sábado, agosto 05, 2006

Durmiendo Sola

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Vivir en libertad no es un enojo, pero a veces jode.

Ayer desperté con una pesadilla de asfixia, después de muchos años. Recuerdo que la última vez con una pesadilla de ese estilo fue a los 8 años, por una hemorragia nasal mientras dormía. Esta vez no hubo ninguna hemorragia, solo fue que no podía respirar, el sueño no tiene nada de espectacular, solo recuerdo la sensación de ahogo y despertar con mucha angustia y un llanto que no llegaba a despabilarse totalmente.

Entonces pensé en él y en lo agradable que era compartir la pequeña cama. Porque ya no está cuando lo necesito?

Después del incidente asfíctico, dormí un poco mas. Me levanté a darme una larga ducha para poder empezar bien el día y mientras enjabonaba mis tobillos y restregaba mis pantorrillas, levanté la cabeza y ¡plum! Algo sonó en mi cráneo. Acaba de chocar mi cabeza contra los grifos y sentía mi hueso occipital incrustado por una manija de metal.
Me tomé de la cabeza y esperé que no sangrara, pues tendrían que raparme el pelo para suturarme y no quería imaginarme como la versión morena de Sydney O´Connor.

De pronto, pasé a extrañarlo. No por su buen papel enjabonando mis piernas. No porque él tuviera una puta idea de cómo suturar el cuero cabelludo de alguien, sino porque pensé que si el golpe hubiera sido un poco mas fuerte, tal vez habría perdido el sentido en la ducha y cuando despertara horas después, iba a estar mas arrugada que una lechuga y mas endeble que un ratón.

De pronto pensé que no sería gracioso morir sola en una ducha. Que no sería gracioso simplemente morir.

El resto de la mañana me la pasaría escribiendo e intentando leer un poco. El único lugar agradable de la casa, pasó entonces a ser mi cama con sus lindas sábanas de color mantequilla y las almohadas coloridas en el espaldar. Me di cuenta entonces que mi habitación de verdad olía bien como me lo dijo él, pues eran fragancias de mango en el ropero y de esencias diversas junto al cobertor, por las velas de colores que dejo junto a la cama. La mayoría de frascos de loción estaban abiertos y yo podía disfrutar el paso del sol por la ventana a las 2 de la tarde iluminando todo el desorden de zapatos y ropa revuelta. Mi pequeño rincón olía deliciosamente aunque ya no hubiera nadie para compartir eso conmigo.

Entonces por tercera vez en el día lo extrañé un poco más. Extrañé pararme en la esquina entre el ropero y la pared y esperar que el rayo de luz perfecto diera en mis hombros y mi cabello y el hiciera el clic exacto que recordara mi rostro para los próximos años. Posar para él, sonreír a contraluz. Callar con el sol entre los labios.

La tarde prosiguió sin mas melancolías que el maullido del gato del cuidante a lo lejos y la música filtrándose desde el restaurante vecino. Al llegar la noche, no había salido a ninguna parte, pero había escrito como enajenada, tratando de no parecer triste. La verdad solo estaba algo melancólica, pero no era por él, ni por mi. Ni por las fotografías que no tomamos de ese tiempo juntos. Fue porque por un día en mi vida, me di cuenta que ya no era tan gracioso, vivir sola, estar libre, dormir sin compañía. Que vivir en completa libertad a veces JODE.

Por suerte cuando llegó la noche, todos mis sueños se alinearon detrás de mis ojos y pude volver a sentirme acompañada con los personajes que mi imaginación ha ido creando desde que era niña y temía despertar sin nadie. Entonces todos los duendes que duermen entre los frascos de perfume pusieron su dedito sobre los labios y esperaron a que esta vez ninguna pesadilla me asfixiara mientras dormía.
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Dan Griggs/"Dulces Sueños"

jueves, agosto 03, 2006

Salsa!

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Estos días estaba todo bien y ¡CATAPLUM! Llegaron las hormonas…

Pero ese es otro tema, pequeñas melancolías pasajeras aunadas a cambios químicos que no puedo evitar. Ya me habían dicho que ser mujer lo determina más el influjo químico que el querer o no querer decir bobadas. Estoy a mitad de ciclo, ag!

Encima, oigo salsa por todos lados.

No se que ocurre, pero por aquí la salsa está invadiéndolo todo. Me di cuenta mientras leía algunas cosas sobre gerencia que me estaban dando sueño, mareos, vómitos y mal humor. En eso sonó una salsa.
Yo no soy fanática, es más cuando era adolescente la odiaba. Escuchar determinado tipo de música es elitista y a esa edad en donde todos tratan de marcar su territorio, el oír salsa era como decir solo soy del montón.

Luego, no se que pasó. Es decir, ya tenía mis gustos por la música bien perfilados, así que no había riesgo en probar nuevas corrientes. La salsa per se jamás me gustó, pero si otros ritmos caribeños, o las fusiones con ellos. Como yo en parte soy una bailarina frustrada, la salsa llegó a liberar varios movimientos que yo no sabía que se podían dar en forma vertical.

El hecho es que jamás llegó quien bailara bien. La pareja de baile ideal no llegó a mi vida, pues siempre he tenido compañeros de baile “normalillos”. Solo una vez a los quince años bailé casi oda la noche con dos hermanos que eran bailarines profesionales y me hicieron dar más volteretas que un trompo y olvidarme de todo. Incluso de mis zapatos, que por algun lugar de allí debieron perderse.

Definitivamente bailar es una de mis aficiones mas queridas, aparte de leer o escribir. Nadie podría decir que la chica que baila como enajenada, a veces incluso sobre las mesas, podría escribir esos serios informes sobre gerencia en salud, que podrían dormir al más cafeínico de los intelectuales en medicina. Supongo que es otra de klas cosas que mas vale la pena guardar bajo sombra.

En fin, hoy estaba leyendo esas crónicas de sueño y en eso prendí la TV y allí estaba un campeonato mundial de salsa. Me quedé mirando todos esos pasos y lamenté no haberme podido dedicar por entero a bailar como se debe. Tal vez necesitaba pesar un poco menos y unos muslos mas fuertes, no sé, tal vez simplemente decisión.
Hace algunos meses estando en una disco, me sacó a bailar un chico mas bajo que yo, hablaba como idiota diciendo que era un chef francés y tomando fotos hasta de las patas de las sillas, cuando estaba a punto de dejarlo parado como estaca en medio del bar, sonó una salsa y allí mismo el tipo comenzó a bailar como poseído.
Esa noche fuimos la sensación, por todos los pasos inventados y no tanto que hacíamos en aquel bar. Finalemnete había hallado mi "parejo" ideal. Lástima que cuando paramos de bailar, no teníamos nada que decirnos. Creo que ni nos dijimos Chao, solo desaparecimos. La magia acabó cuando cesó la música.

El mundo no es perfecto, señores. Menos para una mujer con ciclos hormonales explosivos y caprichos intelectuales que no coinciden con los ritmos de su cadera.

Los dos saltos

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Hay dos puntos de inflexión en mi vida:
Dos saltos al vacío. pero no hablo de mi vida desde siempre, sino de mi vida después de él.
El primer salto fue Rafa, a quien le abrí el manantial de mis llantos y me confesé en todas las formas, hasta quedarme seca y libre de culpa.
El segundo salto fue hace una semana. Me atreví a saltar al vacío y al igula que en un juego de video heme aquí, en otro nivel. Dispuesta a vivir de nuevo, no porque crea en la felicidad, sino porque empiezo a creer en mí y eso es genial.
*****
Manuel Hurtado/Sola

De camino

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Ayer salí a caminar. Fue a la mejor hora de la tarde, cuando las tiendas están abriendo de nuevo y no hay demasiada gente en las calles. El sol entonces cae lenta y tibiamente por toda la ciudad, pero sin colores granates. Solo una luz dorada, que hace ver las cúpulas de las iglesias mas limpias, los balcones más antiguos, los jardines más verdes.

Yo paseo por la ciudad, sin mucho arreglo en la cara. Solo con una cola y ropa de deporte. A decir verdad, no entré a la ducha ayer. Me vengué el hecho de haberme tenido que bañar y despertar temprano el domingo. Salí con el buzo negro y las zapatillas azules, tan planas que parecen de ballet.

Eso me agrada, me agradan esas zapatillas, que me hacen sentir todos los detalles del suelo. Que me hacen deslizar por las veredas enlucidas, como si fueran patines, como si viajara sobre agua. Me agrada eso, también dar pequeños saltos mientras camino, al principio sin darme cuenta, luego conscientemente. Ayer hice una imitación de pasos de baile. Dos o tres saltos como bailarina de ballet en una ancha vereda. Unas chicas se me quedaron viendo con cara de horror. A mí me hizo reír su expresión, yo también me hubiera visto con cara de horror, pero ya deje de verme desde fuera.

Caminé cuadras de cuadras y hasta hice una curva para volver a casa, compré baratijas y pensé mucho. Fueron en su mayoría recuerdos, ideas dispersas y canciones. Esta vez no caminaba con el discman, quería oír el ruido de la ciudad, de los gritos de la gente, del llanto de los niños, de las bocinas de los autos, de la música estridente saliendo de las tiendas, del murmullo creciente de una ciudad que está viva. Esa es la música que oía ayer y le iba poniendo letras, notas musicales, coreografía. Cada persona era parte de eso y yo tenía el lujo de poder verlos desde mis ojos. Como si viajara en un caballo de Troya y solo fisgoneara a través de los ojos. Esperando la noche para descubrirme sin ropajes. Esperando la noche para atacar la ciudad.

