De Paranoia, Soledad, Amor y otras cosas que perfuman a la mujer hasta hacerla apetecible, abominable y unica....por suerte.
sábado, octubre 21, 2006
Nada de nada
viernes, octubre 20, 2006
Ser o No ser Gorda!!
Si hay una frase de la que ninguna
mujer está a salvo de decir es “Estoy gorda”.
A mi me ha pasado que cualquier ropa que me agrade existe, pero en una talla que es muy inferior a la mía y que está diseñada para pubertas sin senos ni trasero desarrollados
Claro, pienso rápidamente, es que esta
moda es para jovencitas de 16 que ignoran cualquier sobrecarga adiposa en su
cuerpo.
Entonces avanzo por los corredores del mall en busca de algo moderno que no me haga ver tan apretujada como un chorizo. Acudo al otro sector y ahí está la ropa que “Si es adecuada para mí”, léase ropa de tía de poca libido, que se viste con blusas holgadas, pantalones sueltos y etc. de indumentarias que tienen una “caída” genial sobre un cuerpo medianamente esbelto, o tan seco que no evidencia una mínima curva, pero que a mí me dan la apariencia avejentada propia de las mujeres con exceso de pechos que ya están en vías de engordar el trasero.
Pienso que mi cuerpo no va con mi cara, que debieron darle mis tetas a alguien que supiera ganar dinero por ellas. Son una joda, cualquier suéter o blusa se abre o se ve apretada cuando se tiene que amoldar a las malditas bubbies. Lo único que puedo agradecer a la genética es que no me haya dado un trasero equiparable al par de susodichas, porque ya estaría yo, con un cuerpo rollizo digno de tía que atiende en pollada de barrio.
- MALDITOS ESPEJOS
Pero la ropa de tallas pequeñas, no es el único problema. Están también los espejos. En las grandes tiendas tienen la costumbre de poner esos espejos de cuerpo entero en los vestidores, con una iluminación exagerada que resalte los dones de la prenda en cuestión. De lo que se olvidan los encargados de markéting, es que con ese tipo de iluminación una mujer puede caer en la cuenta de que su cuerpo está volviéndose un desastre.
Ante el espejo iluminadísimo de un mall, una toma
conciencia de que el tiempo y la vida sedentaria están jugando en
contra.
Pero me recupero y decido probarme la ropa que he llevado y ¡claro! Ahí empieza la segunda parte de la tortura. Que si el pantalón no cierra, que si la falda corta te da el aspecto de secretaria buscona, que si esa polera de cuello en V te hace ver los pechos como una madre que amamanta a trillizos…¡En fin! una joda total. En ese momento extraño las ferias de ropa en donde te desvistes detrás de una cortinita vieja sujetada por la vendedora y te alcanzan un espejo diminuto en donde solo se advierte una pequeña parte de ese cuerpo que va en vías de volverse voluminoso, pero a la que todas nos negamos siempre.
Por supuesto, eso también tiene sus bemoles. Me ha pasado que llegada a casa, con mi nueva ropa, de la cual la vendedora argumentaba “que me quedaba preciosa”, “que estaba hecha a mi medida” y etc de otras alabanzas al ego; resultaba que no era del color que vi en la tienda, que está mas chiquita, que es medio transparente, que se me rebalsan las chichis por el escote, que es demasiado corta en los muslos…en resumen, que con ese vestido mejor salgo a ganar plata a partir de las 12 de la noche en alguna calle concurrida.
Y es que una no se puede confiar de las vendedoras, mucho menos de aquellas jovencitas que tienen como máximo ideal ir vestidas por la calle como bailarinas reggaetoneras, con escotes gigantes y pantalones apretados que entran solo con ayuda de vaselina y mucha, pero mucha voluntad…Su buen gusto está en tela de juicio, dado que su lema es “Mientras mas carne muestres, mas sexy te ves” ...si claro, nos vemos en el camal de Yerbateros!
Durante el viaje me di cuenta que estaba engordando. Para alguien como yo que vivió toda su adolescencia con complejo de flaca y poto chico, el asumirse como fuera de línea en vías de engorde era un paso demasiado grande. Casi como aceptar “de acuerdo me volví blogger”. Sin embargo lo asumí. Ya no podía usar bikinis, ni vestir ropa pegada, sin sentir que mi estilo se acercaba más a bailarina de despedida de soltero que a lo que yo creía ser antes: Una flaca con buen cuerpo. Ja!
¡No pues! Si lo de flaca ya no me lo creía nadie. De pronto las vendedoras mencionaban frases como: “Estás llenita” "tienes mucha pierna" o “creo que te quedaría mejor una talla mas”, que es la manera más diplomática de decir:
“ya pues hijita, quítale papa al caldo si quieres usar esta ropa”.
No faltaron las vendedoras sin una pizca de sensibilidad para mi nueva figura, como la vendedora de una tienda de trajes de baño haciendo gala de su floro más fecundo
“Flaca, se nota que en tu tiempo tuviste tu cuerpo, que estabas bien, tus pechos y tus piernas están bien, pero...YA FUISTE… ¡Engordaste pues!”; lo que en buen peruano quiere decir
“¡acepta la ropa que hay y no jodas!”Vistas así las cosas, decidí volver al Tae bo. Después de dos años volvería a la rutina de ejercicios-dolor- dieta, para poder pasar un verano en la playa sin un pareo que me cubra del cuello a los pies. Necesitaba endurecer las piernas, rebajar el abdomen,
evitar ese primer signo que hace que las mujeres se vean casi¡No! No llegaría a eso, acabaría con la guata y la cadera alta antes de que el resto del cuerpo siguiera ensanchándose.
obesas: El espesor en los hombros…
Sería difícil, pero lo lograría. Esta vez no lo haría sola, acudiría donde la gente si sabe perder peso.
¡No! ¡No a un cirujano!
Hablaba de ir A un gimnasio.
Pero fue una Mala, malísima idea…
jueves, octubre 19, 2006
Los Almuerzos con mi viejo
Antes no era así.
Antes odiaba quedarme a solas con mi padre y oírlo hablar tristemente, de sus recuerdos de sus sueños, de alguna que otra frustración. Oírlo hablar y no interrumpirlo para nada, sentir su depresión sobre mí, de vez en cuando algún sollozo que terminaba en lágrimas y yo allí, con esa incapacidad de decir algo adecuado. A veces solo lo abrazaba y esperaba que eso bastara, pero sabía que siempre era insuficiente. Estoy bien, me decía, es bueno llorar.
Es extraño, a veces digo esa misma frase ante mis amigos mas queridos, a veces me he abrazado a alguien y le he dicho “déjame llorar un poquito” y he comenzado a lagrimear sobre su camisa, hasta sosegarme. Luego todo volvía a estar bien. No había de que preocuparse. A veces pienso que mi viejo y yo somos iguales. No lo sé.
Elegimos la mesa de siempre en el jardín, casi junto a los músicos. Creo que si no quedara tan cerca, solo iríamos a ese restaurante en fechas festivas, pero a mi padre no le gusta ir demasiado lejos y a mí me gusta entrar en zapatillas y blue jean a un lugar al que la gente va intentando lucir formal y haciendo ver que no entran allí todos los días.
El pide algo simple, pero deja que yo pida un plato enorme, que ambos sabemos que no podré terminar. Deja que yo elija la bebida y ésta vez no se burla del mozo. Creo que sólo se burla de los mozos viejos, cuando son jóvenes y sonrientes se contiene de tomarles el pelo.
