lunes, octubre 23, 2006

Una Noche como Ebria

Cuando me ofrecen alcohol yo suelo decir que no bebo y es cierto. No me agrada el sabor de las bebidas alcohólicas y tampoco esa sensación de estar fuera de tu cuerpo y no tener control de nada.

Creo que esa es la principal razón por la que no bebo: Llegar a perder el control.

La gente suele ponerse alegre y mucho más cariñosa o asequible cuando está bajo el efecto alcohólico, yo no lo necesito. En las fiestas solía estar fuera de mis cabales sin beber un solo trago. Tráiganme agua, decía, solo necesito agua y bailar. Supongo que por eso se corrió la voz de que me gustaban las drogas. Ja! No aceptaba un sorbo de licor porque temía que el alcohol en mis venas fuera el detonante de cosas que luego no podría controlar.

Para cuando llegué a la Tierra del Olvido tuve que “aprender a beber”. En una ciudad donde todos bebían pisco como si fuera agua del caño, yo aprendí que beber cerveza es un juego de niños comparado al estado de embriaguez que puede provocar una buena reunión con pisco. Por supuesto, yo era “la Doctorita” así que en las reuniones y festividades era la encargada de probar todas las variedades de pisco que se les ocurriera. A los demás no les hacía ni cosquillas, pero yo sentía que la cara se me encendía y los labios se me adormecían, mientras cualquier imagen a mi alrededor tomaba un tono borroso y vibrátil. Las siguientes veces ya fue más fácil, era divertido ver a mis compañeros alegres y ebrios hablando estupidez y media, mientras yo no me cansaba de bailar.
Si con la sangre libre de alcohol yo puedo estar bailando casi toda la noche, era de esperar que con un poco de radicales OH en mi sangre bailara como si fuera la última noche de mi vida. No podía entender porque mis amigas comenzaban a reírse como si hubiera gas hilarante en el salón o porque no podían hallar sus llaves estando a solo 20 cm. de sus ojos. Hasta que me ocurrió.

Fue una noche después de una festividad del centro médico en que al bajar del auto, caminar me resultó la cosa mas difícil de la tierra.
Era la primera vez en mi vida que me sentía ebria, llegué a mi cama, me quité toda la ropa, todo comenzó a girar alrededor y un deseo incontrolable se apoderó de mí.
Tenía que llamarlo. Quien sabe como marqué todos los códigos y el número telefónico de Claudio, pero lo llamé y le dije todo lo que no le había podido decir en mis orgullosos 5 sentidos, empezando porque lo amaba más que a nadie y terminando por decirle que era un cabrón que no merecía ese amor. Todo eso entre lágrimas, moco y baba que hacían de esa, la escena más patética que pudiera registrar en mi memoria.

Después de aquella vez, solo bebía como todos “solo para alegrarme” y que no me tuvieran que preguntar a que secta pertenecía por no beber alcohol y en cambio solo agua. Pero el sábado me sentía especialmente dispuesta para perder el sentido. Por primera vez en mi vida saldría a un bar con mi hermana y su grupo de amigos y no tenía que estar temiendo que algún idiota “pensara mal” o quisiera besarme a la primera que bajara la guardia.

Lo primero era elegir la ropa.
Me di cuenta que en estos dos años había acumulado una cantidad de ropa porno increíble.

Que había comprado ropa a la que jamás le quité las etiquetas, pensando que solo la usaría en privado o cuando bajara de peso y ahora me quedaba demasiado corta, demasiado pequeña, demasiado apretada…en resumen demasiado hot, como para regresar temprano a casa. Con esa ropa podía perfectamente pasar por una “Desesperate Blog Wife”, solo me faltaba el cartelito de “se busca hombre con urgencia para noche única y tormentosa”.

Finalmente me decidí por el clásico blue jean con cinturón a prueba de violadores y las botas puntudas pro castración traumática. Entramos al bar y empezó la noche. A la primera rueda de cerveza la gente se puso alegre y las insinuaciones pasaron de ser sólo cómicas a volverse serias. Primer mandamiento de vida fraternal: Jamás le aceptarás coqueteos a los amigos de tu hermana (especialmente si tienen esa cara de violadores).
Por eso me alejé de allí y saqué a bailar a un tipo que se puso nervioso, cuando le pregunté si estaba solo.

Cuando una mujer toma la iniciativa pueden pasar dos cosas: o se piensan que son tan tremendamente guapos que creen que estás insinuándoles pasar una noche juntos, o se cohíben, enmudecen y se quedan más tiesos que perro en camión sin barandas.
Al tipo le ocurrió lo segundo, por suerte se comenzó a descongelar minutos después y de duro solo le quedaron ciertas regiones de su cuerpo, en las que ahora prefiero no pensar.

Para cuando volví a la mesa todos estaban mas que entonados, mas cerveza, mas vodka, mas todo y 20 minutos después yo ya estaba a la par de ellos bailando con un tipo de lentes que me decía que le cansaba la música electrónica y que prefería la salsa. Definitivamente esa noche no pondrían salsa, pero desde mis oídos taponados por el exceso de alcohol y música estridente, pude oír como algo parecido al reggaeton sonaba, en un idioma desconocido que después reconocí como spanglish rappero que terminaba en un masticado
"shakira, shakira".

Cada vez que volvía a la mesa hallaba más gente, más tragos, más cigarrillos, más sonrisas que se volvían carcajadas. Y yo sintiendo que mi cara se adormecía, que no era necesario quitarme los lentes para ver todos los rostros en un ambiente surrealista bárbaro, que de pronto quería bailar y bailar hasta que reviente aquel lugar. Y todos creyendo que estaba sana, sanísima, porque seguía bailando…

hasta que a eso de las 4 a.m., pusieron salsa y ahí se hizo evidente que no lo estaba.

Claro, yo sentía que si hacía una vuelta demasiado rápida resbalaría desde mis altas botas. Que si el tipo se movía a la derecha yo de pronto me movería a la izquierda, que estaba perdiendo el control de mis pies, que en cualquier momento podría pasar del buen baile al completo ridículo. De pronto el tipo me dijo sonriendo que “se notaba que me gustaba llevar”. ¿Lo estaba haciendo? Fuck! Claro yo había estado guiando todos los pasos y volteretas que parece que el tipo ni conocía. Había empezado a perder el control y ¡claro! Lógicamente me había hecho cargo del baile yo sola.

Para las 5 a.m. Perdí la cronología de los hechos, comencé a hablar en inglés con un tipo que me pedía a gritos que le hablara en español. A bailar con un tipo de Mar del Plata que se reía como estúpido. A recibir los cigarrillos de una tía lesbiana que no era mi tipo de mujer ideal, pero que al menos era chistosa. Y a subir al escenario que afortunadamente no era tan alto, con un grupo de dementes que bailaban Trans como alucinados, moviendo unas pulseras brillantes.

Por suerte estaba con mi hermana, que era la más conciente de todos.
Que hizo que nos dejaran al último para que las otras chicas lleguen sanas y
salvas a sus casas, que mantuvo la cordura en todo momento y jamás se rió demás, ni hizo bailes ridículos, ni hizo caer la jarra de vodka al piso, ni estuvo
hablando en la jerga del exorcista con los tipos del bar.
No ella no hizo nada de lo que yo hice y estuvo cuidando todo el tiempo de mí, hasta que llegamos al edificio y siguió caminandndo muy digna dejando que me desparramara en el jardín porque yo ya no podía caminar derecha, que me vio en el espectáculo calamitoso de caminar apoyada a todos los autos del estacionamiento haciendo sonar las alarmas, muerta de risa.
Tan digna ella, que después de 20 min. Seguía intentando encajar la llave en la puerta sin pedirle ayuda a su hermana menor que estaba tan ebria que no podía sostenerse sobre los tacos, pero que avanzó lentamente y con la cara más seria que tenía, se acercó a decirle:

-Hermanita, creo que nos hemos equivocado de
departamento.

domingo, octubre 22, 2006

En la clase media

Cuando mi buen amigo JM me preguntó las razones por las que no viviría en Lima, pensé en varias. Se me vinieron a la mente el tráfico, la inseguridad, la gente de rostro indolente, la contaminación, su maldito cielo gris, pero todas eran excusas.

No voy a Lima, le dije, porque allí viviría como pobre y eso me asusta.

Decir eso podría dar la percepción de que yo era alguien de plata, pero no lo soy. Es más, soy el prototipo de ciudadana de clase media a quien le da impotencia la pobreza de los otros, pero más allá de eso siente el miedo diario de que esa misma pobreza le puede morder los talones al primer descuido.
A veces pienso que la clase media, es sólo un nombre extra para los pobres bien instruidos. Para catalogar a aquellas familias con hijos profesionales que no tienen trabajo, una “clase” que se distingue más por sus ambiciones que por sus logros.

Mi hermana me repite que yo tuve suerte, que ellos no tuvieron todas las cosas que llegué a tener yo, por eso que no sé apreciar nada y vivo la vida como una frívola más.
Soy la última hija y fui criada sin que me faltara nada. Fue un golpe de suerte no haber pasado mi adolescencia en el primer periodo de García y no haber tenido todas esas “carencias” de las que habla mi hermana poniendo la cara seria.
Al oírla hablar, cualquiera tendría la idea de que mis hermanos pasaron la pubertad en un campo de concentración, faltándoles todo, viviendo entre penurias, pero no es cierto. Cuando mi hermana habla de carencias, se refiere a esas cosas suntuarias que te dan una posición social, como la ropa de moda, artefactos de los cuales alardear con tus amigos y salidas y viajes a lugares algo exóticos. Nada de eso estuvo en el menú de su vida juvenil.
Eran malos tiempos y cuatro hijos, mis viejos no pudieron proveer de esas cosas a mis hermanos. El dinero no le sobraba a nadie y la familia tuvo que acomodarse a lo que había. Un buen día mis padres tuvieron que retirarse del Rotary Club porque ya no podían con ese estilo de vida que no iba con nosotros, prometiendo reintegrase a la vida social cuando mis 3 hermanos terminaran la Universidad. Por supuesto, eso jamás pasó.
Como cualquier familia de clase media, nos acostumbramos a vivir con la mitad de todo. Yo era pequeña, ni lo sentí. Después de todo todos andaban en las mismas no? Cenando arroz con huevo frito, estudiando en colegios estatales, comprando solo la ropa necesaria en lugares que no fueran caros. Viviendo a la defensiva para que nos e desacomodara el presupuesto familiar.
No sé porque mi hermana recuerda con dolor esa época, a lo mejor el choque de estudiar en una Universidad privada y no poder estar a la par de la vida social de sus amigos le creaba conflictos. A veces solía acusar a mis padres de no haber planeado bien la familia, de que con solo dos hijos hubieran podido prodigarles más cosas y no tener que vivir así, faltando todo.
Luego las cosas cambiaron. La situación económica mejoró y mis hermanos se fueron de casa. Mis viejos se jubilaron y tuvieron más tiempo para viajar y comprar cosas innecesarias. Eran los 90´s y en casa todo parecía más nuevo, incluso llegué a creer que de verdad estábamos mejor que antes. Que podríamos tener todo lo que antes nos "faltaba".

