viernes, julio 14, 2006

Los Regalos

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Yo he vivido corriendo por las escaleras en busca de regalos que no eran míos. Me he parado frente a vitrinas con cajas que no tenían mi nombre, llenos de listones rojos, de papeles brillantes, dentro de bolsas de papel llenas con popurrí de flores secas.

Yo he corrido tras obsequios que eran para otros y que por un breve momento he pensado eran para mi. Todos ellos, cada uno, cada fecha en la que había algo por regalar he creído que esos regalos llevaban mi nombre.

Y he visto canciones, poemas, dibujos. Fotos a color y blanco y negro; pinturas, desnudos y óleos; he visto todo eso que se regala cuando se ama pero nada era para mi, nada llevaba mi nombre.

He tenido que robarlos algunas veces y devolverlos de inmediato al comprender que eran para otra, para alguna otra, de las tantas que viven en la mente de los hombres.

De esas que navegan desnudas y evanescentes en las tardes soporosas; de esas que escriben veloces con la cabeza enmarañada ante pantallas luminosas; de esas mujeres que no son pero alguna vez han sido y se quedan como un recuerdo intangible al que es imposible desterrar del todo.

He tocado esos obsequios con dedos temblorosos, con tímidos ojos. Huyendo si alguien me veía envidiarlos. Ocultando mi rostro para que nadie notara que he deseado los regalos que eran para otras.

Y me he inventado un universo lúdico en donde una escoba puede ser voladora y un dragón echar fuego. Donde los peces pueden hablarme arameo y yo llegar a entenderlos. He inventado de los trozos astillados de la cruz de algún otro, carros de madera con ruedas hechas con chapas de gaseosa.
Y he construido cometas gigantescas creyendo que podía volar en ellas.
Doblando mis propios poemas como barquitos de papel para alejarme remando, soñando con soldaditos de plomo y regalos que nadie mas podría quitarme.

Porque yo he vivido haciendo obsequios míos con las sobras de los otros.

Y yo he vivido soñando, sin embargo, que algún regalo que fuera de amor era al fin para mi, sin equivocaciones. Y he corrido por las escaleras, pero jamás ningún cartero llamó a mi puerta para dejar algo que tuviera mi nombre, así como jamás algo de lo que quise fue mío. Ni nada se me entregó sin previa lucha.

Pero hace varios días que me siento serena y que he dejado de correr por las escaleras, esperando carteros que no llegan ni postales de otra parte. Yo he dejado de caminar presurosa y he cerrado los ojos… para tropezar con él.

Con ese obsequio que aun no se ni como abrirlo, ni como romper el papel que lo cubre o atreverme a sacar la cinta que lo envuelve. Yo no se, que hacer ahora que por fin el obsequio es mío y ese “te quiero” lleva mi nombre.
Porque yo no se hacer nada mas que sonreír y sonreír, esperando que alguien venga y me despierte.
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“Y yo me recosté en sus piernas , me arropé con un te quiero y en esa ida y venida de la realidad al sueño, supe que por fin era cierto”
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***Oleo/Robles

miércoles, julio 12, 2006

Desde Cero

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Yo solté las amarras y dejé ir a todas las naves hacia algún lado y las vi partir hasta que se fueron todas.

Luego partí yo, sin mucho equipaje, decidida a volver pronto. No importando lo que durara ese tiempo, ni el espacio entre los puntos suspensivos

Porque nadie se va para siempre, solo se deja la historia a la mitad para contarla mas tarde.

El océano me recibió azul y sin reproches en su abrazo de amante solitario, yo me abracé en la espalda de las miles de olas y me dejé ir.

Ya no a la deriva como antes, solo flotando sobre lo azul por el placer de hacerlo, en medio de un universo de algas saladas y peces sin nombre.


Con el viento sobre la cara y el sol brillando alto.
Yendo hacia ninguna parte, con los remos levantados y el cuerpo desnudo en proa.


Adormitada por la voz del océano, casi , casi feliz.

Sin amor, sin nada mas que yo y mis pensamientos ocultos secando por fin su tinta al sol.

El mensaje oculto en la botella es claro:

“Ya es momento de querernos.
Vamos a hacernos daño”


Aun me pregunto si ¿Es una advertencia o una invitación?

Pondré los remos de vuelta al agua y comienzaré a navegar hacia alguna orilla.

Probablemente ya haya alguien dispuesto a compartir ese daño que nos hace el amor.


sssshhhhh........No hay que hacerlo esperar.....
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****Desnudo Oleo/lienzo- Robles Muñoz****

viernes, julio 07, 2006

Charlas de Viernes

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Estaba pensando en los amigos que perdí, en aquellos que se fueron y a los que no volví a ver. Ya sabes, el clima me deja un poco melancólica caminando lentito y oyendo canciones que no me atrevo a mostrarte, pero acá estoy de pie y frente al cafecito de los viernes, para que salgamos a caminar mientras te cuento mis alucinaciones y oímos a Fito Páez con Oh Nena!...Creo que jamás te lo he dicho pero esa canción me levantó un día que estaba en el piso, desde allí quiero a esa canción y a quien me la hizo escuchar,

Desde ese día hice de todo por ser amiga de dicha persona ¿ que tontería no? Nos llevábamos tan mal que es casi un milagro que sigamos hablándonos, pero aun así su presencia es entrañable en mi memoria, no logro recordar las enviadas al infierno, ni sus tonterías que en algún momento me hicieron doler un tanto, solo pienso en él y puedo pensar en un amigo... y ya sabes yo no tengo los bolsillos llenos de amigos, pero algunos he hecho y son esos me quedo.

Creo que yo empiezo mis amistades mas entrañables así, con bronca y mandadas al diablo. Luego, es fácil descubrir solo lo bueno…se que suena tonto, pero me es fácil querer a alguien que mostrado el lado malo luego te deja ver su lado luminoso, ese es el recuerdo que me queda de la gente que quiero. Es fácil mostrarse bueno a la primera, halagarte, aparentar ser el mejor amigo, lo difícil es mantener esa imagen cuando las cosas no resultan como quieres.

Una vez hablando con un amigo me decía que él era de ese temperamento de mostrar primero lo peor de sí, hacerse detestable y mostrar esas aristas de su personalidad a la gente, el resto del camino para conocerlo ya era fácil. Yo me reí pensando en cuanto nos parecíamos. Ese día lo mandé al infierno porque me mostró una de sus aristas sin limar y pensé que jamás volveríamos a tratar, ahora ya pasado el tiempo, es una de las mejores personas que creo haber conocido. Me ha sujetado la mano tantas veces, que ya ni recuerdo. Como cambió la imagen que tenia de él en ese primer instante en que solo podía verle el lado oscuro, su lado falaz en el espejo.

No siempre es así, no siempre se inicia una buena amistad con una enviada al infierno sin escalas. Tu sabes bien que no hay fórmulas para hacer amigos, pero a mi me pasa algo extraño, tu sabes que a mi se me da por admirar a las personas y esos son los santos que primero se caen al menor temblorcito de tierra. Esos que te muestran su lado mas suave y dejan solo para el final del capítulo al energúmeno que todos llevamos dentro, es entonces que la primera imagen se borra del todo y comienzas a preguntarte si no hubiera sido mejor una buena bronca al inicio, para medir fuerzas y saber con que clase de persona tendrás que tratar en adelante y así apartarte rapidito de aquellos con quienes querías cruzar al río y a la primera se ponen a querer ahogarte, y a encimarte con sus caprichos tontos, pretendiendo darte una forma de balsa, sirena, titán o lo que sea que hayan querido darte en sus ensoñaciones.

Yo prefiero iniciar una amistad con un contrapunto de ideas, con la cultura del choque para sacar chispas y saber de que se está hecho y hasta donde puede aceptar, porque es ese su límite también para poder dar. Mucha gente se acerca con elogios, con una dulzura que ya quisieran para las 24 horas del día y pasada esta capita tan fácil de resquebrajar se muestran solo como lo que son y ahí es donde vienen los alejamientos, porque el último recuerdo que guardas de ellos es solo ese pataleo de niños disfrazados de adultos, que quieren que seas como ellos quieren, a su antojo y a su hora, sin darte espacio a réplica

Ya quisieran que yo entre dócilmente al molde que pretenden darme para cubrirme luego con cera y acabar con mi personalidad para siempre. Dicen que la edad no tiene nada que ver con la madurez y vaya que es verdad! yo he conocido a gente que aun siendo sexagenaria arrastraba caprichos de infante. Tanta gente a la que lavado el barniz de supuesta dulzura y ecuanimidad con la primera lluvia de mal ánimo, se muestran inflexibles, groseros y terrenales como cualquiera del camino. Que exigen su capricho de “quiero que seas como te imagino y que hables solo lo que yo quiero oír” haciendo berrinches para que les digas el agugú agagá que quieren escuchar y sentirse por un momento los protectores y dueños de la verdad, para ocultar su propia fragilidad.

Tu me conoces yo soy frágil, a veces necesito que me sujeten la mano y hacer una pausa antes de seguir caminando. Pero creo que antes que un amante o un padre solo prefiero las caminatas con los amigos, de esos que están contigo en las buenas, las malas y las peores, no solo cuando muestras tu mejor cara. Porque yo he visto a esa gente que muestra siempre su mejor cara y que solo tiene halagos con la gente que los rodea, ser mordaces como nadie a espaldas de sus amigos. ¿Qué puedo esperar de esa gente que se queja ante la misma gente de la cual hizo escarnio? Nada.
La personalidad no es como el control de esfínteres en los niños, que se espera que se controle con el pasar del tiempo. Yo no espero que la personalidad de nadie cambie para que concuerde con la mía, por eso prefiero apartarme sin decir más al menor atisbo de intolerancia. Porque eso sí yo no fuerzo a nadie, ni pretendo que me fuercen, es mejor irse sin mirar atrás.

Hoy extrañaba a mis amigos, a esos con los que es bello caminar compartiendo el silencio. Que te dejan ser sin pedirte explicaciones, ni esperando nada a cambio que no sea solo eso amistad. A esos con los que caminas y te mandan al diablo en una esquina y tu los mandas luego, que te tomas un cafecito caliente con ellos como ahora y a los que regalas canciones, trozos de historias, fragmentos de tus recuerdos.
Extraño a mis amigos como tu, con los que he tenido altercados a la primera solo por el placer de medir fuerzas y mostrar esa cara mala que los demás ocultan tan bien, ese mal carácter que nos puede apartar por momentos del mundo como un cerco que nadie se atreve a pasar, un cerco para apartar a la gente corriente que solo mira el barniz y la indumentaria bonita. Pero pasado ese cerco, tu sabes como es mi corazón, te lo da todo sin pedir nada a cambio, te invita a mi casa y a comer del mismo plato. A bañarte conmigo en el mar, a burlarse de la gente, a hacer payasadas en la calle y gritar como niños solo por el placer de hacerlo. A oler la fruta en los cestos del mercado…en fin a caminar a mi lado.

Porque tu sabes ya, como soy. Yo creo en la amistad como la única fuerza capaz de mover al mundo y hacer milagros increíbles en las personas.

Bueno ¿Y tu que dices? ¿Esta noche medimos fuerzas?


