Ha llegado a tanta mi ansiedad, que he estado alejada de computadores u otros objetos que me estimulen a describir mi estado y a volver a la introspección diaria de ¿Qué quiero hacer realmente con mi vida? Así que me he decidido a ayudar en casa. Hace años que no lavaba ropa. Recién hoy día me di cuenta. Hace varios años que solo vengo a la casa, dejo mi bolsa de ropa sucia en el patio y dejo que alguien más la ponga en la lavadora. No importa si es ropa blanca o de color, si está tremendamente sucia o solo con olor a cigarro o perfume pasado. No. La dejo toda junta y alguien se encarga de hacerlo.
Pero hace algunas semanas, mi familia se ha declarado en huelga. Al darse cuenta que no sé manipular la lavadora, que no tengo idea de cómo programarla o que ciclo elegir para determinada ropa. Es un asco, con la tecnología digital a veces me siento una ignorante en cualquier campo. Así que hoy voy al patio y decido lavar la ropa, separo cada prenda y decido lavar a mano todas las ropas pequeñas. De pronto me doy cuenta que hace como 10 años que no lavo a mano, ni utilizo jabón y menos, uso cloro. Soy una inútil total, creyendo que puede vivir sola. Ja! Sola pero cerca de papito y mamita para que le solucionen los problemas. Soy un fiasco, pienso. Jamás viviré con alguien, solo para evitarle la tortura de tener que mantener a un parásito como yo. Pienso tantas cosas negativas, que solo falta que me flagele con la ropa mojada y diga Por mi culpa, por mi culpa!
Luego voy a la cocina. Quiero ayudar, digo. Pero no hay nada que hacer. ¿Puedo pelar las papas? Claro, dice mi madre, algo sorprendida. La verdad es que siento que necesito contacto humano, que quiero estar con gente alrededor todo el tiempo, que no quiero quedarme sola como ahora, para evitar pensar. La comida huele bien, hoy no he hecho ejercicios, ni me he bañado, sigo con el pijama y los cabellos de bruja. Si alguien me viera en este momento, pienso, vería a la mujer mas fea de la tierra, con un aspecto deplorable de ropa ancha, cabello volando, unos gruesos anteojos y la cara sin arreglar.
No quiero casarme, pienso. Si me caso, alguien un día me verá así y pensará que incluso Alf puede ser mas atractivo que yo, me querrá por compasión, se quedará conmigo solo por alguna gratitud injustificada. No querrá tener sexo, me preguntará ¿Dónde está la mujer de la que me enamoré? Y yo seré tan honesta que no sabré que contestar. Probablemente si sigo sin trabajar, simplemente me vuelva ama de casa y me suicide.
Aun no es hora de almorzar, todos aun siguen llenos. Mi padre corta las hojas de la parra en el patio, mi hermana barre, mi sobrino arregla su habitación, mi madre cocina. Nadie dice nada, solo asean la casa en silencio y con rapidez, como si esperáramos a alguien para el almuerzo. Pero yo estoy habladora, comento con mi hermana, acerca de mi carrera, rajo un poco, me permito decir groserías que no sean solo escritas. Me siento rara, alguna vez aprenderé a hablar porquerías sin sentir que hago algo malo. A veces me siento como un Norman Bates, con una personalidad para hacer y decir cosas descabelladas, pero que en la vida cotidiana, duda incluso para matar una mosca. Esa soy yo, pienso. En la vida familiar,
Laura Hammer está oculta como un monstruoso ser capaz de romper todos los límites y decir todas esas cosas que puedan herir a los demás y con frecuencia a si misma.
Llega la hora de ir a la mesa. Pero antes aprovecho para hablar con mi padre, quiere que le revise un tumor que le ha salido en la frente. Mi viejo llama tumores a cualquier cosa que le aparezca en el cuerpo, tiene una fijación con el cáncer, que raya en la hipocondría. Luego me dice que mi hermana y mi madre lo han hecho rabiar tanto en el desayuno que teme que esté dándole un derrame cerebral.
Yo soy una mala médica con mi padre, trato de quitarle toda importancia a sus
males y no le doy posibilidad a que piense demás. A que haga lo que todo
paciente ansioso hace cuando habla de sus problemas: Sentirse importante.
La muerte es un lugar tan cómodo para el que no quiere pelear por nada.
Es domingo por la noche, habla la ministra de la mujer por el noticiero y no puedo contener la risa. Es tan tonta.
Sra. Ministra, le preguntan, ¿porqué ha contratado gente sin experiencia para su despacho? Ella trata de negar que es a causa de la Búfalo Card y responde que son gente muy capaz y con muchos títulos y doctorados, incluso del extranjero. Usted ha puesto en la jefatura de tesorería a un joven que recién está terminando la universidad, enfatiza el periodista. “Es que hay que dar oportunidad a los jóvenes”, dice ella, con descaro. Pero ministra, en el CV de sus asesores, aparece que son practicantes solamente, que su título profesional está en trámite. Y ella dice la que de seguro será una frase célebre “Es que no lo pusieron por modestia”. Entonces la cámara hace zoom a su cara de palo. Y yo me muero de risa.
¿Quién dijo que para relajarse una necesitaba ver programas de humor?
Simplemente hay que poner el canal de noticias peruano.
Es domingo, casi media noche. Mañana empieza la primer semana que decide el resto de mi vida. Quisiera detener el tiempo, no tener que decidirme a nada. Tener 11 años y decir que tengo fiebre. Una fiebre que me vuelve incapaz de salir de casa, de dejar de escribir, de asumir mis miedos o buscar mi destino en otra parte.