sábado, septiembre 09, 2006

Chirimoya(2)

-¿ Por qué tienes que salir con esa clase de tarados?

Yo me río ante su pregunta, parece que fuera mi culpa cruzarme con puro hombre que él califica de tarado.

-Si, pues. deberíamos salir juntos , no? Creo que me reiría mas.

El se ríe, me agrda cuando rie. las luces están apagadas y yo siento su voz muy cerca a mi oido. Su respiración perlando mi tímpano con esas palabras que le salen cariñosas casi sin proponérselo. Me agrada oirlo y pasar tiempo con él, cuando todos se han ido a dormir.

-Tu voz se oye cansada- le susurro.
-Dentro de una hora habré pasado 24 horas sin dormir...

Me apena el saberlo. Pero no quiero que se vaya. Me agrada esa complicidad que surge cuando las luces están apagadas y los ruidos son quedos. El ambiente es perfecto, aun tengo a los Nacha Pop sonando en mis oídos. Solo falta el helado de chirimoya y todo sería felicidad.

-Me muero de sueño, pero me agrada oirte cuando ries. Podría pasarme la noche entera con los ojos cerrados oyendo tu risa.

Yo vuelvo a reir, a veces se le oye tan cercano. Es una lástima que se vaya de vacaciones. Casi me he acostumbrado a oirlo con la modorra de la madrugada, hablar de tonteras conmigo, haciendome feliz con sus ocurrencias. Hace mucho que nadie lograba hacerme reir de la nada.

- Me tengo que ir- le digo mientras me levanto y enciendo las luces- Me duele todo el cuerpo.
-Si, lo sé... ¿Una mierda que vivamos tan lejos, no?
-Si, pero al menos tu te vas con ella de vacaciones. Para el sábado ya te habrás olvidado quien soy.

El silencio vuelve a reinar en la noche. La verdad suena cruda, no debería decirse. Al fin y al cabo hemos estado viviendo en sueños. Mejor me callo, por un momento he sentido celos de ella, celos tontos, claro. Pero no debo dejar que se me noten. No tiene caso.

-Imposible olvidarte, han sido dos días perfectos- me dice bajito antes de que yo cierre su ventanita del computador.

-Si...dos días maravillosos- murmuro, mientras me quito los audífonos y me voy de regreso a mi cama.
Desearia dormir con él. Se que no hariamos nada. Desearia poder dormirme oyendo su voz ¿ es mucho pedir? Pero ya se ha ido y yo debo volver a la realidad.

Solo un grillo se oye afuera y la madrugada me quita los sueños, para que pueda dormir tranquila.

Necesito un helado con urgencia- pienso con cierta melancolía...cualquiera diría que acabo de hacer el amor, me rio para mis adentros mientras caigo desnuda de vuelta a la cama.

jueves, septiembre 07, 2006

Como una Mujer Cualquiera

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Hay días en que me siento atractiva. Descaradamente atractiva. Paso por los escaparates, las vitrinas, los vidrios en las ventanas y me veo bella. Me siento bien.

Pero hay otros días- que son los mas- en que me siento irremediablemente fea. Durante esos días no paso por escaparates, ni me veo al espejo. Camino rápido hacia ninguna parte o voy a paso lento, como si el día pudiera esperar por mí. En esos días no me deprimo ni nada, no me detengo a observarme. Llego a entender el que nadie voltee a mirar, debido a mi atuendo deportivo, a la cola despeinada, a la falta de maquillaje.
Esos días no me siento mal, por no verme bien. Es mas, me siento cómoda.

Me dejo de sentir cómoda si me cruzo con alguien que vaya perfumado y listo y encima me conozca. Mas en ese momento pienso: "Es por este disfraz de chica casera, por el disfraz deportivo. No tengo de que preocuparme"

Disfruto sorprendiendo a la gente. Cambiándome de disfraz. Es gracioso cambiar de cara.

Los días en que me siento atractiva veo mi imagen reflejada en los escaparates y camino segura. Destila de mí, ese poder pasajero que da el sentirse apreciada por las miradas de otros. Mas aun, ese poder de sentirse segura sobre los tacones altos, bajo el rimel en las pestañas, debajo del cabello arreglado. Puede ser que nadie desee mirarte, siempre es una posibilidad. Pero una mujer adecuadamente arreglada tiene el poder de hacer que la miren. No es belleza. Es seguridad.

Los pasadizos entre las tiendas se extienden entonces como pasarelas vacías y puedes notar las miradas de los hombres adultos, de los esposos maduros, de los novios jóvenes. Esa mirada fugitiva del hombre atado. Una mirada que huye del círculo invisible que lo une a su pareja o su familia. Y esa mirada es recibida entonces. Algunas veces agradecida. Puede ser una sonrisa. Una mirada en contragolpe. Algo que les haga saber que valió la pena la escenita de celos de la novia o de la esposa.

Las mujeres somos crueles carceleras de nuestros afectos y defectos para con el hombre que amamos. Es la mirada de una mujer celosa un hierro candente, un látigo mojado. Una señal de alerta para alejar a otras mujeres. Yo me alejo, sigo caminando.
La mayoría almuerzo y compro sola. Me quedo mirando la gente que pasa acompañada. la gente camina en grupos o en pareja y la gente que va sola teme saludar o hablar mas de la cuenta.
Entonces siento el rechazo.

Hablo del rechazo como ese evento desafortunado que hace que un hombre te pueda mirar por horas sin dirigirte la palabra. Que almuercen frente a frente y te mire mientras comes, mientras bebes y no se acerque nunca. Hablo del rechazo en la cola del cine, cuando el tipo de adelante te ve como animal raro y no se atreva a hablarte. De esa mirada que lame tu exterior perfumado a metros de distancia, pero jamás se atreve a preguntar tu nombre.

Esa es una sensación que se vive como rechazo. Entonces no hay nada que calme ese dolorcillo en el pecho. Esa indignación de ser ignorada no por falta de belleza, sino por falta de decisión.
Porque esta vez no es el problema la falta de maquillaje, la ropa deportiva, el usar zapatillas hondas. No es que hayas caminado mirando a las puntas de los pies sin dirigirle la mirada a nadie. Que te hayas ocultado bajo un aspecto antisocial de gafas grandes y gesto serio.
Ese ya no es el problema.

En un momento determinado el problema ya no es una, sino ellos. Eso es rechazo.

Y llego a casa fatigada de haberme vestido para los escaparates, para los reflejos en las vitrinas. Para ver mi cara en la vajilla reluciente. Llego a casa fatigada de haber caminado sola. Pero como soy tan mujer, tan segura, tan atractiva, la gente piensa que confesar el que necesito a alguien es sinónimo de debilidad. De falta de amor propio.

¿Por qué no confesarme mientras puedo hacerlo? Yo no quiero callar como los hombres que me miran de lejos y no me preguntan mi nombre. Que el silencio sea para guardar secretos importantes, cosas que puedas leerlas en la mirada. Las cosas simples deben decirse.

Y que más simple que decir que a veces solo siento como una mujer cualquiera y desearia que el hombre que calla pueda atreverse a preguntar mi nombre y saber si esta noche ceno sola.

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*
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Imagen de Antonio Blanca.

miércoles, septiembre 06, 2006

Maracuyá (1)

-Pero ¿que dices Laura? ¿cómo que no eres feliz? Eres graciosa, inteligente, atractiva, escribes, bailas, pintas...
-Como si saberlo solucionara mis problemas...
Luego de decir eso la charla continuó en silencio. Solo la cucharilla tocando el plato a la mitad.
-Entonces, debes ir al médico. Hacerte ver. Salir de viaje, hacer mas compras.
¿Cómo es posible que no puedas ser feliz con lo que tienes? Eso debe ser depresión.
Yo sonreí pensando que este hombre me debía estar viendo ahora como un fantasma que jamás ha sonreido. ¿Cómo explicarle a alguien que soy feliz comiendo ese postre de maracuyá? ¿Leyendo a solas entre clases? ¿caminando descalza? Como explico a este hombre que nada de lo que tengo es suficiente...pero esos pequeños momentos me dan felicidad por días.
Me dejan viviendo en esperanza...
"...Tus besos son tímidos... como de niña traviesa..."
Suena desde el fondo del salón y yo me quedo absorta en la canción que parece hecha para mí.
La ciudad se extiende indolente bajo mis pies. A lo mejor yo también soy un personaje en busca de autor.

martes, septiembre 05, 2006

Lluvia a pleno verano

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Es curioso como aquí a veces llueve a pleno verano. Era Febrero y yo estudiaba francés por las mañanas y medicina por las tardes. Estudiaba rabiosamente para lograr la ansiada residencia, pero no me atrevía a dejar mi lengua favorita solo por la medicina. Siempre había dejado de hacer cosas a favor de mi carrera. Al terminar la universidad me sentía la típica ignorante que solo sabe de lo que ha estudiado en la universidad e ignora el resto de cosas que suceden en el mundo.

Era febrero y yo comía a solas en un restaurante parrillero, para no tener que almorzar sola en casa. Recuerdo que ese viernes me levanté sintiéndome especial, me lavé el cabello con el shampoo frutado, me puse la crema de coco en todo el cuerpo, el perfume que ya no usaba y la falda y suéter color beige. Incluso me puse las botas altas que solo usaba para caminar de brazo de alguien. ¡Era tan difícil caminar con esas botas puntudas!

Terminada las clases de francés, me fui al restaurant completamente enamorada de mi misma a almorzar sola y soñar con el destino. Era febrero y yo vivía ilusionada pensando que ese año me cambiaría la suerte. Incluso mi aspecto había cambiado y ahora llevaba rulos rojizos que alternaban con mis usuales cabellos color negro.
El día era precioso de soleado y yo me sentía feliz. Probablemente era la única joven que almorzaba sola en ese lugar vestida no como las demás tías, sino como toda una “señorita”. Sin embargo, a mitad del almuerzo el clima cambió de repente y tuvieron que cerrar todas las ventanas y prender los farolitos que colgaban en las paredes. Había empezado a llover afuera y el día se tornó oscuro solo en minutos.
Yo maldije mi suerte, por haber salido con falda y suéter tan delgado sabiendo que los días anteriores habían sido tan crudos. Me dejé llevar por la sensación de calor y ahora sufriría las consecuencias. Las calles se volvían resbalosas con la lluvia y aunque mi casa quedaba cerca, las botas eran un impedimento para cualquier caminata.