Volví a casa y crucé el puente cuando ya era de noche, el viento se coló por todos mis rincones. Yo seguía con la gorrita de deportes caminando, esperando llegar a casa y preparar algo rico. M eencanta cocinar cuando estoy feliz, puse esa música de Peruvian Waltz Chill Out y me lancé a cantar un poco.
Me puse las pantuflas de osito, esas que él dice que no son nada sexy y me dispuse a preparar esos huevos revueltos con jamón que solo como en las mañanas. Al sacar los huevos estaban congelados. No podía creerlo, los trataba de romper y el cascarón no se quebraba solo se abollaba como la cubierta de un auto. Los huevos eran pesados, había solo hielo por dentro. En unos días se habían congelado y yo no podía romperlos. Pensé que se parecían a las personas que conocía, tan frágiles por naturaleza y de pronto en un medio preciso se hacían duras, irrompibles, de hielo. Ahora ya no podía quebrar un simple huevo, esos que protegía contra mi pecho al venir del mercado, ahora solo eran pedazos de hielo con una corteza irrompible.

Las personas que he conocido son iguales. Un momento piensas que puedes romper la cáscara, llegar a conocerlos, eres feliz de saber que podrás saborearlos, pero no. El medio en algún momento los volvió duros, aun estrellándolos contra el suelo, el cascarón apenas si se romperá, su naturaleza frágil es solo un recuerdo. Es preferible negarse la posibilidad de un huevo irrompible, de una persona insensible. Es mejor tirarlos a la basura, al fin y al cabo no sirven.

Ayer cogí otros huevos, me hice una tortilla con jamón y orégano. Preparé un milkshake de fresa. Me senté a ver una película hasta media noche y dejé los huevos en la mesa.
Tal vez sean como las personas que conozco, bajo el medio adecuado puede que vuelvan a ser las de antes. Sin embargo, eso es solo una esperanza.
*
"En el parque"/Taure

miércoles, agosto 02, 2006

Ser Mujer ¿bella o boba?

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A mi me gustan las mujeres. Pero no me acostaría con ninguna. Aun no.

¿Por qué de pronto confesar algo, que a cualquier tonto sin una comprensión de lectura mínima podría hacerle comentar que soy lesbiana o mínimo bisexual?

Porque es necesario. Necesario decir que para mi los seres mas bellos del mundo serán siempre las mujeres. Lástima que casi siempre digan bobadas.

Como yo.

Una mujer es bella en si misma, pero su boca puede llevar a convertir su belleza en una fealdad absoluta. Su gesto podría llevar a saberla abominable, algunas veces, digna solo de ser dejada de lado.

¿Por qué las mujeres decimos esas cosas bobas? ¿Por qué empañamos el rastro de belleza con nuestra ignorancia? ¿Con esas frases huecas?

No, esta vez no vale compararse con los hombres. Ese es un asunto aparte. La comparación con un hombre no me hace mas buena ni mas mala. No me hace sentir mejor. Cada ser debe aspirar a ser el mejor de su especie. Acercarse a la perfección de su género. Entonces repito, siendo las mujeres seres bellos ¿Por qué seguimos diciendo cosas bobas?

¿No sería genial acercarnos al ideal de nosotras mismas? No al ideal de otro hombre, ni de otra mujer. Solo acercarnos lo mas posible al ideal de belleza de nosotras mismas. Una belleza que puede estar desperdigada en las formas físicas, en las fragancias, en la palabra perfecta, en una idea claramente expresada.

No solo mujer, por tener una vagina. Sino el concepto perfecto: MUJER.

No creo que alguien nazca al mundo y decida o se sienta contenta con ser una boba. Con saber la mitad de la verdad. Con creerse el cuento de lo que dicen otros: Eres bella, eres inteligente, eres chistosa. Ese es el concepto de los otros. Una idea preconcebida. Puedo parecerle inteligente a alguien mas tonto que yo. Puedo parecerle interesante a alguien que no haya vivido lo que yo. En fin, puedo ser tantas cosas; pero siempre será en relación a la definición del otro.

Ser mujer, es eso? ¿Ser feliz con el concepto del otro? ¿Creerme la patraña de ser ideal solo para la mente de alguien? ¿por qué alguien más lo dice? ¿No sería mejor acercarme lo mas posible a mi propio concepto de idoneidad? ¿A lo que yo ansío ser?

Aunque, claro, eso sería contraproducente, dado que si alguien se acerca lo mas posible a su concepto de idoneidad, también buscará alguien en las mismas circunstancias. Alguien que se ame a si mismo, que está feliz con lo que es. Que haya hallado la cercanía a su concepto de ser ideal.

Mas,

¿Cómo saberlo?

¿Cómo sabes cuándo una persona es feliz consigo misma? ¿

¿Acaso no nos pasamos la vida, jugando a ser buenos actores, a creernos el libreto, a decirnos a nosotros mismos, bellos, tontos, inteligentes, feos, según la conveniencia de la situación? ¿Según la partitura de la vida que hemos elegido?

Oh! Es verdad, la vida no la elegimos nosotros!

También he de creerme esa parte del guión, que todo es una circunstancia. Que no elegí mi sexo al nacer, que fui una semilla ciega brotando a la vida y que cada día alguien mas supremo elige por mi. Que soy mujer, porque fue un hecho al azar, ffruto solo de un juego de probabilidades. Que me tocó ser así que no lo puedo cambiar. Que a lo mejor soy una boba y eso es intangible, que soy una materia incapaz de ascender de nivel a su propio escalón de belleza o conocimiento.

Que solo soy mujer y si ALGUIEN mas dice que soy perfecta, con eso debo sentirme bien, sentirme feliz. Que si los otros dicen que soy bella, debo creérmelo. Que si yo misma me repito a diario la farsa de ser bella, entonces eso será suficiente. Que si yo vendo a otros la idea de que soy feliz con lo que ven, eso es éxito.

¿Por qué no acercarnos lo mas posible a nuestro ideal de belleza?

¿Por qué no aspirar a amarnos a nosotras mismas, antes que alguien diga que lo hace por nosotras?

Finalmente

¿Por qué las mujeres siendo tan bellas, dejan que su vida continúe como una materia inerte amoldada a las palabras y gustos de alguien mas?

Me gustan mucho las mujeres.
Pero en general dicen solo bobadas.

Este escrito es prueba de ello.

Inútil escribir para quien no sabe leer.





***
"Afrodita"...La Borda

martes, agosto 01, 2006

Volver

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Escribiria cada hora de ser preciso. Ya me conoces yo soy así. Tal vez lo haga, me gusta hacerlo.
Me gusta escribir y tomar fotografías y comprar música rara y sentir.

Eso me gusta tanto, no puedo ya evitarlo. Una vez que comienzas a sentir, ya no puedas dejar de hacerlo. Ha sido un proceso difícil, pero ya voy volviendo a mi cuerpo.

Antes lo admito, tenía miedo. Miedo de volver a sentir y miedo de no ser la misma de antes.
Me sentía tan sucia, tan mal conmigo misma. Trataba inútilmente de volver a quererme, era imposible. Necesitaba de alguien que me empujara en el camino de retorno, alguien que no me diera una esperanza para volvermela a quitar, sino alguien para apoyarme, alguien para confiar.

Ahora pienso que la amistad es mejor que el amor, es mejor que la pasión. Es mejor que todo.
Es un sentimiento que continua, se transforma, te bota, te recoge, te tira al suelo y finalmente te acoge.

Si, Acoger es la palabra precisa. Ese sentimiento de ser aceptado, de poder dar sin miedos. De besar sin límites, de entregarse sin puntos fijos, soltar las amarras. Nada de resentimientos, nada de cosas que hagan doler. Dos barcas que se encuentran a mitad de todo. A mitad de lo azul.

Pero siguen su propio rumbo, ahora mejor, ahora sabiendo que hay alguien mas que cuida de ti, que cuida de mi. Sin exigencias, sin miedo a hacer doler.

Podría escribir el resto del día, tu lo sabes. Pero mejor vuelvo a caminar, ya me enseñaste el camino, es hora de volver a mí.

Que el telón suba Laura la Extraña ya volvió.



***Roble, cortesía del Chico Naniz

De Medio Cielo

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Yo no se como volví, pero estoy de vuelta. Es raro volver a estar sola ante un computador, volver a escribir a solas, desatarse en algún pensamiento obsceno y amoldarlo, chuparlo, exprimirlo, hasta hacerlo digerible sobre una página en blanco.

De hecho yo no se como estoy de vuelta, o si de verdad estuve en otra parte. Por momento sentí que lo estaba, me dije a mi misma: “Estas son las vacaciones en medio cielo”... y eso parecía.

He paseado bajo un cielo color azul tan intenso, antes de caer la tarde, viendo las banderas bicolores, sobre los techos claros, junto a los balcones de madera, moviendose bajo la caricia de un viento que tambien era el mio,
con el color blanco y rojo perfilando el trayecto de mis sueños.

Y yo he pensado que no estaba aquí, que estaba en cualquier parte, porque así ha sido.

Un viaje de retorno a mí, sin miedos ni presiones.

