martes, octubre 31, 2006

De patitas en el Banco

Hoy fuimos al banco. Yo de mal ánimo por tener que andar con $ 2000 encima, en una ciudad en donde cualquiera te descuartiza por 200 soles. ¿Por qué mi madre me hacía pasar por eso? Encima me pagaban en soles. Con la caída del dólar desde el año pasado, había perdido una buena cantidad que jamás vería, sin contar los intereses de todos estos meses. Pero, claro, eso no podía reclamárselo a mis padres,
a riesgo de quedar como la pequeña hija usurera de la familia.

Llegamos y era el eterno ritual de sacar el tickett, sentarte y darte cuenta que faltan como 100 puestos para que llamen a tu número.
El estar triste, hace que prefiera no hablar para no embarrarla toda. Así que allí estábamos, mi madre y yo sentadas en completo silencio, esperando que llegara el turno del ticket C 186, cuando apenas iban por el C 076.

Es gracioso como el mutismo te hace más observadora de la gente
de todas esas personas que abrían cuentas, revisaban saldos, pagaban cuentas. Toda una fauna de gente adoradora de dinero, en ese banco. Mujeres de pieles arrugadas, hombres con ropa de obrero, jóvenes con acné en la cara…Acné en la cara, eso me hacía recordar, que una prominencia parecida a la Montaña Fiji, se levantaba desde mi mentón, en víspera de la celebración del Día de las Brujas. Parece que la naturaleza se encargaba de darme el traje perfecto...
Yo que quería estrenar mi traje de odalisca y la naturaleza me daba el
papel de la Bruja Ogata con verruga incluida.
Malditas hormonas! Me dije por centésima vez esa mañana.

Ya había observado a todo individuo presente en ese banco hasta el cansacio. Volví a ver el marcador y allí estaba C 079,
¡¡¡en todo ese rato solo habían avanzado 3 puestos!!!
Algo debía fallar, probablemente los del código S de “sin tarjeta” si avanzaban rápido que los del código C "coju... con tarjeta".
Volví a ir a la máquina y esta vez elegí opción sin tarjeta. O.k, perfecto, mi ticket era ahora el 146 y solo me faltaban…113 puestos para llegar a la ventanilla…

Volví a mi butaca e intenté entablar una charla con mi madre. No quería culparla por nada de lo que me hubiera pasado en estos días…aunque era inevitable.
Era inevitable pensar que había tenido que viajar para acompañarla, perdiendo una vacante en ese maldito curso médico. Que probablemente ya no ingresaría a la residencia por ese insignificante detalle, que me imaginaba mi vida como una eterna médica general que cada año que pasa, se olvida más de lo que le enseñaron los 7 años de facultad y teme incluso entrar a una sala hospitalaria por esa inseguridad que les da a todos los que dejan por buen tiempo las aulas.

Era inevitable pensar que prestarle dinero a mis padres hace casi un año, había sido un mal negocio. Que YO seguía pagándome todos los cursos a los que me inscribiera, con mis escasos bienes y que la plata salía y salía, pero jamás regresaba. Que la única solución que veía mi madre a todo esto era que me quedara cerca de la familia, a hacer una especialidad aquí y me casara con alguien de aquí y tuviera una vida digna que AQUÍ sería bien vista.
Joderrrrrrrrrrr

No, lo mejor era hablar del clima. Mi madre es la persona más amorosa del mundo conmigo y me cortaría la lengua antes de decirle alguna maldad que la haga sentir mal...Más aun sabiendo, que cualquier cosa de mi parte puede ser una maldad...

Comencé a admirar a todas esas jovencitas que no llegaban a los 20 años, atendiendo tras las ventanillas.
Usando anteojos de marcos gruesos para darse un toque de distinción y madurez - del que oviamente aun carecían- para mostrarse seguras y capaces ante toda esa gente que atendían. Ese era el motivo de que yo también llevara mis enormes anteojos de marco negro: Hacerme parecer mayor. Y claro, ahora los odiaba, odiaba que la gente me dijera señora en las colas, que si me ponía abrigos pareciera una joven “mamá”, que si usaba botas, pareciera una joven “tía” y que en todo sitio, la gente me viera como la versión morena de la Vilma de Scooby Doo.

Envidiaba a esas jovencitas del banco con sus trajes bien planchados, las faldas cortísimas, los zapatos altos y las manos pulcras de quien no trabaja y vive solo para manipular el cochino dinero, por el que los demás nos sacamos la mugre (Vamos, hubo un tiempo en que yo me amanecía y trabajaba como bestia para conseguirlo…ahora soy una desocupada solidaria con la clase trabajadora de este país)

De nuevo el tablero marcador y ya habíamos avanzado 20 posiciones. Mi madre se adormitaba or la falta de charla, mientras yo veía los zapatos de toda la gente que ingresaba al banco y comprobaba que la personalidad de alguien se ve en los endemoniados zapatos. No solo la higiene o la marca del calzado.
El factor fundamental era el buen gusto
Tías rollizas y maquilladas hasta las orejas con zapatos de colores o enormes plataformas que mostraban unos dedos regordetes a punto de la gangrena. Hombres con botas rústicas y poses de Macho del valle. Jovencitas con zapatillas hondas, rodillas huesudas y piernas sin depilar; tíos con zapatos brillantes de charol, tratando de disimular su baja estatura con tacones de madera muy al estilo “bailaor” español, en fin una extensa lista de gente sin el menor cuidado de su persona ni de sus zapatos.

De pronto pensé que mucho del buen gusto para elegir ropa o calzado
se relacionaba con el hecho de elegir pareja.
Había gente que simplemente se conformaba con lo primero que le fuera cómodo. Sin darse cuenta si era huachafo o no. Como esa tía que vestía sandalias con medias azules creyéndose muy fashion porque combinaban con una blusa del mismo color. O el hombre de zapatillas blancas, o la mujer que equilibraba sobre unas plataformas de Transformista en la cola del banco.
A veces una simplemente, se conformaba con lo más sencillo y con lo que pudieras caminar el resto de tu vida, sin necesidad de mucha refacción o cuidado. O sea, conformarse con alguien común y corriente, que no diera problemas nunca y encima! te haga creer que eras mejor que antes de "usarlo".

Ahora comprendía porque seguía sola. Mi filosofía muy a lo China Tudela no encajaba en este mundo de gente calzando “tabas” todo terreno, que no jodieran por el mantenimiento.

Finalmente llegamos a la ventanilla. Una jovencita de manos pulcras, ropa planchada, pelo engominado y anteojos de última moda, me saludó con una sonrisa que mostraba unos frenillos que podían servir de pararrayos, pero que increíblemente le lucían bien en ese rostro de casi inocencia; la muchacha me ayudó con la endemoniada transacción que había tomado casi dos horas y se despidió con un "Estamos para servirle".


-Madre ¿por qué jamás me depositas el dinero directo en la cuenta y me haces pasar por esto?- le pregunté al salir.

-Es que conociendo como eres, pensé que necesitarías algo de ese dinero para comprarte unos nuevos zapatos, porque no creo que quieras llegar al verano con esos zapatazos de guerra.

Entonces observé mis zapatos, todo terreno, con el polvo de todas las ciudades impregnado desde hace un mes y me di cuenta

que el dinero y no el "buen gusto" es lo que te hace buscar comodidad en
las cosas mas simples, pero capaces de llevarte mas lejos que cualquiera.

lunes, octubre 30, 2006

Lunes/ Retazos

Caution: Posts Down.


Parece que lo de estar tristes, nos hubiera agarrado en bloque. Toda la gente a mi alrededor está un poco triste. No quiero preguntarles por qué, ni desearles que se mejoren. Cada quien tiene sus propios plazos para sentirse bien y su derecho inalienable a sentirse una mierda de vez en cuando.

Yo no me siento así, solo estoy en ese estado melancohólico, que sigue a las grandes migrañas. Con sueño y sin sueños. Caminando lento y sin ganas de hablar con nadie el tiempo suficiente para que me pregunte si de verdad me siento bien.

Es bueno escribir, nadie pregunta.

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Hace algunos semanas hablé con Claudio, hablábamos de los tipos que trabajan en el proyecto de la India, que son unas tremendas bestias sin capacidad de decisión. Hablábamos de uno en especial que había echado a perder todo su proyecto y por loq ue ahora le estaba escribiendo un mail de queja a los jefes. Yo colaboraba al mail con expresiones varias, aminorando los insultos.

Es admirable la globalización, yo era una peruana hablando desde Chile, a un chileno que trabaja en USA de cómo despedir a un indio que trabajaba en Bangalor y al que yo ni conocía. Entonces me doy cuenta que hablo a diario con cientos de personas que no conozco, pero sobre los cuales tengo cierto poder de acción y reacción. Tengo un pequeño poder mal enfocado.

Algo así como estar en el lado oscuro de la fuerza, pero sin querer asumirlo por completo.

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Sigo sin menstruar, debe ser el desequilibrio hormonal, lo que me pone de mal humor. Me pregunto que pasaría si usara anticonceptivos hormonales...Vaya, estaría hecha una loca! A veces me pregunto como hacían en la antigüedad para introducirles piedras en el útero de los camellos hembras y así evitar que se embaracen; era una especie de T de cobre, pero de piedra.
Me imagino con una piedra en el útero, como una versión morbosa y uterina de Demóstenes. Una piedra que me preserve estéril, una piedra que pueda hacerme hablar. Una piedra que haya migrado de mi cabeza a mi matriz para evitar que pueda parir individuos inútiles como yo.

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Mi madre bromea cada vez que le pido algo, dice que no lo hará, que sólo me ayudará si vuelvo con mi primer ex y me caso con él. Sabe que eso me hace rabiar. Que ese camino jamás lo recorreré. Que jamás volveremos a ser amigos. Ella no sabe, por supuesto, que la última vez, él me trató como si yo fuera nada, un bagazo con el que puedes acostarte sin besar en la boca. Alguien que puede satisfacer su deseo, mientras sigue con la novia perfecta, virginal y buena.
Como lo fui yo en un principio, antes dél, antes de todo.
Pero eso no le digo a mi madre, prefiero que siga pensando que soy una loca que no sabe lo que quiere y se enamora siempre de quien no debe.

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Me acabo de dar cuenta que yo también estoy triste. Pensé que solo era melancolía, pero en verdad estoy triste. Ojalá me calme pronto y todo vuelva la normalidad, ya van dos días en este estado de ser y no ser, disuelta en el limbo. Ayer, incluso, comencé a contarle mis mejores cuentos infantiles a alguien de mi edad. Fue extraño, se me habían venido a la mente todos, Las Mil y una noches, los cuentos rusos, los cuentos del Brasil. Todo era tan fácil cuando era niña. A veces, cuando cuento esas historias, me siento igual de inocente que entonces. Igual de buena. Igual de esperanzada en hallarle un final feliz a todos esos cuentos truncos de finales extraños.