Cuando bajé a la calle, era una cortina de agua cayendo por la ciudad triste y de cielo oscuro. Ningún taxi desocupado. Las mujeres abordaban sus autos del brazo de sus esposos; y yo estaba allí con las rodillas congeladas y la falda beige mojada sin ninguna cornisa en donde protegerme.

Supongo que era la única tonta que había salido vestida así en toda la ciudad. Podía sentir las miradas de “te lo mereces” que tenían las mujeres desde el interior de sus autos. Yo solo me abrazaba a mi misma con los libros de idiomas y esperaba un taxi que me llevara a casa. Me sentía toda una rareza allí, con el cabello mojado y los lentes empañados, que trataba de limpiar cada 5 minutos.
Pero de pronto, yo lo vi.

Si en esa calle vacía había alguien más raro que yo, ese era él. Venia caminando a toda prisa y su cara era tan pálida y blanca que parecía un mimo, traía puesta una polera de capucha negra y estaba cantando. Cantaba alto como si nadie se diera cuenta. Pero yo si lo oí. Pensé que llevaba audífonos, que cantaba en voz alta sin darse cuenta. Pero no.
Era obvio que disfrutaba ir por la calle con esos trancos largos y las manos en los bolsillos de la polera. Cantando alto, pues sabia que nadie caminaba ya por las calles, excepto yo. La mujer bajo la lluvia, con las rodillas heladas y el cabello chorreando.


El también me vio. Imposible no verme. Vestía de beige a mitad de un día oscuro, hecha una sopa de cabellos y ropa mojada.

Mientras intentaba parar un taxi lo seguía mirando y él a mí, en esa sensación extraña de que no existe nada mas en el mundo, excepto el golpe de la lluvia hiriendo la calle y esa voz melancólica cantando una canción de la cual no recuerdo nada, mas que sus labios vocalizando la palabra “sola”.

Al pasar por mi lado casi se detuvo, por un momento pensé que nos conocíamos, que era algún compañero de colegio. Pero no. Era un completo desconocido de cara pálida que no dejó de cantar ni aun cuando estuvimos solo a centímetros mirándonos en la misma vereda. Siguió su camino y yo me giré a verlo, el también lo hizo. No sonreíamos ni nada, era una sensación casi de perplejidad. Dos desconocidos en un mundo por demás extraño. Antes de llegar a la esquina volteó tres veces mas y las tres veces yo le sostuve la mirada.

Tenia ganas de irme caminando a la casa, de ir por su misma vereda. De rozar nuevamente con él. De volver a cruzarnos.

Porque dos personas que van de camino a casa, se encuentran siempre en algún momento, aunque no quieran hacerlo.

Tenia electricidad en la piel, la boca seca, el temblor en las rodillas. Por un momento sentí que era él, ese presentimiento que me había despertado por la mañana. Cuando di el primer paso para caminar calle abajo, el único taxi vacío de la ciudad me ofreció llevarme. Yo me quedé dudando. Si lo tomaba, llegaría a casa sana y salva. Si no lo tomaba, no volvería a pasar otro en horas y tal vez a mi paso y con esas botas altas resbalaría antes de alcanzar al chico de la cara pálida. Dude en hacerlo, pero el chico ya había desaparecido.

Con algo de tristeza tomé el taxi y comencé a ver por la ventana como el agua cubría de pronto la ciudad y desaparecía a las personas de las calles. Es una sensación extraña, ir dentro del auto tibio mientras la ciudad se moja afuera. Gotean los techos, cierran las puertas, la gente desaparece. Se hace más evidente que la ciudad no es mas que un pozo de lagrimas.

Pero en la esquina y junto a un poste estaba él, parado como si buscara a alguien. Tal vez el también me buscaba. Estaba en la esquina mirando para atrás al lugar donde nos habíamos cruzado y yo pasaba pegada mi nariz a la ventana, vaporizando el vidrio con mi aliento aun tibio. No me vio. Y yo lo seguí mirando hasta que el taxi se perdió entre otros autos. La ultima imagen que tengo del joven desconocido, es su cara pálida y su ropa empapada, buscando con ojos curiosos a una completa extraña, que vestía de beige.

A veces pienso que el motivo para empezar bien ese día, fue él. Como si hubiera sido un encuentro planeado desde mucho antes y que yo falle. El destino te pone trampas y tu decides o no caer en ellas. A lo mejor si no hubiera cogido el taxi, a lo mejor si hubiera caminado más rápido... A lo mejor si no dejaba pasar la oportunidad de que me encuentren. Tal vez fuera una señal. ¿ Por que puede haber algo más extraordinario que ver lluvia a pleno verano? Tal vez solo el que el mundo se oculte para que se hallen dos completos extraños.

lunes, septiembre 04, 2006

Mantenimiento Cero

No puedo creer que lo haya hecho. Que haya comprado un sosten de 70 lucas solo por desesperacion. Jure no volver a gastar tanto en prendas tan pequeñas, menos si no se las voy a mostrar a alguien. Pero heme aqui gastando de bueno. No hay sosten que aguante y yo ya me canse de andar con poleras anchas

La culpa la tienen las vendedoras que traen los sostenes baratos para las chicas planas y los otros los venden como si fueran joyas. Yo he comprado el mas barato de sus especie. Pero aun asi me ha dolido. En momentos como este desearia tenre un marido que me compre la ropa interior.

En la cola para pagar, por ejemplo. Habia un tipo de 22 años comprando calzones para su novia. Cuando me vio pagar el monto se me quedo viendo con cara de:

>>>Por mujeres como tu mueren los niños en Africa...

Yo voltee y me lo quede viendo con cara de

>>>Acaso quieres que vaya a drles de lactar a todos esos niños?

No, pues. No es mi culpa que mi madre nos haya heredado una pechuga de mantenimiento tan costoso.

Preferiria yo tambien, andar mostrando las costillas y no tener que andar tapandome de los tipos que andan fastidiando por todo lado. No entiendo, yo no tengo novio, pero cuando camino por la calle no ando con la mirada fija en el pantalon de los tipos. Ni aun en mi peor temporada en celo me interesa ver el cuerpo de un hombre. Por que? Pues por que es feo. No es timidez. Solo que no me anima un pito andar viendo de que tamaño o forma es. NO ME INTERESA.

Pero yo? desde que he salido de la tienda he tenido que soportar a tres tipos molestando. el ultimo de los cuales incluso quiso rozarme. Acaso fue en la calle? Fue en Falabella, a media tienda! Me jode esto.

Me jode tenre que comprar un sosten caro que no puedo mostrar. Tener unso pechos grandes que debo tapar. Y una billetera que no deja de gotear.

En ocasiones como esta, envidio a las mujeres de pectum excavatum. Creo que los sostenes con esponja los venden al mayoreo y los regalan por cada lata de atun. Y pensar que hasta escribi un post enorgulleciendome de la agonia de moldear los pechos.
A este paso voy a terminar vendandomelos. Es mas beneficioso ir por el mundo como hombre para que aprecien lo que piensas y no como una mujer a la que no le miran a la cara, sino 20 cm. mas abajo.

Y si, el brassiere luce divino, pero ese no es el punto.

Un par de tetas de mantenimiento cero, es mucho pedir?

domingo, septiembre 03, 2006

En Ruta

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La tarde es fría, te pediría que me dejes sentar en tu regazo y me acaricies el cabello, pero ya es tarde.

Solo queda el polvo mágico de los recuerdos que no fueron, de esas ilusiones de un futuro juntos. De algún futuro. Pero creo que ya es tarde.

Quiero sentarme en la cornisa de tus sueños y balancear mis piernas hasta sentir que me resbalo, que estoy a punto de caer, que siento miedo. Quiero volver a sentir miedo de tu olvido, para ver si así, yo vuelvo a quererte como antes. A tener deseo de tu cuerpo. De aferrarme a esa epidermis olorosa mojada en mi recuerdo.

La tarde es fría. Como quisiera sentirme acogida sobre tus piernas, anudarme en tu ombligo y deshacerme, de todas las tragedias de juguete, de toda parte de mi que haya nutrido al mundo de los que ya no sueñan. Volver a ser pura, destilarme en cada poro y papila de tu vida. Deshacerme en los sabores que ya conoces. Esos sabores que componen mi cuerpo en tu memoria. Volver a ser simplemnte.

Más… ya es tarde.

Saldré a caminar tras el rastro de los pasteles hechos en casa, de ese vaho a felicidad que me traen las fragancias conocidas. Saldré con la melodía que me regala este presente algo frágil, que construyo de a pocos con fragmentos de galletas, miel y ralladura de limones amargos. Un presente que no está listo para ser comido, por aquel que ya no cree. Un presente dulce y esponjoso para el que se arriesga y cierra los ojos.

Es tarde para todo, mas no para mi misma.

Yo saldré a caminar escarchada, del azúcar de los sueños. Glaceada de toda esperanza y sonriente. Mi futuro apenas puedo vislumbrarlo, no comeré de él aun, para no caer en el hartazgo del que se alimenta de las cosas invisibles, de los manjares perfectos que me ofrece la gente como tu y el resto.

Sin embargo, mi presente lo preparo a cada paso, con pétalos de flores y esencia de vainilla. Lentamente y sin prisa, probando solo cucharadas que puedan provocarme seguir caminando por la casa vacía, con los dedos goteando del postre que no está terminado.

Ojalá un día vuelvas a soñar de mi mano, para probar del azúcar de los sueños.
Mientras tanto, creo que para ti ya es tarde, aunque para mi sea demasiado temprano.

*
*

sábado, septiembre 02, 2006

Pláticas intimistas

Free Image Hosting at allyoucanupload.com No ha sido fácil escribir estos días. Tampoco difícil, en verdad solo he preferido no hacerlo. Comenzaba a escribir y hablaba sobre mi, como si de pronto fuera una necesidad el hacerlo, el escribir sobre mi. Como si de pronto volviera al inicio.

Apenas he podido iniciar algunos e- mails y los he terminado dos párrafos después. Ya no las largas cartas de antaño, ya no hablar sobre mí. Necesitaba descansar de mi misma. No saber. Y he permanecido horas frente a un monitor, solo oyendo música, solo leyendo música, solo sintiendo música. Como si nada mas debiera incomodarme o importunarme.

