sábado, noviembre 25, 2006

"El Profesor Delgado"

“A esas personas que hoy creen tenerlo todo, yo les digo, que con esa soberbia no van a llegar a ninguna parte”
La voz de mi profesor de literatura sonaba a rabia y a malos deseos. Su mirada se encajaba en mí directamente, mientras yo lo miraba tratando de no pestañear y fingiendo una sonrisa de "No me importa lo que diga"

El profesor Delgado, había sido uno de los mas severos directores de colegio estatal, hasta que al jubilarse entró a enseñar sus horas extras en el colegio particular donde yo estudiaba. Tenía muy buenas referencias de mi familia, excepto de mi padre. Mi padre un maestro también jubilado, había gastado sus mejores bromas a la figura leptosómica del profesor Delgado, cuando este aun enseñaba. Gracias a mi padre los apodos de Alma Calata y Muerto Fresco habían decorado la larga trayectoria del profesor Delgado.

Mi viejo era así, jodía a todo el mundo poniendo apodos y bromeando acerca de su físico. A él también le ponían sobrenombres pero el ni se ofendía. “que me digan chato- decía- lo soy y lo acepto, pero que no se vengan a ofender si los llamo jumentos, cuando esa es su auténtica condición en este mundo”. Mi viejo era así y nadie jamás se vengó con él o con sus hijos, hasta que llegué yo al colegio.

Yo tenía la cara tranquila y la mirada dormida de la familia de mi madre, pero todo el carácter molestoso y hablador de mi padre. Ponía apodos a diestra y siniestra a los maestros que no me simpatizaran y siempre actuaba como abogada del diablo, en esas clases aburridas. Uno de mis profesores de educación cívica, me dijo que yo podía ser una francotiradora eficaz, con todas esas respuestas y argumentos que hacían caer a más de uno, cuando había que discutir sobre constitución o derechos humanos. El hombre aseguraba que yo sería abogada.

Desafortunadamente, no a todos lo profesores les agradaba tanto. Uno de ellos, el profesor Delgado, siempre haciéndome la vida imposible con sus lecciones al pie de la letra, preguntando por las fechas exactas y los detalles íntimos de cada literato estudiado. Yo lo odiaba. Había esperado largamente llegar a 5to año de secundaria, para poder leer esa obra de literatura universal que en casa comentaban tanto. Me sabía de memoria algunos textos y me deleitaba de solo pensar en leer a Víctor Hugo o Cortázar.
Sin embargo, mi maestro no era de la misma idea.

Ya en Literatura Española, nos había hecho aprender hasta el lugar donde había defecado Calderón de La barca, por considerarlo histórico, pero de sus obras, nada. El curso de literatura se había vuelto una materia pesada, en la que solo leíamos fragmentos de los poemas menos conocidos y de los cuales había que hacer un resumen y un dibujito pintado a color. Nada de utilizar acuarelas para pintar los dibujos, puesto que de seguro, eran dibujos hechos por alguien más.


El problema grande comenzó el día en que el Profesor Delgado comenzó a comentar que a mi me hacían los trabajos mis padres, que esas redacciones tenían todo el rasgo de escritura de mi padre y que yo era incapaz de hacer esos textos por mi misma. No quedó ahí la cosa, sino que en las clases sucesivas me acosaba de preguntas acerca del curso, incidiendo como siempre, mas en la vida de los autores, que en el trasfondo de su obra.

Ya que yo peleaba por ocupar el primer puesto del colegio, la cosa se puso color de hormiga cuando empezó a bajarme las calificaciones, a hacer insufribles las lecciones orales y a hacer comentarios en clase de “aquellos alumnos que requerían la ayuda de los padres para hacer sus trabajos”.

Era humillante. En primer lugar, porque yo escribía mis cuentos desde los 8 años y nadie había dudado nunca de mí y en segundo, porque mi apellido estaba en boca de todos como si yo necesitara de alguien más para obtener altas notas en su asignatura. Mi padre como siempre, ni enterado del asunto. Solo me repetía que me cuidara, pues de seguro Delgado le guardaba algún rencor, por aquella vez que de ebrios, mi padre le pasó las ruedas del auto por ambos pies y dejó al Profesor Delgado sin caminar por una semana, con los pies totalmente amoratados. Ese día, el flaco juró venganza.

El problema con delgado es que después de haber sido por 20 años Director de Colegio de Hombres, se le habían quedado las costumbres de gritar y humillarte en público. Fue entonces que me comencé a portar mal, a contestarle a contradecirlo, a volver el salón de clase en un campo de batalla eterno. Las rosas, por supuesto, se las llevaba mi gran contendora de notas, una niña de la que hablaré con detenimiento mas tarde, capaz de memorizar fechas, coplas, detalles escabrosos y lugares geográficos de enamoramiento y otros cachondeos, de cada uno de los grandes de la Literatura Universal, para deleite del exigente profesor, que de lecturas no sabía nada, pero si de la cochinadita personal de cada hombre o mujer que haya osado dedicarse a escribir.

Esa mañana, empezó su larga perorata diciendo que con la soberbia no llegaría a ninguna parte. Que el apellido no aseguraba nada y que siempre viviría bajo la sombra de mi padre, porque no tenía talento propio. Todo esto por supuesto, cuidándose mucho de hablar en plural, mientras me miraba de vez en cuando haciendo pausas para que me asegurara que era dirigida contra mí, toda esa cháchara.

Al terminar la clase, le pedí hablar con él en privado y ahí fue cuando empezó el segundo round. En medio de los jardines del colegio me trató no por mi nombre, sino por mi apellido, preguntando que problema tenía con él o su curso, para que de pronto mi actitud se haya tornado en una falta de atención total durante las clases.

Con la rabia y la humillación de sentir todas las miradas de mis compañeritas de colegio sobre mí, mi cerebro había juntado palabras como mediocridad, mala pedagogía, fracaso como maestro en una sola frase. Esa mañana ninguna palabra fue silenciada de mi boca, le dije todo lo que pensaba de él mientras el hombre alto y delgado como su propio apellido me miraba impávido. Las palabras salían a borbotones, para decirle que era el colmo que trajera el apellido de mi padre a colación en un problema estrictamente de maestro-educando y que soltara frases sobre mi incapacidad para escribir o hacer los trabajos solicitados, ante el resto de la clase.
Esa mañana de Noviembre, se lo dije todo.
Fue casi una victoria, excepto por el pequeño detalle, que mis mejillas ardían, que mi boca se había doblado, que mi barbilla se había hecho pequeña y que la voz se me quebraba de rabia e impotencia, mientras las lágrimas caían sin parar por ambas mejillas.

El profesor Delgado me miró desde toda su altura de viejo Director de colegio de varones, con una sonrisa que mas parecía una mueca de placer y me mandó de nuevo a mi pupitre, diciendo que por un favor a mi padre, olvidaría todo el asunto del reclamo contra su cátedra, para que no me expulsaran del colegio.


Creo que ese día el profesor Delgado, alias Muerto Fresco, cumplió su venganza contra mi padte.Aun hoy, recuerdo la palabra "soberbia" y siento como si toda la sal del mundo me hubiera sido lanzada ese día. Cuando mencionó que la gente como yo, con esa actitud de creer que lo sabíamos todo, no llegaríamos a ninguna parte.

jueves, noviembre 23, 2006

Bajo Las Sábanas

tengo un respiro...una ventana que se abre para dejarme respirar...respirar, eso hago cuando escribo...respiro los mil aromas del recuerdo y la ilusión...respiro esa fragancia de libertad, de salir de ese frasco chico que es mi cuerpo y saltar a hacer magia con una que otra palabra oculta en los pliegues de mi vestido.

Ahora hablo enredado, discúlpame, ha de ser la emoción...hace horas, días que no puedo sentarme a degustar un café ante el computador, a teclear la canción sin nombre de la palabra prohibida, de esas cartas de hojalata, que la gente asume brillantes y preciosas...de esas cartas de hojalata que pueden cortar dedos, lenguas, miradas, de aquella gente que no pretende leer y dejarse llevar, simplemente lee para fisgonear.


Pérdoname, ha de ser la emoción, que me llama a hacer poemas, con las imágenes de los pájaros de colores, de los grandes guacamayos, de las flores exóticas. Que me insta a hablar de la libertad que me nace en la garganta y en el cuerpo al saber que nos vamos quedando solos...Tan solos...¿No te has dado cuenta? ...Ahora en máxima soledad, podemos quedarnos y hablar de aquellas cosas de las que la gente se burla.

Ha subido el telón y no hay nadie en la platea...Yo soy la bailarina triste que se atreve a danzar con los pies descalzos y los tobillos quebrados...Danzo para ti, porque no hay nadie que venga a mirar, esa fotografía extraña que surge entre la luz y la penumbra...Mira, ahora la cámara enfoca lentamente un par de pies con uñas pintadas, el perfil de la pantorrilla tensa, la curva en la cadera que se inclina, asciende ... asciende la luz, hasta dejar en mi espalda la llanura inquieta de un deseo tuyo...esa gota de sudor que nadie seca y se escurre entre las escápulas encendidas...Esa gota, que ahora es un rayo de luz, cayendo a velocidad de vértigo hasta hacer beber el agua pura del esfuerzo, a esa muda mariposa que descansa a mitad de mi columna.