Tal vez un día, yo misma te cuente alguno.
¿te agradará oír mi voz?

domingo, octubre 29, 2006

Domingo en Casa

Es domingo. He tratado de pasar el día sin tener que decidir que hacer con mi vida. Se supone que esta semana es la final, para saber si quiero vivir en Lima, o si quiero morir en otra parte. Prefiero no pensar hasta el último minuto, eso siempre da resultados.

Ha llegado a tanta mi ansiedad, que he estado alejada de computadores u otros objetos que me estimulen a describir mi estado y a volver a la introspección diaria de ¿Qué quiero hacer realmente con mi vida? Así que me he decidido a ayudar en casa. Hace años que no lavaba ropa. Recién hoy día me di cuenta. Hace varios años que solo vengo a la casa, dejo mi bolsa de ropa sucia en el patio y dejo que alguien más la ponga en la lavadora. No importa si es ropa blanca o de color, si está tremendamente sucia o solo con olor a cigarro o perfume pasado. No. La dejo toda junta y alguien se encarga de hacerlo.

Pero hace algunas semanas, mi familia se ha declarado en huelga. Al darse cuenta que no sé manipular la lavadora, que no tengo idea de cómo programarla o que ciclo elegir para determinada ropa. Es un asco, con la tecnología digital a veces me siento una ignorante en cualquier campo. Así que hoy voy al patio y decido lavar la ropa, separo cada prenda y decido lavar a mano todas las ropas pequeñas. De pronto me doy cuenta que hace como 10 años que no lavo a mano, ni utilizo jabón y menos, uso cloro. Soy una inútil total, creyendo que puede vivir sola. Ja! Sola pero cerca de papito y mamita para que le solucionen los problemas. Soy un fiasco, pienso. Jamás viviré con alguien, solo para evitarle la tortura de tener que mantener a un parásito como yo. Pienso tantas cosas negativas, que solo falta que me flagele con la ropa mojada y diga Por mi culpa, por mi culpa!

Luego voy a la cocina. Quiero ayudar, digo. Pero no hay nada que hacer. ¿Puedo pelar las papas? Claro, dice mi madre, algo sorprendida. La verdad es que siento que necesito contacto humano, que quiero estar con gente alrededor todo el tiempo, que no quiero quedarme sola como ahora, para evitar pensar. La comida huele bien, hoy no he hecho ejercicios, ni me he bañado, sigo con el pijama y los cabellos de bruja. Si alguien me viera en este momento, pienso, vería a la mujer mas fea de la tierra, con un aspecto deplorable de ropa ancha, cabello volando, unos gruesos anteojos y la cara sin arreglar.
No quiero casarme, pienso. Si me caso, alguien un día me verá así y pensará que incluso Alf puede ser mas atractivo que yo, me querrá por compasión, se quedará conmigo solo por alguna gratitud injustificada. No querrá tener sexo, me preguntará ¿Dónde está la mujer de la que me enamoré? Y yo seré tan honesta que no sabré que contestar. Probablemente si sigo sin trabajar, simplemente me vuelva ama de casa y me suicide.

Aun no es hora de almorzar, todos aun siguen llenos. Mi padre corta las hojas de la parra en el patio, mi hermana barre, mi sobrino arregla su habitación, mi madre cocina. Nadie dice nada, solo asean la casa en silencio y con rapidez, como si esperáramos a alguien para el almuerzo. Pero yo estoy habladora, comento con mi hermana, acerca de mi carrera, rajo un poco, me permito decir groserías que no sean solo escritas. Me siento rara, alguna vez aprenderé a hablar porquerías sin sentir que hago algo malo. A veces me siento como un Norman Bates, con una personalidad para hacer y decir cosas descabelladas, pero que en la vida cotidiana, duda incluso para matar una mosca. Esa soy yo, pienso. En la vida familiar,
Laura Hammer está oculta como un monstruoso ser capaz de romper todos los límites y decir todas esas cosas que puedan herir a los demás y con frecuencia a si misma.

Llega la hora de ir a la mesa. Pero antes aprovecho para hablar con mi padre, quiere que le revise un tumor que le ha salido en la frente. Mi viejo llama tumores a cualquier cosa que le aparezca en el cuerpo, tiene una fijación con el cáncer, que raya en la hipocondría. Luego me dice que mi hermana y mi madre lo han hecho rabiar tanto en el desayuno que teme que esté dándole un derrame cerebral.
Yo soy una mala médica con mi padre, trato de quitarle toda importancia a sus
males y no le doy posibilidad a que piense demás. A que haga lo que todo
paciente ansioso hace cuando habla de sus problemas: Sentirse importante
.
Luego le doy un masaje al cuello. Hacerle masajes a mi viejo es como tratar de doblegar a un toro, todo está tan tensado, que siento que los dedos se me parten. Estoy preocupado por ti, me dice. ¿Por qué? "Porque cuando las personas comienzan a hacer cojudeces están anunciando su muerte". Obviamente con cojudeces, se refiere a todas aquellas cosas anormales que he hecho hoy, como lavar, barrer y ayudar en la cocina. Yo me río, me hace reír. Luego pienso que tal vez me esté muriendo y aún no lo sé. Ese pensamiento me tranquiliza.
La muerte es un lugar tan cómodo para el que no quiere pelear por nada.

Es domingo por la noche, habla la ministra de la mujer por el noticiero y no puedo contener la risa. Es tan tonta.
Sra. Ministra, le preguntan, ¿porqué ha contratado gente sin experiencia para su despacho? Ella trata de negar que es a causa de la Búfalo Card y responde que son gente muy capaz y con muchos títulos y doctorados, incluso del extranjero. Usted ha puesto en la jefatura de tesorería a un joven que recién está terminando la universidad, enfatiza el periodista. “Es que hay que dar oportunidad a los jóvenes”, dice ella, con descaro. Pero ministra, en el CV de sus asesores, aparece que son practicantes solamente, que su título profesional está en trámite. Y ella dice la que de seguro será una frase célebre “Es que no lo pusieron por modestia”. Entonces la cámara hace zoom a su cara de palo. Y yo me muero de risa.
¿Quién dijo que para relajarse una necesitaba ver programas de humor?
Simplemente hay que poner el canal de noticias peruano.

Es domingo, casi media noche. Mañana empieza la primer semana que decide el resto de mi vida. Quisiera detener el tiempo, no tener que decidirme a nada. Tener 11 años y decir que tengo fiebre. Una fiebre que me vuelve incapaz de salir de casa, de dejar de escribir, de asumir mis miedos o buscar mi destino en otra parte.
Es domingo, fuck! Siempre domingo.

sábado, octubre 28, 2006

Nada de Nada

Hace dos días que está nublado, de pronto la gente parece gris y mi humor también. No me molesta estar así, digamos que es un estado de latencia. No ocurre nada, todo está inmóvil, sin embargo, mi ritmo de sueño se ha alterado de nuevo. Duermo demasiado, tengo sueños kilométricos, tan elaborados, que parecen un largometraje de ficción. Luego despierto algo alterada y solo quiero escribir, como ahora.

Despierto y siento que el día será larguísimo, pienso que si quiero ir a la playa debería dejar de desayunar y hacer mas ejercicio. Entonces me quedo mirando al techo sobre la cama destendida y pienso en esa historia que hace días quiero escribir, pero no hay la suficiente tranquilidad para recordarlo todo. Pienso, pienso y de pronto ya ha pasado media hora. Una unidad de tiempo en mi inútil vida de soñadora.

¿quién sabe? A lo mejor un día la escribo pienso y me voy al baño a terminar de despertar bajo el chorro de agua fría.


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No sé porque le temo a Buenos aires, a veces siento que hay algo allí que me espera, que una vez que llegue ya no podré salir. He pasado algunos días sintiendo una ansiedad extraña por saber que iría. Como si estuviera alguna clave del destino en esa ciudad, no te miento he sentido incluso miedo. Por eso al enterarme que podía elegir, he preferido no pasar mi cumpleaños allí. He preferido volver sola y sin nadie a la vista. Al destino hay que sorprenderlo a solas, para una batalla a muerte y sin testigos.

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Hoy he preferido escribir así, ando tan dispersa que sé que no terminaré una idea, pero necesito escribirlas para ordenarme un poco. Para tomar el control de algunos pensamientos volátiles. Para que no se acumulen ideas tontas por la noche que no me permitan dormir, que me hagan soñar nuevamente con esas playas solitarias, con esos cielos de fuego y esa gente a la que me parece conocer de algún otro tiempo. Un tiempo mas allá del tiempo.

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Una vez conocí un hombre que se veía muy bien, que hablaba muy bien, que escribía y pensaba muy bien. Del cual me comí el primer elogio y pensé que estaba hecho a mi medida. Quise salir con él, soñé con él muchas noches, luego pretendí olvidarlo.
Luego conocí por segunda vez a ese hombre y era un cínico, un mal tipo, tan mordaz que me dejaba agitada después de hablar con él, un tipo que no merecía que saliéramos nunca, porque estaba segura que si salíamos, lo vería tan lindo, que pelearíamos, nos acostaríamos, hablaríamos como viejos amantes, volveríamos a discutir…probablemente yo me enamoraría.
Hubo una tercera vez que conocí al mismo hombre, pero esta vez lloraba con voz de niño y yo pensé que no era tan malo, que solo estaba deprimido por eso hería a todos y pensaba que con pedir disculpas era suficiente. Le dije que lo entendía porque en cierta forma éramos iguales. Él se río y me recordó que la primera vez que hablamos, él me había dicho lo mismo. Entonces supe porque no debíamos vernos nunca. Era demasiado riesgo.

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¿Por qué siempre hablas de sexo? Me dicen. Yo no lo sé. No me he dado cuenta que lo hago. No creo que lo haga siempre. No me parece malo. Quieres provocar, me dicen. Eso buscas y luego te quejas. ¿eso busco? Hablo de cosas sexuales, porque pienso en eso con frecuencia. ¿acaso las mujeres no piensan en sexo todo el día?...A lo mejor no…O al menos no lo escriben.

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Hace dos días que está nublado, ciertamente, eso ha contribuido a que me halle así tan tranquila y pensante: pienso en el Caníbal, es tiempo ya de iniciar esa historia. pero a veces me da ocio, quisiera dictársela a alguien, que alguien escriba por mí. Pero no, no puedo. Debo dedicarme más y escribirla completa. Ahora cae el agua más blanca y más fría que de costumbre a pleno día nublado, deberían hacer un jacuzzi, pienso. Luego me burlo de mi misma. Si hicieran un jacuzz no saldría nunca más de esta casa. Simplemente lo tendría todo.