El viento agita las blancas sombrillas, levanta los manteles, hace volar las servilletas. “aquí es fácil comer”- le digo mientras empuño el tenedor. Y le cuento del viaje, de esa cena a la que me invitaron, en que había tantos cubiertos en la mesa que de solo verlos se me quitó el hambre. De la servilleta bordada que manché con la pintura de labios, de toda la ceremonia protocolar con que finge esa gente, para llevarse un poco de comida a la boca.
Mi padre se ríe, me comenta de los grandes fingidores, de la política, de las noticias. Me doy cuenta que me estoy riendo con cada uno de sus comentarios, antes tenía mas precaución de reír a carcajadas en público. Pero, estoy con mi padre ¿Qué importa?
Poco a poco me doy cuenta que voy devorando el plato que parecía enorme, que he tirado a la basura 3 días de sacrificada dieta hipocalórica. Mi viejo se ríe, para él yo siempre seré delgada, aunque se burle de mi guata en público.
Le comienzo hablar de cosas médicas, Claudio dice que yo al hablar de medicina me transfiguro, que me cambia la voz que se me iluminan los ojos. Mi padre cree que no tengo vocación, que me equivoqué de carrera, que si él fuera yo, ya estaría trabajando gratis solo para ayudar al prójimo. Yo soy diferente, para mi ser médico es un sueño cumplido. Veo mis series favoritas E.R o “Grey´s Anatomy y me emociono mucho. Me siento como esos niños que al crecer lograron ser astronautas y que se enorgullecen de serlo, aunque aun no hayan salido en misión. Escucho atropina, sialidosis, dopamina y me siento feliz, de saber que está pasando. Me gusta la medicina, el problema es que en nuestro país, jamás se podrán pedir esos exámenes, ni actuar con la rapidez que aparece en la ficción de una serie televisiva.
El viento sigue soplando y de las palmeras caen algunas semillas. Le comento que en el viaje no pudimos almorzar al aire libre por el exceso de polen que caía sobre los manteles. Se queda callado y reflexiona luego, "Es que nosotros vivimos en un desierto"- me dice.
Le cuento sobre la cena con los tíos petulantes, que todo el mundo pedía carne de avestruz, pero yo pensé que en el Perú la podría probar en cualquier momento y que por eso me había inclinado por la carne de jabalí, porque pensé que tendría el sabor a cerdo, pero la habían aderezado tanto que igual podía ser de un vacuno cualquiera.
Mi viejo se ríe de mis anécdotas lidiando con los tenedores, con los platos raros, con el clima. Y se termina comiendo el resto del plato que no pude terminar.
¿Quieres postre? Me dice en son de burla, pero yo estoy explotando, pienso en todo el ejercicio que tendré que hacer si quiero ir a la playa este verano, sin necesidad de una burka que me cubra el exceso adiposo.
El cielo se ha nublado, “son los vientos del este”- menciona él cuando ve que me muero de frío. ¿A dónde vamos?- pregunto yo al salir. “A caminar, por supuesto”- me dice mientras me abraza.
miércoles, octubre 18, 2006
Miércoles entre Susurros
Son las hormonas, me repito, la dieta hipocalórica, el exceso de café. Parece que fuera hambre, pero simplemente es ansiedad. Salgo a caminar, me pregunto a quien podría comentarle esa película de humor negro que vi hace unos días, de una mujer que se enamora de un sepulturero y finge su propia muerte para fugarse con él. Seguramente solo le interesará oír la trama completa a algún freak como yo, me río de eso y sigo caminando.
El día tiene un sol precioso, se advierte el viento azotando los árboles y las canciones en los oídos, me siento tranquila, hablando en susurros. Hoy ando mas tranquila que ayer, en que solo pensaba en sexo, sexo por todos lados, en esas ocasiones preferiría dormirme, pero decido hacer ejercicio.
Y de nuevo el sexo.
Pienso en Ruffalo y esa escena de sexo a oscuras "In the cut", me encantó ver como se trasladaba la cámara en esa película, hasta volverte cómplice. De pronto me doy cuenta que desde los 13 años no me sentía atraída sexualmente por ningún actor de cara bonita. Este tipo no tiene cara bonita, solo tiene un atractivo animal.
martes, octubre 17, 2006
" EN 5 MINUTOS"
Urbano camina con el rostro inmutable de camino al trabajo, no se resiente ante el frío, ante la gente que mendiga, ante los perros famélicos que pasean por las calles a esa hora. Urbano se desplaza en su propia atmósfera de pensamientos tristes, tratando de dilucidar los recuerdos de los sueños, la gente que conoce, de aquella que nunca ha visto.
Urbano camina solamente y el mundo se abre paso ante su indiferencia, como una flor gris carente de toda belleza. La gente lo saluda al pasar, él saluda a su vez y el resto es silencio. Se vuelven silenciosos los pasillos, los trenes, los restaurantes. Urbano no escucha ni intenta escuchar lo que dice la gente. Ellos están ahí como letras sobrantes de ese poema triste que se escribe a diario. Nadie vale la pena lo suficiente como para volver la cabeza, para ofrecerle ayuda, para dirigirle una palabra que no sea la de siempre. Ese cortés “Buenos días”, ese educado “Buenas tardes”, que Urbano arroja como insulto bien planeado de indiferencia cotidiana.
Los días para Urbano son siempre los mismos, las calles de su ciudad natal, llenos de gente que no entendería lo que piensa, por eso él ya no intenta hablar con nadie de lo que ocurre en su cabeza, de sus ideas que son locas, de sus recuerdos que son sueños, de su futuro que es incierto. Ve gotear cada segundo en el reloj esférico, esperando que se haga hora de salir, de irse a alguna parte, de desaparecer de esa ciudad asfíctica donde él ya no oye ni habla... ni espera.
El día es igual de inanimado las 24 horas, su existencia se mueve sobre ese segundero implacable, incluso terminado el trabajo. Cruza cada una de las calles pequeñas, con paso calculado sin pararse ante nada, hasta llegar al malecón desde donde el mar se ve igual de gris que el resto de la ciudad. El reloj marca las 5:05 y entonces el mundo se detiene. El cielo gris florece a un color naranja que se derrama por los techos de la ciudad, por sus cristales opacos, por los jardines muertos y por las veredas rotas. En ese momento Urbano deja su expresión de muñeco laqueado y su mirada gris se ilumina con la presencia de la mujer que camina por el malecón, en dirección a él, sin bajar la mirada.
La ve avanzar entre la gente y la vida florece a su paso, por cinco minutos solamente, él la vuelve a ver con el cabello suelto, la sonrisa perfecta y esa piel tersa de la primera vez. Su vestido blanco es un lirio delicado, su cuerpo un frágil pecíolo. Y Urbano la mira desde sus recuerdos, mas luminosa y pura que siempre. Casi perfecta, en medio de la ciudad que se tiñe de naranja durante solo 5 minutos.
Ella se acerca en actitud de besarlo, pero pasa de largo hasta dejar su risa musical sobre su oído izquierdo, dejándolo inmóvil, sin palabras para decir. Completamente tonto, con ella tan cerca y sin tener nada que la convenza a quedarse, excepto ese abrazo silente que sueña darle desde que la conoció. Ella se va y su abrazo se pierde en la nada, cuando su cuerpo desaparece entre las manos de Urbano y la ciudad se vuelve a teñir de gris antes que alcance a decir una palabra que lo haga sentir humano.