Nos hemos quedado solos...casi como cuando niños y jugábamos a leer a escondidas, libros de cuentos mórbidos a la luz de la linterna, a ver esas imágenes de antropófagos, de brujas necrofílicas, de historias del futuro e íbamos leyendo esos textos prohibidos...¿que es follar? me preguntabas y yo no sabía responderte, repetían tanto esa palabra en esas revistas oscuras, que yo no sabía que significaba...solo sabía que era malo y había que leerlo ocultos, con la sábana transparente cubriendo nuestras cabezas, ocultándonos del mundo, como si éste por un minuto dejara de vernos...de perseguirnos...de acosarnos...

estoy mintiendo otra vez...Esas noches tu no estabas conmigo...¿O si lo estabas?...esas noches yo era una hija única leyendo revistas prohibidas, ilegales, escritas por españoles delirantes que describían un futuro en que la gente tragaba gente...Yo estaba sola, tu no estabas conmigo...yo era la hija única que se acostaba desnuda para sentir como se le humedecian las piernas...Tu no estabas...tu no eras mas, que una alucinación de mi mente, un fantasma, un deseo...El deseo de un amigo, de un compañero de juegos, de un hermano de mi misma edad, tal vez de un amante, que existiera en el mundo real y no solo en mi mente dañada por el smog de la ciudad y de las luces saltarinas.

Tu no estabas, en todas esas veces de leer a solas, de soñar a solas tu nunca estuviste , pero yo ya te amaba. A pesar de no saber quien eras, que eres, yo ya te amaba y eso me hacía dormir tranquila.

martes, noviembre 21, 2006

Help....Me quedé fuera de casa!

Tengo varias cosas que estudiar para hoy y no hay nadie en casa para que me abra la puerta. Después de haberme alejado casi por completo de las computadoras, debo volver a mi viejo refugio cibernáutico, solo porque no hay una sola persona que me de cobijo en esta ciudad de m cuando no tengo la llave de mi propia habitación.
solo hace dos días cuando estaba en la casa de mis viejos pensaba las ventajas de vivir sola. Si te estabas bañando, nadie mas tocaba a la puerta preguntando canto mas tardarías. Si acababas de enjabonarte todo el cuerpo y poner el suficiente shampoo en el cabello como para que tu cabeza quede con peinados antigravedad, a nadie se le ocurriria bajar la bomba del baño, dejándote sin agua caliente, en un estado deplorable de espuma y ojos irritados, gritando: Aguaaaaaaaaa!
La otra desventaja que hallaba a vivir acompañada, eran las comilonas de carnes, postres, frutas y todo lo que hubiera para arrasar en la casa. Cuando estás acompañada es imposible comer poco, con tantas cositas deliciosas compradas por tu madre y colocadas en lugares estratégicos de la casa, invitándote a probarlas todas.
Por supuesto cualquier dieta se va al infierno!
Vivir acompañada, trae molestias derivadas de tener que contestar el teléfono en el último lugar de la casa, para hacer los arrumacos necesarios por teléfono o una que otra sesión hot, cuando tu amado vive lejos. Pero eso no lo soluciona del todo, nunca falta algun sobrino curioso debajo de la cama, detrás de la puerta, trepado en la ventana, fisgoneando que hablas con el susodicho y corriendo a decírselo a tus viejos.
-Mamina! la tía se ha estado besuqueando por telefono con su novio y le decía que lo deseaba ¿Que es desear mamina?
Y claro, mi madre de todos los colores explicando que la tia, hace meses que no ve al tal novio y que desear es ...es... Bueno hijita, desear es necesitar....Ah! contesta la engendra, entonces LA TÍA ESTÁ NECESITADA!!!
Antes me molestaba compartir el control remoto, por suerte cuando mis hemanos se fueron, quedaron televisores de sobra, pero el cable, seguía en posesión de mis padres. Cada vez que intentaba ver una serie en inglés, una película con subtítulos, toda la familia ponía mala cara y me mandaba a que alquilara mi DVD y no les malograra la programación del cable.
Lo peor, ocurrió cuando los nietos invadieron la casa y para calmar a esos demonios, mis viejos aceptaron que en la casa los únicos programas aceptables fueran los del Discovery Kids, Nickelodeon y cualquier programa infantil, en dodne aparecieran peluches gigantes de sexualidad dudosa, enseñando a los niños de 4 años, a hablar como gagos y que sus padres los aplaudieran.
Luego apareció esa lagartija obesa, que alguien tiñó con violeta genciana, enseñándoles solo cosas buenas a los niños. Barney suele ser tan aburrido, que allí entra a tallar la Tia Martillito, para equilibrar la educación de los engendros, con jerga callejera y bailes raros.
MIs sobrinos se admiran de que yo sea la Tia mas Loca, pero sé que en el fondo me admiran. Que llaman a sus amiguitos para que les muestre mi tatuaje de la mariposa, o para que les muestre las monedas de los países que he visitado o finalemente que me burle de ellos y les ponga una chapa a cada niño que se cruce por mi camino. Esa es mi forma de querer poniendo apodos, ¿que puedo hacer?
Pero vivir sola, había resultado ser una joda total. He perdido dos veces la llave, una vez tuve que entrar por la ventana del baño de servicio, trepándome y rompiendo los vidrios. Otra vez usé la escalera del cuidante para entrar por un tragaluz. En fin, a veces prefiero no decírselo a mis padres para que no desconfíen de mi. Pero me suelen pasar esas cosas, atribuible stodas a la prisa o a que ando con la cabeza en las nubes.
Ahora puedo disfrutar del baño el tiempo que quiera, de quedarme dormida o leyendo sin que nadie me rete por mis horarios de insomne y la inversión de mi ciclo circadiano al comer y estudiar.
Lo que realmente me jode es cuando ocurren cosas como hoy, en las que no tengo llave en el bolsillo y no hay nadie que me haga entrar a la casa para guarecerme de la llovizna limeña en mi cubil felino. Que haya llegado de viaje, tenga hambra, ganas de una ducha tibia y dormir horizontalemnte y nadie me espere con el desayuno listo, ni me diga bienvenida a casa.
Vivir sola, se está tornando una joda de la que me empiezo a arrepentir.
¿Alguien me invita un cafecito?
Pd: Por cierto, Feliz Cumpleaños padre, me hubiera encantado quedarme en casa comiendo rico hoy...pero se me ocurrió vivir sola en La Capetal.

lunes, noviembre 20, 2006

De Vuelta al Cerro

La última vez que fui a Chile, a mi hermana se le ocurrió que era hora de enfrentar los recuerdos y que debía ir al Cerro Santa Lucía de mis pesadillas de adolescente. Yo la mire con cara de “ya no tengo ganas de hacer más tonteras” pero ella estaba decidida a llevarme a rastras. Para que escribas la continuación en tu blog, me dijo. Yo sonreí pensando que el blog estaba casi cerrado y que ya no me animaba escribir mis anécdotas de niña boba en un país extraño.

Llegamos casi al mediodía con un calor infernal que a veces hace que odie Santiago, y ahí estaba el cerro. Yo ya ni recordaba por donde entré la primera vez, habían pasado muchos años, desde la vez que perdí todo vestigio de dinero y no se me ocurrió mejor idea que hacer turismo en el dichosos cerro a las 6 de la tarde.

Ahora las cosas no habían cambiado mucho, los árboles de copas verdes agitándose con la brisa de la tarde, la gente subiendo a trote con ropa deportiva, los senderos solitarios para caminatas de la mano y los infaltables vendedores de poema. Recuerdo la vez que me vendieron un poema acerca del mar, que era tan malo como corto, pero me divirtió que el chico que me lo ofrecía dijera que acababa de hallar a la mujer de sus sueños.

Ahora en cambio la chica que ofrecía los poemas, no tenía la labia necesaria. Mi hermana negaba con la cabeza, cuando la chica comenzó a preguntar el típico “Werar yu from?” de los que están desesperados por vender y no saben de donde rayos eres. Nos reímos sin hacerle caso, mientras oíamos que la mujer nos enviaba de vuelta al digno orificio de salida materno.

Si bien el paisaje no había cambiado mucho, mi físico en estos años había caído en franco desmedro y las subidas me parecían de lo mas empinadas. Me agitaba y sudaba como si fuera paciente cardiaca, cuando una pareja de cuarentones nos pasaron sin inmutarse. Algo había cambiado, pero yo traté de atribuírselo al clima y no a los 10 kilos de sobrepeso que había ganado desde mi adolescencia.
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Descansamos en la primera plazoleta del lugar, cuando vi que mi hermana se acomodaba el turbante. Un momento ¿Turbante? Mi hermana acababa de colocarse el lienzo blanco que hacía de pañoleta como un turbante alrededor de su frente, para cubrirse del calor, mientras los colegiales que a esa hora transitaban por el lugar se la quedaban mirando como si fuera la hija de Osama Bin Landen.
Yo me alejé lo suficiente como para refrescarme en la fuente de agua y evitar que los de la patrulla de emergencias me empujaran cuando vinieran a llevársela.
Afortunadamente en Chile, nadie te hace pasar vergüenzas si decides disfrazarte de árabe. Recordaba el caso de un familiar al que los marines estadounidenses pusieron como saco de boxeo, solo por estar bailando a su lado con una chica de rasgos “terroristas”, después de la psicosis del 11 de Septiembre.

El ascenso fue lento y lleno de recuerdos. No recordaba algunos senderos, ni subidas, ni lugares de descanso. Mi hermana seguía tomando fotos hasta de las hormigas, con la esperanza que los publicara en el blog, apenas volviera. Pero yo ya no pensaba en escribir, solo comparaba mi primera vez allí con mi ahora. Pasaban hombres que se quedaban mirando, que se detenían, que intentaban un acercamiento, pero a mí ya no me daba miedo. Ahora estaba acompañada.

Al llegar a lo alto nos pedimos el típico mote con huesillo helado, al que yo había hecho asco la primera vez y nos sentamos a descansar bajo los árboles.

- Lo que pasa es que tu tienes que viajar acompañada- me dijo mi hermana- Viajar sola es aburrido, si estuvieras con una amiga soltera, lo pasarías bomba.

Yo me quedé pensando que a éstas alturas ya no tenía ninguna amiga soltera, mucho menos alguna que quisiera viajar. Que tendría que acostumbrarme a cuidarme sola.