Tu Boca

Tu boca es un metal que se dobla por un beso mío,
Un metal herrumbroso por el recuerdo de mi humedad,
Un metal brillante a veces, tan filudo y frío,
Que me deja sangrando si te beso antes.
Eso es tu boca…Tu boca.

Mi boca, es lo que tu llamas una gruta oscura
Donde de vez en cuando hallas mariposas
Y otras soledad y hechizos de bruja,
Mi boca…tan triste…Mi boca.

Me hace pensar que no debería tocarte,
Que el continuo rodar de tus poros vacíos,
Y el continuo rodar de mi vida vacía,
No deberían unirse nunca.
Que es mejor seguir escribiendo
¿quién sabe?

Tu boca que es cera derritiéndose
Cuando me explora,
Mi boca que se vuelve de azúcar,
De limón amargo,
Llena de sabores y mixturas.

Tu boca en la mía, muriendo
Mi boca en la tuya en pos de redención.
Tu boca que ya resucita en mi beso,
La mía que ha empezado a agonizar
al saber que ese beso, si era de amor.


Ese nuestro único beso…el último de todos.



Desatinos de Madrugada

Estoy escribiendo todavía, muy despierta, muy despierta…
Como si mi voz pudiera cortar la noche y mi palabra curara alguna herida,
Sigo escribiendo sigo…y voy tan despierta que me asusto,
De lo consciente que estoy esta noche, de los embrujos a los que me rindo, de las caricias de las que aun soy víctima.

A veces, quisiera escribir para ti, que me veas mientras yo escribo. Me gusta tu placer voyeurista de verme cuando lo hago, de verme cuando me desnudo, de verme ¿por qué no? Cuando a veces sufro. Y yo me expongo, claro…me expongo. Y quisiera no tener que exponer mi carne y mis huesos o mi boca, quisiera que pudieras ver más allá de las simples palabras, pero es inútil. Cuando yo te hablo, nos miran todos y todos opinan y todos pueden sentir que mi poema es suyo, se lo apropian, me lo quitan. Solo tú sabes que aun escribo para ti. Solo tu sabes…¡bah! ¿Que importa?

Es de madrugada y yo sigo escribiendo, pensando, dejándome llevar por oscuros recuerdos. Quisiera contártelos todos, me es tan indiferente la eternidad que podría pasarme viviendo la vida minuto a minuto, para contártela luego, en algún después antes que me vaya. Que me vaya a otra parte ¿quién sabe? Yo no soy inmortal, ni un ángel eterno. No soy alguien que perdurará por siempre, pero si te lo cuento. Si te llego a contar todas mis cosas, tal vez trascienda entre tanta ficción una mentira que suene a verdad. Tal vez descubras mi realidad, revolcada en el fango de las bocas ajenas, de los labios murmurantes, tal vez trascienda algo de mí y me quede para siempre. En alguna memoria. En una sola.

Es madrugada y, quisiera decirte donde estoy, a donde puedes llamarme. Quisiera que me veas, aunque no puedas tocarme, quisiera darte algo de mí. Algo al menos, que te haga pensar que mas que palabras, yo te pude regalar, una idea, un sentimiento, una pasión por algo…quien sabe? Pido mucho…¿Quién soy yo para moverte del mundo?
Para desubicarte? ¿Quién?

Los hombres como tu buscan mujeres simples, que amen la sensibilidad y tengan una voz baja, que se alegren cuando hay que alegrarse y que arrojen una lágrima solo cuando es necesario. Tú no sabes la mujer que quieres, pero la quieres. Ya, ahora mismo. Alguien que no me complique demasiado, dices. Alguien que no me tire para abajo. Y yo oigo esas palabras que no terminas de pronunciar y me río. Porque yo quisiera que te compliques conmigo, que una vez en la vida, dejes las ganas de que la vida se te haga siempre fácil y todo te sea regalado y vengas a complicarte conmigo, a botar una lágrima viendo la comedia de la que el mundo ríe, o riéndote en la fanfarria de esos velorios sin muerto. Yo quiero que te compliques.

Y que me compliques a mí ¿Por qué no hacerlo? Que me mires y no sepa si me miras con alegría o me miras con pena. Que no sepa hasta el último momento si fue amor lo que tuvimos, o una batalla de sexo; si fue solo una demostración de ternura, larga y pesada como película muda. Solo caricias, solo palabras tontas…Yo quisiera que te compliques conmigo y yo poder hacerlo contigo. Odiarte, como a veces siento que te odio, por esa vida que no terminas de atar nunca, por esos cabos sueltos con los que un día vas a ahorcarme, por esa indecisión de tomar el toro por las astas…por esa mediocridad ¡por Dios! ¿Acaso no es mediocridad el que no puedas amarme? Que no te inspire más que ese gesto de “sería feliz contigo…pero no ahora…Jamás ahora”
Yo quisiera eso ¿me entiendes? Que dejes de esperar de la vida esa eternidad que promete, alguna otra vida en donde vivir sin errores, algún otro cielo en donde no haya dolor, algún otro tiempo en que las cosas sean perfectas. Quisiera tener el poder de levantarte de la silla y hacer lo que tengas que hacer para venir a verme, hacer lo que debas hacer para creer en ti…en mi…en esto….que ni sabes que existe…

Es tan triste…A veces simplemente, es tan triste. Que no sepa quien eres, ni por tu rostro, ni por tus gestos…que puedas ser cualquier persona y de repente, zas! Ninguna…Porque yo quiero que te compliques conmigo…pero es tan sencillo no hacerlo, voltear la página irse. Abandonarme, para que me ame otro, para que me de lo que no quieres darme. Para que otro sea el que sufra con la incertidumbre de pensar si amo realmente o no he amado nunca. Para que sepa lo que tú no te atreves a averiguar y me deje…nuevamente…sola, nuevamente. En esa petición eterna de amor sin respuestas…¿quieres complicarte conmigo? Porque yo si quiero.

viernes, octubre 27, 2006

Ser o No ser Gorda (2)

  • EL GIMNASIO

Para alguien como yo, que jamás en su vida ha entrado a un gimnasio, una de las máximas torturas que le puede ocurrir es ir a la recepción de uno de esos lugares “donde la gente que si sabe perder peso” y hallarse con un catálogo de todas las rutinas de ejercicio posible y en todos los horarios disponibles, a precios “cómodos” para alguien a quien “le sobre la plata”. Pero estaba ahí, en la recepción alfombrada, ante la mujer mas maquillada que he visto en mi vida preguntando “¿Que rutina me recomiendas?”

A decir verdad yo estaba ansiosa desde que llegué allí, viendo reflejada mi figura poco esbelta en todos los espejos de aquella recepción. Viendo salir a mujeres con unas mallas apretadísimas y músculos firmes, con bebidas energizantes en las manos y hablando emocionadas sobre el entrenamiento y las marcas de sus implementos deportivos. Mientras yo, en la recepción con mi buzo de felpa y mis gruesos anteojos , intentaba cambiar mi vida sedentaria por algún ejercicio que me levante la cola y me reduzca el abdomen ...o todo aquello que hubiera crecido adiposamente en contra de mi voluntad.

La tipa me miró de pies a cabeza con una cara de “Debiste inscribirte en
Abril, porque en tu cuerpo ya todo está consumado”

y agregó con la sonrisa más hipócrita que podía “puedes elegir cualqiera del catálogo0…Pero yo no entendía que querían decir los nombres de todas esas rutinas, ni los horarios, ni nada…la verdad estaba más bloqueda que con el más cruel de los exámenes de matemática, así que volví a arremeter, pero ésta vez con sudor en las manos

y una expresión de “solo tu puedes hacerme entender esta mierda de
catálogo”

pero la tipa ni enterada de mis habilidades de mimo seguía despidiéndose de cada una de las mujeres que salían con sus maletines de gimnasia y las caras rubicundas.

Mira, yo no he estado jamás en un gym- comencé a sincerarme- y quiero saber si hay algún grupo en el que no sea muy fuerte…”


Esta vez la versión criolla de la Barbie aeróbica me miró con una cara de

“¡que tal conch…con esa figura deberías pedir la rutina de entrenamiento de Rocky Balboa!”


Pero fiel a esa amabilidad acartonada de toda recepcionista de lugar fashion, continuó con una sonrisa

“Aquí no hay grupos básicos, te tienes que amoldar a la rutina así sea fuerte…”

Claramente esta mujer no entendía que yo le estaba pidiendo una rutina de la que no tuviera que renunciar al día siguiente por desgarro muscular. Que mi cerebro estaba convencido que debía existir alguna rutina gimnástica en ese lugar tan arreglado, para los que recién se inician en esa sacrificada labor que es el culto al cuerpo.


Aun así yo estaba decidida a lograr la recuperación de mi figura, así fuera en ese gimnasio lleno de gente “cool”(era el más cercano a casa, ni loca iría en bicicleta por cuadras y cuadras a diario hasta llegar uno barato).

No sé porque en ese momento sentí que acababa de
entrar a un campo de concentración, sin derecho a nada,

“Pero…- seguí sin conformarme- ¿Tu que opinas Tae Bo o aeróbicos?”
(Definitivamente eran los dos únicos nombres de los que tenía idea en que consistían)

Esta vez la Srta. “Me maquillo con pinturas Tekno” tuvo algún rasgo de compasión por la novata del lugar.
“Métete a aeróbicos o danza, ahí les enseñan a hacer steps y algunas coreografías”- agregó con cierto desdén que ya rayaba en la descortesía absoluta “tenemos un buen profesor. Ya hemos ganado varios concursos de coreografías"

¿¿Coreografías?? Hizo eco en mi cabeza…Había olvidado que yo no le puedo seguir
el paso a nadie, que esa era la razón por la que no me había metido a clases de
nada.


Me imaginé yendo a la derecha, mientras todos se movían a la izquierda, tropezándome con los steps, viendo mi imagen torpe, repetida en todos los espejos del lugar, pidiendo un inhalador a los 15 minutos de empezar la rutina.

No sé, pero de pronto me entró el pánico.

“¿Algo más?” agregó la Barbie aeróbica trayéndome desde el mundo mágico de “Prefiero la cirugía a pasar vergüenzas públicas”

si, dije en un hilo de voz ¿tengo que venir todo el mes o puedo pagar solo por días?”


Esa estrategia me hacía posible una escapatoria, al primer desgarro muscular, insuficiencia respiratoria o atentado a mi dignidad personal en público, después de iniciado el entrenamiento.

“Claro, puedes pagar 10 soles por sesión, si no quieres inscribirte todo el mes”


¿Eh? Me imaginé cuantos dulces podría comprar con ese dinero, cuantos CDS piratas, cuantas cosas que ahora parecían mas importantes para mí, que volver a ese Gimnasio del terror.