Para cuando yo llegué a la adolescencia fui criada como hija única con todos los beneficios económicos que ello implica. Mis hermanos se habían ido de casa a buscar su destino y yo vivía sola en un departamento equipado con todo, bajo la protección económica de mis padres, sin envidiarle nada a nadie ¿Qué más podía pedir? Aparentemente lo tenía todo.

Pero ese fue el gran problema.

El peso mas grande para iniciar algo nuevo es sentirte cómoda en el lugar donde estás.
Tuve suerte, es cierto, pero ha sido un arma de doble filo el vivir entre nubes de algodón. Para romper con eso he tenido que dar muchos pasos dolorosos. Romper las cosas que me ataban a una vida cómoda, irme. No ha sido fácil, comencé dando pasos pequeños, pero para mí fueron enormes. Pronto me daría cuenta que ambicionaba más y más cosas que ya no estaban a mi alcance viviendo sola o de mi propio esfuerzo. Extrañaba a mi familia, no podía estar mucho tiempo alejada de ellos, me sentía nada.

Sin embargo, al inicio fue fácil, estaba sola y tenía dinero como para darme todos los placeres que se me ocurrieran. Me acostumbré a eso, no lo veía como algo extraordinario, pero bajar de esa línea me provocaría grandes cambios de ánimo. Creo que me creí el cuento de que tenía la vida que todos deseaban. Que no me faltaba nada, pero fue una percepcíón errónea.
Aun ahora me siento frustrada por esa falta de efectivo, por andar midiéndome en los gastos, por no hacer las cosas que antes disfrutaba. Por estar siempre preocupada por las cuentas.

El problema de haber sido criada “sin carencias” fue que me acostumbré siempre a tenerlo todo a la mano y a ser incapaz de aceptar que un día las cosas cambian y estás como todos a la intemperie esperando el abrazo imposible de una ciudad que Te recibe con los brazos abiertos...demasiado abiertos, como para sentirte acogida.

sábado, octubre 21, 2006

Nada de nada

Ja! Debería estar descansando, me duele la cabeza, me duele el cuerpo, cada maldito músculo. Es extraño, el dolor solo se acaba dándole más dolor. Pero prefiero el dolor físico al dolor espiritual. Vaya! Que mala comunista sería...siempre pienso que hay algo más allá de todo y que siempre, pero siempre hay otra oportunidad, no me puedo imaginar a la vida materialista y de un final específico como intentan hacérmela ver. Solo veo la vida y es una tuerca que giro y aprieto, para llegar a un nuevo nivel, a un nuevo dolor, a una nueva emoción.
Me imagino que la gente que me quiere para este punto ha se haber pensado que estoy triste, deprimida, abolida...Bah! Una joda escribir en público y que unas cuantas personas creen que te conocen más que tu misma. Una joda no poder volver a escribir en privado, por sentir que estás ocultando algo...algo más...Ya no sé que más podría ocultar, ¿mi cara? ¿mi cuerpo? ¿mi nombre?....Oculto tantas cosas, que a veces la gente que dice quererme, suele decir que está seducida por esa aura de misterio que me rodea siempre.
Ja! No tengo misterios, soy mas simple que un pan con miga y a veces un poco sensible, pero jamás romántica...jamás tan dulce como para creerme las baladas que oyen todos, o la trova extraña con la que se enarbolan algunos, o para leer poemas...No...no podría resistir a alguien que lo hiciera, siempre voy buscando algo mas fuerte, más y más...pero no demasiado. No me interesan los punk, ni yo a ellos, ni la gente full metal, ni la gente que se dice dura. Me enferman, me enferma esa pose de íconos que me causa náusea. Todo lo salvaje, todo lo duro, todo lo que promete autodestruirse, con lo que se ponga a la mano. Será por eso también, que odio los espejos.
Estoy cansada, físicamente agotada, pero mi mente se niega a irse a la cama: Demasiadas ideas. Demasiada música, demasiadas imágenes de películas a blanco y negro. Podría haber sido fotógrafa o si tuviera el suficiente dinero, incluso cineasta. Podría haber sido cualquier persona que intente retratar su realidad bajo su propia óptica, con su propia música y con las imágenes correctas. Podría ser cualquiera, pero yo solo se escribir...y esa es mi vía de escape, para un mundo que intento devolverlo con mi propio ámbito de visión, escarchado con mi propio aliento.
Extraño a Cienfuegos, te extraño necio, aunque dude si estás vivo o muerto o aun peor, olvidado.
Extraño a la gente diferente, antisocial, incomprendida. Que no hallan un hueco en el mundo donde encajar el suficiente tiempo. Ayer le hablaba de la música que oigo a mi hermana, un verdadero arroz con mango! cada vez que alguien me pregunta que música oigo, prefiero decir "fusiones" y ahí va todo, va el rock argentino que nadie publicita, van las fusiones de rock español, va Jamiroquai, bossa nova, chill out, Morrison, van demasiados y nada tiene que ver con lo anterior. Asi como yo no tengo nada que ver con lo que puedan pensar de mi, de mi apariencia, de lo que la gente que dice quererme quiere creer de mi.
A veces soy la musa de alguien, a veces su demonio...que mas da! Una joda nacer mujer y escribir como hombre, una joda sentir como mujere y ser entendida como hombre...una joda... en fin! me siento tan cansada. Podría estar bebiendo en algun lugar y contándole a alguien lo que se me pasa por la mente, pero no me agotaré intentandolo. Imposible. ¿quién ha leido todos los textos? Nadie. ¿quién me ha visto de carne y hueso? Nadie. ¿quién me odia lo suficiente? Nadie. le soy indiferente al mundo, como yo le soy a él. Así que no importa.
Me siento fatigada, hoy será una larga noche y bailaré y beberé y reiré como nunca, porque eso he estado esperando... Pero ahora me siento cansada, cada músculo, cada tendón, cada idea.
Pienso en esa canción La Bestia Pop, sonaba tan trsite a pesar de lo que quisiera demostrar, de ese tono salvaje de esa voz roca y entonces me parece oir esa frase "vamos a brillar mi amor- esta noche- vamos a brillar mi amor" y Mariano diciéndome que se refiere a drogas, que esa frase dice que esa noche ambos van a brillar porque van a estar drogados y entonces, se me caen las lágrimas, porque yo la siento triste a pesar de que la música haga parecer lo contrario, haga parecer que es solo otra canción salvaje y estúpida...como yo.
Yo siento esa letra tan triste y vacía como en un recuerdo pero no alcanzo a deprimirme , porque él me saca de allí y evita que piense demasiado.
El mundo está en movimiento, los que se quedan sentados a meditar sobre él, solo pueden derramar lágrimas, me dice. Y yo le creo y lo pongo en práctica, es entonces que comenzamos a vivir cada segundo sabiendo que será el último...Porque yo se que hay caballos que se mueren potros sin galopar.

viernes, octubre 20, 2006

Ser o No ser Gorda!!

Si hay una frase de la que ninguna
mujer está a salvo de decir es “Estoy gorda”.
Sea que se lo dice a si misma, a su familia, a sus amigos, o en la inmensa mayoría de casos a un hombre, la frase suena igual de categórica y no hay nadie que pueda convencerla de lo contrario.
El eterno martirio de una mujer es sentirse gorda, ya sea por los prototipos de mujer bella que se muestran en la Tv. de delgadas féminas sin un gramo de grasa sobre un cuerpo esbelto en donde cualquier ropa quedaría bien o porque desde niña le metieron la idea de que solo se es bonita teniendo el cuerpo de muñeca Barbie.
Pero si una decidiera obviar a la caja boba con publicidad apabullante llena de chicas en bikini acompañando cualquier producto de consumo masivo; no tardarán en recordarnos lo GORDAS que andamos, en los escaparates de cualquier tienda que se jacte de vender ropa a la moda.

A mi me ha pasado que cualquier ropa que me agrade existe, pero en una talla que es muy inferior a la mía y que está diseñada para pubertas sin senos ni trasero desarrollados
Claro, pienso rápidamente, es que esta
moda es para jovencitas de 16 que ignoran cualquier sobrecarga adiposa en su
cuerpo.


Entonces avanzo por los corredores del mall en busca de algo moderno que no me haga ver tan apretujada como un chorizo. Acudo al otro sector y ahí está la ropa que “Si es adecuada para mí”, léase ropa de tía de poca libido, que se viste con blusas holgadas, pantalones sueltos y etc. de indumentarias que tienen una “caída” genial sobre un cuerpo medianamente esbelto, o tan seco que no evidencia una mínima curva, pero que a mí me dan la apariencia avejentada propia de las mujeres con exceso de pechos que ya están en vías de engordar el trasero.

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Pienso que mi cuerpo no va con mi cara, que debieron darle mis tetas a alguien que supiera ganar dinero por ellas. Son una joda, cualquier suéter o blusa se abre o se ve apretada cuando se tiene que amoldar a las malditas bubbies. Lo único que puedo agradecer a la genética es que no me haya dado un trasero equiparable al par de susodichas, porque ya estaría yo, con un cuerpo rollizo digno de tía que atiende en pollada de barrio.

  • MALDITOS ESPEJOS

Pero la ropa de tallas pequeñas, no es el único problema. Están también los espejos. En las grandes tiendas tienen la costumbre de poner esos espejos de cuerpo entero en los vestidores, con una iluminación exagerada que resalte los dones de la prenda en cuestión. De lo que se olvidan los encargados de markéting, es que con ese tipo de iluminación una mujer puede caer en la cuenta de que su cuerpo está volviéndose un desastre.
Ante el espejo iluminadísimo de un mall, una toma
conciencia de que el tiempo y la vida sedentaria están jugando en
contra.

Me ha pasado que frente a ese tipo de espejos, me he quedado solo en ropa interior por varios minutos preguntándome ¿de dónde diablos salió esa estría? ¿Por qué mis piernas no se ven tan firmes como en el espejo de mi casa? O ¿por qué mi guata está más grande de lo que yo pensaba? Ese estado de shock en que uno descubre celulitis donde no había y se da cuenta que la Ley de la Gravedad cobra su cuota de víctimas en las mujeres que rondan los 30, me deja sin ganas de comprar nada más.

