jueves, julio 06, 2006

En sueños

Hoy soñé con él.

Fue tan raro, después de tanto tiempo lo volví a ver

Con la ropa que usaba la última vez
Con ese caminar tranquilo

Con los audífonos puestos, como siempre

Corrí a mi casa que quedaba cerca del malecón

Quería saber si iba detrás mío

Si era a mi a quien buscaba

Lo vi tocar mi puerta,
y pensé que por fin volvía

pero no le abrí


Y me oculté en el auto viejo de mis padres
En ese asiento trasero

Yo también quería verlo

Y él entró, se sentó a mi lado


Y se me quedó viendo sin decir nada

Entonces comprendí todo...

Yo ya no usaba audífonos

Hace mucho que no caminaba
acompasada por la música
Que da el recuerdo del amor

Él si

Entonces ya no esperé nada

Porque él sigue así
Con audífonos en los oídos

Caminando cerca al malecón
Sin oír el presente

Sin pensar en nadie
Que no sea un recuerdo

Hoy lo vi en sueños

Fue una pena,
Supe que se había ido para siempre

y que era momento de dejarlo ir.

miércoles, julio 05, 2006

Quien respira

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Ahora estoy aquí, respirando. Es rara esta sensación. Todo sigue igual solo yo estoy diferente. El mundo sigue afuera moviéndose rápido, con flashes y ruidos y olores. Yo sigo aquí, respirando. Es extraño.

Me siento cautiva en mi cuerpo lánguido. Mis palabras son lentas, casi no suenan, mis pies pesados. Mis manos ¡ Ay ¡ Mis manos…Me veo las palmas, que destino tan solitario, líneas dispersas que no se unen en ninguna parte. Amo a mis manos, son diferentes e inútiles. Son obreras de mis pensamientos, cada dedo va sobre el teclado como ensayando una canción oculta, que nadie sabe descifrar.

Ahora estoy aquí, sin tiempo. La vida pasa a mi alrededor, veloz, no puedo detenerla. Solo estoy yo, como un par de ojos en medio de todo. Podría ser un árbol, una piedra, una flor... no importaría. Solo seria un poco mas de materia organizada viendo al tiempo pasar a una velocidad increíble, sin poder sorprenderme. Solo respirando.

Es extraña esta sensación terminada la crisis, me quedo a la deriva sin ninguna sensación de dolor, ni angustia, ni melancolía. El enojo y la tristeza no existen, soy incapaz de reaccionar, me quedó sentada con los ojos abiertos viendo la vida pasar ante mí atropellándome entre sus patas, sin oponer resistencia. Solo yo sin tiempo, solo así respirando.

Y podría quedarme horas así mirando al vacío, como un ente a quien no le importa nada, oyéndolo todo, sintiendo las palabras de la gente que me ama gotear sobre mi, en pos de una reacción. Muevo mi boca, intento sonreír, ellos no lo notan. Hablo un poco, no pueden oírme, solo me ven respirar y saben que estoy viva. Presienten que no me he ido del todo.

Una vez solté una lágrima, la toqué incolora y diáfana, saliendo de mi como un milagro. Abriéndose paso en mi epidermis, rodando lento sobre mis poros. Esa lágrima rodaba sobre mi y yo no sabía su causa, el porque de su aparición, solo sentía los párpados pesados como ahora, la boca inerte, mis manos cansadas.

Alguien la secó, pensaban que estaba triste, que aun me dolía que estaba sufriendo; pero yo ya no estaba aquí, no tenía ningún recuerdo del pasado, ningún anhelo, no podía inmutarme ante nada. Solo estaba despierta como un pez prehistórico, de ojos abiertos a un océano nuevo y desconocido.

Como lo estoy ahora con la mirada perdida, sin saber como ni cuando despertaré de esta sensación post migraña. Solo yo, aquí, inmóvil, respirando.

Como una idea cautiva en medio de la materia organizada.


*****Flor de Mentira- D. Eder.****

martes, julio 04, 2006

Fuera del Círculo

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Para mi fue siempre difícil trabajar en grupo, formar una sociedad, hacer un círculo. Hasta ahora huyo de eso, me asusta un poco, no me gusta formar argollas ni puedo trabajar con otras personas. Por eso me digo a mi misma antisocial, aunque mi familia opine lo contrario. Y es que prefiero trabajar a solas sin nadie que interrumpa mi pensamiento ni me haga ser partícipe de sus normas o códigos de grupo.

Mi padre decía que él tuvo la culpa, que debimos crecer en un barrio con gente “normal”, con otros niños para jugar, haciendo grupos de amigos y saliendo a la calle a hacer cosas de adolescentes. Mis hermanos lo lograron a medias, al fin y al cabo eran tres. Yo era la menor en casi 10 años y mi carácter esquivo pudo mas.

Recuerdo el temor en la clase de gimnasia. El pánico a esos juegos grupales de voley, fútbol y demás, que luego se extendería a los demás deportes. Hasta hace algunos años pensé que era a causa del físico, de que el hecho que me faltara oxígeno a la menor actividad física me hubiera vuelto una anti deportista y por ello asociara el deporte con esa sensación angustiosa de falta de aire y dolor bajo las costillas; pero ahora pienso que jamás me pude integrar del todo en un grupo, captar como ellos un código de conducta y obedecer una disciplina para vivir en armonía. Tal vez el pertenecer a un grupo de deporte me hubiera ayudado, pero jamás me interesó demasiado el hacerlo. No veía la necesidad de integrarme si iba a ser la última de la fila.

Siempre huí a las competencias que requirieran esfuerzo físico y sentía pavor de solo imaginar estar dando brincos, pararme de cabeza, saltar sobre un caballete o golpear una pelota. De niña por supuesto, si me interesó un poco. Recuerdo que me ponía a jugar voley con el chico que hacía la limpieza y como solo teníamos su pelota de cuero, entrenábamos con una pelota de fútbol, a escondidas de la gente en el jardín trasero de la casa. Mis manos entonces, se endurecieron y mis brazos se volvieron firmes.
Un día mi padre se admiró de que “mis manos ya no fueran unos mocos, sino que ahora su hija menor sabía dar la mano como gente y mirando a los ojos”

A toda mi familia le agradaba el deporte y en los días de playa se ponían a jugar voley, fútbol o lo que hubiera, a la orilla del mar. Recuerdo mi enojo a que me obligaran a participar, si yo prefería estar leyendo o soñando con historias que escribía mentalmente. De vez en cuando le hallaba algún placer a compartir juegos grupales pero siempre lo dejaba. Tenía otras prioridades en mente como para andar siguiendo al resto.

Lo mas curioso fue que en secundaria me nombraron delegada de deportes. Yo que no sabia ni como agarrar una pelota estaba de “delegada” porque me habían elegido por unanimidad. Hasta el profesor de educación física se opuso, pero igual me nombraron. No los defraudé porque al primer premio en dinero que recibieron por ganar un campeonato, cogí el dinero y lo repartí entre todos los jugadores, ignorante de que ese dinero era donación para comprar el inmobiliario del colegio.
El Director puso el grito en el cielo. Aun me la siguen cobrando.

Los maestros decían que yo era la líder por naturaleza, les comentaban a mis padres que tenía poder para dirigir, convocar y convencer a los demás de lo que me propusiera. Que debían impulsarme por el camino de la política o el derecho. Mi padre me miraba incrédulo. Luego comentaba mirando mi cara ovalada: “tienes el mentón de los débiles, a los que hacen llorar y les doblegan la determinación a punte de dolor, la gente nota eso”
Me agarraba la quijada, se reía y luego se iba, mientras yo me quedaba pensando en la verdad detrás de sus palabras. Como todo lo que decía mi padre había una verdad detrás de cada broma.

Es cierto, a mi no me interesaba la política ni defender las causas sociales como modo de vida. Para mi el ser líder era la forma mas cómoda de ser parte de un grupo sin sentirse excluida.

No toleraba obedecer las normas de gente que sabía poco o nada, era fácil dirigir un grupo en donde todos quieren abandonar la responsabilidad de sus actos a alguien mas. Siempre fue fácil el hacerlo, pero no me agradaba. No tenía vocación de pastor de corderos.

Llegada a la universidad, los círculos se formaron de nuevo. Grupos de deportes, de política, de poesía, de estudio. Yo no pertenecía a ninguno. Me llamaban para ser delantera para el equipo de fútbol de mujeres y yo me horrorizaba ante la sola idea de
jugar delante de extraños tras una pelota, para que al correr se me moviera toda la delantera, Eso no, ¡jamás!

Con los círculos de estudio pasó algo similar. No entendía cual era la ventaja de estudiar en grupo los temas que no podías terminar a solas. Una vez fui a una de esa amanecidas en casa de alguien. Llevamos café, comida y órganos en recipientes de formol, para prepararnos antes del terrible examen de anatomía. Al final nos las pasamos hablando y riendo el resto de la noche. Dejando los libros de lado, para dedicarnos al raje indiscriminado, a cantar a capella y atragantarnos de pollo frito hasta la madrugada.

El cerebro y los pulmones que llevamos terminaron el refrigerador de la mamá del anfitrión, que se desmayó al día siguiente al saber que eran humanos. Y el resto de los asistentes a esa noche de café y estudio nos quedamos dormidos, sintiendo entre sueños como las manos de todos estaban aun ansiosas de seguir repasando la anatomía femenina pero en vivo, al menor descuido de la vigilia.

Me aparté de todos los grupos literarios, porque la mayoría estaban conformados por mujeres escribiendo al amor en todas su formas, rimas y sonetos; o por gente que por tres libros leídos te miraba en menos, usando un lenguaje que pretendía excluir al resto de mortales que solo escribíamos por instinto.

Nunca pude formar círculos, sentía que no encajaba en ninguna parte. Había el grupo de los demasiado tranquilos y el polo de los demasiado rudos. Andaba siempre guardando mis distancias de ambos. Aunque tuve grupos de amigos temporales con los que pasé buena parte de mis días felices y que se deshacían apenas alguno de ellos cambiaba de novia o tenia algún interés por alguna de las chicas del grupo.
Todos mis amigos fueron siempre personas solas como yo, cuyo máximo anhelo era ser invisibles a los ojos del resto del rebaño.

La vida siguió pasando y vi como los lideres estudiantiles se quedaban en las aulas años y años, enmoheciéndose en luchas internas y discursos vacíos, en pro de mejoras universitarias que nadie comprendía.
Los que ganaron las medallas de deporte de mi facultad, retornaron a sus propios grupos deportivos previos y ahora andan en algún lugar del extranjero; algunos incluso ya formaron pequeñas clínicas en sociedad.
Aquellos que se pasaron los 7 años de facultad en grupos de estudio nocturnos, ya se casaron. Otros, incluso se divorciaron y la mayoría de los que gustaban de repasar las clases de anatomía sin protección de látex previa, ya tienen pequeños hijos corriendo y preguntando “¿por que papá sigue guardando bolsas de vísceras en el congelador?”
Huelga decir que aun siguen llevando el curso de anatomía de primer año.