Y las historias se han perdido. Todos los inicios de historia los he guardado, pero no he podido llegar al final. No es fatiga mental, a lo mejor solo es falta de amor. Amor por esos personajes que estos días han dejado de tocar a mi puerta y me han dejado dormir sin sueños. Solo me he quedado yo, rebrotando todas mis inquietudes a través de canciones. La música es la única medicina que no me engaña y que no me cuesta trabajo tomar.

Cada canción me ha recordado lo que era, en el momento en que lo fui. Sin alteraciones, sin el filtro que uno le pone a los recuerdos, haciéndolos mas bonitos, viéndose mas segura. La música ha sido el fluido corriendo en los intersticios de todos mis recuerdos. De todas las imágenes que llevo no en la cabeza, sino bajo la piel. Imposible mentirme, cuando oigo música, los sentimientos brotan sanos, incorruptos, prístinos. Siento que soy yo.

Todo lo que hago es para encontrarme de nuevo. Parece un trabajo fácil, pero no lo es. La parte mas difícil fue reconocer que ya no era yo. Ahora era una mujer que gustaba de pasteles de ciruela y escuchar zamba mientras se bañaba a solas. Ahora había dejado de ser la niña y era una mujer. Una mujer que por supuesto no me gustaba a mi misma, pero contra la que debía dejar de luchar, el resto del camino es difícil de contarlo. Aun sigo en él. Mi página en blanco es la baldosa olvidada en mi largo camino. Hoy la piso sin resbalar, mañana, probablemente solo repose en ella.

Una página en blanco, eso es cada día para mi. La voy escribiendo con lo que llevo dentro, a veces son demasiados recuerdos. Demasiados anhelos, solo soy yo y mis confesiones a mi misma. A veces solo quisiera ocultarme, pero no puedo. Debe ser ese el origen de esos sueños en que camino desnuda por delante de la gente y no tengo el valor para taparme, como si hacerlo fuera algo hipócrita. Como si dejando de mostrarme fuera igual que todos ellos, los que miran con curiosidad, con deseo, muchas veces fingiendo que no miran. En el sueño me lastima mostrarme, pero lo sigo haciendo. No es masoquismo, es mas bien orgullo. Como decir: Yo puedo.

Y vaya que puedo…

Este tiempo solo he ido probándome a mi misma, cuanto puedo resistir, cuanto mas. Buscando el preciado equilibrio, ser honesta conmigo misma. No mentirme, pero debo estar alerta. Los seres humanos siempre nos mentimos y cuando descubro que he caído en engaño rectifico camino, busco de nuevo el punto medio. Pero me es tan difícil. Soy una persona que vive naturalmente en los extremos, incluso dedicar mi vida a buscar el equilibrio es ya una medida extremista.
El verdadero punto medio sería olvidar eso, olvidarme de todo y seguir viviendo, pero no puedo. El camino me hace ver que mi mayor angustia es mentirme. Como si para ganarme el derecho de piso, debiera decir siempre la verdad. Mostrarme.

Y decir que me siento buena o mala, a veces peor. Bella o fea, a veces ni eso. Que me siento mas y menos y a veces nadie. Que debo decirlo, para buscar mi propia aceptación. Quererme, antes de que me quieran. Ese es el camino mas difícil. Cualquiera podría enamorarse de mi, al fin y al cabo soy mujer. No faltará alguien que piense que puede quererme. Ese no es el problema. Necesito Mostar todos los pétalos, aunque sea una labor imposible. Para no sentir que me miento, que estoy ocultando algo. Para poder darlo todo.

Eso es. Darlo todo.

El proceso sigue en marcha, a veces solo quisiera tener 32 años y haber logrado todo lo material y espiritual que espero. Tener el conocimiento y al experiencia suficiente para iniciar la otra etapa. Crecer todo lo que pueda como mujer para poder dedicarme a ser la esposa, madre y ser humano que espero. Ubicarme en 5 años mas y no tener que andar el camino. Ubicarme en el primer día del próximo año y sonreír porque acabó este periodo de aprendizaje interior. Que resistí todo los eventos y estoy de nuevo en pie sobre mis guerras perdidas, lista para hacerle frente a la vida. Dormirme hoy y despertar en el primer día de mi nueva vida.

Pero no se puede disfrutar del viento que sopla en la cima, si no se ha perdido el aire en el ascenso; y a mi ¡aun me falta tanto por subir! Cada día es un nuevo reto a mi misma. Buscar el equilibrio, ser honesta, educarme, ejercitarme. Amarme. Esa es la parte complicada, amarme aun sin estar lista, solo como un boceto de la mujer que quiero. Amarme con todos lo errores que cometo, las líneas fuera de cuadro, los borrones. Amarme y dejar que me amen. Esa es la parte complicada.

Es sábado, un poco más de música y lista para salir a caminar.

jueves, agosto 31, 2006

Mis Líneas Privadas

Agosto, 30- 6:03 p.m
*****
Hoy estoy tonta. Hecha una boba. Podría caer al piso de tanta risa, necesitaba escribirlo. ¡Qué tontería! escribir que ando hecha una boba, escribir rápidamente, que me gusta estar viva.

Ay! La vida es tan graciosa, las coincidencias, las frases. Parece que la gente dejara palabras a la mitad del camino para que las cojan otros y hagan en sus líneas laberintos enormes, enormes canciones. Hoy descubrí que no solo es “supongo” mi palabra de manía, sino también “enorme”, siempre digo enorme cuando escribo, cuando hablo. Todo es enorme cuando lo pienso. Cualquiera diría que soy una pequeña hormiguita, una pequeña Laurita, tan, tan shiquitita. Que se esconde en un sombrero y a a veces en un cajón, en las costillas de alguien, ocultándome siempre…como un juego para que me encuentren y al fin me encuentren! Por eso me quedo en silencio, calladita…Mas no puedo contener la risa cuando me imagino encontrada...Dios! Me muero de risa!

Si, he estado risueña. En estos días he escuchado que me decían, esos piropos tontos que reciclan los hombres, de: “Me gustan tus labios, pero me agrada mas tu sonrisa” Y yo no he podido contenerme, ante la frase tan cursi, tan tonta e inesperada. Es que estos días no he podido parar de reír y cada evento se ha concatenado con el otro para que yo esté riendo como una loca. Loquita me ha dicho alguien, mientras jugábamos a hablar de nada y eso me inspiró mas risa, es una risa tierna, no como la que uso cuando me burlo de la gente. No esa mueca de cuando digo algo y espero el contragolpe. La de hoy ha sido risa tonta. Mi ánimo es tonto hoy.

Ay! Cualquiera diría que ando feliz, a lo mejor si. No sé. Estoy en mi semana de estar en celo. Es una joda, me da risa pasar por estas etapas, estar tan eufóricamente sexual que todo me parece digno de ser amado, contemplado, lamido y experimentado. A veces, si lo reflexiono mucho me siento una bitch por pensar esas cosas, pero no pues! No es justo sentirme mal por ser brutalmente estrogénica! Hoy solo me da risa estar nuevamente húmeda sin razón aparente y desear ser devorada, arrasada, mordida, tomada.

Es casi como un juego tonto. El sexo es a veces un juego tonto e inútil, que no está hecho para dar placer a la penetración, sino placer por ese devaneo de los músculos laxos, de la boca abierta, de los dedos crispados arañando la burbuja invisible que nos separa del mundo. Hacer el amor…que bueno, es demasiado bueno…Extraño hacer el amor, me hallo a una dieta obligada de lectura y escritura, sin hombres ni amor de por medio… para volver a hallar el equilibrio nuevamente. Como si me tuviera que cuidar de enamorarme, de sentir, de hacer el amor a gritos cuando necesito hacerlo. Entregarme! Como si no hacerlo me salvara de mi misma...

Pero yo estoy en abstinencia, por eso no salgo a la calle. Cuando estoy así, me guardo en casa, no quiero ver a nadie. Prefiero estar así, inspirada escribiendo. Mas ¡pobre de aquel que se cruce! cuando mi cera se derrite, mi miel se hace líquida, mis fluidos brotan cálidos y diáfanos del centro de mi alma. Pobre de aquel que se cruce. Porque pensara que yo estoy enamorada, que hablo con amor saliendo los poros. Que cuando digo Te deseo es para siempre…Y a lo mejor es cierto. ¡A lo mejor es cierto!


Pero hoy estoy risueña, ahora se que no se debe a nada externo. Debe ser una circunstancia especial que tiene a mis células alteradas, a mis órganos de fiesta, a mis sentidos alerta. Que me tiene completamente sonriente y pura. ¡Si, digo pura! ¿Por que la gente me mira raro? Ninguna mujer es tan pura como cuando quiere entregarse.

Cuando deja de ocultarse y hacer estrategia de conquista perfecta y en cambio solo ríe fácil, como se ríen las putas…no, no, como se ríen las niñas. Esa niñas que son brote de mujer y se ríen sin malicia. Contigo y de ti. Una risa que no es para provocar, es solo risa!

En cambio las putas se venden, tienen un precio para reírse y su mueca es triste.

Mi risa es ahora la de una niña. Con esos ojos brillantes y los labios enamorados de querer experimentar la pasión que brota en cada fibra del cuerpo, en cada hebra de cabello, que permite ser llevada de la mano, cargada a donde sea. Que me hace querer reír y amar sin resistencia. Debe ser la embriaguez del momento, de mi día completamente diáfano, de mi risa completamente pura. Y mi cuerpo totalmente laxo.

Hoy habría salido a tomar unas cervezas contigo, con las zapatillas en la mano, a caminar por al playa , a reírme y tomarme del abdomen, olvidar que la vida se me voltea, me tiene de cabeza, me hace trizas a cada instante. A reírme de mi suerte. De este año tan caótico, que empezó tan mal, joder! tan mal... haciendo el amor en la playa. Llorando para adentro. Huyendo de mi misma, llegando a casa temprano, para que no me pierda totalmente en esas espirales tan fáciles de tomar y tan difíciles de salir.
Encerrándome a escribir alucinada ante un monitor mudo. Para recuperar algo de lo que no ve la gente que me advierte solo como un par de muslos, un par de tetas, un par de ojos.