***Dos Amigos. Norma Azaro ****

jueves, julio 06, 2006

"EL DESTINO DE MAYA"

La mañana que Maya llegó al pueblo, sintió que le temblaban las piernas y que quería salir corriendo de vuelta a casa para ocultarse bajo las frazadas y ser ajena a esa realidad que tenia que cumplirse bajo sus dedos; pero el camino de retorno a casa, era ahora sinuoso y quedaba a sus espaldas como algo vetado para siempre. Ya no podía volver a casa nunca más y el sentir el pie del tiempo aplastando el corazón como un gran coloso, no fue una sensación nada grata, menos aún cuando cogió la maleta y echó a andar, entre los ojos curiosos de la gente que se abanicaba bajo la sombra de los árboles de aquel pueblo sin nombre.

Maya había soñado con ese lugar mucho antes, talvez toda la vida y, volver allí le provocaba la desazón de saberse la protagonista de una nueva pesadilla que una vez iniciada ya no se detendría hasta acabar con ella.

Toda su vida era una sensación de déja vu por cosas antes vividas y que la seguían atormentando ahora en la edad adulta. Maya solía sentirse una víctima de su destino, el cual intentaba cambiar a cada paso, pero la realidad la abofeteaba confirmándole que las cosas a las que mas se les teme en lo sueños, son terriblemente reales al voltear la página de la noche al día.

Caminó lentamente entre la gente y se dirigió a la plaza vacía, para sentarse y pensar mejor sobre que debía hacer ahora. Las ovejas caminaban en rebaños mansos por en medio de la plaza comiendo las flores naranjas, sin que nadie las espante. Maya contemplaba esa escena mil veces vivida, con la pasividad de los que se saben espectros de una historia ajena. Maya, esperaba una señal, algo que le dijera por donde seguir.

Frente a ella la gente se movía con ojos curiosos y labios veloces atacando con su cuchicheo infame a la nueva extraña del pueblo. Los perros se rascaban la sarna en los jardines del municipio, los ebrios del fin de semana roncaban en sueños de alcoholemia tirados en las esquinas. Las carnicerías abrían sus puertas en la calle principal, como una extraña boutique para vísceras sangrientas. Todo igual que en el sueño, incluso las ovejas desperdigándose como una nube algodonosa que la engullía a ella y sus ensoñaciones en ese banca de parque

Cuando una marea de flores amarillas le acarició el rostro, Maya comprendió que era la señal para seguir caminado. Se levantó y subió cansinamente las veredas rotas de aquel pueblo protegido por el murallón de rocas. Maya caminaba con los ojos tristes evadiendo las miradas de los niños desnutridos que se comían los mocos frente a ella.

Ocho calles arriba estaba el lugar que vivía en su memoria desde mucho antes: “Hospedaje Su Majestad”, todo idéntico que en el sueño. El corazón se le oprimió de nuevo, cuando tuvo que dar su nombre.

- Mayela Gutiérrez-respondió ella con un ligero temblor en la voz

El hombre la miró con curiosidad, el cabello le caía sobre los ojos oscuros y tenia el rostro cubierto por el polvo del camino. Maya era una mujer delgada, con apariencia de menos edad que la que mostraban sus ojos algo llorosos luego de 12 horas viendo paisajes verdes y terrosos hasta llegar allí.
-Las habitaciones son con baño común, si quieres bañarte- tuteó el hombre de inmediato

Maya elevó las cejas con enojo, su rostro joven siempre hacia que la gente la confundiera con una adolescente. Abrió los labios para decir algo, pero se arrepintió en el acto. Ya no debía demostrarle nada a nadie, ahora estaba lejos de casa.
El viento soplaba golpeando las ventanas de marcos de madera y haciendo volar la ropa tendida por los techos de todo el vecindario.

Cuando subieron al segundo piso, lleno de ventanas con barrotes oxidados con vista al valle; el pequeño pueblo apareció ante ella como un nacimiento con casitas desparramadas aquí y allí hasta la orilla del río.
El hombre señaló la habitación 21 y le mostró el baño compartido entre las habitaciones vecinas, lleno de paredes rajadas arregladas con yeso, con la ducha desvencijada y sin seguro en la puerta.
- Es para que no se queden encerrados los borrachos- aclaró el dueño al ver como Maya revisaba la chapa de la puerta- No te preocupes, aquí solo se hospeda un profesor de matemática que solo llega de noche.
Maya asintió con la cabeza como si ya lo supiera de antemano. Cuando el hombre la dejó sola colocó el bolso sobre la cama tendida y cerró la puerta tras sí

Se sentía no solo cansada, sino abatida por el destino que arrollaba cualquier intento de levantarse y seguir en pie, ese destino que la traía de vuelta a un lugar nunca antes pisado pero por demás conocido. Salió al único baño compartido entre las habitaciones y se lavó la cara por un buen rato intentando despertar como todas las veces anteriores.

Al salir, reconoció al nuevo inquilino de piso. Un hombre moreno y enjuto de ojos amarillos y barba rala. De inmediato supo que se trataba de “el profesor”, Maya lo saludó e intentó reconocerlo, era muy vaga la imagen que tenía de él.

El hombre le dirigió una mirada larga y llena de concupiscencia, mientras se mojaba los labios sin responder a su saludo. Luego pasó frente a ella y cerró su habitación con un portazo que terminó de asustar a Maya.

Entonces un dolor extraño la volvió a recorrer, sabía lo que pasaría, ya lo había vivido antes, era imposible cambiarlo. Entró de nuevo al cuarto e intentó llorar, pero sus ojos estaban secos. Su vida era ahora un sueño en el que por mas que gritara nadie la podría oír. Solo un personaje mas sin derecho a decidir su destino.

Esa noche, se aseó cuidadosamente en la ducha, lavó sus cabellos con un shampoo frutado, se envolvió en la toalla de baño y volvió a la habitación. Se secó el cuerpo, las piernas y los tobillos y fue cuando lo sintió llegar ebrio dando tumbos por la escalera.

Ella volvió a estremecerse, una sensación de náuseas y miedo la hizo tumbarse en la cama, lloró un poco con la almohada en la cara hasta calmarse. Tomó el martillo que guardaba en el bolso y lo puso al lado de la cama, esperando que esta vez le sirviera.

Luego se despojó de la toalla húmeda y se acostó desnuda sobre la cama tendida y con la puerta entreabierta, a esperar que él saliera del baño rumbo a su cuarto.

Lo que tuviera que pasar, pasaría. Maya ya no podía seguir huyendo de su propio destino.


Mientras pierdo el tiempo

Yo he estado oyendo a Alanis hoy

Y haciendo esas pequeñas cosas que se hacen los jueves

Terminando unos cuentos
Haciendo dibujitos


Oliendo la fruta en el mercado

Viviendo.

Yo estuve oyendo guitarras hoy,
Nada especial…nada del otro mundo

Creo que comencé a flotar un poco

Me di cuenta que hace tiempo
No escribo para mí

Que hace mucho no me quedo sola
Oliendo la fragancia
En el mismo cuello de la vida

Allí en ese lugar oculto
En que me quedaba siempre

Donde una sonrisa
Puede ser un hola o un adiós

Donde los besos son poesía gratuita
Cada verso se acomoda en mi piel
buscando su lugar en mi mundo

Hoy oía a Alanis nuevamente


Y soñaba con texturas de seda
Y aroma de duraznos


Con una caricia cálida

Soñaba conmigo misma

Disuelta en una canción

Para volver a estar sola

Y así sentirme bien

En sueños

Hoy soñé con él.

Fue tan raro, después de tanto tiempo lo volví a ver

Con la ropa que usaba la última vez
Con ese caminar tranquilo

Con los audífonos puestos, como siempre

Corrí a mi casa que quedaba cerca del malecón

Quería saber si iba detrás mío

Si era a mi a quien buscaba

Lo vi tocar mi puerta,
y pensé que por fin volvía

pero no le abrí


Y me oculté en el auto viejo de mis padres
En ese asiento trasero

Yo también quería verlo

Y él entró, se sentó a mi lado


Y se me quedó viendo sin decir nada

Entonces comprendí todo...

Yo ya no usaba audífonos

Hace mucho que no caminaba
acompasada por la música
Que da el recuerdo del amor

Él si

Entonces ya no esperé nada

Porque él sigue así
Con audífonos en los oídos

Caminando cerca al malecón
Sin oír el presente

Sin pensar en nadie
Que no sea un recuerdo

Hoy lo vi en sueños

Fue una pena,
Supe que se había ido para siempre

y que era momento de dejarlo ir.

miércoles, julio 05, 2006

Quien respira

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Ahora estoy aquí, respirando. Es rara esta sensación. Todo sigue igual solo yo estoy diferente. El mundo sigue afuera moviéndose rápido, con flashes y ruidos y olores. Yo sigo aquí, respirando. Es extraño.

Me siento cautiva en mi cuerpo lánguido. Mis palabras son lentas, casi no suenan, mis pies pesados. Mis manos ¡ Ay ¡ Mis manos…Me veo las palmas, que destino tan solitario, líneas dispersas que no se unen en ninguna parte. Amo a mis manos, son diferentes e inútiles. Son obreras de mis pensamientos, cada dedo va sobre el teclado como ensayando una canción oculta, que nadie sabe descifrar.

Ahora estoy aquí, sin tiempo. La vida pasa a mi alrededor, veloz, no puedo detenerla. Solo estoy yo, como un par de ojos en medio de todo. Podría ser un árbol, una piedra, una flor... no importaría. Solo seria un poco mas de materia organizada viendo al tiempo pasar a una velocidad increíble, sin poder sorprenderme. Solo respirando.

Es extraña esta sensación terminada la crisis, me quedo a la deriva sin ninguna sensación de dolor, ni angustia, ni melancolía. El enojo y la tristeza no existen, soy incapaz de reaccionar, me quedó sentada con los ojos abiertos viendo la vida pasar ante mí atropellándome entre sus patas, sin oponer resistencia. Solo yo sin tiempo, solo así respirando.

Y podría quedarme horas así mirando al vacío, como un ente a quien no le importa nada, oyéndolo todo, sintiendo las palabras de la gente que me ama gotear sobre mi, en pos de una reacción. Muevo mi boca, intento sonreír, ellos no lo notan. Hablo un poco, no pueden oírme, solo me ven respirar y saben que estoy viva. Presienten que no me he ido del todo.

Una vez solté una lágrima, la toqué incolora y diáfana, saliendo de mi como un milagro. Abriéndose paso en mi epidermis, rodando lento sobre mis poros. Esa lágrima rodaba sobre mi y yo no sabía su causa, el porque de su aparición, solo sentía los párpados pesados como ahora, la boca inerte, mis manos cansadas.

Alguien la secó, pensaban que estaba triste, que aun me dolía que estaba sufriendo; pero yo ya no estaba aquí, no tenía ningún recuerdo del pasado, ningún anhelo, no podía inmutarme ante nada. Solo estaba despierta como un pez prehistórico, de ojos abiertos a un océano nuevo y desconocido.

Como lo estoy ahora con la mirada perdida, sin saber como ni cuando despertaré de esta sensación post migraña. Solo yo, aquí, inmóvil, respirando.

Como una idea cautiva en medio de la materia organizada.


*****Flor de Mentira- D. Eder.****

martes, julio 04, 2006

Fuera del Círculo

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Para mi fue siempre difícil trabajar en grupo, formar una sociedad, hacer un círculo. Hasta ahora huyo de eso, me asusta un poco, no me gusta formar argollas ni puedo trabajar con otras personas. Por eso me digo a mi misma antisocial, aunque mi familia opine lo contrario. Y es que prefiero trabajar a solas sin nadie que interrumpa mi pensamiento ni me haga ser partícipe de sus normas o códigos de grupo.

