, en la nieve, en la playa, con su madre, con su hermana, con sus hijos, con su esposa…Un momento ¿con su esposa? Imposible, la ex esposa vivía en otro estado, hace años que se separaron, ellos ni se hablaban ¿pero que hace sonriendo así? ¿Pero porque están juntos de vacaciones? Claro…por los niños, solo por eso…Pero ¿Por qué se ven tan bien juntos? ¿por qué ella lo mira así? ¿Por que el mira así a la cámara, a quien intenta seducir? ¿Por que no tiene camisa? ¿Es el calor? Comencé a ver las fechas…cada foto coincidía con nuestros encuentros. Siempre una semana después de vernos, siempre con ella.

Las vi todas con curiosidad y sin enfado, como si hurgara en la vida de un par de desconocidos. Luego de 50 fotos viendo a la familia feliz sonriendo en todos los escenarios posibles, pensé que me había equivocado de archivos, que era una broma. En fin, que tal vez la falta de glucosa y de sueño me hacían ver visiones, porque era imposible que mi novio siguiera casado, o mas bien, casado y feliz con otra persona, a una semana de nuestras vacaciones juntos. Así que cerré el computador y me quedé dormida sin pensar en nada más, estaba agotada.

Al despertar, sentí un dolor desconocido en el pecho, unas enormes ganas de llorar, náuseas. Vi la laptop junto a la cama y entendí que lo que había visto horas antes, no era una pesadilla, todo era real y yo era de carne y hueso. Mi mundo de azúcar se empezaba a romper y apenas si era el primer acto.
Fue extraño que el dolor solo se empezara a intensificar al pasar de los días. Como si todo fuera cobrando forma y las mentiras descubiertas fueran llenando cada vacío de medias verdades dichas por él. Me quedé callada y sin reclamarle, pensaba inútilmente que mientras la verdad no se mencionara, no sería mas que un mal sueño en mi mente.

Los días que siguieron no dije nada, ni cuando hablábamos por teléfono. Algo había cambiado, pero no sabía ni como decirlo. Llegó el día que me cansé de callar y le dije que ya sabía todo, que me acababa de dar cuenta que no era la novia, sino “la chica de las vacaciones” y esa verdad dolía en el orgullo de la niña que se cree sin mancha y con derecho a todo. El hombre que amaba me acababa de dar ese papel secundario en la historia de la cual me creía la protagonista.
Cuando las palabras salieron de mi boca, se terminó de cristalizar esa realidad a la que yo me consideraba ajena. El calló como lo haría de allí en adelante, ante lo que consideraba “leseras” y “reclamos tontos” que solo complicaban mas una relación ya difícil por la distancia.

Era Octubre y en una ciudad sin milagros, yo me despertaba a una vida que no era la mía. Ahora ninguna promesa era confiable, ninguna explicación cercanamente creíble. El me decía que no era como yo creía haberlo visto, que “uno hace lo que sea por sus hijos”, esas y otras explicaciones a las que yo ya no daba forma, porque la confianza se había terminado y cuando ese vaso se rompe, ya no hay mas agua por beber.

Mas dicen que el amor lo perdona todo y aun peor , cuando a la distancia es ese sentimiento, el único cable de conexión con el mundo. Y era ese amor mi única esperanza de salir del exilio donde vivía mas solitaria que un perro. Un amor probablemente unilateral, pero que seguía siendo puro y dispuesto a todo.

La vida siguió y yo empecé a caminar con un peso en el pecho que me hacía ver los días mas nublados y la soledad aun mas triste. Un peso del que ya nadie podría librarme, porque era mío, un peso secreto al que debía acostumbrarme para poder seguir adelante.

Dos semanas después sonaría el teléfono del consultorio y una voz conocida me pedía permiso para poder verme.

- claro, ven cuando quieras- dije entre asustada y sorprendida.

Era mi primer novio. Venia al exilio a buscarme después de casi un año de separación, quien sabe por qué. En ese pueblo, donde una mujer era calificada hasta por el color del cabello, un nuevo hombre se aparecía en la puerta de la doctorcita nueva, con una maleta enorme y una cara de no haber dormido en varios días.

No pude ocultar mi contento al verlo de nuevo, habían sido meses difíciles sin poderle contar a nadie lo que pasaba al interior de ese infernal centro médico. Haciéndome la fuerte ante medio mundo, sin poder hablar con nadie de mi rama, porque el resto de médicos de la zona eran carcamanes que curaban solo faringitis y tifoideas desde hace 20 años y se creían los dueños de la verdad, en esa tierra de nadie.
Yo estaba feliz. Finalmente llegaba alguien con quien hablar de medicina de igual a igual…aunque no fuera ese el motivo por el que él había atravesado el país para verme.

-Tenemos que hablar- me dijo, después de almorzar.

Hasta ese momento él parecía estar con la mirada en otro sitio y con una ansiedad en las manos que yo le desconocía. Cuando comenzó a hablar, me enteré que hacía dos semanas a él también se le había destruido parte del mundo de azúcar que lo mantenía a flote.
Un mundo en el que yo seguía siendo su novia que trabajaba en el exilio y con la que, de regreso a la civilización, retomaría esa relación bonita, con los proyectos de una vida juntos y para siempre; porque esos amoríos que le contaba con el novio chileno, seguro solo eran fantasías mías, con los que la distancia acabaría. Porque esas cosas increíbles acerca de mi nueva relación, no podían ser verdad mas que en mi cabeza.

Sin embargo hace dos semanas, cuando nos vio juntos de camino al aeropuerto, cuando todo confabuló para que los tres estuviéramos en el mismo lugar geográfico, todo se le vino abajo. Su novia, no era nunca mas su novia, ahora era la mujer de otro.
Él me había soltado como una avecita entrenada al aire pensando que volvería y yo me había escapado rápidamente de su mano, ansiosa de una libertad que no creí extrañar tanto. Un ave que ahora estaba atrapada por otras manos.

El poder de la negación había resultado ser tan poderoso, que ambos caímos presa de lo mismo. Amar a un ser idealizado que no sentía lo mismo. Cada quien amando a su propio verdugo.

Pasamos tres días juntos, hablando y llorando a solas en esas 4 paredes. Llorando por un tiempo juntos que no podíamos recuperar, por un amor que yo ya no sentía, un amor que había sido reemplazado por el sentimiento que mas indigna al ser que ama: “El cariño”. Así pasaron 2 noches, contándonos todo lo que había pasado en esos meses a solas, cada uno luchando contra el mundo a su forma, cada quien esperanzado en sueños irrealizables. Y yo lloré por no poder darle lo que el merecía, ese amor que sentía fluir a borbotones por otro alguien que tal vez no lo merecía.

Al terminar esos tres días juntos en que la petición de “Cásate conmigo” fue rechazada entre lágrimas tres veces, nosotros ya no éramos nunca mas los mismos. Los jovencitos de futuro ideal estaban hechos mierda, por una circunstancia que de la que ya no eran dueños.

Le conté sobre mi soledad allí, sobre la gente que a veces entraba gritando al consultorio, sobre las amenazas de denuncias de todo tipo, sobre mi jefe inmoral que me hacía la vida imposible, que me negaba la ambulancia para transportar pacientes graves, que se escondía las medicinas, que falsificaba los registros de su consulta y que a las finales era contra mí que se estrellaban los pacientes; sobre la gente de allí y la desconfianza que me tenían por ser mujer y no superar los 30; sobre la discriminación por mi sexo, incluso al servirme un plato de comida; sobre mi reciente descubrimiento de la doble vida del Innombrable, pues yo no era ninguna princesita de cuento, sino el segundo plato de una mesa bien servida; que el hombre que amaba me había etiquetado ante el mundo como todo aquello a lo que yo siempre había odiado; que en el mundo real- no en el de mis tontas fantasías- yo no pasaba de ser “esa otra”, la ingenua que ni en pesadillas pensé ser ; y que el mundo se había destrozado bajo mis pies por creer en un amor que a lo mejor ni existía en él, pero que a mi me venía consumiendo.
Y lloré todo lo que tuve para llorar en su pecho, queriendo volver a amarlo y recuperar la vida que yo tenía, sin ninguna suerte de mancha, un futuro perfecto que ya no existía.

Recuerdo haber caminado con él hasta el río, entre las murmuraciones de la gente que no sabía porque la doctorcita se alejaba por el sendero del río, con un hombre que no era el de la primera vez ; y recuerdo hablar con él entre sonrisas, caminando lentamente bajo los sauces iluminados por un sol de atardecer que no quemaba como antes.
Recuerdo su voz diciéndome que “sabia que yo era alguien que siempre corría tras las mariposas, pero que no quería que me hiciera mas daño” y yo sonreí diciéndole que “para esas caídas ya me estaba cosiendo un paracaídas, porque ese amor me empujaba a seguir adelante aunque tuviera que desbarrancarme en el intento de alcanzar un sueño”.