Este año que empezó tan disonante, enamorada de Cienfuegos, ilusionada, apasionada, creyendo de nuevo en el mundo. Hasta perpetrar ese crimen terrible que es para los depresivos, el querer aceptar la vida de nuevo. Bebértela entera, sentirla pasar por la garganta así sepa amarga. Tomármela entera como una medicina que me devuelva al mundo. Y luego esos meses de estudiar idiomas, de hacer deporte, de escribir a extraños, de estar en la playa, de crear historias que no termino nunca.
De creerme enamorada por segunda vez, pero ésta vez de un tipo sin rostro una imitación feliz de un Eduardo Glez que aun no nacía entero para el Cuento Sucio. Me enamoré del tipo, dos días y una noche. El resto es una mala historia.
Pero el sexo fue tan triste…tan de dos tristes tipos, que se masturban mutuamente para mitigar una soledad que no acaba del todo. Preferiria olvidar, borrar esa noche de mi mente. Pero eso no importa nada, si me regaló esa charla en silencio, mirando el océano iluminandose a medias. Ese dejarme ser y no preguntar como ahora, cada maldito detalle. Como si no entendiera nada. ¿Dónde se fue ese tipo, lo mató la blogósfera? ¿Estaba ya muerto cuando lo conocí? Probablemente ambos lo estábamos ya hace mucho. Y solo hablaron nuestrso espectros.

Solo por esa charla frente al mar a mitad de una noche sin estrellas le perdono todo el mal recuerdo. Todo lo que vino luego. Me quedo solo con esa punta de la caracola. Esa caracola que cuando acerco a mi oído, me dice que el mar está a la mitad del desierto si cierro los ojos y confió lo suficiente en los fantasmas marinos de seres inexistentes.

Y luego la depresión de nuevo, meses nadando para no ahogarme de nuevo en la maldita depresión de ser tan buena chica y ahora ya no ser nada. De ser una médico con futuro y de pronto ya no ser nada. ¡Nada! ¡Que depresión por Dios! Si no tuviera todos esos disfraces de cara bonita, de sonrisa ancha, mis viejos se hubieran dado cuenta. A lo mejor lo supieron, a lo mejor por eso no dijeron nada cuando dije que me iba a México con el Innombrable y ¡bah! una nueva recaída, en el amor que no es amor y sigue siendo. ¡Mierda! Como duele enamorarse!

Y luego toda esa gente enviando correos, poemas, promesas. Luego toda esa gente , una multitud en la que yo no reconocía a nadie y de pronto. Perdida otra vez. Perdida y llevada a rastras a quien sabe donde por esa multitud de gente que dice gustar de lo que escribo, gustar de lo que soy...gustar de lo que ven…¡como si supieran quien soy!

Y perder a Cienfuegos, otra vez y para siempre, cuando pensé que jamás nos dejaríamos del todo, sin saber a donde fue, dejándome con la impresión que solo fue un hechizo de mi mente devastada. ¡Que dolor! Horrible dolor, perderlo nuevamente. Ese Adiós lacónico, ese orgullo marchito. Lo dejé ir y me quedé sola. Porque esta vez ya no tenía la fuerza para insistir en lo que no existe. Una delusión solamente.

Y llegó Julio, fiestas patrias y de nuevo ilusionarme, de nuevo creer, enamorarme sin amor, pero enamorarme. Leer mientras él toma fotos, dormir mientras el se bañaba, soñar mientras él se dormía y verlo convertirse en mejor persona. Verlo sonreír, dejarlo libre. Que buen tipo es él. Si se le hubiera ocurrido enamorarse de alguien como yo, a lo mejor hubiera resultado. Estaba en un momento en que quería dar todo de mi, cambiar, dejar de estar sola. Pero ¡la maldita química! Eso hizo que no funcionara, ya parece mi vida una broma de humor negro.
Estoy que me muero de risa, porque ya me he cansado de escuchar que soy la mujer ideal, que soy un cosmos, un TODO…pero en el momento menos pensado a los hombres les falla la química y a mi la paciencia… Porque, cielo, tu sabes ¡ya no estoy para buscar amor! ¡Es imposible hallarlo cuando se le busca! Yo solo quiero dar y dar …como en esta canción la Nº 53, que suena ahora. Amo ese piano. Fuck! Debí nacer pianista y no cirujano. Debí saber de música y no de letras.
¡Una joda nacer con lo que no nos hará felices nunca!

Oh! My Cat! voy casi dos páginas y escribo embriagada de la honestidad brutal que me echa en cara Diego y El clavo y toda la gente blogger que de pronto y trato mal por solamente ese humor martillo que tengo yo. Ese humor de vendetta que uso a veces.

Ay! Debería ser siempre dulce como cuando ronroneo en la cama. Pero él, mi bufaloso amigo ahora, sabe que yo NO soy tan dura, ni tan ácida, ni tan loca. El sabe que yo no soy Hammer, solo soy YO.
¡Soy un fraude Srta. Martillo! golpeo donde no debo y ronroneo con quien no debo… Una boba la Srta. Martillo, que mala chica es esa, a veces la detesto por escribir mejor que yo y ser mas honesta, mas cara limpia, mas audaz cuando sueña… Debería poner mi nombre real, ese nombre gitanito con tantas letras que cansa escribir en el teclado, ese nombre que ya no le queda a mi cara.

Llevo mil líneas!!! Dios!!!! Que importa! Se que nadie lo leerá , porque es taaaaaan largo, tan estúpido, tan carente de belleza, de ritmo, de métrica, que es insulto para la gente que busca en mi algo de poesía. Y a la vez tan falto de cochinadita, de sexo, de frivolidad, que es un fraude para la gente que viene aquí buscando leer solo cosas Light, cortitas y fáciles de comentar.

Seguro el único que llegó a esta línea es Junio, ¡el insoportable y adorable Junio! que no me deja comentar en venganza. Tan parecido a mi, como diferente. Un día le cambio mi vida de descalabro por la suya. Cambiamos papeles y hago que me paguen por escribir, en vez de pagar esta cuota de felicidad a blogger por poder hacerlo. Por eso un día le acepto esas cervezas que dice trajo de Berlín y nos vamos a reírnos a alguna playa inexistente, de esta proeza que es seguir viva y reír a mitad de toda desgracia.

Reír y hacer el amor con el teclado, creer que cada palabra me humedece, me limpia, me aferra a ese amor por la gente sin rostro, esos seres que ni conozco. Mis otros demonios. Mi yo paseando en las calles vacías de Lima la ciudad caótica y de todas las demás. Todas las que camino y en donde siempre soy foránea. Siempre Laura La Extraña.
¡Que risa el solo pensarlo! Gracias C.M contribuiste a esto hoy.

Voilá. Terminé.
¡Un orgasmo perfecto el poder escribir a solas hoy!


miércoles, agosto 30, 2006

Despertar en un barco

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El día es diáfano y brillante, pero me ha costado trabajo despertar. Me encanta el contacto de las sábanas y dormir llena de almohadas en la cama. Antes mi habitación olía bien, ahora he vuelto a sentirme una huésped en la casa de mis padres.

Cuando decidí volver a irme, quité todas las bolsitas de popurrís que ponía alrededor de la cama y me llevé mis frascos de perfume. Aquí solo dejé la ropa de verano y algunos de los pantalones que solo uso para la casa. Mi habitación ya no huele tan bien, pero al menos se que estoy en casa. Es otra sensación abrir la puerta y sentir el sol cayendo en el balcón, quedarme en la puerta desperezándome hasta que se me ocurra ir al baño.

Cuando me levanto, tengo la sensación de que acabo de salir a la cubierta de un barco. El ala de la casa donde vivo, está separada del resto por un largo balcón donde el sol calienta hasta el mediodía. Antes allí había geranios rojos, que se secaron cuando todas las hijas nos fuimos a vivir lejos y mis abuelos murieron. Creo que mi madre descuidó esa parte de la casa, donde solo comenzaron a habitabar fantasmas. Debió ser triste ver esas habitaciones vacías y soportar los inviernos en que nadie iba a verlos.

Yo a veces volvía y hallaba mi habitación cada vez mas extraña y vacía. Estaban mis muñecas, alguna ropa, zapatos, mi cómoda con ese espejo mágico que podía doblarse en tres partes y al ponerme a la mitad me hacia reproducir en varias otras yo. Pero a esa habitación le seguía faltando yo y mi desorden. Yo ocultándome en el ropero a leer para que pensaran que me había ido de casa. Yo y mis botines nuevos. Yo y todo eso que dejé sin darme cuenta cuando terminé el colegio.

Pero hoy no deseo hablar de recuerdos, algunos son demasiado tristes. Quiero hablar de mi casa con varios balcones como cubierta de barco dando al jardín artificial del primer piso y que hoy amaneció tan soleado, que olvidé que era invierno y que debía cubrirme con ropa gruesa, que debía protegerme del mundo. Esta casa llena de escaleras a un mismo sitio con puertas que se abren a ninguna parte y ventanas a espacios escondidos.

Una casa como laberinto, como decian mis amiguitas. Mi casa, mi única isla a salvo de todos.

Hoy me paré en la puerta de mi habitación con el pijama melón y la cabeza despeinada, e imaginé que si abría los ojos estaría todo el océano frente a mí. Toda esa brisa, esa libertad extraña, que a veces me vuelve presa aquí y sin ganas de volver a irme. Abriría los ojos y estaría navegando en un mar infinito de azul y verdes brillantes en medio de ese silencio ensordecedor que da el mar

Hammer in the island, suele decir A. cuando le digo que volví a casa de mis padres. Sin embargo hoy no me siento en una isla. Sino en un barco, en un hermoso barco de cubiertas vacías para que yo pasee a solas imaginando que el mar está tan cerca como tu recuerdo.

lunes, agosto 28, 2006

Mierd@ Existencialista?

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- Deberías conseguirte una amiga...- me decía alguien
- No deberías contármelo todo...- dijo otro
- Piensas demasiado...- dice mi hermana.