Un viaje para demostrarme que sigo viva, que puedo sentir, darlo todo y recibir.
Un viaje en el que todas las capas de piel caen disueltas por un baño de esperanza y solo quedo yo, aquí, como un tatuaje simbólico de la única tinta perenne que queda a pesar de todo y a pesar de todos.



Alguien podría decir que me siento feliz.



No se si ahora lo estoy, pero estos han sido días, para quedarse en la memoria, como una buena fotografía, de las cosas bellas que necesitan recordarse, sin hacer películas largas al respecto.

He vuelto, aunque nos e bien de donde. Probablemente solo estuve en medio cielo.

Y mientras tanto, beso, lamo y exprimo el jugo a los recuerdos, hasta quedarme con la savia de lo vivido, sin puntos suspensivos. Solo esperando que esta vez el viaje de retorno sea mas corto y mas ligero.

viernes, julio 28, 2006

En Julio


...Habia demasiada oscuridad en el cielo,
demasiados recuerdos de sábanas mojadas,
de gente que se fue antes que yo llegara...


...Y vi esa epidermis de lunares diversos,
una geografía nueva para explorar
y alli mismo tejí constelaciones diversas
y alliu mismo aprendí a soñar....

....Y yo me enterré en su piel por un día,
como un aguijón gigante que pretendia
esta vez, no hacer doler...

...Un aguijón de una mariposa
que habia vivido dias largos como un simple
gusano
y ahora de nuevo viva, pretendia echar a volar...

...Pero el tiempo fue tan corto para ambos
mas el vuelo larguísimo,
casi, casi, para no olvidar...

miércoles, julio 26, 2006

Mas allá de mí

Ya me siento mas tranquila, ya envié el currículo vitae por correo electrónico. De repente y comienzo a trabajar con las monjitas. Me siento mejor, con un poco de miedo, pero mejor.

- Pagan muy poco, doctora, apenas si le alcanzará para los pasajes- me dice la otra médico encargada.

A mi no me preocupa, aun no tengo familia que mantener, ni muchos gastos. Es decir, no tengo mucho, pero ellos en cambio no tienen nada.


Me interesa volver a trabajar con la gente, no por recordar los conocimientos, por ese placer de saber que recetar exactamente y saber que puedes reducir el daño de la enfermedad en la gente.

De sentir esa satisfacción que todo el conocimiento atiborrado en mi cabeza pueda dar frutos. Por esa sensación de ponerse el guardapolvo blanco y asumir el personaje del médico que está para salvar vidas, para reducir el daño. Para aplicar ese poder que da el conocimiento, sobre los que no lo tienen.

No. Yo no voy por eso.

Es solo que extraño el contacto con la gente. Es solo que quiero dejar de pensar en mí, porque a mi no me sucede gran cosa. No voy a morir por eso. Mis males, mis tristezas, son suntuarias, potencialmente solucionables. Los de ellos no.

Primero solucionemos los males del cuerpo y con una caricia los males de adentro.

Mis males no son gran cosa. Mejor los olvido. Los de ellos no. Es momento de mirar hacia fuera, dejar de investigarme por dentro. Momento de ayudar a otros, a los que están allá afuera.

Me da miedo ir a ese pueblo joven que no se bien ni donde queda. Lo admito, me da miedo ir hasta allí, pero creo que valdrá la pena. Siempre vale la pena olvidarse de uno mismo y empezar a hacer cosas por el resto.

- ¿a que te dedicas ahora?- me pregunta mi compañera de maestría.
- A escribir- respondo y de pronto, me siento tan frívola.

No ayudo a nadie cuando escribo, apenas si me libero un poco de mis pesares. Apenas si me entretengo un poco cuando leo a otros. Esa belleza, esos textos que me hacen flotar en cielos color vainilla, parecen tan frívolos entonces. Simplemente desaparecen. No debería decirlo. No debería decir que me dediqué a escribir por saciar una necesidad que me venía desde siempre y que me hace bien soltar lo que pienso en un papel en blanco. Que ese es mi juguete preferido. No debería decir que a veces solo quisiera sentarme a escribir.

No. No estoy aquí para eso.

Estoy aquí para hacer lo que sea posible por ayudar a la gente que si lo necesita y si sobra un poco de tiempo, pensar un poco en mí.

Eso solo si me sobra el tiempo.


¿Me ayudas a ver mas allá de mí ? ¿A condolerte un poco con los demás?

¿A dejar de lado la poesía?

¿Me ayudarías a ayudar?

martes, julio 25, 2006

Carta Martes

Y mientras sonreía,

me vino a la mente el olor a membrillo,

la ropa suave, el sabor del verano.

Quise irme de aquí, estar en otra parte, dormirme

pero esa ya no es una prioridad

mi vida se ha tornado un sueño y pataleo por despertar

la vida me sabe al amor que recuerdo, a todos esos amores

He de enjuagarme la boca, olvidarlo todo

poner sal a las heridas, colocarme unos zapatos viejos

salir sin preocuparme de lo que dirán los vecinos,

de lo que esperan de mi.

Me he cansado de ver la vida desde arriba, como si fuera una especie de sonda espacial,

viendome desde fuera, la mayor parte temiendo que pudiera pensar el resto,

alimentando la autocompasión, las excusas, el miedo.

Estiempo de volver a mi cuerpo, de ver la vida desde mis ojos,

de dejar de verme a mi misma siempre,

es hora de empezar a mirar al resto.

Y si eso tambien me jode...

Aun me quedan las mariposas.

Y nací

De nuevo está soleado, en las calles el calor no deja caminar.

Extraño el verano, hoy estuve eligiendo las fotos y veo que en las que mas sonrío son aquellas que me muestran en el agua. Apenas saco la cabeza fuera de las piscinas, las lagunas, las cataratas en donde me zambullo.

Por eso me deprimo en el frío. Tengo que andar con tanta ropa, siempre abrigada, cubierta, huraña. Extraño los climas de calor, el mar, el agua.

Extraño estar sin ropa. Creo que extraño la cercanía a mi placenta, dormir eternamente en el líquido amniótico, soñando dentro del útero de mi madre.

Extraño estar a salvo, que los ruidos lleguen a mi a través de ondas acuáticas. Que el color de la vida sea rosa y de vasos sanguíneos.

A mi tambien tuvieron que hacerme nacer. Dos semanas después de la fecha de parto probable, los médicos entraron con todo. Me despertaron, me sacaron, me echaron a la realidad.

"Es Carne para los leones"- dijo el médico cuando me entregó a mi padre.

Era una nena rolliza, que no lactó, ni quiso hacerlo.

Era un bebé apenas y ese día empezó el resto de la historia.

lunes, julio 24, 2006

De vuelta a casa

La verdad...estaba sintiéndome mal...igual a cuando te mudas de casa y ves los muros vacíos, no tienes línea telefónica, a las justas y te visita algun vecinmo del edificio y solo para llamarte la atención por el ruido...extrañaba a mi mariposa, no me sentía a gusto con los cambios.
Estaba con la mueca de disgusto y el mohin de niña engreída.
Extrañaba a mis amigos.
Extrañaba a Cienfuegos, que dice que está muerto.
No sé, estaba hecha una boba.
Hasta que volvió mi mariposa a casa.
Gracias Avendaño!

Carta Lunes

Y los días son igual que siempre. No, tal vez sean mejores. Ya no escribo tanto, no es una decisión, no es que no haya de que escribir, es solo que el tiempo se me está yendo en vivirlo y eso es mejor, no?

Porque al fin y al cabo he escrito tanto sobre los sabores de helado y sobre los rostros de la gente, que me he olvidado de ellos. Que ya no se distinguir la realidad del sueño y tampoco me afecta el no poder hacerlo. Es bueno, pero no lo es todo.

Ayer fue un día cálido, parecía un día de verano. No se porque me ofrecí a hacer las compras yo y de pronto me di cuenta que ya no era más invierno, sino un luminoso verano, con las veredas relucientes y olor a helado por las calles. Si, olor a helado. Porque pasé frente a la pastelería y podía sentir ese olor a lúcuma y a fresa cerca de la nariz, ese olor a confitería, ese olor a felicidad y sonreí por dentro.

Siempre sonrío por dentro. Bajo mi piel hay una eterna niña disfrutando del olor de las frutas y de los colores del verano. Ya se que no lo es, pero ayer parecía tanto, que me quité la ropa gruesa y salí a comprar con ropa ligera y la gente parecía feliz. Que extraña sensación, basta que alguien sonría por dentro para ver a la gente feliz.

Te debería contar como me está yendo, pero esto es lo mas cercano que puedo hacer. Contarte como me siento, mis ideas fugaces, los pequeños momentos, esos son los que me logran una sonrisa y probablemente te parezca boba al decir estas cosas, pero es lo que quisiera contarte, no lo otro.

No, sobre la maestría, sobre mis nuevos compañeros, sobre el auto que se compró el vecino o sobre los cuadros que quisiera comprar para la casa. Todo eso, se agota en mi memoria y se vuelve un recuerdo pequeño. Ínfimo, casi desaparece en la memoria.