Recuerdo estar parados en un puente de fierros oxidados y haber extendido los brazos con el viento del cañón soplando sobre nosotros, con el cabello desordenándose y volviéndose a peinar, dueños de ese vacío en el corazón, dueños de esa nueva vida llena de ilusiones rotas. Pensando que todo estaría bien porque al fin nos habíamos contado todo y podíamos ser amigos de nuevo.

Y él me miró con esa ternura de siempre, para decirme con la voz mas suave que recuerdo:
-“yo vine aquí a hacer mi último intento por la niña que amaba y luego si no resultaba, poder olvidarte. Pero ahora que veo en la mujer que te estás convirtiendo, me gustas mas y nadie me puede quitar eso, ni siquiera tu”

Y yo le sonreí como ahora, con lágrimas nublándome los ojos. Sentía tanto amor en mi pecho para darle, pero ya no podía devolvérselo a la persona que lo merecía.

Yo tenia que seguir caminando, seguir cayendo, seguir levantándome, porque creía estúpidamente que cuando das el mayor esfuerzo, este es recompensado. Y que toda niña tiene derecho a hacer realidad su cuento de hadas.






jueves, junio 08, 2006

Hostias!

Yo no soy bautizada y mi curiosidad máxima es saber a que sabe una hostia. Mi madre me dijo que si tanta curiosidad tenía podía ir donde las monjas a que me dieran una de esas hostias sin bendecir, peor yo no quise. Lo que en verdad quiero saber es a que sabe una hostia en ese momento después de confesarse, que se siente hacer cola ante un cura al que por un breve instante dejas de considerar como el último gusano de la tierra y muy por el contrario sientes que es el gran embajador del perdón, quisiera saber como se siente quedarse calladito en la misa, con la hostia disolviéndose en la lengua como algún bocado divino, que te va limpiando por dentro.

Mi padre hijo de una familia ultra católica, estaba convencido de que por mas bueno que sea el pan no era justo obligar a comértelo y que a nadie lo podían obligar a ser católico, si esa era una decisión que parte de uno; con este pensamiento basado en la democracia que llevaba como bandera siempre, decidió bautizar a sus tres hijos mayores solo si ellos lo pedían y cuando hubieran alcanzado la edad en que los sesos dejan estar dentro de un cráneo con fontanelas sin cerrar, blando y amoldado a las creencias de los padres.

Crecidos los niños ( o debería llamar engendros y obstáculos de la vida? ) y alcanzada esa edad puberal en que los sesos se amoldan mas bien, a las creencias de los amigos y los maestros de la escuela, pidieron ser bautizados. Yo apenas si era un amasijo de carne y cabellos chascosos que comía caramelos con los cachetes llenos, así que por suerte no me exorcizaron- digo, bautizaron a mi también. Fue una hermosa ceremonia en que un cura con ojeras de elefante, miraba reprobatoriamente la tardanza de mis padres en “acercar a los niños al reino de Dios”. Claro, el cura que parecía sacado de film hindú ignoraba que en esa familia y dentro del mismo templo aun había un pequeño demonio sin bautizar mascando su chupetín rojo, ajena a esas vainas de agua bendita y flores de azar.

Tiempo después mi hermana La Achilenada vino con sus manías de hippie a reclamarle iracunda a mis padres por haberlas bautizado de católicas a los 13 años, si a esa edad vivían atemorizadas por las monjas del colegio.
¡¿Pero si tu misma me lo pediste y hasta lloraste insistiendo por el bautismo?! -Gritó mi padre al borde del infarto.
“Claaaro y desde cuando una niña sabe lo que le conviene! Eh?”- respondió mi hermana con mofa.
Mi padre se quedó frío ante esa respuesta acompañada por la cara de palo de mi hermana ya adulta ( el pobre ignoraba que de esas respuestas tendría a montones el resto de la vida ). Al parecer toda su filosofía de familia democráticamente organizada se venía abajo; pero como mi padre es terco, a los dos días se topó conmigo y mi triciclo destartalado dando vueltas por el patio, persiguiendo alguna libélula desprevenida.

- ¡A ti solo te bautizamos cumplidos los 18, así que nada de insistir antes! porque según tu hermana a los 13 ustedes aun siguen mulas!- y siguió pintando su nuevo tablero de ajedrez.
Yo abrí los ojos bien grandes y me quedé callada, acababa de ver una libélula quietecita detrás de su cabeza y la quería para mi frasco.

A mi no me interesaban los asuntos del bautismo, porque ya me daba hasta vergüenza pedir ser bautizada a los 8 años y entrar caminando a mi propio bautismo, eso si hubiera sido abochornante. Yo había resuelto que el día que me casara me harían todos los sacramentos juntos, cosa que así me borraban el pecado original y de paso todos los pecadillos que planeaba acumular hasta mis 30- que era la edad en que planeaba entrar de blanco a la Iglesia. Yo estaba muy feliz pensando que podría comerme todas las golosinas sin tener que compartirlas, cortarle el cabello a la Barbie de de mi prima la petulante y romper las ventanas del vecino, con afán pederasta que me molestaba cada vez que salía a comprar. Así que el bautismo retrasado significaba para mi un periodo de gracia con carta blanca, para poder disfrutar de lo que los otros llamaban injustamente “pecado”.

Me cuidé bien de no terminar en el colegio de monjas de mis hermanas, porque tenía temor a esos cuervos con hábito que hacían rezar de rodillas afuera de la clase; pero llegada la adolescencia me hacía sentir diferente que todas mis amigas ya hubieran pasado por los tormentos de los 3 sacramentos y yo aun seguía “Morita”. Claro, había aprendido a superar ese miedo que me inculcaba la abuela, de que los Moritos no van al cielo si me mueren, porque en el fondo yo si quería morirme y andar paseando como fantasma por toda la casa y jalarle las patas en las noches, a aquellos que decían que no iba a lograr ser nunca un angelito en el cielo.
Además eso de terminar en “el limbo”, me sonaba a invitación para ir a una sala con ecos en donde podría jugar largamente, sin que ningún barbón con túnica blanca y arpa arrosquetada, me instara a portarme bien, o a tener que leer esas historias en donde la gente mataba a sus hijos par ser fiel a un tal tío Yavé que andaba desparramando plagas o convirtiendo en estatuas de sal, cada vez que le daba la chiripiolca contra sus mascotas bípedas “hechos a su imagen y semejanza”.

Un día se infiltró una monja argentina al colegio, tenía los ojos celestes mas lindos que había visto y cuando cantaba, una voz de verdadero ángel; pero apenas se le acabó la sonrisa y las anécdotas de que llegada al Perú, todos los “cholitos” le decían “jelou, uan dolar” pensando que era gringa americana y con plata; le salió el discurso usual que me mantuvo atemorizada los 5 años de secundaria, de que a aquellas que no se habían confirmado “irían al infierno a sentir el rechinar de dientes de los pecadores”. Así que media clase aterrorizada por esa imagen de desgastar el esmalte dental a punta de tormentos donde “el tío Sata”, se terminó de confirmar en la fe de Cristo a los 16 años; mientras yo, tenía pesadillas con diablos de ojos azules que me invitaban a bailar tango en los fuegos eternos con el ritmo de dentelladas al aire.

Ya en la universidad, el paraíso para los que se dicen agnósticos por una cuestión fashion, mi novio me contó que en su colegio los hacían tener retiros de 2 días, cada cierto tiempo para reflexionar sobre sus pecados. Yo pegué el grito en el cielo ¿Qué pecados se tiene a los 12 años? Probablemente sentir que odias tus padres, ganas de masturbarte a diario y haberte fumado un cigarro a escondidas. No entendía porque eso tenía que hacer sentir culpable a un niño.
Eso confirmó mi odio a la intolerancia de los curas y sus normas desfasadas; aunque, siempre me quedó la curiosidad de que se sentía el confesarse ante alguien y ser tan inocente de creer que al sacar esas culpas fuera de ti eras perdonado y eras absuelto hasta el día que volvieras a meter la pata.

A veces yo quisiera confesarme y que me den una penitencia muy grande a cumplir para luego sentirme libre de toda culpa o remordimiento; pero es inútil, creo que una necesita perdonarse a si misma para poder vivir a gusto, no importa a quien se lo digas, lo necesario es saber que tus errores son absueltos en tu propio corazón.

De pequeña yo tenía una amigo imaginario, lo vi en un cuadrito que se quedó colgando en el cuarto de mis hermanas. Me cayó bien el tipo porque se veía flaco, barbudo y pelucón como John Lennon. Me dijeron que era Jesús, pero yo no les creí, porque para mi el tal Jesús andaba siempre crucificado y en shock por la tremenda zarandeada de los romanos y sus costumbres de matarifes. Ese Jesús crucificado me daba cierto miedo, ese si tenía cara de venir a jalarme de las patas si no me bautizaba.
En la pintura el joven de rostro sereno tocaba una puerta y yo me imaginé que era la mía, porque a esa edad yo me sentía bastante sola y ni asi cantara Arroz con leche, nadie tocaba mi puerta para ir a jugar. Así que lo volví mi mejor amigo y le contaba esas cosas que me hacían sufrir por solo pensarlas. Aprendí a ir a la raíz del problema y buscar siempre la razón detrás de cada sensación dolorosa que me oprimía el pecho antes de dormir y que no podía entender.
El tipo me enseñó a perdonarme solita y sin probar hostias, porque en esta vida me decía, “no existen personas buenas ni personas malas, solo circunstancias”. Y como yo era niña le creí.