Me fui de allí, segura de una cosa. Volvería a mi tae bo casero para practicarlo a solas frente a un DVD que me había costado sólo 5 lucas; yo no necesitaba de gente que me “animara” a seguir el paso. Ni hacer cosas en grupo si eso implicaba una humillación pública. Ya pagaría, pero por utilizar sus máquinas o algo que valiera la pena.

No por andar gritando:

¡Si! Vamos chicas! 1, 2, 3…siempre la misma estupidez!

Post Número 366

El día nublado, la mañana brumosa y los teléfonos sonando. ¿por qué no me dejan escribir? Y subo el volumen a la música e ignoro los llamados y hago catarsis de mi vida. De todo lo malo, lo bueno y lo que sueño. Vivo en ficciones, ¿a quien le importa? Mi realidad siempre supera cualquier invento, alguien tenía que escribirla. O era yo o era nadie…Ni tu ni nadie, nadie…bah! Música mala.

Y el día sigue nublado y llegan correos de gente que no conozco o invitaciones para leerlos. ¿por qué tengo que leerlos? No es suficiente que los haya rechazado cientos de veces poniéndolos como Spam? ¿por qué me siguen invitando a leerlos? Leerte no debería ser una obligación, ni un deber. No debería ser un agradecimiento, a que me comentes o no. No debería ser un obsequio a tu ego más profundo, a ese contador de comentarios que se pudre con 2 o 3. ¿Por qué me invitan? A mi no me interesa leer de lo que hablas, ni de tus quejas de mujer llorona, menos de tu rebeldía fashion. Me jode tanto, me jode.

Y hace mucho que ya no me indisponía la gente virtual, aquella que te dice cosas “como nos leemos” “te leo siempre” “sabes que te leo” y entonces me río y digo “lo sé”, aunque no sepa una buena mierda de a lo que se refieren. Yo soy la típica egoísta que le es infiel a muchos, pero espera que le sean fiel...Me refiere a leer blogs.

A veces leo tan pocos, que podría ser que solo lea uno al día, pero me soplo en un día todos sus posts ¿Por qué? Porque me gusta como escribes, porque me inspiras, me pones una sonrisa, te siento honesto, incluso en la mordacidad o en la broma estúpida. Puedo oler la honestidad de vez en cuando, otras veces todo simplemente apesta.
¿Por qué me siguen enviando sugerencias para leerlos?

¿es lo que escribes tan realmente bueno, que crees que yo necesito leerlo? ¿Crees que no te diré, oye escribes una porquería que no me interesa? ¿ Crees que soy tan tolerante como para decirte alguna palabra bonita? Deberías agradecer que guardo silencio y no digo lo que pienso cuando termino algunos de esos bodrios a los que me invitas a leer.
Deberías agradecer que no te visite. Sería un mal público, tiraría pop corn desde la última fila, haría ruido, sería tan ruin que no me volverías a pedir que emita una opinión sobre las porquerías que escribes.

La música suena, mas volumen, mas agua, mas ganas de desgañitarse gritando un poco. Mi grito es escrito, jamás emitido. Es un insulto a veces, de vez en cuando un susurro. Esa es mi voz ¿pero a quien le importa? ¿Crees que me interesa que leas esta catarsis y emitas una opinión equilibrada, a la altura de las circunstancias? Hay post para inspirarte, hay otros como éste solo para que yo respire.

¿Crees que si me comentas varias veces yo estaré obligada a leerte? ¿Que te visitaré a diario, para saber de tu vida? Haz de enterarte que yo no leo blogs peruanos, a menos que sean mis amigos. La vida privada de quien no conozca me tiene sin cuidado ¿A qué carajo vienes a buscarme? No puedo opinar sobre tu ropa, ni sobre tus amigos, ni si está bien que quieras tener un hijo o acostarte con todos. Si no me gusta lo que escribes no volveré. Fin. ¿es tan difícil de entender?

Soy una mala blogger, poco social. Debería leer 50 blogs al día y ponrele cosas bonitas a todo el mundo para que se sientan bien y que su vida sea mejor. Y escribir una vez por semana para que mas gente lea las porquerias que escribo. Soy una mala blogger ¿eso crees? Porque de vez en cuando escribo poesía y otras veces pongo una foto calata. Porqué debería ser mas consecuente y hablar siempre en un lenguaje común que le agrade y puedan entender todos, como si fuera un diario de circulación masiva. Porque si hago catarsis, resulta que tiro barro en ventilador. Bah!
¿Es que acaso te das por aludido? ¿Te afecta que pueda estar refiriéndome a tus amigos?
Ja!
¿Sería mejor si pongo mi nombre real? ¿sería mejor que haga un blog para cada uno de mis estados de ánimo? Uno para cuando quiera hablar de sexo, otros para cuando sea niña buena, otro para mis anécdotas familiares, otro con un nombre ridículo en el que despotrinque de todo y todos? ¿sería mejor si te resulto hipócrita y con un seudónimo te aplaudo, mientras que con el otro te mando al infierno?

Si, obviamente para ti sería mejor. Pero para mi no. No me envíes ridículas invitaciones para leerte. Si lo que escribes es de mi gusto, yo sabré llegar. Mientras tanto, favor de no joder.

jueves, octubre 26, 2006

La Tierra del Olvido

-¿Qué es todo ese humo?- pregunté cuando vi la pequeña plaza del pueblo nublada por una humareda cada vez mas densa.
-
Es el trapiche, Dra. ¿Nunca lo había visto?

La verdad es que jamás había visto algo parecido, había humo cercando la ciudad que antes aparecía enmarcada por cultivos de caña y arroz. Era finales de Octubre y yo solía pasar las mañanas frente al ventanal del Centro médico evocando con cierta nostalgia, la imagen del mar ausente entre el valle amurallado.

El verano se dejaba sentir ya y el viento había tomado esa temperatura caliente que anunciaba un verano sofocante, sin ningún océano cerca y con los ríos secándose. Se acababa el año y yo había comenzado a usar las sandalias ligeras y los pantalones delgados que me dejaran soportar las largas mañanas de atención a pacientes.

Para Octubre ya me había acostumbrado a la gente y ellos a mí, hacía visitas
domiciliarias a pacientes enfermos e incluso tenía algunas invitaciones
pendientes para ir a almorzar a sus casas o ser madrina de sus hijos.
Por supuesto seguía la gente hablando mal, pero ya me había acostumbrando a ignorarlos y a causarles esa desazón que da a los chismosos el que “la víctima” no responda nunca a la mordacidad que acompaña su ignorancia.

Mi máximo placer era esperar a que llegara el único heladero de tres pueblos a la redonda y que anunciara con su cornetita que era Mi hora feliz. Entonces compraba todo el helado que hubiera y entraba a mi consultorio a disfrutar del placer escondido de quitarme las sandalias y poner las piernas en alto, para tomar mi helado de lúcuma y mango. El viento tibio de finales de Octubre azotaba entonces las persianas, agitando cada uno de los afiches médicos que colgaban del consultorio.

Era medio día y la gente evitaba venir a la consulta por el calor que implicaba salir a caminar por las calles asfixiantes donde el asfalto parecía derretirse bajo la suela de los zapatos. Y yo me abandonaba al aire artificial del viejo ventilador, a tomar helado descalza y a ver el pueblo extendiéndose hasta llegar al río, como una comunidad fantasma donde nada se mueve, excepto las copas de los árboles.

Me estaba gustando La Tierra del Olvido. Ese pueblo donde había sido olvidada del mundo y vivía en una continua recopilación de recuerdos para no salir loca.
Un pueblo en donde no hablaba con nadie fuera de la consulta y me encerraba largas horas a ejercitarme ante un televisor que transmitía alguna película mil veces vista.

A veces me llevaban en visita médica a casonas alejadas, oscuras a toda hora, llenas de gatos dormilones y bandadas de patos graznantes en la puerta. Entraba y siempre era el mismo espectáculo de un anciano agonizante acostado en una cama de colchas tejidas. Otras veces ancianas febriles, siempre con mil enfermedades y necesitando de todos los especialistas, pero saludando con ese beso y esa caricia anhelantes de manos sarmentosas, característica de aquellos que ya no miran.

Me llevaban y me recogían en un auto, de aquellos FORD antiguos que en ningún lado del mundo andan, excepto allí y a los que Claudio les tomaba fotografías y quería llevárselos por ser de Colección. A mi me daba risa, ver esas cafeteras brillantes moviéndose entre los caminos rurales, entre los altos eucaliptos y al lado de los campos cultivados y llegar con su rodar rengueante a alguna casona de amplios porches, con árboles de ciruelo afuera.
Alguien acercándome el lavador de porcelana blanca con una jarra inmaculada y explicándome “que por aquí solo hay agua de pozo y tome Usted este mantelito que bordé yo misma, para que se seque las manos. Gracias, ¿dónde está el señor fulano? Ya la está esperando, le he advertido que usted es jovencita y que no se pase de mañoso, pero a veces con la fiebre se ponen…Bueno Ud. Ya sabe. Si ya sé señora, vamos a verlo.”
Y así todas las veces, en que me hubiera quedado de médico de cabecera de esos viejitos, solo para que me dejaran dormir en esas perezosas de madera que tenían en el porche bajo la sombra de los ciruelos y los árboles de mango.

"Acá todo es sano doctorita, Ud. Debería quedarse. Pero que bah! tan jovencita la doctora,
seguro que quiere viajar a todo el mundo antes de quedarse en este pueblo
olvidado.¿No, doctora? ¿Verdad que Ud. Se va ir como se van todos los doctores
que son buenos?
Como el doctor Jiménez o la doctorita Rosa, si pues todos se van, es que en este pueblo nadie se queda, porque acá todos parecemos muertos. Y la carretera está tan lejos, no doctora? Cuando yo vine me pasaba lo mismo, solo quería irme, pero la ciudad quedaba tan lejos que me casé con esta negrita y me salió buena la negrita, asi vieja como la ve ahora, pero me salió buena, Doctora."

Y entonces el anciano blanco como la nieve, volvía a caer en el lecho luego del esfuerzo de hablarme y lo veía debatirse entre la fiebre y las moscas, cuidado solo por “su negrita” una anciana morena de cabellos blancos como el algodón.

Y yo pensando que así sería yo de vieja, mientras preparaba otra inyección,
pensando que me gustaría casarme con el hombre que amara y vivir en ese porche, bajo los árboles frutales y con los patos graznando en el jardín,
aunque no hubiera agua potable y el auto se tardará 2 horas en llegar a la posta médica mas cercana. Aunque toda la gente pareciera hecha de cera y el pueblo siempre pareciera habitado de fantasmas pululando entre los árboles de molle.