Pero me recupero y decido probarme la ropa que he llevado y ¡claro! Ahí empieza la segunda parte de la tortura. Que si el pantalón no cierra, que si la falda corta te da el aspecto de secretaria buscona, que si esa polera de cuello en V te hace ver los pechos como una madre que amamanta a trillizos…¡En fin! una joda total. En ese momento extraño las ferias de ropa en donde te desvistes detrás de una cortinita vieja sujetada por la vendedora y te alcanzan un espejo diminuto en donde solo se advierte una pequeña parte de ese cuerpo que va en vías de volverse voluminoso, pero a la que todas nos negamos siempre.

Por supuesto, eso también tiene sus bemoles. Me ha pasado que llegada a casa, con mi nueva ropa, de la cual la vendedora argumentaba “que me quedaba preciosa”, “que estaba hecha a mi medida” y etc de otras alabanzas al ego; resultaba que no era del color que vi en la tienda, que está mas chiquita, que es medio transparente, que se me rebalsan las chichis por el escote, que es demasiado corta en los muslos…en resumen, que con ese vestido mejor salgo a ganar plata a partir de las 12 de la noche en alguna calle concurrida.

Y es que una no se puede confiar de las vendedoras, mucho menos de aquellas jovencitas que tienen como máximo ideal ir vestidas por la calle como bailarinas reggaetoneras, con escotes gigantes y pantalones apretados que entran solo con ayuda de vaselina y mucha, pero mucha voluntad…Su buen gusto está en tela de juicio, dado que su lema es “Mientras mas carne muestres, mas sexy te ves” ...si claro, nos vemos en el camal de Yerbateros!

SIN CORDURA NI GORDURA

Durante el viaje me di cuenta que estaba engordando. Para alguien como yo que vivió toda su adolescencia con complejo de flaca y poto chico, el asumirse como fuera de línea en vías de engorde era un paso demasiado grande. Casi como aceptar “de acuerdo me volví blogger”. Sin embargo lo asumí. Ya no podía usar bikinis, ni vestir ropa pegada, sin sentir que mi estilo se acercaba más a bailarina de despedida de soltero que a lo que yo creía ser antes: Una flaca con buen cuerpo. Ja!

¡No pues! Si lo de flaca ya no me lo creía nadie. De pronto las vendedoras mencionaban frases como: “Estás llenita” "tienes mucha pierna" o “creo que te quedaría mejor una talla mas”, que es la manera más diplomática de decir:
“ya pues hijita, quítale papa al caldo si quieres usar esta ropa”.

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No faltaron las vendedoras sin una pizca de sensibilidad para mi nueva figura, como la vendedora de una tienda de trajes de baño haciendo gala de su floro más fecundo
“Flaca, se nota que en tu tiempo tuviste tu cuerpo, que estabas bien, tus pechos y tus piernas están bien, pero...YA FUISTE… ¡Engordaste pues!”; lo que en buen peruano quiere decir
“¡acepta la ropa que hay y no jodas!”

Vistas así las cosas, decidí volver al Tae bo. Después de dos años volvería a la rutina de ejercicios-dolor- dieta, para poder pasar un verano en la playa sin un pareo que me cubra del cuello a los pies. Necesitaba endurecer las piernas, rebajar el abdomen,
evitar ese primer signo que hace que las mujeres se vean casi
obesas: El espesor en los hombros
¡No! No llegaría a eso, acabaría con la guata y la cadera alta antes de que el resto del cuerpo siguiera ensanchándose.
Sería difícil, pero lo lograría. Esta vez no lo haría sola, acudiría donde la gente si sabe perder peso.

¡No! ¡No a un cirujano!
Hablaba de ir A un gimnasio.

Pero fue una Mala, malísima idea…

jueves, octubre 19, 2006

Los Almuerzos con mi viejo

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Almorzar a solas con mi padre es una de las cosas que en estos dos últimos años estoy aprendiendo a disfrutar. Hablar con él me llena de buen humor, además siempre salimos a algún lugar y él me deja pedir lo que desee y luego paga la cuenta. Cuando almorzamos juntos se porta muy bien y no reclama nada.

Antes no era así.

Antes odiaba quedarme a solas con mi padre y oírlo hablar tristemente, de sus recuerdos de sus sueños, de alguna que otra frustración. Oírlo hablar y no interrumpirlo para nada, sentir su depresión sobre mí, de vez en cuando algún sollozo que terminaba en lágrimas y yo allí, con esa incapacidad de decir algo adecuado. A veces solo lo abrazaba y esperaba que eso bastara, pero sabía que siempre era insuficiente. Estoy bien, me decía, es bueno llorar.
Es extraño, a veces digo esa misma frase ante mis amigos mas queridos, a veces me he abrazado a alguien y le he dicho “déjame llorar un poquito” y he comenzado a lagrimear sobre su camisa, hasta sosegarme. Luego todo volvía a estar bien. No había de que preocuparse. A veces pienso que mi viejo y yo somos iguales. No lo sé.

Elegimos la mesa de siempre en el jardín, casi junto a los músicos. Creo que si no quedara tan cerca, solo iríamos a ese restaurante en fechas festivas, pero a mi padre no le gusta ir demasiado lejos y a mí me gusta entrar en zapatillas y blue jean a un lugar al que la gente va intentando lucir formal y haciendo ver que no entran allí todos los días.

El pide algo simple, pero deja que yo pida un plato enorme, que ambos sabemos que no podré terminar. Deja que yo elija la bebida y ésta vez no se burla del mozo. Creo que sólo se burla de los mozos viejos, cuando son jóvenes y sonrientes se contiene de tomarles el pelo.

El viento agita las blancas sombrillas, levanta los manteles, hace volar las servilletas. “aquí es fácil comer”- le digo mientras empuño el tenedor. Y le cuento del viaje, de esa cena a la que me invitaron, en que había tantos cubiertos en la mesa que de solo verlos se me quitó el hambre. De la servilleta bordada que manché con la pintura de labios, de toda la ceremonia protocolar con que finge esa gente, para llevarse un poco de comida a la boca.

Mi padre se ríe, me comenta de los grandes fingidores, de la política, de las noticias. Me doy cuenta que me estoy riendo con cada uno de sus comentarios, antes tenía mas precaución de reír a carcajadas en público. Pero, estoy con mi padre ¿Qué importa?
Poco a poco me doy cuenta que voy devorando el plato que parecía enorme, que he tirado a la basura 3 días de sacrificada dieta hipocalórica. Mi viejo se ríe, para él yo siempre seré delgada, aunque se burle de mi guata en público.

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Le comienzo hablar de cosas médicas, Claudio dice que yo al hablar de medicina me transfiguro, que me cambia la voz que se me iluminan los ojos. Mi padre cree que no tengo vocación, que me equivoqué de carrera, que si él fuera yo, ya estaría trabajando gratis solo para ayudar al prójimo. Yo soy diferente, para mi ser médico es un sueño cumplido. Veo mis series favoritas E.R o “Grey´s Anatomy y me emociono mucho. Me siento como esos niños que al crecer lograron ser astronautas y que se enorgullecen de serlo, aunque aun no hayan salido en misión. Escucho atropina, sialidosis, dopamina y me siento feliz, de saber que está pasando. Me gusta la medicina, el problema es que en nuestro país, jamás se podrán pedir esos exámenes, ni actuar con la rapidez que aparece en la ficción de una serie televisiva.

El viento sigue soplando y de las palmeras caen algunas semillas. Le comento que en el viaje no pudimos almorzar al aire libre por el exceso de polen que caía sobre los manteles. Se queda callado y reflexiona luego, "Es que nosotros vivimos en un desierto"- me dice.

Le cuento sobre la cena con los tíos petulantes, que todo el mundo pedía carne de avestruz, pero yo pensé que en el Perú la podría probar en cualquier momento y que por eso me había inclinado por la carne de jabalí, porque pensé que tendría el sabor a cerdo, pero la habían aderezado tanto que igual podía ser de un vacuno cualquiera.

Mi viejo se ríe de mis anécdotas lidiando con los tenedores, con los platos raros, con el clima. Y se termina comiendo el resto del plato que no pude terminar.
¿Quieres postre? Me dice en son de burla, pero yo estoy explotando, pienso en todo el ejercicio que tendré que hacer si quiero ir a la playa este verano, sin necesidad de una burka que me cubra el exceso adiposo.

El cielo se ha nublado, “son los vientos del este”- menciona él cuando ve que me muero de frío. ¿A dónde vamos?- pregunto yo al salir. “A caminar, por supuesto”- me dice mientras me abraza.

miércoles, octubre 18, 2006

Miércoles entre Susurros

Yo despierto y escucho esa canción. Recién ahora tengo ánimo como para volver a oí­r canciones que hablen de amor, pero esta es diferente, la guitarra suena, una baterí­a de fondo, de pronto despierto y algo me hace creer que el mundo está en equilibrio. Es miércoles, el peor de los días, pero yo despierto y siento que todo estará bien. Tengo un sentimiento, una idea, algo rondando en mi cabeza, ya no me siento tan vací­a como ayer. Esa ansiedad que se apoderaba de mi pecho, que no me dejaba terminar de leer, de escribir, de caminar.
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Son las hormonas, me repito, la dieta hipocalórica, el exceso de café. Parece que fuera hambre, pero simplemente es ansiedad. Salgo a caminar, me pregunto a quien podrí­a comentarle esa pel­ícula de humor negro que vi hace unos dí­as, de una mujer que se enamora de un sepulturero y finge su propia muerte para fugarse con él. Seguramente solo le interesará oír la trama completa a algún freak como yo, me rí­o de eso y sigo caminando.

El dí­a tiene un sol precioso, se advierte el viento azotando los árboles y las canciones en los oídos, me siento tranquila, hablando en susurros. Hoy ando mas tranquila que ayer, en que solo pensaba en sexo, sexo por todos lados, en esas ocasiones preferirí­a dormirme, pero decido hacer ejercicio.
Avanzo aceleradamente en la máquina como un hámster loco, luego abdominales, después patadas. Es una rutina estúpida, pero me deja la mente en blanco, hasta quedarme tirada en el suelo de madera soñando con flores cayendo del techo, con una cascada transparente, con sonidos naturales, las paredes caen, las ventanas se abren, estoy en medio de un bosque...