Días de bestiario

Junio, seis


Se podría pensar que estoy enamorada por lo que escribo y escribiré. Pensar que jamás he estado tan frágil, tan cercana a ese sentimiento, pero creo que también se equivocarían. Porque si escribo del polen en el rostro, de las abejas en los árboles, de cielos color de rosa, no es que el amor ande tocándome el seso, es solamente que volví a ser tierna.

Es que luego de dos años de andar queriendo crecer y endureciendo la piel para parecer madura ante el espejo y no sentir lástima de mi misma por mirarme como una pobre niña indefensa, me decidí a sentir de nuevo y a creer que mi corazón puede pedir ayuda, que aun no está todo perdido.

No es que ande enamorada, o tal vez si…no lo sé. Pero hoy amanecí sin ganas de empujar los recuerdos al fondo de mi baúl mental, para que no duelan tanto. Amanecí sin ganas de ponerle el velo usual a las cosas y hacer parecer que nada me duele, cuando es al revés, cuando vengo sintiendo y procesándolo todo, para que no quede etiquetado en la memoria como un fracaso, como una frustración sino solo como un recuerdo. Un maldito recuerdo.

Y claro, he de confesar que hace dos años que extraño que me abracen…no las usuales palmaditas, no el abrazo apasionado, no el abrazo de amigos…solo que me abracen y me acojan y me hagan sentir que no sirve de nada seguir corriendo, si ya no tengo ninguna parte en donde ocultarme, cuando los monstruos habitan dentro mío y no tengo aun el valor de sacarlos al sol y desaparecer sus sombras para siempre.

Y también confesar que estos dos años necesite de alguien junto a mí, para que se pusiera de mi lado contra el mundo. Que no me agradó estar sola, ni crecer a la fuerza. Que hubiera preferido alguien a quien contarle que me pasaba a diario esos días de infierno y que ese alguien me abrazara y no me reclamara o me dijera que así es la vida y que esas cosas me hacen fuerte. Que después de eso dos años, se me acabó la vocación de ayudar y poner la otra mejilla, que a veces hubiera querido ser yo también la mala del cuento y no la que recibe los golpes. Que me cansé de hacerme la fuerte, si en el fondo solo quería un abrazo.

Y hoy amanecí así, con esta fragilidad que me hace vana. Que quise llorar y no pude y recordé esos inviernos en otra parte, mirando por la ventana una extensa llanura lunar, donde antes hubo un océano de estrellas ganchudas y al intentar llorar tampoco pude hacerlo. Porque tantas veces me sequé los ojos con los sellos de cera de esas cartas no enviadas. Y ahora que al fin puedo hacerlo, llorando a gritos si es preciso ya no me dan los ojos, ni la nostalgia…porque tal vez no haya nada que recordar. Ni nada por lo que andar sufriendo.

Hoy amanecí frágil, mas que siempre…y descubrí que el volver a sentir también duele un poco, pero acaso valga la pena el pedir ayuda, el tener paciencia y el volver a ser tierna. Acaso valga la pena ilusionarse un poco y atreverse a contar esas cosas que permanecen en tinieblas y que nos hacen daño el seguir ocultando. Acaso valga la pena reconocer que no me agrada estar sola y que de vez en cuando yo también necesito dar cariño y recibirlo. Acaso valga la pena la fragilidad si sabes que tu abrazo será devuelto.
quien sabe que pasa en casa?

la pagina ha caducado...deberia dar gracias?

es una feliz coincidencia entre el ser y el no ser ?

entre la realidad y la ficcion?

este es un post de prueba, asi que al carajo si alguien lo lee

me gustaria que asi fuera mi despedida

con nadie para dar la respuesta de donde me meti

sino, como siempre...

que hui mientras las luces esperaban ser encendidas

martes, junio 06, 2006

Razones para quererte

Las razones para quererte ya no son las mismas que las del inicio,
Ese inicio apasionado de besos ansiosos y sudor en las manos
De palabras adecuadas, las mas sensibles que se hallaran
No es el amor de niños con el que se identificaban otros
Ese amor que nos hacia estallar en te amos que
No eran nunca suficientes

No, el amor de ahora es un amor mas calmado
Sin tantas pretensiones, de yo ser solamente tuya
O tu solamente mío,
Ahora es un amor mas reposado
Mas sereno,
que ya no se desespera si te marchas
O Si me largo yo de casa

Diríamos, como los viejos, que es un amor más tolerante,
-Pero ya sabes como odio yo, esa palabra-
Porque a pesar del tiempo que ha pasado
Aprendiendo mutuamente,
Yo sigo odiando ciertas cosas
Frases que me desequilibran, aunque ya no tanto

Las razones para quererte ahora
Ya no son las mismas que aquellas que escribía
Cuando nos conocimos,
Son más fuertes, son lazos que se han tensado
En el fragor de los días juntos, de cada despertar
Y anochecer en la misma cama,
De cada pelea inútil
De ese abrazo cansado, que ahora nos hace cómplices.

Como ves las razones para quererte ahora
Ya no parecen suficientes
Y sin embargo lo han sido y cada día nuevo
Lo siguen siendo.
Aunque los demás no entiendan el punto
Porque Tú y yo ya lo sabemos.




Esto va reservado para el dia que te halle y ya no te quieras ir.

Virtualmente Real

Soy una amiga virtual, por eso la gente real dice que no soy una verdadera amiga. Pretende decirme que no existo ¿me debería sentir mal? Si la geografía no me permite estar al lado de la gente que aprecio, si no puedo invitar a comer una pizza a mi mejor amigo para hablar de nada mientras vemos películas, si tampoco puedo estar con el café al lado del escritorio en los momentos de ocio, si no estás conmigo cuando te necesito. Ni en mi cama cuando quiero abrazarte ¿debería sentirme menos?

Hace poco leí eso de “yo solo tengo amigos reales, los virtuales se los dejo para los fracasados”. Supongo que debería sentirme una “perdedora”, por tener en mi lista solo a la gente que me agrada, no a la que me impone la circunstancia, ni la maldita geografía. Solo me acerco a la gente que como yo, deja la pose bonita para mostrarme el corazón al desnudo y me quiere hablar de aquello a lo que teme, de esas cosas que los hacen diferentes, de esas señales que pueden hacernos sentir raros entre la multitud de gente que oculta sus aristas para ser siempre piedras lisas y desechables.

Me pregunto si la denominación de virtual, para la demás gente, es sinónimo de inventado. Si yo vengo a ser para la demás gente “real” solo un personaje inexistente que responde a través de un monitor y que se mueve sonriente atrapada en una pantalla luminosa, como una suerte de pez esquivo. Si el ser virtual me resta valor, si eso me convierte en irreal, en unicornio, dragón o sirena que permanece al lado de quien quiere vivir en sueños y que desaparece cuando ese alguien abre los ojos y decide caminar de lleno por “ la realidad”.

A veces pienso que aquellos que solo somos “amigos virtuales” somos los que mas nos conocemos. A esos amigos de monitor, que por alguna circunstancia ajena a mí, aun no he podido invitarles un helado real, para ascender de categoría y ser estimada como alguien de carne y hueso, yo les he contado secretos que no puedo contarle a la persona mas cercana; me he confesado frágil , histérica, algunas veces tierna, depresiva o pesimista. Esos amigos virtuales, que por razones ajenas a su poder, no han podido darme ese abrazo cuando mas lo necesitaba, pero su palabra de aliento llegó en el minuto preciso y no me dejó caer, son igual de entrañables para mí que aquellos otros amigos reales que estando geográficamente mas cerca no se levantaron del sillón cuando yo me estaba derrumbando.

Cuando alguien me dice que es la amiga real de…, me quedo pensando en cuanto de realidad existe en ese nexo entre dos personas reales, que se mueven en un ambiente real y que son compañeros o amigos, no por elección sino por circunstancia. Si yo tuviera que elegir a mis amigos, probablemente muchos de los que me rodean no serían invitados a esa fiesta, porque serían simples conocidos, que saben mi nombre, mi edad, mi domicilio, pero a los que no les importa si estoy viva o muerta; si un día amanecí espectral porque me estuve muriendo de dolor durante la noche, o si estoy feliz porque al fin conocí al hombre que quiero.

¿Que tan real es la gente que pasa por tu lado? ¿Qué tanto sabe de ti la persona con quien te acuestas? ¿ a quien le cuentas tus secretos? ¿ante quien te has desnudado los ojos y el cuerpo? ¿Quién es virtual en el juego de la confianza? ¿ el que permanece a tu lado ignorándolo todo? ¿o quien a miles de kilómetros sabe cuales son tus sueños, deseos y miedos?

