sábado, octubre 28, 2006

Nada de Nada

Hace dos días que está nublado, de pronto la gente parece gris y mi humor también. No me molesta estar así, digamos que es un estado de latencia. No ocurre nada, todo está inmóvil, sin embargo, mi ritmo de sueño se ha alterado de nuevo. Duermo demasiado, tengo sueños kilométricos, tan elaborados, que parecen un largometraje de ficción. Luego despierto algo alterada y solo quiero escribir, como ahora.

Despierto y siento que el día será larguísimo, pienso que si quiero ir a la playa debería dejar de desayunar y hacer mas ejercicio. Entonces me quedo mirando al techo sobre la cama destendida y pienso en esa historia que hace días quiero escribir, pero no hay la suficiente tranquilidad para recordarlo todo. Pienso, pienso y de pronto ya ha pasado media hora. Una unidad de tiempo en mi inútil vida de soñadora.

¿quién sabe? A lo mejor un día la escribo pienso y me voy al baño a terminar de despertar bajo el chorro de agua fría.


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No sé porque le temo a Buenos aires, a veces siento que hay algo allí que me espera, que una vez que llegue ya no podré salir. He pasado algunos días sintiendo una ansiedad extraña por saber que iría. Como si estuviera alguna clave del destino en esa ciudad, no te miento he sentido incluso miedo. Por eso al enterarme que podía elegir, he preferido no pasar mi cumpleaños allí. He preferido volver sola y sin nadie a la vista. Al destino hay que sorprenderlo a solas, para una batalla a muerte y sin testigos.

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Hoy he preferido escribir así, ando tan dispersa que sé que no terminaré una idea, pero necesito escribirlas para ordenarme un poco. Para tomar el control de algunos pensamientos volátiles. Para que no se acumulen ideas tontas por la noche que no me permitan dormir, que me hagan soñar nuevamente con esas playas solitarias, con esos cielos de fuego y esa gente a la que me parece conocer de algún otro tiempo. Un tiempo mas allá del tiempo.

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Una vez conocí un hombre que se veía muy bien, que hablaba muy bien, que escribía y pensaba muy bien. Del cual me comí el primer elogio y pensé que estaba hecho a mi medida. Quise salir con él, soñé con él muchas noches, luego pretendí olvidarlo.
Luego conocí por segunda vez a ese hombre y era un cínico, un mal tipo, tan mordaz que me dejaba agitada después de hablar con él, un tipo que no merecía que saliéramos nunca, porque estaba segura que si salíamos, lo vería tan lindo, que pelearíamos, nos acostaríamos, hablaríamos como viejos amantes, volveríamos a discutir…probablemente yo me enamoraría.
Hubo una tercera vez que conocí al mismo hombre, pero esta vez lloraba con voz de niño y yo pensé que no era tan malo, que solo estaba deprimido por eso hería a todos y pensaba que con pedir disculpas era suficiente. Le dije que lo entendía porque en cierta forma éramos iguales. Él se río y me recordó que la primera vez que hablamos, él me había dicho lo mismo. Entonces supe porque no debíamos vernos nunca. Era demasiado riesgo.

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¿Por qué siempre hablas de sexo? Me dicen. Yo no lo sé. No me he dado cuenta que lo hago. No creo que lo haga siempre. No me parece malo. Quieres provocar, me dicen. Eso buscas y luego te quejas. ¿eso busco? Hablo de cosas sexuales, porque pienso en eso con frecuencia. ¿acaso las mujeres no piensan en sexo todo el día?...A lo mejor no…O al menos no lo escriben.

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Hace dos días que está nublado, ciertamente, eso ha contribuido a que me halle así tan tranquila y pensante: pienso en el Caníbal, es tiempo ya de iniciar esa historia. pero a veces me da ocio, quisiera dictársela a alguien, que alguien escriba por mí. Pero no, no puedo. Debo dedicarme más y escribirla completa. Ahora cae el agua más blanca y más fría que de costumbre a pleno día nublado, deberían hacer un jacuzzi, pienso. Luego me burlo de mi misma. Si hicieran un jacuzz no saldría nunca más de esta casa. Simplemente lo tendría todo.


Tu Boca

Tu boca es un metal que se dobla por un beso mío,
Un metal herrumbroso por el recuerdo de mi humedad,
Un metal brillante a veces, tan filudo y frío,
Que me deja sangrando si te beso antes.
Eso es tu boca…Tu boca.

Mi boca, es lo que tu llamas una gruta oscura
Donde de vez en cuando hallas mariposas
Y otras soledad y hechizos de bruja,
Mi boca…tan triste…Mi boca.

Me hace pensar que no debería tocarte,
Que el continuo rodar de tus poros vacíos,
Y el continuo rodar de mi vida vacía,
No deberían unirse nunca.
Que es mejor seguir escribiendo
¿quién sabe?

Tu boca que es cera derritiéndose
Cuando me explora,
Mi boca que se vuelve de azúcar,
De limón amargo,
Llena de sabores y mixturas.

Tu boca en la mía, muriendo
Mi boca en la tuya en pos de redención.
Tu boca que ya resucita en mi beso,
La mía que ha empezado a agonizar
al saber que ese beso, si era de amor.


Ese nuestro único beso…el último de todos.