Y de nuevo el sexo.
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Pienso en Ruffalo y esa escena de sexo a oscuras "In the cut", me encantó ver como se trasladaba la cámara en esa película, hasta volverte cómplice. De pronto me doy cuenta que desde los 13 años no me sentí­a atraí­da sexualmente por ningún actor de cara bonita. Este tipo no tiene cara bonita, solo tiene un atractivo animal.
Probablemente eso sea lo que necesito, pienso y la imagen de Mariano se me viene a la cabeza. El bosque, la fuente con el arco iris al caer la tarde, la forma que tiene de pronunciar Rioja arrastrando la R hasta hacer silbar las palabras.
Podrí­a hacer una pelí­cula de ese tipo, moverí­a la cámara rápidamente, con planos secundarios y mostrando solo la mitad del rostro.
¿Por qué nunca muestras el rostro en las fotos? Es la pregunta que me han hecho. Me gusta jugar- respondo rápidamente, luego me doy cuenta que es la verdad. Me gusta jugar a mostrar solo fragmentos del cuerpo, a fotografiar mis pies.
A quitarme la ropa.
¡Vaya! Me siento en el piso y pienso en ir a comer algo, mi comida saludable, ha estado sabrosa, pero me deja con hambre. Solo puedo pensar en sexo y una torta de chocolate. Camino un rato mas por la casa antes de bañarme, me veo en el espejo cuadriculado, que cubre la mitad de la pared y me desvisto lentamente.
No deberí­a estar sola, pienso. Es un desperdicio. Luego me rí­o de mi propia petulancia, ¡Que puedo hacer? A veces me gusto a mi misma. De niña pensaba que un hombre vivía dentro mí­o, me gustaba verme, tocarme, mi cuerpo era un regalo- pero me hacía sentir mal. Complejo de culpa- me parece oí­r de la boca de cualquier psiquiatra.
Durante el viaje comencé a buscar ropa árabe, pañoletas, turbantes, me fascina la idea de vivir como en Las Mil y una Noches. Entramos encorvadas a esa tienda donde habí­a incienso y música hindú, con toda esa ropa extraña colgando desde el techo y dificultando la visión del turco que atendí­a al fondo, vestido de blanco y con un alto turbante como algún personaje de historieta.
Mi hermana y yo reí­mos, pues nos sentimos en casa, todos allá­ son ojerosos y con la nariz que caracteriza a la familia. El cabello rizado, la sonrisa constante, igual que en casa. Las mujeres nos muestran los velos, todo es demasiado brillante, hasta que lo veo. Ahí­ esta. Es esa indumentaria bordada con monedas pequeñas para que suenen cuando se baila moviendo la cadera. La compro sin preguntar el precio. Mi hermana se rí­e de mí­, no puede creerlo.
Ahora frente al espejo me amarro ese trapo- que no sé ni como pronunciarle el nombre- a la cintura y me pongo el velo. Solo con la ropa interior y el velo, bailo hasta que me duelen los muslos. Es mejor terapia que las patadas al aire o los abdominales, bailar siempre ha sido mi mejor terapia para olvidarlo todo.
De nuevo pienso en sexo, pero ya es hora de bañarse.
Entro a la ducha y dejo que se lave cualquier recuerdo de mi mente y de mi piel, solo queda en mí­ la canción que me despertó en la mañana y una idea difusa de que todo estará bien. Es un miércoles cualquiera y yo trato de vencer mis mareas hormonales, la ansiedad, los recuerdos del viaje, cualquier demonio que no me deje caminar en paz.

martes, octubre 17, 2006

" EN 5 MINUTOS"

El asfalto cruje bajo los pies de Urbano cuando sale de casa y decide no tomar el tren al trabajo, ésta vez irá caminando. Sorprende a la madrugada cuando las flores apenas se están desperezando, cuando la escarcha aun no se ha derretido en los cristales de las ventanas.

Urbano camina con el rostro inmutable de camino al trabajo, no se resiente ante el frío, ante la gente que mendiga, ante los perros famélicos que pasean por las calles a esa hora. Urbano se desplaza en su propia atmósfera de pensamientos tristes, tratando de dilucidar los recuerdos de los sueños, la gente que conoce, de aquella que nunca ha visto.

Urbano camina solamente y el mundo se abre paso ante su indiferencia, como una flor gris carente de toda belleza. La gente lo saluda al pasar, él saluda a su vez y el resto es silencio. Se vuelven silenciosos los pasillos, los trenes, los restaurantes. Urbano no escucha ni intenta escuchar lo que dice la gente. Ellos están ahí como letras sobrantes de ese poema triste que se escribe a diario. Nadie vale la pena lo suficiente como para volver la cabeza, para ofrecerle ayuda, para dirigirle una palabra que no sea la de siempre. Ese cortés “Buenos días”, ese educado “Buenas tardes”, que Urbano arroja como insulto bien planeado de indiferencia cotidiana.

Los días para Urbano son siempre los mismos, las calles de su ciudad natal, llenos de gente que no entendería lo que piensa, por eso él ya no intenta hablar con nadie de lo que ocurre en su cabeza, de sus ideas que son locas, de sus recuerdos que son sueños, de su futuro que es incierto. Ve gotear cada segundo en el reloj esférico, esperando que se haga hora de salir, de irse a alguna parte, de desaparecer de esa ciudad asfíctica donde él ya no oye ni habla... ni espera.

El día es igual de inanimado las 24 horas, su existencia se mueve sobre ese segundero implacable, incluso terminado el trabajo. Cruza cada una de las calles pequeñas, con paso calculado sin pararse ante nada, hasta llegar al malecón desde donde el mar se ve igual de gris que el resto de la ciudad. El reloj marca las 5:05 y entonces el mundo se detiene. El cielo gris florece a un color naranja que se derrama por los techos de la ciudad, por sus cristales opacos, por los jardines muertos y por las veredas rotas. En ese momento Urbano deja su expresión de muñeco laqueado y su mirada gris se ilumina con la presencia de la mujer que camina por el malecón, en dirección a él, sin bajar la mirada.

La ve avanzar entre la gente y la vida florece a su paso, por cinco minutos solamente, él la vuelve a ver con el cabello suelto, la sonrisa perfecta y esa piel tersa de la primera vez. Su vestido blanco es un lirio delicado, su cuerpo un frágil pecíolo. Y Urbano la mira desde sus recuerdos, mas luminosa y pura que siempre. Casi perfecta, en medio de la ciudad que se tiñe de naranja durante solo 5 minutos.
Ella se acerca tanto que casi puede sentir su aliento frutado cuando pronuncia su nombre. Urbano en ese momento tiene toda la poesía del mundo atrapada en su boca, palpita en todos sus rincones el poder de la frase que no alcanza a decir, que se queda atrapada por la amalgama de su saliva otra vez. Atrapada por esa emoción de volver a verla solo por 5 minutos.

Ella se acerca en actitud de besarlo, pero pasa de largo hasta dejar su risa musical sobre su oído izquierdo, dejándolo inmóvil, sin palabras para decir. Completamente tonto, con ella tan cerca y sin tener nada que la convenza a quedarse, excepto ese abrazo silente que sueña darle desde que la conoció. Ella se va y su abrazo se pierde en la nada, cuando su cuerpo desaparece entre las manos de Urbano y la ciudad se vuelve a teñir de gris antes que alcance a decir una palabra que lo haga sentir humano.

Atardece poco a poco en la mirada de Urbano, hasta hacerse gris y oscura como todos los días. La ciudad vuelve a ser de concreto, los jardines se marchitan, el asfalto vuelve a crujir bajo sus pies cuando él se dirige a casa. El reloj vuelve a correr y él siente su correr implacable en el oído en donde hasta hace poco su risa tintineaba feliz y serena.

El reloj vuelve a correr, la ciudad vuelve a su movimiento habitual de indolencia diaria, pero la vida de Urbano en cambio, se queda inmóvil hasta el siguiente día cuando el reloj vuelva marcar la hora exacta en que la ciudad se tiñe de naranja y aparece una mujer vestida de lirio, para decirle desde algun sueño: Despierta, Urbano, despierta...

lunes, octubre 16, 2006

Yo y los Perseguidores

Ayer domingo, un hombre comenzó a seguirme. Fue una sensación rara, porque sentía que alguien me seguía pero al volver la cabeza solo estaba mi cabello obstaculizando mi visión y nadie atrás mío. Pensé que era alguna de mis paranoias, hasta que el tipo me empujó. Probablemente había estado caminando tan cerca mío que cuando volteaba no lograba verlo.
Pasó delante de mí, se dio la vuelta, me sonrió con cara de demente y caminó en dirección contraria. Era a todas luces un esquizoide, con la cara desencajada, los brazos cruzados en actitud mahometana y unas sandalias sucias. Yo volteé a mirarlo y él también lo hizo. Tenía una cara de expresión fea, los ojos ocultos por una gorra verde. Parecía uno de esos locos callejeros.
Yo lo olvidé prontamente y seguí caminando.

Al volver la cabeza el hombre me seguía por la misma vereda. A media cuadra de distancia el hombre cruzaba la calle si yo cruzaba y se detenía si yo lo hacía. Me comenzó a dar miedo y me detuve en un paradero. Era domingo, ningún policía cerca, la tarde soleada, la gente escasa. El hombre me miró desde la vereda de enfrente y cruzó la avenida hasta posicionarse a algunos pasos cerca mío. Pensé en subir a cualquier bus dado que no había taxis cerca, pero me detuvo la idea de que el tipo se subiera a mi lado. De solo pensar estar a tan poca distancia del demente, me daba escalofríos y asco.
Apenas se distrajo, seguí caminando, pero esta vez más rápido, solo me faltaban algunas cuadras para llegar a casa y aquel hombre parecía distraído en otra persona. Detendría el primer taxi que pasara y me alejaría de allí.

Mala decisión. El hombre no se había distraído ahora me seguía calle abajo.
Las tardes son soleadas, mas que primavera parece verano y las calles son angostas y sin árboles. Los domingos puedes advertir cuan abandonada está la ciudad, con todas las puertas cerradas y ninguna persona cerca.

Ahora era demasiado tarde para buscar un taxi, esa calle está cerrada al tránsito. Casi habíamos empezado a trotar, de lo rápido que yo caminaba y el tipo me seguía con el caminar corvado y los brazos cruzados como si estuviera nevando.
La calle vacía, nadie alrededor, sin darme cuenta me estaba comenzando a agitar. Pensé en detenerme, en gritarlo. Mi padre lo hubiera hecho, pero yo no soy mi padre y tampoco tengo su fuerza.
¡maldita manía de salir a caminar un domingo!