Los que se dijeron poetas andan olvidados ,como estuve yo , en algún pueblito del Perú, haciendo manuscritos de poesía para publicar el día que salgan del exilio. Su pequeño círculo también anda disperso, buscando gente que comprenda lo que ellos hablan con palabras ininteligibles.

Para mi siempre fue difícil pertenecer a un grupo. No pude integrarme del todo a nada, caminé y camino sola, lo cual me deja tranquila para hacer lo que me agrada sin explicarle a nadie el porque de mis acciones, amores y depresiones; pero a veces extraño a esa gente que no hallaba su lugar en el mundo como yo.
A los que estudiaban medicina pero habían nacido para escultores, a los que detestaban las clases de gimnasia en secundaria, a los que hablaban de tener una banda de rock y dejar su casa y el colegio, a esa gente sin nombre que ahora camina a solas como yo, inventándose un espacio propio en cada grieta del camino, buscando el silencio a espaldas de la multitud. Gente que sueña despierta que en alguna esquina del universo haya un círculo que no excluya al que es diferente.

"Orquídeas, Círculos y Cuadrado" -Debora Eder

domingo, julio 02, 2006

Aprendiendo a Volar

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Yo aprendí a montar bicicleta cuando ya era grande. Era una vergüenza no saber andar en bicicleta a los 9 años, mientras los otros niños ya eran libres sobre ruedas y se apartaban de casa a la velocidad de un rayo.
Yo aprendí tarde, tal vez porque temía caer, porque temía a la vergüenza y al dolor. Practicaba en casa dentro del garaje, apoyándome en ese pequeño espacio entre la pared y el auto, rayando la pintura, dejando mis manitos de huellas sucias en la pared recién pintada, apoyándome en muros estrechos para no caer al piso, para no sentir dolor.
Y todos se burlaban de lo miedosa que era, de que no salía a la calle a aprender como todos a golpe y a sangre; pero yo no hacía caso, pues yo tenía miedo no al dolor, sino a la vergüenza de que me vieran caer, de que aprendiera “de grande”, lo que los otros niños ya sabían hacer bien desde pequeños.
Mis hermanos tenían su bicicleta vieja con ese asiento al estilo de los 70´s grande y fuera de moda pero a mi no me importaba, quería aprender lo que otros ya sabían y ponía todo el esfuerzo en impulsarme por el zaguán de la casa, por el patio trasero, por el garaje…por todo lugar donde hubiera apoyo y no tuviera los ojos de los vecinos o de los demás niños, viéndome equilibrar sobre mi inexperiencia de 9 años.
Mi padre me repetía que era imposible aprender a montar bicicleta sin caerme, pero yo no me atrevía a salir de casa. Mi bunker de pruebas al vacío siempre fue esa casa y salir de mi burbuja a la realidad siempre dolía. Pero pasaban los días y yo no podía avanzar un metro sin caerme a los lados, no había espacio para impulsarme y pedalear suficiente sin caer a los costados. Y yo no entendía el por qué. Por qué no podía aprender a manejar y siempre caía.

Un día de invierno, el cielo se volvió gris y la atmósfera líquida. La ciudad era una pecera gris sin gente pasando por la calle y en el silencio la lluvia golpeaba el asfalto con sus canción de soledad y recuerdos de infancia. Yo tomé la bicicleta y aprovechando que nadie podía verme, me decidí a salir y probar suerte en la calle.
Saqué la bicicleta antigua y olvidé todas mis vergüenzas…estaba decidida a probar el dolor.

Sin embargo, no caí, solo me impulsé y pedaleé todo lo que pude sin caer. Me alejé de casa con la tarde lluviosa sobre mí y pensé que el mundo era mágico, que pasear en bicicleta era como tener alas y que nunca mas tendría que volver a mi burbuja si tenía la fuerza de mis piernas para seguir adelante.

Había aprendido a manejar esa vieja bicicleta sin caerme al piso y sin sufrir. Después de tantos meses intentándolo y apoyándome en las paredes de casa.
Probablemente lo único que me había hecho falta era la determinación de abrir la puerta y salir sin importarme la vergüenza ni el dolor. Probablemente, aun bajo la lluvia había mil ojos detrás de cada ventana esperando ver mi caída y mi dolor, pero yo no lo pensé. Simplemente me dejó de importar.

No reflexioné en nada y me abandoné a ese placer de pedalear a velocidad, pensando que si me tenia que caer, sería lejos de casa, lejos de las miradas de la gente, solo tenia que seguir pedaleando, avanzando, con el viento silbando en mis oídos y la lluvia sobre el rostro. De hecho algún día caería, pero yo solo quería seguir así impulsándome sobre dos ruedas como si mi cuerpo fuera alado y nadie mas pudiera verme.
Yo aprendí a manejar bicicleta sin una sola herida, sin un solo raspón en la piel. Tal vez fue la peor forma de aprender, porque no aprendí a poner las manos para protegerme si me lanzaba a velocidad tras de algo y tenía que caer. No aprendí a tolerar el dolor, la humillación, la desazón de las heridas sociales que surgen cuando quieres de verdad algo.

El resto de la vida me la he pasado deseando que vuelva a ocurrir ese milagro de salir de casa solo con el deseo suficiente, impulsarme contra el frío y la lluvia y que todo me salga bien, sin heridas, ni cicatrices que borrar. Ahora se que es imposible. Día a día la vida te cobra las enseñanzas que no supiste aprender a tiempo.

Sin embargo algo que si aprendí fue que para volver realidad los sueños, cada quien debe abandonar su burbuja perfecta, su hogar de paredes acolchonadas y gente que evita hacerte doler, porque en esa burbuja pequeña jamás hay suficiente pista para impulsarse fuera y aprender a volar. Porque duela o no duela el hacerlo, siempre es mejor retarse a si mismo para conseguir lo que se desea.



****Para Albatros y los días que me sujetó la mano.

sábado, julio 01, 2006

Nothing

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Si me vieras hoy…no me reconocerías…estoy con esa sonrisa “ancha y ajena” de la primera
vez que me viste…de cuando empecé a escribir cuentos que no eran solo para mí…de cuando
te contaba que caminaba por la ciudad segura y tarareando canciones con el discman puesto…
es cara de cuando terminaba de hacerte perder la paciencia y comenzaba a jugar…Si me
vieras hoy, ya no sabrías quien soy.

Hay Cienfuegos en mi corazón explotando en colores luminosos que solo yo soy capaz de ver…
está esa lluvia de luz…esa tempestad agitándolo todo…podría correr por la ciudad con los
zapatos rotos, el vestido abierto, los lentes olvidados…Hoy podría pasar cualquier cosa y te lo
quería decir…porque la vida se me viene en azules y púrpuras…se me viene en tonos fríos y
olor de violetas frescas…Hoy la vida se me viene entera y sin razones específicas…Ya sabes
como soy.

Ya sabes que un día me despierto y tengo tanto amor dentro mío que puede desbordar mis
ojos y mis dedos, hasta reventar teclados, hasta incendiar tu pupila…quedarme en tu boca…en
cada sabor, en cada papila…y así yo sería feliz…
Porque así soy yo, tu me conoces, a veces pierdo la razón y me siento tan feliz que el mundo
no existe, ni nada de lo que es materia palpable…ni nada de lo que me cause dolor…ya sabes
como soy…Mujer nada más y un día me entrego y te hago mío…y al siguiente desaparezco
como un olor sobre tu cuerpo…Un rastro de felicidad para seguir la próxima vez que nos
perdamos…que me pierda yo en ti...tu en mi y viceversa.

viernes, junio 30, 2006

Charlas Feas y café

Free Image Hosting at allyoucanupload.com¿Sabes? esto me viene rondando
la cabeza hace varios días, pero hoy lo confirmé del todo. Soy…soy …!soy fea!
No pues, con esto no espero que me digas que me veo bien, que soy simpática, atractiva, lo del buen cuerpo (que ya no tengo, por cierto) y otras estupideces que se les dice a las chicas que no son del todo agraciadas. Me siento fea. Si pues, primera vez que lo digo y hasta me asusta. Es lo mas duro de confesar desde que dije que ya no era virgen, no, mas bien desde que dije que ya no quería ejercer la medicina…no joder!
¡Es peor! aceptar que me considero fea es como abrir un agujero negro de toda clase de decepciones y recuerdos lastimeros. Es como confesar que no tengo valor para creerme la mentira que soy bonita o que me veo bien.

No me mires con esa cara, se que la belleza es un valor cultural. Que en algunos sitios de África las mujeres bellas son las de cuello monstruosamente largo, o que en China las más bonitas son las de pies pequeñitos a pesar de la tortura que tengan que pasar para obtener dichos pies diminutos. Se que si cruzo la frontera, sería un personaje exótico y por lo tanto digno de ver o compartir una copa. Pero aquí, en mi país no me queda otra que ser considerada fea….Caray! ¿Cómo duele esa palabra, no? parece una mentada de madre, tal vez fea sea demasiado fuerte, mejor me digo “NO bonita” y punto.

Hace algunas semanas me di cuenta que mi único novio peruano había sido el primero y del que prácticamente me enamoré epistolarmente, ya que antes, tu sabes, lo veía caminado por la facultad y no me llamaba la atención en nada. Era alguien No bonito como yo.
Me di cuenta hace unas semanas, que a los hombres a los que le había parecido atractiva en algún momento de mi vida, eran de otras latitudes y que eso se estaba convirtiendo en una especie de maldición, ya que yo quería tener una relación estable y solo conocía extranjeros por pocos meses o semanas. Acepto que eso se diera en otros lugares, donde tienes que acostumbrarte no solo a otro sabor de comida, de bebidas y bueno…tan bien de pareja, pero ¡que en mi propia tierra me prestara mas atención un extranjero que un coterráneo ya era demasiado, para mi autoestima venida a menos!

Al principio, no te miento, fue interesante andar con esos tipos raros. Si de chiquita cuando sacaban a todas mis amigas a bailar me hubieran dicho que yo saldría con tipos tan lindos en la edad adulta, no les hubiera creído. Pero bueno, no es la gran cosa, mi cara podría ser de cualquier parte, así que parece exótica siempre- ya se que te estás riendo porque en este país se les llama “exóticas” a nuestras mas simpáticas exponentes indígenas, por no llamarlas simplemente “cholas”. Bueno yo no lo soy, soy morena, zamba, morocha, como carajo quieras llamarme, pero eso también constituye una minoría de gente susceptible a burla... Como te decía mi cara ha de ser exótica y por eso se confunden y me dicen bonita y de ahí que salga con pura gente diferente. No pues, si no es que yo prefiera un desteñido a un peruano, pero carajo! A mi los peruanos no me dan bola!!!!

En la universidad si tenia un club de Frikiefans como les llamaba alguna amiga. A mi me hacia sentir mal cada vez que me decía eso, es cierto los tipos no eran atractivos y hacia preguntarme si solo le parecía simpática a aquellos que eran medio feos. Mi amiga se burla hasta ahora preguntándome por ellos. A veces me da ganas de decirle “estuve a punto de casarme con uno de esos Frikies”, pero bueno…

El asunto es que a veces mi ex me decía “eres linda” o uno de esos adjetivos que se dicen a las novias, pero a mi me venia la inseguridad, la paranoia y el síndrome premenstrual juntos y le gritaba que no, que yo no era linda, que él solo me veía atractiva porque comparada con su última ex, yo era Miss Universo…pensaba que el problema era estar con un tipo con una visión sesgada de la belleza, pero no, como estarás adivinando la del complejo era yo.