Desatinos de Madrugada

Estoy escribiendo todavía, muy despierta, muy despierta…
Como si mi voz pudiera cortar la noche y mi palabra curara alguna herida,
Sigo escribiendo sigo…y voy tan despierta que me asusto,
De lo consciente que estoy esta noche, de los embrujos a los que me rindo, de las caricias de las que aun soy víctima.

A veces, quisiera escribir para ti, que me veas mientras yo escribo. Me gusta tu placer voyeurista de verme cuando lo hago, de verme cuando me desnudo, de verme ¿por qué no? Cuando a veces sufro. Y yo me expongo, claro…me expongo. Y quisiera no tener que exponer mi carne y mis huesos o mi boca, quisiera que pudieras ver más allá de las simples palabras, pero es inútil. Cuando yo te hablo, nos miran todos y todos opinan y todos pueden sentir que mi poema es suyo, se lo apropian, me lo quitan. Solo tú sabes que aun escribo para ti. Solo tu sabes…¡bah! ¿Que importa?

Es de madrugada y yo sigo escribiendo, pensando, dejándome llevar por oscuros recuerdos. Quisiera contártelos todos, me es tan indiferente la eternidad que podría pasarme viviendo la vida minuto a minuto, para contártela luego, en algún después antes que me vaya. Que me vaya a otra parte ¿quién sabe? Yo no soy inmortal, ni un ángel eterno. No soy alguien que perdurará por siempre, pero si te lo cuento. Si te llego a contar todas mis cosas, tal vez trascienda entre tanta ficción una mentira que suene a verdad. Tal vez descubras mi realidad, revolcada en el fango de las bocas ajenas, de los labios murmurantes, tal vez trascienda algo de mí y me quede para siempre. En alguna memoria. En una sola.

Es madrugada y, quisiera decirte donde estoy, a donde puedes llamarme. Quisiera que me veas, aunque no puedas tocarme, quisiera darte algo de mí. Algo al menos, que te haga pensar que mas que palabras, yo te pude regalar, una idea, un sentimiento, una pasión por algo…quien sabe? Pido mucho…¿Quién soy yo para moverte del mundo?
Para desubicarte? ¿Quién?

Los hombres como tu buscan mujeres simples, que amen la sensibilidad y tengan una voz baja, que se alegren cuando hay que alegrarse y que arrojen una lágrima solo cuando es necesario. Tú no sabes la mujer que quieres, pero la quieres. Ya, ahora mismo. Alguien que no me complique demasiado, dices. Alguien que no me tire para abajo. Y yo oigo esas palabras que no terminas de pronunciar y me río. Porque yo quisiera que te compliques conmigo, que una vez en la vida, dejes las ganas de que la vida se te haga siempre fácil y todo te sea regalado y vengas a complicarte conmigo, a botar una lágrima viendo la comedia de la que el mundo ríe, o riéndote en la fanfarria de esos velorios sin muerto. Yo quiero que te compliques.

Y que me compliques a mí ¿Por qué no hacerlo? Que me mires y no sepa si me miras con alegría o me miras con pena. Que no sepa hasta el último momento si fue amor lo que tuvimos, o una batalla de sexo; si fue solo una demostración de ternura, larga y pesada como película muda. Solo caricias, solo palabras tontas…Yo quisiera que te compliques conmigo y yo poder hacerlo contigo. Odiarte, como a veces siento que te odio, por esa vida que no terminas de atar nunca, por esos cabos sueltos con los que un día vas a ahorcarme, por esa indecisión de tomar el toro por las astas…por esa mediocridad ¡por Dios! ¿Acaso no es mediocridad el que no puedas amarme? Que no te inspire más que ese gesto de “sería feliz contigo…pero no ahora…Jamás ahora”
Yo quisiera eso ¿me entiendes? Que dejes de esperar de la vida esa eternidad que promete, alguna otra vida en donde vivir sin errores, algún otro cielo en donde no haya dolor, algún otro tiempo en que las cosas sean perfectas. Quisiera tener el poder de levantarte de la silla y hacer lo que tengas que hacer para venir a verme, hacer lo que debas hacer para creer en ti…en mi…en esto….que ni sabes que existe…

Es tan triste…A veces simplemente, es tan triste. Que no sepa quien eres, ni por tu rostro, ni por tus gestos…que puedas ser cualquier persona y de repente, zas! Ninguna…Porque yo quiero que te compliques conmigo…pero es tan sencillo no hacerlo, voltear la página irse. Abandonarme, para que me ame otro, para que me de lo que no quieres darme. Para que otro sea el que sufra con la incertidumbre de pensar si amo realmente o no he amado nunca. Para que sepa lo que tú no te atreves a averiguar y me deje…nuevamente…sola, nuevamente. En esa petición eterna de amor sin respuestas…¿quieres complicarte conmigo? Porque yo si quiero.

viernes, octubre 27, 2006

Ser o No ser Gorda (2)

  • EL GIMNASIO

Para alguien como yo, que jamás en su vida ha entrado a un gimnasio, una de las máximas torturas que le puede ocurrir es ir a la recepción de uno de esos lugares “donde la gente que si sabe perder peso” y hallarse con un catálogo de todas las rutinas de ejercicio posible y en todos los horarios disponibles, a precios “cómodos” para alguien a quien “le sobre la plata”. Pero estaba ahí, en la recepción alfombrada, ante la mujer mas maquillada que he visto en mi vida preguntando “¿Que rutina me recomiendas?”