Yo no quiero un café hoy, quiero un par de cervezas para salir a reirme un poco y brindar por aquellos “virtuales” a los que quiero.



***En la ciudad de la Furia (versión slow)

lunes, junio 05, 2006

Purple Rain


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Parece que recién sintiera el invierno sobre mí. Cuando volví aquí, era verano aun. Me coloqué las sandalias y los vestidos cortos e imaginé que jamás me había ido, fui a la playa, me senté en la arena y mirando al mar hice un broche imaginario para apartar de mi memoria los meses de Enero a Abril, ese periodo bizarro donde decidí sentir de nuevo y acercarme a las cosas que de verdad quería.

No hay duda que cuando te pones un traje plástico y una careta de “no me importa nada”, las cosas pueden doler menos. Las despedidas son menos tristes y los besos menos húmedos. La vida sigue su curso pero una está al margen, ya no le duele nada… pero la verdad, tampoco se siente mucho. No sé porque, en Enero decidí volver a sentir, porque decidí que me faltaba amor y me faltaban sueños por los que seguir adelante. Solo se, que empezado Enero tenía una sonrisa en el rostro, imaginando que el periodo depresivo había llegado a su fin y que era momento de recoger los frutos de una felicidad prometida e intenté poner todo de mí en cada cosa que se me ocurrió vivir pero no resultó y de pronto ya era Abril. Siempre Abril, el mes en que el cielo se vuelve densamente gris por las humaredas de los campos quemados y el olor a mar se acentúa en la ciudad, era Abril y yo había vuelto a casa, otra vez, con la maleta vacía.

Me vi a mi misma despertando con los pliegues de la almohada, tatuados en mi rostro, con los ojos hinchados de haber llorado para adentro y la mirada perdida del que no sabe que pasó realmente en esos 4 meses de buscar y no hallar nada. Parece que cuando uno se decidiera nuevamente a sentir, fuera el dolor lo primero que se viene al cuerpo. Que cuando una desnuda el corazón, sea la tristeza lo primero que se apodera de sus ventrículos y la hace querer retroceder en el intento.

Hubiera querido seguir oculta en el disfraz de dureza, pero tiritaba de miedo ocultando mi desnudez dentro de esa armadura metálica, que a las finales me quedó demasiado grande. Una armadura que me impedía llorar para que no se oxidaran los goznes y me derrumbara entera. Llegó Enero y yo me decidí a sentir con la intensidad del que ya no quiere vivir temiendo, del que cree merecer alguna felicidad antes negada.

Pero llegado Abril, comprendí que cada paso dado fuera de mi traje protector, había sido un error doloroso. Una broma de la que no supe reír. Yo desperté en Abril y puse un broche a todo lo vivido, quise ocultarme de nuevo en casa, cerrar los ojos y el corazón a ese mundo externo al que jamás me adaptaría del todo, para así poder volver a soñar, porque cuando una sueña nadie le falla, todo es perfecto y el mundo parece blando.

Es Junio y no he podido. No he podido volver a ponerme armaduras y a soñar desde dentro que nada de lo vivido hasta hoy fue cierto. Es Junio y abro el broche de mis heridas recientes, no para generar una lástima que a estas alturas resulta fuera de lugar, sino para descubrirme yo en esas misma cicatrices y aceptar que eso es lo que soy y ya no me puedo ocultar. El camino resulta difícil cuando se quiere volver a sentir de nuevo, el primer hálito de vida, generalmente es el dolor. No quiero negarme a ese dolor si es el camino que me llevara de retorno a la vida. No quiero cubrirme mas del frío de un invierno que empieza en Junio, porque se que tarde o temprano una primavera vendrá a mi y todo habrá valido la pena, cada paso de mi caminar en círculos, cada lágrima que logró ser derramada a tiempo, cada vestimenta arrojada al fuego.

Yo llegué aquí cuando aun era verano y quise soñar que nada de lo vivido estos meses fue cierto. Ahora es Junio, puedo mojar mi piel con la lluvia tímida de los inviernos costeros y no tener miedo a sentir, porque se que tarde o temprano dejará de llover y yo estaré lista para volver a vivir la edad que me ha tocado vivir, a correr por la playa con la piel tiritando de frío, a caminar por la pista con la luz de los vehículos en contra, a llevar el cabello suelto y los pies descalzos. Porque ningún invierno es eterno y yo ya conozco de que color son las mariposas.
*Purple rain- Urselle (ojalá este jazz si suene)

viernes, junio 02, 2006

Charlas de viernes de Café: De Razas y Mierdas


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¿Sabes lo que mas me agrada de tomar un buen café? La música que puede acompañar esa bebida y mas que todo la compañía. Es difícil sentarse a tomarse un café a solas, en general me gusta hacerlo acompañada. Pero no se si yo soy muy parlanchina o mis acompañantes demasiado silentes. Últimamente solo hablo yo, aunque a decir verdad preferiría ser yo quien guarde silencio.


Creo que lo que mas disfrutaba de tomar café con Mr. Moss era su charla variada e interesante, me podía quedar horas escuchándolo o viendo esas caricaturas que ponía sobre la mesa. El problema es que tomar café con un inglés a media tarde es como ponerse el cartel de “quiero irme del país con el primer turista que se aparezca”.
De pronto íbamos por la calle y la gente se nos quedaba mirando raro y murmurando, supongo que imaginaban que yo también era una de esas “caza turistas” que buscan la visa para un sueño.
No te sorprendas, que yo no los culpo, porque yo también he pensado eso cuando veo a tipos de cabello dorado, ojiazules y de 1.90 de altura, al lado de alguna compatriota de 1.50 y cara de ruina incaica. Y es que un país como éste, todos andamos con la viga en el ojo, clasificando a la gente por su color, su cara y su raza. Paradigmas obsoletos en una tierra en donde si no tenemos de inga tenemos lo de mandinga(no, no pienses mal,es solo una frase no tiene ninguna alusión sexual a tenerla como mandinga).

Mírame a mi, pues, morena y de 1 .62 ( 1.65 para los fans) sin mucha belleza de por medio. Como para no llamar la atención cuando voy peinada, con mi casaquita roja y los zapatos chatos color azul. Pero cuando he caminado con algún desteñido al costado, ahí si cambia la cosa. Primero mucha miradita socarrona, luego a la menor distracción alguna mujer lanzándose encima de mi acompañante sin el menor respeto a mi morocha investidura. Creo que es cierto eso de que las peruanas somos lanzadas, porque siempre me ha pasado que una mujer está con la mirada lista y luego, zaz! Que le pone las garras encima a mi pareja, coqueteándole con descaro, como si yo fuera la mujer invisible y acepto que me creyeran invisible cuando andaba flaca, media escuálida; pero ahora que los adipositos me redondearon las partes nobles, pues no me la creo, porque seré ingenua, hasta ingeniosa, pero de allí a ignorada! No, pues, a eso si que hay mucho trecho señoras!

La única vez que se chingaron fue cuando salí con un francés muy fashion, que no solo era interesante de charla sino bonito de rostro, al que le parecieron mas guapos los tíos que las tías de la discoteca. No te rías, que así pasa. Los mas bonitos, son los que son
“a doble tiro”. Así que ese día yo las dejé con el francés sorpresa y me fui a bailar con alguien mas normalillo y orgulloso de demostrar las virtudes de su cromosoma “Y”.

Aunque tiene su gracia salir con un gay (ojo gay, no loca) y si es bailarín la pasas fenomenal, porque te hace dar todas esas vueltas , giros y pasos raros que un amigo ordinario no hace. Y bueno tampoco pones remilgos en que te toque aquí y allí porque sabes que tu mercancía no le interesa mas que para apreciar la textura del vestido o aconsejarte sobre como llevar un escote. El problema es cuando al lado hay un chico que le gusta y ahí si que “tu amigo” no te toca ni el cabello. Baila a dos metros de ti y pone el cuerpo en ritmo trans para irse bailando al lado del otro. Cuando abres los ojos, están bailando sola y ahí no mas tienes que volverte derechita al asiento para que no se note que ya te quedaste sin pareja de baile y que hace media hora estás moviendo el cuerpo como bailarina de Night club en jodas.