Atardece poco a poco en la mirada de Urbano, hasta hacerse gris y oscura como todos los días. La ciudad vuelve a ser de concreto, los jardines se marchitan, el asfalto vuelve a crujir bajo sus pies cuando él se dirige a casa. El reloj vuelve a correr y él siente su correr implacable en el oído en donde hasta hace poco su risa tintineaba feliz y serena.
El reloj vuelve a correr, la ciudad vuelve a su movimiento habitual de indolencia diaria, pero la vida de Urbano en cambio, se queda inmóvil hasta el siguiente día cuando el reloj vuelva marcar la hora exacta en que la ciudad se tiñe de naranja y aparece una mujer vestida de lirio, para decirle desde algun sueño: Despierta, Urbano, despierta...
lunes, octubre 16, 2006
Yo y los Perseguidores
Al volver la cabeza el hombre me seguía por la misma vereda. A media cuadra de distancia el hombre cruzaba la calle si yo cruzaba y se detenía si yo lo hacía. Me comenzó a dar miedo y me detuve en un paradero. Era domingo, ningún policía cerca, la tarde soleada, la gente escasa. El hombre me miró desde la vereda de enfrente y cruzó la avenida hasta posicionarse a algunos pasos cerca mío. Pensé en subir a cualquier bus dado que no había taxis cerca, pero me detuvo la idea de que el tipo se subiera a mi lado. De solo pensar estar a tan poca distancia del demente, me daba escalofríos y asco.
Mala decisión. El hombre no se había distraído ahora me seguía calle abajo.
Ahora era demasiado tarde para buscar un taxi, esa calle está cerrada al tránsito. Casi habíamos empezado a trotar, de lo rápido que yo caminaba y el tipo me seguía con el caminar corvado y los brazos cruzados como si estuviera nevando.
Cuando ya no quedaba otra opción, entre a un ciber que estaba abierto por allí. El único abierto en esa calle fantasma que une la plaza con la zona donde vivo. Entré rápido y me oculté en la cabina del fondo.
En ese momento en el chat, la única persona era Diego y su fabulosa manera de calmarme:
No te muestres asustada- Llama a un amigo-Pide ayuda al tipo del ciber- Araña y patea si es necesario….
Para este punto se me ocurrió que la sutileza de mi amigo, no era uno de sus fuertes, por decir lo menos.
Afortunadamente, el tipo se cansó de esperar y desapareció. Ayudada por el chiquillo que atendía en el ciber café, salí de allí y caminé rápidamente hasta mi casa. Si el hombre me hubiera estado siguiendo, hubiera llegado hasta mi mismo departamento, dado que el portón está abierto los domingos y el vigilante se desaparece toda la tarde.
Me quedé pensando en mis paranoias persecutorias, en las veces que me han seguido tipos, por cuadras enteras y he tenido que llamar a la policía. ¿Cuál era la causa? ¿Caminar sola? ¿Caminar distraída? ¿Cruzar por una plaza llena de gente un domingo?
¿Parecer asustada?
Mi cuñado bromea, diciendo que seguro es porque salí con mi faldita de “cabra chica” o seguramente con algún escote, "levanta locos"
¡Como si eso fuera necesario para que un orate decidiera perseguirte!
Llegada la noche comencé a pensar todos los maniáticos con los que me había cruzado desde que estaba en la universidad, a quienes les había restado importancia, hasta que las cosas se ponían feas. Si decidía escribir sobre eso, necesitaría otro blog.
domingo, octubre 15, 2006
Sin una pizca de Amor
Y es que después de tanto tiempo sola, ilusionándome con cualquier tipo que se cruzara en el camino y dijera dos palabras bonitas, me daba cuenta, que nada de eso ya me impresionaba. Ni era necesario. Había terminado el típico proceso después de una ruptura, en que añoras que alguien te diga las palabras correctas para tirarte a sus brazos y prometer que ésta vez lo intentarás con más ganas o que sencillamente Estás dispuesta a intentar.
Por un momento pensé que era mi mal tino para escoger los grupos sociales, de estudio o cualquier cosa. Simplemente me seguía rodeando de la misma gente aburrida de la facultad, de hombres veinteañeros que seguían hablando como púberes, de treintones buscando el amor ideal o de cuarentones que usaban toda su labia poética para compensar lo que ya no les daba el físico ni la próstata.
Pero el problema no era ese, era mas simple que eso: Me ilusionaba fácilmente y me bajaba del caballo apenas comenzaba a trotar a un ritmo diferente del mío. Yo buscaba amor y los tipos sexo, yo buscaba una charla relajada, ellos impresionarme. Yo buscaba alguien con quien no sentirme tan sola y poderle compartir mi vida, ellos no estaban dispuestos a ser el peluche o el muñequito inflable de una infante que odiaba pasar tantas horas sola, escribiendo sobre la inmortalidad del mosquito. Era una cuestión de intereses y no todas las veces fui la víctima enamorada del hombre incorrecto, creo que realmente yo no podía entender que era eso, en el estado de fragilidad en el que me hallaba.
Estaba cansada, comencé a pensar que ya no me interesaba buscar ternura ni amor por parte de un hombre, ese sentimiento ya lo conocía al revés y al derecho y NADIE, absolutamente nadie podría volverme hacer sentir esa locura magnífica que es despertarse y dormirse enamorada.
Ha pasado el tiempo y he seguido conociendo gente interesante y otra que no tanto, maduré un poquito, de pronto podía discernir quien me interesaba y quien no. Con quien solo tendría una relación amical o con quien me interesaba en algún momento llegar a tener una relación física provechosa. ¿El amor? Salía sobrando. Eso no es algo que se planea o que podía forzar a que naciera. Fingir que siento algo, proponerme a sentirlo, no está en el menú. El amor, como lo conozco es de categoría mutuamente excluyente: O se da o No se da. El resto es simplemente: ternura, amistad, sexo, lo que sea de palabras y sentimientos que pueden unir a dos personas en mayor o menor forma.
Era angustiante conocer a alguien e ilusionarse por cualquier detalle tonto, una canción en común, una película rara que ambos conociéramos. Siempre quedaba en el aire la posibilidad del amor, de ¿Estará interesado en mi? Y luego darte cuenta que estuviera o no interesado, simplemente no se daba la química necesaria, para tornarse en una relación duradera.
No sé, pero ahora me siento mucho más tranquila. Antes andaba confundiéndolo todo, si alguien me impactaba a nivel mental, creía que también podría hacerlo a nivel de corazón o de mis gónadas. Si tenía atracción sexual por alguien, pretendía que también se diera la misma relación a nivel de conversaciones o de sentimientos. ¡Imposible!
Solo hay alguien que puede encender el switch que une el cerebro, al corazón y al sexo como si fueran uno, eso es lo que la gente llama amor. Todo lo demás, es un espejismo de la soledad, de una vida vacía que intenta llenarse con el primero que pase y diga o haga algo que pueda ser interpretado como especial. Del primero con una cara o figura lo suficientemente atractiva como para pensar que ésta vez podría resultar por lo menos a nivel hormoonal.
Si las relaciones entre un hombre y una mujer-llámense amistad o sexo-son tan buenas ¿Por qué echarlo a perder todo hablando de amor?
El amor es un monstruo acéfalo, lo sé. Nos golpea en donde mas nos duele, pero de vez en cuando también nos atrapa en su abrazo. No sirve de nada correr hacia él, aun a ciegas, él nos hallará antes... solo es cuestión de andar tranquilos.
jueves, octubre 12, 2006
Profesional Desocupado? Únete al Club!
