jueves, agosto 22, 2024

La Viuda

-Y usted qué hace con tantos sombreros?

-Viajar. Viajo mucho


La pregunta la había sorprendido de repente cuando tomaba el café de pie rumbo a la tintorería. La gente en aquel viejo barrio, aun sin conocerse seguía manteniendo las costumbres de antaño, esa curiosidad preguntona que no tenía vergüenza. Ella había llegado al barrio hacía treinta, con su primer esposo. Bueno, el único. El único con quien había firmado un papel para casarse y para comprar aquel viejo departamento del que habían prometido mudarse apenas terminara la recesión y que finalmente habían terminado comprando, encariñados por la vista de la puesta de sol y la rutina. 

Ellos dos habían sido al inicio tan parecidos, pensó con alguna nostalgia.


Llevaba los cinco sombreros en la mano sin haberse hecho de una bolsa, los llevaba mostrando sus vivos colores contrastando contra la mañana brumosa. Se imaginó a si misma como una vendedora de sombreros de una de esas calles del caribe que había recorrido sola, luego que el se marchara. La vida había sido dura y blanda desde su partida. Cuentas por pagar, papeles que no entendía, reparaciones continuas al auto del que también terminó deshaciéndose, como de todos sus discos y papeles. De los tiempos del duelo recordaba la dificultad de sobrevivir el día a día  y la dificultad de respirar las primeras mañanas sin el. La primera bocanada de aire que daba sola. Que dolorosa. Qué difícil todo. Sin hijos que los unieran, sin mascotas. Sin un plan económico que la sostuviera  por si esas eventualidades como la invalidez o la muerte tocaran de pronto a nuestros sueños de amor mas plácidos. Luego la vida se acomodaría lentamente, como se termina acomodando todo, comer menos, caminar mas. Dos trabajos. Menos ropa en el armario, menos tiempo para pensar.  Dejar los periódicos. Habituarse a leer en serio. Muchos libros de texto, al inicio de esos que les recomiendan a los niños y después todo tipo de libros.  Empezaba una larga vida para si misma y ni siquiera lo intuía. Dejó el vasito de café express en el cesto de basura que correspondía y reemprendió su camino. 

Al inicio le había costado mucho caminar sola, salir sola, llegar a un restaurante y pedir la carta sola. Los que luego la habían llamado como dama muy independiente ni siquiera intuían cuanto le había costado volver a ser un ser humano después que él se marchara. Estiraba los dedos, tocaba las paredes y las hojas de los jardines, deseaba rozar su mano cuando tenía miedo. Aunque sea su mano. Ya no estaba, ya nunca mas estaría.  

No había encontrado otra forma de encontrarse  a si misma de nuevo que no fuera en los libros. Cuando comenzaron su vida juntos, él había llevado muchos a ese pequeño departamento grisáceo. Los traía en una caja de cartón y se enorgullecía que a pesar de sus carencias siempre hubiera podido ingeniárselas para tener solo libros originales, con hermoso lomo plateado. Ella no había entendido su pasión por los libros ni por los autos en ese momento. Probablemente porque su pasión era suya y la mantenía al margen de esos títulos raros, que intuía demasiado complicados para ella, pero en cambio le gustaban sus historias narradas en voz alta, las historias de niñez, en las que había un lado humano que el no parecía querer mostrarle al mundo. En ese momento lo sentía cercano y suyo. Justo antes de dormir, en el umbral en el que se volvía niño y hombre. Cuan desconocidos eran ambos a sus veinte años, pero ella creía a esa edad temprana que podrían llegar a conocerse, que el conocería todo de ella. Que ambos podrían vencerlo todo.