Luego me metí con un tipo simpático, lleno de ex bonitas- aunque no lo creas eso te sube la moral, porque te hace pensar que el tipo tiene buen ojo. Claro, siempre existe la posibilidad que tú seas “la fea” de la agenda de las ex, pero son riesgos mínimos, cuando el tipo te llena los ojos en cada sonrisa. Cuando me volvió la inseguridad, ahí si todo se fue al diablo, pensé que no me quería lo suficiente por mi aspecto, que yo jamás estaría al nivel, etc. de excusas para comprender el rompimiento. Terminada la relación yo era un fantoche que se sentía de nuevo horrible, en ese tiempo me conociste, ¿recuerdas? Andaba quejumbrosa sintiéndome horrible y sin nadie que me quiera.

Seguía sin entender porque los peruanos no me daban bola. Una vez hasta escribí con rabia sobre eso. No podía entender porque los hombres de mi edad no querían salir conmigo. ¿Por que nadie me invitaba a ningún sitio? en fin porque había vuelto a estar tan sola como en la adolescencia. Fue por esos días que comencé a salir con tipos no peruanos y entonces me volviste a conocer, pero esta vez con una sonrisota cínica, ¿recuerdas? Fue cuando comencé a salir con tipos de cualquier nacionalidad, porque me parecían más seguros que mis compatriotas.
Pero algo me punzaba en el pecho, ojo no era un tumor de mama-¿Estaba confinada a salir con puro extranjero? Aceptaba que en la universidad haya estado muchos años rodeada de tipos que se hacían pasar por mis amigos y vivían espantándome al resto de posibles candidatos a novios, acompañándome hasta el baño si era posible. Inventando cualquier excusa para acompañarme a casa “como amigos”, creo que fue por eso días que me entró la paranoia y comencé a mandar al infierno a todos. No soportaba que esos tipos estuvieran encima mío acompañándome y llamándome a cada rato, sin atreverse a decirme nada más, que “eres mi mejor amiga”. El día que los espanté a todos con mi mal genio, ese día alguien se atrevió a decirme que no quería ser solo amigo y me ennovié...Ya conoces esa historia…

Pero ahora, ahora que ya estaba libre, sin noviazgos a la vista, que iba sola a las fiestas. Que me sentaba a solas en la barra, ¡no era posible que un solo peruano me sacara a bailar! Un día se me acercó un tipo, de lejos es el hombre más guapo con el que haya salido. Yo estaba radiante, pensando que al fin en una fiesta me sacaba a bailar un peruano atractivo, pero todo fue que habló y me di cuenta que el acento era extraño, ¡no pues! ¡Si la maldición me seguía a cualquier parte! Era un vasco que había venido al Perú por un año a dictar cursos de cocina. ¿Que significaba eso? Pues clarísimo: Relación temporal de límite fijo, en otras palabras un affaire y punto.

A veces me veo al espejo y me pregunto si no soy atractiva para el peruano promedio.
Si necesito otra cara más agradable, otro cuerpo, una charla más sosa. Un carácter que sea más dócil. Mis amigos me dicen, que el problema es el carácter del diablo que tengo, que a nadie le gusta una flaca que ande con tantas vainas en la cabeza. Pero entonces ¡ya no se de que diablos hablar! ¿Del clima? ¿De las marcas de cerveza?
¿Por que puedo hablar una noche entera con un foráneo y si hablo con alguien de por aquí me ve con cara de que necesito mi Litio? ¿Por qué es más fácil que alguien foráneo tenga más confianza en sacarte a bailar o dar el primer paso para conocerte y con un peruano tienes que hablar meses antes que tome la iniciativa?
Para este punto debes estar erizándote de solo pensar que yo margino a los peruanos por “ser respetuosos”, que prefiero a “los gringos mañosones” pero creo que ese no es el problema. El problema es que me jode darme cuenta que no puedo tener una relación normal con un tipo promedio. Que resulto más atractiva para un tipo foráneo o para alguien que tenga mis mismas tendencias “frikisoides” que para alguien normalito y feliz. Que debe haber algo llamado karma que hace que al estar en un lugar público la gente me mire sin hablarme y los tipos me sonrían sin acercarse. A veces me siento un fenómeno… ¿Y quieres saber el detonante de toda esta oda a la apariencia física?
Fue esa foto en la que solo muestro mis ojos y que resulta que no soy yo. Es decir, yo me sigo viendo igual, pero resulta obvio para todo el mundo que en esa foto aparezco mas blanca, mas ojos claros, en resumen “mas bonita” de lo que en realidad soy. ¿Será que soy la única con una percepción errada de mi aspecto físico? ¿Qué pensé que ya me había vuelto mariposa y sigo siendo una monstruosa oruga? ¿Que eso es obvio a los ojos del mundo, excepto para mí y tal vez sea la causa que en un baile cualquiera nadie se atreva a invitarme una copa si no es foráneo, loco o miope?

¡Carajo! En este país resulto ser “no atractiva” pues; soy un bien de pocos bonos y charla que asusta…no me queda otra que emigrar para no quedarme soltera. No te rías ¡caray! Que esto no es broma, o te lo contaba a ti o pagaba a un psiquiatra para que me suba la moral a base de pepas y una terapia de espejos rotos. ¿Me ayudas a romper algunos? Pero nos tomamos un cafecito y una torta de chocolate antes, ¿si?

miércoles, junio 28, 2006

El camino a tu casa

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El camino a tu casa está cerrado por un jardín de flores y espinos. Tu puerta tapiada con maderos ásperos. Tus ventanas cerradas todas para el mundo. El camino a tu casa, es tan largo amor, que no consigo llegar nunca, siempre me voy perdiendo.

Caminaría bajo dos soles y una luna plateada para llegar a tu casa y que dejes descansar mis plantas, quitarme la ropa y soltarme el cabello, para que me dejes caminar a oscuras y llegar a ti cuando estés aun dormido.

El camino a tu casa es tan largo, que me pierdo en paisajes de rosa y magenta, entretenida en los recovecos del camino, me quedo allí afuera saltando entre obstáculos diversos, grandes unos y otros pequeños. Me cuesta entonces llegar temprano, antes que cierres del todo y me dejes para siempre afuera.

Ese es mi gran temor. No llegar a tiempo.

Caminaría entonces, bajo palmeras y álamos, entre jardines salvajes y en selvas oscuras, para poder llegar temprano a tu puerta y tocar antes que nadie toque; para que sepas que soy yo, la que ha caminado y no se ha cansado de intentarlo hasta que abras.

Pero el camino a tu casa es tan largo, que doy vueltas y vueltas y parece que nunca llegara; por eso a veces me hallas triste, frustrada y a solas. Por eso a veces sueñas que lloro al otro lado del mundo y te despiertas agitado sin saber quien soy.

Caminaría entonces cruzando mares y ríos, montañas y desiertos y al llegar junto a ti, me acurrucaría en tu abrazo tibio sin miedo a que me veas frágil. Porque ya habría sangrado todos mis dolores en el camino y el llegar a tu corazón, seria solo el regreso a mi hogar conocido.

El camino a tu casa amor, es tan largo. Solo te pido que me esperes, te prometo que llegaré a tiempo.