Probablemente para mis padres sea de tontos el que no quiera poner un consultorio privado, en donde me siente hora tras hora a esperar que alguien se enferme o se accidente gravemente para acudir a la consulta de una médica general como yo. A la consulta de una cría que podría ser su hija, como me repetían cientos de veces cuando trabajaba en la tierra del olvido. En estos dos años había tratado de verme lo mas adulta posible, para no tener que oír la consabida frase a la entra del consultorio
Me frustró tanto esa situación, ser la “menorcita” en un centro de salud donde todos mis subalternos me doblaban la edad, que me sentía insegura de todo y de todos. Solo quería salir de allí lo antes posible, no me interesaba que me contrataran con un sueldo suculento en el culo del mundo, si la gente me seguía tratando con esa desconfianza de
Yo me enteraba de los chismes por terceras personas, por el chofer de la ambulancia que cada vez que podía me recomendaba que me cuide de la arpía, por algunos de mis pacientes que me decían lo que andaba comentando la bruja en cada reunión social del pueblo, etc. Claro, los primeros meses yo quería morirme. Pero nos pagaban bien.
Como el dinero lo hace todo, en ese tiempo yo pensé que estaba en la cima del mundo. Que terminado el contrato, yo saldría de allí con un gran capital, me casaría con mi novio chileno-americano y me iría a vivir bien lejos, probablemente haciendo una especialidad en pediatría en algún hospital decente del mundo civilizado. Todo se perfilaba así, digamos que estaba en la proa del Titanic sintiendo que volaba, cuando al minuto siguiente alguien adelantó la película sin mi consentimiento y ya estaba en pleno naufragio congelándome el trasero, sin ningún Leo Di Caprio que remara mi improvisada lancha.
1. Yo terminado la carrera de medicina antes de cumplir 23 años y con la casi certeza de casarme con mi prometedor novio médico, alias “el virtuoso”.
2. Yo con trabajo bien remunerado como Médico de la seguridad social y promesa de casamiento con novio extranjero, alias “el bonito”
3. Yo desocupada, con una depresión corta venas y sin novio a la vista, iniciando la escritura de un blog patético.
Lo que probaba que en pleno ascenso hacia una vida feliz y sin problemas, la vida se me había hecho mierda y yo ni preparada estaba. Casi me muero, no tenía nada. Encima cuando terminó el contrato y dado que estaba joven y con dinero, tuve la osadía de regalarme un año sabático para poder viajar a gusto con “ el hombre de mis sueños” que luego se tornaría en el consabido “Innombrable” protagonista de mis posts mas depresógenos.
Por suerte se me ocurrió invertir en algo que me salvara del oprobio de no ser nadie, ni tener nada, para poder ser admitida nuevamente en la casa de mis padres. Pero como ya dije, esa inversión tomaría mucho tiempo y el resto de dinero se me iría en pequeños placeres de consumista de clase media(léase: huevadas caras que no sirven para nada) para aliviar una depresión que apenas empezaba.
Miro hacia atrás y me doy cuenta que mientras mas alto subes, mas duro duela la caída. Recién pude hacer la maestría terminado el año sabático y me daba cuenta que mis otros compañeros mucho menos listos, ya estaban haciendo algún doctorado o andaban a media especialidad, mientras que yo solo tenía de recurso mi blog con escritos que “no eran ni chicha ni limonada”. La tuerta en la tierra de los ciegos.
Claro, por ese tiempo conocí mucha gente diciéndome que podía dedicarme a escribir artículos en algún diario o revista ( si estuviera en un país en donde la gente leyera, eso sería rentable) o que simplemente podía aferrarme al camino de la literatura y aperrar hasta lograr publicar algo que de seguro sería bien acogido (en el país en donde Baily publica, todo es posible, pero yo ya no tenía mas historias de cama ni detalles escabrosos que compartir con “el público blogo leyente”)
Me di cuenta que con una carrera técnica, la hubiera hecho linda.
He tenido muchas enseñanzas invaluables este año, "para todo lo demás – como dice la publicidad- Existe Master Card…"
o era “¿Forni Card?”
miércoles, octubre 11, 2006
Renglones Intimistas
Para escribir un poema, simplemente tendría que olvidarme que soy yo, solo yo y nadie mas que yo la que regresó a casa ésta vez y dejar las imágenes primaverales de ese amor que no fue, macerando en algún recuerdo que no sea pervertido por la melancolía de mi soledad mas reciente.
¿Quieres que te cuente cómo me fue? Me muero por decirlo, por escribirlo en alguna parte para que no se deshilache en la memoria. De eso he estado temiendo todos estos días, de que como siempre me pasa, éste recuerdo se volatilice, se evapore, desaparezca y luego como siempre pase a ser un sueño más de mi mente desbordada. Tengo miedo de perder la memoria y de ya no ver lo que he vivido cuando cierro los ojos. Ese viaje es mi recuerdo más reciente, no quiero perderlo. Por eso tantas y tantas fotos, por eso intenté escribirlo…pero me arrepentí a la primera lágrima. Intentaré contarlo ésta vez, más nos é como me salga:
Esa tarde estuvimos él y yo caminado hasta llegar a aquel lago que me apareció impresionante, con el sol haciendo brillar el agua como en una de esa películas románticas, pero yo no andaba enamorada. No. Yo no creía nada, aunque debo admitir que me fascinaba su compañía y poder decirle a alguien “Ey, esto no hay en mi país” o “Por favor tómame otra foto” y recuerdo verlo de lejos y sentir esa sensación inmensa que hace tiempo ya no me agitaba el seso: su mirada en mis ojos haciéndolo desaparecer todo alrededor. Pero no era amor, no te equivoques. Yo tenía desconectado el switch que une mis gónadas a mi corazón y mi cerebro y como siempre, no esperaba nada. Ni me daba el lujo de creer que podía ser una relación mas allá de unas simples vacaciones.
Una bitch, lo sé.
También recuerdo esa vez que estuvimos comiendo y yo no sabía como se bailaba ese ritmo tan raro y él se levantó de la mesa, para hacerme bailar en medio de las mesas de billar, con esa manera de llevar el compás, que me hizo pensar que sufría una insuficiencia aórtica por el latido acompasado que ahora movía su cabeza y cuello. O esa vez que terminamos en el mercado comiendo pizza y cerveza, apurados porque el bus se nos iba. Correr desnudos por el bosque cuando anochecía. O parar el tránsito de una avenida, para hacer la foto perfecta del atardecer tiñendo los árboles de dorado. Yo que sé, esas pequeñas cosas que en su simpleza me hicieron darme cuenta que no es un poema lo que se escribe, sino lo que se vive.
No fue amor, eso es obvio. Pero he estado con muchas personas con las que la promesa de amor no llegó ni a eso. Con personas de corazones rotos, de almas tristes, de soledad milenaria. Personas tristes como yo, o personas queriendo aferrarse a un sueño. Nadie como él, con la vida palpitando a cada minuto. Como un latido que no cesa, que te hace sentir viva aun en las situaciones más inverosímiles. He estado con alguno que otro poeta que yo pensé que podría leer mi sensibilidad más que nadie, más ¿qué me han dado? Solo esa nostalgia por una vida que se escurre entre las manos, solo esa melancolía triste de la que yo ya conozco tanto.
Y he conocido a hombres felices, unos “Peter Pan” adultos, con quienes la vida era fácil y no había que preocuparse por nada, pues ellos ya lo tenían todo. Pero jamás como este hombre que en su ingenio de viajero a pie, me hizo saber que para conocer un lugar no es necesario subirse al avión mas bonito, al coche mas caro, a un hotel 5 estrellas, simplemente debe movernos ese ánimo de conocer lo que hace un país en su conjunto: Su gente, sus calles, su comida en cada esquina, su música de fiesta…su dolor, el reclamo silencioso de los que viven aferrados a una esperanza.