No te voy a contar que he dejado de dormir bien, que me siento con miedo por lo que suceda en los próximos meses, que a veces siento que desaparece el piso. Que me quisiera quedar aquí, o volver a la casa de mis padres, que quisiera meterme en una habitación y no volver a salir nunca más. Que por momentos extraño un clóset donde ocultarme para olvidarlo todo, porque a veces simplemente me da miedo la vida. Tu sabes como me da miedo vivir a veces, a ti te lo confieso, no al resto. A esa gente que me da consejos, a la que piensa que escribo para ellos, tu sabes como soy. Escribo para mi y para ti de vez en cuando y para los amigos cuando estoy de buenas. En fin que yo a veces solo escribo, pero hace tiempo ya no. Porque hace algún tiempo, la vida se me va en vivirla y eso es mejor, no?

Claro, siempre es mejor vivir intensamente aunque lo que se escriba a veces suene solo a mediocridad.
Pd: Estoy Oyendo "Que te vaya Bonito" en la voz de Carmina Cannavino

sábado, julio 22, 2006

" (1) Georgette"

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- “Esta habitación huele a cangrejos”- dijo la mujer cuando entraron a la nueva casa


- ¿Qué dices, Georgette? Tu ni siquiera sabes a que huele un cangrejo

- Que no haya visto uno de cerca no significa que no sepa a lo que huelen- respondió ella con su terquedad infantil habitual.

En efecto Georgette jamás había salido de su pueblito en las montañas y era imposible que siquiera conociera el olor del mar. Pero así era ella, cuando decía que sabía algo, nadie podía sacarle de la cabeza que estuviera en lo correcto. Lo mismo sucedió la vez que fueron a esquiar, invitados por los amigos de Fernando; y, Georgette se ufanaba de saber andar perfectamente en la nieve, aunque hubiera resbalado ya tres veces desde la salida del cafetín local. Esa Georgette era imposible, nadie comprendía como un hombre del carácter de Fernando Olvera pudiera soportar todas las excentricidades que se decían de su mujer.

Georgette mucho menor que él, en edad y tamaño, caminaba con ojos ávidos y grandes que se pegaban en los escaparates, mientras Fernando en cambio, arrastraba los pies por las avenidas transitadas, sin detenerse en los rostros que pasaban por la calle, absorto en un mar de melancolía heredada por sus antepasados y que él ahora rescataba del olvido, en lagunas pequeñas que saltaba sin éxito, cada vez que caminaba junto a la ágil Georgette. Ella por su parte, con unos ojos grises que por temporadas tomaban el color de las hojas según la emoción del momento; iba caminando con un paso ligero como de niña traviesa, investigándolo todo, anotando con su registro visual cada detalle que pudiera hacer falta a Fernando en sus historias futuras. Y es que la dupla Fernando-Georgette no era solo algo que se restringía a compartir una cama juntos, eran los poemas a dos manos y las historias que Fernando escribía magistralmente mientras a Georgette solo le salía en palabras normales delante de sus pocos amigos.

Un día le preguntaron a Georgette:
- ¿cuánto te demoras e leer a tu marido, siempre sabes de cerca cada detalle de sus historias.
- La verdad jamás lo he leído- y agregó sin asomo de vergüenza, mientras se llevaba la cucharilla de pye de limón a la boca- sus historias tienen la virtud de dejarme dormida

Ese era el tipo de sentencias que lanzaba Georgette al aire si importarle que pudieran pensar de ella o de su relación con el escritor Olvera. Fernando, entonces solo sonreía sin mostrar los dientes como le era habitual, bajo esas enormes ojeras de insomne pertinaz y le acariciaba la mano, como si ese solo acto pudiera calmar a ese huracán que llevaba Georgette dentro de la garganta, agitando murmuraciones a su paso.

La primera vez que Fernando vio a la señorita Georgette, fue en el patio de piedra que comunicaba la universidad con las habitaciones de estudiantes. La diminuta Georgette saltaba con su faldita escocesa, tratando inútilmente de alcanzar un gato atrapado en el árbol cercano. Fernando la vio saltando con el cabello marrón al viento y se imaginó que solo era una niña que se había colado en los patios de la universidad para ocupar el baño de mujeres, a esa hora del viernes en que los vigilantes olvidaban cerrar los portones de la Universidad a extraños.
El aun joven escritor Olvera se detuvo junto a ella, a mirar como el animalito maullaba sin consuelo por bajar del alto nogal de la universidad.

Mejor déjalo allí a lo mejor quiere libertarse- dijo Fernando con la voz bajita que ponía cada vez que se dirigía a una mujer, incluso si esta era una niña que no sobrepasaba el metro y medio de altura.

Georgette se volvió indignada a ver al dueño de esas palabras y sus ojos verdes tomaron el color de las aceitunas de olivo.

¿cómo puedes saber tu el significado de la palabra “libertad” para un gato?

Fernando se quedó pasmado. ¿ que podía responder ante eso? El no era veterinario y tampoco gran conocedor de animales, la frase le había salido de la boca., solo para tranquilizar a esa niña que ahora con las cejas arqueadas demostraba ser una mujer de edad media, mas bien una hermosa mujer de edad media y ojos color de oliva.

La joven dio un salto mas y luego se volvió a hablarle con un acento que era casi una orden
no te quedes ahí parado como un bobo ¿no piensas ayudarme?

El viento soplaba frío anunciando la lluvia y ya se podía sentir ese extraño silencio que precede a las grandes tormentas, cuando todo el mundo se oculta de la naturaleza y la lluvia queda dueña y señora del mundo, ululando entre gotas grises su canto taciturno.

Fernando sintió esa humedad en el dorso de las manos descubiertas y obedeció de inmediato a la mujer diminuta que hacia de sus pedidos órdenes directas. Vestido con el traje azul marino con el que lo retratarían en las portadas de todos sus libros futuros, Fernando trepó al árbol para liberar al gato, que no quería ser liberado y que le terminó arañando las manos en el intento por salvarlo. Después de muchos jaloneos por parte de Fernando y maullidos desesperados por parte del gato, por fin pudo liberarlo de su prisión de ramas y hojas verdes. La lluvia empezó a caer sin piedad sobre ellos cuando el gato estuvo por fin entre sus manos.

Los ojos de Georgette se iluminaron como dos farolas verdes y su sonrisa de dientes perlados asombró al aun joven poeta.

- Plutarco!- exclamó ella intentando acercarlo a su pecho
- Que raro nombre para tu gato- agregó Fernando que ahora luchaba por no sentir el ardor de la lluvia resbalando por las recientes heridas hechas por el huraño felino ojiverde

¿Qué te hace pensar que este minino es mi gato?- dijo Georgette abriendo unos ojos que ahora eran del mismo color brillante de las hojas mojadas por la lluvia

Fernando la miró entre sorprendido y molesto. Acababa de ensuciar su traje impecable por trepar a un árbol de la universidad aun a sabiendas que uno de los rígidos profesores del campus lo estuvieran viendo, por salvar a un gato que lo había arañado con placer felino y que ahora resultaba que ni siquiera era propiedad de la joven de los ojos verdes.

- Lo acabas de llamar por su nombre, me pediste que lo bajara, estás feliz de tenerlo ¿no son razones suficientes- la voz de Fernando tenia una rabia contenida contra la lluvia y el clima frío, contra el gato con complejo de pájaro y mas que todo por la chica de enormes ojos verdes que variaban de tonalidad según el estado de ánimo.

- Si estoy feliz de tenerlo, si te pedí que lo bajaras, pero no es mío y no creo que se llame así- y lanzando una mirada de ternura al animalito agregó con descaro- aunque Plutarco es un lindo nombre para un gato.
Mientras, Fernando mantenía al gato asido de su mano arañada que ahora sangraba bajo el aguacero que se había desatado en unos pocos segundos. Georgette tenia los cabellos cortos cayéndole por encima de las orejas y lo miraba con una mirada ingenua que daba igual ternura que deseos de golpearla.

El gato era ahora una bellota mojada colgando de la mano sangrante de Fernando y maullaba lastimeramente, cambiando la actitud beligerante del inicio, por un maullido y una mirada mas suave, igual que la que lucía ahora Georgette delante suyo.

- bien si no es tuyo, ni es mío, ni es de nadie cerca, dejémoslo libre y punto!- exclamó Fernando al borde de la rabia
- ¿y eso según tu es liberarlo? ¿dejándolo muerto de hambre y frío a la intemperie?- la fina voz de Georgette se perdía en la lluvia y con el viento golpeando las ramas de los árboles- los gatos necesitan abrigo para sentirse libres. ¡Como se nota que solo eres un poeta!

Esta ultima frase sacó de sus casillas a Fernando, que se enorgullecía por ser el único de su familia que no había tenido que seguir una profesión lucrativa en ese país de pobres. Si él pudiera haber hecho cambiar el color de sus ojos según la emoción, como podía la diminuta Georgette, de seguro estos hubieran sido de color rojo vivo con llamaradas infernales. Fernando, sin embargo, acudió a la poca paciencia que le habían enseñado en las clases de filosofía y respiró hondo, su traje estaba empapado y el agua le corría por el rostro y por la barbilla. Georgette estaba tan empapada como él y se le veía inofensiva bajo la chompa de lana verde, aun mas indefensa que el gato que Fernando tenia hace rato entre manos. Tal vez fuera ese afán de querer proteger a alguien que se veía como un pompón de lana húmeda, o que el gato ya le empezaba a dar lástima, que Fernando cogió al felino y lo puso entre sus ropas para darle calor, olvidando las pulgas que pudiera pasarle un felino de tan baja estirpe.