Soñando aquí y ahora

Los días son claros, tibios, tranquilos. Mis pasos seguros, mi sonrisa ancha, mi cabello va atado. Y los días siguen siendo blancos, límpidos, sin miedos. Yo camino entonces como si hubiera vuelto a la vida, aunque no sepa bien por que.
Antes soñaba siempre de noche, jamás amanecía, en mis sueños el mundo era nocturno y las calles vacías. Mis sueños siempre han sido dramáticos, algunos torturantes, siempre corriendo en pos de algo. Siempre corro en mis sueños porque el tiempo se acaba.
Los lugares son conocidos, es mi ciudad pero se ve como la debí ver a los 5 años, enorme y con escenarios de terror a la vuelta de la esquina. Siempre salgo de la ciudad y ya no hay nadie, entonces se que estoy al margen de todo y que es momento de correr, pues toda calle es desconocida y la noche va envolviendolo todo.
En mis sueños siempre es de noche o hay agua. Ir en pos del agua tambien es una constante en mi. Sueño con el mar a menudo o con lagos y piscinas. Mis sueños son tan reales y nítidos que yo debo ser una Spielberg onírica, con todos esos parajes y circunstancias. Lo que mas me felicito es la fotografía de mis sueños, los parajes son increíblemente bellos.
Me gusta soñar, de más chica despertaba con tristeza porque mis sueños eran más emocionantes que la vida diaria.
En algunos de mis sueños, he ido construyendo una ciudad de a pocos desde la infancia; ahora cada vez que vuelvo, se a donde conducen sus calles y porque los trenes se pierden por caminos de piedra o porque hay sitios a donde no puedo llegar en auto, solo puedo hacerlo caminando.
A algunas de las personas ya las conozco y todos estos años esos personajes oníricos me han visto crecer a pesar que sus rostros no envejecen.
Ahora en mis sueños, no soy una niña, casi soy mujer y paso corriendo con alguien de la mano o voy en la búsqueda de otro alguien que aun no conozco. La gente del sueño me ve correr sin admirarse.
Lo más angustiante, siempre es el agua.
En todos los sueños busco zambullirme en el mar y éste se retira; busco nadar en el río y este se hace turbulento; ansío sumergirme en las piscinas y éstas se hacen mohosas y llenas de hojas secas. Nunca llego a tiempo para volver al agua. Es frustrante no poder hacerlo.
Cuando llega el momento en que me siento lista, el agua se seca.
Una vez soñé que me lanzaba vestida desde un bote a un lago de aguas azules; cuando salía, el agua no se había secado y yo nadaba con los zapatos puestos. Ese día me enamoré de mi ex y supe que cualquier cosa era posible, que tenia el poder de lanzarme al agua sin buscar el traje perfecto o el momento adecuado y que aun así podría nadar. Fue muy simbólico eso.
A veces me sueño en ciudades extrañas, incluso hablando lenguas que desconozco. Son otros tiempos, y se que lo que pasa ya ha ocurrido antes y yo solo lo vuelvo a vivirlo una y otra vez, sabiendo de antemano las reacciones de la gente que interviene en el sueño.
A veces voy cruzando en tren por la nieve; o en mezquitas llenas de gente pequeña a mi paso; a veces solo en ciudades antiguas de veredas de piedra y edificaciones grises. Entonces despierto, vuelvo aquí y se que esta vida también es un sueño que debo resolver de a pocos. Me veo al espejo y se que sigo siendo yo, la mujer del sueño, aunque ahora con un rostro diferente.
Una vez soñé en esa ciudad en donde los toldos de venta están tan juntos que es imposible caminar, en donde la gente habla rápido vendiendo carnes, pescados y verduras y todos tienen esas miradas instigadoras y debes caminar rápido para que no noten que eres nueva allí.
Esa ciudad me atemoriza, pero ya he crecido y subo a los pisos superiores donde se dan baños floridos, en albercas de madera y agua caliente. No dispongo de mucho dinero, así que debo compartir la alberca común con otra gente que lleva a sus hijos pequeños. Al entrar allí, me dan la barra de jabón y esa tela roja estampada que hará las veces de toalla.
Debo desnudarme y meterme rápido al agua jabonosa con pétalos de flores, la mujer que se baña junto a su esposo e hijos, me sonríe al verme avergonzada. La alberca vecina está vacía y es limpiada con esmero por un joven de rostro lampiño. En el salón de baño todos nos bañamos desnudos, esa no es novedad.
Me posiciono en mi orilla de la alberca, distante a esa familia y comienzo a jabonar mis hombros y mi pecho con ahinco hasta volver el agua jabonosa.
De pronto la familia se va y yo tengo la gran alberca para mi sola. Es un lujo poder bañarme sola.
La mujer que cuida celebra con una sonrisa maternal mi alegría pueril. Nado en esa piscina de agua tibia un buen rato, pero es momento de cambiar el agua llena de espuma de jabón.
La mujer comienza a hacerlo y yo me quedo sujetando mis rodillas para taparme el cuerpo desnudo. Por las ventanas se observa abajo nuestro la ciudad bulliciosa llena de gente intercambiando mercadería desde sus canastos de mimbre.
Tres hombres ingresan al baño, me miran y sonríen, debo compartir el baño con ellos, es un baño público y yo no tengo dinero. Se desvisten hasta quedar solo en calzoncillos, uno de los hombres duda sobre desnudarse completamente estando yo allí, los otors se rien y le piden a la dueña la otra alberca.
Ella empieza a llenarla para ellos, dejando la mia a medio llenar pues es demasiado grande, el agua es muy clara y no logra ocultarme.
En ese lugar no es nada nuevo compartir un baño entre hombres y mujeres, pero la mayoría de hembras debe llevar un paño para cubrir su sexo, antes de entrar al agua. Yo he olvidado el mío en la orilla cercana a la alberca vecina, para alcanzarlo debo nadar o ir caminando hacia ellos y eso me avergüenza.
Los tres tipos mayores me miran con curiosidad mientras yo intento no parecer intimidada por la situación, empiezo a lavar mi cabello, que ahora oculta mi cara, para esquivar la mirada de los tres hombres que se bañan coversando y riendo en voz alta en la alberca vecina.
La mujer entonces, me acerca un balde de agua que cae tibia sobre mi cuerpo. Todo el jabón se ha limpiado. Ya puedo irme, parece indicar con un dedo antes de salir del lugar. Pero yo no se como levantarme sin que los otros me vean desnuda.
La mujer ya no está y no se donde pueda estar mi ropa, no me queda mas remedio que seguir en la alberca de agua transparente dejando que me vean, con una mezcla de miedo y placer exhibicionista, hasta que la mujer vuelva y me alcance mi ropa o al menos esa tela estampada de color escarlata que habrá de cubrirme.
El resto del sueño se pierde en mi memoria. Solo me queda el aroma a verduras y esencias varias del mercado de la ciudad. Podría reconocer el lugar si vuelvo allí, pero me da miedo volver, ese sueño me deja con la boca seca, como si fuera el recuerdo de alguna otra época vivida.
Le cuento el sueño a alguien y me dice que ese sueño es una fantasía erótica, que debería analizar cada circunstancia hasta descubrir el origen de mi ansiedad, pero yo no le sigo la broma. Ese sueño me ha dejado con la sensación de haber abierto una puerta que estaba cerrada hace mucho. Esa ciudad es nueva en mi repertorio onírico, aunque no son nuevas las caras que veo. Poco a poco he ido reconociendo esa ciudad como mía, a pesar que no pueda entender del todo el lenguaje o el porqué de sus vestimentas.
Los días son claros, limpios y tranquilos. La mayoría de mis sueños son bajo un cielo negro, pero he empezado a soñar de día. La última vez estaba en una playa y me atrevía a ver el sol en mis sueños. Era increíble poder hacerlo, era como contemplar el mundo desde la otra cara de la luna.
El sol me quemaba la piel, mientras tigres de bengala y elefantes enormes, vagaban libres por la playa. Lo que ahora me parece extraño es que ese lienzo rojo y bordado en donde estaba sentada mirando al mar, parece ser el mismo de mi sueño erógeno. Tal vez sea un capítulo previo solamente. Ahora me pregunto si es la misma ciudad. Hay aroma de dátiles y jengibre, de flores desojadas y te humeante. Se que la reconocería si vuelvo allí, pero prefiero pensar que es solo un sueño sin importancia.
Los días transcurren aquí, límpidos, blancos y sin miedo. Yo camino entonces como si hubiera vuelto a la vida, mirando al sol con una sonrisa ancha y ojos maravillados, m e sigo preguntando si ésta vida no es otro sueño que debo ir saboreando de a pocos.

lunes, junio 26, 2006

Bonjour ma vie

Ayer tuve esa extraña sensación de ser dueña de mi destino nuevamente, que nada de lo ocurrido era fruto del azar, que mi vida no es ese sentimiento de desolación a cada instante, por momentos grises que ya no se pueden atrapar. De que mi vida es una hilera de eventos tragicómicos que solo quieren hundirme, como un gran pulgar que aplasta un insecto contra el pavimento. Ayer supe que nada de eso era cierto. Que estaba viva otra vez.

Durante meses mi vida fue de un discurrir entre lagrimas y caras tiesas, tratando de entrar en un personaje que no era yo, mas dura, menos creyente en las cosas simples, menos esperanzada en un futuro; porque vivía haciendo de cada minuto una despedida. Como si al minuto siguiente ya fuera el final definitivo. Mi vida fueran escenas truncas que necesitaban acabar. Caminaba y me despedía, porque ya no esperaba nada de nadie. Era fácil amar de esa forma, donde no hay un recuerdo doloroso, donde alguna de ambas partes desaparece de la escena sin pedir perdón, ni sentirse culpable. Un nuevo escenario, una nueva persona, me iba yo o se iba él, todo muy simple, muy racional, muy de cuento sin final feliz. Porque no había amor, solo historias que empezaban y terminaban sin rastro de dolor.

Estuve meses esperando que algo llegara para despertarme, quería tomarme la vida de un sorbo, para no sentir su sabor fuerte por la garganta, para no sentir ese recuerdo de madero áspero sobre la lengua, cuando todo terminara. Estaba dispuesta a irme de este lugar con el primero que dijera que me quería, porque quería intentarlo, necesitaba intentarlo. El amor me sanaría, me repetía a mi misma, necesitaba amor a como de lugar.
A veces pienso ¿Qué hubiera pasado si Moss, mi casi alma gemela me hubiera dicho que me quería? Probablemente hubiera caminado descalza hasta Australia, para comprobar si era cierto. Porque yo necesitaba probarme a mi misma que seguía viva, que podía volver a sentir. Que podía hacer grandes sacrificios y que esta vez el miedo al “tal vez” no me apartaría nuevamente del amor, ni de la posibilidad de una vida plena.

Fueron meses en que hubiera podido tirarme desde un puente solo para saber que se sentía. Necesitaba dolor, miedo, algo que me despertara. Y todas esas palabras de amor, no las sentía mías, rebotaban en mi, como si se las dijeran a otra; porque yo ya no era yo, era esa mujercita que trataba de parecer segura a la luz de las velas. Que parecía reunir todo lo que quiere el hombre promedio: Gracia, ternura, inteligencia. Aunque dichas cualidades no fueran mas que inventadas, porque yo también me sentía inventada, un personaje mas, resignado a su destino solitario en la Tierra del Olvido.
Era “una mujer para amar”, pero a quien nadie amaba. Era una mujer quería volver a amar, pero ya no sabia como.

No sé cuanto tiempo he pasado así, asumiendo cada golpe, como un castigo merecido, por creer y dejar de creer. Cuanto tiempo llevo remendando recuerdos de mi misma, para saber quien era y comprender en que me convertí.
No sé cuanto tiempo estuve como una mariposa ciega golpeando contra una ventana que no se abría, viendo a través del cristal la vida prometida para mí pasar ante mis ojos, sin que yo tuviera la oportunidad de hacerla mía. Luché, grité, me estrellé miles de veces y nadie abrió esa ventana que yo no me sentía capaz de poder abrir por mi misma. Caí exhausta, no podía mas, acepté que si la vida quería pasar sobre mí, habría que esperar en el piso, resignarse a cada golpe, a cada herida, porque tal vez ese era mi destino. Yo había perdido el poder de hacer los sueños realidad y ahora me tocaba conformarme a mi nuevo papel de victima en el limbo de los que ya no creen en milagros.

Cuando empezó este año y me decidí volver a sentir, sin hipocresías ni falsas caras; fue la vida la que sé encargó de pegarme mas fuerte. No solo tuve perdidas económicas, también perdida de las personas que amé, de amigos en quienes confiaba, de las ultimas cosas en las que podía creer. Me quedé en la cornisa, muerta de miedo y sin poder volar, con todo derrumbándose a mí alrededor, sin ningún recuerdo al que aferrarme, ninguna persona en quien confiar. No entendía, él porque, si una vez decidida a tomar las riendas de mi vida, el destino me lo volvía a quitar todo y me relegaba aquí, lejos de todos los planes que hace tiempo tracé para mí. Una mano invisible me empujaba a volver a volar, pero me sentía tan débil que no podía, me aferraba a mi cornisa de melancolía, porque era lo único seguro que aun tenia: A mi propia tristeza.

Perdí incluso las fotografías y los videos de esa época en que fui feliz, como si alguien se encargara de mostrarme que nada de lo que viví merecía ser recordado. Que de nada servia aferrarse a una vida plástica, que solo había sido un capullo antes de volver a volar.
Me lo quitaba todo, la vida me lo estaba arrebatando de nuevo todo y yo no podía hacer nada, era solo agua que se escapa entre los dedos y yo tenia que dejarla ir, sin saber por qué.
Lejos de mi profesión, lejos de los bienes económicos, lejos de los amigos, del amor, del recuerdo del hombre que amé, del recuerdo del hombre que me amó y en quien confiaba como mi único amigo.
¿Que más quería la vida de mí? ¿Ya no era suficiente dejarme en el asfalto sin ganas de seguir adelante? ¿Era el castigo por haber pedido morirme tantos días seguidos cuando la depresión tocó a mi puerta?, ¿Por haberle rendido culto a la muerte, en cada despedida que hacia? Transformando la vida no en experiencias nuevas, sino en recuerdos muertos, para que alguien los revise cuando yo me fuera. Porque yo ya no vivía los días, solo los dejaba morir, solo los asumía, como un final ya trazado, sin hacer nada al respecto mas que rendirme al destino.