¿Puedes terminar conociendo más de ti en un viaje a una tierra desconocida? De hecho, sí. A veces es necesario irse, dar toda la vuelta a la caracola, para volver al punto de inicio y darse cuenta que la vida vale la pena. Que cada minuto de alegría o tristeza valió la pena y que las consecuencias son solo eso, facturas a pagar después. En un después al que nadie está seguro si llegará, cuando se vive lo suficientemente rápido, lo suficientemente alerta para enamorarse de la vida a cada minuto. A cada segundo...
Necesitaba un poema. Ahora sé que solo me hace falta seguir viva y que escribir es una forma de no olvidarlo. De no olvidar que hay una razón para seguir viva y con los ojos bien abiertos.
Buenas Noches.
Reflexiones de Water
Sin embargo eso no significaba que me haga repentinamente socia de algún club de fans clandestino, o tener que quemar mi sostén en público como si de Bono se tratara. Sonreí al pensar que por gente menos importante, alguien con actitudes fanáticas propias de colegial enamorado, podía llegar a escribir cartas apasionadas jurándole lealtad eterna. Me pregunté entonces si yo lo haría o si lo había hecho alguna vez. Si existía un tipo, por el cual, en mis años adolescentes hubiera comenzado a escribir o a dedicarle cartitas de admiración, para que sepa que existo.
Ahora me doy cuenta que no…y eso es triste, porque probablemente jamás estuve tampoco enamorada de nadie de carne y hueso.
A pesar de que la escritura podría ser interpretada como uno de mis recursos para conquistar gente, jamás lo utilicé para eso. Estaba claro, que todos los tipos en los que me interese de mas niña, eran algo analfabetos en cuestiones de cartitas femeninas que no dijeran el típico “me gustas” o “te quiero”. Si yo enviaba una de mis cartas llena de filosofía adolescente del porqué de la vida o el amor, iba a ser interpretada como una suerte de misiva Islámica y desechada en el acto. A esa edad los hombres andan mas preocupados en el fútbol y en que las mujeres digan las cosas claras, para ir directo al grano. Ahora que me pongo a pensar, esa situación masculina no cambiaría con la edad.
Si lo analizo bien, tal vez fuera por que olía ésta incomprensión intrínseca al género masculino, que jamás me enamoré de alguien de carne y hueso en el colegio y mucho menos se me ocurrió enviarle algo escrito, ya sea carta, poema, acróstico o dibujito coloreado a plumones. ¡No! Eso jamás. Yo andaba enamorada como muchas de las adolescentes de la época de un lampiño Alejandro Sanz, cantando que pisaba fuerte o lagrimeando por el carita de flaca de Axl Rose, cuando entonaba “Don´t Cry” con esa voz de gárgara de clavos que lo caracterizaría tanto.
Eran los 90´s y Kevin Costner asomaba su media sonrisa por cualquier película que se estrenara, mientras yo trataba de quemar cualquier cassette y poster dejado por mis hermanas en casa, que hiciera alusión a Michael Jackson o a Luis Miguel.
Para mi eran tiempos de cambios trascendentales, todo parecía ser visto por primera vez, la vida era una llanura larga para comenzar a ser recorrida a prisa, antes que nadie, hasta el cansancio. Todo era posible, conocer al cantante favorito, visitar París o Egipto, ganar un premio en investigación , escribir un libro. Casarse con un tipo que sepa leer…
Sin embargo solo estaba atravesando una época empalagosa y patética por la que todos pasamos con algunas heridas de guerra, fruto de los amores imposibles, de los cambios en la imagen corporal o simplemente del acné y los evidentes cambios hormonales.
No sé como se puede sobrevivir a la adolescencia, creo que es la gran victoria del ser humano contra la situaciones adversas. El cuerpo revelándose en erupciones diarias y transpiración copiosa, mareas hormonales que te hacen pensar en besos con capacidad de explorar la laringe cada minuto del día, imágenes depresivas de adónde voy o ¿para qué carajo estoy viva? Y la decisión de que hacer con el futuro cuando no se tiene una puta idea de que hacer con el presente.
Comencé a hablar sobre mi admiración por los artículos de R. León y termino dándome cuenta que jamás estuve interesada en ninguno de mis compañeros adolescentes, que no hubiera escrito una letra por esa tira de manganzones. Que la primera carta de casi amor que envié fue a mi novio universitario, con el cual llegaríamos luego a vivir una relación epistolar que posteriormente casi termina a pistoletazos, cuando después de 4 años yo me di cuenta que quería seguir libre para buscar el verdadero amor. ¡Que imbécil!
Creo que me voy a almorzar, hablar de las mareas hormonales me ha hecho sentir una ansiedad e incomprensión propias de adolescente bulímica.
martes, octubre 10, 2006
Sin Admiración
Por momentos me desconecto y leo algunas cosas de mi interés personal. Es una lástima que la medicina y mis tendencias internas no hagan una buena combinación, o al menos, no una lucrable, para poder seguir viajando todo lo que quisiera. Me hubiera ido bien como corresponsal de guerra, no sé, algo que me mantuviera en movimiento. Esta estática me asfixia. No sirvo para quedarme en un solo lugar o con las misma personas. Antes estaba frustrada, ahora solo resignada. Es un purgatorio en donde debo ver la misma película gris todos los días.
Necesito tanto a Rafa, hablar con él es oxígeno para mis pulmones, pero ha desaparecido. ¿Dónde andas Rafa? ¿También se te ocurrió irte de viaje a perder la cordura? Reviso una y otra vez el buzón y no hay ninguna línea que me haga creer que sigues vivo. No sé por que la gente desaparece así de nuestras vidas, nos creen a salvo y nos dejan volar solos. Necesito contarle que pasó durante este tiempo lejos de todos, necesito decírselo a él, sinceramente y sin dramatismos. Para que me conteste, igual, sinceramente y sin dramatismos y poder sentirme aliviada de habérselo contado a alguien.
Es tan difícil hallar un amigo que te mande a la porra cuando es necesario, sin caricias extras que te hagan sentir débil o una compasión que nadie solicitó; que cuando éste desaparece, el mundo vuelve a su matiz de teatro de barrio, con malos actores y un guión deplorable.
Recibo correspondencia pasada o aparece gente en el MSN y es lo mismo de siempre: Palabras bonitas, propuestas de toda estirpe, curiosidad por saber quién soy…alguna frase compasiva, o ensayo de dar ánimos, alguno que otro interesado en saber la verdad detrás de mis historias. Es cansador. Cuando leo libros o artículos de revistas, no se me ocurre preguntar al autor, que es lo que quiso decir. Él escribe lo que desea, yo entiendo lo que puedo y ahí termina la historia. Sin intimidades, ni compromisos.
Me imagino que si fuera actriz o cantante, me llenarían de emoción todas esas frases, ese interés desmedido en mi vida dentro y detrás del blog. Pero si mi acción es escribir, ¿No debería ser leerme la única reacción?
Antes de irme, tenía rabia y frustración por esas cosas, buscaba un modo de cambiarlo. Ahora ando mas resignada. Leo las cartas, los mensajes, lo que me dicen y cierro la página sin ninguna emoción de por medio. Es como vivir en el purgatorio, todos los días la misma historia de gente virtual haciéndote creer que eres virtuosa.