Cuando empezó a leer lo hizo primero por el insomnio, no tenía a quien llamar. Y las conversaciones con la gente la abrumaban un poco.  No había tenido hijos y las frases de lástima o conmiseración por parte de otras mujeres la hacían sentir contrariada, como si al perderlo a el y quedarse sin descendencia su existencia no tuviera ningún sentido práctico en esta vida. Al inicio la habían invitado a cenas o reuniones de gente del trabajo, pero al ser la viuda nueva, las miradas de los hombres habían cambiado y el recelo de las mujeres igual.  Seguía siendo atractiva, ella no lo veía pero quizá los otros si. Descolgó los espejos. Los libros eran un lugar seguro. Ahí nadie te juzgaba, podías sentir la emoción del otro tal como la sentía el protagonista.  No necesitabas hurgar minuciosamente para que se abriera a ti. Las emociones de los personajes, sus dudas y sus sueños o derrotas estaban al alcance de la mano. 

Se había entusiasmado con las novelas de aventura mas que con las novelas de amor, le gustaban esas historias en donde el personaje rompe con sus propios vínculos seguros para salir a la búsqueda de lo desconocido. Selvas virgenes, playas o naufragios. A veces el hallazgo de un remoto tesoro. No soportaba las novelas románticas, a su edad el amor ya había tenido muchas caras y sabía que era mucho lo que ofrecía pero poco lo que retribuía. Ella había amado vehemente y fielmente, pero la vida le había arrebatado al hombre que debía cuidarla hasta el fin de los días. Se sentía estafada, esos primeros veinte años de su vida podían fácilmente titularse de : Dedicación al otro. Pero no se puede confiar en las personas. Ahora que se había quedado sola los libros la acompañarían el resto de la vida o eso pensaba. Pero no fue así. 

Los libros serían solo una guía, pronto se daría el primer viaje y luego el siguiente y luego dejar de pedir sin vergüenza el café o el agua en algún chiringuito de país desconocido. Cuánto había ahorrado para poder viajar así. Cuántas personas extrañas cuyo numero no guardaba ya, había conocido desde entonces. Si el la viera ahora quizá no la reconocería ni la volvería a elegir, los hombres que habían intentado amarla desde entonces habían sido unos cuantos pero nadie valía la pena entregar otros veinte años de su vida, de la forma que lo había hecho con él. Temiendo, cuidándole los sueños a veces como amiga y otros como la madre que no buscaba. ¿Acaso ella no lo había convertido a él en el hijo que intuía que el buscaba incansable en su vientre? Le había dado de comer de su seno y soplado la frente mientras dormía, acariciado su cabello y pronunciado dulces palabras a su oido como un sortilegio para tenerlo siempre consigo. No había mas hombre en este mundo que él, no necesitaba hijos ni descendencia alguna si lo tenía a él en su lecho o esperando de pie en la cocina. Incluso si no hablaban. Incluso ante esos berrinches e inconsistencias que tenemos los seres humanos. Ella lo había querido sostener en medio de su rabia. Dar más paciencia de la que creía poseer, ser mejor por el. Para eso no habían firmado ese papelito? ¿Para ser mas gentil con el corazón del otro que con el propio? Ella había terminado de crecer emocionalmente con él, pero todo ese amor no había sido recíproco. 

Al poco de enviudar se había aparecido la otra familia, la familia que el forjó mientras a ella le perdonaba en silencio no poder darle hijos. Esa familia donde tenía el resto de los libros de lomo plateado, los que probablemente si leía y comentaba a la hora de la cena. Nada de eso le sorprendió, porque en el fondo solo nos enteramos de lo que ya sabemos y la verdad es que el jamás había demostrado lo mismo que ella. Quizás a los veinte cuando habían firmado ese papelito, pero después ya no. Se fue extinguiendo. El dejó de preguntarle sus gustos y sueños y ella dejó de mostrarle cuáles eran sus heridas. En calma, todo en calma se había dejado morir el amor, para darle paso a esa rutina espesa, de menos palabras para evitar disgustos. Enviudar ya solo había sido un mero trámite físico. La cama para ella sola, el departamento chico el único bien material que le quedaba, para ella sola también. Que caso tenía mudarse de barrio. Había una hermosa vista al ocaso aun. El lo había elegido por los parques, para pasear a chicos y perros imaginarios que jamás llegaron a tener. Ahora se paseaba ella, sola, por allí sin cadena. Y paseaba también otros parques, de otras ciudades, a pata limpia o en bicicleta. Cincuenta y cinco años, parecía nada, pero era todo una vida. Toda una vida sin el. Toda una vida que venía adelante para ella sola.