- ¡Vámonos de aquí!- gritó él- hoy habrá tormenta.

Georgette cogió su bolso del piso y comenzó a correr al lado de Fernando que solo alargaba el paso encorvando el tronco para proteger a “Plutarco” el minino rescatado.

Si por esa época alguien hubiera visto al luego destacadísimo Fernando Olvera corriendo por los patios de la universidad rumbo al dormitorio de las señoritas, empapado, arañado y con un gato bajo el saco, no lo hubieran creído, mas aun si al lado de ese personaje enjuto, corría una niña con falda escocesa y chompa empapada, dando brincos detrás suyo, igual que una colegiala. Tal vez hubieran pensado que era otro de esos locos que no tiene donde dormir y se guarece en las habitaciones desocupadas de los estudiantes de postgrado, aunque a lo mejor tampoco se hubieran equivocado.

De esa primera vez ya hacían 5 años y Georgette seguía siendo la misma testaruda de siempre, desafiando al clima, rescatando gatos, dando la contra al mundo, como una abanderada de todo lo que no fuera poesía y si una realidad de la que ella se sentía responsable de cambiar a cada momento. Fernando la secundaba en sus causas perdidas solo con una sonrisa que no mostraba los dientes y entonces la gente entendía que la pequeña mujer capaz de dominar al irascible poeta Olvera, acaso tuviera el poder, también, de dominar al clima, a la política y a las causas perdidas.

- Aquí huele a cangrejo- había mencionado Georgette apenas llegaron al nuevo departamento ubicado a las afueras de Paris.
- Imposible Georgette, ya te lo dije, el mar está lejísimos de aquí como para que puedas oler algún tipo de marisco.

- Pues yo lo huelo y ya sabes lo que significa eso, no, Olvera?- dijo ella mostrando sus ojos de laurel, que se iluminaban por el sol de la tarde.

- si Georgette, ya se lo que significa- respondió Fernando arrastrando las palabras.

A lo largo de esos 5 años había aprendido a no contradecir a Georgette y a sus presentimientos sobre el clima, la gente, o cualquier cosa extra sensorial que él no pudiera entender, por esa condición de “poeta” que lo volvía un minusválido ante los ojos de la activa y loca Georgette.

- ¿Va a tomar el piso, monsieur?- agregó el hombre moreno que de francés, acaso solo si tuviera el acento.

- No, mi mujer y yo quisiéramos ver mas habitaciones antes de decidirnos.

Georgette seguía pareándose por el pequeño apartamento donde el sol atardecía en colores fosforescentes, abrazándose de un bolso grande tejido a crochet con flores rosadas.
Fernando cogió su maletín café del suelo, agradeció al casero y salió de allí con esa expresión de vencido que cobraba su rostro, cada vez que Georgette argumentaba sus presentimientos extra sensoriales, para convencerlo de algo económicamente ilógico.

Desde que vivían juntos, a pesar del dinero que le pagaban por sus publicaciones y poemarios, este nunca era suficiente. Georgette siempre lo terminaba destinando para alguna obra benéfica de dudosa reputación, sin saber si este dinero llegaba realmente a los huérfanos que le mostraban en las fotos, a los supuestos enfermos de cáncer a quienes rapaban la cabeza el día previo a que ella los visitara, a los albergues de animales sin dueño que bautizaban con su nombre o a los ancianos con los que ella lloraba con lagrimas de menta y a los que daba dinero doble, pues decía “que le recordaban a los abuelos que jamás conoció”.

Vivir con Georgette le había costado mas dinero que casarse con cualquier mujer de su nivel social, pero sabía que ese dinero ni siquiera se quedaba con ella, los billetes desfilaban por sus manos rumbo a otros con menos escrúpulos, dejándolos pobres a ambos, a veces sin tener siquiera para el desayuno del día; pero con esa expresión satisfecha en la cara sonriente de la caritativa Georgette , que volvía a Fernando el hombre mas feliz de la tierra. Su mirada de ojos verdes que creen en la libertad, en la igualdad de los seres humanos, en la democracia y en todas esas cosas que el no entendería “ porque era un poeta”.
Fernando tenia de nuevo esa expresión descorazonada en la cara, era el 5to departamento que rechazaban ese día y pronto anochecería en una ciudad cara como Paris que no tiene compasión con los extranjeros, así sean éstos poetas o defensores de causas perdidas.
Afuera Paris respiraba su olor a poesía y pasteles dulces, ajena a las supersticiones marinas de la joven Georgette
- Olvera, ¿estás molesto?
- No, Georgette, no estoy molesto- dijo Fernando mientras caminaban por las veredas enlucidas.
- A Plutarco tampoco le ha gustado…- agregó- y una cabecita pequeña de orejas peludas, asomó del bolso de crochet de Georgette con unos ojos verdes soñolientos que pedían conmiserarse de su ama.
Cada vez que ambos se ponían así a Fernando le resultaba imposible no sonreír y sentirse nuevamente enamorado de Georgette como la primera vez que se cruzaron con Plutarco.
- Lo sé…a mi tampoco me gustaba esa casa para que viviéramos- mintió con ternura Fernando- ni para Plutarco- agregó al ver que los ojos de Georgette se ponían color de oliva por haber olvidado al gato.
- ¿Podemos ir a comer algo? nos morimos de hambre, amor.
- Está bien ¿Qué te apetece comer en Paris? ¿Crepes?- agregó algo cansado, el también se moría de hambre
- La verdad…, Plutarco y yo queremos…una sopa de cangrejo…

Fernando Olvera sintió que la sangre le fluía al rostro de nuevo, hasta querer estrangular a Georgette a plena calle con la cola del mismo Plutarco, pero al ver sus ojos verdes acompañando esa petición inocente y su cabello golpeando a su mentón y sus labios rosados, suavizó de nuevo la expresión de su rostro y se entregó a besarla largamente, bajo un Paris que anochecía.



viernes, julio 21, 2006

Charlas de Zodiaco y cafe

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Te voy a contar una historia; y no es de las que cuento siempre, sino de las que cuento los viernes, con el cuerpo mas relajado y con ganas de hablar con una pequeña taza de café de por medio y que te sientes a escuchar esos largos monólogos que a veces me hacen pensar que nací para hablar desde la soledad de mi orilla sin compartírsela a mas nadie.

Pero vamos, no es que esté melancólica, es solo que hoy es viernes y tu sabes lo que significan esos días. Son para mí, igual que los días 5 y los 25 o las noches de luna llena. Yo estoy llena de simbolismos que podrían parecerte algo irracionales, algo así como cargar un talismán en el cuello para la buena suerte o ver señales en donde nadie las ve. Peor, algo así como creer en los horóscopos. Y yo te digo que soy sagitario y nosotros somos bastante incrédulos en esas cosas
(Ves que sonríes a pesar de esa broma antigua?)
Bueno te decía, que yo soy sagitario y me llamó la atención ese dibujito con el que se nos designa. Tal vez un día me atreva a preguntar el por qué de la figura, del arquero con el cuerpo de caballo.
De niña me agradaba pensar que a pesar de la bestialidad de su figura, el sagitario siempre apuntaba su flecha al cielo, a un punto que solamente él veía, contrario a los otros, con ojos fijos en su aspecto de hombre/caballo.


En fin, yo tengo mil y una explicaciones para las cosas mas simples. Tanto que te admirarías, de saber como he construido historias y explicaciones para cada figura rara que se cruza en mi camino. Antes, incluso veía imágenes mitológicas en los azulejos del baño y podía verlas moviéndose frente a mis ojos, animadas solo por mi imaginación de los 8 años. Bueno, si eso me ocurriera ahora, mínimo la llamo presbicia, cuando no, locura y me voy por una medicación que me haga pasar la resaca de andar viendo figuras móviles en el piso del baño.

Pero volviendo a lo de los signos, te voy a contar una historia y puede que te suene tonta, así que acércate un poco mas que te la cuento en voz baja. De niña yo pensaba, o me hicieron creer que me casaría con un Aries. ¡Imagínate! A una niña que le digan eso, mínimo se la pasa preguntando si hay algún Aries conocido en el círculo familiar, sin saber exactamente lo que significaba eso de ser o no "Aries". Luego me enteré que era un cordero, bueno un cordero con unos enormes cuernos curvos.
Ahora que lo pienso, siempre relacioné a los de signo Aries con los hombres cornudos y jamás entendí como se podían relacionar en el zodiaco a mansos corderos cornudos con humanos mitad caballo…claro, aun no sabia nada sobre zoofilia y esas mezclas aberrantes en mi destino me dejaban algo nerviosa.

Hace algunos meses, después de cruzarme con todos los animales representados en el zodiaco y otros varios que merecen el apelativo de animales per se, conocí a varios ”Aries” y claro, no pasó nada. Pensé si como buena sagitario ¿tendría que haberme limado un poco los cascos? o ¿Afinar mi arco no al cielo, sino mas abajo?...Bueno no tan abajo, que luego dejo sin descendencia a mi futuro marido…pero eso me puso a pensar en los simbolismos y como algo tan simple puede terminar en hacerse una manía nada graciosa. Y ahí vemos a gente que está consultando adivinadores, gitanos, hierberos y bolas mágicas. Que sale a la calle con talismanes y consultando la hora del día para hacer tal o cual cosa. Yo por suerte, no estoy en ese extremo. Uno, porque detesto a las gitanas- aunque me vista a veces igual de estrafalaria- dos, porque desconfío de quienes usen la hierba para golpearse el cuerpo e invocar espíritus en vez de fumársela y tres, porque no creo que existan bolas mágicas para ver el mas allá, si con el contacto con las bolas del mas acá ya he tenido mas que suficiente.