A veces olvido los motivos por los cuales me siento más cómoda escribiendo que hablando con las personas. Es que escribir para mi no solo es ese placer de contar un determinada historia, de inventar un relato, de hacer ironía de algunos momentos comunes, que le ocurre a la gente común.
Escribir es mi forma de escape, para no seguir perdiendo amigos cuando decido contar que es lo que pienso o como es que realmente me siento.
- Tus crisis de existencialismo- las llaman algunos
-Tus fases de persona bipolar-dice otro
-Tus días de premenopausia- comenta mi hermana

Yo pienso demasiado. Vuelvo mil veces sobre los mismo círculos. Repaso la idea original hasta exprimirla de todas sus esquinas y saber el por qué, intentar conocer el por qué de todo.
Esa es mi verdadera vocación, llegar hasta el fin del asunto. Dejar de suponer que la respuesta inicial es la verdadera. Dudar de todo hasta encontrarle el sentido, para poder dormir tranquila y hallar otro problema para resolver. Esa es la única explicación para que haya elegido la medicina como carrera y no las otras. Jamás entendí biología y las teorías sobre doble membrana celular. Mi profesor era demasiado bestia, yo demasiado tonta. El método de enseñanza tan obsoleto, que decidí que a pesar de todo mi asco por la sangre y otros fluidos, yo sería médico, para poder explicar en parte el misterio de la vida, que nadie me podía hacer entender por completo.
-Tu hija debería ser investigadora. mejor si es abogada- decían mis profesores.
-Tu verdadera vocación es el derecho, no la medicina- dice mi viejo.
-Si sigues jugando a la filosofía vas a terminar loca como el tío I.- sentencia mi hermana.

Ahora me alegro haber elegido medicina, pues la visión del dolor y de la materia interna del ser humano la aprendí bien. Mas no el por qué de sus intersticios. Nadie me pudo explicar el misterio de la vida, de las relaciones, de esas cosas abstractas sobre las que yo me preguntaba tanto. Esas son cargas que me siguen pesando.
Cargas que intento descubrir, para hacerlas mas livianas. Y poder dormir en paz.
¿Por que hay gente que puede comer, domir y follar para ser feliz y eso para mi no es suficiente?

Hoy después de hablar de nuevo en círculos, me di cuenta que ya no le podía hacer eso a alguien más. Mis novios no me lo habían soportado, mis amigos habían huido, mi familia prefería ignorarme. Escribir era la única forma de que mi palabra no caiga al vacío, ni mi voz volviera a ser desechada. Ya no me agradan las charlas en vivo.
A diferencia de una charla en tiempo real, el hacer largos monólogos me permite explayarme sin peros, hasta culminar una idea y le permite a mi interlocutor, coger ese pedazo de vida y leerla cuando le plazca, en la madrugada, en la noche, a mitad del almuerzo. Yo no interrumpo a nadie con mis vainas, solo las dejo ahí , para que alguien las lea el momento que quiera sin sentirse importunado por mis reflexiones, a veces depresivas, muchas veces ilógicas.
Solo que me tome cuando desee y me rechace mientras yo no estoy viendo. Como a una mujer normal.

Me agradaban los monólogos, yo me extiendo y hablo sin preocuparme si estoy pareciendo loca, rara, triste o cualquier adjetivo antojadizo de mi ocasional lector. Solo hablo y ya.

Hoy supe que ya no podía contar ni siquiera con los amigos. Ni esperar a tener una pareja para hablarle de todas las cosas que se me ocurren. De todas esas ideas a las que doy vueltas y trato de hallar un razón, relación, reacción… No carajo! Nadie me tendría suficiente paciencia. Porque en general las personas necesitan dar respuestas antes que les digas lo que estás preguntando. Necesitan callarte antes que termines de hablar.
Necesitan decir ¿Cómo estas? Pero como una frase de cortesía,
A nadie le interesa realmente como estoy…ni todo lo que pensé hoy. Empezar a hablarlo sería idiota. A lo mejor solo necesito un psicólogo para decirle todo y ¿quién sabe? a lo mejor también se aburriría. y me miraría como el que ahora me lee con cara ladeada y mueca de no entender una mierda.


Hoy salí a caminar, necesitaba hablar con alguien, pero sabría que nadie me escucharía y que yo ya no podría hacerle eso a nadie. Decirle quiero hablar y abrir la boca para empezar un monólogo que no acaba nunca. Hoy salí a caminar y me sentí tan solita en el mundo, como hace miles de años en que no culpaba al amor o a esos sentimientos tontos, de mi soledad. Solo detectaba mi soledad como esa sensación de tener que hablar para adentro pues nadie resistiría escucharme el tiempo suficiente. De que si abría la boca, parecería la lunática que lee mas de loq ue debería y piensa esas vainas bque todos desean olvidar pra dormir tranquilos.

Salí a caminar, llegué a la iglesia y estaba cerrada. No sabia que cerraran las iglesias. Me dolió el saberlo. Porque en este tiempo en que son tan caros los psiquiatras, deberían dejarle al ser humano común, sentarse en una banca en completo silencio y creer que le puede confesar sus secretos a alguien a quien no interrumpirá demasiado. A un Dios invisible que puede estar en todos lados menos en un templo cerrado con llave y adornado como para un faraón.
La iglesia estaba cerrada y yo, una atea confesa necesitaba hablar y me quedé afuera. Solo estaban abiertos los bares. Seguramente es mejor y socialmente aceptable que un ser humano hable todo lo que piensa cuando está con el cuerpo adormecido, la lengua tiesa y la cara desencajada por el alcohol. Seguramente es mejor decir que tienes por vicio el alcohol, a decir que estás tan sola que necesitas un psicólogo para hablarle de lo que pensaste hoy.


Estoy algo tonta. He caminado varias calles para hallar un ciber/cabina abierta y poder escribir lo que deseo. A lo mejor mañana me lea alguno de mis amigos y me diga que puedo contar con él, pero yo se que no es cierto. Tengo demasiada filosofía en mi cabeza para compartirla con alguien más. Demasiadas idioteces existenciales como diría alguien mas listo, para aburrir a algún amigo de carne y hueso y a todo color durante una charla en tiempo real.


Necesito un maldita lobotomía y dejar de pensar. Necesito ser como cualquiera. Necesito aprender a beber.
- Deberías tomártelo easy- dice alguien.
- Deberías fumarte un batecito hoy- dice otro más.
- Deberías dejar de buscar y dejar que te encuentren- dice otro.
Yo creo que debería dejar de esperar.

La Diseñadora para Muñecas

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Nunca aprendí a usar dedales, a pesar de todo lo que cosía de niña. Me pasé la niñez cosiendo vestidos de muñeca y pinchándome los dedos que poco a poco fueron sangrando menos. Lo que mas me dolía eran los pinchazos por debajo de las uñas, que me dejaban con dolor por varios minutos. Y me hacían probar el dedal, que al final me causaba tal incomodidad que lo terminaba botando.

No sé como empezó mi fanatismo por diseñar vestidos de muñeca. Mis hermanas creen que fue a raíz de tener esa muñeca larguirucha llamada Barbie, a la que le quedaba bien cualquier cosa. Pero yo sigo creyendo que fue desde antes, cuando antes de aprender a dibujar bien ya pintaba vestidos de colores, sombreros y botas. Mis dibujos entonces serían niñas cuadradas con caras de mejillas rosadas y boca roja. Todo el gusto de pintar así, era combinar los colores en el atuendo e imaginar que alguien podría llegar a vestir en la vida real, lo que yo solo imaginaba.

Fue ese el tiempo en que mis padres pensaron que yo sería diseñadora. Al verme cargar para todo lado, mi colección de muñecas y sus vestiditos cosidos a mano, en una maleta roja especial para el caso. Poco a poco los vestidos y accesorios fueron aumentando hasta que la maleta ya no fue suficiente, de pronto, necesité una caja. Una enorme caja de la que debía elegir los atuendos que usarían las muñecas según cada salida.

Vivía tan intensamente en e ese mundo de muñecas, que no escatimaba recursos para hacer todo mas vívido, mas real. Recuerdo que mi madre tenia que ir por las casas de las costureras pidiendo retazos de telas vistosas, para que su hija menor pudiera seguir cosiendo. Las tías sonreían sorprendidas y me regalaban botones pequeños, cierres diminutos, broches, grecas, telas doradas y todo lo que hiciera falta para continuar en mi fantasía de diseñar vestidos de muñeca.

Era la Lauricienta de mi grupo de amigas. Algunas me pedían por favor que cosiera vestidos para sus muñecas, otras eran mas avezadas y me ofrecían dinero, chocolates, etc. Yo solo aceptaba el pago en tela. Les hacia un vestido simplón y me quedaba con el resto de la tela para hacerle un vestido vistoso a mi muñeca, con vuelos, encajes, aplicaciones. Y le agregaba algún sombrero bordado, un par de guantes largos.

Ahora se que vestía a mis virginales muñecas como a hadas de cuento o como cortesanas sin reino. Siempre tan acicaladas, tan perfectamente vestidas como a lo mejor soñaba estar yo cuando creciera. Por supuesto también llegaba a diseñar mi ropa, pero las costureras eran tan tontas que lo hacían todo mal. Solo mi madre sabía exactamente como esperaba que salga el vestido, la blusa o los pantalones cortos, que luego mis amigas preguntaban con curiosidad donde lo había comprado.

Jamás aprendí a coser a máquina. Igual que con la escritura, me sentía mas a gusto con lo que hicieran directamente mis manos, que aquello en lo que interviniera una máquina. Y un día sin pensarlo. Dejé de coser. De diseñar. De creer en los universos de muñecas. Creo que un día simplemente crecí.

Había dejado de coleccionar cosas pequeñas para mi enorme casa de muñecas y había dejado de creer en los diálogos que inventaba para darle vida a mis viejas Barbies. Un día mi cajón de 150 vestidos de Barbie, aparte de zapatos y accesorios, comenzó a mermar. Y lo peor, a mi no me importó. Todo despareció. A veces encontraba en el patio, uno que otro vestido tirado y pisoteado. Mi padre los levantaba y decidía guardarlos. Para cuando tuviera que demostrarles a mis nietos, que un día fui niña y creí en todo eso inanimado en lo que dejamos de creer cuando nos creemos adultos. Que un día tuviera que demostrar que yo soñé y crecí como cualquier mujer.