A decir verdad yo estaba ansiosa desde que llegué allí, viendo reflejada mi figura poco esbelta en todos los espejos de aquella recepción. Viendo salir a mujeres con unas mallas apretadísimas y músculos firmes, con bebidas energizantes en las manos y hablando emocionadas sobre el entrenamiento y las marcas de sus implementos deportivos. Mientras yo, en la recepción con mi buzo de felpa y mis gruesos anteojos , intentaba cambiar mi vida sedentaria por algún ejercicio que me levante la cola y me reduzca el abdomen ...o todo aquello que hubiera crecido adiposamente en contra de mi voluntad.

La tipa me miró de pies a cabeza con una cara de “Debiste inscribirte en
Abril, porque en tu cuerpo ya todo está consumado”

y agregó con la sonrisa más hipócrita que podía “puedes elegir cualqiera del catálogo0…Pero yo no entendía que querían decir los nombres de todas esas rutinas, ni los horarios, ni nada…la verdad estaba más bloqueda que con el más cruel de los exámenes de matemática, así que volví a arremeter, pero ésta vez con sudor en las manos

y una expresión de “solo tu puedes hacerme entender esta mierda de
catálogo”

pero la tipa ni enterada de mis habilidades de mimo seguía despidiéndose de cada una de las mujeres que salían con sus maletines de gimnasia y las caras rubicundas.

Mira, yo no he estado jamás en un gym- comencé a sincerarme- y quiero saber si hay algún grupo en el que no sea muy fuerte…”


Esta vez la versión criolla de la Barbie aeróbica me miró con una cara de

“¡que tal conch…con esa figura deberías pedir la rutina de entrenamiento de Rocky Balboa!”


Pero fiel a esa amabilidad acartonada de toda recepcionista de lugar fashion, continuó con una sonrisa

“Aquí no hay grupos básicos, te tienes que amoldar a la rutina así sea fuerte…”

Claramente esta mujer no entendía que yo le estaba pidiendo una rutina de la que no tuviera que renunciar al día siguiente por desgarro muscular. Que mi cerebro estaba convencido que debía existir alguna rutina gimnástica en ese lugar tan arreglado, para los que recién se inician en esa sacrificada labor que es el culto al cuerpo.


Aun así yo estaba decidida a lograr la recuperación de mi figura, así fuera en ese gimnasio lleno de gente “cool”(era el más cercano a casa, ni loca iría en bicicleta por cuadras y cuadras a diario hasta llegar uno barato).

No sé porque en ese momento sentí que acababa de
entrar a un campo de concentración, sin derecho a nada,

“Pero…- seguí sin conformarme- ¿Tu que opinas Tae Bo o aeróbicos?”
(Definitivamente eran los dos únicos nombres de los que tenía idea en que consistían)

Esta vez la Srta. “Me maquillo con pinturas Tekno” tuvo algún rasgo de compasión por la novata del lugar.
“Métete a aeróbicos o danza, ahí les enseñan a hacer steps y algunas coreografías”- agregó con cierto desdén que ya rayaba en la descortesía absoluta “tenemos un buen profesor. Ya hemos ganado varios concursos de coreografías"

¿¿Coreografías?? Hizo eco en mi cabeza…Había olvidado que yo no le puedo seguir
el paso a nadie, que esa era la razón por la que no me había metido a clases de
nada.


Me imaginé yendo a la derecha, mientras todos se movían a la izquierda, tropezándome con los steps, viendo mi imagen torpe, repetida en todos los espejos del lugar, pidiendo un inhalador a los 15 minutos de empezar la rutina.

No sé, pero de pronto me entró el pánico.

“¿Algo más?” agregó la Barbie aeróbica trayéndome desde el mundo mágico de “Prefiero la cirugía a pasar vergüenzas públicas”

si, dije en un hilo de voz ¿tengo que venir todo el mes o puedo pagar solo por días?”


Esa estrategia me hacía posible una escapatoria, al primer desgarro muscular, insuficiencia respiratoria o atentado a mi dignidad personal en público, después de iniciado el entrenamiento.

“Claro, puedes pagar 10 soles por sesión, si no quieres inscribirte todo el mes”


¿Eh? Me imaginé cuantos dulces podría comprar con ese dinero, cuantos CDS piratas, cuantas cosas que ahora parecían mas importantes para mí, que volver a ese Gimnasio del terror.

Me fui de allí, segura de una cosa. Volvería a mi tae bo casero para practicarlo a solas frente a un DVD que me había costado sólo 5 lucas; yo no necesitaba de gente que me “animara” a seguir el paso. Ni hacer cosas en grupo si eso implicaba una humillación pública. Ya pagaría, pero por utilizar sus máquinas o algo que valiera la pena.

No por andar gritando:

¡Si! Vamos chicas! 1, 2, 3…siempre la misma estupidez!

Post Número 366

El día nublado, la mañana brumosa y los teléfonos sonando. ¿por qué no me dejan escribir? Y subo el volumen a la música e ignoro los llamados y hago catarsis de mi vida. De todo lo malo, lo bueno y lo que sueño. Vivo en ficciones, ¿a quien le importa? Mi realidad siempre supera cualquier invento, alguien tenía que escribirla. O era yo o era nadie…Ni tu ni nadie, nadie…bah! Música mala.