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domingo, noviembre 19, 2006

Mi prima Sofía

Hace una semana conocí a mi prima. No sabía que tenía una prima, estaba acostumbrada a que mi familia se redujera a mis padres y mis hermanos y que toda esa parafernalia de tíos y primos de parte paterna, fueran algo menos que gente indeseable con la que no se podía entablar una charla que no estuviera basada en ellos como centro del universo.
La familia de mi madre mucho mas amplia, estaba desperdigada por el mundo. Tías y primos de apellidos graciosos, estudiaban o vivían en el extranjero, gracias a becas de estudios o maridos multiraciales. En realidad mi familia era una isla, en la que me acostumbré a estar a solas.
Cuando conocí a mi prima, me resultaron familiar sus rizos, la boca sonriente y las cejas pobladas. Lo que no entendía del todo fueron sus ojos verdes luminosos, muy parecidos a los de mi hermana y que no tenían nada que ver con la familia de mi madre, naturalmente altos, morenos y de cejas oscuras. Luego comprendí que esos hermosos ojos verdes, eran un ardid de la cosmética moderna, que tornaban a una mujer simpática, en casi casi una mujer bella.
Mi prima gustaba del mar y del cine, nos comprendimos de inmediato y salimos a caminar mirando el mar bajo el manto gris acostumbrado y hablando de nuestras respectivas vidas en los polos del país. Casi teníamos la misma historia, de soledad laboral, de mala suerte en el amor y de amigos que se esfuman, apenas te cambias de ciudad o de pareja.
Como yo, había pasado una depresión de la que aun seguía luchando a diario por salir, cuando llegó a una ciudad desconocida, donde todo le era adverso. Es terrible estar sola, me comentó.
Yo lo sabía de sobra, solo este año había caído en la cuenta de que había dejado de lado mucha de la vida real, para solazarme en la vida cibernética llena de textos bloggeriles y cuentos sin finales felices. De vez enb cuando me animaba a salir con alguien, pero siempre con la contraseña de: Nadie merece la pena hacer el intento.
Por lo menos yo viajaba.
Cada vez que me sentía sola viajaba a algun lado y me entretenía con algun acento extraño, con los viajes en bus largos y soñolientos, buscando música que no podría encontrar donde vivía, o comprando ropa, que definitivamente no podría usar cuando retornara a casa.
Ella había preferido trabajar. Trabajaba y estudiaba tanto, que a veces se olvidaba de las fechas exactas, o de salir con amigos. Me decía que temía viajar o hacer algo fuera de los límites, pues su madre se moriría. Al pensar en su madre mucho más jovial y libertaria que la mía, me detuve a pensar cuanto había tenido que ceder mi madre, para que yo hiciera lo que me dictaba el ánimo...o el mal ánimo, del momento.
Mi madre era igual o más preocupada por mí que la suya, si no fuera por mi padre, tal vez mi madre hubiera sido sobreprotectora, por su temor natural de cuidar al máximo a sus hijas mujeres, expuestas a los peligros del mundo. Por suerte, mi padre era algo diferente. A pesar de que siempre se había preocupado por nosotras, hasta casi caer en crisis hipertensivas, nos había instado siempre a que buscáramos nuestro destino, cualquiera que fuera. Diciendo que la condición de mujer no debía limitarnos en nada, ni hacernos pensar que éramos persdonitas débiles. Su vida era un ejemplo de aventuras fenomenales, de mucho esfuerzo y estudio, con algunos golpes de suerte y muy mala suerte.
Mi vida es un aquelarre, suele decir mi padre y entonces yo lo envidio y quisiera haber sido como él y no tener miedo de nada.
Muchas de las decisiones que he tomado, han sido por enfrentar mis miedos. Seguir medicina había sido una prueba de ello, tomar un avión para encontrarme con Claudio, fue lo otro. Irme de viaje sola, fue una locura de la que aun no me arrepiento. Muchas de las decisiones en mi vida, han estado influidas, por tomar una oportunidad que temo no vuelva...La mayoría de los golpes que he recibido, han sido por culpa de la misma filosofía.
Ahora veía a mi prima, pasando muchas de las cosas que pasé yo, adaptándome a una tierra nueva, a costumbre sdiferentes, a estar lejos del abrigo de los padres y la admiraba. Sobre todo, por haber superado esa depresión que la estaba matando y por tomar la decisión de la que aun se felicitaba, de dedicarse absolutamente a su carrera y no pensar más en ningun hombre que le rompiera el corazón.
"Es que todos los hombres buenos de nuestra edad ya están casados"- me comentó. La mayoría ya decidió formar una familia...Los que quedan solteros, son una bala perdida.
Yo asentí con la cabeza, mientras un pensamiento surcaba mi frente: En la otra orilla, ¿No nos miraría alguien a nosotras también como balas perdidas?
La verdad ya no importaba mucho tampoco eso, al igual que ella, ahora optaba por mi carrera, sin volver a ver a .los costados, ni esperar que un hombre me solucionara la vida de un pincelazo de felicidad. Nadie podría hacer por mí, lo que yo me atreviera a hacer por mi misma.

sábado, noviembre 18, 2006

Llamadas de Hombre

¿Por qué los hombres nos llaman? No sé, no deberían hacerlo.

Hay noches que me despierta el sonido del celular o el teléfono o de vez en cuando la puerta. Yo duermo mucho, pero duermo con los ojos abiertos. Me acuesto y reposo mi cabeza sobre la almohada, recordando cada suceso del día. Entonces suena.

Y yo quedo preguntándome, mientras veo la luz del celular encendido, si debería o no contestar. Si esta vez diré mas que un simple: “Ah, eras tu”.

A veces me siento despreciable, por hacer las cosas que me han hecho y me han dolido.
Por contestar sin ganas, por hablar monosílabos. Por burlarme y así evitar una charla larga. Tal vez es solo él, solo la gente que últimamente ocupó partes de mi vida. Tal vez sea desánimo.

Hubo un tiempo en que no me avergonzaba llamar yo primero. Era un acto de valentía, así lo entendía yo. Tenía miedo, vergüenza de hacerlo, pero lo hacía y llamaba y decía:
¿Qué haces hoy? Pero no eran mis amigos, no es como llamar a A. para quedarme hablando una hora de nada en particular. Era un acto de valentía porque era mi iniciativa de salir, luchando contra el tedio natural al otro lado de la línea.

Ahora no llamo a nadie, ni llamaría a nadie para salir. Reviso mi agenda y pienso que no hay ningún número que valga la pena hacer el esfuerzo. Preferiría que me llamen.
Pero…

No sé porque me llaman los hombres a los cuales trato mal. Aquellos con los que jamás tendría nada, ni volvería a tener. Me llaman al celular a la media noche, haciendo gala de todo su ingenio para decir un Hola que no suene mil veces dicho.

No me admira nada, todo me lo han dicho. Lo bueno, lo malo y lo inventado.

A veces no sé porque llaman los hombres al teléfono, después de un No que suena rotundo, después de portarme mal como se han portado conmigo. Devuelvo la bofetada al mundo en una forma inconsciente, que no puedo evitar. Tal vez sea solo falta de interés. En todo, en todos.

Tal vez, sea solo que marcan el número equivocado.

En el Bus

Casi no tengo tiempo para escribir, estoy en un proceso de observación. A veces me toma dos horas al día. me subo al bus y observo por la ventana la tarde que va cayendo, lasluces de neón en la avenida cuando oscurece. Las ramas de los árboles cruzándose como una bóveda verde frente a mis ojos.
Ningun recuerdo es para siempre, son solo archivos temporales de los que saco información pàra ese día en especial. Mañana no será ni la misma tarde, ni nlas msmas luces, ni las mismas hojas delos árboles. Mañana será otro día de observar y memorizar detalles que me hagan ver el mundo a color.
A veces quisiera ir oyendo música, pero prefiero enterarme de esas conversaciones de autobús, tan frívolas algunas, entre jovenes, viejos, mujeres. La gente va hablando en los buses y yo cojo retazos de sus charlas, las hilvano, las acomodo, creo historias. De vez en cuando alguien con fisonomía interesante. De vez en cuando alguien.
Me muero de sueño.

viernes, noviembre 17, 2006

La Niña Loca

Parte 3: La Niña Loca
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La siguiente vez que la vio, era Octubre y casi la había olvidado, pues había caído en la cuenta que tal vez era solo un sueño y no se atrevió a buscarla. Algunas noches después de ese encuentro casual de cruce de miradas, había soñado con ella. La había imaginado con ropas árabes que tapaban todo su físico y, solo dejaban ese par de ojos negros, mirándolo curiosos, se despertaba con una erección después de tanto tiempo, que trataba de apagar en los brazos de Carmen.
Esa semana hicieron el amor seguido, era un sexo rápido y sin palabras, más brutal que buscando abrigo. Luego de eso se sentía algo mas tranquilo. Iba a la editorial y se pasaba horas enteras pensando que de raro tenia esa mujer sobre él, si existían las almas gemelas y a menudo dudando si en realidad ese episodio había ocurrido. Fue por esa razón y al ver que estaba cumpliendo más que mal su trabajo, que lo habían cambiado de área; fue ese día que salía de la editorial por la puerta principal en vez de la de servicio, cuando la volvió a ver, pero esta vez no era una aparición, era ella.