Pero mi padre, ni mi madre pudieron guardarlos todos. Yo me dejé de ocupar de eso, que en secundaria lo miras como boberías. Dejé que mi casa de muñecas se destruyera, se esparciera entre los trastos del patio. No quise mirar atrás. En la adolescencia me dolían cosas mas intensas que las tragedias de muñecas rotas o de vestidos perdidos. Para la adolescencia me dolía saber que crecí y no llegué a convertirme en la muñeca perfecta en que recreas tu futuro cuando solo eres una niña de 8 años.

Nunca aprendí a usar dedales. A coser a máquina, a diseñar en serio. No llegué a guardar mis muñecas que fueron regaladas a las hijas de las empleadas. Ni a conservar esos vestidos que cosí con tanto afán perdiendo los ojos en lograr el doblez perfecto, el punto invisible, el encaje adecuado. Creo que simplemente no aprendí a proteger esa ingenuidad con la que uno espera y cree durante la infancia que se convertirá en alguien mejor de lo que ve en el espejo. Dejé que todo eso se perdiera, porque deseaba ya no tener como íconos los rostros de muñecas vacías. Quería ser yo. Hallarme. Olvidar los sueños de muñeca. Olvidarme de mí.

Olvidar, olvidar, como si hiciera falta eso para poder crecer.
Como si para vivir como mujer real debieras olvidar que un día soñaste como niña inocente.

domingo, agosto 27, 2006

Domingo en Unplugged


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Hoy me puse en unplugged, no debería decírtelo. Debería solo escribir hasta creer que me entiendes, pero la costumbre de explicarlo todo, va mas allá de mi, de ti, del resto. Debe ser que es domingo y puedo imaginar a las manzanas sangrando en cada tajo, las playas vacías, el cielo de algodón. Puedo imaginar todo eso que olvido cuando hablo solo para que me entiendan. Pero hoy no. Hoy estoy en unplugged. Con la música adecuada y el espíritu sin maleza que cubra lo bueno que hay en mi. Sin nada que me cubra, solo así, solo yo.

Extraño enviar cartas, extraño hablar así. Sin coherencia entre lo que pienso. Sin esperar que hallen una clave detrás de las líneas. Me extraño a mi misma, cuando escribía sin nadie cerca y esperaba conocer a alguien especial, solo para enviarle todas éstas cartas, estos retazos de vida, atemporales e ilógicos, que a veces ni yo entiendo.

Y la vida me sabe a limón como el primer día que nos vimos, cuando yo era una chica feliz con el corazón tan sano y libre como una recién nacida. Cuando yo llevaba el cabello atado en un moño pequeñito y solo salían del peinado algunos cabellos cortos de mi nuca rapada, haciendo parecer que yo era una mujer de cabellos muy cortos y mirada demasiado larga.

Todos estos días han sido recordar lo que ya he perdido. Recordar mis huellas en la arena, perdiéndose en la memoria del mar. Mi vida tragada por océanos opalescentes, por cielos color ladrillo. Por esos tiempos antes de la tormenta en que la noche parecía un día rojo y la luna era solo una herida a mitad del cielo por donde sangraban los sueños de todos. Incluso los míos.

Mi vida está así a la deriva en el mar del tiempo, como una canción escrita a medias y música en vivo. Solo yo a mitad de la nada, viendo los manzanos sangrar cuando muerdo un nuevo sueño. No me pidas que lo explique todo, es domingo. No quiero hablar mas de la cuenta. Solo esperaba sacar esto de mí, antes de empezar a escribir en serio. Como si eso importara. Como si de verdad importara escribir algo en serio, si lo tomarán a broma. Es mejor seguir escribiendo así, dando círculos en torno a ideas perdidas, hasta dejar una huella de caracol en mi plaza vacía. En esta arena sin sangre.

Ahora entiendes ¿por qué dejé de escribir cartas? Cualquiera se preocuparía al leer estas cosas. Cualquiera diría algo sin sentido, cualquiera…cualquiera la recibiría sin entender nada de nada. Ahora pongo estos escritos a mitad del camino, para que los recojas cuando avances, como guijarros blancos a mitad del bosque encantado, como mensajes dentro de una botella, para que los leas cuando sea necesario.

Y mi vida va en unplugged, totalmente desesperada y con ideas sin orden ni concierto.
Una sinfonía de lo que es y no es. Para que no me entienda nadie y soñar que alguien entre toda la multitud que ahora me escucha de espaldas, voltee y me mire a los ojos sin decir nada, porque hoy, solo por hoy entiende que lo estoy diciendo todo y que su silencio será la única respuesta a ésta, mi frágil esperanza.

sábado, agosto 26, 2006

Charlas de café en la madrugada

Quiero hablar contigo. No tengo como llamarte por teléfono, ni como enviarte una carta para contarte estas cosas tan vanas. Me imagino que pensarías. Vaya! Me escribe para contarme sobre su nueva obsesión: el temor a los hombres! Y tú sabes que no es eso, pero si te lo explico en una carta solo para ti, de hecho vas a pensar que te estoy pidiendo ayuda, que quiero salir contigo. Que te necesito. Y eso, no es cierto.
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Sabrás que hoy me di cuenta que ya no me agrada salir con hombres, es decir, que ya no me emociona el hacerlo, que incluso me genera tanta desazón, como que me propusieran correr una carrera de 100 metros planos que aunque no gane, me dejará el placer de haberla corrido. Jaaaaaaa...No, pues. Yo ya no estoy para trotes y mi corazón tampoco. Mucho menos el resto de mis vísceras. Hoy caí en la cuenta que la propuesta de una salida- ojo no digo Cita- me genera tanta duda como temor. Si, temor. Porque no puedo hallar otra palabra para describir el que le haya preguntado 6 veces antes de salir, para que quería que saliéramos. "Solo a ver el mar", me repetía y yo ni rasgos de creerle. Hace mucho que ya no puedo creer en un hombre. Dirás que soy algo material, pero en ese momento no me cabía en la cabeza que con este frío invernal alguien quisiera salir a caminar a la playa.

Obviamente no pasó nada. Pero a mi comportamiento a la defensiva ¡solo le faltaba un arma de fuego! No digo que estuviera violenta, ni poco comunicativa, ni siquiera temblorosa. Solo... que hablaba de tantas cosas sin importancia, que descubrí que después de mucho tiempo, ante un hombre desconocido solo estaba hablando bobadas. Me reía y hacía bromas a cada avance suyo de coqueteo. No sé como tuvo tanta paciencia. Por un momento quise decirle que esta tarde era demasiado genial para pasarla acompañada. El sol caía lentamente sobre el mar y las olas tenían un hermoso color esmeralda a pesar de que la bruma gris se colaba entre las casas y hacia ver como fantasmales las luces de todos los faroles.
Si, hubiera querido estar sola, llegar en mi bicicleta y sentarme a ver el mar algo sudada. Sin esa obligación de tener que hablar de algo, para no parecer un par de enamorados mirándonos en silencio sin da que decir. ¡Vaya! Eso me aterra. Hoy me he vuelto a sentir como cuando chica, negando cualquier tipo de relación extra amical con el compañero de clases. Hoy me he sentido igual que antes, pues no había nada de confianza y no era Laura la que escribe todo lo que siente, sino simplemente yo, callandolo todo igual que antes.

Pero de eso no quería hablarte. Sino de que hoy también, descubrí que tenía un trauma. Si un trauma, suena tonto, pero creo que lo tengo. Y es que ya no puedo dirigirle la palabra a alguien sin que él antes me la dirija primero. Igual que cuando chica. Es decir, he involucionado. Porque ya había aprendido a ser la que diera el primer paso, la que hiciera la primera broma, la que diera la iniciativa en todo aquello en lo que los hombres se tardan su engorroso tiempo en hacer. Pero después de tanto discurso de tintes feministas, se me desinfló el globito y me di cuenta que aun sigo viviendo en un país de mentalidad retro.
Ya, no es que me quiera ir de aquí, es solo que a veces me jode tanto no poder manejar ciertas cosas y tener que conformarme, que me frustro. Aceptemos que en este mundo, si una mujer da la iniciativa en cualquier cosa, esto es sinónimo de gileo. No, pongas esa cara, ni trates de defender al mundo diciendo como repite Rafa, que yo tengo el record Guinnes de cruzarme con cabrones. Claro que no es verdad, pero mi habilidad para cruzarme con imbéciles ha llegado a tal punto que puedo creerle a uno de los "bien nombrados", cuando me dice en su legítima defensa, que para elegir imbéciles hay que tener cierta habilidad. Y vaya que la tengo! Debo ser media imbécil, porque ahora hasta recuerdo sus consejos.

Solo en el último año, cada vez que me he cruzado con un hombre la cosa ha ido mal. y es que
Si te acuestas con ellos te dejan, si los rechazas te inventan una historia. Si dices que los amas, te salen con que solo te quieren. Si dices que los odias, dicen que te aman el doble. Si no les respondes, te escriben cartas hasta el cansancio. Si los mencionas continuamente, desaparecen voluntariamente de tu vida. Si los tratas como personas, te dicen que son mutantes. Si los tratas como demonios, te dicen que son personas. Si un día te amaron porque fuiste apasionada, ahora te odian porque te dicen gilera. Si antes decían no dar la talla contigo, ahora te llaman “brichera”. Si antes escribías como nadie, ahora no desean ni leerte. Si antes apreciaban tu entrega al amor, ahora te ruegan que no menciones a otros. Si antes simplemente te ponían como un bálsamo para sus heridas, ahora te llaman veneno.

En fin, una larga lista que no acaba nunca. Y es cuando los hombres nos complican, nos complican del todo. Me pregunto si todas las mujeres tendrán que pasar por lo mismo, o para evitarse el problema se casan jóvenes. Y es que en esto de lidiar con hombres no tiene que ver mucho la belleza, la condición social, el grado académico.Esto de tratar con hombres debe ser cosa de Ovarios!
La verdad, no sé. Porque si hago una estadística los tipos que mas dicen quererte, al final son los que con mas mala entraña comienzan a tratarte. Ahora me da miedo cuando alguien me envía poemas o cartas apasionadas. Ahora temo cuando alguien se acerca diciendo que eres única en su vida.
No me aconsejes que no les crea, porque los hombres siempre mienten para acostarse contigo. No. esa estrategia me ha ido mal y re mal.

Mi conclusión es que mejor me hubiera es creerles o hacer como que les crees, porque resulta que cuando a un hombre dejas de creerle sus futuras hazañas, solo te termina dando tamañas patadas!