Y el día sigue nublado y llegan correos de gente que no conozco o invitaciones para leerlos. ¿por qué tengo que leerlos? No es suficiente que los haya rechazado cientos de veces poniéndolos como Spam? ¿por qué me siguen invitando a leerlos? Leerte no debería ser una obligación, ni un deber. No debería ser un agradecimiento, a que me comentes o no. No debería ser un obsequio a tu ego más profundo, a ese contador de comentarios que se pudre con 2 o 3. ¿Por qué me invitan? A mi no me interesa leer de lo que hablas, ni de tus quejas de mujer llorona, menos de tu rebeldía fashion. Me jode tanto, me jode.

Y hace mucho que ya no me indisponía la gente virtual, aquella que te dice cosas “como nos leemos” “te leo siempre” “sabes que te leo” y entonces me río y digo “lo sé”, aunque no sepa una buena mierda de a lo que se refieren. Yo soy la típica egoísta que le es infiel a muchos, pero espera que le sean fiel...Me refiere a leer blogs.

A veces leo tan pocos, que podría ser que solo lea uno al día, pero me soplo en un día todos sus posts ¿Por qué? Porque me gusta como escribes, porque me inspiras, me pones una sonrisa, te siento honesto, incluso en la mordacidad o en la broma estúpida. Puedo oler la honestidad de vez en cuando, otras veces todo simplemente apesta.
¿Por qué me siguen enviando sugerencias para leerlos?

¿es lo que escribes tan realmente bueno, que crees que yo necesito leerlo? ¿Crees que no te diré, oye escribes una porquería que no me interesa? ¿ Crees que soy tan tolerante como para decirte alguna palabra bonita? Deberías agradecer que guardo silencio y no digo lo que pienso cuando termino algunos de esos bodrios a los que me invitas a leer.
Deberías agradecer que no te visite. Sería un mal público, tiraría pop corn desde la última fila, haría ruido, sería tan ruin que no me volverías a pedir que emita una opinión sobre las porquerías que escribes.

La música suena, mas volumen, mas agua, mas ganas de desgañitarse gritando un poco. Mi grito es escrito, jamás emitido. Es un insulto a veces, de vez en cuando un susurro. Esa es mi voz ¿pero a quien le importa? ¿Crees que me interesa que leas esta catarsis y emitas una opinión equilibrada, a la altura de las circunstancias? Hay post para inspirarte, hay otros como éste solo para que yo respire.

¿Crees que si me comentas varias veces yo estaré obligada a leerte? ¿Que te visitaré a diario, para saber de tu vida? Haz de enterarte que yo no leo blogs peruanos, a menos que sean mis amigos. La vida privada de quien no conozca me tiene sin cuidado ¿A qué carajo vienes a buscarme? No puedo opinar sobre tu ropa, ni sobre tus amigos, ni si está bien que quieras tener un hijo o acostarte con todos. Si no me gusta lo que escribes no volveré. Fin. ¿es tan difícil de entender?

Soy una mala blogger, poco social. Debería leer 50 blogs al día y ponrele cosas bonitas a todo el mundo para que se sientan bien y que su vida sea mejor. Y escribir una vez por semana para que mas gente lea las porquerias que escribo. Soy una mala blogger ¿eso crees? Porque de vez en cuando escribo poesía y otras veces pongo una foto calata. Porqué debería ser mas consecuente y hablar siempre en un lenguaje común que le agrade y puedan entender todos, como si fuera un diario de circulación masiva. Porque si hago catarsis, resulta que tiro barro en ventilador. Bah!
¿Es que acaso te das por aludido? ¿Te afecta que pueda estar refiriéndome a tus amigos?
Ja!
¿Sería mejor si pongo mi nombre real? ¿sería mejor que haga un blog para cada uno de mis estados de ánimo? Uno para cuando quiera hablar de sexo, otros para cuando sea niña buena, otro para mis anécdotas familiares, otro con un nombre ridículo en el que despotrinque de todo y todos? ¿sería mejor si te resulto hipócrita y con un seudónimo te aplaudo, mientras que con el otro te mando al infierno?

Si, obviamente para ti sería mejor. Pero para mi no. No me envíes ridículas invitaciones para leerte. Si lo que escribes es de mi gusto, yo sabré llegar. Mientras tanto, favor de no joder.

jueves, octubre 26, 2006

La Tierra del Olvido

-¿Qué es todo ese humo?- pregunté cuando vi la pequeña plaza del pueblo nublada por una humareda cada vez mas densa.
-
Es el trapiche, Dra. ¿Nunca lo había visto?

La verdad es que jamás había visto algo parecido, había humo cercando la ciudad que antes aparecía enmarcada por cultivos de caña y arroz. Era finales de Octubre y yo solía pasar las mañanas frente al ventanal del Centro médico evocando con cierta nostalgia, la imagen del mar ausente entre el valle amurallado.

El verano se dejaba sentir ya y el viento había tomado esa temperatura caliente que anunciaba un verano sofocante, sin ningún océano cerca y con los ríos secándose. Se acababa el año y yo había comenzado a usar las sandalias ligeras y los pantalones delgados que me dejaran soportar las largas mañanas de atención a pacientes.