Menos bella de lo que la había estado imaginando, mas fresca, mas joven, mas real. Con una sonrisa entre inocente y burlesca y esos ojos negros grandes mirándolo de cerca.
No lo podía creer. Debía estar loco, esa visión lo estaba atrapando de nuevo.
- Hola- le dijo la alucinación.
- Hola – articuló él, respondiendo a su saludo.
- ¿Trabajas aquí? – ella seguía sonriéndole con unos dientes blancos que nada tenían de fantasma.
- ¿Yo? Eh…si…. ¿Se te ofrece algo?, agregó tratando de componerse.
- Quisiera hablar con usted. Si dispone de un poco de tiempo.
- Por supuesto- dijo Sebastián, más turulato que nunca. De todos modos no había que contradecir a las visiones.
-¡Perfecto!- Conozco un café aquí cerca- si no le molesta podríamos ir allí.
- Claro.
Sebastián estaba algo contrariado, no se atrevía a decir nada, tal vez la joven lo estaba confundiendo con alguien. O estaba viviendo el sueño que ya se había imaginado noches antes. Mientras caminaban ella le comentó que había pasado muchas veces antes por la editorial pero que no se había atrevido a entrar.
“Si me hubieran dicho que iba a ser tan fácil, no me lo creo”.
Su acento no era español definitivamente, hablaba con ese seseo maravilloso pero de otro lugar. El Caribe pensó el.
Era mucho mas pequeña que él, pero caminaba con la soltura del que jamás se ha dado por aludido cuando dicen “Bajo”; las mujeres suelen ser virtuosas en ese tema.
Su cabello estaba semi amarrado atrás con una pañoleta y los rizos le rodeaban el cuello. De estructura más bien atlética que delgada, se movía a su lado con los movimientos que pensó él podían ser lo de una bailarina.
Se sentaron en un café con vista a la calle y apenas empezó a hablar, se le olvidó que era mas pequeña que el, se le olvidó que podría ser su hija, con suerte. Se le olvidó todo, excepto, que su voz lo rodeaba y lo sacaba fuera del mundo y que sus palabras no eran de niña tonta sino mas bien de mujer, una mujer sin edad y sin tiempo, como el había algún día soñado.
Lo miró coqueta, mientras le decía…En que estás pensando, ¿te grada mi oferta?
¿Oferta? ¿Cual oferta? …Maldición había estado distraído, entre comentar sobre la arquitectura de la zona, el clima y el autor de moda, se le había pasado advertir que ella tenia una oferta y que él, fuera lo que fuera, debía aceptarla.
- Quisiera que leyeras lo que estoy escribiendo-agregó ella.
- Por supuesto-hilvanó él-pero aun no me has dicho de que se trata.
- Es sobre mí. O más bien es sobre alguien como yo, que viaja al otro lado del mundo en busca del que cree su amor perfecto.
- Entonces, es sobre una heroína.
- No- y lo miró extrañada- es solo la historia de una mujer.
- Bien.
Definitivamente esa niña lo confundía con un editor, tenia dos posibilidades o seguir fingiendo y volverla a ver o decirle la verdad y quedar como un imbécil.
“Las mentiras tiene piernas cortas, Sebastián”- se lo dijo para si mismo, pero a veces hasta su conciencia tenia la voz de Carmen.
- Puedo preguntar ¿cual es tu nombre?
- Andrea
- Bien, Andrea, lo siento, pero creo que te has equivocado.
- ¿Pero, que pasa? ¿Es que no te atrae el tema, te parece muy rosa? Por si acaso te advierto que no lo es, tiene mucho de sexo y por momentos hasta de policiaco, pues se que eso es lo que vende.
- No- Sebastián sudaba –No es eso, lo que pasa es que no soy editor, solo soy un empleado.
-¿Empleado? ¿Y que es lo que haces?
- Soy encuadernador…esto ultimo le salió en un hilo de voz sintiendo que se hacia pequeño y desaparecía en la silla.
- ¡que interesante! Acotó ella. Y sus ojos volvieron a iluminarse. Sebastián no parecía entender.
- ¿Entonces todos los libros pasan por tus manos?
- Se podría decir que si.
- Debes leer mucho entonces, ¿no?
-Bueno eso era cierto. Sebastián volvía a recobrar su tamaño natural. Pues si, leo bastante, soy casi un – iba a decir ermitaño, pero la expresión sonaba patética, así que arregló- soy casi un bibliómano.
- Excelente, entonces Sr. Robles, Ud. es la persona que he estado buscando
-¿Disculpa?
- Antes que un editor lo que necesito es un crítico y Ud. Parece ser la persona indicada.
- Niña, no te equivoques- carraspeó Sebastián, ahora ya, mas incómodo que orgulloso- solo soy un lector, de crítico no tengo nada, yo sobre literatura lo único que se, es si me gusta o no, no creo que podría ayudarte- aunque me muera por hacerlo, agregó un eco interno.
- Mire, yo estoy en las mismas. O sea que de literatura lo único que se es contar historias. Y ya que lo único que Ud. Sabe es leerlas, pues no veo que daño le podría hacer leerme a mí.
- En verdad, ningún daño. Pero no desearía que te ilusionaras, soy un pésimo amigo y un peor comentarista.
- Eso no se lo creo.
- Ah no?
- No, un hombre con el mentón pequeño como Ud. Lo tiene, no podría ser del todo malo.
Al despedirse esa mañana sintió que a ella, aun sin tutearlo ya le unía una extraña familiaridad. Ese saborcito de sentirse reencontrado invadía ya todo su ser y no le dejaría tranquilo hasta bebérselo todo. Como si de café se tratase un insondable café matutino, de sabor extranjero, pero no del todo ajeno.
Se sentía extraño, tonto. Se sentía de nuevo un adolescente cuando ella lo había visto y le había casi susurrado, sobre su mentón pequeño. En ese momento se miro al espejo y se fijo en el. Nadie jamás le había hecho una referencia a su mentón. A sus ojos, a su cejas, a su sonrisa o a su mira, ¿pero el mentón? Por Dios, esa niña tenía que ser medio loca.

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(2004)

domingo, noviembre 12, 2006

Mi amiga La Lesbiana

Es extraño, después de escribir 8 post estúpidos seguidos, con un intervalo de 12 minutos en promedio, me siento tonta.

Tan tonta, que decido chatear con mi hermana y decirle que no abra ninguno de mis correos, porque un programa espía entró en mi bandeja y está enviando correos a diestra y siniestra.

Y yo que cambié mis claves la última semana, tengo que usar todo el ingenio que me queda, para inventar otra clave.

Supongo que a estas alturas mi cerebro está tan entumecido como el de Arjona, cuando compone.

Mi hermana me pregunta que hago, yo le digo que escribo, que aprovecho para escribir en el blog, porque probablemente no lo haga en la próxima semana.

La verdad, es que aprovecho para desaguar mi mente de ideas variopintas. Vaya! no sé de donde salió esa palabra. A veces despierto con palabras en mi boca, como Valhalla o Epifanía, o vesanía...me persiguen esa palabras todo el día hasta que logro ponerals en un escrito.

Así tambien se me aparecen los nombres de los personajes. No me dejan en paz hasta que escribo su historia. Ignoro como será el procesoi creativo de la gente normal, pero a mi me acosan las ideas.

Antes, de niña, escribía como hombre. Mi yo, era un hombre, asi me apartaba de mi misma y podía escriobir mejor. Solo lograba escribir historias cuandso lo hacía en primera persona como hombre, pensaba entonces, que un hombre habitaba en mí. Eso unido a que me gustaba dibujar cuerpos de mujeres (son más fáciles y mas bellos) me generaba una enorme ansiedad de que fuera lesbiana.

Pero no, tenía termendas fantasías con hombres. Pero jamás con mujeres, en todo caso me gustaba pensar que cuando creciera, sería una mujer despampanante, muy sensual e interesante que tendría mucho sexo bueno.

Luego crecí y me di cuenta, que no es la gran cosa si lo eres o no lo eres.


Mi mejor amiga era lesbiana. No lo supe hasta que se mudó a Italia y después de dos años allí me confesó por carta que si lo era. Yo me sentí engañada, había peleado con medio colegio defendiéndola, porque todos la acusaban de marimacho y de que "chapaba con mujeres", pero cuando ella vino a casa y me dijo que decían esas "mentiras crueles" de ella, entre lágrimas, moco y baba, maldiciendo al mundo por crearle esos problemas en casa de su padre, yo simplemente le creí.

Era mi mejor amiga en todo el mundo, era conciente que le regalaba chocolates y joyitas a mis demás amigas de clase, que vestía como hombre, que tenía la voz gruesa, que solo admiraba a Iron Maiden y tenía un odio casi enfermizo contra todo homosexual que se cruzara por el camino, llegando incluso a golpearlos (tenía mucha fuerza) pero no podía dudar de su palabra.

Cuando se fue a Italia, todo cambió, creó que asumió por fin lo que era y por fin pudo respirar mejor. Había estado tanto tiempo luchando contra lo que decía la gente, tratando de ser algo que no era y de besar a quien no quería, que llegar a Europa fue lo mejor que le pudo haber pasado.

Su madre la rechazó y casi se muere, su padre intentó golpearla, todos en su familia se culpaban de su comportamiento de "invertida", tanto así que incluso las tías intentaron alejarla de sus primas menores para que "no se les pegue" como si de una enfermedad se tratara.
Su carta fue una de las mas largas, honestas y dolorosas que he recibido en mi vida.

Pero en ese momento yo solo podía sentir mi vergüenza egoísta, de ser la única imbécil que en la secundaria intentó tapar el sol con un dedo y negaba en todos los idiomas que mi amiga fuera una lesbiana, si ella entre lágrimas y dramas me lo negaba cada vez que podía.

Podía llegar a entender su sufrimiento de largos años adolescentes, viviendo junto a un padre homofóbico y lejos de su madre que desde Italia no hacía mas que enviarle vestidos de señorita,para que " se moderara un poco".
Pero cuando leí esa carta, yo solo recordaba mi adolescencia sin novios, caminando a todo lado con mi amiga "ahombrada" sientiendo las murmuraciones de todos dudando de las tendencias sexuales de aquel par de inadapatadas.
Me imaginé que ella había sido la causa de que ningun chico se me acercara a los 16 años. Un cambio que sucedió de la noche a la mañana y que no lograba entender.
¿Apestaba? ¿Era fea? ¿había hecho algo malo?