Una vez uno de esos tipos me envió una carta larguísima en la que finalizaba con una frase como “no se para que me preocupo y conduelo por ti, si eres tan dura y crees que lo podrás hacer todo sola sin necesidad mía”
Es malo intentarlo? Es decir, ¿es tan malo ignorarlos? Debería ¿sonreír mas y ser mas atenta? Poner cara de: Me interesa enormemente que solo pienses en mi. Te creo, si te creo y por eso he de jurarte mi agradecimiento y cariño eternos…Bah!
¡No puedo!
No puedo hacer eso, porque simplemente no creo en esas promesas de amor a primer intento. Ahora entiendo cuando dicen que un te amo siempre es desaforado. Y es que cuando alguien te lo dice, es probable que ni siquiera sepa lo que eso significa, pero llegue a descubrir el placer de la venganza por no ser correspondido cuando lo dice.

Hoy me di cuenta que ya no podré dirigirle la palabra a un hombre primero, porque siempre me surgirá el temor de que el tipo sea uno de esos retrógrados y acomplejados que piensan que si una mujer los aborda es porque quiere encamarse con ellos. Que si una mujer les escribe es porque tiene intenciones ocultas, que si una mujer les responde es porque espera más que solo una charla de nada. Si, pues. Ahora tengo ese trauma y me jode tenerlo. Me jode tener que portarme como si viviera en tiempos de Maria Castaña y guardar esas maneras circunspectas que se esperan de una dama. Claro, porque ¡para serlo hay que parecerlo! estarás pensando...Y que a ésta edad un hombre no se come el cuento de que si una bromea, habla o jode igual que ellos es porque es inocente, porque es medio ingenua, porque es tan imbécil de que cree que aun estás en el colegio y nadie te tomará en serio que te portes como una niña boba

¡No! Mínimo es una pendeja, como me dijo alguien que se decía amigo. Una fácil, una de esas que se tienen para amigas, pero jamás para esposas. Y se me viene a la mente el odontólogo con el que trabajaba. Me pareció increíble que a sus 28 años él me hablara de preferir a las chicas salidas de colegios de monjas porque son “mas seriecitas”.
¡Hombre!- le dije- con el debido respeto has comenzado a hablar huevadas…! Pero me dijo que no, que “las chicas salidas de colegio mixto eran para ser tus “patazas” pero jamás para tomar en serio… Y ahí me quedé de una pieza! Me quedé ciega, sorda, muda y además coju…uy! Que casi lo digo y cuidadito con que me quemen en la hoguera por tan solo escribirlo!

Si pues, el que diga que esta es una sociedad libre, donde solo las viejas pacatas piensan como ese tipo, está bien equivocado. Porque no es retrógrado solo aquél que habla y juzga a las que pueden tener conducta “reprobable”, sino el que sale a la calle con esa falsa moralina a esperar que las mujeres sean libres en el sexo, mientras su novia se conserva virgen. Que las mujeres que hablan sin ataduras sean sus amigas del alma, pero jamás algo serio. Que aquellas que los abordan en un bar, sean dignas de sus sueños mojados, pero jamás de su realidad en seca.
No pues, si hay varios. Solo que todo parece tan normal, tan civilizado... Como cuando una mujer le dice a alguien, llorando y completamente deshecha: Hoy me intentaron violar, me han tratado como estropajo, quisiera morirme del dolor y la vergüenza!! Y el tipo muy suelto de huesos menciona una frase, tan aparentemente lógica como brutal para la circunstancia: Tu tuviste la culpa, por andar con las faldas cortas. A la próxima no llores.
Si, ya se que me he cruzado con imbéciles. Pero ¿como caminar sin cruzarme con alguno? ¿Cómo avanzar sin tropezar? Debe ser un problema mío solamente.
Probablemente, como me definió alguien "soy medio lista, medio boba, a lo mejor solo nací en el país equivocado”. A lo mejor ¿no? a lo mejor solo necesitaba otro café cargado, mientras hablaba contigo.

viernes, agosto 25, 2006

"EL VESTIDO MORADO"

Elena se quitó el vestido morado que tanto le había costado ponerse esa noche y así solo con las bragas negras se quedó viendo la ventana iluminada por las luces de una ciudad que dormía. Había sido una larga noche, entre soportar los tacones altos las pantimedias ajustadas, el brazier de aros y el vestido ceñido se le había ido la hora. Luego vendrían las charlas fingiendo una cara de interés ante los viajes de los que contaban sus amigos, las vacaciones que planeaban y la jerga extranjera que ostentaban con cierta petulancia.

Elena había estado toda la noche con esa cara de cera que tanto le había costado tener, amoldándose según el rostro de su interlocutor. Si le coqueteaban ella sonreía sin palabras, si le hablaban de libros ella fingía interés en esos autores de nombres desconocidos, si le comentaban sobre el vino ella echaba mano a alguna anécdota familiar relacionada con ese licor. Simplemente contestaba lo que ellos deseaban, no era un trabajo sencillo pero tenía que hacerlo. Llevar la corriente era a veces una jornada de tiempo completo y Elena se abocaba por completo en esa tarea.

El problema era llegar a casa y mirarse al espejo. A veces tenia que acomodar su mandíbula nuevamente para que se le pase la cara de boba que tenían todas las mujeres como ella. Se miraba y quedaba claro el porqué los hombres elogiaban sus piernas, su boca y sus contornos. El porqué las mujeres envidiaban su cutis aun lozano y su cabellera brillante. Pero Elena se miraba al espejo y se veía vacía.

Se embellecía por fuera vitalizando todo aquello que se pudiera: nalgas, senos, piel, cabello mientras dentro suyo algo moría lentamente. Sus ojos perdían ese brillo que antes tornaba las cosas en especiales. Esa mirada que antes parecía agregar belleza a todo objeto inanimado. Ahora sus ojos eran negros y opacos como el hollín. Todo rastro de fe se había perdido. Estaba tan revitalizada por fuera pero tan muerta por dentro como cualquiera de esa mujeres que compartían las reuniones sociales con ella.

Con la copa de agua en la mano intentó simular una de las sonrisas que desparramaba ante la gente que la creía feliz. Mostró sus dientes blancos, ladeó la cabeza y flexionó las rodillas. Desnuda frente al espejo, parecía una muñequita complaciente. Una mujer de cera capaz de derretirse ante la mirada del hombre de turno. Tal vez eso era lo que pensaban de ella, las mujeres, los hombres, la gente que la veía de lejos. Que era solo una mujer de cera necesitada de calor humano. Y que ese calor la haría feliz.
Solo ella conocía el brillo perdido en los ojos negros, la belleza disuelta de las cosas simples. Solo ella sabía que no necesitaba calor externo para ser feliz, cuando se estaba congelando por dentro.

Solo ella sabía todo lo que había muerto dentro suyo para que su piel pudiera seguir viva, sus pechos erguidos, sus nalgas en el lugar correcto. La sonrisa era perfecta, la posición ideal, su silencio una joya. Ahora Elena era una muñequita que los hombres adoraban y las mujeres envidiaban, una muñeca hueca que tenia los ojos muertos.

Elena dio la espalda al espejo, tomándose el agua de golpe para desatar el nudo que se le hacía en la garganta cada vez que pensaba en lo que había perdido. Ya no le agradaba mirarse al espejo y sentirse bonita, ni leer las cartas, los poemas, todas esa tarjetas que llegaban a su buzón y no llegaban a ser abiertas. Ya no le agradaba nada de lo que pudiera mostrar el espejo, si cada vez que se veía no era ella a quien encontraba, sino a la mujer de la que todos hablaban con diferentes tonos de deseo.

El vestido morado aun tibio estaba tirado en la alfombra y Elena se arrodilló a abrazarlo como si con ese hecho pudiera recuperar un poco de la piel que había perdido, la fe que ya no tenia , el brillo en ese par de ojos que ya no alumbraban.

Tu mirada es de fuego y tu alma incandescente- le había dicho Darío una vez.

¿Qué pensaría él si ahora viera así, derrotada con esos ojos de hollín opacos y sin vida? Probablemente pensaría que el alma incandescente de la que hablaba se había quemado y perdido para siempre. Ahora solo quedaban en su corazón los rescoldos de lo que un día había sido y ya no sería jamás.

Elena se tomaba el cabello marrón y volvía a pensar en Darío una y otra vez. En sus juramentos de amor desde antes que fuera bonita. En su deseo de hombre, desde antes que su piel fuera deseable. En sus palabras de amor cuando ni ella misma lograba amarse.

Darío, Darío…- musitó Elena sin poder evitar unas lagrimas que hacían naufragar sus ojos en recuerdos de niñez. Todo desparecía ahora. Solo eran Elena y su vestido morado abrazándose en la penumbra del apartamento pequeño. Era ahora una niña de espalda arrosariada abrazada de un vestido demasiado costoso, ya no al mujer de cera, solo la pequeña Elena clamando por un pasado distante.

El sonido del teléfono la devolvió a la vida. Ella contestó con un aló tan lánguido como esperanzado.

- Cita el viernes a las 8pm en casa del embajador, anda con el vestido de hoy- dijo una voz masculina que sonó firme y fría en el hilo telefónico.

Elena se limpió las lágrimas, acomodó sus labios a una línea recta que jamás se curvaba para un sollozo público y colgó el auricular sin contestar. Aun tenía el vestido en la mano. Fue entonces que se vio a si misma quitándoselo para el embajador el próximo viernes y no pudo resistir la idea. Si volvía a desvestirse para alguien, sencillamente explotaría.

Era momento de buscar a Darío, de recuperar su pasado, de volver a si misma. Guardó el vestido cuidadosamente, decidida a quemarlo junto con todos los otros regalos de los hombres que no la amaban, el día que consiguiera volver a sonreír sin ensayar antes.
Quemaría el vestido el mismo día que sus ojos volvieran a ser de fuego y su alma incandescente.

jueves, agosto 24, 2006

De esas noches en la tina

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A mi me agradaban los baños de tina, pero no a solas. Me agradaba los baños compartidos. Esos en que la soledad se reducía a su mínima expresión y podías sentirte de alguna manera acogida.