Mi padre decía que él tuvo la culpa, que debimos crecer en un barrio con gente “normal”, con otros niños para jugar, haciendo grupos de amigos y saliendo a la calle a hacer cosas de adolescentes. Mis hermanos lo lograron a medias, al fin y al cabo eran tres. Yo era la menor en casi 10 años y mi carácter esquivo pudo mas.

Recuerdo el temor en la clase de gimnasia. El pánico a esos juegos grupales de voley, fútbol y demás, que luego se extendería a los demás deportes. Hasta hace algunos años pensé que era a causa del físico, de que el hecho que me faltara oxígeno a la menor actividad física me hubiera vuelto una anti deportista y por ello asociara el deporte con esa sensación angustiosa de falta de aire y dolor bajo las costillas; pero ahora pienso que jamás me pude integrar del todo en un grupo, captar como ellos un código de conducta y obedecer una disciplina para vivir en armonía. Tal vez el pertenecer a un grupo de deporte me hubiera ayudado, pero jamás me interesó demasiado el hacerlo. No veía la necesidad de integrarme si iba a ser la última de la fila.

Siempre huí a las competencias que requirieran esfuerzo físico y sentía pavor de solo imaginar estar dando brincos, pararme de cabeza, saltar sobre un caballete o golpear una pelota. De niña por supuesto, si me interesó un poco. Recuerdo que me ponía a jugar voley con el chico que hacía la limpieza y como solo teníamos su pelota de cuero, entrenábamos con una pelota de fútbol, a escondidas de la gente en el jardín trasero de la casa. Mis manos entonces, se endurecieron y mis brazos se volvieron firmes.
Un día mi padre se admiró de que “mis manos ya no fueran unos mocos, sino que ahora su hija menor sabía dar la mano como gente y mirando a los ojos”

A toda mi familia le agradaba el deporte y en los días de playa se ponían a jugar voley, fútbol o lo que hubiera, a la orilla del mar. Recuerdo mi enojo a que me obligaran a participar, si yo prefería estar leyendo o soñando con historias que escribía mentalmente. De vez en cuando le hallaba algún placer a compartir juegos grupales pero siempre lo dejaba. Tenía otras prioridades en mente como para andar siguiendo al resto.

Lo mas curioso fue que en secundaria me nombraron delegada de deportes. Yo que no sabia ni como agarrar una pelota estaba de “delegada” porque me habían elegido por unanimidad. Hasta el profesor de educación física se opuso, pero igual me nombraron. No los defraudé porque al primer premio en dinero que recibieron por ganar un campeonato, cogí el dinero y lo repartí entre todos los jugadores, ignorante de que ese dinero era donación para comprar el inmobiliario del colegio.
El Director puso el grito en el cielo. Aun me la siguen cobrando.

Los maestros decían que yo era la líder por naturaleza, les comentaban a mis padres que tenía poder para dirigir, convocar y convencer a los demás de lo que me propusiera. Que debían impulsarme por el camino de la política o el derecho. Mi padre me miraba incrédulo. Luego comentaba mirando mi cara ovalada: “tienes el mentón de los débiles, a los que hacen llorar y les doblegan la determinación a punte de dolor, la gente nota eso”
Me agarraba la quijada, se reía y luego se iba, mientras yo me quedaba pensando en la verdad detrás de sus palabras. Como todo lo que decía mi padre había una verdad detrás de cada broma.

Es cierto, a mi no me interesaba la política ni defender las causas sociales como modo de vida. Para mi el ser líder era la forma mas cómoda de ser parte de un grupo sin sentirse excluida.

No toleraba obedecer las normas de gente que sabía poco o nada, era fácil dirigir un grupo en donde todos quieren abandonar la responsabilidad de sus actos a alguien mas. Siempre fue fácil el hacerlo, pero no me agradaba. No tenía vocación de pastor de corderos.

Llegada a la universidad, los círculos se formaron de nuevo. Grupos de deportes, de política, de poesía, de estudio. Yo no pertenecía a ninguno. Me llamaban para ser delantera para el equipo de fútbol de mujeres y yo me horrorizaba ante la sola idea de
jugar delante de extraños tras una pelota, para que al correr se me moviera toda la delantera, Eso no, ¡jamás!

Con los círculos de estudio pasó algo similar. No entendía cual era la ventaja de estudiar en grupo los temas que no podías terminar a solas. Una vez fui a una de esa amanecidas en casa de alguien. Llevamos café, comida y órganos en recipientes de formol, para prepararnos antes del terrible examen de anatomía. Al final nos las pasamos hablando y riendo el resto de la noche. Dejando los libros de lado, para dedicarnos al raje indiscriminado, a cantar a capella y atragantarnos de pollo frito hasta la madrugada.

El cerebro y los pulmones que llevamos terminaron el refrigerador de la mamá del anfitrión, que se desmayó al día siguiente al saber que eran humanos. Y el resto de los asistentes a esa noche de café y estudio nos quedamos dormidos, sintiendo entre sueños como las manos de todos estaban aun ansiosas de seguir repasando la anatomía femenina pero en vivo, al menor descuido de la vigilia.

Me aparté de todos los grupos literarios, porque la mayoría estaban conformados por mujeres escribiendo al amor en todas su formas, rimas y sonetos; o por gente que por tres libros leídos te miraba en menos, usando un lenguaje que pretendía excluir al resto de mortales que solo escribíamos por instinto.

Nunca pude formar círculos, sentía que no encajaba en ninguna parte. Había el grupo de los demasiado tranquilos y el polo de los demasiado rudos. Andaba siempre guardando mis distancias de ambos. Aunque tuve grupos de amigos temporales con los que pasé buena parte de mis días felices y que se deshacían apenas alguno de ellos cambiaba de novia o tenia algún interés por alguna de las chicas del grupo.
Todos mis amigos fueron siempre personas solas como yo, cuyo máximo anhelo era ser invisibles a los ojos del resto del rebaño.

La vida siguió pasando y vi como los lideres estudiantiles se quedaban en las aulas años y años, enmoheciéndose en luchas internas y discursos vacíos, en pro de mejoras universitarias que nadie comprendía.
Los que ganaron las medallas de deporte de mi facultad, retornaron a sus propios grupos deportivos previos y ahora andan en algún lugar del extranjero; algunos incluso ya formaron pequeñas clínicas en sociedad.
Aquellos que se pasaron los 7 años de facultad en grupos de estudio nocturnos, ya se casaron. Otros, incluso se divorciaron y la mayoría de los que gustaban de repasar las clases de anatomía sin protección de látex previa, ya tienen pequeños hijos corriendo y preguntando “¿por que papá sigue guardando bolsas de vísceras en el congelador?”
Huelga decir que aun siguen llevando el curso de anatomía de primer año.

Los que se dijeron poetas andan olvidados ,como estuve yo , en algún pueblito del Perú, haciendo manuscritos de poesía para publicar el día que salgan del exilio. Su pequeño círculo también anda disperso, buscando gente que comprenda lo que ellos hablan con palabras ininteligibles.

Para mi siempre fue difícil pertenecer a un grupo. No pude integrarme del todo a nada, caminé y camino sola, lo cual me deja tranquila para hacer lo que me agrada sin explicarle a nadie el porque de mis acciones, amores y depresiones; pero a veces extraño a esa gente que no hallaba su lugar en el mundo como yo.
A los que estudiaban medicina pero habían nacido para escultores, a los que detestaban las clases de gimnasia en secundaria, a los que hablaban de tener una banda de rock y dejar su casa y el colegio, a esa gente sin nombre que ahora camina a solas como yo, inventándose un espacio propio en cada grieta del camino, buscando el silencio a espaldas de la multitud. Gente que sueña despierta que en alguna esquina del universo haya un círculo que no excluya al que es diferente.

"Orquídeas, Círculos y Cuadrado" -Debora Eder

domingo, julio 02, 2006

Aprendiendo a Volar

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Yo aprendí a montar bicicleta cuando ya era grande. Era una vergüenza no saber andar en bicicleta a los 9 años, mientras los otros niños ya eran libres sobre ruedas y se apartaban de casa a la velocidad de un rayo.
Yo aprendí tarde, tal vez porque temía caer, porque temía a la vergüenza y al dolor. Practicaba en casa dentro del garaje, apoyándome en ese pequeño espacio entre la pared y el auto, rayando la pintura, dejando mis manitos de huellas sucias en la pared recién pintada, apoyándome en muros estrechos para no caer al piso, para no sentir dolor.
Y todos se burlaban de lo miedosa que era, de que no salía a la calle a aprender como todos a golpe y a sangre; pero yo no hacía caso, pues yo tenía miedo no al dolor, sino a la vergüenza de que me vieran caer, de que aprendiera “de grande”, lo que los otros niños ya sabían hacer bien desde pequeños.
Mis hermanos tenían su bicicleta vieja con ese asiento al estilo de los 70´s grande y fuera de moda pero a mi no me importaba, quería aprender lo que otros ya sabían y ponía todo el esfuerzo en impulsarme por el zaguán de la casa, por el patio trasero, por el garaje…por todo lugar donde hubiera apoyo y no tuviera los ojos de los vecinos o de los demás niños, viéndome equilibrar sobre mi inexperiencia de 9 años.
Mi padre me repetía que era imposible aprender a montar bicicleta sin caerme, pero yo no me atrevía a salir de casa. Mi bunker de pruebas al vacío siempre fue esa casa y salir de mi burbuja a la realidad siempre dolía. Pero pasaban los días y yo no podía avanzar un metro sin caerme a los lados, no había espacio para impulsarme y pedalear suficiente sin caer a los costados. Y yo no entendía el por qué. Por qué no podía aprender a manejar y siempre caía.

Un día de invierno, el cielo se volvió gris y la atmósfera líquida. La ciudad era una pecera gris sin gente pasando por la calle y en el silencio la lluvia golpeaba el asfalto con sus canción de soledad y recuerdos de infancia. Yo tomé la bicicleta y aprovechando que nadie podía verme, me decidí a salir y probar suerte en la calle.
Saqué la bicicleta antigua y olvidé todas mis vergüenzas…estaba decidida a probar el dolor.

Sin embargo, no caí, solo me impulsé y pedaleé todo lo que pude sin caer. Me alejé de casa con la tarde lluviosa sobre mí y pensé que el mundo era mágico, que pasear en bicicleta era como tener alas y que nunca mas tendría que volver a mi burbuja si tenía la fuerza de mis piernas para seguir adelante.

Había aprendido a manejar esa vieja bicicleta sin caerme al piso y sin sufrir. Después de tantos meses intentándolo y apoyándome en las paredes de casa.
Probablemente lo único que me había hecho falta era la determinación de abrir la puerta y salir sin importarme la vergüenza ni el dolor. Probablemente, aun bajo la lluvia había mil ojos detrás de cada ventana esperando ver mi caída y mi dolor, pero yo no lo pensé. Simplemente me dejó de importar.

No reflexioné en nada y me abandoné a ese placer de pedalear a velocidad, pensando que si me tenia que caer, sería lejos de casa, lejos de las miradas de la gente, solo tenia que seguir pedaleando, avanzando, con el viento silbando en mis oídos y la lluvia sobre el rostro. De hecho algún día caería, pero yo solo quería seguir así impulsándome sobre dos ruedas como si mi cuerpo fuera alado y nadie mas pudiera verme.
Yo aprendí a manejar bicicleta sin una sola herida, sin un solo raspón en la piel. Tal vez fue la peor forma de aprender, porque no aprendí a poner las manos para protegerme si me lanzaba a velocidad tras de algo y tenía que caer. No aprendí a tolerar el dolor, la humillación, la desazón de las heridas sociales que surgen cuando quieres de verdad algo.