Pero, como te decía, lo mío va mas por el camino de los simbolismos, mas a leer a la gente a través de los gestos, o entender mas a través de los silencios y de las líneas cortas de lo que escriben, lo que siente en verdad la gente. Eso que desean decirme. Pero claro, eso también puede ser una superstición, porque imagínate, a ese paso mi exponente masculino ideal sería un mimo, un tipo mudo o alguien que sepa escribir telegramas.
No, no exagero, es que cuando uno empieza a creer en los simbolismos se los termina por creer todos y ya me ves a mi viendo en las líneas de mis manos una soledad sempiterna, en donde jamás el amor y al fortuna van juntos y la línea de la vida acaba por perderse en un manchón de tinta azul con la que escribo mis cartas.

Hay gente que a los simbolismos llama buena vibra y eso también me confunde un poco, porque es como calificar el aspecto de la gente en torno a vibradores. Y claro, si una amiga me dice “ese tipo tiene buena vibra”, yo solo me puedo imaginar a un tipo con la personalidad tembleque o con la anatomía masculina de un taladro gigante.

Mi hermana es de esas personas que consultan los sueños, creen en lectura de cartas y horóscopos varios y no es una ignorante, pero cree tanto en eso, que se puede gastar pequeñas fortunas para saber que le pasará mas adelante o que le depara el futuro; y yo no entiendo, porque se podría ahorrar mucho dinero consultándome a mi, que veo en su futuro una deuda bancaria y una camisa de fuerza si sigue confiando en esas adivinas de mala muerte.

Mira no más, yo aqui contigo hablando de tanta buena vibra, vibradores y otras cosas capaces de llevarte a ver el mas alla, pero el ojo derecho me ha empezado a vibrar y ya no puedo seguir contándote nada.
Llevo una semana con ese tic, que ha ido aumentando de intensidad, hasta ser realmente molesto. A veces pienso que es el síndrome de ojo vago y que me titila el ojo derecho solo por la angustia de no poder leer a la velocidad que lee el ojo izquierdo.
¿Ves que comienzo a explicarme simbólicamente todo? Debería explicarte la conexión nerviosa, las causas, las consecuencias,la posible cura, pero solo se me ocurre pensar en la historia del ojo vago que leí en ese libro que me agrada tanto. Porque ahora que leo mas, me ha dado porque el ojo vibre un poco en su párpado inferior y me haga ver todo tembleque y con cierto lagrimeo.
Así que voy al espejo a verme si no estaré con esos tics que tienen los villanos de las películas y nada. El ojo ante el espejo se queda quieto. Luego voy y le pregunto a alguien si nota ese temblorcito en mi ojo y me responde que no, que son mis neuras.
Y yo me digo, que neuras ni que vainas! si este ojo me está temblando hace un par de días, como si hubiera utilizado un taladro de esos de carretera.
Si fuera supersticiosa diría que uno de los bloggers me hizo Mal de Ojo, pero como soy mas científica prefiero creer en las neuras, las paranoias, las hipocondrías propias de la gente que no trabaja y se la pasa leyendo, escribiendo y hablando bajo dossis extra de cafeína.
Y tu que dices, me lees el destino en el fondo del café?

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****El óleo superior es de Robles.

jueves, julio 20, 2006

Para mi

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El viento acaricia hoy lentamente el alma de los sueños, de las cosas pasadas, de los ojos muertos. Acaricia hoy lentamente, esa orilla de invierno, en donde alguna vez estuve de pie, en silencio, invadida por extrañas nostalgias, por amores idos y manos abiertas en espera de un beso.

Mi destino en líneas dispares, eso veo. Mis manos con líneas que no se unen jamás. Hoy es una tarde de invierno, lejana y vacía. Soy un alga mas abandonada en una orilla del mundo. Como me hubiera agradado quedarme mas tiempo en el mar, saber de que están hechos los corales y quien vive en los abismos submarinos, pero es hora de volver a casa y contarte otras cosas. Otras cientos de cosas que pasaron mientras tu no estabas.

Aloha.
***Cristina Mirando el Mar/Oleo

miércoles, julio 19, 2006

Mi vida como un Gato

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No se cuando empezó mi afición por los gatos. Pero se que así como hay personas que tienen un amigo imaginario, yo tengo una mascota imaginaria y resulta ser un gato.
Es algo que suena a locura, pero en mi casa jamás tuvimos mascota propia y tal vez allí nazca mi historia de amigos felinos y novios maulladores.
De niña había dos perras en casa a las que mi abuela cuidaba más que a sus nietos. Incluso mandaba a pedir comida china o pollo frito para que las muy engreídas coman. Algo que me despertaba tremendos celos. Cuando mi abuela murió, también desaparecieron las perras, como parte del mismo hechizo. Entonces a nadie más se le ocurrió tener mascotas en casa.

Mi padre decía que los animales sufrían mucho dentro de una casa, que los perros necesitan correr y que el no sería parte de esa maldad de tener a un perro encerrado solo para entretener a los mocosos. Por esa época a mi no me agradaba la idea de que una mascota viniera a malograr mi paraíso de hija casi única.

Cuando mi hermana comenzó con su manía de protectora de animales empezaron a pasar por casa perros y gatos de diversas razas y tamaños; loros, palomas torcazas, ardillas, hámster, conejos albinos y alguna que otra tortuga por casa. Ella era una de esas hippies que salvaban animales o que recibían mascotas de regalo y que los abandonaba en la casona paterna para que “alguien más” se hiciera cargo. Cada uno de esos animalitos tuvo su historia particular. De la pareja de loros uno se escapó y el otro se murió de pura tristeza. De la pareja de palomas torcazas, tuvieron la precaución de amarrar de la patita en el patio trasero, con tan mala suerte que una de ella casi sufre de demencia al ver como un feroz gato devoraba la cabeza de su compañera. Los hámster padecieron igual, algunos morían en su carrera a la libertad y otros a manos de los gatos del vecindario. Tal vez el único animal que sobrevivió a todas las historias tristes de la casa zoológico fue nuestra tortuga “la Flecha” que andaba siempre hambrienta buscando tomates y dedos para morder.
Al ver cuanto sufría deambulando su andar melancólico por el patio de cemento, mis padres decidieron llevarla a la casa huerta a que la alimente el cuidante de allí. Todo iba bien, al parecer se adaptó al clima costero, a pasear sobre el pasto alimentándose de los frutos que caían de los árboles y a beber agua de la canaleta de la huerta o pelear con las gallinas del cuidante por un poco de comida elaborada, hasta que un día que nadie recuerda La Flecha desapareció. Probablemente se escapó entre los montones de hoja seca de la buganvilla espinosa de la pared trasera. Tal vez solo fugó a toda velocidad de esa selva artificial que era la casa huerta.

Llegada a la universidad, la soledad y la falta de novio me hacían tejer historias fantasiosas. Fue el día que nacieron Los Ñau, una historia de gatos que hablaban y se encargaban de proteger a los humanos que aun me da cierta vergüenza terminar de escribir. Cada vez que veía un gato en mi camino sentía que era la señal de que todo estaría bien y había un felino animado para protegerme. En mi historia los gatos comunes eran los descendientes cuadrúpedos y sin voz de los antiguos Ñau, encargados de proteger a los seres humanos.
Pasado el tiempo conseguí novio, pero mis imaginarios amigos seguían poblando mis momentos de soledad o alegría. Un día sin darme cuenta solté uno de mis consabidos “miau” después de ver una película romántica. Mi novio quiso saber el origen de mis maullidos como expresión de felicidad y le tuve que contar entre rubores la causa de que hubiera practicado tanto el maullido que ahora confundía a cualquier gato que se enorgulleciera de tenor en algún techo vecino.
Contrario a lo que yo pensaba, mi novio ni se inmutó y mas bien me siguió la historia y así fuimos cómplices en crear los otros personajes de la historia de gatos que yo apenas estaba tejiendo y vestirlos imaginariamente de sus capas al estilo Jedi y construyéndoles las personalidades para la futura historia, que sería parte de un cuento para niños.


Cuando terminé la historia de amor con mi novio, escribí un largo cuento sobre El gato Maguil y su novia la gatita Marianne, que calmó mucha de la depresión post ruptura. El cuento largo quedó ahí, se supone que era también un cuento para niños, pero el final era algo triste y quedó en el cajón del olvido, junto a las caricaturas de gatos con trajes de superhéroe o con capas de mago que yo hacía en mis ratos de ocio de la universidad.

Terminé con mi novio y la manía de maullar me continuó, pero ahora trataba de cuidarme más para que la gente no se asustara. Solo maullaba cerca de amigos muy cercanos a quienes no les diera miedo mi manía felina. O junto a los que luego fueron mis novios, incluido el Innombrable, con el que tenia largas discusiones telefónicas acerca de la mascota que tendríamos en casa, ya que el deseaba el perro labrador negro y yo quería un gatito siamés de ojos azules y patitas oscuras.