De vez en cuando me detengo en alguna frase mas elaborada que la otra. “Soñé contigo mientras no estabas”, “Quiero verte desnuda cuando llegue a casa”. “Eres mi otra mitad”, “Publica pronto porque no he leído a nadie como tu”… son diferentes individuos, pero las frases son igual de vacías para mí. Igual de repetitivas e inútiles. Si ésta fuera una página para buscar un marido o un amigo incondicional, me sentiría halagada, emocionada, diría que tuve éxito. Pero no, no lo es. Es solo una página de lectura gratuita, para quien desee leer solamente.
Tengo trabajo pendiente y una decena de cuentos en el bolsillo. Debería existir una forma de hacer llevadera la salud pública y el hábito de escribir cuentos mediocres. De poder tener dinero en el bolsillo y viajar cuando se quiera, sin horarios que respetar.
Hoy extraño a Rafa y su forma de decirme que "El mundo es una cabronada sin final feliz asegurado, en donde cada quien debe inventarse su excusa para seguir vivos y así tener una esperanza de que algún día la película gris, cambie su final insípido"
lunes, octubre 09, 2006
Densidad
Antes me parecía que el lugar donde vivía era real y el resto ficción. Ahora sé que la ficción es aquí, lleno el lugar de fantasmas y hadas, de duendes y brujas. A veces quisiera irme, por eso lloro un poco, necesito hacerlo. Extraño la vida palpitante del otro lado del mundo, la pasión, el fuego. Incluso el dolor, son sensaciones que me hacían sentir viva. No es dramatismo, solo necesito ir soltando las riendas y cabalgar libre por el desierto plateado del otro lado de la luna. Necesito llorar un poquito para sonreír a gusto.
No sé donde ocultar mi sonrisa, tampoco mi pena. Viajé con los sentimientos a flor de piel durante dos días, antes que me encontraran y sentí que la vida me había dado un vuelco. Que nada de lo que quería era cierto, que mis metas eran falsas, que nada me llenaba. Aquí es ficción, me encontré diciendo. Todo esto, una fanfarria. Una decoración triste de un teatro al que no entra nadie.
Es la misma ciudad, la misma cama, la misma gente. Pero es solo una obra de la que ya no deseo participar, me quedo en la platea, esperando ver un espectáculo nuevo: No hay nadie. Nadie que ilumine esta pieza vacía, ni que haga cantos en este silencio que por momento es ensordecedor. No hay nadie que me invente la felicidad de un palmo, ni que me haga cantar de nuevo. Todo en este planeta, parece ficción de pronto. Pero es la realidad mas patética. La realidad de los que sueñan que no sueñan.
Me he quedado en casa unos días, con mi perfume favorito, mi canción preferida. El libro que no deseo terminar. Sin atrever a vestirme. Acostada en la cama, sintiendo la felicidad de las sábanas tibias en espera de alguien al que no volveré a ver y escribiendo en el aire, lo que nadie verá.
Esta vida es un recuerdo pasado, a veces preferiría simplemente haber seguido dormida, soñando que él soñaba conmigo y pensando que los retornos a casa se hacen solo al final de la vida.
5. Retorno a casa
- A la salida del Hyatt
- ¿Te hospedaste en el Hyatt?- le dijo él con algo de asombro. Ella no respondió y prefirió apoyar la cabeza contra el cristal del auto y ver la hilera de postes de alumbrado público que iban apagando sus luces poco a poco, al despuntar la mañana.
La noche que conoció a Mariano era tan oscura, que ella hacía maniobras para que las luces de la ciudad se vean en las fotos igual de espectaculares que como ella las observaba ahora. De esa noche solo recordaría la oscuridad reinante, las luces del Hyatt a lo lejos, el reggae de los músicos callejeros que llegaba a los oídos como una triste fanfarria y su mirada oscura de negras pupilas iluminándolo todo.
Cuando en medio de la calle el flash de la cámara iluminó a los transeúntes, ella se pudo dar cuenta que él a sus espaldas la seguía mirando con la insistencia de los viejos conocidos. ¿Qué hora es? La abordó él con una voz suave y calmada. Ella dudó un poco antes de responder, miró el reloj, calculó la diferencia horaria, levantó la cabeza y le dijo “son las 9. 30”. El agradeció y se quedó sentado mirándola sin pestañear.
No supo nunca porque regresó, tal vez fuera algo más fuerte que ella. Tal vez en un tono cursi, podría hasta afirmar que fue el destino. ¿Quién sabe? Pero la noche que ella conoció a Mariano Alberti, el mundo acomodó sus fichas de tal modo que ya no se volverían a separar los días siguientes a ese encuentro.
Mariano vestía de blanco esa noche, como un ángel luminoso; sin embargo su mirada era oscura y penetrante como dos proyectiles en sus cuencas esperando la caída de su próxima víctima. Ahora en el auto de regreso a casa, lo único que ella podía recordar de esa noche era la luminosidad de su atuendo blanco en medio de la oscuridad y ese par de ojos oscuros mirándola por debajo de la ropa.
-¿Pero te quedaste en el Hyatt o no? – volvió a interrumpirla
- Si, pero solo un día.
- ¿Y el resto de días? ¿Dónde estuviste?
- Por ahí…
Ella respondió con desdén y fingió dormir hasta llegar a casa. Ahora se daba cuenta que a miles de kilómetros algo de ella se había quedado en esas calles, parques y bosques, de ruta a ninguna parte.
- Tienes suerte de estar viva, no sé que le habría respondido a tus padres si no volvías. ¿Te das cuenta en el peligro que has estado, Laura?
La verdad no me daba cuenta. Ahora cada escena de la travesía juntos se descomponía de los brillos y sombras que protegen los recuerdos. Recordaba las siestas en los parques, las fotos en medio del tráfico. Ir a sus espaldas cuando los pies no me daban. La noche fría, las riñas de nada y las bromas tontas. El último tramo del camino se desvanecía en mi memoria y de él solo recordaba su voz, retándome a levantarme. “Vamos Morocha, vos podés, seguí caminando”, pero yo ya no podía.
Y el bosque oscuro de las 6 de la tarde, sin saber por donde habíamos entrado ni por donde saldríamos. Con esa urgencia de hacer el amor en alguna parte, de comernos, modernos y morir en el intento si fuera preciso. De descansar de los ojos de los otros y entrar cada uno a chapotear en las pupilas del otro. Esa pasión que nos unía como a dos locos desde el inicio del viaje. ¿A dónde vamos, Mariano? Al centro del mundo, amor.
- ¿No irás a descuartizarme, verdad, Mariano?- trato de bromear cuando me doy cuenta que ya estamos lejos de todo y no tengo la menor idea de cómo salir de allí.
Él voltea con ojos chispeantes y me sonríe divertido, pero sigue caminando sin detenerse hasta un claro de bosque.
- Eres demasiado confiada Laura- me dice cuando bajamos del auto. Pero parece que alguien allá arriba te protege.
- Si, respondo con una sonrisa fingida. Acabamos de llegar a Santiago y el frío me congela los huesos. Ha sido un viaje demasiado largo, en algun lugar de mis sueños y pesadillas queda el bosque, Mariano y el viaje a pie.
Quisiera salir corriendo, volver al bosque, seguir caminando. En esta ciudad no tengo nada que me haga sentir pasión, valor ni miedo. Hay un vacío dentro mío y bajo la ducha caliente no aguanto más y me derrumbo a llorar unos minutos por el hombre, que me acaba de devolver a la orilla del mundo real a la que no me interesaba volver.