Yo pensando que ya no quería irme, que Nueva York quedaba demasiado lejos, que no me agradaría la nieve, que seguro jamás me acostumbraría, que mejor era que Claudio y yo termináramos esa fantasía de irnos a vivir juntos, porque a la larga y sufriríamos más y nos haríamos mas daño del que ya nos hacíamos con esa separación obligada.

- Dra. ¿Está llorando?
- No, para nada… solo es el humo del trapiche
, respondo.

Y la tierra del Olvido queda envuelta entonces, en esa niebla azucarada que sigue a la quema de la caña de finales de Octubre.

martes, octubre 24, 2006

En cámara lenta

Hoy me di cuenta que el billete de 5000 pesos tiene el rostro de Gabriela Mistral, es extraño que recién ahora lo note. Durante el viaje había estado leyendo “El Baile De la Victoria” y el protagonista reflexionaba sobre lo mismo a mitad de toda incertidumbre. Ahora al ver ese billete colorado en la tienda de cambios, recordaba las horas de viaje con el libro en el regazo y el corazón lleno de sueños, envuelta en la mantita invernal.
Skármeta, había logrado que la primera parte de mi viaje fuera alegre y feliz, deseando comerme un completo con chucrut como única ambición de madrugada, o unas empanadas de pino al llegar la tarde. Sin embargo el retorno había sido muy diferente.

Al retorno solo podía ver los acontecimientos en cámara lenta, las flores desprendiéndose de los árboles, el paso de los vehículos por las carreteras húmedas, el reflejo verdoso en los edificios. Mi cabeza recostada sobre la ventana y mis ojos a punto de cerrarse, cuajándose mis pupilas en unas lágrimas que no se atrevían a salir.

Yo no había hecho planes de irme, jamás lo hago. No sabía que pasaría, ni cuando volvería, solo estaba con el corazón dispuesto a experimentar todo lo que ocurriera. Mis amigos me dicen que no viajarían jamás solos, a mi me agrada hacerlo, siento que nadie rebasara mi círculo de independencia, nadie me guiará a ninguna parte. Yo caminaré hasta que quiera caminar y comeré solo cuando desee hacerlo.

Ahora todos son recuerdos en cámara lenta. Demasiadas imágenes huyendo de mí como alegres mariposas que rasgan con sus eléctricos colores un cuadro anteriormente solo pintado de gris. Para cuando volví, ya había terminado el libro y ese final me pareció tan triste que las últimas páginas me las pasé llorando, “No era justo”- me repetía a mi misma. Como tampoco era justo que el viaje, el bosque, las caminatas se quedaran solo a vivir como fantasmas inmóviles de mis recuerdos más caros.

Ahora se que sólo estaba triste. No era el libro, ni la historia, ni los cabos sueltos en ella. Era yo, viendo los finales sin esperanza. Era yo queriendo llorar un poco, para castigar a mi memoria de su pronta ingratitud. Era yo queriendo disculpar mi falta de amor.

A lo mejor si leo el final del mismo libro hoy, le halle una esperanza a todo. Ate los cabos sobrantes y me de cuenta que ese libro, así como mi viaje, o como las relaciones con las personas que me quieren y a las que yo he querido, no tuvieron un final truncado, solo son historias libres que dejaron abierta la puerta para que un día que estuviera feliz, me retornara toda esperanza.

lunes, octubre 23, 2006

Una Noche como Ebria

Cuando me ofrecen alcohol yo suelo decir que no bebo y es cierto. No me agrada el sabor de las bebidas alcohólicas y tampoco esa sensación de estar fuera de tu cuerpo y no tener control de nada.

Creo que esa es la principal razón por la que no bebo: Llegar a perder el control.

La gente suele ponerse alegre y mucho más cariñosa o asequible cuando está bajo el efecto alcohólico, yo no lo necesito. En las fiestas solía estar fuera de mis cabales sin beber un solo trago. Tráiganme agua, decía, solo necesito agua y bailar. Supongo que por eso se corrió la voz de que me gustaban las drogas. Ja! No aceptaba un sorbo de licor porque temía que el alcohol en mis venas fuera el detonante de cosas que luego no podría controlar.

Para cuando llegué a la Tierra del Olvido tuve que “aprender a beber”. En una ciudad donde todos bebían pisco como si fuera agua del caño, yo aprendí que beber cerveza es un juego de niños comparado al estado de embriaguez que puede provocar una buena reunión con pisco. Por supuesto, yo era “la Doctorita” así que en las reuniones y festividades era la encargada de probar todas las variedades de pisco que se les ocurriera. A los demás no les hacía ni cosquillas, pero yo sentía que la cara se me encendía y los labios se me adormecían, mientras cualquier imagen a mi alrededor tomaba un tono borroso y vibrátil. Las siguientes veces ya fue más fácil, era divertido ver a mis compañeros alegres y ebrios hablando estupidez y media, mientras yo no me cansaba de bailar.
Si con la sangre libre de alcohol yo puedo estar bailando casi toda la noche, era de esperar que con un poco de radicales OH en mi sangre bailara como si fuera la última noche de mi vida. No podía entender porque mis amigas comenzaban a reírse como si hubiera gas hilarante en el salón o porque no podían hallar sus llaves estando a solo 20 cm. de sus ojos. Hasta que me ocurrió.

Fue una noche después de una festividad del centro médico en que al bajar del auto, caminar me resultó la cosa mas difícil de la tierra.
Era la primera vez en mi vida que me sentía ebria, llegué a mi cama, me quité toda la ropa, todo comenzó a girar alrededor y un deseo incontrolable se apoderó de mí.
Tenía que llamarlo. Quien sabe como marqué todos los códigos y el número telefónico de Claudio, pero lo llamé y le dije todo lo que no le había podido decir en mis orgullosos 5 sentidos, empezando porque lo amaba más que a nadie y terminando por decirle que era un cabrón que no merecía ese amor. Todo eso entre lágrimas, moco y baba que hacían de esa, la escena más patética que pudiera registrar en mi memoria.

Después de aquella vez, solo bebía como todos “solo para alegrarme” y que no me tuvieran que preguntar a que secta pertenecía por no beber alcohol y en cambio solo agua. Pero el sábado me sentía especialmente dispuesta para perder el sentido. Por primera vez en mi vida saldría a un bar con mi hermana y su grupo de amigos y no tenía que estar temiendo que algún idiota “pensara mal” o quisiera besarme a la primera que bajara la guardia.

Lo primero era elegir la ropa.
Me di cuenta que en estos dos años había acumulado una cantidad de ropa porno increíble.

Que había comprado ropa a la que jamás le quité las etiquetas, pensando que solo la usaría en privado o cuando bajara de peso y ahora me quedaba demasiado corta, demasiado pequeña, demasiado apretada…en resumen demasiado hot, como para regresar temprano a casa. Con esa ropa podía perfectamente pasar por una “Desesperate Blog Wife”, solo me faltaba el cartelito de “se busca hombre con urgencia para noche única y tormentosa”.

Finalmente me decidí por el clásico blue jean con cinturón a prueba de violadores y las botas puntudas pro castración traumática. Entramos al bar y empezó la noche. A la primera rueda de cerveza la gente se puso alegre y las insinuaciones pasaron de ser sólo cómicas a volverse serias. Primer mandamiento de vida fraternal: Jamás le aceptarás coqueteos a los amigos de tu hermana (especialmente si tienen esa cara de violadores).
Por eso me alejé de allí y saqué a bailar a un tipo que se puso nervioso, cuando le pregunté si estaba solo.

Cuando una mujer toma la iniciativa pueden pasar dos cosas: o se piensan que son tan tremendamente guapos que creen que estás insinuándoles pasar una noche juntos, o se cohíben, enmudecen y se quedan más tiesos que perro en camión sin barandas.
Al tipo le ocurrió lo segundo, por suerte se comenzó a descongelar minutos después y de duro solo le quedaron ciertas regiones de su cuerpo, en las que ahora prefiero no pensar.

Para cuando volví a la mesa todos estaban mas que entonados, mas cerveza, mas vodka, mas todo y 20 minutos después yo ya estaba a la par de ellos bailando con un tipo de lentes que me decía que le cansaba la música electrónica y que prefería la salsa. Definitivamente esa noche no pondrían salsa, pero desde mis oídos taponados por el exceso de alcohol y música estridente, pude oír como algo parecido al reggaeton sonaba, en un idioma desconocido que después reconocí como spanglish rappero que terminaba en un masticado
"shakira, shakira".

Cada vez que volvía a la mesa hallaba más gente, más tragos, más cigarrillos, más sonrisas que se volvían carcajadas. Y yo sintiendo que mi cara se adormecía, que no era necesario quitarme los lentes para ver todos los rostros en un ambiente surrealista bárbaro, que de pronto quería bailar y bailar hasta que reviente aquel lugar. Y todos creyendo que estaba sana, sanísima, porque seguía bailando…

hasta que a eso de las 4 a.m., pusieron salsa y ahí se hizo evidente que no lo estaba.

Claro, yo sentía que si hacía una vuelta demasiado rápida resbalaría desde mis altas botas. Que si el tipo se movía a la derecha yo de pronto me movería a la izquierda, que estaba perdiendo el control de mis pies, que en cualquier momento podría pasar del buen baile al completo ridículo. De pronto el tipo me dijo sonriendo que “se notaba que me gustaba llevar”. ¿Lo estaba haciendo? Fuck! Claro yo había estado guiando todos los pasos y volteretas que parece que el tipo ni conocía. Había empezado a perder el control y ¡claro! Lógicamente me había hecho cargo del baile yo sola.

Para las 5 a.m. Perdí la cronología de los hechos, comencé a hablar en inglés con un tipo que me pedía a gritos que le hablara en español. A bailar con un tipo de Mar del Plata que se reía como estúpido. A recibir los cigarrillos de una tía lesbiana que no era mi tipo de mujer ideal, pero que al menos era chistosa. Y a subir al escenario que afortunadamente no era tan alto, con un grupo de dementes que bailaban Trans como alucinados, moviendo unas pulseras brillantes.

Por suerte estaba con mi hermana, que era la más conciente de todos.
Que hizo que nos dejaran al último para que las otras chicas lleguen sanas y
salvas a sus casas, que mantuvo la cordura en todo momento y jamás se rió demás, ni hizo bailes ridículos, ni hizo caer la jarra de vodka al piso, ni estuvo
hablando en la jerga del exorcista con los tipos del bar.
No ella no hizo nada de lo que yo hice y estuvo cuidando todo el tiempo de mí, hasta que llegamos al edificio y siguió caminandndo muy digna dejando que me desparramara en el jardín porque yo ya no podía caminar derecha, que me vio en el espectáculo calamitoso de caminar apoyada a todos los autos del estacionamiento haciendo sonar las alarmas, muerta de risa.
Tan digna ella, que después de 20 min. Seguía intentando encajar la llave en la puerta sin pedirle ayuda a su hermana menor que estaba tan ebria que no podía sostenerse sobre los tacos, pero que avanzó lentamente y con la cara más seria que tenía, se acercó a decirle:

-Hermanita, creo que nos hemos equivocado de
departamento.

domingo, octubre 22, 2006

En la clase media

Cuando mi buen amigo JM me preguntó las razones por las que no viviría en Lima, pensé en varias. Se me vinieron a la mente el tráfico, la inseguridad, la gente de rostro indolente, la contaminación, su maldito cielo gris, pero todas eran excusas.