Pero volviendo a lo de la raza, es un asunto bien gracioso ese; porque claro, tengo amigas de porte ario que dicen que a ellas no les gusta la discriminación y que mal que por ser morena a mi me hayan pasado tantas vainas en el colegio ése; pero al momento se acerca alguna chica de pelito negro lacio y de ojos oblicuos y ahí no mas se les sale lo nazi “pero y esta chola de mierda ¿Por qué se sentó en nuestra mesa?”A mi me da risa, porque se nota que a estas amigas mías, el tinte les quemó el seso y creo que a mi me alucinan la hija de Bill Cosby y por eso se guardan la lengua creyendo que un poquito de plata me aclara el color y me hace algo mas parecido a ellas ( como si eso fuera una virtud). Pero que idea mas errada, si yo pido café americano para no andar de nuevo con las confusiones del café de nombres raros, mezclado con licores estrambóticos, que me abre las úlceras. Ya decía mi sesudo hermano “cosa fina en cuerpo chusco, es muerte natural”, así que yo tranquila con lo que tengo que no es mucho pero es.
El asunto es que en un país como el nuestro, la gente tiene identidad regional muy marcada y ahí se vienen adjetivos, como indio, serrano, cholo, chuncho, negro, todos seguidos de su respectiva extensión excremental con varios signos de admiración. Porque bien decía mi padre, que según el lugar de residencia , se puede ser peruano de Brasil, peruano de Francia o simplemente un peruano de mierda.Como ves, acá el dinero viene a equilibrar lo que la raza de las siete leches no puede y si no la tienes a veces vale la cultura, pero mira tu, que la cultura también la da en buena cuenta el dinero. Porque cualquier hijito de mami con coeficiente que raya en la oligofrenia, se jacta de ser bilingüe y de saber de cultura griega porque ya estuvo en Grecia tres veces, mientras que hay muchos por aquí que a las justas si nos manejamos con el Español de España (… ejem…no vaya a ser que le den otra terminación) e ir de turismo solo al paradero mas cercano.

No te rías que he salido con varios tipos así y aun menores que yo, que me decían de sus viajes y me hablaban en trilingüe, para que al final les entendiera solo la jerga local que decía “ta ke lo máximo que seas matasanos uona” y ahí no mas aterrizaba mi ilusión de salir con alguien culto, porque las apariencias engañan y que alguien te diga que estudió aquí y allá y que conoce a zutano o mengano no te asegura nada. Dirás que yo también peco de eso de mirar solo la cáscara, pero ¿qué quieres? Si para conocer a alguien siempre empiezas por la cáscara…¿O acaso no mostramos todos la cáscara solamente?¿ alguien usa la ropa con las costuras para afuera? No pues, todos mostramos lo mejorcito…o aquello que creemos nos puede ocultar lo suficiente como para que luego el conocimiento del verdadero yo, sea algo sorpresivo y ojala hasta “agradable” para nuestro novísimo interlocutor de turno.

Como te decía, lo que me agrada más de tomar un café es la música y poder escuchar a quien me habla, pero después de 26 años de solo escuchar historias ajenas, se me ocurrió que a lo mejor era el momento adecuado para empezar a hablar y ya ves! Ahora nadie me detiene. Nos pedimos otro?


*Hoy no hubo óleo, pero la música suple un poco la falta de belleza.

jueves, junio 01, 2006

Para hablar de los blogs

Hoy abrí el blog y me di cuenta que estaba a punto de publicar el post numero 240, increíble, que haya escrito tanta bobada en 5 meses. Llamo a mi blog mi terapia de introspección pública, porque en general solo hablo de mi y mis recuerdos, pero aun así la gente lee lo que tengo que decir. ¿Será solo morbo, al leer un diario ajeno?
Creo que fue un 29 de Diciembre en que finalmente anclé en la plataforma de blogger. Antes solo leía de vez en cuando y no podía comentar ni como anónimo. No se porque esa noche resultó, porque entré a esa página donde indicaban como hacer un blog en tres pasos y elegí ese nombre que aun no me agradaba: LAURA y le puse ese apellido Hammer porque pensé que era requisito y cliiiiiiiiiin, que funcionó y ya tenía un blog, un lugar en donde podría escribir y es que hacer un blog ya era casi una necesidad, para alguien como yo que se la pasaba escribiendo en papelitos y cuadernos, que se quemaron en la infancia; para alguien como yo que perdió dos cuentos larguísimos por guardar los archivos en el la pc de sus padres o que perdió sus cartas y otros textos en diskettes que se malograron o que perdí en alguna mudanza de casa. La mejor forma de salvar el legado de un despistado es ponerlo a la vista de todos, así no se sentirá la perdida, si es que algo de mí ya quedó en otros ojos y así será preservado también de mi propio olvido.

Hace dos años que en boca de mi ex, había escuchado sobre lo que eran los espacios para bloggear y claro, me fascinó la idea de gente común y corriente escribiendo de lo cotidiano con una destreza que ya quisiera yo.
El día que al fin pude tener un blog propio, publiqué algo tonto, cerré la página y me fui a acostar. Al día siguiente emocionadísima por mi nuevo juguete, bajé las escaleras corriendo para ponerme en línea y ¡horror! Me di cuenta que no tenía una puta idea de cómo volver a la página, no sabía como acceder a la página de blogger y cuando al fin lo logre hacer, no sabía cual era mi nombre de usuario ni mi contraseña. Apenas si recordaba que me había puesto un nombre tonto como Ingenua Ingeniosa en alusión a mi nick porno del Chat- si pues nick porno. Algo así como decir “soy primeriza pero no dudes de mi creatividad”, frase que se podía aplicar a todos los ámbitos donde me desarrollara. Fueron tres días en que no sabía a quien pedirle ayuda y que creé otro blog, solo porque no sabía como acceder al mío, fue entonces me di cuenta de que era mas despistada de lo que yo creía y abandoné la idea de ser cirujano.

Parece que el destino se encargó que no supiera como hacer un blog durante mi exilio trabajó lico al interior del país, porque entonces todo el mundo se hubiera enterado lo duro que es ser mujer, joven y médico en este país de todas las sangres. Y que tampoco me hubiera enterado de cómo hacerlo, al año siguiente en que caí en lo que ahora llamo técnicamente depresión, post ruptura con mi por entonces “marinovio”; pues entonces hubiera sido una bitácora aun mas patética que la actual, quejándome de la falta de amor.
Mi único lector, me mandó al diablo, a mi y mi americanísimo apellido tres días después por un post llamado “Cienfuegos” y fue entonces que cambié mi ridículo apellido por un Laura Martillo, que no me venía nada mal, en vista de la destrucción que podían ocasionar mis palabras en la gente que quería. No se como fue, pero la gente empezó a curiosear por mi blog, al inicio yo contenta por eso, luego deprimida cuando alguien me dijo que yo escribía solo de erotismo. ¿¿¿Qué??? La primera en enterarme fui yo, me quedé reflexiva como una semana, ¿o sea que si mencionaba piernas, pubis o tobillos, algún despistado se iba a andar calentando? Luego comprobé que el tema del sexo es tan tabú por estos lares y que en el ranking de los blogs mas leídos la mayoría tratan de temas sexuales abordados de la manera mas grotesca. Deprimente pertenecer al círculo ese.
Un blog de corte personal termina rondando siempre alrededor del sexo. ¿Es morbo? No lo creo, a veces cuando recreas una charla real es inevitable ponerle sus ajos y cebollas. Creo que pasa igual con el sexo, no puedes ir por el mundo con un blog personal sin tocar el tema alguna vez. Erotismo, piernas, pechos, orgasmos…es solo parte de ser mujer, nadie te puede quitar el hablar de eso. Pero claro, entonces comenzaron a llegar los comentarios malintencionados, las cartas al correo, buscando más que una charla imparcial, de aquellos que jamás me leían, solo veían una que otra fotografía y de pronto un post que clasificaban de erótico o sexual. Incluso algún lunático que se moría de la curiosidad por saber si le había aceptado la taza de té a no se quien…Joder, esto ya era acoso.
Yo no hablo de penes ni vaginas en el blog, pero creo que el acercarme a esos temas de una u otra forma, en los inicios de este blog, hizo que mucha gente leyera sin comprender nada o que tuviera de mi, esa imagen sesgada de Marquesita de Sade, como me dijo algún bromista repre.
Creo en la libertad de expresión, pero como lo mío no es periódico, muchas veces he enviado al diablo con todas sus letras o he eliminado los comentarios de algún tipo que entra a hacerse auto bombo en mi blog o a mandar saluditos estúpidos, o poner esas ridículas interjecciones que no me dicen nada, excepto llamar la atención para visitar sus blogs. Otros me han insultado, se han dado por aludidos en posts acerca de mi infancia, han entrado como anónimos y me han dicho lo que han querido; a esos aun no les hago vudú porque no hallo todavía un muñeco suficiente pequeño para ponerles alfileres en los genitales. Por suerte, esa gente también se aburrió y ya no entran mas.