Cuando ya no quedaba otra opción, entre a un ciber que estaba abierto por allí. El único abierto en esa calle fantasma que une la plaza con la zona donde vivo. Entré rápido y me oculté en la cabina del fondo.
El hombre pasó 5 minutos después y se puso a vigilar la entrada, pero sin ingresar. Ahora solo quedaba permanecer allí hasta que se canse. Examinar todas las posibilidades de salida, si el tipo permanecía allí y yo salía iba a saber donde vivía. Tendría que caminar una cuadra más hasta mi casa, porque por allí no transitan vehículos, menos, un domingo. El solo hecho de tener que caminar una calle más seguida por el demente, me asustaba. Después de tres cuadras había perdido el valor inicial de encararlo o ignorarlo.

En ese momento en el chat, la única persona era Diego y su fabulosa manera de calmarme:
No te muestres asustada- Llama a un amigo-Pide ayuda al tipo del ciber- Araña y patea si es necesario….
Para este punto se me ocurrió que la sutileza de mi amigo, no era uno de sus fuertes, por decir lo menos.

Afortunadamente, el tipo se cansó de esperar y desapareció. Ayudada por el chiquillo que atendía en el ciber café, salí de allí y caminé rápidamente hasta mi casa. Si el hombre me hubiera estado siguiendo, hubiera llegado hasta mi mismo departamento, dado que el portón está abierto los domingos y el vigilante se desaparece toda la tarde.
Ya estaba en casa, sana y salva.

Me quedé pensando en mis paranoias persecutorias, en las veces que me han seguido tipos, por cuadras enteras y he tenido que llamar a la policía. ¿Cuál era la causa? ¿Caminar sola? ¿Caminar distraída? ¿Cruzar por una plaza llena de gente un domingo?
¿Parecer asustada?
Mi cuñado bromea, diciendo que seguro es porque salí con mi faldita de “cabra chica” o seguramente con algún escote, "levanta locos"

¡Como si eso fuera necesario para que un orate decidiera perseguirte!
Aun en broma, la gente que me conocía me culpaba a mí por cualquier tipo que me acosara en el camino.

Llegada la noche comencé a pensar todos los maniáticos con los que me había cruzado desde que estaba en la universidad, a quienes les había restado importancia, hasta que las cosas se ponían feas. Si decidía escribir sobre eso, necesitaría otro blog.
Ya en mi cama, me di cuenta que una mujer caminando sola se presta a persecusión por cualquier idiota que quisiera asustarla.
Y lo peor, lo conseguía.

domingo, octubre 15, 2006

Sin una pizca de Amor

Hace unos días en un golpe de inspiración escribí EL AMOR ES UN MONSTRUO ACÉFALO, no pude continuar lo que seguía a ésta línea por cuestiones de tiempo. Ayer cuando volví a ver la página en blanco, me di cuenta, que a pesar de lo que hubiera escrito, el amor era un monstruo que había dejado de golpearme. De pronto me sentía cómoda y sabía perfectamente lo que quería.

Y es que después de tanto tiempo sola, ilusionándome con cualquier tipo que se cruzara en el camino y dijera dos palabras bonitas, me daba cuenta, que nada de eso ya me impresionaba. Ni era necesario. Había terminado el típico proceso después de una ruptura, en que añoras que alguien te diga las palabras correctas para tirarte a sus brazos y prometer que ésta vez lo intentarás con más ganas o que sencillamente Estás dispuesta a intentar.
Había conocido hombres de todos los tipos, pero nada funcionaba. Me sentía culpable y luego los culpaba a ellos. ¿Por qué carajo no podía iniciar una relación normal con un tipo común y corriente?

Por un momento pensé que era mi mal tino para escoger los grupos sociales, de estudio o cualquier cosa. Simplemente me seguía rodeando de la misma gente aburrida de la facultad, de hombres veinteañeros que seguían hablando como púberes, de treintones buscando el amor ideal o de cuarentones que usaban toda su labia poética para compensar lo que ya no les daba el físico ni la próstata.
- Claro, me dije, por acá no hay de donde escoger. El problema es éste medio.

Pero el problema no era ese, era mas simple que eso: Me ilusionaba fácilmente y me bajaba del caballo apenas comenzaba a trotar a un ritmo diferente del mío. Yo buscaba amor y los tipos sexo, yo buscaba una charla relajada, ellos impresionarme. Yo buscaba alguien con quien no sentirme tan sola y poderle compartir mi vida, ellos no estaban dispuestos a ser el peluche o el muñequito inflable de una infante que odiaba pasar tantas horas sola, escribiendo sobre la inmortalidad del mosquito. Era una cuestión de intereses y no todas las veces fui la víctima enamorada del hombre incorrecto,
creo que realmente yo no podía entender que era eso, en el estado de fragilidad en el que me hallaba.
Yo estaba ahogándome, la persona que se me acercara tenía que saber nadar o lo ahogaría conmigo.

Estaba cansada, comencé a pensar que ya no me interesaba buscar ternura ni amor por parte de un hombre, ese sentimiento ya lo conocía al revés y al derecho y NADIE, absolutamente nadie podría volverme hacer sentir esa locura magnífica que es despertarse y dormirse enamorada.
Dado que jamás volvería a tener eso, no perdería mi tiempo buscando alguien enamorado hasta los huesos, si era así me quedaría sola el resto de mi vida. El amor verdadero es una aguja en el pajar y yo no viviría en celibato hasta que me pinchara con ella o alguien me la clavara en el corazón. Necesitaba alguien con quien poder hablar relajada, alguien con quien compartir ternura y porque no, algo de sexo. Estaba dispuesta a tener esa clase de relación sin ningún problema, aunque sonara a propuesta cínica. Simplemente no esperaba amor, "ya no era tan tonta", como para relegarme a la soledad por la búsqueda de ese sentimiento escurridizo que nadie sabe donde está.

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Ha pasado el tiempo y he seguido conociendo gente interesante y otra que no tanto, maduré un poquito, de pronto podía discernir quien me interesaba y quien no. Con quien solo tendría una relación amical o con quien me interesaba en algún momento llegar a tener una relación física provechosa. ¿El amor? Salía sobrando. Eso no es algo que se planea o que podía forzar a que naciera. Fingir que siento algo, proponerme a sentirlo, no está en el menú. El amor, como lo conozco es de categoría mutuamente excluyente: O se da o No se da. El resto es simplemente: ternura, amistad, sexo, lo que sea de palabras y sentimientos que pueden unir a dos personas en mayor o menor forma.
Muchas veces es la amistad un sentimiento mucho mas tenaz que el amor, eso me agrada.
Me agrada tener amigos, pero ya no me enamoro de nadie y aunque suene contraproducente: Eso es una satisfacción.

Era angustiante conocer a alguien e ilusionarse por cualquier detalle tonto, una canción en común, una película rara que ambos conociéramos. Siempre quedaba en el aire la posibilidad del amor, de ¿Estará interesado en mi? Y luego darte cuenta que estuviera o no interesado, simplemente no se daba la química necesaria, para tornarse en una relación duradera.
Eso ya ha cambiado.No importa que tanto esté un tipo interesado en mí física o amicalmente, hay cosas que se dan o no se dan. No pretendo pasarme la noche entera pensado- como hacía antes- en si resultará o no, o si le intereso lo suficiente como para salir otra vez. Ahora puedo elegir, si yo quiero o no hacerlo.

No sé, pero ahora me siento mucho más tranquila. Antes andaba confundiéndolo todo, si alguien me impactaba a nivel mental, creía que también podría hacerlo a nivel de corazón o de mis gónadas. Si tenía atracción sexual por alguien, pretendía que también se diera la misma relación a nivel de conversaciones o de sentimientos. ¡Imposible!
Solo hay alguien que puede encender el switch que une el cerebro, al corazón y al sexo como si fueran uno, eso es lo que la gente llama amor. Todo lo demás, es un espejismo de la soledad, de una vida vacía que intenta llenarse con el primero que pase y diga o haga algo que pueda ser interpretado como especial. Del primero con una cara o figura lo suficientemente atractiva como para pensar que ésta vez podría resultar por lo menos a nivel hormoonal.

Si las relaciones entre un hombre y una mujer-llámense amistad o sexo-son tan buenas ¿Por qué echarlo a perder todo hablando de amor?

El amor es un monstruo acéfalo, lo sé. Nos golpea en donde mas nos duele, pero de vez en cuando también nos atrapa en su abrazo. No sirve de nada correr hacia él, aun a ciegas, él nos hallará antes... solo es cuestión de andar tranquilos.

jueves, octubre 12, 2006

Profesional Desocupado? Únete al Club!

Hoy mientras hablaba con un amigo, sobre mi carrera le comentaba lo triste que había sido volver y darme cuenta que los 7 años de facultad me dejaban en este país y cercanías, igual que cualquiera que hubiera seguido una carrera técnica de tres años:
Un desocupado que mendiga por cualquier puesto en la administración pública, con o sin ninguna experiencia para ser tomado en cuenta.

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Al analizar que había hecho durante este año que finalizaba, me di cuenta que en gran parte no había hecho mas que “webear”. Tenia la maestría, el curso de francés, los viajes y un proyecto de libro anecdotario que jamás publicaría. Pero lucrativamente no había hecho nada. El año terminaba en rojo. Mi amigo trató de animarme diciendo que ahora era “una microempresaria”, pero eso me sonó a dueña de tiendita de abarrotes y me deprimió aun mas. El capital invertido se movía lentamente y tardaría un año mas en recuperarse, mientras no debía romper relaciones amistosas con mis padres para que no me faltara techo y comida fija. Todos los gastos de educación y de otros menesteres mas suntuarios, los pagaría yo. Obviamente mis viejos me quitaban el apoyo económico incondicional para forzarme a retomar mi carrera.

Probablemente para mis padres sea de tontos el que no quiera poner un consultorio privado, en donde me siente hora tras hora a esperar que alguien se enferme o se accidente gravemente para acudir a la consulta de una médica general como yo. A la consulta de una cría que podría ser su hija, como me repetían cientos de veces cuando trabajaba en la tierra del olvido. En estos dos años había tratado de verme lo mas adulta posible, para no tener que oír la consabida frase a la entra del consultorio
“Mamita, puedes llamar a la Doctora”
y tener que pasar por la humillación de contestar que yo mera
“Yo soy la Dra. por favor pase”.
Creo que si no hubiera sido porque trabajaba para la seguridad social y los pacientes estaban obligados a venir a mi consulta, hubiera pasado largos meses sin tener ninguna víctima, digo, paciente.