- Dime que nos quedaremos juntos- resuena en mi cabeza- Que no te irás, Lau. Que te quedarás un poco más. Y yo me quedo callada mirando ese lunar negro en su iris izquierdo y no se me ocurre mentirle. ¡Maldita sea! No se me ocurrió mentirle.
domingo, octubre 08, 2006
4. En la Ciudad de la Furia
Por esa ciudad que se tiñe de rosa al atardecer, dos personas van caminando. Ella, es una joven risueña de falda a líneas oblicuas blanquinegras y el descaro de una blusa roja que muestra el inicio de unos pechos, que retan al mundo a volverla a mirar. Camina despreocupada y feliz por la ciudad de la furia, repentinamente protegida por una suerte que siempre le es adversa.
Él en cambio, es un joven algo triste. Su rostro por momentos es inexpresivo y camina al lado de ella encorvado por el peso de una gran mochila de la que cuelgan zapatos demasiado grandes. Su figura alta, pasa entre la gente intentando protegerla de los tipos malos, siempre un paso antes que tropiece, siempre allí para ella.
Y ella lo ve mirarla a lo lejos y ya no se puede ir. Un día mas piensa, cuando a la distancia Mariano la mira sin pestañear en medio del río de gente que camina despreocupada sin saber quienes son. Entonces vuelve a él y lo abraza y parece que ése corto tiempo separados, fuera una herida que solo ella tiene la capacidad de sanar. Que solo un día más pudiera hacer la diferencia entre el dolor o su ausencia.
Ambos caminan de la mano, ella habla con prisa, él sonríe de a pocos. Las avenidas asfaltadas se abren entonces como arterias sangrantes de una ciudad que agoniza. Ellos caminan sin preocuparse de nada, los pies ampollados, la espalda arqueada. Descansan en las esquinas, en los bancos de los parques. Toman helado y cantan. Si, ella ahora canta.
Han pasado meses sin que ella pudiera volver a cantar públicamente, su vocecita sale aguda como la de una niña pequeña y en el parque iluminado por las luces del atardecer que no termina, los tordos y las demás aves vuelan asustadas, por esa voz que rompe el silencio. Él entonces sonríe. Si, sonríe. Porque a veces Mariano sonríe y sus dientes blancos lo iluminan todo. Hace una mueca graciosa y luego la besa. Su beso es largo y sin pausas, despreocupado del público, de la gente, del bullicio. Ese beso se puede dar ante un semáforo en rojo o ante un semáforo en verde. Ella ya no sabe. Cuando él la besa, las luces de la ciudad se encienden y ella ya no piensa en volver a casa.
Los álamos del parque estiran entonces sus ramas hasta tocar el cielo, el viento sopla arriba en sus copas primaverales. Mientras abajo ellos toman la siesta, abrazados a pesar del calor, jugando con la yema de los dedos. Jugando a sentir. A adivinar el futuro en la palma de sus manos. Quedan días largos, noches frías, madrugadas en ninguna parte. Ella podría irse en cualquier momento, en este minuto si fuera preciso. Pero no se va, no se irá y él lo sabe.
La ciudad sangra su pena vacía, pero ellos la ignoran. Mientras estén juntos todo estará bien.
La noche cae y el bosque se queda vacío de la gente que trota sudorosa por los senderos de hojas secas. Ambos se quedan solos sin hacer ruido, ni hacerse el amor, abrazados en una promesa de amor que no durará más allá de una noche. De un amanecer en ninguna parte.
Solo una noche más, piensa ella cuando amanece. Pero para Mariano el mundo es una noche eterna en la que solo los más listos se mantienen despiertos.
sábado, octubre 07, 2006
3. En la Cárcel
Abelardo viene a visitarnos de vez en cuando, por los juicios que defiende en la ciudad. Es probablemente el único de los parientes de mi padre al que mi madre no aborrece. Le da lástima el muchacho, dice, mientras le separa comida caliente por si regresa tarde. A mi padre no le agrada tener en la familia a alguien que defienda asesinos y la escoria de la sociedad que debería ser despeñada porque no tiene solución. Dice que Abelardo no tiene escrúpulos, que no tiene moral alguna. Que quien a hierro vive a hierro muere y a él lo van a matar sus propios defendidos.
Yo no sé cuando Abelardo comenzó a cambiar. Dicen que de niño era delgaducho y lerdo, luego se hizo obeso y a mitad de camino entre ambas fases se volvió físico culturista. Tenía un cuerpo tan bien cuidado que incluso ganaba premios por su buena forma. Ya más seguro de si mismo, se hizo abogado y después de tardarse una década para salir de la universidad, con esposa e hijo incluidos, desapareció del mapa familiar con el resentimiento que tienen aquellos que son marginados por ser los torpes de la familia.
Decían que Abelardo no tenía de que vivir, que no conseguía puesto en ninguna parte. Que si no se volvía taxista, que se olvidara de seguir viviendo en el Perú, pues para su mala suerte, él no tenía ningún contacto en el exterior para irse a Europa o a Gringolandia como hicieron los otros jóvenes de esa época. Abelardo se tuvo que quedar aquí soportando las burlas de todos los demás primos y tíos que lo trataban como el retrasado de la familia paterna, tan creídos por sus títulos universitarios y maestrías en el extranjero.
Pasó el tiempo y solo volvimos a saber de él, el día que se hizo rico. Si, rico. Porque para una familia de clase media como la suya, en que a nadie le sobra plata para ayudar al prójimo, él era un rico de pies a cabeza, con todos esos celulares caros, la ropa huachafamente “de marca” y ese derroche de alcohol y propinas en las fiestas y bautizos. Se hizo de una casa enorme y de una amante bonita. De pronto se comenzó a correr la voz de que Abelardo era llamado Alí Baba, por andar rodeado siempre de los 40 ladrones. Al parecer era el abogado del mundo del hampa y eso hacía que al resto de la familia le diera prurito tener relaciones cercanas con él o con sus facinerosos clientes.
Abelardo disfrutaba de esa fama temeraria que se había conseguido gracias a sus clientes y las millonarias sumas que recibía por sacarlos de la cárcel. De ser siempre el chico mas burlado y el primo menos hábil del clan, pasaba a ser una suerte de salvador de asesinos y el abogado mas pedido de las cárceles. Abelardo defendía todo lo que se le pusiera en frente, narcotraficantes, asesinos, asaltantes de bancos y violadores. De todos ellos siempre decía, que los de mejor talante y fidelidad eran los asesinos, pues eran personas muy dadas a la caridad y al amor al prójimo cuando cesaba su faena. Que los peores eran los violadores, porque se dejaban llevar por la pasión del momento y no podías confiar jamás en ellos y que por tanto jamás se daría el trabajo de defender a uno. Menos si se trataba de un violador de niños.
La única vez que hizo una excepción fue con Benjamín Flores alias “Cebollita” él que había sido acusado de seducir y violar a su hijastra de 14 años, una menor con retardo del lenguaje. La niña había venido a vivir con él y su madre, desde el Cuzco y después de 10 meses en que aún no conocía bien la capital, desapareció de casa sin dejar rastro. El hombre y su esposa comenzaron a buscarla desesperados por varias semanas, hasta que fueron notificados por la comisaría de la zona, que la niña había sido hallada. El hombre, panadero de 40 años querido por todos en el barrio, fue acompañando a su mujer a recuperar a la hijastra, cuando fue apresado en el acto por la acusación de violador de menores.