Recién ahora comprendo, que cada día me dejaba morir un poco, viviendo del pasado y negándome a vivir el ahora. Seguía viva, es cierto, pero sentía que nada estaba en mis manos, que todo era fruto de la suerte, que me resignaría a lo que ocurriera día a día, como un ente mecánico, una pieza mas del sistema de rostros grises de la Tierra del Olvido ¿Acaso esa forma de vivir, no había sido un suicidio en si mismo?
Jamás había tomado un cuchillo o veneno para lesionarme e irme de aquí, pero lo estaba haciendo a cada momento en que me negaba a decidir por mi misma y dejaba que la vida pase sobre mí como un ferrocarril dispuesto a amputarme toda voluntad y esperanza en el futuro. Dejando a la propia vida acabar conmigo.

Ayer desperté y supe que aun estoy aquí, que cada decisión está en mis manos, que éste es un periodo vacío por una razón de ser, que este año libre no es un castigo. Que haber perdido a las personas que amé solo me insta a volver a empezar. Que no tener en quien refugiarme, me empuja a seguir el camino sola, sin la esperanza de que alguien me recoja o se apiade de mí. Sin mas autocompasión. Ayer pude darme cuenta que la vida estaba entre mis manos y que yo aun tenia el poder de escribir mi propia historia, no como un capitulo aparte, sino como algo vital en donde acepto los días de lluvia para apreciar los arco iris y en donde camino sola, porque el camino esta allí y solo yo se a donde va. No quiero aceptar mas las cosas como si fueran hechas para no ser modificadas. Como si el destino fuera una materia dura de las que no somos capaces de amoldar a nuestros sueños.
Hoy digo "buenos dias a mi vida", porque ya me canse de ser la victima, cuando solo soy la aprendiz. Porque uno mismo construye su destino cuando decide no dejarse arrollar por la vida y seguir caminando en pos de algun sueño.

domingo, junio 25, 2006

Caminatas

Hace tiempo que llevo caminando, pero hoy lo he disfrutado más que nunca. Esta mañana de domingo es soleada y pacifica y yo me animé a caminar por el parque saltando entre las piedras del caminito de la izquierda, pensando en mí, en todo este tiempo a solas. En todo el tiempo que espera allí afuera. Caminé pisando las hojas secas de los árboles y a cada crepitar de hoja muerta, sentía que no estaba completamente sola, que te mostraba el camino, como siempre.

Hace años que camino así, mostrándote el camino, comentando los paisajes que veo y explicándote el por qué de las aves, el por qué del clima, el por qué de todo; aunque yo ya ni pueda entenderlo. Hace años que me pierdo en calles y parques caminando a solas, porque la conversación vecina me cansa. Hace mucho que hago monólogos mentales de lo que siento y vivo y de vez en cuando, ya tú sabes, de vez en cuando también los escribo.

Pero ésta mañana caminé contigo y te hice creer que estaba feliz, aunque me sienta por momentos asfixiada, en este lugar en donde todas las posibilidades están exploradas y todos los límites resueltos. A veces ya te lo he dicho, quisiera tomar la mochila y volver a irme. Escapar de este lugar al que se conforman todos. Quisiera irme, escaparme contigo.
Pero no puedes, ya sé que no puedes. Así que mientras camino, te voy mostrando el mundo, esas pequeñas cositas que la gente no advierte. Y que yo fotografío para ti.

Voy tejiendo recuerdos, recolectando imágenes y me hago un espacio propio e invisible, en donde lo cotidiano no ingresa, en donde solo te doy lo que quieres ver. Una esfera de cristal en medio de la ciudad gris. Un espacio privado en medio de la multitud de ojos que no ven. Te muestro allí esa mitad de mi rostro, esa curva en mi talón desnudo, esa línea en mi columna arqueada. Fotografío solo lo que quieres ver y te dejo construir el resto.

Hace tiempo que llevo caminando y hoy ya es domingo, pero no quiero volver a casa. Hace tiempo que mi casa no es mi casa, que prefiero seguir caminando y contándote lo que veo, como si fuera nuevo. Ojala un día te atrevieras a caminar conmigo, a compartir mi silencio mientras nos perdemos juntos en una marcha sin tiempo, y de vez en cuando, también, a resistir mis monólogos insufribles, esas charlas en que te hablo de mi y de todo lo que tengo dentro.
Espero me perdones, a veces solo hablo y hablo, como para dejarte un recuerdo y no desaparecer del todo; para poder así al menos quedarme unos minutos a solas contigo.

sábado, junio 24, 2006

Amaneceres

Hoy amanecí y era tarde. Bajo las frazadas aun se olía esa fragancia a lo ajeno, al deleite de un sueño que se escapa en las puntas de los dedos y pasea frente a la nariz victorioso, como la raíz de un recuerdo. Ese olor a pintura fresca y a dedos de pincel. Ese aroma a nosotros.

Hoy amanecí y con los ojos cerrados busque el yogurt blanco de chirimoya y lo deje pasar helado por la garganta, antes de volver a la cama. No quería dejar de soñar. No quería vestirme e ir a la mesa a tomar el café a solas. Prefería quedarme así, soñando contigo. Bajo la sábana, había constelaciones dando vueltas, mariposas de color y de alas suaves, pétalos de flores azules y esencia de coco y canela.

Yo no quise despertar, me resultó demasiado placentero quedarme bajo las sábanas pensando y tejiendo sueños. Ignorando los rayos de luz de la ventana. Me siento cómoda en mi capullo de cobertores y almohaditas pequeñas. Yo no quiero despertar.

Por que cuando sueño lo hago contigo, con ese rostro que voy creando poco a poco, con unas manos que voy moldeando a mi cuerpo y con esa boca suave que aun no pruebo. Yo tejo sueños entre las sábanas y me abandono feliz a esa idea de poseer y ser poseída, de hacer mimos con los ojos cerrados y oír una canción sin letra, de música que acaricia y pervierte. Yo me quedo dormida para soñar contigo.

Yo me quedo soñando, para así vivir un poco contigo.
Y así, ya no importa mas nada, porque mientras voy creando tu rostro y tu piel en mi memoria, siento que te haces real y yo me vuelvo sueño; entonces navegamos juntos en un mar sin olas, a un destino que ambos desconocemos.
La gente dice que esto es amor, no, imposible. Esto es un sueño, por eso me da pereza y dolor el despertar. Por eso hoy amanecí y ya era tarde, pero tu fragancia quedaba bajo mío y tu boca en mi memoria, como si existieras.

Que tontería, no? Como si ambos aun, existiéramos.

viernes, junio 23, 2006

Charlas de Viernes

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Me alegro que ya sea viernes, tenia muchas ganas de tomarme el café contigo. De hablar un poco, ya sabes. Volví al departamento y me llene de una ansiedad tremenda al ver el espacio vacío y recordar esos meses solo yo y mi mente. Pensé que no volvería, pero ya ves. Incluso la casa de mis padres me ha resultado incomoda, viviendo como vivo. Allí me la paso escribiendo y tomando el sol, pero ya era tiempo que volviera aquí. Es extraño, antes me sentía cómoda con mi soledad, ahora solo me aterra todo este tiempo perdido, este tiempo que no se comparte, un tiempo absurdo en donde no hago mas que escribir y oír música. Una de las ventajas de haber vuelto es que puedo oír la música que quiero a todo volumen y sin nadie chillando. Y puedo bailar, no sabes cuanta falta me hacia poder bailar sin ropa. Claro, aquí hace frío. Pero necesitaba soltar un poco el cuerpo. La ropa vuelve hurañas a las personas, las vuelve silentes, tristes.

Detesto no disponer de una bañera en este departamento, además mis viejos se encargaron de quitar la terma eléctrica para cambiarla por una a gas... que no llega. Me pregunto si la tendré que pagar yo, si finalmente en papeles este departamento sigue siendo suyo. Hoy me tuve que bañar con una olla de agua caliente y una taza, igual que los inviernos en que trabajaba al fin del mundo. Me trajo muchos recuerdos, estar allí sentada en la ducha, dándome tazas de agua tibia sobre la piel enjabonada. Con la música a todo volumen. Me compre el disco de Global soul, te lo dije? Bueno, también está muy interesante. Da ganas de seducir a alguien. No te rías. Hace tiempo que no me arreglo para nadie. Que uso ropa holgada y casacas gruesas, que el maquillaje es mínimo y que el cabello esta siempre medio despeinado. Hace mucho que no uso ropa interior, porque toda la que tengo es para “esas ocasiones especiales” y creo que ya mejor les pongo naftalina, porque “esa ocasión” no llegara nunca. Si, ya se es mi culpa, por autoexiliarme igual que cuando trabajaba. Reducir mi existencia a dos habitaciones y un computador. En la casa de los viejos no era tan difícil, al fin y al cabo en el comedor siempre hallaba a alguien para hablar, incluso me sentaba a revisar matemáticas con mis sobrinos. Pero aquí, en este departamento la soledad es obvia.

Hoy después del baño rustico, me puse crema en todo el cuerpo igual que en eso días, pero en lugar de ponerme la ropa de casa, comencé a aprobarme toda esa ropa que ya no usaba. Incluso un vestido algo sugerente que utilizaría en la fiesta de Año nuevo y que preferí guardar para algún “momento especial”...creo que me tendrán que enterrar con ese vestido, porque como voy no creo que haya oportunidad de usarlo. Ya sé; sé que debería salir a circulación, debería socializar, tal vez sí. Hoy mientras me vestía, bailaba y tropezaba en la habitación desordenada, oyendo la música que me hacia bien; pensé si no debería organizar una fiesta en este departamento, para comer bien y bailar un poco. No sé, unas de esas reuniones que hacíamos antes. Pero, es inútil, todos mis amigos se han ido o están en otro país; otros andan casados y me siento algo tonta de llamar a mis amigas del French para invitarlas a una reunión de tragos y música. Parezco desanimada, no?

No pues, si hoy hasta me vestí bonito. Increíble, hasta me siento delgada. Camino aquí, varios tipos lanzaron sus típicos intentos de piropo y me hicieron sonreír. Pero tengo algo de temor de volver a socializar, esa es la verdad. Hace un año cuando volví a la civilización, tuve la misma necesidad de salir, de querer vestirme y arreglarme para alguien, de comprar esa ropa que intenta seducir y me fue bien. Vaya que me fue bien. Fue en ese tiempo que conocí a mi ex el italiano, el único tipo que tomo la iniciativa conmigo, igual que en comedia romántica. Recuerdo que en uno de las salidas del cine me pregunto si salía con alguien y al responderle que no, se quedo con la cara tiesa y esa mirada de lunático que tenia, para gritar luego “Pero, que ¿Vives en un barrio de puro maricon o que?”

Yo me reí al ver su reacción, era tan explosivo en todo. La pasábamos bien, no había amor de mi parte, es cierto. Pero si fue una relación bonita, oyéndolo cantarme Farfalina en el oído cuando aclaraba por las mañanas o haciéndome correr de la mano por las calles, siempre deprisa, como si el mundo se nos acabara. Me pregunto que hubiera pasado si me casaba con el cómo quería? Ja, ese tipo estaba lunático, creyendo que yo era la mujer de su vida. A lo mejor ahora luciría una “bella cornamenta en la mia testa”. Porque hombres apasionados como el, te dejan siempre por una pasión nueva. Y todas esas virtudes que él creía que yo tenia, podían ser superadas perfectamente, cuando en nuestra relación no había rastro de amor.