Me frustró tanto esa situación, ser la “menorcita” en un centro de salud donde todos mis subalternos me doblaban la edad, que me sentía insegura de todo y de todos. Solo quería salir de allí lo antes posible, no me interesaba que me contrataran con un sueldo suculento en el culo del mundo, si la gente me seguía tratando con esa desconfianza de
“¿sabrá realmente lo que hace?”.
Los primeros meses fueron terribles, mi enfermera era una bestia que desconocía que la adrenalina y la epinefrina eran la misma medicina y un día que un paciente entro en shock, ella también lo hizo, porque simplemente “no ataba ni desataba” cuando de primeros auxilios se trataba. Para colmo, la muy bruja se pasaba el tiempo indisponiendo a los pacientes en contra de la doctorcita nueva “porque hay que comprenderla, recién ha salido de la universidad no sabe nada”.

Yo me enteraba de los chismes por terceras personas, por el chofer de la ambulancia que cada vez que podía me recomendaba que me cuide de la arpía, por algunos de mis pacientes que me decían lo que andaba comentando la bruja en cada reunión social del pueblo, etc. Claro, los primeros meses yo quería morirme. Pero nos pagaban bien.
Mi novio por aquel entonces brindaba su apoyo a distancia, diciendo “que renuncie a ese infierno y me vaya a vivir de una vez por todas a la civilización”.
Claro! Yo me imaginaba yéndome a la tierra del tío SAM sin trabajo seguro a hacer la cola de los desocupados hasta que me reconocieran como médico. No pues, mi yo orgulloso, no quería renunciar y darle el gusto a la bruja o a algunos de los pacientes que me amenazaban con juicios, golpizas y otras brujerías. Mis padres jamás se enteraron de eso, hubieran sufrido mucho, por eso que aun ahora me siguen diciendo que fui una tonta por no haber aceptado que me contraten en la tierra del olvido, con el sueldo suculento y el “respeto” de ser médico del pueblo.
Un soberano Ja!

Como el dinero lo hace todo, en ese tiempo yo pensé que estaba en la cima del mundo. Que terminado el contrato, yo saldría de allí con un gran capital, me casaría con mi novio chileno-americano y me iría a vivir bien lejos, probablemente haciendo una especialidad en pediatría en algún hospital decente del mundo civilizado. Todo se perfilaba así, digamos que estaba en la proa del Titanic sintiendo que volaba, cuando al minuto siguiente alguien adelantó la película sin mi consentimiento y ya estaba en pleno naufragio congelándome el trasero, sin ningún Leo Di Caprio que remara mi improvisada lancha.

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Mi vida se resumió entonces en tres actos:
1. Yo terminado la carrera de medicina antes de cumplir 23 años y con la casi certeza de casarme con mi prometedor novio médico, alias “el virtuoso”.
2. Yo con trabajo bien remunerado como Médico de la seguridad social y promesa de casamiento con novio extranjero, alias “el bonito”

3. Yo desocupada, con una depresión corta venas y sin novio a la vista, iniciando la escritura de un blog patético.

Lo que probaba que en pleno ascenso hacia una vida feliz y sin problemas, la vida se me había hecho mierda y yo ni preparada estaba. Casi me muero, no tenía nada. Encima cuando terminó el contrato y dado que estaba joven y con dinero, tuve la osadía de regalarme un año sabático para poder viajar a gusto con “ el hombre de mis sueños” que luego se tornaría en el consabido “Innombrable” protagonista de mis posts mas depresógenos.

Por suerte se me ocurrió invertir en algo que me salvara del oprobio de no ser nadie, ni tener nada, para poder ser admitida nuevamente en la casa de mis padres. Pero como ya dije, esa inversión tomaría mucho tiempo y el resto de dinero se me iría en pequeños placeres de consumista de clase media(léase: huevadas caras que no sirven para nada) para aliviar una depresión que apenas empezaba.

Miro hacia atrás y me doy cuenta que mientras mas alto subes, mas duro duela la caída. Recién pude hacer la maestría terminado el año sabático y me daba cuenta que mis otros compañeros mucho menos listos, ya estaban haciendo algún doctorado o andaban a media especialidad, mientras que yo solo tenía de recurso mi blog con escritos que “no eran ni chicha ni limonada”. La tuerta en la tierra de los ciegos.

Claro, por ese tiempo conocí mucha gente diciéndome que podía dedicarme a escribir artículos en algún diario o revista ( si estuviera en un país en donde la gente leyera, eso sería rentable) o que simplemente podía aferrarme al camino de la literatura y aperrar hasta lograr publicar algo que de seguro sería bien acogido (en el país en donde Baily publica, todo es posible, pero yo ya no tenía mas historias de cama ni detalles escabrosos que compartir con “el público blogo leyente”)

Me di cuenta que con una carrera técnica, la hubiera hecho linda.
Que medicina definitivamente no es una carrera rentable y que las satisfacciones no irán por el lado del bolsillo, más si del corazón(A veces me encuentro por la calle con persona sque fueron mis pacientes y me saludan tan efusivamente que aveces me siento culpable por haber dejado la consulta. Incluso me enteré que en la Tierra del olvido me añoran por el sencillo motivo, que yo si les explicaba todo "que la docoria si se dedicaba a curar"...admito que esas palabras son ahora mi mejor medicina)
Que para la vida llena de viajes con la que hace mucho soñaba no me bastaría con nada de lo que estuviera haciendo, pues me faltaba tiempo y dinero; y solo me quedaba el camino de “burrier” o de stripper. Para lo primero no tenía tanta cara de palo y para lo segundo... tampoco! Invertir en una liposucción y en clases de baile para ganar lo mismo que con un poco de esfuerzo mental me podría dar la medicina, no era negociable. (espero no arrepentirme cuando tenga 40 y siga desocupada, con las tetas colgando y el cuerpo flácido)

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Sin embargo, ya tengo 26 años y el balance sigue siendo en rojo.
Parece que eran 7 años de vacas flacas y recién voy por el segundo. A veces parece que la vida no sonriera por ningún costado cuando se ven las cosas en grande, sin embargo cuando voy desmenuzando pequeños aspectos de estos dos años, me doy cuenta que logré crecer como persona mas de lo que me imaginé, que vencí una depresión que ya parecía reservarme nicho propio en el panteón más cercano; que retomé esa vocación que yo solo tomaba como un pasatiempo de inconformes, que es escribir cuentos, narraciones y otros artículos; que invertí bien un dinero bien ganado y no lo despilfarré como mis compañeros; y que en este poco tiempo hice unos buenos amigos que me hicieron entender que la amistad, el sexo y el amor son cosas muy diferentes, aunque la soledad nos lleve frecuentemente a confundirlos.

He tenido muchas enseñanzas invaluables este año, "para todo lo demás – como dice la publicidad-
Existe Master Card…"

o era “¿Forni Card?”
¡Igual ya tengo carencia de ambas!

miércoles, octubre 11, 2006

Renglones Intimistas

Necesito un poema. Sí un poema que me despierte, que me haga ver cuan coloridas pueden ser las flores o cuán frágiles las mariposas…pero soy tan mala escribiéndolos. Para hacer un poema, tendría que estar con el bichito del amor en mis entrañas, con la vida fluyendo en mi ser, bajo la piel y en la médula de cualquier sentimiento.

Para escribir un poema, simplemente tendría que olvidarme que soy yo, solo yo y nadie mas que yo la que regresó a casa ésta vez y dejar las imágenes primaverales de ese amor que no fue, macerando en algún recuerdo que no sea pervertido por la melancolía de mi soledad mas reciente.

¿Quieres que te cuente cómo me fue? Me muero por decirlo, por escribirlo en alguna parte para que no se deshilache en la memoria. De eso he estado temiendo todos estos días, de que como siempre me pasa, éste recuerdo se volatilice, se evapore, desaparezca y luego como siempre pase a ser un sueño más de mi mente desbordada. Tengo miedo de perder la memoria y de ya no ver lo que he vivido cuando cierro los ojos. Ese viaje es mi recuerdo más reciente, no quiero perderlo. Por eso tantas y tantas fotos, por eso intenté escribirlo…pero me arrepentí a la primera lágrima. Intentaré contarlo ésta vez, más nos é como me salga:

Esa tarde estuvimos él y yo caminado hasta llegar a aquel lago que me apareció impresionante, con el sol haciendo brillar el agua como en una de esa películas románticas, pero yo no andaba enamorada. No. Yo no creía nada, aunque debo admitir que me fascinaba su compañía y poder decirle a alguien “Ey, esto no hay en mi país” o “Por favor tómame otra foto” y recuerdo verlo de lejos y sentir esa sensación inmensa que hace tiempo ya no me agitaba el seso: su mirada en mis ojos haciéndolo desaparecer todo alrededor. Pero no era amor, no te equivoques. Yo tenía desconectado el switch que une mis gónadas a mi corazón y mi cerebro y como siempre, no esperaba nada. Ni me daba el lujo de creer que podía ser una relación mas allá de unas simples vacaciones.

Una bitch, lo sé.

También recuerdo esa vez que estuvimos comiendo y yo no sabía como se bailaba ese ritmo tan raro y él se levantó de la mesa, para hacerme bailar en medio de las mesas de billar, con esa manera de llevar el compás, que me hizo pensar que sufría una insuficiencia aórtica por el latido acompasado que ahora movía su cabeza y cuello. O esa vez que terminamos en el mercado comiendo pizza y cerveza, apurados porque el bus se nos iba. Correr desnudos por el bosque cuando anochecía. O parar el tránsito de una avenida, para hacer la foto perfecta del atardecer tiñendo los árboles de dorado. Yo que sé, esas pequeñas cosas que en su simpleza me hicieron darme cuenta que no es un poema lo que se escribe, sino lo que se vive.

No fue amor, eso es obvio. Pero he estado con muchas personas con las que la promesa de amor no llegó ni a eso. Con personas de corazones rotos, de almas tristes, de soledad milenaria. Personas tristes como yo, o personas queriendo aferrarse a un sueño. Nadie como él, con la vida palpitando a cada minuto. Como un latido que no cesa, que te hace sentir viva aun en las situaciones más inverosímiles. He estado con alguno que otro poeta que yo pensé que podría leer mi sensibilidad más que nadie, más ¿qué me han dado? Solo esa nostalgia por una vida que se escurre entre las manos, solo esa melancolía triste de la que yo ya conozco tanto.

Y he conocido a hombres felices, unos “Peter Pan” adultos, con quienes la vida era fácil y no había que preocuparse por nada, pues ellos ya lo tenían todo. Pero jamás como este hombre que en su ingenio de viajero a pie, me hizo saber que para conocer un lugar no es necesario subirse al avión mas bonito, al coche mas caro, a un hotel 5 estrellas, simplemente debe movernos ese ánimo de conocer lo que hace un país en su conjunto: Su gente, sus calles, su comida en cada esquina, su música de fiesta…su dolor, el reclamo silencioso de los que viven aferrados a una esperanza.

