Los días son claros, tibios, tranquilos. Mis pasos seguros, mi sonrisa ancha, mi cabello va atado. Y los días siguen siendo blancos, límpidos, sin miedos. Yo camino entonces como si hubiera vuelto a la vida, aunque no sepa bien por que.
Antes soñaba siempre de noche, jamás amanecía, en mis sueños el mundo era nocturno y las calles vacías. Mis sueños siempre han sido dramáticos, algunos torturantes, siempre corriendo en pos de algo. Siempre corro en mis sueños porque el tiempo se acaba.
Los lugares son conocidos, es mi ciudad pero se ve como la debí ver a los 5 años, enorme y con escenarios de terror a la vuelta de la esquina. Siempre salgo de la ciudad y ya no hay nadie, entonces se que estoy al margen de todo y que es momento de correr, pues toda calle es desconocida y la noche va envolviendolo todo.
En mis sueños siempre es de noche o hay agua. Ir en pos del agua tambien es una constante en mi. Sueño con el mar a menudo o con lagos y piscinas. Mis sueños son tan reales y nítidos que yo debo ser una Spielberg onírica, con todos esos parajes y circunstancias. Lo que mas me felicito es la fotografía de mis sueños, los parajes son increíblemente bellos.
Me gusta soñar, de más chica despertaba con tristeza porque mis sueños eran más emocionantes que la vida diaria.
En algunos de mis sueños, he ido construyendo una ciudad de a pocos desde la infancia; ahora cada vez que vuelvo, se a donde conducen sus calles y porque los trenes se pierden por caminos de piedra o porque hay sitios a donde no puedo llegar en auto, solo puedo hacerlo caminando.
A algunas de las personas ya las conozco y todos estos años esos personajes oníricos me han visto crecer a pesar que sus rostros no envejecen.
Ahora en mis sueños, no soy una niña, casi soy mujer y paso corriendo con alguien de la mano o voy en la búsqueda de otro alguien que aun no conozco. La gente del sueño me ve correr sin admirarse.
Lo más angustiante, siempre es el agua.
En todos los sueños busco zambullirme en el mar y éste se retira; busco nadar en el río y este se hace turbulento; ansío sumergirme en las piscinas y éstas se hacen mohosas y llenas de hojas secas. Nunca llego a tiempo para volver al agua. Es frustrante no poder hacerlo.
Cuando llega el momento en que me siento lista, el agua se seca.
Una vez soñé que me lanzaba vestida desde un bote a un lago de aguas azules; cuando salía, el agua no se había secado y yo nadaba con los zapatos puestos. Ese día me enamoré de mi ex y supe que cualquier cosa era posible, que tenia el poder de lanzarme al agua sin buscar el traje perfecto o el momento adecuado y que aun así podría nadar. Fue muy simbólico eso.
A veces me sueño en ciudades extrañas, incluso hablando lenguas que desconozco. Son otros tiempos, y se que lo que pasa ya ha ocurrido antes y yo solo lo vuelvo a vivirlo una y otra vez, sabiendo de antemano las reacciones de la gente que interviene en el sueño.
A veces voy cruzando en tren por la nieve; o en mezquitas llenas de gente pequeña a mi paso; a veces solo en ciudades antiguas de veredas de piedra y edificaciones grises. Entonces despierto, vuelvo aquí y se que esta vida también es un sueño que debo resolver de a pocos. Me veo al espejo y se que sigo siendo yo, la mujer del sueño, aunque ahora con un rostro diferente.
Una vez soñé en esa ciudad en donde los toldos de venta están tan juntos que es imposible caminar, en donde la gente habla rápido vendiendo carnes, pescados y verduras y todos tienen esas miradas instigadoras y debes caminar rápido para que no noten que eres nueva allí.
Esa ciudad me atemoriza, pero ya he crecido y subo a los pisos superiores donde se dan baños floridos, en albercas de madera y agua caliente. No dispongo de mucho dinero, así que debo compartir la alberca común con otra gente que lleva a sus hijos pequeños. Al entrar allí, me dan la barra de jabón y esa tela roja estampada que hará las veces de toalla.
Debo desnudarme y meterme rápido al agua jabonosa con pétalos de flores, la mujer que se baña junto a su esposo e hijos, me sonríe al verme avergonzada. La alberca vecina está vacía y es limpiada con esmero por un joven de rostro lampiño. En el salón de baño todos nos bañamos desnudos, esa no es novedad.