El resto de la vida me la he pasado deseando que vuelva a ocurrir ese milagro de salir de casa solo con el deseo suficiente, impulsarme contra el frío y la lluvia y que todo me salga bien, sin heridas, ni cicatrices que borrar. Ahora se que es imposible. Día a día la vida te cobra las enseñanzas que no supiste aprender a tiempo.

Sin embargo algo que si aprendí fue que para volver realidad los sueños, cada quien debe abandonar su burbuja perfecta, su hogar de paredes acolchonadas y gente que evita hacerte doler, porque en esa burbuja pequeña jamás hay suficiente pista para impulsarse fuera y aprender a volar. Porque duela o no duela el hacerlo, siempre es mejor retarse a si mismo para conseguir lo que se desea.



****Para Albatros y los días que me sujetó la mano.

sábado, julio 01, 2006

Nothing

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Si me vieras hoy…no me reconocerías…estoy con esa sonrisa “ancha y ajena” de la primera
vez que me viste…de cuando empecé a escribir cuentos que no eran solo para mí…de cuando
te contaba que caminaba por la ciudad segura y tarareando canciones con el discman puesto…
es cara de cuando terminaba de hacerte perder la paciencia y comenzaba a jugar…Si me
vieras hoy, ya no sabrías quien soy.

Hay Cienfuegos en mi corazón explotando en colores luminosos que solo yo soy capaz de ver…
está esa lluvia de luz…esa tempestad agitándolo todo…podría correr por la ciudad con los
zapatos rotos, el vestido abierto, los lentes olvidados…Hoy podría pasar cualquier cosa y te lo
quería decir…porque la vida se me viene en azules y púrpuras…se me viene en tonos fríos y
olor de violetas frescas…Hoy la vida se me viene entera y sin razones específicas…Ya sabes
como soy.

Ya sabes que un día me despierto y tengo tanto amor dentro mío que puede desbordar mis
ojos y mis dedos, hasta reventar teclados, hasta incendiar tu pupila…quedarme en tu boca…en
cada sabor, en cada papila…y así yo sería feliz…
Porque así soy yo, tu me conoces, a veces pierdo la razón y me siento tan feliz que el mundo
no existe, ni nada de lo que es materia palpable…ni nada de lo que me cause dolor…ya sabes
como soy…Mujer nada más y un día me entrego y te hago mío…y al siguiente desaparezco
como un olor sobre tu cuerpo…Un rastro de felicidad para seguir la próxima vez que nos
perdamos…que me pierda yo en ti...tu en mi y viceversa.

viernes, junio 30, 2006

Charlas Feas y café

Free Image Hosting at allyoucanupload.com¿Sabes? esto me viene rondando
la cabeza hace varios días, pero hoy lo confirmé del todo. Soy…soy …!soy fea!
No pues, con esto no espero que me digas que me veo bien, que soy simpática, atractiva, lo del buen cuerpo (que ya no tengo, por cierto) y otras estupideces que se les dice a las chicas que no son del todo agraciadas. Me siento fea. Si pues, primera vez que lo digo y hasta me asusta. Es lo mas duro de confesar desde que dije que ya no era virgen, no, mas bien desde que dije que ya no quería ejercer la medicina…no joder!
¡Es peor! aceptar que me considero fea es como abrir un agujero negro de toda clase de decepciones y recuerdos lastimeros. Es como confesar que no tengo valor para creerme la mentira que soy bonita o que me veo bien.

No me mires con esa cara, se que la belleza es un valor cultural. Que en algunos sitios de África las mujeres bellas son las de cuello monstruosamente largo, o que en China las más bonitas son las de pies pequeñitos a pesar de la tortura que tengan que pasar para obtener dichos pies diminutos. Se que si cruzo la frontera, sería un personaje exótico y por lo tanto digno de ver o compartir una copa. Pero aquí, en mi país no me queda otra que ser considerada fea….Caray! ¿Cómo duele esa palabra, no? parece una mentada de madre, tal vez fea sea demasiado fuerte, mejor me digo “NO bonita” y punto.

Hace algunas semanas me di cuenta que mi único novio peruano había sido el primero y del que prácticamente me enamoré epistolarmente, ya que antes, tu sabes, lo veía caminado por la facultad y no me llamaba la atención en nada. Era alguien No bonito como yo.
Me di cuenta hace unas semanas, que a los hombres a los que le había parecido atractiva en algún momento de mi vida, eran de otras latitudes y que eso se estaba convirtiendo en una especie de maldición, ya que yo quería tener una relación estable y solo conocía extranjeros por pocos meses o semanas. Acepto que eso se diera en otros lugares, donde tienes que acostumbrarte no solo a otro sabor de comida, de bebidas y bueno…tan bien de pareja, pero ¡que en mi propia tierra me prestara mas atención un extranjero que un coterráneo ya era demasiado, para mi autoestima venida a menos!

Al principio, no te miento, fue interesante andar con esos tipos raros. Si de chiquita cuando sacaban a todas mis amigas a bailar me hubieran dicho que yo saldría con tipos tan lindos en la edad adulta, no les hubiera creído. Pero bueno, no es la gran cosa, mi cara podría ser de cualquier parte, así que parece exótica siempre- ya se que te estás riendo porque en este país se les llama “exóticas” a nuestras mas simpáticas exponentes indígenas, por no llamarlas simplemente “cholas”. Bueno yo no lo soy, soy morena, zamba, morocha, como carajo quieras llamarme, pero eso también constituye una minoría de gente susceptible a burla... Como te decía mi cara ha de ser exótica y por eso se confunden y me dicen bonita y de ahí que salga con pura gente diferente. No pues, si no es que yo prefiera un desteñido a un peruano, pero carajo! A mi los peruanos no me dan bola!!!!

En la universidad si tenia un club de Frikiefans como les llamaba alguna amiga. A mi me hacia sentir mal cada vez que me decía eso, es cierto los tipos no eran atractivos y hacia preguntarme si solo le parecía simpática a aquellos que eran medio feos. Mi amiga se burla hasta ahora preguntándome por ellos. A veces me da ganas de decirle “estuve a punto de casarme con uno de esos Frikies”, pero bueno…

El asunto es que a veces mi ex me decía “eres linda” o uno de esos adjetivos que se dicen a las novias, pero a mi me venia la inseguridad, la paranoia y el síndrome premenstrual juntos y le gritaba que no, que yo no era linda, que él solo me veía atractiva porque comparada con su última ex, yo era Miss Universo…pensaba que el problema era estar con un tipo con una visión sesgada de la belleza, pero no, como estarás adivinando la del complejo era yo.

Luego me metí con un tipo simpático, lleno de ex bonitas- aunque no lo creas eso te sube la moral, porque te hace pensar que el tipo tiene buen ojo. Claro, siempre existe la posibilidad que tú seas “la fea” de la agenda de las ex, pero son riesgos mínimos, cuando el tipo te llena los ojos en cada sonrisa. Cuando me volvió la inseguridad, ahí si todo se fue al diablo, pensé que no me quería lo suficiente por mi aspecto, que yo jamás estaría al nivel, etc. de excusas para comprender el rompimiento. Terminada la relación yo era un fantoche que se sentía de nuevo horrible, en ese tiempo me conociste, ¿recuerdas? Andaba quejumbrosa sintiéndome horrible y sin nadie que me quiera.

Seguía sin entender porque los peruanos no me daban bola. Una vez hasta escribí con rabia sobre eso. No podía entender porque los hombres de mi edad no querían salir conmigo. ¿Por que nadie me invitaba a ningún sitio? en fin porque había vuelto a estar tan sola como en la adolescencia. Fue por esos días que comencé a salir con tipos no peruanos y entonces me volviste a conocer, pero esta vez con una sonrisota cínica, ¿recuerdas? Fue cuando comencé a salir con tipos de cualquier nacionalidad, porque me parecían más seguros que mis compatriotas.
Pero algo me punzaba en el pecho, ojo no era un tumor de mama-¿Estaba confinada a salir con puro extranjero? Aceptaba que en la universidad haya estado muchos años rodeada de tipos que se hacían pasar por mis amigos y vivían espantándome al resto de posibles candidatos a novios, acompañándome hasta el baño si era posible. Inventando cualquier excusa para acompañarme a casa “como amigos”, creo que fue por eso días que me entró la paranoia y comencé a mandar al infierno a todos. No soportaba que esos tipos estuvieran encima mío acompañándome y llamándome a cada rato, sin atreverse a decirme nada más, que “eres mi mejor amiga”. El día que los espanté a todos con mi mal genio, ese día alguien se atrevió a decirme que no quería ser solo amigo y me ennovié...Ya conoces esa historia…

Pero ahora, ahora que ya estaba libre, sin noviazgos a la vista, que iba sola a las fiestas. Que me sentaba a solas en la barra, ¡no era posible que un solo peruano me sacara a bailar! Un día se me acercó un tipo, de lejos es el hombre más guapo con el que haya salido. Yo estaba radiante, pensando que al fin en una fiesta me sacaba a bailar un peruano atractivo, pero todo fue que habló y me di cuenta que el acento era extraño, ¡no pues! ¡Si la maldición me seguía a cualquier parte! Era un vasco que había venido al Perú por un año a dictar cursos de cocina. ¿Que significaba eso? Pues clarísimo: Relación temporal de límite fijo, en otras palabras un affaire y punto.

A veces me veo al espejo y me pregunto si no soy atractiva para el peruano promedio.
Si necesito otra cara más agradable, otro cuerpo, una charla más sosa. Un carácter que sea más dócil. Mis amigos me dicen, que el problema es el carácter del diablo que tengo, que a nadie le gusta una flaca que ande con tantas vainas en la cabeza. Pero entonces ¡ya no se de que diablos hablar! ¿Del clima? ¿De las marcas de cerveza?
¿Por que puedo hablar una noche entera con un foráneo y si hablo con alguien de por aquí me ve con cara de que necesito mi Litio? ¿Por qué es más fácil que alguien foráneo tenga más confianza en sacarte a bailar o dar el primer paso para conocerte y con un peruano tienes que hablar meses antes que tome la iniciativa?
Para este punto debes estar erizándote de solo pensar que yo margino a los peruanos por “ser respetuosos”, que prefiero a “los gringos mañosones” pero creo que ese no es el problema. El problema es que me jode darme cuenta que no puedo tener una relación normal con un tipo promedio. Que resulto más atractiva para un tipo foráneo o para alguien que tenga mis mismas tendencias “frikisoides” que para alguien normalito y feliz. Que debe haber algo llamado karma que hace que al estar en un lugar público la gente me mire sin hablarme y los tipos me sonrían sin acercarse. A veces me siento un fenómeno… ¿Y quieres saber el detonante de toda esta oda a la apariencia física?
Fue esa foto en la que solo muestro mis ojos y que resulta que no soy yo. Es decir, yo me sigo viendo igual, pero resulta obvio para todo el mundo que en esa foto aparezco mas blanca, mas ojos claros, en resumen “mas bonita” de lo que en realidad soy. ¿Será que soy la única con una percepción errada de mi aspecto físico? ¿Qué pensé que ya me había vuelto mariposa y sigo siendo una monstruosa oruga? ¿Que eso es obvio a los ojos del mundo, excepto para mí y tal vez sea la causa que en un baile cualquiera nadie se atreva a invitarme una copa si no es foráneo, loco o miope?