A veces he llegado a elegir a mis amigos segun sun capacidad o no de soportar a un gato. Algunos de verdad los odian y no ha faltado el que me diga que los gatos son mascotas dañinas que "utilizan" a los humanos como juguete y no viceversa. Esa vez yo me rei, es cierto la personalidad gatuna es así, juegan contigo, te acompañan, haces que te encariñes y a la menor muestra de aburrimiento ellos son los que te dejan y no lo contrario. Me encantan los gatos, sus grandes ojos claros, su boca pequeña, su narizita rosada, su agilidad y la ternura de su ronroneo cuando duermen en tus piernas, como si no fueran capaces de usar esas mismas garritas filudas para herirte mas tarde.


Jamás tuve un gato real, todos los que tuve fueron imaginarios. A veces pienso que jamás podré tener un gato como mascota, porque no podé dedicarle el tiempo suficiente, pero ya he pasado mi amor por los gatos a las personas que conozco, incluido mi sobrino de 9 años, que cada que puede lleva un gatito chusco a casa para alimentar y desparasitar por unos meses, que luego desaparece por arte de magia igual que nuestra tortuga.

En vacaciones fui a la casa huerta. Todo estaba diferente, el guayabo había desaparecido y las flores silvestres lo llenaban todo como un jardín salvaje. La palmera había crecido y la canaleta central estaba semidestruida. Cuando me acerqué a la buganvilla de la pared trasera un ruido de hojas secas me hizo asustar al pensar que podía ser una rata. Grande fue mi sorpresa cuando vi a La Flecha aparecer con su caparazón enorme debajo de las flores moradas. En 10 años había crecido casi el triple de cuando la vimos por primera vez, ahora parecía un reptil prehistórico, aunque sus ojos conservaban la tristeza de no haber podido compartir la vida con un compañero. Una mirada acusadora que me llenó de culpa.

A veces pienso que con mis gatos imaginarios ocurrirá lo mismo. Que aparecerán un día en el patio maullando y diciéndome que todo está bien. Que estuvieron en el vecindario cada vez que regresaba a casa abatida y con ganas de llorar. Que estuvieron en las vitrinas haciendome hola con la garrita izquierda cuando pasaba de la mano de un nuevo amor, o que me hacian guiños en la noche cuando no podia dormir pensando que sería de mi.
Mientras tanto, solo puedo escribir cuentos relacionados con gatos como el último sobre el pequeño Plutarco, para mostrárselos a mis amigos más cercanos, esperando que esta vez nadie se burle. Que ésta vez alguien maulle conmigo y me haga sentir que no estoy sola en esto de saltar de techo en techo en busca de una canastita tibia y una bola de estambre. Porque todos tenemos nuestras manías y la mía ha sido vivir como un gato.

Miau.

martes, julio 18, 2006

Fantasías y Besos de Moza

-Desea un beso señorita?

La propuesta del vendedor me deja estática. Luego comprendo que se trata de ese bombón de chocolate delgado cubriendo un interior níveo de merengue sobra una galleta de vainilla.
Esa golosina que se vende con el nombre de Beso de Moza. Acepto el chocolate y me voy caminando a casa. Son tan efímeros los pequeños placeres.

Pongo el beso en la boca y siento como si me hubiera puesto un chupón gigante, decido no romper su delgada envoltura de chocolate, solo lamerla, como si de verdad fuera un beso.
Me llena de sensualidad saborear ese bombón, comienzo a pensar en el origen de su nombre. Casi como besar unos labios de chocolate y una lengua dulce y pura. Eso debe significar lo de Beso de Moza.

Y sigo caminando calle abajo con el día nublado y no me da ganas de volver al departamento, recuerdo el otro en el que vivía de alquiler, en el último piso del edificio, con su azotea propia. Recuerdo esa otra vida que tenía, cuando aun era estudiante y yo también era una moza.
Era un bonito departamento de piso de madera con ventanas por todo lado y un patiecito central para tomar el sol. Lo más chistoso era el enorme ventanal en la pared del baño, era interesante sentarse allí y sentir el sol en la espalda, era casi como estar a la intemperie. Es el primer baño donde no me he sentido prisionera.

Y luego la azotea y su jardín oculto. El propietario del departamento tenia allí sus toneles con tierra traída de no se que valle, en donde sembraba árboles de manzano. Subir a la azotea era internarse en un jardín de árboles frutales y flores varias. Mi única obligación aparte de estudiar era regar el jardín y cuidar los manzanos. A mi me encantaba hacerlo.
Me gustaba pasar horas junto a la azotea viendo los autos pasar pequeños abajo y de vez en cuando soltar chorritos de agua sobre las personas que pasaban.

Pero lo que mas me agradaba de esa casa no era el jardín, era su ducha. Arriba había una habitación de madera construida para la sirvienta inexistente y una ducha con puerta de vidrio. A mi me agradaba bañarme allí, al inicio lo hice porque me agradaba sentir el sol del atardecer sobre mi, pero luego fue por un placer mas íntimo. Yo me bañaba con la puerta abierta.

La azotea era compartida y con un pequeño muro que dividía la mía de los otros inquilinos. Un muro suficientemente alto para que nadie pase, pero también de una altura suficiente como para espiar por allí. Obviamente no había ningún vecino cerca y por eso me permitía esos placeres. Al inicio con vergüenza y timidez. Luego con una antelación y placer contenidos.

Llegaba de la universidad temprano y subía a bañarme allí. A veces a medio día, esa fantasía de ser observada, esa fantasía de exponerse. ¿Quien sabe? A lo mejor era solo que siempre me agradaron los lugares abiertos. Salía sin ropa y me sentaba en la silla de madera a tomar el sol. Era agradable sentir los rayos de sol acariciando cada rincón del cuerpo, entibiando los muslos y el vientre. Cerrar los ojos y abandonarse a ese pequeño placer de tomar el sol sin ropa.

El viento movía las hojas de los árboles de manzano y yo cerraba los ojos sintiéndome tan feliz, allí desnuda, explorándome por primera vez en la azotea desierta, imaginando cientos de ojos y fantasías varias con vecinos enamorados de mi cuerpo aun no tocado por nadie. Lavando el jabón que se escurría lentamente desde los hombors hasta el ombligo, pantorrillas y tobillos.

De vez en cuando pasaba algún helicóptero y yo no abría los ojos, me preguntaba si desde esa altura alguien puede advertir a una moza desnuda en una azotea repleta de árboles de manzano. Yo apenas tenia 20 años y fantaseaba con besos robados y vecinos voyeuristas.

Dejé de hacerlo el día en que regaba las plantas y vi al nuevo vecino revisar la azotea con el contratista. Me llenó de temor que alguien haya tenido la llave del departamento de al lado y me hubiera acompañado en mis baños de sol, todos esos meses en que andaba enamorada de mi misma, tocándome sin tregua.

Me llenó de temor el saberlo, pero también de excitación el solo imaginar que las fantasías habían podido ser ciertas.

Ahora con mi beso de Moza en la mano, caminaba hacia mi casa, sin querer llegar allí con el invierno brumoso en las ventanas. Extraño las tardes soledas y los baños de jabón en la ducha de servicio. Extraño ese jardín oculto de cuando aun era una virgen soñadora.
Me preguntó que será de ese apartamento, que serán de los manzanos, del vecino imaginario de mis fantasías de chica. Entonces saboreo una vez mas el bombón de chocolate que tengo en la mano y decido darle un mordisco que rompa su delicada corteza café.

-Señorita, ¿desea un beso?- retumba aun en mi cabeza

Yo me imagino sin ropa en la azotea soleada, secando mi cuerpo mojado al atardecer, los cabellos sobre los hombros, los muslos juntos ocultando una timidez que tambien quiere ser desterrada con la ropa, imagino el sabor del chocolate suave entrando como un chupón dulce en mi boca y respondo que Si.

Si señor, yo si deseo ese beso.

lunes, julio 17, 2006

Cuando los angelitos se van

Siempre quise ser como ella, tener esos 10 cm. más de talla y esos ojos bonitos o su boca pequeña. Las fotografías en las que siempre sale fotogénica, su ropa, las cosas que ha vivido. Su familia, lo que ha logrado. Yo siempre quise ser como ella, pienso cuando la veo entrar sonriente a casa.

Ella está contenta, ya le quitaron un peso de encima dice. A mi me agria el desayuno saberlo. Preferiría no haberme enterado nunca, pensar que hace solo unas semanas levanté el teléfono y ella estaba llorando desconsolada

-“estoy embarazada- dijo- ayúdame”

Yo me quedé fría, me imaginé todas las consecuencias de eso en su vida. De hecho le volvería la depresión, incluso la reactivación de sus otros males sicosomáticos. Lo único que le pude decir es que se calmara que lo que tenia en el vientre era un angelito creciendo, que tenía que ser fuerte, etc. de cosas que ya ni recuerdo. Ella se calmó un poco, me dijo “esta bien “y luego cortó.

Ella no buscaba mi ayuda como consejera. Imposible que una cría de 26 años le de consejos a alguien 10 años mayor que ha vivido todo lo que ella. Probablemente solo buscaba la salida médica “al problema”, pero yo no podía dársela. Ni aunque admitiera que todas sus razones eran lógicas y comprensibles. No podía admitir eso, en estos años había cambiado, no era la misma niñita de secundaria que cuando sus amigas le decían que estaban embarazadas se asustaba y pensaba “debe existir alguna solución”.
La medicina me había cambiado la visión del nacer y el morir. ¿Cómo explicárselo?