En ese momento mi panorama de adolescencia infernal se aclaró un poco y pude vislumbrar a mi mejor amiga metirosa, como la causa de todos mis males.

El tiempo pasó y dejando el orgullo de lado, yo pude entenderlo todo. Me jodió que la gente maltratara tanto a alguien tan buena como ella y de paso a mi por ser su amiga. Que hayan relegado a toda persona que creyeran diferente, o que fueran amigos de "los diferentes" bajo ese poder que da el etiquetar a los demás a su antojo.

Ella, mi amiga, se casó con una mexicana que conoció por internet y el resto de la historia es mas de drama que de regocijo. La última vez que volvió a Perú, se portaba como si fuera la hija de Bill Gates, como si ser lesbiana le diera un poder más allá de este mundo. Un poder que la hacía mejor que yo o que cualquiera.
Ahora salía a beber con los que anteriormente solo se burlaron de ella. Pero cuando hablábamos a solas, volvía a llorar como antes, como si no lograra encajar en ninguna parte y todo fuera solo un espectáculo bien actuado para demostrar que con un poco de dinero podía ser aceptada y ser amiga de cualquiera.
Fue entonces que juró no regresar jamás al Perú así le doliera no volver a ver nunca más a su familia. Dejó de escribirme, o de llamarme, fue como si pronto hubiera decidido olvidarse de lo que un día fue, de olvidarse del sitio horrible que la parió diferente y no la pudo aceptar como tal.

A veces nos escribimos, mira las fotos que tengo el hi5 y me dice "No puedo creer que te hayas vuelto toda una señorita".

A veces siento esa frase como un reclamo, que no logro entender del todo.
Luego, deja de escribir y se desconecta con un Ciao, que parece un adiós para siempre.

Navidad de Verano

Me gusta el calor, los climas cálidos, tu sabes. Pero mi mayor ilusión es pasar la navidad con nieve. No cualquier nieve, ni cualquier ciudad, ni cualquier navidad.
Yo tengo una ilusión específica.

Antes, cuando estab enamorada del Claudio, soñaba con esa navidad juntos bajo sábanas de satín rojo, viendo la nieve cayendo por la ventana, como pesadas alas de ángeles cayendo.
Eran hojuelas de hielo blanco, cayendo sobre NY; entonce syo me imaginaba acurrucada bajo el cuerpo siempre tibio de Claudio, viendo los paquetes de regalo aun sin abrir desparramados por el suelo.

Era una ilusión, repito. Porque eso jamás se daría, a menos que viviéramos juntos.
Yo solo podría abandonar la idea de una navidad familiar, si lograba realizar mi propia familia.


La navidad en casa es diferente, hace calor y el 25 nos vamos a la playa con los implementos de verano recién comprados, dispuestos a estrenar toallas de colores y sombreros chistosos.

Llevamos los restos del pavo, de esa ensalada de pallares fríos, de ese puré de manzana y de la salsa con guindones. Ultimamenet le agregan esas ensaladas que hace mi madre con fruta. Me agradan las ensaladas dulces, con naranjas o durazno para acompañar las carnes.

Pasamos la navidad viendo el mar, en el lugar mas alejado de la playa, donde solo acampen familias con toldos gigantescos para primos, abuelos y suegras.
Vemos las perezosas, las pelotas y los niños desparramados por la arena, invitando a la felicidad perfecta.

Poco a poco la navidad se ha ido reduciendo. Mi hermana se separó de su marido. Mi otra hermana vive feliz en Santiago, mi hermano debe pasar navidades junto a su esposa y sus suegros. Apenas llega para el almuerzo y se retira pronto.

Mi sobrino mayor tiene 11 años y es solitario. No es triste, más bien es todo un demonio, pero siento que él vive en carne propia como yo, el hecho de que la familia se esté acortando en vez de que crezca. de que siempre sobre comida, para cualquiera que pase. De que a veces no haya de que hablar, porque ya nos sabemos de memoria los chistes y anécdotas familiares.

Yo juré jamás casarme, para poder vivir en casa siempre. Donde siempre se vivía como en un paraíso oculto al lado del mar.

Ahora, solo quisiera tener mi espacio...Pero no imagino la navidad lejos de casa, con alguien más que probablemente no sepa el gran savcrificio que representa para mí, salir lejos de mi familia, en esas fechas.

Solo de vez en cuando recuerdo mi ilusión de la nieve, de las sábanas rojas, de NY en invierno...Solo a veces, luego recuerdo, que mi historia con Claudio terminó para siempre y es inñutil guardar recuerdos de hechos inexistentes.

Writing

Estaba escribiendo desesperadamente, cuando vi los comentarios.
No puedo creer que la gente lea tan rápido. Cosas de blogs.

Hace tiempo quise cerrar el blog, ahora no sé. No sé donde escribiría lo que pasa por mi mente, ni donde podría guarecerme del mundo. No iniciaría otro blog, demasiado complicado.

Cambiar mi identidad? No, a momentos me siento bien con este nombre...A momentos.

No entiendo a la gente que usa otros nombres para insultar o decir los pensamientos que no se atreven a decir bajon un solo seudónimo. No lo sé, yo soy malgeniada ( a veces ) y digo cosas desagradables ( frecuentemente ), puede ser extremadamente honesta ( brutalmente, diría )
pero jamás he usado otro nombre para hacerlo.

Y mira que he perdido amigos...o bueno, esos que se dicen tus amigos. También he perdido lectores ( esos que se dicen lectores ) y me he dejado de comunicar con esa gente que siempre quiere poder hablar contigo ( esos que dicen querer hablar ) pero siempre he firmado con mi nombre...o bueno con el de Laura.

Por un momento, el ego hizo que quisiera poner mi nombre real...Por un momento la vergüenza pudo más y no lo hice. Hay tanto maniáco en la red, buscando pistas, dobre el lugar donde vives, donde duermes, a donde vas a comer, que grupos de amigos tienes...Eso ya es demasiado.

Yo les muestro partes de L.Martillo, pero de allí a mostrar lo que resta de mi vida, para que armen su rompecabezas y vayan a molestar, no gracias.

He conocido a muchos maniáticos. Por la red abundan.

Pero en blogger abundan más los depresivos, incluso aquellos que lo niegan. En fin. También ha de haber suicidas. Que buenoq ue puedan elegir, si tuvieran SiDa o un cáncer, ya me gustaría verles el valor de empuñar un arma contra sí mismos.

Yo no lo he inteentado, pero si lo he pensado; en un tiempo incluso, lo pensé muy a menudo. Nadie entiende a los suicidas, solo los culpan, no intentan saber que eso va más allá de ellos. Pero yo no me refiero a esos, sino a los que lo hacen por pose...¿Cómo saber cuándo es por pose o no?

En el hospital te das cuenta...La mayoría solo son histriónicos, gente con mucho poder actoral.



Mis manos

Mis manos son pequeñas y mis dedos delgados.
No son esas manos lánguidas, preciosas, de la gente que toca instrumentos,
tampoco esa manos pálidas de venas verdosas que te bendicen en la misa,
no son las manos huesudas de las mujeres que admiras,
tampoco tienen esas uñas sensuales, pintadas de carmesí brillante.

No,
mis manos son simples.

Las lavo con jabón, las unto con humectante, limo las cortas uñas,
son suaves y de líneas solitarias,
en las que de vez en cuando juego a leer mi destino.

Mis manos no sirven para nada,
se ajan cuando deben trabajar duro,
lavar los platos o la ropa,
mis manos se opacan.

Mi padre decía que yo sería cirujana,
por los dedos largos y delgados que podían entrar
en cualquier lugar sin demasiado esfuerzo.

Yo no quería ser médico entoces,
pero me agradaba que mi padre profetizara que sería cirujana,
que curaría personas,
que me vestiría de verde.
Me llamarían por altoparlante
y yo me acercaría corriendo, mientras todo queda en cámara lenta
y me colocarían esos guantes pequeños,
no los 6 1/2 para manos diminutas,
ni los 7 1/2 para manos corrientes,
me calzarían esos guantes número 7
que es difícil hallar en als farmacias
y comenzaría a operar.

Mis manos han sostenido el rostro de gente que muere,
de niños que nacen,
de órganos que salen,
tapando orificios sangrientos,
y callando bocas que gritaban.

Mis manos han escrito páginas y páginas
de mi vida diaria,
han cosido vestidos de muñecas flacas,
han hecho tarjetas de purpurina y flores,
han pintado con crayon cuadros,
que mi padre me hizo creer
que eran obras de arte.

Mis manos han luchado
y hecho cosquillas,
han acariciado la piel de los hombres,
los cabellos de los niños,
el rsotro de mujeres,
mis manos se han muerto conmigo,
marchitándose cada flor que crecía en ellas,
más no me ha importado.

Mis manos, en las que una vez te leí mi destino,
y te dije que siempre estaría sola,
porque en ninguna de ambas se cruzaban las líneas.

Que viviría casi para siempre,
mis manos en tu cara y en tu pecho,
arañándote, rasgándote, tirando de tu pelo,
mis manos jurando amor eterno.

Mis manos...que pena por mis manos,
que jamás volvieron a tocarte.

Forrest

Ayer me llamó Forrest, lo llamaré así, porque no se me ocurre otro nombre.
Cuando lo conocí, pensé que era una ventaja tenerlo de amigo. Que podríamos salir y no tendría que preocuparme por esos tipos que se te acercan cuando caminas o vas a una fiesta sola.

El problema es que Forrest se embriaga y desaparece de escena.
Luego llama,
llama y dice que está enamorado, que me ama, etc de tonteras a la sque prefiero no hacer caso.