¡Carajo! En este país resulto ser “no atractiva” pues; soy un bien de pocos bonos y charla que asusta…no me queda otra que emigrar para no quedarme soltera. No te rías ¡caray! Que esto no es broma, o te lo contaba a ti o pagaba a un psiquiatra para que me suba la moral a base de pepas y una terapia de espejos rotos. ¿Me ayudas a romper algunos? Pero nos tomamos un cafecito y una torta de chocolate antes, ¿si?

miércoles, junio 28, 2006

El camino a tu casa

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El camino a tu casa está cerrado por un jardín de flores y espinos. Tu puerta tapiada con maderos ásperos. Tus ventanas cerradas todas para el mundo. El camino a tu casa, es tan largo amor, que no consigo llegar nunca, siempre me voy perdiendo.

Caminaría bajo dos soles y una luna plateada para llegar a tu casa y que dejes descansar mis plantas, quitarme la ropa y soltarme el cabello, para que me dejes caminar a oscuras y llegar a ti cuando estés aun dormido.

El camino a tu casa es tan largo, que me pierdo en paisajes de rosa y magenta, entretenida en los recovecos del camino, me quedo allí afuera saltando entre obstáculos diversos, grandes unos y otros pequeños. Me cuesta entonces llegar temprano, antes que cierres del todo y me dejes para siempre afuera.

Ese es mi gran temor. No llegar a tiempo.

Caminaría entonces, bajo palmeras y álamos, entre jardines salvajes y en selvas oscuras, para poder llegar temprano a tu puerta y tocar antes que nadie toque; para que sepas que soy yo, la que ha caminado y no se ha cansado de intentarlo hasta que abras.

Pero el camino a tu casa es tan largo, que doy vueltas y vueltas y parece que nunca llegara; por eso a veces me hallas triste, frustrada y a solas. Por eso a veces sueñas que lloro al otro lado del mundo y te despiertas agitado sin saber quien soy.

Caminaría entonces cruzando mares y ríos, montañas y desiertos y al llegar junto a ti, me acurrucaría en tu abrazo tibio sin miedo a que me veas frágil. Porque ya habría sangrado todos mis dolores en el camino y el llegar a tu corazón, seria solo el regreso a mi hogar conocido.

El camino a tu casa amor, es tan largo. Solo te pido que me esperes, te prometo que llegaré a tiempo.


Soñando aquí y ahora

Los días son claros, tibios, tranquilos. Mis pasos seguros, mi sonrisa ancha, mi cabello va atado. Y los días siguen siendo blancos, límpidos, sin miedos. Yo camino entonces como si hubiera vuelto a la vida, aunque no sepa bien por que.
Antes soñaba siempre de noche, jamás amanecía, en mis sueños el mundo era nocturno y las calles vacías. Mis sueños siempre han sido dramáticos, algunos torturantes, siempre corriendo en pos de algo. Siempre corro en mis sueños porque el tiempo se acaba.
Los lugares son conocidos, es mi ciudad pero se ve como la debí ver a los 5 años, enorme y con escenarios de terror a la vuelta de la esquina. Siempre salgo de la ciudad y ya no hay nadie, entonces se que estoy al margen de todo y que es momento de correr, pues toda calle es desconocida y la noche va envolviendolo todo.
En mis sueños siempre es de noche o hay agua. Ir en pos del agua tambien es una constante en mi. Sueño con el mar a menudo o con lagos y piscinas. Mis sueños son tan reales y nítidos que yo debo ser una Spielberg onírica, con todos esos parajes y circunstancias. Lo que mas me felicito es la fotografía de mis sueños, los parajes son increíblemente bellos.
Me gusta soñar, de más chica despertaba con tristeza porque mis sueños eran más emocionantes que la vida diaria.
En algunos de mis sueños, he ido construyendo una ciudad de a pocos desde la infancia; ahora cada vez que vuelvo, se a donde conducen sus calles y porque los trenes se pierden por caminos de piedra o porque hay sitios a donde no puedo llegar en auto, solo puedo hacerlo caminando.
A algunas de las personas ya las conozco y todos estos años esos personajes oníricos me han visto crecer a pesar que sus rostros no envejecen.
Ahora en mis sueños, no soy una niña, casi soy mujer y paso corriendo con alguien de la mano o voy en la búsqueda de otro alguien que aun no conozco. La gente del sueño me ve correr sin admirarse.
Lo más angustiante, siempre es el agua.
En todos los sueños busco zambullirme en el mar y éste se retira; busco nadar en el río y este se hace turbulento; ansío sumergirme en las piscinas y éstas se hacen mohosas y llenas de hojas secas. Nunca llego a tiempo para volver al agua. Es frustrante no poder hacerlo.
Cuando llega el momento en que me siento lista, el agua se seca.
Una vez soñé que me lanzaba vestida desde un bote a un lago de aguas azules; cuando salía, el agua no se había secado y yo nadaba con los zapatos puestos. Ese día me enamoré de mi ex y supe que cualquier cosa era posible, que tenia el poder de lanzarme al agua sin buscar el traje perfecto o el momento adecuado y que aun así podría nadar. Fue muy simbólico eso.
A veces me sueño en ciudades extrañas, incluso hablando lenguas que desconozco. Son otros tiempos, y se que lo que pasa ya ha ocurrido antes y yo solo lo vuelvo a vivirlo una y otra vez, sabiendo de antemano las reacciones de la gente que interviene en el sueño.
A veces voy cruzando en tren por la nieve; o en mezquitas llenas de gente pequeña a mi paso; a veces solo en ciudades antiguas de veredas de piedra y edificaciones grises. Entonces despierto, vuelvo aquí y se que esta vida también es un sueño que debo resolver de a pocos. Me veo al espejo y se que sigo siendo yo, la mujer del sueño, aunque ahora con un rostro diferente.
Una vez soñé en esa ciudad en donde los toldos de venta están tan juntos que es imposible caminar, en donde la gente habla rápido vendiendo carnes, pescados y verduras y todos tienen esas miradas instigadoras y debes caminar rápido para que no noten que eres nueva allí.
Esa ciudad me atemoriza, pero ya he crecido y subo a los pisos superiores donde se dan baños floridos, en albercas de madera y agua caliente. No dispongo de mucho dinero, así que debo compartir la alberca común con otra gente que lleva a sus hijos pequeños. Al entrar allí, me dan la barra de jabón y esa tela roja estampada que hará las veces de toalla.
Debo desnudarme y meterme rápido al agua jabonosa con pétalos de flores, la mujer que se baña junto a su esposo e hijos, me sonríe al verme avergonzada. La alberca vecina está vacía y es limpiada con esmero por un joven de rostro lampiño. En el salón de baño todos nos bañamos desnudos, esa no es novedad.
Me posiciono en mi orilla de la alberca, distante a esa familia y comienzo a jabonar mis hombros y mi pecho con ahinco hasta volver el agua jabonosa.
De pronto la familia se va y yo tengo la gran alberca para mi sola. Es un lujo poder bañarme sola.
La mujer que cuida celebra con una sonrisa maternal mi alegría pueril. Nado en esa piscina de agua tibia un buen rato, pero es momento de cambiar el agua llena de espuma de jabón.
La mujer comienza a hacerlo y yo me quedo sujetando mis rodillas para taparme el cuerpo desnudo. Por las ventanas se observa abajo nuestro la ciudad bulliciosa llena de gente intercambiando mercadería desde sus canastos de mimbre.
Tres hombres ingresan al baño, me miran y sonríen, debo compartir el baño con ellos, es un baño público y yo no tengo dinero. Se desvisten hasta quedar solo en calzoncillos, uno de los hombres duda sobre desnudarse completamente estando yo allí, los otors se rien y le piden a la dueña la otra alberca.
Ella empieza a llenarla para ellos, dejando la mia a medio llenar pues es demasiado grande, el agua es muy clara y no logra ocultarme.
En ese lugar no es nada nuevo compartir un baño entre hombres y mujeres, pero la mayoría de hembras debe llevar un paño para cubrir su sexo, antes de entrar al agua. Yo he olvidado el mío en la orilla cercana a la alberca vecina, para alcanzarlo debo nadar o ir caminando hacia ellos y eso me avergüenza.
Los tres tipos mayores me miran con curiosidad mientras yo intento no parecer intimidada por la situación, empiezo a lavar mi cabello, que ahora oculta mi cara, para esquivar la mirada de los tres hombres que se bañan coversando y riendo en voz alta en la alberca vecina.
La mujer entonces, me acerca un balde de agua que cae tibia sobre mi cuerpo. Todo el jabón se ha limpiado. Ya puedo irme, parece indicar con un dedo antes de salir del lugar. Pero yo no se como levantarme sin que los otros me vean desnuda.
La mujer ya no está y no se donde pueda estar mi ropa, no me queda mas remedio que seguir en la alberca de agua transparente dejando que me vean, con una mezcla de miedo y placer exhibicionista, hasta que la mujer vuelva y me alcance mi ropa o al menos esa tela estampada de color escarlata que habrá de cubrirme.
El resto del sueño se pierde en mi memoria. Solo me queda el aroma a verduras y esencias varias del mercado de la ciudad. Podría reconocer el lugar si vuelvo allí, pero me da miedo volver, ese sueño me deja con la boca seca, como si fuera el recuerdo de alguna otra época vivida.
Le cuento el sueño a alguien y me dice que ese sueño es una fantasía erótica, que debería analizar cada circunstancia hasta descubrir el origen de mi ansiedad, pero yo no le sigo la broma. Ese sueño me ha dejado con la sensación de haber abierto una puerta que estaba cerrada hace mucho. Esa ciudad es nueva en mi repertorio onírico, aunque no son nuevas las caras que veo. Poco a poco he ido reconociendo esa ciudad como mía, a pesar que no pueda entender del todo el lenguaje o el porqué de sus vestimentas.
Los días son claros, limpios y tranquilos. La mayoría de mis sueños son bajo un cielo negro, pero he empezado a soñar de día. La última vez estaba en una playa y me atrevía a ver el sol en mis sueños. Era increíble poder hacerlo, era como contemplar el mundo desde la otra cara de la luna.
El sol me quemaba la piel, mientras tigres de bengala y elefantes enormes, vagaban libres por la playa. Lo que ahora me parece extraño es que ese lienzo rojo y bordado en donde estaba sentada mirando al mar, parece ser el mismo de mi sueño erógeno. Tal vez sea un capítulo previo solamente. Ahora me pregunto si es la misma ciudad. Hay aroma de dátiles y jengibre, de flores desojadas y te humeante. Se que la reconocería si vuelvo allí, pero prefiero pensar que es solo un sueño sin importancia.
Los días transcurren aquí, límpidos, blancos y sin miedo. Yo camino entonces como si hubiera vuelto a la vida, mirando al sol con una sonrisa ancha y ojos maravillados, m e sigo preguntando si ésta vida no es otro sueño que debo ir saboreando de a pocos.

lunes, junio 26, 2006

Bonjour ma vie

Ayer tuve esa extraña sensación de ser dueña de mi destino nuevamente, que nada de lo ocurrido era fruto del azar, que mi vida no es ese sentimiento de desolación a cada instante, por momentos grises que ya no se pueden atrapar. De que mi vida es una hilera de eventos tragicómicos que solo quieren hundirme, como un gran pulgar que aplasta un insecto contra el pavimento. Ayer supe que nada de eso era cierto. Que estaba viva otra vez.