Cuando volví a hablar de eso con ella y me dijo a boca de jarro lo que pretendía hacer, no le hablé de eso. Solo argumenté que ella no lo resistiría. “Te conozco – le dije- no podrás vivir con ese sentimiento de culpa en la cabeza, te volverá la depresión, no es justo para ti, ni para tus otros niños”. Ella volvió a callar, yo me sentía mal por no poder ayudarla.
“solo dime el nombre de algún medicamento” esta vez había perdido la paciencia.
Yo me abstuve, tal vez por miedo. Tal vez porque conociéndola como la conozco, algún día le cambiaría el semblante y me culparía por lo mismo que ella quería hacer ahora. Ella es así, siempre necesita aprobación, siempre busca culpables. Eso hace que sea imposible ayudarla.

Cuando llamó para decir que le habían aplicado dos inyecciones que no sabia como se llamaban y que aun así “no se regularizaba” a mi me entró una especie de náusea.
“¿Qué hago? Ayúdame. Aquí esto es un delito”
Yo solo pedí que se calmara, mientras ese AQUÍ seguía dando vueltas por mi cabeza, rebotando contra las paredes de la conciencia y la ética. Aquí también es delito, solo que aquí, la gente que hace eso solo está unas semanas en prisión y luego la sueltan para seguir matando niños en algún hueco de la ciudad.

Cuando habló de utilizar esos medicamentos que hacen expulsar fetos muertos a las vacas, me asusté. Me parecía increíble que ella, la misma mujer que había rechazado usar la T de cobre o DIU como método anticonceptivo porque era microabortivo, ahora estuviera pensando en acabar con la vida creciente dentro suyo desde hace un par de semanas.

En ese momento solo se me ocurría culpar a la Iglesia, a eso que dicen que "cuidarse con métodos naturales o del ritmo es suficiente" sin saber cual es la realidad. Yo también buscaba culpables, porque no sabía que hacer para ayudarla. Verla desecha llorando, sin saber que haría ahora, sin dinero.
“Mi esposo se arrepintió, quiere tener al niño”.
Definitivamente era una maniobra manipuladora. El mismo había estado de acuerdo y la había convencido y ahora se arrepentía. Ahora la juzgaba, ahora peleaba. Cuando ya nos e podia hacer mucho.
“El doctor me ha dicho que no necesito cirugía, solo son medicamentos, porque solo son células” claro, es lo que dicen todos, para calmar a las mujeres y que lleven a cabo su cometido sin contratiempos. Para que paguen y se vayan contentas sin acusaciones tardías.

Es cierto, aun no está formado, pero yo se que hay vida dentro de esas cientos de células que han ido creciendo este par de semanas. Yo lo se, ella lo sabe. Todo era tan sórdido e incomprensible y yo debo callar para mantenerla calmada, para que no se deprima, yo debo poner cara de que no la juzgo, porque para eso estamos los amigos “para sujetar la mano”

Hoy ella está sonriendo, “aquí” le arreglaron el problema. Toda su cara compungida ha cambiado de ayer a hoy. Ahora solo habla del consultorio de ese doctor del cual no sabe ni el nombre. De su departamento lujoso, de su living con tres alfombras y sus copas de cristal. De la pintura con marcos dorados que llena las paredes del recibidor. Ahora solo habla de eso, como si no hubiera hecho nada.

“la carrera del futuro es la ginecología”- dice muy suelta de huesos. Te harías millonaria- me dice. Me ha cobrado S/.150 por 6 pastillas ¿no es formidable?
Yo le pido que se calle. Me quedo pensando que tan poco cuesta deshacerse de una vida, el costo de un blue jean, de un par de zapatos. Eso vale que ella vuelva a estar contenta y que vuelva a su casa como si nada, a ser la madre perfecta. Me pregunto ¿cuanto vale que “la reparación del daño” sea instrumentada? y hasta que edad gestacional ese “doctor” es capaz de reparar el daño?

Cada uno de eso cuadros en su pared y su departamento con vista maravillosa, han sido construido con miles de ojitos que no vieron la luz, miles de cuerpitos de angelitos a quienes se les arrancó las alas antes de tiempo. Pienso en eso y me asqueo, no puedo terminar de comer el pan que se me queda en la garganta. Cada cimiento de esta ciudad está sobre la vida de inocentes que no pidieron venir al mundo.

“Necesito el nombre de esas pastillas- agrega- si las llevo allá me hago millonaria ¿sabes cuantas mujeres están desesperadas por no perder a su marido, a su trabajo, a su vida? Y yo tengo la solución aqui, son solo un par de pastillas, si lo hubiera sabido antes!"
Entonces estallo y le grito todo lo que tengo atracado en la garganta junto a la miga del pan y el café. He soportado demasiado, solo para que no se deprima, para que no se sienta culpable, para que todo esté normal. La miro, yo siempre quise ser como ella y ahora estoy aquí gritándole mi indignación sin que ella se inmute.
“Hace meses no querías usar una T de cobre y me juzgabas por aconsejarla a mis pacientes porque decía que era micro abortiva y ahora quieres conseguir pastillas? hablas de una vida como si solo fuera cuestión de dinero y decisión, no te das cuenta? ¿Es que acaso no piensas?

Ella se queda en el medio de la sala con una cara de burla ante mi reacción de niña tonta.

Ahora yo estoy deprimida y ella está contenta. Pienso en ese temor oculto que yo tengo de jamás convertirme en madre y ella en cambio tan fértil, tan linda y eso no le importa nada.
Prefiere “acabar con el problema” y seguir viviendo como si no pasara nada.

No me hace caso, se va murmurando al baño “tengo que hablar con Shila, ella me va a conseguir ese frasquito”
Shila es su prima farmacéutica, seguro se lo va a conseguir. A ese frasquito de pastillas hexagonales que pueden solucionar embarazos no deseados. Seguro va a seguir actuando como a ella le da la gana. ¿Quien carajo le hace caso a una mocosa de 26 años, que siendo médico no trabaja en lo que de verdad da plata?
Ella se burla de mis prejuicios tontos, de mi ética que no ayuda a vivir a nadie. Ella ahora está contenta y yo me quedo aquí, deprimida, impotente. Asqueada.

Un angelito acaba de volar al cielo, sin saber de que color es el mundo real. Y yo no he podido hacer nada. Porque "aquí" no se puede hacer absolutamente nada.


viernes, julio 14, 2006

Los Regalos

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Yo he vivido corriendo por las escaleras en busca de regalos que no eran míos. Me he parado frente a vitrinas con cajas que no tenían mi nombre, llenos de listones rojos, de papeles brillantes, dentro de bolsas de papel llenas con popurrí de flores secas.

Yo he corrido tras obsequios que eran para otros y que por un breve momento he pensado eran para mi. Todos ellos, cada uno, cada fecha en la que había algo por regalar he creído que esos regalos llevaban mi nombre.

Y he visto canciones, poemas, dibujos. Fotos a color y blanco y negro; pinturas, desnudos y óleos; he visto todo eso que se regala cuando se ama pero nada era para mi, nada llevaba mi nombre.

He tenido que robarlos algunas veces y devolverlos de inmediato al comprender que eran para otra, para alguna otra, de las tantas que viven en la mente de los hombres.

De esas que navegan desnudas y evanescentes en las tardes soporosas; de esas que escriben veloces con la cabeza enmarañada ante pantallas luminosas; de esas mujeres que no son pero alguna vez han sido y se quedan como un recuerdo intangible al que es imposible desterrar del todo.

He tocado esos obsequios con dedos temblorosos, con tímidos ojos. Huyendo si alguien me veía envidiarlos. Ocultando mi rostro para que nadie notara que he deseado los regalos que eran para otras.

Y me he inventado un universo lúdico en donde una escoba puede ser voladora y un dragón echar fuego. Donde los peces pueden hablarme arameo y yo llegar a entenderlos. He inventado de los trozos astillados de la cruz de algún otro, carros de madera con ruedas hechas con chapas de gaseosa.
Y he construido cometas gigantescas creyendo que podía volar en ellas.
Doblando mis propios poemas como barquitos de papel para alejarme remando, soñando con soldaditos de plomo y regalos que nadie mas podría quitarme.

Porque yo he vivido haciendo obsequios míos con las sobras de los otros.

Y yo he vivido soñando, sin embargo, que algún regalo que fuera de amor era al fin para mi, sin equivocaciones. Y he corrido por las escaleras, pero jamás ningún cartero llamó a mi puerta para dejar algo que tuviera mi nombre, así como jamás algo de lo que quise fue mío. Ni nada se me entregó sin previa lucha.

Pero hace varios días que me siento serena y que he dejado de correr por las escaleras, esperando carteros que no llegan ni postales de otra parte. Yo he dejado de caminar presurosa y he cerrado los ojos… para tropezar con él.

Con ese obsequio que aun no se ni como abrirlo, ni como romper el papel que lo cubre o atreverme a sacar la cinta que lo envuelve. Yo no se, que hacer ahora que por fin el obsequio es mío y ese “te quiero” lleva mi nombre.
Porque yo no se hacer nada mas que sonreír y sonreír, esperando que alguien venga y me despierte.
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“Y yo me recosté en sus piernas , me arropé con un te quiero y en esa ida y venida de la realidad al sueño, supe que por fin era cierto”
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***Oleo/Robles

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....