Yo no lo quería pues, ¿cómo voy a querer a alguien con quien solo comparto buen sexo? Yo buscaba mas, tal vez lo sigo buscando ahora. Pero con menos esperanzas, creo que finalmente los hombres se ilusionan mas que las mujeres y quieren hacer cosas inmensas, grandes hazañas como guerreros épicos, Viajes, sacrificios, vivir como en una película... una ilusión que se acaba en la cama. Y de la que una tiene que despertarlos, como se despierta a un niño, fingiendo que no importa, que así tiene que ser. Que todo sueño acaba.
El problema es que una también se ilusiona y duele como un clavo incendiado, el despertarse.

Mira, hoy, a pesar de todo lo que te he contado estoy de buen animo. Creo que iré a comprarme un par de prendas “matadoras” y a caminar por las calles de esta ciudad de invierno. A lo mejor ya es tiempo que vuelva a circulación y en una de esas, puede, que incluso me enamore. Otra vez caray! Otra vez enamorarse.

¿Un cafecito para llevar?

miércoles, junio 21, 2006

"El VIAJE"

Muriel subió al bus con la ropa suelta para viaje, con la almohada pequeña para apoyar el cuello el resto de la noche y con el antifaz oscuro, por si encendían las luces del pasillo durante su sueño. Sería un viaje largo y cansado, aunque no era el primero de ese largo año viajando por el país; si tuviera dinero, me ahorraría 15 horas de viaje con un boleto de avión- pensaba ella con su pesimismo habitual.

Subió última al bus y todos se la quedaron viendo, por su indumentaria rara de polera suelta y pantalones de pijama, la almohada, la botella de agua mineral y el bolso que se desparramó con discos y hojas sueltas por el pasillo, al subir. La terramoza vestida con minifalda y pañuelo al pecho, la ayudó a comodarse en su asiento al lado de un tipo obeso de labios pequeños. La reprendió con una fría amabilidad por su retraso en subir.

El hombre del asiento vecino apenas si la saludó cuando ella se sentó a su lado, entretenido como estaba mirando por la ventana a la gente que se despedía agitando las manos en medio de la noche. Ella también vio por la ventana, pero esta vez no había nadie para despedirla, hacía mucho tiempo que nadie la despedía de los terminales, de los aeropuertos, ni de ningún sitio. Hacia tiempo que ella era también una foránea en su propio país, viajando con la maleta pequeña, llena de ropa ligera que desechaba en cada ciudad visitada.

Se colocó la almohadita en herradura alrededor del cuello, el antifaz y se dispuso a dormir, terminada la cena a bordo. El hombre obeso contestaba llamadas al celular cada 10 min. Con una voz que delataba mas juventud que su corpulento cuerpo. Cuando salieron del área de de la ciudad, dejó de hablar, pero empezó a sonar un pitito molesto de su móvil cada vez que subían una cuesta en donde la señal de teléfono llegaba. Ella se acomodó molesta, al pensar que había llevado todo, excepto los tapones para los oídos y justamente se sentaba al lado del ruidoso del bus.

-¿Podría apagar su celular?- dijo con voz irritada- no me deja dormir ese pitido hace dos horas.
El gordo se encogió de hombros, sin saber porque sonaba el aparato, pero lo apagó solo para que la mujer de al antifaz en la frente no siguiera mirándolo con esa cara de querer asesinarlo.
Terminó la botellita de agua mineral y se quedó dormida de costado escuchando de lejos la película de acción que daban por el TV encendido.
A media noche algo la despertó, eran esas inmensas ganas de orinar, que la habían tenido con sueños eróticos la última media hora. Se alisó el cabello mientras el gordo dormía a su lado y fue al baño del bus en donde la ventanilla abierta la hizo despertar del todo. Seguramente pasaba por algún puerto, el olor a mar lo inundaba todo, ella ya despierta se miró al espejo y vio sus ojos desmaquillados y su cabello totalmente desordenado a causa de la almohada. Se puso rimel en los ojos y labial en los labios carnosos, sin percatarse que a esa hora nadie podría apreciar que se hubiera arreglado. Todos los demás pasajeros dormían en el piso superior del bus, cubiertos por mantas y con alguna medicación para mantenerlos inconscientes el resto de la larga noche que duraría el viaje.

En los últimos asientos la terramoza dormía envuelta en un mantón gris ajena a las necesidades de los pasajeros, con el rostro maquillado igual que un maniquí, bajo un moño impecable. Probablemente estaba programa para despertar solo cuando el bus se volcara- pensó Muriel con ironía.

Ella volvió al asiento y vio al gordo durmiendo a pierna suelta bajo la luz mortecina que alumbraba el pasillo. Solo la mitad de su enorme cara era visible y dejaba ver unos labios delgados que contrastaban con sus mejillas redondas y su cuello rechoncho. Era un gordo bonito- pensó ella mientras se acomodaba en el asiento tratando de no despertarlo. Recordó a su ex novio de mejillas redondas también, bailando con alguna garota en Brasil, mientras ella hacía esos absurdos encargos por todo el país. Suspiró profundo, se imaginó teniendo hijos de su ex novio y que salían con cachetes redondos y labios delgaditos. Totalmente diferente a ella, delgada, con su rostro ovalado y de labios gruesos. Después de todo los niños gorditos siempre son las mas bonitos, se dijo antes de cerrar los ojos.

Pero era imposible dormir, su muslo rozaba el muslo regordete de su compañero de viaje y le provocaba un calor placentero que ella no se atrevía a dejar. Era una tibieza agradable, de dos superficies que se rozan en la inconsciencia del sueño. Su brazo descansaba al lado del brazo del hombre obeso, separados por una baranda pequeña que impedía que toda esa masa de carne se oprimiera contra ella, ante una curva rápida del bus.

Muriel, se puso de costado dando la espalda a su obeso acompañante e intentó dormir una vez mas. No quería tomar las pastillas sedantes, era mejor echar mano a sus ejercicios de respiración y dormiría tranquila, esas drogas la dejaban muy nerviosa al siguiente día. Se acomodó como un feto, cubierta por la manta afranelada y sintió que si se juntaba un poco más, su trasero también tocaría el muslo del gordo que rebalsaba bajo la barandilla del asiento. La calidez de su cuerpo era incitadora, pero ella se apartó con miedo, no podía permitirse esos deslices aunque su acompañante estuviera dopado.

Mientras, su gordo compañero roncaba con la boca abierta y el rostro ladeado, ajeno a las maniobras de Muriel por juntar su cuerpo al suyo. Luego de un buen rato de intentos de sobajeo infructuosos, Muriel se asustó de lo que estaba haciendo. Se acomodó lejos del gordo, envolviéndose con la manta y respirando profundo; pero una curva violenta hizo que su cuerpo se acercara nuevamente al de su compañero.
Bueno, es el destino- se dijo ella mientras acomodaba la superficie de su espalda huesuda junto al brazo del gordo.
El carraspeó ahogándose de pronto, pero Muriel se quedó quieta, casi sin respirar. El gordo volvió a dormir, esta vez girando hasta darle la espalda. Muriel aprovecho ese giro del gordo para quitar la barandilla que los separaba. Ahora si, girada ella también al lado contrario, podrían dormir espalada con espalda y sus nalgas pequeñas podrían sentir de vez en cuando el roce de él, una sensación que la satisfacía en extremo.

Una vez acomodados así, Muriel, volvió a intentar dormir, pero esa maniobra había despertado sus instintos nuevamente, estaba alerta a cualquier movimiento de su acompañante, el roce de su cuerpo contra sus nalgas ya no era suficiente, Muriel deseaba mas que solo eso. Deseaba que el gordo girara y la abrazara por detrás, poner su trasero en el hueco de su cuerpo y dormir así. ¿Que le costaba? Él estaba dormido y ella quería un abrazo, no había nada de malo en eso, después de todo. Pero intentar hacer girar al gordo iba a ser una labor titánica casi imposible, para una persona tan delgada como ella.

Se decidió a dormir nuevamente, pero todo su cuerpo ahora caliente como una brasa de deseos mal controlados, se oponía a ello.
De pronto y sin poder controlarlo comenzó a moverse contra el cuerpo del hombre obeso en movimientos rítmicos, que primero eran suaves y luego se volvieron violentos sin importar que despertara. Ella sentía el roce suave entre sus pechos, despojados del sujetador y la humedad que había brotado de repente entre sus piernas a raíz de ese contacto con la espalda del hombre que dormía. Su mente ahora trabaja a mil, barajando todas las posibilidades para aplastarse contra el sexo del gordo que ocultaba como un tesoro bajo su abdomen abultado, ahora que dormía enrollado sobre si mismo mirando a la ventana. Muriel, empezó a desesperarse, comenzó a hacer extraños ruiditos, a toser, a moverse, a estirar los brazos, pero el gordo no daba muestras de enterarse de la presencia su compañera remolona.
Por un momento Muriel se acercó mas para comprobar si aun respiraba, o estaba teniendo fantasías en un bus al lado de un muerto. El gordo, respiraba en efecto acompasado por ronquidos mas suaves ahora que dormía de costado.
Muriel volvió a acomodarse de espaladas a él con los brazos cruzados, tal vez era mejor así, tal vez solo era una locura a sus 30 años, una fantasía erótica producto de leer tantas revistas raras. Suspiró profundo y se dispuso a dormir por quinta vez durante la noche.

Se enrolló sobre si misma de nuevo, separada a una distancia prudencial del gordo, pero fue en ese momento que este se volvió a atorar con su saliva y se reacomodó en el asiento. Ahora estaba de nuevo todo el lado izquierdo del gordo, incluido su muslo, su brazo, incluso ¡oh felicidad! El dorso de su mano izquierda rozando el cuerpo lejano de Muriel. La mente de ella, volvió a trabajar a mil, se acomodó mas cerca al gordo dopado y bajó hasta que su trasero se acomodó perfectamente contra la mano del gordo, Muriel se moría de placer. Había sido una jugada estupenda sacar esa dura baranda que los separaba, ahora solo había que esperar una curva para que el cuerpo del hombre se amoldara completamente al suyo, ahora sería mas fácil.
El bus comenzó a correr mas rápido y Muriel, notó con tristeza que habían llegado a la “Pampa de los gentiles”, no habría ninguna curva al menos en 40 minutos más, Muriel se puso ansiosa de nuevo, su espalda era una brasa ardiendo contra el perfil de su compañero, que ella esperaba volteara y pudiera comenzar a tocarla sin miramientos.

Pero el dormía nuevamente acompasado por ese ronquido que salía de su garganta regordeta. Muriel volvió a moverse sin control contra él, rítmica, violentamente. Con su manecita entre los muslos. La velocidad del bus aumentaba y ella se movía como si realmente estuviera teniendo sexo con alguien invisible. Se sentía bien, era perfecto, el gordo dopado a sus espaldas y ella teniendo fantasías eróticas con un extraño inconsciente.