Durante meses mi vida fue de un discurrir entre lagrimas y caras tiesas, tratando de entrar en un personaje que no era yo, mas dura, menos creyente en las cosas simples, menos esperanzada en un futuro; porque vivía haciendo de cada minuto una despedida. Como si al minuto siguiente ya fuera el final definitivo. Mi vida fueran escenas truncas que necesitaban acabar. Caminaba y me despedía, porque ya no esperaba nada de nadie. Era fácil amar de esa forma, donde no hay un recuerdo doloroso, donde alguna de ambas partes desaparece de la escena sin pedir perdón, ni sentirse culpable. Un nuevo escenario, una nueva persona, me iba yo o se iba él, todo muy simple, muy racional, muy de cuento sin final feliz. Porque no había amor, solo historias que empezaban y terminaban sin rastro de dolor.

Estuve meses esperando que algo llegara para despertarme, quería tomarme la vida de un sorbo, para no sentir su sabor fuerte por la garganta, para no sentir ese recuerdo de madero áspero sobre la lengua, cuando todo terminara. Estaba dispuesta a irme de este lugar con el primero que dijera que me quería, porque quería intentarlo, necesitaba intentarlo. El amor me sanaría, me repetía a mi misma, necesitaba amor a como de lugar.
A veces pienso ¿Qué hubiera pasado si Moss, mi casi alma gemela me hubiera dicho que me quería? Probablemente hubiera caminado descalza hasta Australia, para comprobar si era cierto. Porque yo necesitaba probarme a mi misma que seguía viva, que podía volver a sentir. Que podía hacer grandes sacrificios y que esta vez el miedo al “tal vez” no me apartaría nuevamente del amor, ni de la posibilidad de una vida plena.

Fueron meses en que hubiera podido tirarme desde un puente solo para saber que se sentía. Necesitaba dolor, miedo, algo que me despertara. Y todas esas palabras de amor, no las sentía mías, rebotaban en mi, como si se las dijeran a otra; porque yo ya no era yo, era esa mujercita que trataba de parecer segura a la luz de las velas. Que parecía reunir todo lo que quiere el hombre promedio: Gracia, ternura, inteligencia. Aunque dichas cualidades no fueran mas que inventadas, porque yo también me sentía inventada, un personaje mas, resignado a su destino solitario en la Tierra del Olvido.
Era “una mujer para amar”, pero a quien nadie amaba. Era una mujer quería volver a amar, pero ya no sabia como.

No sé cuanto tiempo he pasado así, asumiendo cada golpe, como un castigo merecido, por creer y dejar de creer. Cuanto tiempo llevo remendando recuerdos de mi misma, para saber quien era y comprender en que me convertí.
No sé cuanto tiempo estuve como una mariposa ciega golpeando contra una ventana que no se abría, viendo a través del cristal la vida prometida para mí pasar ante mis ojos, sin que yo tuviera la oportunidad de hacerla mía. Luché, grité, me estrellé miles de veces y nadie abrió esa ventana que yo no me sentía capaz de poder abrir por mi misma. Caí exhausta, no podía mas, acepté que si la vida quería pasar sobre mí, habría que esperar en el piso, resignarse a cada golpe, a cada herida, porque tal vez ese era mi destino. Yo había perdido el poder de hacer los sueños realidad y ahora me tocaba conformarme a mi nuevo papel de victima en el limbo de los que ya no creen en milagros.

Cuando empezó este año y me decidí volver a sentir, sin hipocresías ni falsas caras; fue la vida la que sé encargó de pegarme mas fuerte. No solo tuve perdidas económicas, también perdida de las personas que amé, de amigos en quienes confiaba, de las ultimas cosas en las que podía creer. Me quedé en la cornisa, muerta de miedo y sin poder volar, con todo derrumbándose a mí alrededor, sin ningún recuerdo al que aferrarme, ninguna persona en quien confiar. No entendía, él porque, si una vez decidida a tomar las riendas de mi vida, el destino me lo volvía a quitar todo y me relegaba aquí, lejos de todos los planes que hace tiempo tracé para mí. Una mano invisible me empujaba a volver a volar, pero me sentía tan débil que no podía, me aferraba a mi cornisa de melancolía, porque era lo único seguro que aun tenia: A mi propia tristeza.

Perdí incluso las fotografías y los videos de esa época en que fui feliz, como si alguien se encargara de mostrarme que nada de lo que viví merecía ser recordado. Que de nada servia aferrarse a una vida plástica, que solo había sido un capullo antes de volver a volar.
Me lo quitaba todo, la vida me lo estaba arrebatando de nuevo todo y yo no podía hacer nada, era solo agua que se escapa entre los dedos y yo tenia que dejarla ir, sin saber por qué.
Lejos de mi profesión, lejos de los bienes económicos, lejos de los amigos, del amor, del recuerdo del hombre que amé, del recuerdo del hombre que me amó y en quien confiaba como mi único amigo.
¿Que más quería la vida de mí? ¿Ya no era suficiente dejarme en el asfalto sin ganas de seguir adelante? ¿Era el castigo por haber pedido morirme tantos días seguidos cuando la depresión tocó a mi puerta?, ¿Por haberle rendido culto a la muerte, en cada despedida que hacia? Transformando la vida no en experiencias nuevas, sino en recuerdos muertos, para que alguien los revise cuando yo me fuera. Porque yo ya no vivía los días, solo los dejaba morir, solo los asumía, como un final ya trazado, sin hacer nada al respecto mas que rendirme al destino.

Recién ahora comprendo, que cada día me dejaba morir un poco, viviendo del pasado y negándome a vivir el ahora. Seguía viva, es cierto, pero sentía que nada estaba en mis manos, que todo era fruto de la suerte, que me resignaría a lo que ocurriera día a día, como un ente mecánico, una pieza mas del sistema de rostros grises de la Tierra del Olvido ¿Acaso esa forma de vivir, no había sido un suicidio en si mismo?
Jamás había tomado un cuchillo o veneno para lesionarme e irme de aquí, pero lo estaba haciendo a cada momento en que me negaba a decidir por mi misma y dejaba que la vida pase sobre mí como un ferrocarril dispuesto a amputarme toda voluntad y esperanza en el futuro. Dejando a la propia vida acabar conmigo.

Ayer desperté y supe que aun estoy aquí, que cada decisión está en mis manos, que éste es un periodo vacío por una razón de ser, que este año libre no es un castigo. Que haber perdido a las personas que amé solo me insta a volver a empezar. Que no tener en quien refugiarme, me empuja a seguir el camino sola, sin la esperanza de que alguien me recoja o se apiade de mí. Sin mas autocompasión. Ayer pude darme cuenta que la vida estaba entre mis manos y que yo aun tenia el poder de escribir mi propia historia, no como un capitulo aparte, sino como algo vital en donde acepto los días de lluvia para apreciar los arco iris y en donde camino sola, porque el camino esta allí y solo yo se a donde va. No quiero aceptar mas las cosas como si fueran hechas para no ser modificadas. Como si el destino fuera una materia dura de las que no somos capaces de amoldar a nuestros sueños.
Hoy digo "buenos dias a mi vida", porque ya me canse de ser la victima, cuando solo soy la aprendiz. Porque uno mismo construye su destino cuando decide no dejarse arrollar por la vida y seguir caminando en pos de algun sueño.

domingo, junio 25, 2006

Caminatas

Hace tiempo que llevo caminando, pero hoy lo he disfrutado más que nunca. Esta mañana de domingo es soleada y pacifica y yo me animé a caminar por el parque saltando entre las piedras del caminito de la izquierda, pensando en mí, en todo este tiempo a solas. En todo el tiempo que espera allí afuera. Caminé pisando las hojas secas de los árboles y a cada crepitar de hoja muerta, sentía que no estaba completamente sola, que te mostraba el camino, como siempre.

Hace años que camino así, mostrándote el camino, comentando los paisajes que veo y explicándote el por qué de las aves, el por qué del clima, el por qué de todo; aunque yo ya ni pueda entenderlo. Hace años que me pierdo en calles y parques caminando a solas, porque la conversación vecina me cansa. Hace mucho que hago monólogos mentales de lo que siento y vivo y de vez en cuando, ya tú sabes, de vez en cuando también los escribo.

Pero ésta mañana caminé contigo y te hice creer que estaba feliz, aunque me sienta por momentos asfixiada, en este lugar en donde todas las posibilidades están exploradas y todos los límites resueltos. A veces ya te lo he dicho, quisiera tomar la mochila y volver a irme. Escapar de este lugar al que se conforman todos. Quisiera irme, escaparme contigo.
Pero no puedes, ya sé que no puedes. Así que mientras camino, te voy mostrando el mundo, esas pequeñas cositas que la gente no advierte. Y que yo fotografío para ti.

Voy tejiendo recuerdos, recolectando imágenes y me hago un espacio propio e invisible, en donde lo cotidiano no ingresa, en donde solo te doy lo que quieres ver. Una esfera de cristal en medio de la ciudad gris. Un espacio privado en medio de la multitud de ojos que no ven. Te muestro allí esa mitad de mi rostro, esa curva en mi talón desnudo, esa línea en mi columna arqueada. Fotografío solo lo que quieres ver y te dejo construir el resto.

Hace tiempo que llevo caminando y hoy ya es domingo, pero no quiero volver a casa. Hace tiempo que mi casa no es mi casa, que prefiero seguir caminando y contándote lo que veo, como si fuera nuevo. Ojala un día te atrevieras a caminar conmigo, a compartir mi silencio mientras nos perdemos juntos en una marcha sin tiempo, y de vez en cuando, también, a resistir mis monólogos insufribles, esas charlas en que te hablo de mi y de todo lo que tengo dentro.
Espero me perdones, a veces solo hablo y hablo, como para dejarte un recuerdo y no desaparecer del todo; para poder así al menos quedarme unos minutos a solas contigo.

sábado, junio 24, 2006

Amaneceres

Hoy amanecí y era tarde. Bajo las frazadas aun se olía esa fragancia a lo ajeno, al deleite de un sueño que se escapa en las puntas de los dedos y pasea frente a la nariz victorioso, como la raíz de un recuerdo. Ese olor a pintura fresca y a dedos de pincel. Ese aroma a nosotros.

Hoy amanecí y con los ojos cerrados busque el yogurt blanco de chirimoya y lo deje pasar helado por la garganta, antes de volver a la cama. No quería dejar de soñar. No quería vestirme e ir a la mesa a tomar el café a solas. Prefería quedarme así, soñando contigo. Bajo la sábana, había constelaciones dando vueltas, mariposas de color y de alas suaves, pétalos de flores azules y esencia de coco y canela.

Yo no quise despertar, me resultó demasiado placentero quedarme bajo las sábanas pensando y tejiendo sueños. Ignorando los rayos de luz de la ventana. Me siento cómoda en mi capullo de cobertores y almohaditas pequeñas. Yo no quiero despertar.

Por que cuando sueño lo hago contigo, con ese rostro que voy creando poco a poco, con unas manos que voy moldeando a mi cuerpo y con esa boca suave que aun no pruebo. Yo tejo sueños entre las sábanas y me abandono feliz a esa idea de poseer y ser poseída, de hacer mimos con los ojos cerrados y oír una canción sin letra, de música que acaricia y pervierte. Yo me quedo dormida para soñar contigo.

