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jueves, mayo 19, 2022

La nueva normalidad

 Yo no sé cuantos amigos de los que desconocía los rostros, han muerto después de esta pandemia. Recuerdo sus frases, sus agradecimientos, sus comentarios. A veces la vida es eso, coincidir con la gente que siente como tu, que te sostienen y te abandonan. Mantenerse caminando y recordar de pronto como en un sueño mezquino, que hace algunos pasos alguien ya no está en tu vida. Cuantas cuadras atrás te dejó de oír ? A cuantos pueblos de distancia dejaste de preguntarle que era importante para el o ella? La vida pasa y miramos para adentro como si el centro del mundo fuera esa cicatriz umbilical que nos recuerda cuán huérfanos quedamos todos al salir del vientre materno.


He dejado de tomar antidepresivos, ya no tiene caso alejarse mas de mi lado melancólico. La epidemia ha terminado, tanta gente a desaparecido, he cerrado los ojos de tantos, no tiene caso seguir bloqueando esos sentimientos de perdida. A diario llegan otros casos mas complejos, las secuelas de la gente que sobrevivió, nadie sabe eso. La gente se embota en las series de Netflix, en las maestrías a distancia, en los cursos de idiomas y bailes, la gente llena su tiempo para no sentir mas que lo necesario. Yo también lo hago, pero se ha abierto una grieta en mi muralla, una grieta que no deseo cerrar, porque a medida que se abre me acerca a mi persona real lejos del personaje feliz que se cambia los mil trajes ante el lente de una cámara sin publico real. 


Me alegra reencontrarme con la gente que abre su sensibilidad para mi y me extiende su mano suave como una nube, me mantiene la mirada por mas de dos segundos, no se aparta si lloro, si comento un libro que me conmueve, o comparto una película que no entiendo. Me alegra que haya gente que no es perfecta y no toma la bandera de ser diferente para hacer daño. Me alegra que aunque estemos rotos aceptemos eso sin el histrionismo de ser heroes de causas perdidas.


Hoy he caminado y sentido. Suelo hablar con mucha gente, dar consuelo o guerra a muchos mas, subo a taxis en donde la gente me cuenta sus anécdotas, contesto llamadas de personas que me cuentan sus problemas, me siento en reuniones en donde me comparten asuntos de los que me da igual o no saber, pero de esta vida tan corta lo que mas aprecio son las caminatas en silencio en donde me permito ser yo sin intentar ser amable. El camino a casa a veces es largo, voy extrañando a la gente que me permitió compartir algo real de sus vidas. Es tan difícil eso, la mayoría de personas es practica y solo busca lo utilitario de las relaciones, sin dar nada a cambio. Yo no quiero ser eso, probablemente no hay nada útil en caminar o en escribir o en sentir demasiado, solo es el lujo de permitirme ser humano. Es tan corta la vida! ¿Acaso no lo hemos aprendido a golpes de dolor estos dos años? Tan pocas y raras las experiencias para sentirse verdaderamente humano, una pastilla no puede quitarme eso. Encajar y ser funcional después de una crisis cómo esta podría estar sobrevalorado.

miércoles, julio 18, 2018

Parte 2: De lo que piensa una mujer en la madrugada

Cuando paso de camino a la cocina en busca de agua, siento que jamás he estado así de sola antes. Que jamás he estado tan bien.
Camino a oscuras  y descalza en la madrugada por el corredor que me lleva a la cocina y las puertas abiertas de las habitaciones que en otro tiempo eran ocupadas por turistas ocasionales que alquilaban mi piso, ahora solo filtran la luz ámbar del exterior en medio de los cachivaches. Todas las habitaciones siguen llenas de cosas. Cosas mías. Zapatos, vestidos, papeles, dibujos y recuerdos. Soy incapaz de tirar alguna cosa que me sobre, soy incapaz de deshacerme del pasado. Esas habitaciones llenas de humedad tienen las puertas abiertas y de sus ventanas con persianas a medio cerrar se puede distinguir la avenida iluminada, los letreros de neón a lo lejos, la lluvia que golpea tímida en insistentemente esta madrugada de Julio.