Leo en promedio 5 blogs por día, ya que muchos de los bloggers a los que leo no renuevan en días o semanas. A veces entro a sus páginas una y otra vez como en el caso de Ce Pequeño, Qymera o Mi tiempo Libro. Son blogs en los que me siento acogida por ese estilo y belleza en sus letras, particular y único para cada quien. También tengo a aquellos que por su agudeza mental y su gusto cítrico por decir las cosas me tienen encantada, encabezan la lista El Clandestino y continua con el Stonazo Reds, ellos por lo menos actualizan cada dos días. Mis demás blogs son aquellos que cuentan historias por capítulos , tipo Dragón del 96; o gente que cuenta sobre lo cotidiano con un lenguaje claro y sin muchos giros; no siempre puedo leerlos, pero disfruto pasando por sus casas a media madrugada, para enterarme que pasó en
Lima, la caótica centralista de ilusiones.
Pero cuando tengo que irme de paseo, porque nadie actualiza, mis mejores puertos de llegada son los blogs de humor, o aquellos escritos por gente mediterránea con ese estilo tan suyo de ver la vida. Por eso cada vez agrego más a mi lista que se va volviendo larga y de la cual tengo que retirar los que ya no me interesan.
Cuando inicié este blog lo último que se me pasó por la mente fue poderme comunicar con la demás gente; yo solo quería que no se perdieran en el olvido algunas de las historias que tenía para contar. Es mas, no quería responderle a nadie, no quería mayor contacto con el mundo blogger, para no tener esa falsa cortesía de palmaditas en el hombro a blogs que no me agradaban. Lo único que me interesaba era DAR un poco de mí en algunos de mis textos.
Al pasar del tiempo y contra todo pronóstico he hecho incluso blogo- amigos, tipo Alves, Chinasky o Peregrino y he llegado a admirar y a querer platónicamente a mas de algún buen escritor, sin siquiera proponérmelo. El sentido gregario de las personas termino venciendo mi carácter de solitaria arisca, y de martillazo al mundo.
Es que el universo blogger es así, es una calle transitada por una multitud de gente disímil, que camina a paso lento o trotando sin descanso. Es inútil pasar desapercibido o ignorar a todos, tarde o temprano abres los ojos y te terminas abriendo a la gente que pasa por tu costado y milagrosamente esa gente también te empieza a ver.

miércoles, mayo 31, 2006

De mi cabello y otros enredos

No sé cuando comenzaron a gustarme los sombreros, cuando comencé a pedirle a mis padres que me compraran uno por cada viaje, cuando comenzaron a llenarse mis fotografías de un rostro oculto por un sombrero de paja o una visera calada hasta los ojos. Creo que la culpa de todo la tuvo mi cabello y su indómito crecer leonesco, que me daba ese aspecto y esa cara de loca que traté de evitar a toda costa.

Pero no siempre fue así. No siempre mi cabello fue voluminoso y rizado, mas bien todo lo contrario, era corto, lacio y pequeño, tanto que a veces al salir a la calle todos pensaban que era un niño. Así, que ahí andaba yo, diciendo que era niña y nadie me creía, porque andaba siempre con mis pantalones, mis zapatillas y mi gorra cuando salía en bicicleta. “¿Pero por qué no le pones vestido o aretitos a tu hija?”- decían las migas de mi madre. Pero a mi, los vestidos solo me los hacían entrar para las fiestas, el resto del tiempo andaba jugando en el piso con los carritos de mi hermano.

Para colmo no me hacía ningún arete, porque tenía alergia a todo lo que no fuera oro de 18 K y mis orejitas, eran tan celosas que se me infectaban con otro material, poniéndose como albondigas. Así que llegaba el oro de 18 K regalado por la abuelita, herencia de no se quien, pero como yo era una cría inconsciente, perdía los benditos aretes regalados, en cualquier parte de la casa o me quitaba las pimientas doradas e intentaba saber si eran macizas y de puro oro como decía la abuelita con orgullo familiar y les metía un martillazo encima . Y ahí se me acababa la gracia, porque venía mi madre a ponérmelas de nuevo y “que las use así, que era mejor usar unos aretes chancados a que siguieran diciendo que su hija menor era niño”.
¡Pero si no era por mi cara, ni por mi ropa, mamá! Era por esos ridículos cortes militares que nos hacía mi padre y que a los abuelos sacaba de las casillas.
No se por qué, mi madre no evitó nunca que mi viejo nos corte el cabello a todas las hijas, alegando que el cabello largo era antihigiénico, o que teníamos la cara demasiado pequeña, para andar con la melena encima. Creo que se oponía, pero mi padre terminaba convenciéndola, de que “en esas escuelas superpobladas, las niñas mínimo regresarían con piojos”. Para mí y mis otras hermanas, los piojos eran un mito que servía para desfigurarlas de por vida con esos cortes de cabello a lo régimen militar.

Hay una fotografía en que todas las hijas parecemos salidas de un campo de concentración en una mañana invernal. Pero al menos mis hermanas eran simpáticas, con esos ojos que hablaban por si mismos; yo en cambio con mi cara de ratón y mi buzo de la escuela primaria, parecía el varoncito de la familia, sonriendo en esa foto de hace mil años, donde el cabello recién cortado vuela como brisa por todos lados.

Luego me creció el cabello, pero comenzó a enrularse y con eso vino la burla de todos los niños de la escuela pensando que me había hecho ondular, y que era una niña “mona”, pero no. Yo solo estaba mutando y mi cabello se empezaba a esponjar y a adoptar el aspecto ondulado igual al resto de la familia. Había llegado la pubertad.

Mi padre de nuevo persiguiendo con las tijeras podadoras; la abuela poniendo el grito al cielo, por esas manías comunistas de mi padre de rapar a las niñas; y mi madre por detrás, con cintas y moños recién comprados, anidando la ilusión de que su hija tuviera el mismo cabello de ella a sus 12 años. Yo por mi parte lidiando con una cabeza que estaba a punto de parecer la de los Jackson Five, pero con la firme determinación de que no me volverían a cortar el cabello ni a confundir de sexo, ahora a mitad de la pubertad.

El cabello crecía y ya estaba por los hombros, pero de inmediato se enrulaba y se volvía corto, no había como atarlo en una cola, porque crecía desigual y los pelos de adelante ensortijados no alcanzaban nunca a los de atrás. De nuevo a usar cintas , pañoletas y gorras y a escuchar alguna burlilla, de que “Ella usa gorro porque teme que se le escape la inteligencia”…No, retardada, que si así fuera a ti te hubieran puesto casco de hierro desde que naciste para que no te quedes tan tarada!

Y llegó la adolescencia y el cabello ya estaba por los hombros como un alga gigante y si se veía bonito cuando estaba recien salida de bañarme, apenas se secaba el agua, comenzaba a esponjarse y a cobrar vida propia, ocultando también mi cara.

“Pero ponte ganchos hijita” “ ponte estas hebillas rojitas que te compré el otro día”…pero que bah! ¿que me iba a poner hebillas? si yo tenia 15 años y no quería parecer una mutante, con ganchitos ni moños rosas
“Cómprame otra gorra, mamá, que así detengo el cabello hasta que pueda hacerme una cola decente” y mi madre me compraba las gorras y alistaba los ruleros, para que se me laceara el pelo y no se me esponjara tanto. Pero igual, mi cabello era espeso y rizado y no había hebilla, rulero o peine que lo amansara, apenas se secaba parecía invadirlo todo. Rompía las hebillas y los ganchos salían volando. Los peines entraban y no salían nunca, se quebraban los dientes de los cepillos para peinar. ¡Era todo un desastre! Salía a las fiestas con el cabello mojado y lindo y regresaba hecha un león africano!

Fue por esa época que la peluqueras comenzaron a recomendarle a mi madre aceites y lacas, que ella me compraba confiada, pero nada. El cabello se me maltrataba y se llenaba de puntas y tonos rojizos, que me hacían ver igual al payaso Crosti…Así que tenían que recortármelo de nuevo, pero ya no al coco, no señor!…Si ya llevaba 8 años en el martirio, de hacer crecer mi cabellera contra viento y marea y sabía que algún día el cabello se me vería bien y seria la versión afro de Rapunzel. ¡Toda una mujercita de cabello bonito!...pero el tiempo seguía pasando y nada de ná!

Lo bueno, es que mi cabellera de aspecto rebelde, hacía que las personas no me vieran tan nerd, como podía pensarse de mis notas de colegio o de mis conversaciones aburridas. Sin saberlo, había hallado un estilo. Ahora parecía la hermanita menor de Lenny Kravitz y si me hacia trenzas, mínimo la de Bob Marley. Fue por entonces que comencé a frecuentar el reggae y mis amigos me empezaron apodar “la Rasta”.

Para la universidad entendí, que ese estilo de fumona sin pucho, no me llevaría a ninguna parte, así que volví al moñito y al gel para el cabello, para parecer “ordenada y limpia”- como decía mi padre. Así que con ese estilo de celadora de cárcel, me pase los primeros 4 años de facultad; solo de vez en cuando para alguna fiesta me soltaba el cabello y mis rizos volvían a invadirlo todo, cegando los ojos de quien bailaba conmigo, asfixiando al de al lado, imitando una escafandra de pelos marrones que se movía agitada en mis saltos al ritmo de Molotov o Control Manchete.