No voy a Lima, le dije, porque allí viviría como pobre y eso me asusta.

Decir eso podría dar la percepción de que yo era alguien de plata, pero no lo soy. Es más, soy el prototipo de ciudadana de clase media a quien le da impotencia la pobreza de los otros, pero más allá de eso siente el miedo diario de que esa misma pobreza le puede morder los talones al primer descuido.
A veces pienso que la clase media, es sólo un nombre extra para los pobres bien instruidos. Para catalogar a aquellas familias con hijos profesionales que no tienen trabajo, una “clase” que se distingue más por sus ambiciones que por sus logros.

Mi hermana me repite que yo tuve suerte, que ellos no tuvieron todas las cosas que llegué a tener yo, por eso que no sé apreciar nada y vivo la vida como una frívola más.
Soy la última hija y fui criada sin que me faltara nada. Fue un golpe de suerte no haber pasado mi adolescencia en el primer periodo de García y no haber tenido todas esas “carencias” de las que habla mi hermana poniendo la cara seria.
Al oírla hablar, cualquiera tendría la idea de que mis hermanos pasaron la pubertad en un campo de concentración, faltándoles todo, viviendo entre penurias, pero no es cierto. Cuando mi hermana habla de carencias, se refiere a esas cosas suntuarias que te dan una posición social, como la ropa de moda, artefactos de los cuales alardear con tus amigos y salidas y viajes a lugares algo exóticos. Nada de eso estuvo en el menú de su vida juvenil.
Eran malos tiempos y cuatro hijos, mis viejos no pudieron proveer de esas cosas a mis hermanos. El dinero no le sobraba a nadie y la familia tuvo que acomodarse a lo que había. Un buen día mis padres tuvieron que retirarse del Rotary Club porque ya no podían con ese estilo de vida que no iba con nosotros, prometiendo reintegrase a la vida social cuando mis 3 hermanos terminaran la Universidad. Por supuesto, eso jamás pasó.
Como cualquier familia de clase media, nos acostumbramos a vivir con la mitad de todo. Yo era pequeña, ni lo sentí. Después de todo todos andaban en las mismas no? Cenando arroz con huevo frito, estudiando en colegios estatales, comprando solo la ropa necesaria en lugares que no fueran caros. Viviendo a la defensiva para que nos e desacomodara el presupuesto familiar.
No sé porque mi hermana recuerda con dolor esa época, a lo mejor el choque de estudiar en una Universidad privada y no poder estar a la par de la vida social de sus amigos le creaba conflictos. A veces solía acusar a mis padres de no haber planeado bien la familia, de que con solo dos hijos hubieran podido prodigarles más cosas y no tener que vivir así, faltando todo.
Luego las cosas cambiaron. La situación económica mejoró y mis hermanos se fueron de casa. Mis viejos se jubilaron y tuvieron más tiempo para viajar y comprar cosas innecesarias. Eran los 90´s y en casa todo parecía más nuevo, incluso llegué a creer que de verdad estábamos mejor que antes. Que podríamos tener todo lo que antes nos "faltaba".

Para cuando yo llegué a la adolescencia fui criada como hija única con todos los beneficios económicos que ello implica. Mis hermanos se habían ido de casa a buscar su destino y yo vivía sola en un departamento equipado con todo, bajo la protección económica de mis padres, sin envidiarle nada a nadie ¿Qué más podía pedir? Aparentemente lo tenía todo.

Pero ese fue el gran problema.

El peso mas grande para iniciar algo nuevo es sentirte cómoda en el lugar donde estás.
Tuve suerte, es cierto, pero ha sido un arma de doble filo el vivir entre nubes de algodón. Para romper con eso he tenido que dar muchos pasos dolorosos. Romper las cosas que me ataban a una vida cómoda, irme. No ha sido fácil, comencé dando pasos pequeños, pero para mí fueron enormes. Pronto me daría cuenta que ambicionaba más y más cosas que ya no estaban a mi alcance viviendo sola o de mi propio esfuerzo. Extrañaba a mi familia, no podía estar mucho tiempo alejada de ellos, me sentía nada.

Sin embargo, al inicio fue fácil, estaba sola y tenía dinero como para darme todos los placeres que se me ocurrieran. Me acostumbré a eso, no lo veía como algo extraordinario, pero bajar de esa línea me provocaría grandes cambios de ánimo. Creo que me creí el cuento de que tenía la vida que todos deseaban. Que no me faltaba nada, pero fue una percepcíón errónea.
Aun ahora me siento frustrada por esa falta de efectivo, por andar midiéndome en los gastos, por no hacer las cosas que antes disfrutaba. Por estar siempre preocupada por las cuentas.

El problema de haber sido criada “sin carencias” fue que me acostumbré siempre a tenerlo todo a la mano y a ser incapaz de aceptar que un día las cosas cambian y estás como todos a la intemperie esperando el abrazo imposible de una ciudad que Te recibe con los brazos abiertos...demasiado abiertos, como para sentirte acogida.

sábado, octubre 21, 2006

Nada de nada

Ja! Debería estar descansando, me duele la cabeza, me duele el cuerpo, cada maldito músculo. Es extraño, el dolor solo se acaba dándole más dolor. Pero prefiero el dolor físico al dolor espiritual. Vaya! Que mala comunista sería...siempre pienso que hay algo más allá de todo y que siempre, pero siempre hay otra oportunidad, no me puedo imaginar a la vida materialista y de un final específico como intentan hacérmela ver. Solo veo la vida y es una tuerca que giro y aprieto, para llegar a un nuevo nivel, a un nuevo dolor, a una nueva emoción.
Me imagino que la gente que me quiere para este punto ha se haber pensado que estoy triste, deprimida, abolida...Bah! Una joda escribir en público y que unas cuantas personas creen que te conocen más que tu misma. Una joda no poder volver a escribir en privado, por sentir que estás ocultando algo...algo más...Ya no sé que más podría ocultar, ¿mi cara? ¿mi cuerpo? ¿mi nombre?....Oculto tantas cosas, que a veces la gente que dice quererme, suele decir que está seducida por esa aura de misterio que me rodea siempre.
Ja! No tengo misterios, soy mas simple que un pan con miga y a veces un poco sensible, pero jamás romántica...jamás tan dulce como para creerme las baladas que oyen todos, o la trova extraña con la que se enarbolan algunos, o para leer poemas...No...no podría resistir a alguien que lo hiciera, siempre voy buscando algo mas fuerte, más y más...pero no demasiado. No me interesan los punk, ni yo a ellos, ni la gente full metal, ni la gente que se dice dura. Me enferman, me enferma esa pose de íconos que me causa náusea. Todo lo salvaje, todo lo duro, todo lo que promete autodestruirse, con lo que se ponga a la mano. Será por eso también, que odio los espejos.
Estoy cansada, físicamente agotada, pero mi mente se niega a irse a la cama: Demasiadas ideas. Demasiada música, demasiadas imágenes de películas a blanco y negro. Podría haber sido fotógrafa o si tuviera el suficiente dinero, incluso cineasta. Podría haber sido cualquier persona que intente retratar su realidad bajo su propia óptica, con su propia música y con las imágenes correctas. Podría ser cualquiera, pero yo solo se escribir...y esa es mi vía de escape, para un mundo que intento devolverlo con mi propio ámbito de visión, escarchado con mi propio aliento.
Extraño a Cienfuegos, te extraño necio, aunque dude si estás vivo o muerto o aun peor, olvidado.
Extraño a la gente diferente, antisocial, incomprendida. Que no hallan un hueco en el mundo donde encajar el suficiente tiempo. Ayer le hablaba de la música que oigo a mi hermana, un verdadero arroz con mango! cada vez que alguien me pregunta que música oigo, prefiero decir "fusiones" y ahí va todo, va el rock argentino que nadie publicita, van las fusiones de rock español, va Jamiroquai, bossa nova, chill out, Morrison, van demasiados y nada tiene que ver con lo anterior. Asi como yo no tengo nada que ver con lo que puedan pensar de mi, de mi apariencia, de lo que la gente que dice quererme quiere creer de mi.
A veces soy la musa de alguien, a veces su demonio...que mas da! Una joda nacer mujer y escribir como hombre, una joda sentir como mujere y ser entendida como hombre...una joda... en fin! me siento tan cansada. Podría estar bebiendo en algun lugar y contándole a alguien lo que se me pasa por la mente, pero no me agotaré intentandolo. Imposible. ¿quién ha leido todos los textos? Nadie. ¿quién me ha visto de carne y hueso? Nadie. ¿quién me odia lo suficiente? Nadie. le soy indiferente al mundo, como yo le soy a él. Así que no importa.
Me siento fatigada, hoy será una larga noche y bailaré y beberé y reiré como nunca, porque eso he estado esperando... Pero ahora me siento cansada, cada músculo, cada tendón, cada idea.
Pienso en esa canción La Bestia Pop, sonaba tan trsite a pesar de lo que quisiera demostrar, de ese tono salvaje de esa voz roca y entonces me parece oir esa frase "vamos a brillar mi amor- esta noche- vamos a brillar mi amor" y Mariano diciéndome que se refiere a drogas, que esa frase dice que esa noche ambos van a brillar porque van a estar drogados y entonces, se me caen las lágrimas, porque yo la siento triste a pesar de que la música haga parecer lo contrario, haga parecer que es solo otra canción salvaje y estúpida...como yo.
Yo siento esa letra tan triste y vacía como en un recuerdo pero no alcanzo a deprimirme , porque él me saca de allí y evita que piense demasiado.
El mundo está en movimiento, los que se quedan sentados a meditar sobre él, solo pueden derramar lágrimas, me dice. Y yo le creo y lo pongo en práctica, es entonces que comenzamos a vivir cada segundo sabiendo que será el último...Porque yo se que hay caballos que se mueren potros sin galopar.

viernes, octubre 20, 2006

Ser o No ser Gorda!!