¿Puedes terminar conociendo más de ti en un viaje a una tierra desconocida? De hecho, sí. A veces es necesario irse, dar toda la vuelta a la caracola, para volver al punto de inicio y darse cuenta que la vida vale la pena. Que cada minuto de alegría o tristeza valió la pena y que las consecuencias son solo eso, facturas a pagar después. En un después al que nadie está seguro si llegará, cuando se vive lo suficientemente rápido, lo suficientemente alerta para enamorarse de la vida a cada minuto. A cada segundo...

Necesitaba un poema. Ahora sé que solo me hace falta seguir viva y que escribir es una forma de no olvidarlo. De no olvidar que hay una razón para seguir viva y con los ojos bien abiertos.

Buenas Noches.

Reflexiones de Water

Ayer mientras leía una revista "Somos" en mi lugar favorito de la casa: El baño, me di cuenta que acaso fuera Rafo León, uno de mis columnistas favoritos. Dado que el artículo era de Diciembre del año pasado y que aun así me suscitara el interés de leerlo de principio a fin y aun sonreír, con esa acotación final que hacía, deseándole a toda la sociedad limeña que se pudra y Merry Christmas, era obvio que el conocido periodista se acababa de convertir en uno de mis favoritos.

Sin embargo eso no significaba que me haga repentinamente socia de algún club de fans clandestino, o tener que quemar mi sostén en público como si de Bono se tratara. Sonreí al pensar que por gente menos importante, alguien con actitudes fanáticas propias de colegial enamorado, podía llegar a escribir cartas apasionadas jurándole lealtad eterna. Me pregunté entonces si yo lo haría o si lo había hecho alguna vez. Si existía un tipo, por el cual, en mis años adolescentes hubiera comenzado a escribir o a dedicarle cartitas de admiración, para que sepa que existo.

Ahora me doy cuenta que no…y eso es triste, porque probablemente jamás estuve tampoco enamorada de nadie de carne y hueso.

A pesar de que la escritura podría ser interpretada como uno de mis recursos para conquistar gente, jamás lo utilicé para eso. Estaba claro, que todos los tipos en los que me interese de mas niña, eran algo analfabetos en cuestiones de cartitas femeninas que no dijeran el típico “me gustas” o “te quiero”. Si yo enviaba una de mis cartas llena de filosofía adolescente del porqué de la vida o el amor, iba a ser interpretada como una suerte de misiva Islámica y desechada en el acto. A esa edad los hombres andan mas preocupados en el fútbol y en que las mujeres digan las cosas claras, para ir directo al grano. Ahora que me pongo a pensar, esa situación masculina no cambiaría con la edad.

Si lo analizo bien, tal vez fuera por que olía ésta incomprensión intrínseca al género masculino, que jamás me enamoré de alguien de carne y hueso en el colegio y mucho menos se me ocurrió enviarle algo escrito, ya sea carta, poema, acróstico o dibujito coloreado a plumones. ¡No! Eso jamás. Yo andaba enamorada como muchas de las adolescentes de la época de un lampiño Alejandro Sanz, cantando que pisaba fuerte o lagrimeando por el carita de flaca de Axl Rose, cuando entonaba “Don´t Cry” con esa voz de gárgara de clavos que lo caracterizaría tanto.
Eran los 90´s y Kevin Costner asomaba su media sonrisa por cualquier película que se estrenara, mientras yo trataba de quemar cualquier cassette y poster dejado por mis hermanas en casa, que hiciera alusión a Michael Jackson o a Luis Miguel.

Para mi eran tiempos de cambios trascendentales, todo parecía ser visto por primera vez, la vida era una llanura larga para comenzar a ser recorrida a prisa, antes que nadie, hasta el cansancio. Todo era posible, conocer al cantante favorito, visitar París o Egipto, ganar un premio en investigación , escribir un libro. Casarse con un tipo que sepa leer…
Sin embargo solo estaba atravesando una época empalagosa y patética por la que todos pasamos con algunas heridas de guerra, fruto de los amores imposibles, de los cambios en la imagen corporal o simplemente del acné y los evidentes cambios hormonales.

No sé como se puede sobrevivir a la adolescencia, creo que es la gran victoria del ser humano contra la situaciones adversas. El cuerpo revelándose en erupciones diarias y transpiración copiosa, mareas hormonales que te hacen pensar en besos con capacidad de explorar la laringe cada minuto del día, imágenes depresivas de adónde voy o ¿para qué carajo estoy viva? Y la decisión de que hacer con el futuro cuando no se tiene una puta idea de que hacer con el presente.

Comencé a hablar sobre mi admiración por los artículos de R. León y termino dándome cuenta que jamás estuve interesada en ninguno de mis compañeros adolescentes, que no hubiera escrito una letra por esa tira de manganzones. Que la primera carta de casi amor que envié fue a mi novio universitario, con el cual llegaríamos luego a vivir una relación epistolar que posteriormente casi termina a pistoletazos, cuando después de 4 años yo me di cuenta que quería seguir libre para buscar el verdadero amor. ¡Que imbécil!

Creo que me voy a almorzar, hablar de las mareas hormonales me ha hecho sentir una ansiedad e incomprensión propias de adolescente bulímica.

martes, octubre 10, 2006

Sin Admiración

Sumergida hasta los tobillos, así me siento hoy. Trabajo atrasado, cuentas por pagar, exámenes que aun faltan. “Me tiré de cabeza al río y me arrastró la corriente”. Estar aquí es una larga cadena de cosas que me faltan por hacer. Ya me duele la espalda de permanecer frente al computador, buscando información, leyendo, investigando. Y nada.

Por momentos me desconecto y leo algunas cosas de mi interés personal. Es una lástima que la medicina y mis tendencias internas no hagan una buena combinación, o al menos, no una lucrable, para poder seguir viajando todo lo que quisiera. Me hubiera ido bien como corresponsal de guerra, no sé, algo que me mantuviera en movimiento. Esta estática me asfixia. No sirvo para quedarme en un solo lugar o con las misma personas. Antes estaba frustrada, ahora solo resignada. Es un purgatorio en donde debo ver la misma película gris todos los días.

Necesito tanto a Rafa, hablar con él es oxígeno para mis pulmones, pero ha desaparecido. ¿Dónde andas Rafa? ¿También se te ocurrió irte de viaje a perder la cordura? Reviso una y otra vez el buzón y no hay ninguna línea que me haga creer que sigues vivo. No sé por que la gente desaparece así de nuestras vidas, nos creen a salvo y nos dejan volar solos. Necesito contarle que pasó durante este tiempo lejos de todos, necesito decírselo a él, sinceramente y sin dramatismos. Para que me conteste, igual, sinceramente y sin dramatismos y poder sentirme aliviada de habérselo contado a alguien.

Es tan difícil hallar un amigo que te mande a la porra cuando es necesario, sin caricias extras que te hagan sentir débil o una compasión que nadie solicitó; que cuando éste desaparece, el mundo vuelve a su matiz de teatro de barrio, con malos actores y un guión deplorable.

Recibo correspondencia pasada o aparece gente en el MSN y es lo mismo de siempre: Palabras bonitas, propuestas de toda estirpe, curiosidad por saber quién soy…alguna frase compasiva, o ensayo de dar ánimos, alguno que otro interesado en saber la verdad detrás de mis historias. Es cansador. Cuando leo libros o artículos de revistas, no se me ocurre preguntar al autor, que es lo que quiso decir. Él escribe lo que desea, yo entiendo lo que puedo y ahí termina la historia. Sin intimidades, ni compromisos.

Me imagino que si fuera actriz o cantante, me llenarían de emoción todas esas frases, ese interés desmedido en mi vida dentro y detrás del blog. Pero si mi acción es escribir, ¿No debería ser leerme la única reacción?

Antes de irme, tenía rabia y frustración por esas cosas, buscaba un modo de cambiarlo. Ahora ando mas resignada. Leo las cartas, los mensajes, lo que me dicen y cierro la página sin ninguna emoción de por medio. Es como vivir en el purgatorio, todos los días la misma historia de gente virtual haciéndote creer que eres virtuosa.

De vez en cuando me detengo en alguna frase mas elaborada que la otra. “Soñé contigo mientras no estabas”, “Quiero verte desnuda cuando llegue a casa”. “Eres mi otra mitad”, “Publica pronto porque no he leído a nadie como tu”… son diferentes individuos, pero las frases son igual de vacías para mí. Igual de repetitivas e inútiles. Si ésta fuera una página para buscar un marido o un amigo incondicional, me sentiría halagada, emocionada, diría que tuve éxito. Pero no, no lo es. Es solo una página de lectura gratuita, para quien desee leer solamente.

Tengo trabajo pendiente y una decena de cuentos en el bolsillo. Debería existir una forma de hacer llevadera la salud pública y el hábito de escribir cuentos mediocres. De poder tener dinero en el bolsillo y viajar cuando se quiera, sin horarios que respetar.

Hoy extraño a Rafa y su forma de decirme que "El mundo es una cabronada sin final feliz asegurado, en donde cada quien debe inventarse su excusa para seguir vivos y así tener una esperanza de que algún día la película gris, cambie su final insípido"


lunes, octubre 09, 2006

Densidad

Ya no se donde ocultar esa sonrisa, no debería. Pero temo que me la quiten. Por eso sonrío a escondidas, cuando conecto el discman y oigo mis canciones privadas, sonrío. A veces lagrimeo un poco, pero son lágrimas tontas. Mis sentimientos se quedaron a flor de piel, ahora parece que sintiera demasiado, que todo fuera gigante, cuando veo al fondo de mis recuerdos. Pero abro los ojos y me hallo aquí en medio de la nada enorme, de la soledad mas pura.

Antes me parecía que el lugar donde vivía era real y el resto ficción. Ahora sé que la ficción es aquí, lleno el lugar de fantasmas y hadas, de duendes y brujas. A veces quisiera irme, por eso lloro un poco, necesito hacerlo. Extraño la vida palpitante del otro lado del mundo, la pasión, el fuego. Incluso el dolor, son sensaciones que me hacían sentir viva. No es dramatismo, solo necesito ir soltando las riendas y cabalgar libre por el desierto plateado del otro lado de la luna. Necesito llorar un poquito para sonreír a gusto.