Detestaba las camas enormes, esas en las que aun durmiendo con la persona que amas, lo sientes tan lejano como una sombra a la orilla de tu olvido. Yo no lograba dormir en las camas enormes, es más. No creo haber dormido nunca. Cada vez que hacía el amor, mi cuerpo se quedaba lánguido y después del periodo feliz de mente en blanco, me quedaba con los ojos abiertos pensando en todo, mientras el otro dormía.

Y claro, yo cuidaba su sueño y trataba de caminar de puntillas fuera de la cama e ir a ver TV a otro cuarto, leer en el baño, sentarme a ver la ciudad con todas sus luces prendidas a mitad de la noche. Hacer de todo hasta que el cansancio me hiciera dormir llegando la madrugada.

Yo siempre me sentí sola en las camas enormes, me agradaban mas las camas pequeñitas, en que podías dormir abrazada de la espalda de alguien o sentir su respiración cerca de tu oído hasta que te quedaras dormida unos breves instantes.
Antes que el deseo empezara a tocar de nuevo la piel y lo arruinara todo... de nuevo.

Pero lo que mas me agradaba eran lo baños de tina. Porque a pesar de todo el contacto que pudieras tener, era casi imposible hacer otra cosa que no fuera simplemente acariciar y hablar tranquilos. Sentados en el agua tibia, a veces callando, pero juntos. Eso era mucho mejor que dormir en una cama pequeña, era mejor que el deseo, que tener sexo. Para mí eso era realmente hacer el amor.

Me agradaba ese abrazo jabonoso, las cosquillas en las plantas arrugadas por el largo contacto con el agua. Tocarse las yemas de los dedos mientras la música sonaba desde la otra habitación y sonreír como tontos sin decir nada. Me agradaba que pudiera dar mas amor en una tina en donde no se puede tener sexo, que en una cama acolchada y enorme para hacer todas las maniobras de circo que imaginan los que viven esperanzados en compartir buen sexo.

Hay algo sin embargo que fue mejor que un baño de tina, que el abrazo en una camita pequeña, que las maniobras en una cama gigante, para sentirme acogida, no diré amada porque tanto escuchar sobre el amor, ya me parece un animal demasiado grande del que todos conocen nada mas que las uñas.

Ese algo fue mi primer baño a manos de un hombre.

Eran los tiempos de la tierra del olvido, cuando vivía en un mini departamento sin agua caliente, en que los inviernos eran fríos y yo me bañaba con agua helada dando gritos para darme valor. Cantando y maldiciendo a la vez para que eso no me hiciera sentir el frío de Junio en el agua congelada.

Pero el día que él llegó todo cambiaría, recuerdo ser bañada con tazones de agua tibia, calentada previamente por él en varias ollitas blancas. Su polera remangada hasta los codos y el agua salpicándolo todo en mi pequeña ducha de cortinas amarillas.

Recuerdo que a pesar del frío de esa tarde, me enjabonó como una niña, me lavó el pelo, me enjuagó esa cabellera con la que nadie se atrevía a meterse, me lavó la espalda con una esponja azul que raspaba como un lijar y luego me envolvió en la toalla grande y me cargó hasta la cama como si fuera una pequeña. Su pequeña.

Y yo fui feliz, porque ignoraba que esas cosas pudieran hacerme sentir tan bien, tan protegida. Por un instante en la vida tan amada. Luego me puso el pijama y me acostó en la cama. Fue la primera vez que me quedé dormida con alguien. Solo puse mi cabeza en su pecho y dormí hasta el día siguiente.
Sin pesadillas, sin nada que interrumpa mi vida como un sueño.

No he vuelto a pasar por algo así hace mucho tiempo, dudo que me vuelva a suceder. Sentirme acogida, amada, sin dudas en el horizonte. Poder dormir hasta el día siguiente sin mil ideas para escribir en una hoja en blanco. Poder dormir sobre el pecho de alguien sabiendo que de alguna forma yo también vivo allí adentro, donde algo late por mí y para mí.

miércoles, agosto 23, 2006

Los Amigos Imaginarios de la Red

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Hoy pensaba en todos aquellos amigos que atesoro en mi memoria de forma entrañable, algunos de ellos amigos cibernéticos, de los que la gente suele hablar con la nariz respingada, pues dicen no “necesitarlos”. Amigos virtuales. Aquellos que podrían caer en el dominio de los Amigos imaginarios.

Me preguntaba si acaso no podrían encasillarse también con ese nombre a los amigos vía internet, si después de todo hay amigos lejanos a los que nuestra familia desconoce y sin embargo nos proveen de mas confianza y cariño que aquellos que comparten el escritorio vecino.

Podría ser la amistad cibernética un tipo de demencia generalizada en que se toman por reales a personas inexistentes de las cuales podemos probar difícilmente su estatus “real” en este mundo. Muy parecido a vivir una experiencia esquizofrénica.

Durante mis prácticas en psiquiatría conocí muchos pacientes que padecían de esquizofrenia* que me hablaban de sus amigos, relaciones, pactos con el diablo de una manera tan verosímil, que me resultaba muy difícil discernir cual era la línea que separa la realidad de la imaginación.

Era fácil cuando la Sra. Puertas me hablaba de que el demonio rondaba su casa y de que su hermana confabulaba con él para echarla de su habitación. Era más difícil detectarlo cuando Mariana de 19 años me contaba sobre su novio con quien salía a todas partes y que su madre no aceptaba, por eso la había internado. Por que su madre sencillamente NO LA ENTENDÍA. En ese momento me preguntaba si no estarían esas personas presas en un manicomio por mera equivocación o por un mal examen médico.

Claro, finalmente los esquizoides mostraban otros rasgos de su personalidad y yo tenía que admitir que todos esos amigos, viajes y relaciones de los cuales me hablaban con tanta certeza no pasaban a ser mas que una expresión de su mente alterada.

No una invención voluntaria, pero si una realidad alterna de la cual estaban presos, muy al estilo del Dr. Nash en Beautiful Mind

Cuando comencé a relacionarme con personas vía Internet, se me ocurrió pensar en la misma situación. Si algunos de los que trataba no se estaban inventando acaso una vida llena de proezas y lamentaciones varias, para acceder a un poco de tu estima. A algunas de esas personas no los volvía a ver ni a tratar, así que jamás llegaba a descubrir el meollo del asunto. Si eran o no quienes decían ser.

Comencé a decir con la simpleza de cualquiera:
¡Hay cada loco en la red! No es mi problema, mientras no los trate más. Yo sigo siendo quien soy y los locos que se queden en su rincón.

Tiempo después para un cuento de ficción se me ocurrió pensar en el otro lado de la moneda. Si acaso esa gente de la que nos rodeamos y que se amolda perfectamente a nuestros deseos e inquietudes no serán también un invento de nuestra imaginación ávida de compartir y de abandonar la soledad por instantes. Si acaso nosotros no estaríamos jugando a ser esquizofrénicos hablando siempre con personas a las que no conocemos directamente.

De las que desconocemos siempre todo aquello que se nieguen a mostrarnos.

¿Alguien podría probar que mi amigo periodista en Tailandia es imaginario? Para mi es perfectamente real, conozco detalles de su vida desde hace unos 6 años, he visto fotografías de su casa, de su familia, de él mismo. He hablado con él y he recibido respuestas ad hoc a mis preguntas. Si llegara el momento de que alguien me tratara de convencer que no es real, yo utilizaría todos los recursos para convencerlo de que este amigo existe, es real y que incluso puedo tener una charla en directo para que se den cuenta que no estoy inventando a nadie.

¿Pero qué si no me dan tiempo a demostrarlo y solo me hacen las preguntas adecuadas para poner en duda lo que para mi es evidente?

¿No es acaso vivir con amigos en la red una forma velada de esquizofrenia? (y que me perdone el Dr. Stucchi por utilizar términos psiquiátricos con tal soltura, pero necesitaba explicarme) ¿Quien tiene la razón en este caso? ¿Aquel que conoce a su amigo desde hace 6 años, o el que te prueba científicamente que dicho amigo no existe?

Cuando escribía la historia de ciencia ficción que aun no termino, ponía varias posibilidades sobre el tapete. Si yo quisiera demostrarle a alguien que su amigo virtual es solo fruto de su imaginación perturbada; echaría mano a todo.

Obviamente alguien me diría que una forma de probar que el amigo virtual si existe, es usando un Chat con conversación en tiempo real; una cámara Web; una llamada telefónica. Sin embargo todos estos elementos podrían ser perfectamente amañados y falsificados a través de un programa que devuelva solo respuestas según el interlocutor.

Alguien con un mínimo de inteligencia en programas, podría utilizar estos para proveer a los solitarios de la red de almas gemelas, amigos perfectos y amantes cibernéticos según la necesidad. Nadie podría dudar de sus existencia, porque toda esa fauna de amigos virtuales serían fruto de la ciencia, de la tecnología, del Divino hacedor de Microsoft ( o Ubuntu para quien lo prefiera) quien sería el único con capacidad para decir si la persona con la que interactuamos tan alegremente es real o solo parte de un programa bien elaborado.

La realidad se mezcla con la ciencia ficción, al hablar de amigos cibernéticos. De relaciones a distancia, de compañeros virtuales. Porque mientras alguien se levanta a encender la pc en busca del amigo de la respuesta correcta y cree esta realidad ciegamente puede estar aquel que te pruebe fehacientemente que tal amigo ni siquiera existe.

¿Encajaría esto en un modelo de esquizofrenia? O ¿solo es la ciencia ficción llevada a límites insospechados? Sobre eso estoy escribiendo y espero terminar pronto, pues la tecnología ha llevado a nuestra sociedad a preguntarnos cosas que antes ni se nos ocurrirían como posibilidades remotas.

Para los que en este momento deben estar buscando su medicación, les dejo algo que ejemplifica todo lo dicho:

- Dr. Creo que mi hijo tiene un amigo imaginario.
- Por que lo cree señora? Habla, oye o cuenta cosas sobre alguien que para usted no es visible?
- Exactamente Doctor, eso mismo! Necesita medicación?
- No , solo suspéndale el Internet.

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*Enfermedad mental del grupo de la psicosis, de carácter grave, caracterizada por la escisión de la personalidad, trastornos del pensamiento (delirios, alucinaciones) y pérdida de contacto con la realidad. Otras características son la negación de la enfermedad, alteración del sentido de sí mismo, cambio en las emociones, aislamiento, falta de motivación, angustia y depresión.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....