Para Octubre ya me había acostumbrado a la gente y ellos a mí, hacía visitas
domiciliarias a pacientes enfermos e incluso tenía algunas invitaciones
pendientes para ir a almorzar a sus casas o ser madrina de sus hijos.
Por supuesto seguía la gente hablando mal, pero ya me había acostumbrando a ignorarlos y a causarles esa desazón que da a los chismosos el que “la víctima” no responda nunca a la mordacidad que acompaña su ignorancia.

Mi máximo placer era esperar a que llegara el único heladero de tres pueblos a la redonda y que anunciara con su cornetita que era Mi hora feliz. Entonces compraba todo el helado que hubiera y entraba a mi consultorio a disfrutar del placer escondido de quitarme las sandalias y poner las piernas en alto, para tomar mi helado de lúcuma y mango. El viento tibio de finales de Octubre azotaba entonces las persianas, agitando cada uno de los afiches médicos que colgaban del consultorio.

Era medio día y la gente evitaba venir a la consulta por el calor que implicaba salir a caminar por las calles asfixiantes donde el asfalto parecía derretirse bajo la suela de los zapatos. Y yo me abandonaba al aire artificial del viejo ventilador, a tomar helado descalza y a ver el pueblo extendiéndose hasta llegar al río, como una comunidad fantasma donde nada se mueve, excepto las copas de los árboles.

Me estaba gustando La Tierra del Olvido. Ese pueblo donde había sido olvidada del mundo y vivía en una continua recopilación de recuerdos para no salir loca.
Un pueblo en donde no hablaba con nadie fuera de la consulta y me encerraba largas horas a ejercitarme ante un televisor que transmitía alguna película mil veces vista.

A veces me llevaban en visita médica a casonas alejadas, oscuras a toda hora, llenas de gatos dormilones y bandadas de patos graznantes en la puerta. Entraba y siempre era el mismo espectáculo de un anciano agonizante acostado en una cama de colchas tejidas. Otras veces ancianas febriles, siempre con mil enfermedades y necesitando de todos los especialistas, pero saludando con ese beso y esa caricia anhelantes de manos sarmentosas, característica de aquellos que ya no miran.

Me llevaban y me recogían en un auto, de aquellos FORD antiguos que en ningún lado del mundo andan, excepto allí y a los que Claudio les tomaba fotografías y quería llevárselos por ser de Colección. A mi me daba risa, ver esas cafeteras brillantes moviéndose entre los caminos rurales, entre los altos eucaliptos y al lado de los campos cultivados y llegar con su rodar rengueante a alguna casona de amplios porches, con árboles de ciruelo afuera.
Alguien acercándome el lavador de porcelana blanca con una jarra inmaculada y explicándome “que por aquí solo hay agua de pozo y tome Usted este mantelito que bordé yo misma, para que se seque las manos. Gracias, ¿dónde está el señor fulano? Ya la está esperando, le he advertido que usted es jovencita y que no se pase de mañoso, pero a veces con la fiebre se ponen…Bueno Ud. Ya sabe. Si ya sé señora, vamos a verlo.”
Y así todas las veces, en que me hubiera quedado de médico de cabecera de esos viejitos, solo para que me dejaran dormir en esas perezosas de madera que tenían en el porche bajo la sombra de los ciruelos y los árboles de mango.

"Acá todo es sano doctorita, Ud. Debería quedarse. Pero que bah! tan jovencita la doctora,
seguro que quiere viajar a todo el mundo antes de quedarse en este pueblo
olvidado.¿No, doctora? ¿Verdad que Ud. Se va ir como se van todos los doctores
que son buenos?
Como el doctor Jiménez o la doctorita Rosa, si pues todos se van, es que en este pueblo nadie se queda, porque acá todos parecemos muertos. Y la carretera está tan lejos, no doctora? Cuando yo vine me pasaba lo mismo, solo quería irme, pero la ciudad quedaba tan lejos que me casé con esta negrita y me salió buena la negrita, asi vieja como la ve ahora, pero me salió buena, Doctora."

Y entonces el anciano blanco como la nieve, volvía a caer en el lecho luego del esfuerzo de hablarme y lo veía debatirse entre la fiebre y las moscas, cuidado solo por “su negrita” una anciana morena de cabellos blancos como el algodón.

Y yo pensando que así sería yo de vieja, mientras preparaba otra inyección,
pensando que me gustaría casarme con el hombre que amara y vivir en ese porche, bajo los árboles frutales y con los patos graznando en el jardín,
aunque no hubiera agua potable y el auto se tardará 2 horas en llegar a la posta médica mas cercana. Aunque toda la gente pareciera hecha de cera y el pueblo siempre pareciera habitado de fantasmas pululando entre los árboles de molle.

Yo pensando que ya no quería irme, que Nueva York quedaba demasiado lejos, que no me agradaría la nieve, que seguro jamás me acostumbraría, que mejor era que Claudio y yo termináramos esa fantasía de irnos a vivir juntos, porque a la larga y sufriríamos más y nos haríamos mas daño del que ya nos hacíamos con esa separación obligada.

- Dra. ¿Está llorando?
- No, para nada… solo es el humo del trapiche
, respondo.