No sé donde ocultar mi sonrisa, tampoco mi pena. Viajé con los sentimientos a flor de piel durante dos días, antes que me encontraran y sentí que la vida me había dado un vuelco. Que nada de lo que quería era cierto, que mis metas eran falsas, que nada me llenaba. Aquí es ficción, me encontré diciendo. Todo esto, una fanfarria. Una decoración triste de un teatro al que no entra nadie.
Es la misma ciudad, la misma cama, la misma gente. Pero es solo una obra de la que ya no deseo participar, me quedo en la platea, esperando ver un espectáculo nuevo: No hay nadie. Nadie que ilumine esta pieza vacía, ni que haga cantos en este silencio que por momento es ensordecedor. No hay nadie que me invente la felicidad de un palmo, ni que me haga cantar de nuevo. Todo en este planeta, parece ficción de pronto. Pero es la realidad mas patética. La realidad de los que sueñan que no sueñan.

Me he quedado en casa unos días, con mi perfume favorito, mi canción preferida. El libro que no deseo terminar. Sin atrever a vestirme. Acostada en la cama, sintiendo la felicidad de las sábanas tibias en espera de alguien al que no volveré a ver y escribiendo en el aire, lo que nadie verá.

Esta vida es un recuerdo pasado, a veces preferiría simplemente haber seguido dormida, soñando que él soñaba conmigo y pensando que los retornos a casa se hacen solo al final de la vida.

5. Retorno a casa

- ¿Dónde lo conociste?- preguntó, cuando ya estaban en la autopista rumbo a casa
- A la salida del Hyatt
- ¿Te hospedaste en el Hyatt?- le dijo él con algo de asombro. Ella no respondió y prefirió apoyar la cabeza contra el cristal del auto y ver la hilera de postes de alumbrado público que iban apagando sus luces poco a poco, al despuntar la mañana.

La noche que conoció a Mariano era tan oscura, que ella hacía maniobras para que las luces de la ciudad se vean en las fotos igual de espectaculares que como ella las observaba ahora. De esa noche solo recordaría la oscuridad reinante, las luces del Hyatt a lo lejos, el reggae de los músicos callejeros que llegaba a los oídos como una triste fanfarria y su mirada oscura de negras pupilas iluminándolo todo.

Cuando en medio de la calle el flash de la cámara iluminó a los transeúntes, ella se pudo dar cuenta que él a sus espaldas la seguía mirando con la insistencia de los viejos conocidos. ¿Qué hora es? La abordó él con una voz suave y calmada. Ella dudó un poco antes de responder, miró el reloj, calculó la diferencia horaria, levantó la cabeza y le dijo “son las 9. 30”. El agradeció y se quedó sentado mirándola sin pestañear.

No supo nunca porque regresó, tal vez fuera algo más fuerte que ella. Tal vez en un tono cursi, podría hasta afirmar que fue el destino. ¿Quién sabe? Pero la noche que ella conoció a Mariano Alberti, el mundo acomodó sus fichas de tal modo que ya no se volverían a separar los días siguientes a ese encuentro.

Mariano vestía de blanco esa noche, como un ángel luminoso; sin embargo su mirada era oscura y penetrante como dos proyectiles en sus cuencas esperando la caída de su próxima víctima. Ahora en el auto de regreso a casa, lo único que ella podía recordar de esa noche era la luminosidad de su atuendo blanco en medio de la oscuridad y ese par de ojos oscuros mirándola por debajo de la ropa.

-¿Pero te quedaste en el Hyatt o no? – volvió a interrumpirla
- Si, pero solo un día.
- ¿Y el resto de días? ¿Dónde estuviste?
- Por ahí…
Ella respondió con desdén y fingió dormir hasta llegar a casa. Ahora se daba cuenta que a miles de kilómetros algo de ella se había quedado en esas calles, parques y bosques, de ruta a ninguna parte.

- Tienes suerte de estar viva, no sé que le habría respondido a tus padres si no volvías. ¿Te das cuenta en el peligro que has estado, Laura?

La verdad no me daba cuenta. Ahora cada escena de la travesía juntos se descomponía de los brillos y sombras que protegen los recuerdos. Recordaba las siestas en los parques, las fotos en medio del tráfico. Ir a sus espaldas cuando los pies no me daban. La noche fría, las riñas de nada y las bromas tontas. El último tramo del camino se desvanecía en mi memoria y de él solo recordaba su voz, retándome a levantarme. “Vamos Morocha, vos podés, seguí caminando”, pero yo ya no podía.

Y el bosque oscuro de las 6 de la tarde, sin saber por donde habíamos entrado ni por donde saldríamos. Con esa urgencia de hacer el amor en alguna parte, de comernos, modernos y morir en el intento si fuera preciso. De descansar de los ojos de los otros y entrar cada uno a chapotear en las pupilas del otro. Esa pasión que nos unía como a dos locos desde el inicio del viaje. ¿A dónde vamos, Mariano? Al centro del mundo, amor.
Y él se adelanta hasta un arroyo con la mochila a cuestas y su caminar de gigante, dejándome atrás dando los saltos pequeños por sobre los troncos caídos y las flores silvestres. Viendo como el sol se filtra menos por la espesura del bosque.

- ¿No irás a descuartizarme, verdad, Mariano?- trato de bromear cuando me doy cuenta que ya estamos lejos de todo y no tengo la menor idea de cómo salir de allí.
Él voltea con ojos chispeantes y me sonríe divertido, pero sigue caminando sin detenerse hasta un claro de bosque.

- Eres demasiado confiada Laura- me dice cuando bajamos del auto. Pero parece que alguien allá arriba te protege.
- Si, respondo con una sonrisa fingida. Acabamos de llegar a Santiago y el frío me congela los huesos. Ha sido un viaje demasiado largo, en algun lugar de mis sueños y pesadillas queda el bosque, Mariano y el viaje a pie.

Quisiera salir corriendo, volver al bosque, seguir caminando. En esta ciudad no tengo nada que me haga sentir pasión, valor ni miedo. Hay un vacío dentro mío y bajo la ducha caliente no aguanto más y me derrumbo a llorar unos minutos por el hombre, que me acaba de devolver a la orilla del mundo real a la que no me interesaba volver.


- Dime que nos quedaremos juntos- resuena en mi cabeza- Que no te irás, Lau. Que te quedarás un poco más. Y yo me quedo callada mirando ese lunar negro en su iris izquierdo y no se me ocurre mentirle. ¡Maldita sea! No se me ocurrió mentirle.

domingo, octubre 08, 2006

4. En la Ciudad de la Furia


Por esa ciudad que se tiñe de rosa al atardecer, dos personas van caminando. Ella, es una joven risueña de falda a líneas oblicuas blanquinegras y el descaro de una blusa roja que muestra el inicio de unos pechos, que retan al mundo a volverla a mirar. Camina despreocupada y feliz por la ciudad de la furia, repentinamente protegida por una suerte que siempre le es adversa.
Una gorra negra le cubre el rostro pequeño de gruesos anteojos. Nadie le ha visto nunca el rostro, podría ser el de cualquiera, bonito o feo, no importa. Ella camina risueña sobre sus sandalias tan hondas, cargando bolsas pesadas y entonces el mundo parece abrirse para ella como un fruto maduro que debe comerse pronto.

Él en cambio, es un joven algo triste. Su rostro por momentos es inexpresivo y camina al lado de ella encorvado por el peso de una gran mochila de la que cuelgan zapatos demasiado grandes. Su figura alta, pasa entre la gente intentando protegerla de los tipos malos, siempre un paso antes que tropiece, siempre allí para ella.
Su mirada es larga y se pierde, en los tallos azules y los pétalos rojos que adornan las calles silentes. Su mirada se pierde en esa ciudad de aromas de jardín prohibido y vuelven sus ojos oscuros a su joven acompañante cogiéndola en el aire, sosteniéndola aún a metros de distancia, cuando ella juega a escapársele y a volver a desaparecer.

Y ella lo ve mirarla a lo lejos y ya no se puede ir. Un día mas piensa, cuando a la distancia Mariano la mira sin pestañear en medio del río de gente que camina despreocupada sin saber quienes son. Entonces vuelve a él y lo abraza y parece que ése corto tiempo separados, fuera una herida que solo ella tiene la capacidad de sanar. Que solo un día más pudiera hacer la diferencia entre el dolor o su ausencia.

Ambos caminan de la mano, ella habla con prisa, él sonríe de a pocos. Las avenidas asfaltadas se abren entonces como arterias sangrantes de una ciudad que agoniza. Ellos caminan sin preocuparse de nada, los pies ampollados, la espalda arqueada. Descansan en las esquinas, en los bancos de los parques. Toman helado y cantan. Si, ella ahora canta.

Han pasado meses sin que ella pudiera volver a cantar públicamente, su vocecita sale aguda como la de una niña pequeña y en el parque iluminado por las luces del atardecer que no termina, los tordos y las demás aves vuelan asustadas, por esa voz que rompe el silencio. Él entonces sonríe. Si, sonríe. Porque a veces Mariano sonríe y sus dientes blancos lo iluminan todo. Hace una mueca graciosa y luego la besa. Su beso es largo y sin pausas, despreocupado del público, de la gente, del bullicio. Ese beso se puede dar ante un semáforo en rojo o ante un semáforo en verde. Ella ya no sabe. Cuando él la besa, las luces de la ciudad se encienden y ella ya no piensa en volver a casa.

Los álamos del parque estiran entonces sus ramas hasta tocar el cielo, el viento sopla arriba en sus copas primaverales. Mientras abajo ellos toman la siesta, abrazados a pesar del calor, jugando con la yema de los dedos. Jugando a sentir. A adivinar el futuro en la palma de sus manos. Quedan días largos, noches frías, madrugadas en ninguna parte. Ella podría irse en cualquier momento, en este minuto si fuera preciso. Pero no se va, no se irá y él lo sabe.

La ciudad sangra su pena vacía, pero ellos la ignoran. Mientras estén juntos todo estará bien.
Caminan sin necesidad y corren sin ser perseguidos. Llega la noche y él dispara sobre ella una a una, fotografías que nadie verá. En la mitad del bosque oscuro se quedan parados y ella se desnuda, con la gracia y timidez de un infante. Los flashes iluminan la noche, sus hombros, su espalda. Ella se desnuda para él olvidando que la ciudad puede descubrirlos. Y entre risas de niños tontos, se quitan la ropa. Es el turno de él y ella no tiene compasión. Fotografía cada rincón de su cuerpo, intentando que la luz de los flashes ilumine una poca de su alma.

La noche cae y el bosque se queda vacío de la gente que trota sudorosa por los senderos de hojas secas. Ambos se quedan solos sin hacer ruido, ni hacerse el amor, abrazados en una promesa de amor que no durará más allá de una noche. De un amanecer en ninguna parte.

Solo una noche más, piensa ella cuando amanece. Pero para Mariano el mundo es una noche eterna en la que solo los más listos se mantienen despiertos.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....