Yo me quedo soñando, para así vivir un poco contigo.
Y así, ya no importa mas nada, porque mientras voy creando tu rostro y tu piel en mi memoria, siento que te haces real y yo me vuelvo sueño; entonces navegamos juntos en un mar sin olas, a un destino que ambos desconocemos.
La gente dice que esto es amor, no, imposible. Esto es un sueño, por eso me da pereza y dolor el despertar. Por eso hoy amanecí y ya era tarde, pero tu fragancia quedaba bajo mío y tu boca en mi memoria, como si existieras.

Que tontería, no? Como si ambos aun, existiéramos.

viernes, junio 23, 2006

Charlas de Viernes

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Me alegro que ya sea viernes, tenia muchas ganas de tomarme el café contigo. De hablar un poco, ya sabes. Volví al departamento y me llene de una ansiedad tremenda al ver el espacio vacío y recordar esos meses solo yo y mi mente. Pensé que no volvería, pero ya ves. Incluso la casa de mis padres me ha resultado incomoda, viviendo como vivo. Allí me la paso escribiendo y tomando el sol, pero ya era tiempo que volviera aquí. Es extraño, antes me sentía cómoda con mi soledad, ahora solo me aterra todo este tiempo perdido, este tiempo que no se comparte, un tiempo absurdo en donde no hago mas que escribir y oír música. Una de las ventajas de haber vuelto es que puedo oír la música que quiero a todo volumen y sin nadie chillando. Y puedo bailar, no sabes cuanta falta me hacia poder bailar sin ropa. Claro, aquí hace frío. Pero necesitaba soltar un poco el cuerpo. La ropa vuelve hurañas a las personas, las vuelve silentes, tristes.

Detesto no disponer de una bañera en este departamento, además mis viejos se encargaron de quitar la terma eléctrica para cambiarla por una a gas... que no llega. Me pregunto si la tendré que pagar yo, si finalmente en papeles este departamento sigue siendo suyo. Hoy me tuve que bañar con una olla de agua caliente y una taza, igual que los inviernos en que trabajaba al fin del mundo. Me trajo muchos recuerdos, estar allí sentada en la ducha, dándome tazas de agua tibia sobre la piel enjabonada. Con la música a todo volumen. Me compre el disco de Global soul, te lo dije? Bueno, también está muy interesante. Da ganas de seducir a alguien. No te rías. Hace tiempo que no me arreglo para nadie. Que uso ropa holgada y casacas gruesas, que el maquillaje es mínimo y que el cabello esta siempre medio despeinado. Hace mucho que no uso ropa interior, porque toda la que tengo es para “esas ocasiones especiales” y creo que ya mejor les pongo naftalina, porque “esa ocasión” no llegara nunca. Si, ya se es mi culpa, por autoexiliarme igual que cuando trabajaba. Reducir mi existencia a dos habitaciones y un computador. En la casa de los viejos no era tan difícil, al fin y al cabo en el comedor siempre hallaba a alguien para hablar, incluso me sentaba a revisar matemáticas con mis sobrinos. Pero aquí, en este departamento la soledad es obvia.

Hoy después del baño rustico, me puse crema en todo el cuerpo igual que en eso días, pero en lugar de ponerme la ropa de casa, comencé a aprobarme toda esa ropa que ya no usaba. Incluso un vestido algo sugerente que utilizaría en la fiesta de Año nuevo y que preferí guardar para algún “momento especial”...creo que me tendrán que enterrar con ese vestido, porque como voy no creo que haya oportunidad de usarlo. Ya sé; sé que debería salir a circulación, debería socializar, tal vez sí. Hoy mientras me vestía, bailaba y tropezaba en la habitación desordenada, oyendo la música que me hacia bien; pensé si no debería organizar una fiesta en este departamento, para comer bien y bailar un poco. No sé, unas de esas reuniones que hacíamos antes. Pero, es inútil, todos mis amigos se han ido o están en otro país; otros andan casados y me siento algo tonta de llamar a mis amigas del French para invitarlas a una reunión de tragos y música. Parezco desanimada, no?

No pues, si hoy hasta me vestí bonito. Increíble, hasta me siento delgada. Camino aquí, varios tipos lanzaron sus típicos intentos de piropo y me hicieron sonreír. Pero tengo algo de temor de volver a socializar, esa es la verdad. Hace un año cuando volví a la civilización, tuve la misma necesidad de salir, de querer vestirme y arreglarme para alguien, de comprar esa ropa que intenta seducir y me fue bien. Vaya que me fue bien. Fue en ese tiempo que conocí a mi ex el italiano, el único tipo que tomo la iniciativa conmigo, igual que en comedia romántica. Recuerdo que en uno de las salidas del cine me pregunto si salía con alguien y al responderle que no, se quedo con la cara tiesa y esa mirada de lunático que tenia, para gritar luego “Pero, que ¿Vives en un barrio de puro maricon o que?”

Yo me reí al ver su reacción, era tan explosivo en todo. La pasábamos bien, no había amor de mi parte, es cierto. Pero si fue una relación bonita, oyéndolo cantarme Farfalina en el oído cuando aclaraba por las mañanas o haciéndome correr de la mano por las calles, siempre deprisa, como si el mundo se nos acabara. Me pregunto que hubiera pasado si me casaba con el cómo quería? Ja, ese tipo estaba lunático, creyendo que yo era la mujer de su vida. A lo mejor ahora luciría una “bella cornamenta en la mia testa”. Porque hombres apasionados como el, te dejan siempre por una pasión nueva. Y todas esas virtudes que él creía que yo tenia, podían ser superadas perfectamente, cuando en nuestra relación no había rastro de amor.

Yo no lo quería pues, ¿cómo voy a querer a alguien con quien solo comparto buen sexo? Yo buscaba mas, tal vez lo sigo buscando ahora. Pero con menos esperanzas, creo que finalmente los hombres se ilusionan mas que las mujeres y quieren hacer cosas inmensas, grandes hazañas como guerreros épicos, Viajes, sacrificios, vivir como en una película... una ilusión que se acaba en la cama. Y de la que una tiene que despertarlos, como se despierta a un niño, fingiendo que no importa, que así tiene que ser. Que todo sueño acaba.
El problema es que una también se ilusiona y duele como un clavo incendiado, el despertarse.

Mira, hoy, a pesar de todo lo que te he contado estoy de buen animo. Creo que iré a comprarme un par de prendas “matadoras” y a caminar por las calles de esta ciudad de invierno. A lo mejor ya es tiempo que vuelva a circulación y en una de esas, puede, que incluso me enamore. Otra vez caray! Otra vez enamorarse.

¿Un cafecito para llevar?

miércoles, junio 21, 2006

"El VIAJE"

Muriel subió al bus con la ropa suelta para viaje, con la almohada pequeña para apoyar el cuello el resto de la noche y con el antifaz oscuro, por si encendían las luces del pasillo durante su sueño. Sería un viaje largo y cansado, aunque no era el primero de ese largo año viajando por el país; si tuviera dinero, me ahorraría 15 horas de viaje con un boleto de avión- pensaba ella con su pesimismo habitual.

Subió última al bus y todos se la quedaron viendo, por su indumentaria rara de polera suelta y pantalones de pijama, la almohada, la botella de agua mineral y el bolso que se desparramó con discos y hojas sueltas por el pasillo, al subir. La terramoza vestida con minifalda y pañuelo al pecho, la ayudó a comodarse en su asiento al lado de un tipo obeso de labios pequeños. La reprendió con una fría amabilidad por su retraso en subir.

El hombre del asiento vecino apenas si la saludó cuando ella se sentó a su lado, entretenido como estaba mirando por la ventana a la gente que se despedía agitando las manos en medio de la noche. Ella también vio por la ventana, pero esta vez no había nadie para despedirla, hacía mucho tiempo que nadie la despedía de los terminales, de los aeropuertos, ni de ningún sitio. Hacia tiempo que ella era también una foránea en su propio país, viajando con la maleta pequeña, llena de ropa ligera que desechaba en cada ciudad visitada.

Se colocó la almohadita en herradura alrededor del cuello, el antifaz y se dispuso a dormir, terminada la cena a bordo. El hombre obeso contestaba llamadas al celular cada 10 min. Con una voz que delataba mas juventud que su corpulento cuerpo. Cuando salieron del área de de la ciudad, dejó de hablar, pero empezó a sonar un pitito molesto de su móvil cada vez que subían una cuesta en donde la señal de teléfono llegaba. Ella se acomodó molesta, al pensar que había llevado todo, excepto los tapones para los oídos y justamente se sentaba al lado del ruidoso del bus.

-¿Podría apagar su celular?- dijo con voz irritada- no me deja dormir ese pitido hace dos horas.
El gordo se encogió de hombros, sin saber porque sonaba el aparato, pero lo apagó solo para que la mujer de al antifaz en la frente no siguiera mirándolo con esa cara de querer asesinarlo.
Terminó la botellita de agua mineral y se quedó dormida de costado escuchando de lejos la película de acción que daban por el TV encendido.
A media noche algo la despertó, eran esas inmensas ganas de orinar, que la habían tenido con sueños eróticos la última media hora. Se alisó el cabello mientras el gordo dormía a su lado y fue al baño del bus en donde la ventanilla abierta la hizo despertar del todo. Seguramente pasaba por algún puerto, el olor a mar lo inundaba todo, ella ya despierta se miró al espejo y vio sus ojos desmaquillados y su cabello totalmente desordenado a causa de la almohada. Se puso rimel en los ojos y labial en los labios carnosos, sin percatarse que a esa hora nadie podría apreciar que se hubiera arreglado. Todos los demás pasajeros dormían en el piso superior del bus, cubiertos por mantas y con alguna medicación para mantenerlos inconscientes el resto de la larga noche que duraría el viaje.

En los últimos asientos la terramoza dormía envuelta en un mantón gris ajena a las necesidades de los pasajeros, con el rostro maquillado igual que un maniquí, bajo un moño impecable. Probablemente estaba programa para despertar solo cuando el bus se volcara- pensó Muriel con ironía.

Ella volvió al asiento y vio al gordo durmiendo a pierna suelta bajo la luz mortecina que alumbraba el pasillo. Solo la mitad de su enorme cara era visible y dejaba ver unos labios delgados que contrastaban con sus mejillas redondas y su cuello rechoncho. Era un gordo bonito- pensó ella mientras se acomodaba en el asiento tratando de no despertarlo. Recordó a su ex novio de mejillas redondas también, bailando con alguna garota en Brasil, mientras ella hacía esos absurdos encargos por todo el país. Suspiró profundo, se imaginó teniendo hijos de su ex novio y que salían con cachetes redondos y labios delgaditos. Totalmente diferente a ella, delgada, con su rostro ovalado y de labios gruesos. Después de todo los niños gorditos siempre son las mas bonitos, se dijo antes de cerrar los ojos.

Pero era imposible dormir, su muslo rozaba el muslo regordete de su compañero de viaje y le provocaba un calor placentero que ella no se atrevía a dejar. Era una tibieza agradable, de dos superficies que se rozan en la inconsciencia del sueño. Su brazo descansaba al lado del brazo del hombre obeso, separados por una baranda pequeña que impedía que toda esa masa de carne se oprimiera contra ella, ante una curva rápida del bus.