El trato era no enamorarse, yo estaba clara al respecto. Forrest no me agrada, excepto para bromear y burlarme un poco. Excepto para cuando quiere que caminemos en la playa y yo quiero alejarme de casa.

Él estaba preocupado porque ese tipo de relación hiciera que yo pensara más de la cuenta, pero no. Yo no pienso ni espero más de la cuenta. Forrest, es una de las razones por las que he pensado que ya nunca podré enamorarme de un hombre, que tengo incapacidad amatoria, o ilusoria, o como quieran llamar a ese sentimiento que te hace pintar pajaritos y mariposas cuando ves a los ojos de alguien.

A mi no me agrada la gente como él. Pero me agrada menos cuando llama a media madrugada y me dice que no deja de pensar en mí. Que se atreva a decir esas cosas solo cuando está ebrio.
Que a veces lo vea andar con otras mujeres y ambos finjamos que ni nos conocemos. Que el me vea salir con otras personas y pierda el control y me atosigue de preguntas sobre si me gusta alguien más, sobre si quiero a alguien más.

A veces, esto se sale fuera de control. Y lo peor, no somos nada.

Hace algunas semanas que no cesa de llamar, a decir cualquier cosa y a reirse y quedarse callado por teléfono como si tuviera 15 años. Me enferma. Parece un maldito oligofrénico, sin saber que decir, sin la mínima dignidad cuando le digo que no deseo volver a verlo.

Lo peor de todo,
ayer por la noche, me sorprendí a mi misma pensando en Forrest.
Imaginando como sería si no fuera tan jerk.

Es detestable, parece que el juego de la insistencia resulta para algunos.
En este juego yo soy la mala de la historia.
Cuantas veces me ha tocado a mi ser la víctima. Tal vez por lástima
debería ser mas gentil con el tipo,
por un sentido de culpa idiota, para alguien que no merece nada.

Pero yo no pienso caer en eso.
No he rechazado a tanto loser,
para caer con el peor de todos, solo porque es más terco que yo.
Solo porque estoy sola y no tengo a nadie más en el menú diario.

No, jamás.

Prefiero quedarme sola para siempre, que caer en las manos de Forrest.

Ese tipo no quiere a nadie. Imposible llegar a quererlo.

La Tierra Del Olvido

Justo ahora que me había acostumbrado a estar aquí, debo irme.
No es una obligación, solo es parte de una decisión de la cual me felicito.
Pero extrañaré mi cama, mi tV y todas las cosas materiales que me atan a este mundo,
mi mundo.

Yo le llamaba Tierra del Olvido al lugar donde trabajé por un año y donde permanecí olvidada de la civilización.

Cuando llegué de vuelta a la casa de mis papás, que por momentos siento como ajena, decidí que la Tierra del olvido no era un territorio limitado, simplemente se extendía conmigo, acompañándome a donde fuera.

Veía el mar, la playa, las casas y las calles nubladas. Los campos verdes, la fruta en el mercado, todo iba en sepia,
como en una foto que aun se va tiñendo antes de ser revelada, de los colores reverberantes de mi propio recuerdo.

Cuando decidí venir aquí a pasar mis semans de cautiverio, lejos de todos, supe que este departamento también era parte de Una Tierra del Olvido, extraña y con olor a madera.

Vivía en una cajita de madera perfumada, que lo tenía todo. Excepto alguien con quien hablar.

Me quedaba horas enteras escribiendo, oyendo música, viendo series de Tv.
Me hice fanática de tomar cafecitos en el día y "tecitos" con aroma de durazno al llegar la noche.
Cuanmdo se me acaba el dinero para comer, o me aburría de estar tantos días sola, volvía a la casa grande, a la casa de mis papás con comida caliente, postres y una charla de sobre mesa.

Volvía a ver la novela con mi madre por las noches, a oír las preguntas de mi sobrino, a recostarme en la cama de mi hermana y hablar con ella hasta pasada la media noche.

Allí me sentía segura...y tenía el internet gratis...Gran ventaja y desventaja.

Todo era inerte y tranquilo en la Tierra del Olvido, hasta que decidí volver a la vida, sobre una cama de espinos, lejos de todos los que me quieren y cerca de todos los que aun no me conocen.

Esa es parte de la historia.

Voyages

Por la noche, no pude dormir bien. Me he dado cuenta que todos los sábados toca una banda de rock aquí cerca. Es música realmente buena. Me agradaría saber los nombres. Ayer tocaban algunas de los Gun´s, Nirvana e incluso una versión loca de Strawberry Fields, debo admitir que esa canción siempre me hace sentir bien.

La música que me agrada ya no suena en las radios, a veces me da lata limitarme a la música que tengo en el computador. Cuando viajo llevo 2 o 3 CDs de mis favoritos, con frecuencia se me pierden. No sé, a lo mejor es momento de un I pod...a lo mejor...No sé.

El problema es que la música actúa a veces como "disolvente universal"...No permite que la gente se acerque entre sí. Cada quien va en sus asientos, absorto en su propia burbuja, de pensamientos y música propia. Yo suelo quitarme los audífonos para sentir un poco del ruido del mundo real, eso me anima a querer ser parte de él. No un completo cyborg de cara opaca caminado por el mundo.

Yo a veces quisiera participar del mundo real, por eso que hago lo que hago...pero es momento de cuidarme, este año, he estado en grave riesgo más de una vez. Me asombra que siga viva, ha de ser por alguna razón.

Cada vez que me despido de mis padres, parece un para siempre. Veo a mi madre saludándome desde la vereda y quisiera decirle que no se preocupe, que no me va a pasar nada, que siempre hay alguien protegiéndome, para que vuelva a casa.

Mi madre...Es tan linda, me ha despedido tantas veces, en las noches y en alguans madrugadas. Jamás podré agradecer tanto sacrificio...A veces siento que no lo merezco.

Mi madre es tabn buena...pero yo me parezco a mi padre...por eso hago esas cosas tontas y me tiró d ecabeza al río y tomo la oportunidad que haya delante y hago esos viajes a ninguna parte.
Si fuera hombre, todo sería más fácil...Tal vez mi madre no se preocuparía tanto.

tal vez...no lo sé.

Todos mis sueños

Tengo el resto de la tarde para escribir. Hace calor, ya lo dije antes.
Aun me queda en la mente esa historia de cuando era niña y mi viejo contaba que los egipcios tomaban café caliente para calmar el calor del desierto. Nunca le creí, pero a veces, cuando hace calor, lo único que se me viene a la mente es un café humeante en medio del desierto.

Tengo toda la tarde por escribir, en realidad quiero dejar de pensar un poco y abandonarme al placer del teclado. A veces siento como si fuera un piano y me dejo llevar por ese placer musical de mis propios pensamientos, brotando en palabras raras.
A veces, quisiera hacer música. A veces.

Es domingo y si nos reuniéramos para habalr podría contarte muchas historias. Siempre tengo bastantes historias en los bolsillos. Algunas van naciendo a medida que hablo, por eso no cuento las historias que deseo escribir, esas me las callo. Sé que una vez que una historia sale de mi boca, es como un pájaro que vuela lejos y libre, hacia los oídos de alguien más. A ser recibido en otro nido. Cuando una historia termina de salir de mis labios, le digo adiós para siempre, a esa ave multicolor que agita sus alas, hasta abandonar mi espacio del todo. Para cantar en algun otro oído e ir rosando por el mundo, así como las historias que me han contado, las que he oído, las que he visto suceder.

Es bueno viajar, pero a veces quisiera quedarme en un solo lugar, cómoda y perezosa para siempre. Quisiera vivir en una casita pequeña donde pueda escribir todo el día y no preocuparme por nada más que por contemplar el mar.
A veces, quisiera quedarme para siempre en mi casa.
Pero sé que debo irme.
La maleta está esperándome en el centro de la sala, a que termine de colocar las últimas ropas, los últimos regalos.
No quiero irme. Siempre es una despedida triste.
No es el vuelo de un ave que extiende sus alas para hacer un trino alegre,
cuando yo me voy, las despedidas son entre risas, pero para mí siempre son tristes.
Por eso duermo enb los viajes y
miro por la ventana, inventando nuevas historias,
que me acompañen a donde vaya.
Historias que me dejen ir,
y me permitan volver a casa.
Por eso cuando viajo, jamás hablo con nadie,
a pesar que quisiera que el mundo me hable,
que alguien rompa mi burbuja
e interrumpa la hilación de mi propia historia.

Por eso cuando viajo, pienso tanto en mí,
en el futuro,
en ese pasado
que se confunde a veces con los sueños.


Todos mis sueños.

Sunday

Es domingo, hace un calor insoportable. De pronto el cielo parece estático, las hojas de los árboles quietas, las pistas humeantes...No es agradable caminar el domingo, cuando sales con ropa de deporte y no las usuales prendas livianas de verano.

Verano, acabo de darme cuenta que casi lo es, extraño Piura, me gustaría estar allí en este momento, a pesar del calor sofocante y de que a veces no hay nada que hacer. Me gustan esas ciudades donde parece verano todo el año y jamás se nubla el cielo. La brisa viene salada desde el final del mar, allá donde los caracoles cantan profundos y las estrellas de mar se ocultan como tesoros coloridos que recogerá alguien más.

Quisiera estar frente al mar ahora, no hay nada más relajante que sentarse en la orilla y quedarte con la mente en blanco viendo las olas azules revolcarse en la arena. Toda la poesía está frente al mar. No podría imaginar otro lugar para ser feliz.

A veces pienso en él, diciéndome que no conoce el mar y su voz suena tan inocente en mis oídos, parece un niño asesino, solo eso. Alguien que parece tan fuerte, tan malo, pero de pronto dice esas cosas que me hacen verlo como un infante a la orilla del mundo, balanceando sus piernas en lo alto de un faro que ya no alumbra a nadie.