Y la tierra del Olvido queda envuelta entonces, en esa niebla azucarada que sigue a la quema de la caña de finales de Octubre.

martes, octubre 24, 2006

En cámara lenta

Hoy me di cuenta que el billete de 5000 pesos tiene el rostro de Gabriela Mistral, es extraño que recién ahora lo note. Durante el viaje había estado leyendo “El Baile De la Victoria” y el protagonista reflexionaba sobre lo mismo a mitad de toda incertidumbre. Ahora al ver ese billete colorado en la tienda de cambios, recordaba las horas de viaje con el libro en el regazo y el corazón lleno de sueños, envuelta en la mantita invernal.
Skármeta, había logrado que la primera parte de mi viaje fuera alegre y feliz, deseando comerme un completo con chucrut como única ambición de madrugada, o unas empanadas de pino al llegar la tarde. Sin embargo el retorno había sido muy diferente.

Al retorno solo podía ver los acontecimientos en cámara lenta, las flores desprendiéndose de los árboles, el paso de los vehículos por las carreteras húmedas, el reflejo verdoso en los edificios. Mi cabeza recostada sobre la ventana y mis ojos a punto de cerrarse, cuajándose mis pupilas en unas lágrimas que no se atrevían a salir.

Yo no había hecho planes de irme, jamás lo hago. No sabía que pasaría, ni cuando volvería, solo estaba con el corazón dispuesto a experimentar todo lo que ocurriera. Mis amigos me dicen que no viajarían jamás solos, a mi me agrada hacerlo, siento que nadie rebasara mi círculo de independencia, nadie me guiará a ninguna parte. Yo caminaré hasta que quiera caminar y comeré solo cuando desee hacerlo.

Ahora todos son recuerdos en cámara lenta. Demasiadas imágenes huyendo de mí como alegres mariposas que rasgan con sus eléctricos colores un cuadro anteriormente solo pintado de gris. Para cuando volví, ya había terminado el libro y ese final me pareció tan triste que las últimas páginas me las pasé llorando, “No era justo”- me repetía a mi misma. Como tampoco era justo que el viaje, el bosque, las caminatas se quedaran solo a vivir como fantasmas inmóviles de mis recuerdos más caros.

Ahora se que sólo estaba triste. No era el libro, ni la historia, ni los cabos sueltos en ella. Era yo, viendo los finales sin esperanza. Era yo queriendo llorar un poco, para castigar a mi memoria de su pronta ingratitud. Era yo queriendo disculpar mi falta de amor.

A lo mejor si leo el final del mismo libro hoy, le halle una esperanza a todo. Ate los cabos sobrantes y me de cuenta que ese libro, así como mi viaje, o como las relaciones con las personas que me quieren y a las que yo he querido, no tuvieron un final truncado, solo son historias libres que dejaron abierta la puerta para que un día que estuviera feliz, me retornara toda esperanza.

lunes, octubre 23, 2006

Una Noche como Ebria

Cuando me ofrecen alcohol yo suelo decir que no bebo y es cierto. No me agrada el sabor de las bebidas alcohólicas y tampoco esa sensación de estar fuera de tu cuerpo y no tener control de nada.

Creo que esa es la principal razón por la que no bebo: Llegar a perder el control.

La gente suele ponerse alegre y mucho más cariñosa o asequible cuando está bajo el efecto alcohólico, yo no lo necesito. En las fiestas solía estar fuera de mis cabales sin beber un solo trago. Tráiganme agua, decía, solo necesito agua y bailar. Supongo que por eso se corrió la voz de que me gustaban las drogas. Ja! No aceptaba un sorbo de licor porque temía que el alcohol en mis venas fuera el detonante de cosas que luego no podría controlar.

Para cuando llegué a la Tierra del Olvido tuve que “aprender a beber”. En una ciudad donde todos bebían pisco como si fuera agua del caño, yo aprendí que beber cerveza es un juego de niños comparado al estado de embriaguez que puede provocar una buena reunión con pisco. Por supuesto, yo era “la Doctorita” así que en las reuniones y festividades era la encargada de probar todas las variedades de pisco que se les ocurriera. A los demás no les hacía ni cosquillas, pero yo sentía que la cara se me encendía y los labios se me adormecían, mientras cualquier imagen a mi alrededor tomaba un tono borroso y vibrátil. Las siguientes veces ya fue más fácil, era divertido ver a mis compañeros alegres y ebrios hablando estupidez y media, mientras yo no me cansaba de bailar.
Si con la sangre libre de alcohol yo puedo estar bailando casi toda la noche, era de esperar que con un poco de radicales OH en mi sangre bailara como si fuera la última noche de mi vida. No podía entender porque mis amigas comenzaban a reírse como si hubiera gas hilarante en el salón o porque no podían hallar sus llaves estando a solo 20 cm. de sus ojos. Hasta que me ocurrió.

Fue una noche después de una festividad del centro médico en que al bajar del auto, caminar me resultó la cosa mas difícil de la tierra.
Era la primera vez en mi vida que me sentía ebria, llegué a mi cama, me quité toda la ropa, todo comenzó a girar alrededor y un deseo incontrolable se apoderó de mí.
Tenía que llamarlo. Quien sabe como marqué todos los códigos y el número telefónico de Claudio, pero lo llamé y le dije todo lo que no le había podido decir en mis orgullosos 5 sentidos, empezando porque lo amaba más que a nadie y terminando por decirle que era un cabrón que no merecía ese amor. Todo eso entre lágrimas, moco y baba que hacían de esa, la escena más patética que pudiera registrar en mi memoria.