Si hay una frase de la que ninguna
mujer está a salvo de decir es “Estoy gorda”.
Sea que se lo dice a si misma, a su familia, a sus amigos, o en la inmensa mayoría de casos a un hombre, la frase suena igual de categórica y no hay nadie que pueda convencerla de lo contrario.
El eterno martirio de una mujer es sentirse gorda, ya sea por los prototipos de mujer bella que se muestran en la Tv. de delgadas féminas sin un gramo de grasa sobre un cuerpo esbelto en donde cualquier ropa quedaría bien o porque desde niña le metieron la idea de que solo se es bonita teniendo el cuerpo de muñeca Barbie.
Pero si una decidiera obviar a la caja boba con publicidad apabullante llena de chicas en bikini acompañando cualquier producto de consumo masivo; no tardarán en recordarnos lo GORDAS que andamos, en los escaparates de cualquier tienda que se jacte de vender ropa a la moda.

A mi me ha pasado que cualquier ropa que me agrade existe, pero en una talla que es muy inferior a la mía y que está diseñada para pubertas sin senos ni trasero desarrollados
Claro, pienso rápidamente, es que esta
moda es para jovencitas de 16 que ignoran cualquier sobrecarga adiposa en su
cuerpo.


Entonces avanzo por los corredores del mall en busca de algo moderno que no me haga ver tan apretujada como un chorizo. Acudo al otro sector y ahí está la ropa que “Si es adecuada para mí”, léase ropa de tía de poca libido, que se viste con blusas holgadas, pantalones sueltos y etc. de indumentarias que tienen una “caída” genial sobre un cuerpo medianamente esbelto, o tan seco que no evidencia una mínima curva, pero que a mí me dan la apariencia avejentada propia de las mujeres con exceso de pechos que ya están en vías de engordar el trasero.

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Pienso que mi cuerpo no va con mi cara, que debieron darle mis tetas a alguien que supiera ganar dinero por ellas. Son una joda, cualquier suéter o blusa se abre o se ve apretada cuando se tiene que amoldar a las malditas bubbies. Lo único que puedo agradecer a la genética es que no me haya dado un trasero equiparable al par de susodichas, porque ya estaría yo, con un cuerpo rollizo digno de tía que atiende en pollada de barrio.

  • MALDITOS ESPEJOS

Pero la ropa de tallas pequeñas, no es el único problema. Están también los espejos. En las grandes tiendas tienen la costumbre de poner esos espejos de cuerpo entero en los vestidores, con una iluminación exagerada que resalte los dones de la prenda en cuestión. De lo que se olvidan los encargados de markéting, es que con ese tipo de iluminación una mujer puede caer en la cuenta de que su cuerpo está volviéndose un desastre.
Ante el espejo iluminadísimo de un mall, una toma
conciencia de que el tiempo y la vida sedentaria están jugando en
contra.

Me ha pasado que frente a ese tipo de espejos, me he quedado solo en ropa interior por varios minutos preguntándome ¿de dónde diablos salió esa estría? ¿Por qué mis piernas no se ven tan firmes como en el espejo de mi casa? O ¿por qué mi guata está más grande de lo que yo pensaba? Ese estado de shock en que uno descubre celulitis donde no había y se da cuenta que la Ley de la Gravedad cobra su cuota de víctimas en las mujeres que rondan los 30, me deja sin ganas de comprar nada más.

Pero me recupero y decido probarme la ropa que he llevado y ¡claro! Ahí empieza la segunda parte de la tortura. Que si el pantalón no cierra, que si la falda corta te da el aspecto de secretaria buscona, que si esa polera de cuello en V te hace ver los pechos como una madre que amamanta a trillizos…¡En fin! una joda total. En ese momento extraño las ferias de ropa en donde te desvistes detrás de una cortinita vieja sujetada por la vendedora y te alcanzan un espejo diminuto en donde solo se advierte una pequeña parte de ese cuerpo que va en vías de volverse voluminoso, pero a la que todas nos negamos siempre.

Por supuesto, eso también tiene sus bemoles. Me ha pasado que llegada a casa, con mi nueva ropa, de la cual la vendedora argumentaba “que me quedaba preciosa”, “que estaba hecha a mi medida” y etc de otras alabanzas al ego; resultaba que no era del color que vi en la tienda, que está mas chiquita, que es medio transparente, que se me rebalsan las chichis por el escote, que es demasiado corta en los muslos…en resumen, que con ese vestido mejor salgo a ganar plata a partir de las 12 de la noche en alguna calle concurrida.

Y es que una no se puede confiar de las vendedoras, mucho menos de aquellas jovencitas que tienen como máximo ideal ir vestidas por la calle como bailarinas reggaetoneras, con escotes gigantes y pantalones apretados que entran solo con ayuda de vaselina y mucha, pero mucha voluntad…Su buen gusto está en tela de juicio, dado que su lema es “Mientras mas carne muestres, mas sexy te ves” ...si claro, nos vemos en el camal de Yerbateros!

SIN CORDURA NI GORDURA

Durante el viaje me di cuenta que estaba engordando. Para alguien como yo que vivió toda su adolescencia con complejo de flaca y poto chico, el asumirse como fuera de línea en vías de engorde era un paso demasiado grande. Casi como aceptar “de acuerdo me volví blogger”. Sin embargo lo asumí. Ya no podía usar bikinis, ni vestir ropa pegada, sin sentir que mi estilo se acercaba más a bailarina de despedida de soltero que a lo que yo creía ser antes: Una flaca con buen cuerpo. Ja!

¡No pues! Si lo de flaca ya no me lo creía nadie. De pronto las vendedoras mencionaban frases como: “Estás llenita” "tienes mucha pierna" o “creo que te quedaría mejor una talla mas”, que es la manera más diplomática de decir:
“ya pues hijita, quítale papa al caldo si quieres usar esta ropa”.

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No faltaron las vendedoras sin una pizca de sensibilidad para mi nueva figura, como la vendedora de una tienda de trajes de baño haciendo gala de su floro más fecundo
“Flaca, se nota que en tu tiempo tuviste tu cuerpo, que estabas bien, tus pechos y tus piernas están bien, pero...YA FUISTE… ¡Engordaste pues!”; lo que en buen peruano quiere decir
“¡acepta la ropa que hay y no jodas!”

Vistas así las cosas, decidí volver al Tae bo. Después de dos años volvería a la rutina de ejercicios-dolor- dieta, para poder pasar un verano en la playa sin un pareo que me cubra del cuello a los pies. Necesitaba endurecer las piernas, rebajar el abdomen,
evitar ese primer signo que hace que las mujeres se vean casi
obesas: El espesor en los hombros
¡No! No llegaría a eso, acabaría con la guata y la cadera alta antes de que el resto del cuerpo siguiera ensanchándose.
Sería difícil, pero lo lograría. Esta vez no lo haría sola, acudiría donde la gente si sabe perder peso.

¡No! ¡No a un cirujano!
Hablaba de ir A un gimnasio.

Pero fue una Mala, malísima idea…

jueves, octubre 19, 2006

Los Almuerzos con mi viejo

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Almorzar a solas con mi padre es una de las cosas que en estos dos últimos años estoy aprendiendo a disfrutar. Hablar con él me llena de buen humor, además siempre salimos a algún lugar y él me deja pedir lo que desee y luego paga la cuenta. Cuando almorzamos juntos se porta muy bien y no reclama nada.

Antes no era así.

Antes odiaba quedarme a solas con mi padre y oírlo hablar tristemente, de sus recuerdos de sus sueños, de alguna que otra frustración. Oírlo hablar y no interrumpirlo para nada, sentir su depresión sobre mí, de vez en cuando algún sollozo que terminaba en lágrimas y yo allí, con esa incapacidad de decir algo adecuado. A veces solo lo abrazaba y esperaba que eso bastara, pero sabía que siempre era insuficiente. Estoy bien, me decía, es bueno llorar.
Es extraño, a veces digo esa misma frase ante mis amigos mas queridos, a veces me he abrazado a alguien y le he dicho “déjame llorar un poquito” y he comenzado a lagrimear sobre su camisa, hasta sosegarme. Luego todo volvía a estar bien. No había de que preocuparse. A veces pienso que mi viejo y yo somos iguales. No lo sé.

Elegimos la mesa de siempre en el jardín, casi junto a los músicos. Creo que si no quedara tan cerca, solo iríamos a ese restaurante en fechas festivas, pero a mi padre no le gusta ir demasiado lejos y a mí me gusta entrar en zapatillas y blue jean a un lugar al que la gente va intentando lucir formal y haciendo ver que no entran allí todos los días.

El pide algo simple, pero deja que yo pida un plato enorme, que ambos sabemos que no podré terminar. Deja que yo elija la bebida y ésta vez no se burla del mozo. Creo que sólo se burla de los mozos viejos, cuando son jóvenes y sonrientes se contiene de tomarles el pelo.

El viento agita las blancas sombrillas, levanta los manteles, hace volar las servilletas. “aquí es fácil comer”- le digo mientras empuño el tenedor. Y le cuento del viaje, de esa cena a la que me invitaron, en que había tantos cubiertos en la mesa que de solo verlos se me quitó el hambre. De la servilleta bordada que manché con la pintura de labios, de toda la ceremonia protocolar con que finge esa gente, para llevarse un poco de comida a la boca.

Mi padre se ríe, me comenta de los grandes fingidores, de la política, de las noticias. Me doy cuenta que me estoy riendo con cada uno de sus comentarios, antes tenía mas precaución de reír a carcajadas en público. Pero, estoy con mi padre ¿Qué importa?
Poco a poco me doy cuenta que voy devorando el plato que parecía enorme, que he tirado a la basura 3 días de sacrificada dieta hipocalórica. Mi viejo se ríe, para él yo siempre seré delgada, aunque se burle de mi guata en público.

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Le comienzo hablar de cosas médicas, Claudio dice que yo al hablar de medicina me transfiguro, que me cambia la voz que se me iluminan los ojos. Mi padre cree que no tengo vocación, que me equivoqué de carrera, que si él fuera yo, ya estaría trabajando gratis solo para ayudar al prójimo. Yo soy diferente, para mi ser médico es un sueño cumplido. Veo mis series favoritas E.R o “Grey´s Anatomy y me emociono mucho. Me siento como esos niños que al crecer lograron ser astronautas y que se enorgullecen de serlo, aunque aun no hayan salido en misión. Escucho atropina, sialidosis, dopamina y me siento feliz, de saber que está pasando. Me gusta la medicina, el problema es que en nuestro país, jamás se podrán pedir esos exámenes, ni actuar con la rapidez que aparece en la ficción de una serie televisiva.

El viento sigue soplando y de las palmeras caen algunas semillas. Le comento que en el viaje no pudimos almorzar al aire libre por el exceso de polen que caía sobre los manteles. Se queda callado y reflexiona luego, "Es que nosotros vivimos en un desierto"- me dice.