Me pregunto como será el proceso para volverse malo. ¿quién lo volvió así, práctico para elegir entre lo que hace bien un minuto y lo que le hará bien el resto del tiempo?


Yo me creo mala, me asumo de decisiones tajantes, poderosa para elegir entre lo que me hace bien y me hace daño...A veces simplemente me equivoco.

¿Te cuento un secreto? Acércate un poco...lo diré en voz muy baja...A veces tengo miedo, mucho miedo de estar muriéndome...Solo yo sé el por qué, no digas nada por favor. Solo yo sé porque temo estar media muerta.

Es domingo y parece un día de verano. Creo que hoy escribiré el resto de la tarde, pero primero iré a almorzar. Supongo que debo escribir mucho, para que luego no me haga falta. Los siguientes días, andaré muy ocupada, viajando, viviendo, pensando...debería exixtir una forma para escribir, al ritmo que uno piensa las cosas...

Hojas de oro, solo eso veo ahora.

Afuera, la ciudad se derrite bajo el sol calcinante, no hay ruidos de autos, de música, de nada...parece una ciudad detenida en el tiempo. Una calle pintada de colores dorados.

Puedes pensar que estoy triste, pero te equivocas. Siempre te equivocas conmigo.

jueves, noviembre 09, 2006

El Encuentro

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Capítulo 2

Sebastián no tenía ninguna animadversión en particular contra Carmen. No era personal. En realidad Carmen era una buena mujer, le había entregado sus mejores años, había sabido ser paciente con sus manías, con uno que otro affaire suyo en los primeros años de convivencia.
Ignoraba por qué el amor con Carmen ya no podía seguir siendo el mismo, se culpaba por eso. Lo cual sucedía más a menudo en los últimos meses. Pero en general más que a sí mismo, tendía a culpar a Carmen, por ser siempre tan puntillosa, siempre aparentando no tener defectos. Ojalá él hubiera tenido mas tiempo para conocer otras mujeres, para vivir con otras mujeres antes de ella; pero la vida no le había dejado mas opción que Carmen.
Y vivir sabiéndolo, lo hería. Lo hería el saber que no hubo tiempo para elegir, que su libre albedrío se lo gozó alguien más.

Esa situación empezaba a dolerle y digo, a dolerle literalmente, porque había empezado a experimentar algunos achaques de la vejez, a sufrir pequeños dolores en el cuello, en la espalda, en resumen, a cansarse fácilmente. "Tal vez era la edad", le repetía Carmen, entonces Sebastián le respondía con algún gruñido sordo, “Que solo era el cansancio”.
Pero el cansancio le pesaba ahora mas que antes, le costaba recuperarse de alguna faena y peor si se trataba de un resfriado; en esas ocasiones le podía doler hasta la raíz del pelo y se hacía insensatamente dependiente de la buena de Carmen, que había pasado a tomar un papel de madre con él desde que se mudaron juntos.

Ese día martes, Sebastián se percató del dolor en su rodilla, aquella cojera ya le estaba causando más de un inconveniente al cargar los libros desde el taller de arte a la mesa de redacción. Ese dolor era lancinante y constante, algo que podía ser soportado por lo leve de su intensidad pero no por lo persistente de su naturaleza.
Lo comparó sin querer al cariño por su mujer: No era muy apasionado, nunca lo fue. No era precisamente un amor desenfrenado y sin embargo, ese cariño que siempre le prodigaba ella en cada uno de sus actos, hacía que él se volviera vano en relación a ella, que se volviera sumiso y dependiente... que se rindiera a sus pies.
Como cuando ella decidió mudarse a su casa y el no pudo oponerse.

Se odiaba a si mismo por ceder siempre ante el destino. Ésta vez ya no lo haría. Dejaría de ceder; ese dolor no lo vencería. Se decidió por sacar cita en el hospital, no iba a ser algo fácil y probablemente tuviera que madrugar, pero valía la pena descubrir la razón de su dolor.

Era un mañana fría y húmeda cuando tomó la calle Naranjos en espera del tren. Llegó temprano, pero no tanto. Ya en admisión había una cola larga que daba la vuelta y rodeaba las afueras del Hospital, se acomodó al último, resistiendo las miradas de burla contenida ante el dormilón de turno. Varias de las personas que ocupaban los primeros sitios tenían ojeras y vestían como si hubieran cruzado el Everest; probablemente su único regocijo era ser los primeros en una cola que ya llegaba a los ciento y tantos y observar la cara de sorpresa y desengaño en los recién llegados, como Sebastián.

- ¿Se le pegaron las sábanas?- Fue el saludo de una vieja pequeña que iba delante de él.
Sebastián trato de sonreír sin éxito.
- Descuida, guapo, que con este frío a cualquiera le da por quedarse en casa.

Observó a la mujer diminuta con apariencia de momia, de mirada alegre y exceso de maquillaje en el rostro; preguntándose que tipo de enfermedad la traía a ella a ese lugar aborrecible. La momia pareció leerle la pregunta en la cara.
- Vengo por mis piernas- le dijo- la diabetes me las esta matando.
- …Yo vengo por mi rodilla, me ha empezado a doler- trato de armar él.
- A lo mejor es el acido úrico- se apresuró a decir un tío que estaba mas adelante. La gota a esta edad nos afecta a todos.
¿“Nos”? Dijo, ¿“nos”? ese viejo podía ser fácilmente su padre o su maestro en la primaria y hablaba de “nos” con el desparpajo de creerse un adolescente.

Tal vez sean las varices- apuntó otro. Sebastián estaba realmente molesto. Todos allí parecían jubilados y todos a esa hora de la madrugada tenían muchos deseos de hablar. De hablar de lo que sea pero de hablar. Luego de 20 minutos en la cola que no avanzaba, Sebastián se dio cuenta que el también quería hablar, pero no sabía precisamente de qué, quería desenvolverse y no podía, se sentía algo tonto, así que decidió probar por la política…menuda tarea, la siguiente media hora tuvo que pelear con las opiniones de más viejos que solo repetían tener mas experiencia que él y de inmediato se lanzaban a hablar del gobierno, a recordar presidentes, a rememorar guerrillas. Sebastián era un hombre casi ermitaño e ignoraba aun, que temas como la política y la religión están prohibidos en todo tipo de cola, como una forma tácita de mantener la sanidad mental y la armonía en el grupo.

¡Uds. los jóvenes deberían reaccionar pronto! - Dijo alguien con el puño en alto.

Se rió para si mismo ante esa exclamación. En efecto era el mas joven de la cola, pero hacía tiempo que ya no lo era, o al menos que no se sentía como tal. Hacía tiempo que solo se sentía un viejo sin energías, resignándose a perder ante la batalla del tiempo porque no tenia el dinero ni el tiempo suficiente como para entregarse a procesos de rejuvenecimiento ni por fuera ni por dentro.
Llegó a la ventanilla cuando los turnos se habían acabado y otra vez se sintió perdedor. Había perdido la mañana y el día de trabajo, a lo mejor si se apresuraba podía llegar aun. Pero no lo hizo, no tenia caso apresurarse y perder la compostura por un trabajo que odiaba.
Salió del hospital dispuesto a desayunar en cualquier parte. No quería volver a casa. El día se prestaba para caminar, la ciudad lo empezó a llamar por su nombre y se sintió ajeno, pero de alguna forma vivo. Hacia mucho tiempo que no estaba en la ciudad por la mañana en un día laborable. Vio la gente que pasaba con abrigos, vio mujeres hermosas de caras lánguidas caminar de prisa y arreglarse contra las vitrinas. Vio hombres maduros como él, llevando café en la mano, vestidos de traje, luciendo jóvenes, atractivos, aun con vida. Tal vez no estuvieran casados, pensó. Él tampoco lo estaba en realidad, pero ¿cuál es el beneficio de no haberse casado ante un cura, cuando tienes que pagar las cuentas y hablar sin ganas en la rutina diaria, de vivir en pareja?

Se sentó en una plaza que ignoraba que conocía y vio las palomas gorjeando alrededor. Comenzó a beberse su propio café, pensando que podía costarle 3 veces menos si lo hubiera tomado en casa, cuando ocurrió. Justo en ese momento ocurrió lo que le cambiaria la vida de pronto y para siempre. Él la vio. Y ella se dejó ver.
Fue una fracción de segundo, la muchacha pasó frente a él, con las ropas volando alrededor suyo, como una aparición extraña y bella. Su rostro moreno, sus ojos negros, sus cabellos sueltos. Vio hacia él y por un momento pensó que lo traspasaba su mirada, que era a él a quien miraba, a él y no a otro a quien buscaba esa mirada.

¿Quien sabe que extrañas sustancias, aceleran el corazón o turban la mente? ¿Quien sabe que tiene una mujer para lograr que esa capa de sal protectora, se resquebraje de pronto y haga brotar un ser humano donde antes no lo había? ¿Que tenía esa mañana de especial, para que él, en riesgo de perder su trabajo haya estado allí, en el preciso instante, en que ella lo vio y él pensó que había sido visto? ¿Por que volteó a mirar justo allí? …Eran demasiadas preguntas y ella ya no estaba, en solo un minuto había desaparecido entre la gente como un espíritu y lo había dejado de esa forma, estremecido y con mil preguntas en la cabeza.
Lo había dejado, en ese estado de dulcísima estupidez, que algunos llaman estar enamorado.

martes, noviembre 07, 2006

¿A Dónde Vas?

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Era domingo, el día en que terminé de escribirte y fui a ver esos zapatos. Para cuando quise volver a casa, eran las 10 de la noche, entonces, decidí irme caminando.