Después de aquella vez, solo bebía como todos “solo para alegrarme” y que no me tuvieran que preguntar a que secta pertenecía por no beber alcohol y en cambio solo agua. Pero el sábado me sentía especialmente dispuesta para perder el sentido. Por primera vez en mi vida saldría a un bar con mi hermana y su grupo de amigos y no tenía que estar temiendo que algún idiota “pensara mal” o quisiera besarme a la primera que bajara la guardia.

Lo primero era elegir la ropa.
Me di cuenta que en estos dos años había acumulado una cantidad de ropa porno increíble.

Que había comprado ropa a la que jamás le quité las etiquetas, pensando que solo la usaría en privado o cuando bajara de peso y ahora me quedaba demasiado corta, demasiado pequeña, demasiado apretada…en resumen demasiado hot, como para regresar temprano a casa. Con esa ropa podía perfectamente pasar por una “Desesperate Blog Wife”, solo me faltaba el cartelito de “se busca hombre con urgencia para noche única y tormentosa”.

Finalmente me decidí por el clásico blue jean con cinturón a prueba de violadores y las botas puntudas pro castración traumática. Entramos al bar y empezó la noche. A la primera rueda de cerveza la gente se puso alegre y las insinuaciones pasaron de ser sólo cómicas a volverse serias. Primer mandamiento de vida fraternal: Jamás le aceptarás coqueteos a los amigos de tu hermana (especialmente si tienen esa cara de violadores).
Por eso me alejé de allí y saqué a bailar a un tipo que se puso nervioso, cuando le pregunté si estaba solo.

Cuando una mujer toma la iniciativa pueden pasar dos cosas: o se piensan que son tan tremendamente guapos que creen que estás insinuándoles pasar una noche juntos, o se cohíben, enmudecen y se quedan más tiesos que perro en camión sin barandas.
Al tipo le ocurrió lo segundo, por suerte se comenzó a descongelar minutos después y de duro solo le quedaron ciertas regiones de su cuerpo, en las que ahora prefiero no pensar.

Para cuando volví a la mesa todos estaban mas que entonados, mas cerveza, mas vodka, mas todo y 20 minutos después yo ya estaba a la par de ellos bailando con un tipo de lentes que me decía que le cansaba la música electrónica y que prefería la salsa. Definitivamente esa noche no pondrían salsa, pero desde mis oídos taponados por el exceso de alcohol y música estridente, pude oír como algo parecido al reggaeton sonaba, en un idioma desconocido que después reconocí como spanglish rappero que terminaba en un masticado
"shakira, shakira".

Cada vez que volvía a la mesa hallaba más gente, más tragos, más cigarrillos, más sonrisas que se volvían carcajadas. Y yo sintiendo que mi cara se adormecía, que no era necesario quitarme los lentes para ver todos los rostros en un ambiente surrealista bárbaro, que de pronto quería bailar y bailar hasta que reviente aquel lugar. Y todos creyendo que estaba sana, sanísima, porque seguía bailando…

hasta que a eso de las 4 a.m., pusieron salsa y ahí se hizo evidente que no lo estaba.

Claro, yo sentía que si hacía una vuelta demasiado rápida resbalaría desde mis altas botas. Que si el tipo se movía a la derecha yo de pronto me movería a la izquierda, que estaba perdiendo el control de mis pies, que en cualquier momento podría pasar del buen baile al completo ridículo. De pronto el tipo me dijo sonriendo que “se notaba que me gustaba llevar”. ¿Lo estaba haciendo? Fuck! Claro yo había estado guiando todos los pasos y volteretas que parece que el tipo ni conocía. Había empezado a perder el control y ¡claro! Lógicamente me había hecho cargo del baile yo sola.

Para las 5 a.m. Perdí la cronología de los hechos, comencé a hablar en inglés con un tipo que me pedía a gritos que le hablara en español. A bailar con un tipo de Mar del Plata que se reía como estúpido. A recibir los cigarrillos de una tía lesbiana que no era mi tipo de mujer ideal, pero que al menos era chistosa. Y a subir al escenario que afortunadamente no era tan alto, con un grupo de dementes que bailaban Trans como alucinados, moviendo unas pulseras brillantes.

Por suerte estaba con mi hermana, que era la más conciente de todos.
Que hizo que nos dejaran al último para que las otras chicas lleguen sanas y
salvas a sus casas, que mantuvo la cordura en todo momento y jamás se rió demás, ni hizo bailes ridículos, ni hizo caer la jarra de vodka al piso, ni estuvo
hablando en la jerga del exorcista con los tipos del bar.
No ella no hizo nada de lo que yo hice y estuvo cuidando todo el tiempo de mí, hasta que llegamos al edificio y siguió caminandndo muy digna dejando que me desparramara en el jardín porque yo ya no podía caminar derecha, que me vio en el espectáculo calamitoso de caminar apoyada a todos los autos del estacionamiento haciendo sonar las alarmas, muerta de risa.
Tan digna ella, que después de 20 min. Seguía intentando encajar la llave en la puerta sin pedirle ayuda a su hermana menor que estaba tan ebria que no podía sostenerse sobre los tacos, pero que avanzó lentamente y con la cara más seria que tenía, se acercó a decirle:

-Hermanita, creo que nos hemos equivocado de
departamento.

domingo, octubre 22, 2006

En la clase media

Cuando mi buen amigo JM me preguntó las razones por las que no viviría en Lima, pensé en varias. Se me vinieron a la mente el tráfico, la inseguridad, la gente de rostro indolente, la contaminación, su maldito cielo gris, pero todas eran excusas.