Le cuento sobre la cena con los tíos petulantes, que todo el mundo pedía carne de avestruz, pero yo pensé que en el Perú la podría probar en cualquier momento y que por eso me había inclinado por la carne de jabalí, porque pensé que tendría el sabor a cerdo, pero la habían aderezado tanto que igual podía ser de un vacuno cualquiera.

Mi viejo se ríe de mis anécdotas lidiando con los tenedores, con los platos raros, con el clima. Y se termina comiendo el resto del plato que no pude terminar.
¿Quieres postre? Me dice en son de burla, pero yo estoy explotando, pienso en todo el ejercicio que tendré que hacer si quiero ir a la playa este verano, sin necesidad de una burka que me cubra el exceso adiposo.

El cielo se ha nublado, “son los vientos del este”- menciona él cuando ve que me muero de frío. ¿A dónde vamos?- pregunto yo al salir. “A caminar, por supuesto”- me dice mientras me abraza.

miércoles, octubre 18, 2006

Miércoles entre Susurros

Yo despierto y escucho esa canción. Recién ahora tengo ánimo como para volver a oí­r canciones que hablen de amor, pero esta es diferente, la guitarra suena, una baterí­a de fondo, de pronto despierto y algo me hace creer que el mundo está en equilibrio. Es miércoles, el peor de los días, pero yo despierto y siento que todo estará bien. Tengo un sentimiento, una idea, algo rondando en mi cabeza, ya no me siento tan vací­a como ayer. Esa ansiedad que se apoderaba de mi pecho, que no me dejaba terminar de leer, de escribir, de caminar.
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Son las hormonas, me repito, la dieta hipocalórica, el exceso de café. Parece que fuera hambre, pero simplemente es ansiedad. Salgo a caminar, me pregunto a quien podrí­a comentarle esa pel­ícula de humor negro que vi hace unos dí­as, de una mujer que se enamora de un sepulturero y finge su propia muerte para fugarse con él. Seguramente solo le interesará oír la trama completa a algún freak como yo, me rí­o de eso y sigo caminando.

El dí­a tiene un sol precioso, se advierte el viento azotando los árboles y las canciones en los oídos, me siento tranquila, hablando en susurros. Hoy ando mas tranquila que ayer, en que solo pensaba en sexo, sexo por todos lados, en esas ocasiones preferirí­a dormirme, pero decido hacer ejercicio.
Avanzo aceleradamente en la máquina como un hámster loco, luego abdominales, después patadas. Es una rutina estúpida, pero me deja la mente en blanco, hasta quedarme tirada en el suelo de madera soñando con flores cayendo del techo, con una cascada transparente, con sonidos naturales, las paredes caen, las ventanas se abren, estoy en medio de un bosque...

Y de nuevo el sexo.
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Pienso en Ruffalo y esa escena de sexo a oscuras "In the cut", me encantó ver como se trasladaba la cámara en esa película, hasta volverte cómplice. De pronto me doy cuenta que desde los 13 años no me sentí­a atraí­da sexualmente por ningún actor de cara bonita. Este tipo no tiene cara bonita, solo tiene un atractivo animal.
Probablemente eso sea lo que necesito, pienso y la imagen de Mariano se me viene a la cabeza. El bosque, la fuente con el arco iris al caer la tarde, la forma que tiene de pronunciar Rioja arrastrando la R hasta hacer silbar las palabras.
Podrí­a hacer una pelí­cula de ese tipo, moverí­a la cámara rápidamente, con planos secundarios y mostrando solo la mitad del rostro.
¿Por qué nunca muestras el rostro en las fotos? Es la pregunta que me han hecho. Me gusta jugar- respondo rápidamente, luego me doy cuenta que es la verdad. Me gusta jugar a mostrar solo fragmentos del cuerpo, a fotografiar mis pies.
A quitarme la ropa.
¡Vaya! Me siento en el piso y pienso en ir a comer algo, mi comida saludable, ha estado sabrosa, pero me deja con hambre. Solo puedo pensar en sexo y una torta de chocolate. Camino un rato mas por la casa antes de bañarme, me veo en el espejo cuadriculado, que cubre la mitad de la pared y me desvisto lentamente.
No deberí­a estar sola, pienso. Es un desperdicio. Luego me rí­o de mi propia petulancia, ¡Que puedo hacer? A veces me gusto a mi misma. De niña pensaba que un hombre vivía dentro mí­o, me gustaba verme, tocarme, mi cuerpo era un regalo- pero me hacía sentir mal. Complejo de culpa- me parece oí­r de la boca de cualquier psiquiatra.
Durante el viaje comencé a buscar ropa árabe, pañoletas, turbantes, me fascina la idea de vivir como en Las Mil y una Noches. Entramos encorvadas a esa tienda donde habí­a incienso y música hindú, con toda esa ropa extraña colgando desde el techo y dificultando la visión del turco que atendí­a al fondo, vestido de blanco y con un alto turbante como algún personaje de historieta.
Mi hermana y yo reí­mos, pues nos sentimos en casa, todos allá­ son ojerosos y con la nariz que caracteriza a la familia. El cabello rizado, la sonrisa constante, igual que en casa. Las mujeres nos muestran los velos, todo es demasiado brillante, hasta que lo veo. Ahí­ esta. Es esa indumentaria bordada con monedas pequeñas para que suenen cuando se baila moviendo la cadera. La compro sin preguntar el precio. Mi hermana se rí­e de mí­, no puede creerlo.
Ahora frente al espejo me amarro ese trapo- que no sé ni como pronunciarle el nombre- a la cintura y me pongo el velo. Solo con la ropa interior y el velo, bailo hasta que me duelen los muslos. Es mejor terapia que las patadas al aire o los abdominales, bailar siempre ha sido mi mejor terapia para olvidarlo todo.
De nuevo pienso en sexo, pero ya es hora de bañarse.
Entro a la ducha y dejo que se lave cualquier recuerdo de mi mente y de mi piel, solo queda en mí­ la canción que me despertó en la mañana y una idea difusa de que todo estará bien. Es un miércoles cualquiera y yo trato de vencer mis mareas hormonales, la ansiedad, los recuerdos del viaje, cualquier demonio que no me deje caminar en paz.

martes, octubre 17, 2006

" EN 5 MINUTOS"

El asfalto cruje bajo los pies de Urbano cuando sale de casa y decide no tomar el tren al trabajo, ésta vez irá caminando. Sorprende a la madrugada cuando las flores apenas se están desperezando, cuando la escarcha aun no se ha derretido en los cristales de las ventanas.

Urbano camina con el rostro inmutable de camino al trabajo, no se resiente ante el frío, ante la gente que mendiga, ante los perros famélicos que pasean por las calles a esa hora. Urbano se desplaza en su propia atmósfera de pensamientos tristes, tratando de dilucidar los recuerdos de los sueños, la gente que conoce, de aquella que nunca ha visto.

Urbano camina solamente y el mundo se abre paso ante su indiferencia, como una flor gris carente de toda belleza. La gente lo saluda al pasar, él saluda a su vez y el resto es silencio. Se vuelven silenciosos los pasillos, los trenes, los restaurantes. Urbano no escucha ni intenta escuchar lo que dice la gente. Ellos están ahí como letras sobrantes de ese poema triste que se escribe a diario. Nadie vale la pena lo suficiente como para volver la cabeza, para ofrecerle ayuda, para dirigirle una palabra que no sea la de siempre. Ese cortés “Buenos días”, ese educado “Buenas tardes”, que Urbano arroja como insulto bien planeado de indiferencia cotidiana.

Los días para Urbano son siempre los mismos, las calles de su ciudad natal, llenos de gente que no entendería lo que piensa, por eso él ya no intenta hablar con nadie de lo que ocurre en su cabeza, de sus ideas que son locas, de sus recuerdos que son sueños, de su futuro que es incierto. Ve gotear cada segundo en el reloj esférico, esperando que se haga hora de salir, de irse a alguna parte, de desaparecer de esa ciudad asfíctica donde él ya no oye ni habla... ni espera.

El día es igual de inanimado las 24 horas, su existencia se mueve sobre ese segundero implacable, incluso terminado el trabajo. Cruza cada una de las calles pequeñas, con paso calculado sin pararse ante nada, hasta llegar al malecón desde donde el mar se ve igual de gris que el resto de la ciudad. El reloj marca las 5:05 y entonces el mundo se detiene. El cielo gris florece a un color naranja que se derrama por los techos de la ciudad, por sus cristales opacos, por los jardines muertos y por las veredas rotas. En ese momento Urbano deja su expresión de muñeco laqueado y su mirada gris se ilumina con la presencia de la mujer que camina por el malecón, en dirección a él, sin bajar la mirada.

La ve avanzar entre la gente y la vida florece a su paso, por cinco minutos solamente, él la vuelve a ver con el cabello suelto, la sonrisa perfecta y esa piel tersa de la primera vez. Su vestido blanco es un lirio delicado, su cuerpo un frágil pecíolo. Y Urbano la mira desde sus recuerdos, mas luminosa y pura que siempre. Casi perfecta, en medio de la ciudad que se tiñe de naranja durante solo 5 minutos.
Ella se acerca tanto que casi puede sentir su aliento frutado cuando pronuncia su nombre. Urbano en ese momento tiene toda la poesía del mundo atrapada en su boca, palpita en todos sus rincones el poder de la frase que no alcanza a decir, que se queda atrapada por la amalgama de su saliva otra vez. Atrapada por esa emoción de volver a verla solo por 5 minutos.

Ella se acerca en actitud de besarlo, pero pasa de largo hasta dejar su risa musical sobre su oído izquierdo, dejándolo inmóvil, sin palabras para decir. Completamente tonto, con ella tan cerca y sin tener nada que la convenza a quedarse, excepto ese abrazo silente que sueña darle desde que la conoció. Ella se va y su abrazo se pierde en la nada, cuando su cuerpo desaparece entre las manos de Urbano y la ciudad se vuelve a teñir de gris antes que alcance a decir una palabra que lo haga sentir humano.

Atardece poco a poco en la mirada de Urbano, hasta hacerse gris y oscura como todos los días. La ciudad vuelve a ser de concreto, los jardines se marchitan, el asfalto vuelve a crujir bajo sus pies cuando él se dirige a casa. El reloj vuelve a correr y él siente su correr implacable en el oído en donde hasta hace poco su risa tintineaba feliz y serena.

El reloj vuelve a correr, la ciudad vuelve a su movimiento habitual de indolencia diaria, pero la vida de Urbano en cambio, se queda inmóvil hasta el siguiente día cuando el reloj vuelva marcar la hora exacta en que la ciudad se tiñe de naranja y aparece una mujer vestida de lirio, para decirle desde algun sueño: Despierta, Urbano, despierta...

La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...