Mi piso se convierte entonces en el vientre de una nave que flota en medio de la humedad limeña con las escotillas abiertas y yo en la pasajera solitaria, que tropieza con las sillas y las mesas calculando mal el equilibrio de esa realidad alterna. La ciudad afuera estará mojada y fría todo el invierno y mi corazón igual que las galletas dejadas en la mesa también se humedecerá y echará a perder antes que pueda ser usado.
Usado digo y esa sencilla palabra me remite a lo utilitario de nuestras relaciones. Escuchar mucha mierda para poder hablar de una mismo un rato. Dar besos para que te besen, apretar fuerte en los abrazos paras sentirte abrazada y dar mucho de ti, para recibir algo similar. El sexo, una imitación de amor, de compañía, que a mitad de la madrugada comienza a hacer tanta falta y deja convertida mi cama en algo tan triste como un estadio vacío.
Ha de ser que hay noches como esta en que me siento muy sola y me despierta un susurro en la madrugad. Es mi propia voz que me asusta por lo metálico de su timbre. Una grabación del mas allá que me pregunta: Estás segura?

La verdad no. Hace dos días llevo cavilando la idea de infringirme un gran dolor físico para que olvide un rato el de adentro. Y el de adentro no se de donde proviene. Conozco las causas mas inmediatas, los hombres, el amor, el sexo. Pero debe haber causas mas enmarañadas para sentir esta angustia, esta necesidad de algo que no se qué es. El hambre nunca satisfecho de un alguien.

Crees en las almas gemelas?- Me ha preguntado él hace meses. Le he respondido que no, que quizá antes, pero que ahora no creo ya en muchas cosas. Claro- se burla él- ahora eres la chica fuerte que ya no cree en nadie. Se da cuenta como yo, del cinismo en mi respuesta. Es obvio que sigo buscando algo y que sigo queriendo creer. A veces me gustaría pensar que él es la respuesta. Que ese alguien es él, quisiera decírselo: Ya no creo en muchas cosas pero creo en ti. A que no hubiera sido bonito? Pero un momento incomodo para ambos. Yo ya he dejado esas cursilerías. Ahora me enamoro una vez cada semana, a veces obsesivamente, de personas diferentes. Es divertido, es intenso, es una sensación rica pero no suelen haber segundas oportunidades. Mis amistades me dicen que les gustaría ser tan prácticas como yo, yo les respondo que cuando quiero ser práctica solo pienso con la moral de un hombre y dejo de culparme por toda mi apariencia y por todos mis deseos.

No es una venganza, no. Solo que no veo por que deba reprimirme ya en nada. Si he de morir sola, que el camino sea por lo menos divertido. No quiero embarcarme en intentos de relación donde deba condescender tanto sin que mi pareja se de cuenta que ya lo estoy sacrificando todo, a mi misma, por tratar de combinar con el. Para estar cómodos, para poder remar en la misma dirección. Para no ser la conflictiva o la inestable, la que sueña mucho sin asidero real de como hacer realidad esos sueños, la que parece que se va escapar de pronto a hacer lo que le venga en gana.
La mayoría de veces, es cierto, me incomoda volverme tan blanda, tan frágil y pusilánime dentro de una relación. Una niña a la que cuidan, una damita, una señorita. Alguien a quien debe protegerse. Siento que no soy yo y sin embargo, cuanta protección necesito! Cuanto miedo me da tener que necesitar a alguien y que no pueda estar.
Existe una parte de mi que se lamenta cuando está con hombres mucho mas sensibles y frágiles que yo misma. Es cierto, los busco bestias, para no tener que consolarlos luego. Busco personas prácticas y luego me lamento de su pragmatismo para dejarme. Busco personas independientes y me admira su independencia de mi al inicio del amor, al inicio de ese bello desastre obsesivo-compulsivo de las primeras citas y el primer romance que insta a querer estar pegados como lapas sin querer salir de la cama. Ellos me dejan cuando yo empiezo a flotar en azúcar. Cuando siento que no buscan la oportunidad de verme mas seguido, cuando se distancian para que yo me acerque. En cuanto siento su duda me alejo. No me gusta seguir ese juego, verme expuesta, aunque exista la posibilidad de que el hombre de mis mas caros apetitos pueda dejarme antes. No me gusta tener que insistir, ser yo la del primer, segundo y tercer paso. Ya estoy demasiado dolida por todo para que también deba dolerme porque me dejan.

Si, dejarme. Aunque yo sea la que me voy, siempre he experimentado el amor como si me dejaran ir primero. Mi piso se siente enorme ahora, no hay ningún ronquido en la madrugada, ningún olor nuevo entre mis sábanas, ninguna persona para acompañarme hasta el final de este naufragio.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....