Me agrada caminar y aunque mi casa quedaba cerca y lo hacía en la zona más segura de la ciudad, no olvidaba que era domingo, 10 de la noche y que yo solo era una mujer que caminaba sola. Fue en ese momento vi a este tipo que caminaba solitario y con paso rápido como lo hacía yo.

Con la polera gris y las manos en los bolsillos, caminaba calle abajo igual que yo. Probablemente al mismo barrio que yo. Caminamos codo a codo casi por una cuadra, pero cuando estuvimos a punto de cruzar palabra, yo decidí cruzar la avenida e ir por la otra acera. Acababa de tener miedo de aquél extraño.

Me arrepentí cuando estuve a mitad de la pista, pero ya no había vuelta atrás. El resto del trayecto seguimos caminando, en aceras contrarias, probablemente al mismo destino, mirando de vez en cuando si alguien más aparte de nosotros caminaba a esa hora, por aquella avenida iluminada, en donde los pocos taxis pasaban veloces.

Esperé a que hubiera un periodo sin autos que interrumpieran y sin detenerme a pensar, le dirigí la palabra a aquel desconocido, desde la otra orilla de la calle, en un grito que parecía un maullido que rompía la noche queda

“¿A dónde vas?”

Durante las caminatas que a veces hacía por las ciudades a las que iba de visita, había hecho innumerables veces la misma pregunta. Jamás lo había hecho en mi propia ciudad.

Es triste caminar sola, lo es más cuando llega la noche y se quedan en completa comunión el alma y los recuerdos. La segunda parte del viaje inició en Mendoza y yo me había hospedado en una de esas pensiones familiares en que esperas que no te ocurra nada.

Esa tarde la migraña se había apoderado de mi frágil seso y me había obligado a tomar la medicación. Durante la cena estuve a punto de dormirme sobre el plato de carnes, completamente absorta en las luces que se filtraban por los árboles dispersos de La Peatonal.

El clima ligeramente cálido, aumentaba la sensación de unas vacaciones de verano a pleno mes de Septiembre; pero mi mente embotada de analgésicos solo podía percibir un ambiente que me llevaba del sueño al ensueño, cada vez que pestañeaba.

Al levantarme de la mesa estaba tan mareada, que lo único que me restó fue caminar rápido hasta que el aire me despejara todas esas ideas sobre un pasado inconfesable y un futuro incierto. Para cuando quise volver a mi hospedaje, eran casi las 11 de la noche y los autos habían dejado de circular por las calles.

Delante de mí, un chico caminaba lentamente con libros en la mano. Lo alcancé con paso ligero y le dije el ya clásico ¿a dónde vas? Que era mi saludo favorito, cuando deseaba dejar de caminar sola. Al contestarme que iba hasta el final de esa avenida de 10 cuadras, me animé a decirle la frase de la que aun no me arrepiento

¿Puedo caminar contigo?

Claro, me dijo y moderamos el paso hasta caminar a la par; él aumentando la velocidad y yo caminando sin prisa. Fue la charla mas entretenida que he sostenido con alguien menor que yo. El joven apenas tenia 21 años y hablamos y reímos, sobre música y fútbol, hasta que llegando a la cuadra donde estaba mi hospedaje nos despedimos, como viejos conocidos.

Al llegar al Hotel, el palpitar continuo de mis sienes jaquecosas se había disipado y pude disfrutar de un sueño reparador después de aquél largo día de caminata, el primero de un viaje que en cierta forma me cambiaría la vida.


La pregunta de ¿A dónde vas? Hacía ahora eco, en la avenida vacía de mi propia ciudad.
El muchacho desde la otra acera contestó con un “Lejos” que sonaba más a “Ninguna parte que te interese”.

“¿Lejos?”
Volví a preguntar con una sonrisa, al ver que tomábamos la misma vía que volteaba a la izquierda, siempre separados por la pista de dos carriles.
Dudó por algunos minutos más y luego gritó “Hasta mi casa” sin voltear a mirarme.

En ese momento, yo me di cuenta que donde quiera que fuera su casa, no estaba camino de la mía. Y tampoco estaba ya en mis manos poder cambiarlo.

Entonces, seguí caminando mucho más lento, mientras sonreía avergonzada por la osadía. ¿Qué estaría pensando ese tipo de mí? ¿A quién le contaría el hecho, cuando llegara a casa? ¿Se arrepentiría por no contestarme?

Frené las reflexiones que me inculpaban, cuando me di cuenta que yo había pasado innumerables veces por ese dolor que te da el callar. Ese dolor punzante que te ataca varias noches seguidas cuando no te atreves a dar el primer paso, o a contestarle a alguien cuando te hace la pregunta tonta "¿Y tu quién eres?" O un simple y llano “¿a dónde vas?”

Había probado muchas veces de ese dolor y prefería pasar por la pequeña humillación de haber tendido un puente que alguien más prefirió quemar.


Esa noche me acosté tranquila, pensando que siempre sería más fácil hablar con alguien que no tenga reparos en caminar a tu lado, a cualquier destino, en cualquier lugar, cuando dejas por un instante, toda la vergüenza de lado, toda esa incertidumbre sobre la futura respuesta y te atreves a preguntar desde la otra acera de TU propio mundo:

¿A dónde vas?
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Imagen: Av. José de San Martín, Mza.Argentina.

lunes, noviembre 06, 2006

La(s) Mujer(es) que está(n) a Tu Lado

Amo lo que soy cuando estoy a tu lado...

Esa frase suena tan cliché, pero pienso que seria mi frase de amor perfecta. Jamás tan real como eso. He amado a hombres que me han hecho sentir pequeña, que me han hecho sentir tranquila, con la vida en calma... Como una planta estéril… una flor decorativa de la cual limpiar el polvo solamente.

Y yo he dejado que me hagan sentir así, que digan que me quieren, desean, adoran.

Sin, embargo yo seguía siendo esa flor muerta, que solo puede agradecer, con un pétalo deshojado, con una espina menos a quien dice que la admira.

Detesto a esa persona que ves cuando estoy contigo.

A esa persona que soy, plástica y muerta cuando estoy a tu lado. Detesto que no me retes a romper el círculo de tranquilidad perfecta. Que permitas que me quede como un vegetal que debe conformarse con el agua que le das. Con esa luz artificial que me debe conservar siempre para ti. Solo para ti.

¿Cuantas mujeres soy yo? Ni te lo imaginas. Han amado a una sola y con eso se han conformado. Porque parece que eso es suficiente, más nunca lo es.
Una mujer es una flor que brota una y otra vez del mismo tallo. Alguien que se regenera, evoluciona, hace el bien y hace daño.

Te conformas con saber que soy la mujer que te puede acompañar toda la vida. Una mujer a la que no retas en el dolor ni en el fracaso. Una mujer simplemente, fácil, decorativa, amoldable. Una sola.

Quisiera decirle a alguien que amo lo que soy, cuando estoy a su lado.

Pero no.
Pasa con frecuencia, que al amar a alguien solo lo amo a el y me olvido de mi misma. Porque el amor es ese lugar cómodo que dura segundos y desaparece antes que pueda atraparlo.

Amo a esa gente que puede hacerte rebasar los límites de ti misma, que te da una nueva frontera a cada paso, un nuevo horizonte de lo que son las cosas y de lo que deben serlo.

Amo a las mujeres que pueden entregarse, experimentar, causar placer y dolor.
Mujeres que no se temen a sí mismas, que quieren ir mas allá de lo que se espera de ellas. Amo a las mujeres. Seguro que no lo sabías.

Y despertar una mañana al lado de alguien sin pensar que acabo de perderme.

De perder a las mil yo que el mundo no conoce, a la histérica y neurótica que odia al mundo sin razón alguna, a la que escribe poemas solo cuando está depresiva, a la mujer feliz que se desnuda cuando los lugares son abiertos y el cielo es el único techo.
No quiero perder a esas mujeres que no conoces, a esas que solo me atrevo a mostrar cuando escribo. No quiero perderlas por una vida cómoda, en que te sea fiel eternamente y tú accedas a todos mis caprichos.
Dame guerra mírame, aquí estoy.

¿Por que es tan difícil verme si dices que me amas? Entonces ¿qué amas de mí si no puedes mirar dentro mío?
Si aplaudes de saber que puedo escribir historias que los otros interpretan, pero que tu…que tu jamás lees.
¿No seria genial, poder mostrarte por completo a la persona que dice que te ama? Entonces ¿por qué volteas el rostro si confieso mis amores, mis errores, toda esta mierda que soy? ¿Por que prefieres no leer esa parte?

Quisiera que me dejes ser más de lo que soy.

Que me dejes crecer, hasta terminar de conocerme. Y no te equivoques, no amo a los poetas, ni a los que escriben, ni a esa sarta de artistas fracasados como los puedes llamar alegremente. No es por eso que escribo, ni por eso que leo. No.

Yo amo a gente de carne y hueso. Que tiene el valor de vivir lo que yo escribo. Que sale a la calle y vive esa vida heroica de la que yo escribiré mas tarde. Que vive con tanta fuerza, tanta pasión…, sin miedos, sin nada que los ate a este mundo.

Amo lo que soy cuando soy a tu lado....ja!

¿Quién podría hacerme decir eso? El amor es un camino largo y tortuoso, donde nunca te debes conformar con menos.
Con alguien que te dé todo y sea incapaz de hacerte soñar…o aun peor…incapaz de acompañarte a que tus sueños se hagan realidad.

No me conoces, ni puedes hacer que broten de mí todas esas mujeres que aun no conoces, me intentas dar calma, tranquilidad, silencio. Te olvidas que quiero mover el mundo. Que con una sola palabra, yo podría levantar tu mundo y hacerlo volar en pedazos…imagínate, si lo intento.
Imagíname, que todos mis yo te pudieran amar algún día. Eso es a lo que te niegas, cuando estás conmigo. Eso es de lo que intento escapar cuando camino a tu lado.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....