No voy a Lima, le dije, porque allí viviría como pobre y eso me asusta.

Decir eso podría dar la percepción de que yo era alguien de plata, pero no lo soy. Es más, soy el prototipo de ciudadana de clase media a quien le da impotencia la pobreza de los otros, pero más allá de eso siente el miedo diario de que esa misma pobreza le puede morder los talones al primer descuido.
A veces pienso que la clase media, es sólo un nombre extra para los pobres bien instruidos. Para catalogar a aquellas familias con hijos profesionales que no tienen trabajo, una “clase” que se distingue más por sus ambiciones que por sus logros.

Mi hermana me repite que yo tuve suerte, que ellos no tuvieron todas las cosas que llegué a tener yo, por eso que no sé apreciar nada y vivo la vida como una frívola más.
Soy la última hija y fui criada sin que me faltara nada. Fue un golpe de suerte no haber pasado mi adolescencia en el primer periodo de García y no haber tenido todas esas “carencias” de las que habla mi hermana poniendo la cara seria.
Al oírla hablar, cualquiera tendría la idea de que mis hermanos pasaron la pubertad en un campo de concentración, faltándoles todo, viviendo entre penurias, pero no es cierto. Cuando mi hermana habla de carencias, se refiere a esas cosas suntuarias que te dan una posición social, como la ropa de moda, artefactos de los cuales alardear con tus amigos y salidas y viajes a lugares algo exóticos. Nada de eso estuvo en el menú de su vida juvenil.
Eran malos tiempos y cuatro hijos, mis viejos no pudieron proveer de esas cosas a mis hermanos. El dinero no le sobraba a nadie y la familia tuvo que acomodarse a lo que había. Un buen día mis padres tuvieron que retirarse del Rotary Club porque ya no podían con ese estilo de vida que no iba con nosotros, prometiendo reintegrase a la vida social cuando mis 3 hermanos terminaran la Universidad. Por supuesto, eso jamás pasó.
Como cualquier familia de clase media, nos acostumbramos a vivir con la mitad de todo. Yo era pequeña, ni lo sentí. Después de todo todos andaban en las mismas no? Cenando arroz con huevo frito, estudiando en colegios estatales, comprando solo la ropa necesaria en lugares que no fueran caros. Viviendo a la defensiva para que nos e desacomodara el presupuesto familiar.
No sé porque mi hermana recuerda con dolor esa época, a lo mejor el choque de estudiar en una Universidad privada y no poder estar a la par de la vida social de sus amigos le creaba conflictos. A veces solía acusar a mis padres de no haber planeado bien la familia, de que con solo dos hijos hubieran podido prodigarles más cosas y no tener que vivir así, faltando todo.
Luego las cosas cambiaron. La situación económica mejoró y mis hermanos se fueron de casa. Mis viejos se jubilaron y tuvieron más tiempo para viajar y comprar cosas innecesarias. Eran los 90´s y en casa todo parecía más nuevo, incluso llegué a creer que de verdad estábamos mejor que antes. Que podríamos tener todo lo que antes nos "faltaba".

Para cuando yo llegué a la adolescencia fui criada como hija única con todos los beneficios económicos que ello implica. Mis hermanos se habían ido de casa a buscar su destino y yo vivía sola en un departamento equipado con todo, bajo la protección económica de mis padres, sin envidiarle nada a nadie ¿Qué más podía pedir? Aparentemente lo tenía todo.

Pero ese fue el gran problema.

El peso mas grande para iniciar algo nuevo es sentirte cómoda en el lugar donde estás.
Tuve suerte, es cierto, pero ha sido un arma de doble filo el vivir entre nubes de algodón. Para romper con eso he tenido que dar muchos pasos dolorosos. Romper las cosas que me ataban a una vida cómoda, irme. No ha sido fácil, comencé dando pasos pequeños, pero para mí fueron enormes. Pronto me daría cuenta que ambicionaba más y más cosas que ya no estaban a mi alcance viviendo sola o de mi propio esfuerzo. Extrañaba a mi familia, no podía estar mucho tiempo alejada de ellos, me sentía nada.

Sin embargo, al inicio fue fácil, estaba sola y tenía dinero como para darme todos los placeres que se me ocurrieran. Me acostumbré a eso, no lo veía como algo extraordinario, pero bajar de esa línea me provocaría grandes cambios de ánimo. Creo que me creí el cuento de que tenía la vida que todos deseaban. Que no me faltaba nada, pero fue una percepcíón errónea.
Aun ahora me siento frustrada por esa falta de efectivo, por andar midiéndome en los gastos, por no hacer las cosas que antes disfrutaba. Por estar siempre preocupada por las cuentas.

El problema de haber sido criada “sin carencias” fue que me acostumbré siempre a tenerlo todo a la mano y a ser incapaz de aceptar que un día las cosas cambian y estás como todos a la intemperie esperando el abrazo imposible de una ciudad que Te recibe con los brazos abiertos...demasiado abiertos, como para sentirte acogida.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....