Al encontrarla habían descubierto que la niña había sido violada en repetidas oportunidades y acusaba al padrastro de la violación. Una vez en la cárcel y enfrentado a una de las mayores condenas en el país por tal delito, fue “bautizado” por los demás presidiarios hasta llegar a la enfermería por la brutalidad del acto. Abandonado por su esposa y repudiado por sus familiares y el barrio entero, solicitó la ayuda de Abelardo para su defensa, aunque no disponía de un cobre. Durante casi 8 meses Cebollita lloró por la ayuda de Abelardo en su caso, pues sabía que él podía sacar a cualquiera en esa jurisdicción.
¿Por qué lo ayudaste si no tenía dinero y era violador de niños? Pregunté. Abelardo dejó entonces el trozo de chancho asado en el plato y respondió tranquilo: Porque era inocente.
La niña había sostenido relaciones con un vecino de la cuadra durante todos esos meses, hasta que quedó embarazada. Ahí fue cuando el verdadero violador y la madre de este la secuestraron y la llenaron de regalos para que acusara al padrastro. Obviamente la niña enamorada prefirió acusar al que le había dado de comer todos esos meses que al tipo treintón del cual se había enamorado. Luego sucedió lo del aborto. La chiquilla entonces fue llevada a un albergue del cual escapó y ahora el caso estaba paralizado por falta de medios y de testigos. Todo el testimonio lo había conseguido Abelardo valiéndose de sus dotes de gordo buena gente, mas que de buen abogado; sin embargo con la niña desparecida del planeta ya no se podía avanzar mas en el caso y “Cebollita” seguiría en prisión esperando condena mientras “se le caían los supositorios” después de la paliza violatoria que había recibido a su ingreso al penal.
“Eso pasa por falta de plata”- concluyó Abelardo- “si hubiera tenido guita yo lo sacaba de ahí desde la primera vez que me pidió ayuda, solo era cuestión de sobornar a unos cuantos y se evitaba tanta cosa”
Al ver todos los tatuajes de Mariano en la espalda y en los brazos, no pude evitar pensar que tal vez se los hubieran hecho en alguna cárcel. ¿Alguna vez has estado preso?- le pregunté mientras nos bañábamos juntos. No, nunca- respondió limpiándose el agua que le goteaba desde las cejas. ¿Y todos esos tatuajes?. ¿Qué hay con ellos?. Que me asustan todos esos lemas que tienes tatuados en la piel... No sé nada sobre ti Mariano, tu pasado, tu futuro, nada. El futuro si lo sabes, voy a ser el padre de tus hijos y vamos a vivir frente al mar terminado este viaje- dijo muy seguro de si mismo mientras me enjabonaba los hombros. De mi pasado te enterarás en el camino, preciosa.
viernes, octubre 06, 2006
2.Mariano y el sexo
Cuando solo se tenía sexo, el morbo podía mover cantidades infinitas de feromonas en ella, que alguien de apariencia perfecta no podía. Y él era lo más cercano a la perfección anatómica que ella había conocido. Su larga pierna musculosa salía fuera de la cama, mostrando un tatuaje tribal en la pantorrilla, su espalada mostraba otros más y en el brazo uno enorme del Che Guevara, ocupaba todo el deltoides derecho.
Su rostro de nariz recta, labios finos y barba crecida reposaban sobre la almohada del precario motel por horas. Ella lo miraba impaciente, si hubiera tenido un cigarrillo lo habría fumado solo por tener algo que hacer mientras él dormía.
Estaba exhausto, había trabajado toda la noche; en cambio ella había dormido rendida después de la caminata de aquel día, poniendo la tarima de tablas como tranca en la puerta y tomando un par de relajantes musculares que le quitaran el dolor de piernas y espalda que la había tenido afligida desde la tarde. Había dormido como muerta, despertándose de vez en cuando por los gritos delirantes de los inquilinos de la pieza vecina, en medio de la agonía sexual.
Los ojos de Mariano, a pesar de estar cerrados seguían siendo oscuros e impenetrables. Sus largas pestañas hacían sombra a las ojeras que le daban esa pinta de chico malo que la había atraído la primera vez que lo vio a mitad de la calle.
Ahora lo miraba dormir como si la mañana fuera eterna y no tuvieran que salir nuevamente de camino. Comenzó a contar sus tatuajes con el dedo índice rozándole la piel, pero cuando llegó a los primeros 10 él abrió los ojos, que lucían inyectados de sangre por la falta de sueño.
Estoy muerto, le dijo. Si, pero ya debemos irnos- respondió ella mientras le alisaba el cabello negro. ¿Te dolió el tatuaje del cuello? Un poco, en la base, aquí mira y acercó sus dedos a los pies del duende de los sueños que tenía tatuado al costado derecho del cuello. Ella lo acarició sin prisa. Debemos irnos, Mariano, voy a ducharme y nos vamos, ¿si?. Bañémonos juntos, dale. Ya te dije que no. ¿Por qué? Solo es una ducha. Porque te conozco y no lo haré sin preservativo. No lo haremos, amor. Te conozco Mariano. No lo haremos, báñate conmigo. No, ¡ya te dije que no!
Ella se levantó de la cama cuando el intentó sujetarla por la cadera. De un salto estuvo sobre el piso de madera que rechinó ante sus pies desnudos. Mariano era de lejos el tipo más alto con el que había estado. ¿Cuánto mides? le pregunto la primera vez que salieron juntos. Metro y 95 ¿Por qué? Porque me llevas mas de 30 centímetros. Y él le sonrío con una de esas muecas de niño que la enamoraban siempre. Ahora parados en medio de la habitación en penumbras de las 10 de la mañana, esos 30 centímetros de diferencia se hacían más notorios. Ambos desnudos y descalzos jugaban al cazador y la presa en una actitud de luchadores de Capoeira que le daba a Mariano toda la ventaja sobre ella, mas ágil pero pequeña.
Te dije que no me bañaré contigo. Si lo harás. El la abrazó de un solo zarpazo y la levantó hasta que estuvo de cara frente a él. ¿Te casarás conmigo? Y ella sonrió sin responderle. Dime que te casarás conmigo y te dejo bañarte sola. Ella lo besó como se besan a los niños que dicen barbaridades, buscando callarlos. Si, lo haré, ahora suéltame. ¿Me dejarás, verdad? Mariano, tú me dejarás antes. Yo no te dejaré. ¡Já! ¿Apostamos? Dijo ella mientras cerraba la puerta del baño y abría la llave del agua fría.
- ¡Te vas a casar conmigo Laura! Gritó él desde la habitación de luces mortecinas y cortinas de terciopelo.
- ¡Primero muerta! Respondió ella bajo el chorro de agua blanca.
- Eso se puede solucionar en este momento, dijo él entrando al baño sin forzar la chapa.
Ella entendió entonces, que eso que acababa de decir más que una simple respuesta era desde ya, una promesa.
Maricona
Ella gritó “maricona” pedaleando su hermosa bicicleta rosa a toda prisa muy delante mio. Yo no podía seguirla. No podía pedalear a toda velo...
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Si mis amigos (pocos) no tienen amigos. Eso significa algo? Somos una sociedad, un grupo? Ninguno se conoce entre sí, el factor irónicamente...
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Ya no quiero que me digas buena, a veces cansa. Hoy estuve escribiendo cosas, que parecian poemas. No lo son. Pero ya sabes, la gente etique...
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Laura: Dr. Creo que esta vez dejo por fin la terapia . Psquiatra: Ajá…Dígame y ¿por qué cree eso? Laura: Simple....!ME SIENTO FELIZ! ...