lunes, septiembre 16, 2024

El, la guitarra y yo.

Hay una forma especial en la que toma la guitarra, la hace suya, sus dedos se deslizan y parece tan fácil lo que hace que nos deja allí inmóviles sintiendo. La noche es cálida entonces, se mezclan los olores de la naturaleza, de todas las flores de las que no sé el nombre, con las fragancias de las mujeres que deliran por el, que han de pensar como yo, en quien piensa cuando toca una canción. Me retiro de allí, finjo encender un cigarro, aunque hace mucho que lo he dejado. Es mi forma de decir que necesito mi espacio, los cuerpos se juntan las cabezas acompasan brevemente, las pupilas se dilatan, el es el centro del mundo y parece que todos orbitáramos en cuanto empieza a tocar, por eso me retiro un poco, para no acabar yo también ansiando sus dedos, su boca, ansiando apropiarme de el y del hechizo de su música.  Cuando acabe la melodía el volverá a ser el de siempre y nosotros, los inútiles oyentes de algo que no podemos ni siquiera interpretar, la magia quedará unos minutos pero solo eso. A veces lo seguimos copa en mano pero no habla, o habla poco. Alguien ensaya un dialogo sobre algo divertido a su alrededor, la gente habla y ríe pero el no comparte, cuando la guitarra está silente el calla y desaparece, como la sombra que se ha fundido en medio de la oscuridad creciente. Su paso desaparece así en el jardín y escapa, hasta la próxima fiesta, la siguiente reunión de amigos, algún lugar en donde su guitarra vuelva a tocar y unirnos por un instante, sellar nuestras bocas y abrir grandes los oídos. 

Alguna vez lo he seguido para ver donde va, su paso de leve cojera, la cabeza gacha y la guitarra al hombro saliendo en medio del camino de sauces hasta donde estacionan los autos. A veces se va solo o sale abrazado a la cintura de alguna mujer  a la que envidio  como si el fuera mio. Lo he visto tantas veces desde que era niña, colándome a las fiestas de los viejos, en los tiempos cuando el tocaba a duo y en su rostro aun no habían marcas de vejez y desencanto. Sus manos ágiles sobre las cuerdas, su expresión ausente y su mentón cuadrado. Aprendí a amar la musica por el y todas las canciones perdieron sus letras para mi pensando en que el podía un día tocarlas para mi. Hace ya millones de años de eso, enciendo el cigarrillo lejos del circulo y pienso en el tiempo. El inexorable tiempo que se diluye y se vuelve nada cuando el vuelve a tocar. Los veo meciendo los cuerpos a su alrededor y sus figuras moviéndose acompasadas por la musica que un día hizo que yo también me estremeciera. El sentado en mitad de todos, mas taciturno que todos, interpretando cada nota como si la arrancara del propio corazón. La noche es inmensa y todos nos volvemos eternos cuando el toca, como quisiera darle mi corazón, algo de mi. De mas chica pensaba que podía darle mi vida entera si el me lo pidiera y corría a escribir cartas de amor a medianoche, que lo tenían a el como protagonista, afiebrados párrafos de promesas y un futuro junto al mar. Eso es lo que evocaba en mi su musica, ganas de amar intensamente, aunque no hubiera forma material a la cual asir mis manos ni mi cuerpo. Me quitaba la ropa, me soltaba el cabello, tiritaba bajo las sabanas, pensaba en él bajo la cobija que concentraba todas mis fragancias adolescentes junto con las de la noche cercana. La música en mis oídos subía desde el jardín donde todos lo contemplaban y yo me entregaba, a ese sueño perfecto, a mi despertar libre, a querer poseerlo y ser tocada por  sus dedos con la misma suavidad y fuerza con la que lo veía interpretar sobre esa redondeada guitarra.


Han pasado tantos años, tengo la edad de fumar y la obligación de dejar de hacerlo. La edad de poder amar y la obligación de dejar de sufrir por eso, veo su cojera alejándose por el camino que sale de casa, indiferente a nuestra existencia. Nunca supo cuan dueño fue de todas mis fantasías mientras crecía, el su guitarra y yo, bajo las fragantes noches de verano...Qué hubiera sido de mi sin creer que la musica y el amor son dos fuerzas que siempre podrían volver a levantarme?

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