Me posiciono en mi orilla de la alberca, distante a esa familia y comienzo a jabonar mis hombros y mi pecho con ahinco hasta volver el agua jabonosa.
De pronto la familia se va y yo tengo la gran alberca para mi sola. Es un lujo poder bañarme sola.
La mujer que cuida celebra con una sonrisa maternal mi alegría pueril. Nado en esa piscina de agua tibia un buen rato, pero es momento de cambiar el agua llena de espuma de jabón.
La mujer comienza a hacerlo y yo me quedo sujetando mis rodillas para taparme el cuerpo desnudo. Por las ventanas se observa abajo nuestro la ciudad bulliciosa llena de gente intercambiando mercadería desde sus canastos de mimbre.
Tres hombres ingresan al baño, me miran y sonríen, debo compartir el baño con ellos, es un baño público y yo no tengo dinero. Se desvisten hasta quedar solo en calzoncillos, uno de los hombres duda sobre desnudarse completamente estando yo allí, los otors se rien y le piden a la dueña la otra alberca.
Ella empieza a llenarla para ellos, dejando la mia a medio llenar pues es demasiado grande, el agua es muy clara y no logra ocultarme.
En ese lugar no es nada nuevo compartir un baño entre hombres y mujeres, pero la mayoría de hembras debe llevar un paño para cubrir su sexo, antes de entrar al agua. Yo he olvidado el mío en la orilla cercana a la alberca vecina, para alcanzarlo debo nadar o ir caminando hacia ellos y eso me avergüenza.
Los tres tipos mayores me miran con curiosidad mientras yo intento no parecer intimidada por la situación, empiezo a lavar mi cabello, que ahora oculta mi cara, para esquivar la mirada de los tres hombres que se bañan coversando y riendo en voz alta en la alberca vecina.
La mujer entonces, me acerca un balde de agua que cae tibia sobre mi cuerpo. Todo el jabón se ha limpiado. Ya puedo irme, parece indicar con un dedo antes de salir del lugar. Pero yo no se como levantarme sin que los otros me vean desnuda.
La mujer ya no está y no se donde pueda estar mi ropa, no me queda mas remedio que seguir en la alberca de agua transparente dejando que me vean, con una mezcla de miedo y placer exhibicionista, hasta que la mujer vuelva y me alcance mi ropa o al menos esa tela estampada de color escarlata que habrá de cubrirme.
El resto del sueño se pierde en mi memoria. Solo me queda el aroma a verduras y esencias varias del mercado de la ciudad. Podría reconocer el lugar si vuelvo allí, pero me da miedo volver, ese sueño me deja con la boca seca, como si fuera el recuerdo de alguna otra época vivida.
Le cuento el sueño a alguien y me dice que ese sueño es una fantasía erótica, que debería analizar cada circunstancia hasta descubrir el origen de mi ansiedad, pero yo no le sigo la broma. Ese sueño me ha dejado con la sensación de haber abierto una puerta que estaba cerrada hace mucho. Esa ciudad es nueva en mi repertorio onírico, aunque no son nuevas las caras que veo. Poco a poco he ido reconociendo esa ciudad como mía, a pesar que no pueda entender del todo el lenguaje o el porqué de sus vestimentas.
Los días son claros, limpios y tranquilos. La mayoría de mis sueños son bajo un cielo negro, pero he empezado a soñar de día. La última vez estaba en una playa y me atrevía a ver el sol en mis sueños. Era increíble poder hacerlo, era como contemplar el mundo desde la otra cara de la luna.
El sol me quemaba la piel, mientras tigres de bengala y elefantes enormes, vagaban libres por la playa. Lo que ahora me parece extraño es que ese lienzo rojo y bordado en donde estaba sentada mirando al mar, parece ser el mismo de mi sueño erógeno. Tal vez sea un capítulo previo solamente. Ahora me pregunto si es la misma ciudad. Hay aroma de dátiles y jengibre, de flores desojadas y te humeante. Se que la reconocería si vuelvo allí, pero prefiero pensar que es solo un sueño sin importancia.
Los días transcurren aquí, límpidos, blancos y sin miedo. Yo camino entonces como si hubiera vuelto a la vida, mirando al sol con una sonrisa ancha y ojos maravillados, m e sigo preguntando si ésta vida no es otro sueño que debo ir saboreando de a pocos.