En uno de esos movimientos el gordo carraspeó y ¡oh maldición! Despertó. Un baño de vergüenza cubrió la cara de Muriel que ocultó bajó la manta, se separó un poco del gordo, cuando él prendió la luz para leer, pero la cual apagó de inmediato. Muriel temblaba bajo la manta de franela, cuando el gordo volvió a acomodarse, pero esta vez rotado y de perfil hacia ella. Un minuto después el gordo roncaba de nuevo a pierna suelta. Muriel no se atrevía a hacer ningún movimiento, pero pasados algunos minutos, la curiosidad pudo mas y acercó su cuerpo algunos centímetros cerca al de su acompañante. Su vientre era cálido, imposible llegar a donde estaba su pelvis, pero al menos sentía la superficie redonda de su abdomen apretando el arco de su espalda, que ahora ella hacia mas profundo, moviéndose como una gata en celo.

El gordo siguió roncando, probablemente producto del diazepám que tomaban todos los tripulantes en esos largos viajes. Extrañaba el dorso de su mano, se había humedecido mucho mientras percibía el roce de los nudillos redondos del hombre contra su trasero, pero se conformaba. Dentro de 30 minutos llegarían a un lugar repleto de curvas y tal vez el contacto sería mayor. Tal vez podría acomodar su trasero en la pelvis del gordo. Muriel nadaba en un placer contenido, que humedecía ahora sus muslos. De pronto y sin mediar curva alguna, el gordo se acercó mas a ella, puso su cara abotagada contra sus largos cabellos y su mano suave como la de algún oficinista, entró bajo la polera suelta de Muriel, que no podía dar crédito a lo que ocurría.

El ronquido del gordo se había hecho mas profundo, pero contra lo que se pudiera pensar, su mano ascendía ágil en la cintura de Muriel, que se contornaba sin poder evitarlo. Ahora la mano suave recorría con confianza las caderas de Muriel, su cintura delgada, su vientre igual de quemante que la piel del hombre que seguía roncando en su oído, lanzando el aire suave de su deseo junto al oído de Muriel. Era obvio que había estado fingiendo indiferencia con ese ronquido falso, ¿tal vez toda la noche?
La vergüenza hacía temblar a Muriel, pero también el deseo. Un extraño recorriendo su cuerpo árido de caricias, que ahora se movía agitado por las manos del hombre que ascendían hasta atrapar unos pechitos pequeños, de pezones puntudos. Muriel se dejaba tocar sin oponer resistencia, gimiendo de vez en cuando. Sentía el resto de la tripulación roncar en silencio a su alrededor ¿ ellos fingían también? Seguramente roncaban con los ojos abiertos, mientras se tocaban bajo la manta igual que ella, masturbándose a solas como ella.
Muriel, no podía admitir tantas ideas sucias en su cabeza, giró un poco, intentando zafarse de las manos del gordo, pero este la tomó firmemente de las caderas con cierto derecho, Muriel se enfureció ante éste gesto que quería demostrar su dominio, ahora luchaban bajo la manta, Muriel por zafarse y él por retenerla contra su cuerpo.

La lucha excitaba a Muriel y al parecer también al gordo que había dejado de roncar y ahora su ronquido falso era un resuello caliente contra su cuello y su rostro. El gordo era enorme, debía medir casi 1. 90 y el cuerpo de Muriel a pesar de ser atlético parecía el de un frágil pajarillo luchando por escaparse de sus manos. El hombre obeso ganaba con ventaja, pero Muriel no se rendía y seguía moviéndose, ora aplastando su cuerpo contra el corpulento hombre, ora zafándose; en ese juego que ponía mas ardiente su cuerpo y mas húmedo su sexo que al inicio.
El hombre la cogió de los pechos y pellizcando sus pezones logró que Muriel se diera vuelta hasta que sus bocas se juntaron, los labios delgados del gordo rodeaban los carnosos de ella, bebían su saliva fresca y metían su lengua acariciando su paladar en un beso casi robado. Muriel pasó de luchar contra el gordo a abrazarlo con fuerza y necesidad. Urgida de afecto como estaba todos esos meses, las caricias lascivas del gordo se transformaban en un obsequio maravilloso que ella recompensaba con gemiditos ahogados y caricias a su cuello corpulento. El hombre bajó sus manos redondas bajo la manta hasta tocarle el sexo, mojado desde hace mucho rato, la acarició con suavidad al inicio y con fuerza luego, sus dedos gruesos entraban y salían de Muriel; mientras aceptaba con placer, ese beso doloroso que le daba Muriel, mordiendo sus labios delgados rodeados por una barba sin afeitar, hiriendo y resbalando.

El resto de la noche, el hombre corpulento tocó a Muriel sin resistencia. Bajó sus pantalones sueltos y subió su polera holgada, hasta dejarla casi desnuda bajo la manta de franela que daba el bus. Cogiéndola una y otra vez y besándole el pecho bajo la manta. Muriel se dejaba hacer y correspondía las caricias del hombre con besos de labios apasionados, pero con manos torpes. Muriel no lo tocó una sola vez, a pesar que el jalaba su mano de dedos delgados hacia la dureza que se levantaba bajo sus pantalones.

Con los primeros rayos de madrugada el hombre abrió la ventana y ambos pudieron ver las dunas del desierto cambiar de rosadas a lilas mientras aclaraba, el hombre levantó la manta y vio a Muriel recostada mostrando sus pechos y vientre desnudos apoyada de perfil en el asiento del bus, mirándolo con los ojos semi cerrados por la claridad.
- ¿te gustó pequeña?
Muriel asintió con la cabeza, avergonzada. Tenía 30 años, probablemente la misma edad que el gordo, pero se sentía pequeña y frágil después de lo ocurrido.

Cuando el bus llegó a su destino, el hombre obeso la ayudó con su maleta, efectivamente medía casi 1. 90 y ella era solo una pequeña de cabello desordenado a su lado.
- ¿Conoces esta ciudad? Podríamos conocerla juntos, estaré dos días aquí- agregó el gordo con unos ojos pequeños de niño travieso- te gusta la idea? espérame aquí, que voy al baño
Su facies abotagada tenia los rasgos finitos del que aparenta ser bello aun bajo la adiposidad y la barba sin afeitar.
Muriel lo miró dócilmente y asintió con la cabeza, para luego desaparecer entre las cientos personas del Terminal como un pececito que huye de un tiburón que ya conoce sus secretos, capaz de devorarla sin resistencia.

martes, junio 20, 2006

Lecturas de martes

Yo he vuelto a las viejas lecturas, a quedarme en la cama tapada por el cobertor azul, viendo atardecer en nubarrones grises por la cortina entreabierta, avanzando hoja a hoja por libros maravillosos, rodeada por paisajes de una Europa distante, de un Japón de post guerra, de un Marruecos agitado; soñando igual que cuando era mas chica, porque solo en un libro me permito soñar olvidándome de mi cuerpo, de mis ojos y mis manos frías. Solo dentro de un libro dejo de ser yo y desparece la gente, toda la gente que ya no está, que ya ha dejado de estar, entonces entierro mis fantasmas y avanzo sin miedo.

Y me vuelvo a encontrar en algunos pasajes al inicio de las “Travesuras de la Niña mala”, en esos pasajes ocultos de “Rosario Tijeras” y me comienzo a preguntar porque me identifico solo con las mujeres que se acuestan con todos y que parecen no amar a nadie, solo siguen avanzando de vez en cuando con un cartelito en el pecho que diga “puta”; pero no es por el sexo que lo hacen como se podría pensar en esa primera impresión facilista, es mas que eso, es esa visión de la vida que yo comparto, en que el aprendizaje que perdura realmente es el que se da a través de las personas… de todas esas personas que amamos. Es como se aprende la vida, un poco con amor y casi siempre con golpes.
Sin embargo, este no es un acto cerebral en mi como debería serlo, una voluntad que me haría esperar ser una Sarah O´Connor que se acuesta con varios hombres para aprender de todo. No, si fuera así todo sería mas fácil. Si fuera así jamás lloraría ni sentiría el corazón desgarrarse y ese hueco en el estómago, o esa languidez en el cuerpo de quererse morir por ese dolor indefinible que va hacia todas las esquinas del cuerpo, cuando una relación se acaba.
Si pues, si fuera un poco mas cerebral, no dolería tanto.

Soy una especie de romántica hippie, que cree en ese sentimiento tan vapuleado llamado amor. Soy tan ingenua que creo que se da, que existe y que vale de vez en cuando perder un poco de piel por él. Pero me cuesta creer que se pueda amar a una sola persona el resto de la vida, que no me volveré a enamorar una y otra vez, que debo renunciar a eso, que debo apartar la vista como si fuera pecado. Que debo seguir forcejeando por un amor que ya no lo es, hasta terminar los días juntos y en el mismo lecho.

Me cuesta trabajo pensar que debo renunciar a conocer a alguien en profundidad, si siento que me he enamorado de pronto; porque en esta sociedad eso está mal visto y me condena a ser una especie de “pendeja” por admitirlo como una posibilidad.
Me cuesta creer que no me enamoraré de una mirada de alguien a quien no volveré a ver jamás, que debo renunciar a enamorarme mientras camino de la cafetería al parque de alguien que puede mostrarme el mundo desde una óptica diferente, de alguien de quien puedo aprender…Que debo cerrar los ojos, porque es mejor aprender dentro de un libro, mejor si escuchas historias ajenas, mejor si no te sales del molde. Mejor si creo en esa tonta excusa que entre hombres y mujeres puede existir la amistad solamente. Y si admiro a alguien, si siento deseo? Si mi pareja puede irse a la cama pensando en ejecutiva de ojos verdes que conoció durante el día, acaso soy un maniquí por no sentir lo mismo por el hombre que me enseña sobre arte?

Mi padre suele decir que si él resucitara- algo en lo que no cree- volvería siendo mujer y se haría puta. La gente se ríe, pero yo entiendo el punto detrás de la broma ácida. ¿No es acaso el amor la única vía de aprendizaje del mundo que nos rodea? No es el mundo propiedad de aquellos que aman en libertad, sin ponerle bozal a su deseo de dejar lo monógamo y antinatural, por ir a conocer el mundo real bajo la piel de otro alguien, arañandole el corazón y lamiéndole el alma? Si pues, los hombres quieren volver convertidos en putas y las mujeres en hombres

Yo hubiera preferido nacer hombre, así podría amar y abandonar pasada la noche de desenfreno con total desparpajo, podría amar a quien sea y no sentir culpa por hacerlo con cierta frecuencia; podría volver al lecho de mi esposa y sentir que allí es el hogar seguro, mientras pueda darme una escapadita de vez en cuando al mundo de esos abominables y apetecibles seres, objetos de nuestro afecto. Pero nací mujer y siento como mujer, con demasiada sensibilidad, con demasiada pasión y algunas veces con ese afán posesivo de querer recibir igual como doy; no me imagino siéndole infiel al hombre que ame, hacerlo pasar por ese martirio…más tampoco me imagino que ese amor podría durar toda la vida.
Se que ese amor se transformaría, que se haría mejor tal vez, que podría llegar a tener esa relación de compañeros que une a mis padres casi 40 años de vida marital ininterrumpida. Pero no me apeteció tenerla cuando pude, porque no me imagino vivir la vida unida a alguien, en un solo acto de principio a fin; porque prefiero las sucesivas muertes y resurrecciones a través de las personas que ame…porque en fin, soy mujer y siento y pienso y deseo con la libertad no de un maniquí bonito que se llevarán un día al altar, sino de mujer solamente…y eso para algunos puede que les suene ordinario, pero ya que importa.