No pues, si la gente quería verme de nuevo con el cabello suelto, porque así era menos seria y correspondía mas a mi charla usual de rebeldía contra la sociedad y el buen orden. Solo de vez en cuando yo aceptaba y me quitaba la pañoleta o el moño y mostraba mi cabello así, como un pulpo marrón que me cubría mas allá de los hombros.
Pasados unos años, mi cabello dejó de crecer, pero la cantidad de pelos por centímetro cuadrado era asfixiante, fue entonces cuando acudí resignada donde mi padre y sus manías de Fígaro, para que me rape la mitad de la cabeza por el lado de la nuca y el cabello caiga al menos un poco y no se vea tan voluminoso. Mi viejo feliz, entró con peine y podadora incluida a quitarme la mitad del pelo, pero nada…

Cada verano era lo mismo, una figura delgada y una cabeza de neurona caminando por la playa. “ Ese cabello es la causa de tus migrañas, ahí hace circuito el mundo”- reclamaba mi padre cuando me veía así de melenuda. Yo no le hacia caso, nadie me obligaría a cortarme el cabello al coco de nuevo. Ya había descubierto que con medio litro de gel, o mojándomelo cada media hora podía salir a una fiesta y regresar sin parecer Tina Turner, pero tanto mojar el cabello para que no se esponje, terminó por darme bronquitis, rinitis y demás “itis” y tuve que dejar el gel y el agua, para volver a la contención mecánica de mi rebelde cabello.

Lo peor fue esa vez que a mi novio se le ocurrió la fantasía con los chocolates en la cama, pero con tanto frote, el chocolate se derritió y se me pegó en la cabeza, haciéndome tanas de maní y dulce que no deshicieron en 5 días de lavados continuos con agua, shampoo y medio litro de reacondicionador.
-Mamita, es que tenéis que cortarte el pelo, po!- fue la frase de mi novio, después de dos horas de lavarme el cabello bajo la ducha caliente, como si fuera una especie de mascota lanuda.

Creo que entonces, redescubrí las boinas y los sombreros y me compré de todos los colores, calándomelos hasta los ojos. Porque aunque mi cabello y yo ya éramos compañeros de desgracia, hay cosas en mi que tengo que seguir guardando bajo sombra, para que la gente no ponga el grito en el cielo.

martes, mayo 30, 2006

Gente




Entre tanta gente pasando a diario por mi calle, fisgones por la ventana, los que intentan forzar mi puerta, los que vigilan día y noche, los que mandan cartas anónimas por debajo de la puerta, los que dejan regalos en el árbol del jardín. Entre toda esa gente desconocida, yo sigo sola. Mirando por las ventanas luminosas de gente que yo tampoco conozco y que no me atrevo a saludar por la calle. Gente que camina sonriente y otra con trajes sicodélicos. Gente con lenguaje raro y de puntos suspensivos, con un idioma secreto que a mi me hace nudos el cerebro poder comprender. Gente, en fin, a la que ignoro totalmente y de la que veo solo lo que desee mostrarme, sin forzar la llave de su cerradura, solo esperando afuera, que un día a mi también me permitan entrar.

Gente, multitud de gente, pasando por mi lado, que no vuelvo a ver. Gente que ya ha pasado y quienes a veces extraño y coloco sus retratos sin ojos en mi pared desnuda. Gente con sus hogares de cortinas abiertas, para que yo observe su diario vivir y me detenga a verlos alguna vez.

Y paseo por el vecindario blogger a plena madrugada y veo esas reuniones animadas, círculos de amigos, fiestas de gente hablando a voz en cuello. Discusiones de política, discusiones sobre poesía. Gente que muestra sus fotos, sus pinturas, su arte de lápiz y papel. Aquellos que intentan despertarme con su música estridente, con sus películas extrañas. Y yo paseo de madrugada y nadie logra convencerme para quedarme mas que solo un momento al pie de su ventana. Porque no me interesa forzar mas puertas, si yo tampoco abro la mía.

Y contemplo a mis amigos, silentes como yo, deambulando como fantasmas en esas madrugadas de insomne, con canciones envolviendo sus pasos. Con su universo luminoso oculto en ese corazón del que creo ser huésped algunas veces. Pienso en los pocos que son , pero son, por un breve instante siguen siendo. Aquel que dijo que escribiría un post para mí si yo moría antes que él; ese otro que me incluyó en su lista de invitados al velorio; esos que me han tendido la mano sin pedirme nada a cambio. Esos de los que guardo la seguridad de su presencia dentro mío. Porque no me abrieron la puerta, solo salieron a la vereda y siguieron caminando conmigo, para que ya no tenga miedo en esas madrugadas de desolación. Para que ya no tema ser solo yo, sin personajes de por medio, sin una casa a donde quieren entrar todos, solo yo y mi pantalla luminosa en medio del corazón.

Y la madrugada se enciende de luces de colores y yo me siento en la vereda, donde ha dejado de pasar gente y brindo con mi taza de café en la mano por aquellos que aun no se han ido y a los que no deseo dejar ir.
***Oleo: Gente del desierto

lunes, mayo 29, 2006

Cuento Sucio ( Parte FINAL)

Cuando se abrió la puerta del edificio esa madrugada lluviosa, un hombre de figura triste y andar claudicante, se abrió paso entre la espesa neblina limeña y subió con dificultad entre las sombras intentando no hacer ruido en la silenciosa quietud del Edificio de las Nazarenas.

Eduardo Glez, abrió la puerta y entró con sigilo al departamento vacío. Vio las paredes blancas y desnudas, y sintió el hedor de humedad guardada a mediados de Octubre. Al encender el reflector de la pecera vio menos peces que los que él recordaba, pero su mansa quietud lo hizo sentir en casa y a salvo en su soledad. Subió las escaleras hacia el dormitorio y sus pasos resonaron sobre la madera hasta volverse parte de un tic tac amplificado, en esa habitación sin tiempo. La cama estaba revuelta, el closet sin ropa, los papeles en el piso y el cuadro de Andrea, sonriendo con sorna, desde el piso polvoriento.

“Ellos” habían entrado allí y se lo habían llevado todo, excepto a Andrea. La única culpable de toda su desgracia, esa mujer que ya no era la del cuadro, ni la de los videos con escenas congeladas a mitad del amor, ni la Andrea del sombrero azul y la risa fácil de hacía 4 años, que Oliver pintó desnuda en ese cuadro. Esa Andrea se había diluido en la imagen de la última madrugada juntos, en esa cara de dolor y de lágrimas secas, de súplicas incoherentes y promesas huecas, en esa piel arañada, en esa carne que por unos instantes fue suya antes de perderse para siempre en el olvido. En esos ojos que ya no eran mas sus ojos, sino la mirada azul de una completa desconocida, de una mujer que no lo amó nunca y a quien él se consagró de por vida. De una traidora, que no tenía perdón, solo eso.

Toda la habitación estaba revuelta, no habían hallado nada. Una sonrisa burlona se asomó a su cara, pero fue seguida de un gesto de dolor, mientras se cogía el costado izquierdo aun sangrante. Se miró en el espejo polvoriento y lo limpió con su mano. Él también había cambiado, los pómulos hundidos, las ojeras oscuras, la barba crecida y el cabello largo. Mucho mas delgado de lo que se fue, pero eso ya no importaba. Lo único que importaba ahora, era recuperar un poco de aquello a lo que se había negado sin darse cuenta. Un poco de la ternura que Andrea no había podido darle ni en el inicio de su relación, cuando él aun pensaba que lo suyo era algo mutuo y para siempre.

Una ternura que tenía mas valor que la misma pasión y que había llegado a conocer solo una noche en la piel de una desconocida y ebria Pilar. Solo con ella había entendido por fin ese susurro que pedía “sálvame” y que parecía traducir todo lo que él sentía ahora, toda esa desolación que ahora podía ser arrancada de tajo de su vida.

Entre las piernas de Andrea había reconocido esas ganas de ser salvado, de no seguir corriendo nunca más, de quedarse a salvo en un lugar. Pero ese lugar ya no era nunca más el vientre de fuego de Andrea. Ella y su recuerdo, solo eran un vacío sin comienzo ni fin. Ahora entendía a Pilar, toda esa soledad, toda aquella súplica de salvamento a mitad de aquella noche de amor sin amor. El también quería ser salvado, pero ya no por Andrea , nunca más por Andrea.

Todos esos meses contemplando ese pez esquivo de su recuerdo, viendo el acuario con sombras a color en el agua transparente, viendo a Andrea nadar en cada pez del acuario... ¡Maldición! El acuario! El hombre de barba crecida, bajó cojeando las escaleras lo mas rápido que pudo, se detuvo ante el acuario iluminado y confirmó su terrible sospecha: El agua era transparente y pura, los peces seguían vivos…alguien había estado allí, alguien había vaciado el acuario y con el, probablemente lo único que le podía asegurar la supervivencia los siguientes meses de fuga.

Se remangó la camisa y metió el brazo a la enorme pecera, buscando con avidez uno de los castillos en miniatura. Al sacarlo lo agitó con violencia, como si esperara que saliera mas que agua de la casita de juguete. Después de algunas sacudidas más, un objeto reluciente cayó a su mano. El hombre esbozó otra enorme sonrisa de dientes blanquísimos “A esos pendejos no se les ocurrió buscar aquí”.