Muriel, se puso de costado dando la espalda a su obeso acompañante e intentó dormir una vez mas. No quería tomar las pastillas sedantes, era mejor echar mano a sus ejercicios de respiración y dormiría tranquila, esas drogas la dejaban muy nerviosa al siguiente día. Se acomodó como un feto, cubierta por la manta afranelada y sintió que si se juntaba un poco más, su trasero también tocaría el muslo del gordo que rebalsaba bajo la barandilla del asiento. La calidez de su cuerpo era incitadora, pero ella se apartó con miedo, no podía permitirse esos deslices aunque su acompañante estuviera dopado.

Mientras, su gordo compañero roncaba con la boca abierta y el rostro ladeado, ajeno a las maniobras de Muriel por juntar su cuerpo al suyo. Luego de un buen rato de intentos de sobajeo infructuosos, Muriel se asustó de lo que estaba haciendo. Se acomodó lejos del gordo, envolviéndose con la manta y respirando profundo; pero una curva violenta hizo que su cuerpo se acercara nuevamente al de su compañero.
Bueno, es el destino- se dijo ella mientras acomodaba la superficie de su espalda huesuda junto al brazo del gordo.
El carraspeó ahogándose de pronto, pero Muriel se quedó quieta, casi sin respirar. El gordo volvió a dormir, esta vez girando hasta darle la espalda. Muriel aprovecho ese giro del gordo para quitar la barandilla que los separaba. Ahora si, girada ella también al lado contrario, podrían dormir espalada con espalda y sus nalgas pequeñas podrían sentir de vez en cuando el roce de él, una sensación que la satisfacía en extremo.

Una vez acomodados así, Muriel, volvió a intentar dormir, pero esa maniobra había despertado sus instintos nuevamente, estaba alerta a cualquier movimiento de su acompañante, el roce de su cuerpo contra sus nalgas ya no era suficiente, Muriel deseaba mas que solo eso. Deseaba que el gordo girara y la abrazara por detrás, poner su trasero en el hueco de su cuerpo y dormir así. ¿Que le costaba? Él estaba dormido y ella quería un abrazo, no había nada de malo en eso, después de todo. Pero intentar hacer girar al gordo iba a ser una labor titánica casi imposible, para una persona tan delgada como ella.

Se decidió a dormir nuevamente, pero todo su cuerpo ahora caliente como una brasa de deseos mal controlados, se oponía a ello.
De pronto y sin poder controlarlo comenzó a moverse contra el cuerpo del hombre obeso en movimientos rítmicos, que primero eran suaves y luego se volvieron violentos sin importar que despertara. Ella sentía el roce suave entre sus pechos, despojados del sujetador y la humedad que había brotado de repente entre sus piernas a raíz de ese contacto con la espalda del hombre que dormía. Su mente ahora trabaja a mil, barajando todas las posibilidades para aplastarse contra el sexo del gordo que ocultaba como un tesoro bajo su abdomen abultado, ahora que dormía enrollado sobre si mismo mirando a la ventana. Muriel, empezó a desesperarse, comenzó a hacer extraños ruiditos, a toser, a moverse, a estirar los brazos, pero el gordo no daba muestras de enterarse de la presencia su compañera remolona.
Por un momento Muriel se acercó mas para comprobar si aun respiraba, o estaba teniendo fantasías en un bus al lado de un muerto. El gordo, respiraba en efecto acompasado por ronquidos mas suaves ahora que dormía de costado.
Muriel volvió a acomodarse de espaladas a él con los brazos cruzados, tal vez era mejor así, tal vez solo era una locura a sus 30 años, una fantasía erótica producto de leer tantas revistas raras. Suspiró profundo y se dispuso a dormir por quinta vez durante la noche.

Se enrolló sobre si misma de nuevo, separada a una distancia prudencial del gordo, pero fue en ese momento que este se volvió a atorar con su saliva y se reacomodó en el asiento. Ahora estaba de nuevo todo el lado izquierdo del gordo, incluido su muslo, su brazo, incluso ¡oh felicidad! El dorso de su mano izquierda rozando el cuerpo lejano de Muriel. La mente de ella, volvió a trabajar a mil, se acomodó mas cerca al gordo dopado y bajó hasta que su trasero se acomodó perfectamente contra la mano del gordo, Muriel se moría de placer. Había sido una jugada estupenda sacar esa dura baranda que los separaba, ahora solo había que esperar una curva para que el cuerpo del hombre se amoldara completamente al suyo, ahora sería mas fácil.
El bus comenzó a correr mas rápido y Muriel, notó con tristeza que habían llegado a la “Pampa de los gentiles”, no habría ninguna curva al menos en 40 minutos más, Muriel se puso ansiosa de nuevo, su espalda era una brasa ardiendo contra el perfil de su compañero, que ella esperaba volteara y pudiera comenzar a tocarla sin miramientos.

Pero el dormía nuevamente acompasado por ese ronquido que salía de su garganta regordeta. Muriel volvió a moverse sin control contra él, rítmica, violentamente. Con su manecita entre los muslos. La velocidad del bus aumentaba y ella se movía como si realmente estuviera teniendo sexo con alguien invisible. Se sentía bien, era perfecto, el gordo dopado a sus espaldas y ella teniendo fantasías eróticas con un extraño inconsciente.

En uno de esos movimientos el gordo carraspeó y ¡oh maldición! Despertó. Un baño de vergüenza cubrió la cara de Muriel que ocultó bajó la manta, se separó un poco del gordo, cuando él prendió la luz para leer, pero la cual apagó de inmediato. Muriel temblaba bajo la manta de franela, cuando el gordo volvió a acomodarse, pero esta vez rotado y de perfil hacia ella. Un minuto después el gordo roncaba de nuevo a pierna suelta. Muriel no se atrevía a hacer ningún movimiento, pero pasados algunos minutos, la curiosidad pudo mas y acercó su cuerpo algunos centímetros cerca al de su acompañante. Su vientre era cálido, imposible llegar a donde estaba su pelvis, pero al menos sentía la superficie redonda de su abdomen apretando el arco de su espalda, que ahora ella hacia mas profundo, moviéndose como una gata en celo.

El gordo siguió roncando, probablemente producto del diazepám que tomaban todos los tripulantes en esos largos viajes. Extrañaba el dorso de su mano, se había humedecido mucho mientras percibía el roce de los nudillos redondos del hombre contra su trasero, pero se conformaba. Dentro de 30 minutos llegarían a un lugar repleto de curvas y tal vez el contacto sería mayor. Tal vez podría acomodar su trasero en la pelvis del gordo. Muriel nadaba en un placer contenido, que humedecía ahora sus muslos. De pronto y sin mediar curva alguna, el gordo se acercó mas a ella, puso su cara abotagada contra sus largos cabellos y su mano suave como la de algún oficinista, entró bajo la polera suelta de Muriel, que no podía dar crédito a lo que ocurría.

El ronquido del gordo se había hecho mas profundo, pero contra lo que se pudiera pensar, su mano ascendía ágil en la cintura de Muriel, que se contornaba sin poder evitarlo. Ahora la mano suave recorría con confianza las caderas de Muriel, su cintura delgada, su vientre igual de quemante que la piel del hombre que seguía roncando en su oído, lanzando el aire suave de su deseo junto al oído de Muriel. Era obvio que había estado fingiendo indiferencia con ese ronquido falso, ¿tal vez toda la noche?
La vergüenza hacía temblar a Muriel, pero también el deseo. Un extraño recorriendo su cuerpo árido de caricias, que ahora se movía agitado por las manos del hombre que ascendían hasta atrapar unos pechitos pequeños, de pezones puntudos. Muriel se dejaba tocar sin oponer resistencia, gimiendo de vez en cuando. Sentía el resto de la tripulación roncar en silencio a su alrededor ¿ ellos fingían también? Seguramente roncaban con los ojos abiertos, mientras se tocaban bajo la manta igual que ella, masturbándose a solas como ella.
Muriel, no podía admitir tantas ideas sucias en su cabeza, giró un poco, intentando zafarse de las manos del gordo, pero este la tomó firmemente de las caderas con cierto derecho, Muriel se enfureció ante éste gesto que quería demostrar su dominio, ahora luchaban bajo la manta, Muriel por zafarse y él por retenerla contra su cuerpo.

La lucha excitaba a Muriel y al parecer también al gordo que había dejado de roncar y ahora su ronquido falso era un resuello caliente contra su cuello y su rostro. El gordo era enorme, debía medir casi 1. 90 y el cuerpo de Muriel a pesar de ser atlético parecía el de un frágil pajarillo luchando por escaparse de sus manos. El hombre obeso ganaba con ventaja, pero Muriel no se rendía y seguía moviéndose, ora aplastando su cuerpo contra el corpulento hombre, ora zafándose; en ese juego que ponía mas ardiente su cuerpo y mas húmedo su sexo que al inicio.
El hombre la cogió de los pechos y pellizcando sus pezones logró que Muriel se diera vuelta hasta que sus bocas se juntaron, los labios delgados del gordo rodeaban los carnosos de ella, bebían su saliva fresca y metían su lengua acariciando su paladar en un beso casi robado. Muriel pasó de luchar contra el gordo a abrazarlo con fuerza y necesidad. Urgida de afecto como estaba todos esos meses, las caricias lascivas del gordo se transformaban en un obsequio maravilloso que ella recompensaba con gemiditos ahogados y caricias a su cuello corpulento. El hombre bajó sus manos redondas bajo la manta hasta tocarle el sexo, mojado desde hace mucho rato, la acarició con suavidad al inicio y con fuerza luego, sus dedos gruesos entraban y salían de Muriel; mientras aceptaba con placer, ese beso doloroso que le daba Muriel, mordiendo sus labios delgados rodeados por una barba sin afeitar, hiriendo y resbalando.

El resto de la noche, el hombre corpulento tocó a Muriel sin resistencia. Bajó sus pantalones sueltos y subió su polera holgada, hasta dejarla casi desnuda bajo la manta de franela que daba el bus. Cogiéndola una y otra vez y besándole el pecho bajo la manta. Muriel se dejaba hacer y correspondía las caricias del hombre con besos de labios apasionados, pero con manos torpes. Muriel no lo tocó una sola vez, a pesar que el jalaba su mano de dedos delgados hacia la dureza que se levantaba bajo sus pantalones.

Con los primeros rayos de madrugada el hombre abrió la ventana y ambos pudieron ver las dunas del desierto cambiar de rosadas a lilas mientras aclaraba, el hombre levantó la manta y vio a Muriel recostada mostrando sus pechos y vientre desnudos apoyada de perfil en el asiento del bus, mirándolo con los ojos semi cerrados por la claridad.
- ¿te gustó pequeña?
Muriel asintió con la cabeza, avergonzada. Tenía 30 años, probablemente la misma edad que el gordo, pero se sentía pequeña y frágil después de lo ocurrido.

Cuando el bus llegó a su destino, el hombre obeso la ayudó con su maleta, efectivamente medía casi 1. 90 y ella era solo una pequeña de cabello desordenado a su lado.
- ¿Conoces esta ciudad? Podríamos conocerla juntos, estaré dos días aquí- agregó el gordo con unos ojos pequeños de niño travieso- te gusta la idea? espérame aquí, que voy al baño
Su facies abotagada tenia los rasgos finitos del que aparenta ser bello aun bajo la adiposidad y la barba sin afeitar.
Muriel lo miró dócilmente y asintió con la cabeza, para luego desaparecer entre las cientos personas del Terminal como un pececito que huye de un tiburón que ya conoce sus secretos, capaz de devorarla sin resistencia.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....