“Estás perdiendo tu valor, Rosario Tijeras” me dijo él una vez cuando apenas comenzábamos y a mi me pareció esa comparación con la protagonista del libro del mismo nombre, demasiado grande. Me he encontrado de vez en cuando en la protagonista de “Delirio”, atándole los zapatos al hombre que aun no admite amar, en sus cambios de ánimo violentos y su depresión inexplicable…pero no, también es demasiado grande. A veces en pasajes de “Once Minutos” la única de Coehlo que me pareció algo real, aunque volviera a su técnica archiconocida de narrar en primera voz femenina. Me he encontrado en muchas mujeres, pero la mayoría son mujeres de muchos hombres, que dicen sentir como hombres y que me parecen ser mas mujeres que cualquiera. A quienes la vida duele mas, porque se arriesgan a eso, a lo que las demás tememos como un pecado. A lo que los demás repudian como una vergüenza. Mujeres que son para amar, pero jamás para llevar al altar.

“Voy a escribir sobre ti, es imposible no amarte”, me dijo alguien una vez y yo me reí incrédula, ante esa oferta demasiado pomposa que no venía al caso. Aún no sabía que tiempo después me tendría que escudar tras un nombre como Laura Martillo para escribir yo misma sobre lo que siento y pienso; escribiendo los capítulos inconexos de una historia sin final feliz.

lunes, junio 19, 2006

Lunes a Solas

Esta tarde me he quedado a solas. Y he vuelto a mi placer de escribir así, sin saber nada de nada, a veces quisiera dejarlo, quisiera dejar de escribir, colocar un CHAO y no reaparecer nunca más; pero no puedo, parece que las historias no se acabarán, que cada día se fuera haciendo una nueva y yo necesitara contarlas todas, sacarlas de mí, escribirlas y así, de esta forma tonta, pensar que el día que me vaya no me habré ido del todo, que mis recuerdos se han quedado en otros ojos, en otras mentes y en otros labios, como una extraña forma de trascender, como tener un hijo o plantar un árbol, como dejar algo de mi, oculto en el espacio, un magma incandescente que desea ser descubierto.

Recuerdo cuando él me decía que yo era como un libro abierto que jamás se cansaba de leer, siempre con algo interesante para decirle, que podía leerme toda la vida y sentirse igual de complacido conmigo. Y yo sonreía feliz, sin nubes en los ojos.
Debí haberme dado cuenta que él dejaba sus libros interesantes olvidados en los aeropuertos, que maltrataba las hojas doblándolas, que arrugaba las cubiertas, que dejaba a los libros heridos de muerte, después de haberlos terminado.

Creo que solo me di cuenta luego, en esos tiempos en que yo le preguntaba con el corazón en la boca, que era realmente lo que quería de nuestra relación, que debía esperar de él; y él me respondía con un “no sé” “no estoy seguro” “no deseo causarte dolor, pero no se lo que siento y eso es lo único que puedo darte” esas frases tan suyas que me pegaban tan fuerte y eran tiempos catastróficos, porque era la primera vez que yo oía esas frases de inseguridad en un hombre que pensé me amaba. Era la primera vez que alguien me contestaba tan ambiguamente y yo; yo que soy de esas personas que necesitan tierra firme, para poder echar a correr y luego alzar vuelo, me sentía morir, no comprendía. No quería comprender. Porque yo quería darle el mundo, pero él no tenía las manos abiertas para recibirlo.

En fin, ahora son solo recuerdos que ya no duelen.

Hace algunos días que solo escribo cuentos, son historias largas de 5 o 6 páginas, que solo reservo para los amigos; siento como si enviara chocolates por correo; no sé , es mi forma de sentir, yo no tengo mucho para dar, solo mis historias. Pero ahora sé, que son historias que pocos leen, son chocolates que la gente tira por la ventana, son regalos que nadie acepta.
Y yo; yo me quedo con mis cuentos, con mis relatos en bocetos, con esos envíos que nadie abre y me vuelvo a sentir como con él; en esos tiempos en que le enviaba cartas que jamás leyó, porque supuso que le reprocharía algo y yo en cambio, solo me estaba confesando, solo estaba contándole, que la parte mas dolorosa de la relación no fue que él no quisiera recibir mi cariño, sino el momento en que yo me negué a dárselo, por orgullo, por querer poner una fase dura que no me la creía ni yo.
La parte más difícil, fue dejar de decir “te quiero”, dejar de decir “me haces falta”, dejar de escribirle “ aun tengo fe en que volvamos a ser lo del inicio”; porque yo necesitaba decirlo, pero no podía, tenía que fingir indiferencia, ante el dolor que él me causaba y sonreír por lo que él estaba logrando, porque solo para eso me hablaba, para hablar ahora de `el y no de un “nosotros”, para hablar de un presente muy suyo que yo imaginé como nuestro y entonces, desearle felicidad con otra persona, como si yo fuera una amiga que se conforma con ese papel tan triste.

Una amiga, caray! Como si esa palabra existiera entre dos personas que se quisieron tanto.

Me he acostumbrado a escribir con este ruido, con toda esta gente entrando y saliendo, con la música alta, escribir un cuento y charlar con alguien a la vez, para no desesperarme si me escriben lento o evitar quedarme con los ojos fijos en el monitor sin saber que frase continúa en la historia. Me he acostumbrado a todo; lo difícil, lo casi imposible, es tener a tu familia enfrente, gritando sin entender porque escribo, gritando y criticando mi manera de sobrevivir a ellos.
Lo realmente imposible, es hacerlos entender que prefiero terminar de escribir un relato que ir a comer aunque me esté muriendo de hambre, que prefiero no tener que salir con ellos si ya inicié algo que deseo enviar. Eso es lo difícil, son reproches a los que no me acostumbro. Y ahora que miro a la gente a la que envié mis historias, como a él, y no quisieron recibirlas; me pregunto si valió la pena pelearme con tanta gente por llegar al final de 5 páginas. Si valió la pena todo el camino andado con él. Si vale la pena poner la primera letra y la final a una historia que se vislumbraba corta.

Y muy a pesar mío, me respondo que sí.

Ha valido la pena todo el camino de aprendizaje doloroso, porque ahora se cuando detenerme, cuando voltear la espalda y no mirar atrás, cuando decir “ Es suficiente”; como en esa película británica, en que el tipo después de haber hecho hasta lo imposible por la mujer que ama, va a su casa se para en la puerta y con el marido de ella adentro, le confiesa en carteles pintados todo ese amor que ha ocultado por saberlo imposible. Y ella claro, mujer al fin, solo sonríe y lo recompensa con un beso en la boca, porque no se pueden cambiar las historias con finales felices aunque el público espere eso. Y él se marcha “ it´s enough” dice mientras corre por la calle vacía el día de Noche buena y yo derramo lágrimas mal cuajadas al volver a ver esa escena, me impacta siempre ¿quien sabe? A lo mejor estaba sensible. A lo mejor esas historias me tocan, porque yo he sentido esa fuerza de ir hasta el final, como hacemos los jóvenes; esa fuerza de quemar hasta el último cartucho y luego pararse en la calle vacía y decir “es suficiente”.

Y esta tarde en que me he quedado sola, puedo agradecer todo ese dolor que me fue dado en un tiempo en que no sabía como manejarlo. Debo agradecer esa falta de amor, ese rechazo a mi historia; debo agradecer todo lo vivido, porque fue la única manera de enseñarme que no volvería a pasar. Nunca más. Tengo tanto por equivocarme, que sería insulso repetir los mismos errores. Caminar los senderos ya andados, ofrecer lo que no puede ser recibido y entonces digo “si, es suficiente”, porque soy un libro abierto que pocas se atreven a leer hasta el final, creo que preferiría ser una pintura abstracta, al menos así de 100 personas mirando el mismo cuadro, una de ellas entendería el concepto y no tendría peros en llevarme a casa.

domingo, junio 18, 2006

Acantilados

Cuando era niña, mi padre nos llevaba a pasear a playas lejanas. Recuerdo pasar mis veranos en playas sin gente, alejados del ruido, para oír solamente el mar si nos quedábamos a dormir la siesta. Pero recuerdo también los paseos a esas costas reservas de aves guaneras, y caminar por la orilla de los acantilados viendo la costa blanca llena de sal.
Yo era pequeña y caminaba de la mano de mi mamá, mientras mis hermanos saltaban entre las rocas agrietadas detrás de mi padre. Yo temía a las alturas, al vacío, a los barrancos. Mi madre temía al mar.

Y la voz del océano golpeaba la costa rocosa adentrándose a sus túneles ocultos, llenos de tesoros escondidos por piratas que nadie logró jamás ver. Golpeaba el murallón de rocas bajo nuestro, y el agua era empujada desde los laberintos submarinos hasta la superficie, pulverizada en chorros de blancura salada. En cientos de gotas de una lluvia violenta que interrumpía nuestro paso, en estelas de agua fría que no llegaba a herir los poros. “Como un geiser” gritaba yo, viendo el agua salir disparada hasta el cielo por las grietas rocosas.

Y veo otra vez a mi padre desapareciendo en esa persiana de agua blanca y quisiera correr yo también a la orilla de los acantilados y no temer a la muerte, creyendo ingenuamente que si corro de prisa un día podré volar como una gaviota que no hace daño a nadie, con su chillido de soledad llenando el paisaje lejano de ese mar distante.

Y vuelvo a ver a los lobos de mar ocultándose entre las olas allá abajo, el arco iris a la entrada de los túneles rocosos, vuelvo a creer que esa playa se ha inventado solo para nosotros y que solo mis padres conocen el camino a ese lugar de sueños. Que solo en la inocencia de mi niñez he podido ver ese millar de aves en el perfil de la costa y ese océano mojando un atardecer carmesí.

Y ahora te cuento este recuerdo de infancia y quisiera dejar de hacerlo, quisiera dejar de pintarte cuadros que tu cuelgas en la pared de tu memoria. Dejar de escribirte cosas que deseo que veas con tus propios ojos, paraísos perdidos para que andes con tu propia huella.

Quisiera…¿sabes que quisiera? Dar un largo paseo por esa playa que a la distancia ya hasta me parece inexistente. Quisiera dejar de pintar recuerdos y comenzar a hacerlos contigo, a construir cada huella en la arena, cada muro rocoso, nadar en cada ola perdida, volver a cantar lo que he callado y danzar sin miedo a nada a más nada.

Yo quisiera esta noche, que dejes de leerme silencioso y te vengas a soñar conmigo, porque he vivido tanto tiempo temiendo las caídas al vacío que ahora solo se me ocurre comenzar a volar contigo.


****Aprópiatelo.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....