jueves, noviembre 20, 2025

Veinte años después

Estaba buscando escritos míos sobre mi padre del 2006 o de cualquier año y recaí en esos viejos escritos, esas viejas confesiones. Cuando la vida no tenía fotos sino que aun era transparente y se decía de cuajo, porque no hay nada mas honesto que hablar y hablar sin que te vean la cara, en ese monólogo imperfecto de cuando no te atreves a pagar terapia y tienes tan solo 25 años y tanto por sentir y pensar. Entonces me digo, era imposible que no hubiera sido amada. Hubiera sido imposible: todo ese amor fue real, asi durara periodos o poquito o fuera tan inútil y gastada como las colecciones de Pokémon de hoy en día. Pienso que esa gente que no me vio pero en realidad si me miraba, estaba ahi conmigo e incluso los pocos novios que tuve fueron los que SI amaban a Laura, porque Laura existía mas de lo que existe ahora la gruñona persona que labora y se deprime por un mundo que no va a hacia ninguna parte.

 Puede ser ego, o puede ser que me enamorara de mi personaje tanto como de esa ingenuidad que no sabía hasta que extremos llegaba cuando hablaba de si misma, de lo que pensaba o lo que esperaba, de las cosas que le dolían, incluso de los temas familiares que ya casi había olvidado. Y ese personaje ingenuo y a veces un poco ingenioso para escribir, creció y se transformó en algo gris que se oculta en la sombra porque vio que todos cambiaron y que si alguna vez existió Ciudad Esmeralda seguro ahora  se había convertido en una especie de moho flotando en el espacio olvidado de alguna conciencia que scrolleaba tiktoks y hacía berrinches con twits de desconocidos. 

Qué feo y patético se había vuelto el mundo en veinte años y mi ingenuidad había continuado esperando que los niños-adultos de ese entonces nunca crecieran, nunca aprendieran nada y siguieran lanzando mensajes de amor y esperanza ante una nueva historia, como quien espera un nuevo cuento para dormir. 

Y

 pienso de nuevo, 

hubiera sido imposible no amarla. 

A ella, a la que escribía y tejía su personaje con el escenario que le dio Lima la horrible, en ese breve tiempo en que cambió de profesional a especialista y lo que vino luego.

Y ahora mirarme así pintarrajeada en este carnaval interminable de fotos y videos en donde la gente no piensa, no siente, no reflexiona. Te pone likes como arrojar una piedra o el envoltorio de un caramelo en una calle transitada. Likes: Basura cibernética. Da igual, quieren llamar la atención, que les respondas algo por inbox, tener una conversación algo subida de tono, intercambiar frases que se caen de aburridas o están atiborradas de faltas ortográficas o emoticones que no dicen nada. Gente que ni conoces mandándote fotos de sus cuerpos, como si les diera orgullo mostrarte algo que no puedes ni tocar ni oler ni saber si es real siquiera. Algo que no pediste ver!

Y todas esas migajas de atención virtual creen que valen algo, algo así como una muestra de cariño, la promesa de una cita, una conversación amable. Tu atención desmedida, porque de pronto ya somos amigos, followers, contactos, lo que sea que no implique un costo personal real.  

¿Como voy a ser amable con esa gente que no sabe quien soy ni quiere saber?

 Les muestro fotos mientras internamente desprecio su falta de atención en el detalle y el contexto. Pienso en esos tipos que me escriben a diario cualquier cosa, pero nada relacionado a lo que dije y me digo, es cierto, esta gente ve los videos de las mujeres en mute, para no escucharlas, para verlas en todos los ángulos y hacerse pajas mentales y no desarrollar jamás vínculos. Que les importa si soy doctora, si tengo mil maestrñias si hablo cinco idiomas, si se de cine, de música o de arte, quieren ver culo, tetas, coño. ¿ No es esa la letra de las canciones que corean como autómatas en las discotecas?

Que fealdad de mundo es este y sin embargo participo activamente en el, no me voy. No me dejo morir. Y quien sabe por qué, si no es por afán de investigación sociológica.  Pero ya no escribo ni comparto ni nada. Porque ya nadie pregunta ni pasa más allá de dos o tres comentarios superficiales conmigo, como si ahorraran el tiempo para scrollear otra cosa mas importante.  Sin embargo me dicen que película hicieron, cuanto ganaron este mes, que auto compraron, como si me importara y me impresionara toda esa basura que barrerá de la calle mañana.

Sigo aquí. Quizá por exhibición o por un afán masoquista del mas básico y pútrido. Estas son las redes sociales y yo ingenuamente creyendo, que la gente vino a mostrar su corazón, a compartir algo mas que el morbo de la calle sucia y el aire enrarecido. Solo es un traje diferente, un traje en el que se comparten mas likes y menos palabras. Pasaron veinte años y lo único que me cambió fue el humor, parece, porque aquí no mejoró nadie.

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