Uno de los sombreros de colores se le voló de la mano.

Señora, tome. Un pequeño niño de los tantos de ese barrio sin nombre le acercó el sombrero volado. Ella le agradeció poniéndoselo en la cabeza y haciendo luego una caricia en sus rulos.

-Que lindos- Pasó alguien comentando. ¿Son familia ?

Se sonrieron mutuamente, el niño se retiró avergonzado. Ella solo siguió su camino. Cuantos recuerdos buenos, pensó sin dolor. Cuánta vida. 


  

miércoles, agosto 21, 2024

5 años vs 5 meses

¡Qué fácil le resultó! - dice el nuevo chico. Esa frase se queda tintineando en mi cabeza. Si que fácil había sido darle esa cita al ex, que rápido y sin pensar, volver a verlo. Mejor hoy que mañana. Hoy que me siento fuerte. Perdonar todo lo pasado. Cerrar el  circulo. La verdad, en el camino en el taxi intentaba concentrar con todas mis fuerzas la rabia que una vez sentí hace cinco años, esa rabia que me había hecho jurar que “yo solo le deparaba una muerte lenta y dolorosa…”Luego vino el COVID y a menudo vi jovenes morir lenta y dolorosamente en mis manos. A veces recordaba mi frase de mal augurio y pensaba si el seguiría vivo allá lejos. O si la fuerza de mi presagio y mi odio habían hecho que todo el mundo se volteara de cabeza. Me quedaba sin aire por segundos antes de volver a trabajar. Estaba pagando haber sido una persona con tan malos deseos.

Su recuerdo me pesó dos años mas, a pesar de que ya era feliz con otro hombre. No me dolía él. Me dolía el recuerdo de mi mala sangre deseándole todo el mal del mundo. Que lo mereciera o no, ya no venía al caso, cinco años después esas minucias del amor y las infidelidades me parecían cuentos de vieja amargada. Fotonovelas cuya trama solo recordara superficialmente, a pesar de que en su momento hubiera estado pendiente del mas mínimo actor.


Ahora, terminada esa cena y sin ningún sentimiento de despecho, solo me quedaba esa frase. Qué fácil había sido lograr esa cita conmigo, que tontas pueden fingir ser las mujeres. Era obvio que la cita con un ex siempre es porque existe la promesa de sexo latente. Entonces ¿a qué iba  yo? ¿Acaso ignoraba eso a mi edad ? ¿A qué había ido?

Algo en mi respondió que era solo para filmar la ultima escena de una novela inconclusa, esa en la que la protagonista va bien vestida pero sin mostrar ni un ápice de piel y puede demostrarse a si misma que ya no siente nada por quien un día le rompió las ilusiones. Ni siquiera planeándolo hubiera salido mejor. La charla de temas en común fluyó plácidamente, pero ningún sentimiento siquiera agitó uno solo de mis cabellos. Me preguntaba una y otra vez que pasó hace cinco años. Mi mente estaba bloqueada en la bruma del trauma, ya no recordaba casi nada de cuanto lloré, cuanto deseé jamás haberme enamorado. El chico se había quedado con su mujer tóxica, yo lo había apostado todo y había perdido. La misma historia con diferentes personajes, en diferente país. 


Al llegar a casa, me quité las botas y me piré de las redes. No quería ninguna posibilidad de contacto próximo después de esa cena, para qué? La verdad yo no era tan fácil, chico. Recobrar el vinculo, incluso de amistad era caso perdido. Recordé cuantas veces  hacía solo cinco años me sentí admirada y cuantas veces esa conversación fluyó sobre temas en común en los meses que habíamos estado juntos. No había nubes, me sentía amada y caminaba drogada con ese amor por el mundo. Y aun así me habían lastimado, dejado, ghosteado, en su momento como si no importara nada. Una linea breve de texto que no explicaba nada, un frío lo siento, que mas quedaba por decir cuando se rompía el vinculo?