Se quedó viendo el medallón dorado y todo lo vivido se le vino a la mente. No podía creer que luego de 20 años amasando dinero a costa del dolor ajeno, la única ganancia que tuviera, fuera ese medallón arrancado a su primera víctima en serio. No había dinero en el banco ni en ninguna otra parte, Andrea se había encargado de llevárselo todo con ella, para sus causas políticas y sus placeres de neo rica. Ahora Andrea ya no estaba, solo su recuerdo navegaba dentro de esos peces naranjas de los últimos años sin ella. Peces que morían y eran renovados por otros, para ver ese acuario siempre lleno y no tan vacío y triste como lo había dejado ella.

Eduardo permaneció dubitativo por unos instantes, casi 40 días y la pecera seguía tan pulcra como siempre. ¿Era Guillermo el artífice de eso?¿ Alguien más había estado en esa casa mientras estuvo ausente? La duda pronto se tornó en certeza, fue entonces que al darse vuelta vio que en esa habitación en penumbra, no estaba solo. Alguien lo observaba con ojos felinos desde la oscuridad de la puerta.

-¿ Qué haces tu aquí? –dijo el hombre con cara de sorpresa.
-¿ y tu me lo preguntas?- respondió una voz fina desde la oscuridad-Ya lo sé todo “Julio” Tus amigos estuvieron aquí. ¿A que volviste?
La sombra salía de su escondite empuñando temblorosa un arma demasiado grande para su mano pequeña.
Eduardo enmudeció al verla salir de la oscuridad como un fantasma que no quiere irse del todo. Sus ojos habían cambiado y su voz sonaba diferente, ahora era ella quien tenía el control de la situación y el suficiente odio de mujer herida como para cometer una locura.
-Contesta! Eduardo ¿A qué volviste? ¿a matarme? A eso volviste?
Y apuntó el arma hacia Eduardo que ahora era una sombra larga e indefensa al lado del acuario iluminado. Él no perdió la mirada taciturna, dio un paso para acortar la distancia entre ambos, que ahora parecían kilómetros.
-Baja ésa arma, Pilar…
-¿Crees que no sabré como usarla?
– Ella sentía el odio fluyendo por su pecho y eso le borraba cualquier otro dolor e inseguridad. Afirmó el arma con sus dos manos y apuntó a lo alto de su cabeza, luego descendió unos centímetros más.Yo no te tengo miedo- dijo luego y no vaciló al tirar del gatillo. La bala salió precisa y el impacto fue certero.
El enorme acuario se partió en dos y el agua clara de peces colorados cubrió en una sola marea la alfombra azul. Los vidrios volaron por todos lados y el silencio volvió a apoderarse de todo. Eduardo se limpió la poca sangre del rostro, producto de las esquirlas y se quedó estático a la otra orilla de ese océano artificial de peces ahogados que ahora se interponía entre ambos. Miró a los peces en el piso clamando en silencio por ser salvados y su mirada se tornó asesina. Entonces, con la ropa mojada y el rostro salpicado de sangre y vidrios, comenzó a avanzar hacia ella.

Los peces se debatían en esa muerte de saltos boqueantes y desesperados, mientras el hombre avanzaba entre ellos, pisando los vidrios y las aletas opalescentes, sin un rastro de compasión por aquellos compañeros de soledad de los últimos meses. Al llegar frente a Pilar se detuvo y la abofeteó con fuerza.
Pilar se tomó el rostro caliente y dos gruesas lágrimas comenzaron a fluir en sus mejillas. Un hilo de sangre descendía por el labio reventado a causa de la enorme mano de su atacante. Se sentía débil y asustada, pero aún así cobró valor

-Por que viniste Eduardo?- preguntó de nuevo con voz quebrada, mientras el le quitaba el arma de las manos. Eduardo se quedó callado y tomó el rostro herido de Pilar con su mano de asesino.
- Vine a que me salves tu, Pilar.

Y entonces Eduardo mojó su boca seca en la ensagrentada de ella. Restregó su rostro mojado en los cabellos oscuros de Pilar y la besó por primera vez sin prisa. Sin temor a que sea la última vez. Porque con Pilar todo parecía comenzar siempre desde el inicio, aunque el mundo se estuviera acabando.

Pilar fue besada y llevada al lecho duro de Eduardo, fue desnudada por él e hicieron el amor sin prisas, con la piel cortada y los cabellos revueltos. Coagulándose cada herida de soledad con sus caricias torpes. Pilar fue tocada, besada y amada. Y vio a un Eduardo Glez herido de bala en el costado, mas flaco y ojeroso que lo que recordaba, con la espalda magullada y una soledad aun peor que la suya. Con el cuello y el pecho lleno de cardenales y dientes de mujer, de otra mujer. Pilar lo amó esa noche, que sabía sería la última y no se detuvo a pedir explicaciones, solo lo amó como había querido desde la primera vez.
Lo sintió dormir entre sus dos pechos, como un niño cansado, moviendo los párpados rápidamente como peces perseguidos. Tal vez Eduardo seguía soñando con Andrea, la mujer del cuadro.
Que irónica era su vida, pensó Pilar. Jamás imaginó que volvería a ver a esa golfa en su vida y menos, que le arrebatará nuevamente el amor.

Recordó ese Marzo sofocante, callando lo que todo Lima ya sabía: Enrick Fadden, su novio inglés, se había largado con Andrea la de los ojos azules, llevándose el patrimonio de la familia Rondón en las maletas. Revivió los meses siguientes, sonriendo mecánicamente, fingiendo una dureza que no tenía, para que el mundo no sepa de su dolor y se regocijara con eso. Para que nadie sepa, que Pilar Rondón se moría por dentro, por culpa de esa golfa, de esa Andrea que ahora le arrebataba también a Eduardo. Los ojos de Pilar volvieron a mojarse al contemplar su destino de pieza secundaria en una historia que ya no era la suya. Acarició el cabello de Eduardo y se levantó de la cama, llena la memoria de un dolor mil veces saboreado.
Tomó su ropa del suelo y bajó desnuda las escalerasde madera. Ya no volvería a pasar nunca más por eso.

Cuando Eduardo se levantó ese domingo, se halló solo en la cama vacía. Buscó en todas partes, pero Pilar se había ido. Sintió de pronto un recuerdo común a toda su niñez: Sintió Miedo. Corrió al pasadizo y tumbó de un golpe la puerta de Pilar, pero ella ya no estaba. Una vez dentro, el dolor en su costado izquierdo se hizo aun mas intenso; sintió que sangraba de nuevo y se apoyó en la pared. El departamento de Pilar estaba vacío, solo sábanas blancas cubrían algunos de los muebles. Ya no estaban las lámparas naranjas, ni las plantas artificiales que él recordaba. Tampoco estaba ella.

Caminó hacia la habitación, ahora vacía con la esperanza de encontrarla allí, pero no había nada, solo un portaretrato gastado.
Era la fotografía de una mujer de cabello recogido junto a un hombre rubio mucho más alto que ella y de mejillas sonrosadas, en una pradera verde. Casi irreconocibles, eran ellos Enrick Fadden, su penúltima víctima, abrazando a una bella Pilar sonriente y genuinamente feliz.
Tomó el aro junto a la fotografía y se dio cuenta de todo.
“La novia peruana murmuró” sombrío, recordadno las últimas frases del gringo Fadden.

Cuando Andrea desapareció hacía 4 años llevándose todo el dinero de la operación y dejándolo endeudado con Montes de por vida, lo único en claro para Eduardo fue que su mujer acababa de huir bajo sus narices con el inglés Fadden, uno de los contactos de la operación en el exterior. Todo entonces se hizo trizas. Si de inicio pensó que Andrea había sido utilizada por el gringo, pasado el tiempo se dio cuenta que era Andrea la que no quería volver a él.
Le tomó cuatro años a Eduardo seguirles el rastro y hacerlos pagar por la deslealtad, por el dolor causado. Cuatro años tras ellos y cuando al fin lograba vengarse, también perdía a Pilar.Ahora ella lo sabía todo y se había ido para siempre, la casa vacía lo evidenciaba. ¿Cuánto tiempo había esperado oculta en su departamento? ¿Cuándo supo quien era él?
¿ por que no llamó a la policía?
- Por qué Pilar! - clamó, sin darse cuenta. Ella le dolía ahora, mas que todas las demás heridas juntas.
Salió a la terraza y aspiró el olor a iniciensos y flores húmedas de esa mañana de Octubre sin milagros y encendió un cigarrillo que no pudo terminar de fumar.
-Pilar- volvió a murmurar para si y sonrió al pensar de que forma esa mujer frágil había acabado con su pasado de un solo tiro a esa pecera llena de recuerdos infames. Ya no había mas un Eduardo Glez, su identidad también había desaparecido. El acababa de desaparecer igual que Pilar en alguna vereda de su propio laberinto de amor sin amor.

Volvió a tomarse del costado que aun le sangraba un poco, ya no había tiempo que perder, pronto los hombres de Montes intentarían vengar la reciente muerte de Andrea.

Lima se extendía ante él caótica e indolente y él estaba preparado para hacerle frente, igual que siempre, porque en el destino de los hombres solos como el, no hay espacio para amedrentarse por la falta de amor, solo queda seguir adelante.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....