Me hablas de ti, de lo que harás, de la música, de los pasajes en avión, de todo aquello que te salvará. Me hablas rápidamente en esa fase maniaca de cuando eres feliz, pareces feliz, anhelas ser feliz y pintas con los dedos mojados en barro sobre el lienzo que he traído para ti, sobre mi camisa blanca, sobre el pecho que te entrego entero para que me hagas bien o me hagas daño, pero que niegas a rasgar y hacer sangrar del todo. Y hablas, hablas lento, hablas rápido, te mueves como un cometa que gira sobre mi con mil palabras que brillan y a veces hieren en su intensidad y te escucho hablar, como si pudieras curarme con esas palabras que navegan de mis poros hasta el mismo pozo de café que es ahora mi alma, zurciendo heridas que parece que compartimos y de las que yo no suelo hablar,
pero tu voz …
Tu voz es la voz que rodea este espacio nuestro, donde nuestros cuerpos son lánguidos después del amor, son polvo que vuelve al polvo y que tu vuelves a armar como arcilla para hacer de nosotros uno, uno solo…mientras hablas y las palabras las creas y las destruyes con dientes apretados de rabia o con lengua de pájaro silvestre que ha vuelto por fin a cantar y mencionas así, tus deseos, tus recuerdos, los lejanos parajes de esa memoria gastada en donde confundes nombres, fechas y esta nueva felicidad con desgracia.
Veo tu boca que se mueve moldeando idiomas que logro apenas entender y concatenar las canciones con las experiencias de tu pasado remoto, sonriendo para ti o temblando, dejándome fuera, fuera de todo eso que crece y se levanta dentro de ti, una ola, un tsunami de recuerdos, de historias trágicas y sórdidas por contarme y estiro los brazos para que no te pierdas en esos fondos oceánicos de donde te nacen las historias que llevan dentro la paradoja que rima invisible con mi propio nombre.
Cuantas veces te hundes, te pierdes, naufragas, tu palabra es el sueño del que apenas he logrado liberarme cuando crecía pero tu encallas ahí toda tu humanidad desnuda y fundas una nueva tierra sin permiso en la que caminas descalza, segura de toda la atracción que ejerces. Tu cabello son mil caracolas y tu boca el eslabón de sal que rompo en un beso para callarte y que no hables más de cosas que me hacen daño, pero hablas y las palabras nos envuelven, nos ahogan, nos enredan hasta asfixiarnos.
Me rasgas el pecho que se desangra en secretos que no te he contado, amargos secretos que no escuchaste mientras hablabas y el sonido de tu voz lo cubría todo. Nos perdemos, nos hundimos mar adentro, en esa corriente de conciencia que ya no logramos evitar, tu voz se pierde en la mía, nos ahogamos bajo toneladas de agua salada que evitamos volver a llorar.
Me hablas de ti y ya no recuerdo lo que fue, pero intentando escucharte me perdí otra vez.
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