Comparaba mi actual situación, donde el hombre luego de cinco meses seguía sin profundizar su relación conmigo. Compartíamos gustos musicales o películas, pero ningún plan en particular a futuro. Las veces que le había mencionado superficialmente mis sueños, acaso si había puesto atención. Después de cinco meses me seguía sintiendo la desconocida con la que te acuestas un par de veces y luego intercambias textos sin querer profundizar en nada. Yo memorizaba sus anécdotas, sus cantantes favoritos  y hasta el nombre de su perro, pero el interés de el sobre mi apenas si recaía en las cientos de fotos que le envié con poca ropa o en alguna charla trivial sobre temas del momento. Obviar la presencia del elefante en la habitación en los meses que siguieron se hacia insostenible, nuestras divergencias políticas se hicieron evidentes. Solo que mientras a mi no me importaban casi nada luchar por ellas, el las traía a colación cada tanto como suerte de bandera de principios. ¿Si así comenzábamos en donde íbamos a terminar? ¿Alguien que no te aprecia  en los momentos bajos, ni te admira lo mas mínimo puede llegar a hacer un esfuerzo consciente por amarte mas allá de solo la calentura del momento? ¿El realmente sabía algo de mi que no fueran las mil historias de ex que le conté para que saliera huyendo en las primeras citas ? Mis sospechas eran que no. Para que darle mas tela que cortar al tipo y a mi… para qué ilusionarme con ideas infantiles si ya sabia como era el camino de salida. 

Incluso los tipos mas lindos te pueden decir te amo, pero pasados cinco minutos, no cuesta nada decir adiós o un simple lo siento. Era el momento de decirlo yo primero. Quizá esta vez dolería menos. 

sábado, agosto 17, 2024

Arbórea

Puedo reconocer que no aprueba esta nueva versión de mi, que se fue gestando mientras nuestra amistad crecía. A ella se le dio por internarse en los libros y los grados académicos y a mi, bueno, abandoné todo eso. Ansiaba buscar ese otro yo abandonado, oculto y avergonzado que había guardado en el desván por tanto tiempo. Ya no le quería regalar la vida a asuntos que asumía sin importancia, leería solo lo que me complaciera, haría solo los viajes de placer en donde no tuviera que decir quien era y jamás volvería a preocuparme que decían a mis espaldas. 

No ha sido fácil tomar ese camino, porque en el fondo mi yo complaciente e intelectualoide quisiera volver a ponerse a la primera de la fila y hacer el mejor trabajo, dar la mejor respuesta o quizá oír mi nombre mencionado con la frecuencia de antes. Pero hubo un momento que decidí dejar todo eso atrás como se abandona un viejo abrigo y aunque todos dijeron que me entendieron, creo que en verdad nadie lo hizo.


Cuando nos sentamos a la mesa son pocos los temas que tenemos en común, mi mundo interno está ahora plagado de figuras y sombras que han salido a relucir como mis tantos yo. Incluso aquellas personas que permanecían en la ficción mas lejana se han vuelto reales. He ido al encuentro de todo lo que me asustaba, lo he saboreado y lo he sabido escupir a tiempo. Ya no puedo contarle esas anécdotas, es demasiada emocionalidad. Demasiados sentimientos. Las charlas entre nosotras en cambio, se reducen a anécdotas médicas, a datos concisos, a algún tema en común de vaga importancia. 

Los últimos años dejé que mi mundo interno floreciera como un baobab que se hubiera plantado justo a mitad de la sala de centro. Todo lo racional, lo lógico, las decisiones financieramente prácticas de la vida han sido marginadas, olvidadas. En el centro de mi cabeza hay un árbol en el que se posan pájaros que cantan en mil trinos y yo trepo por sus ramas descalza, olvidando el fin material y efectivo de haber venido a este mundo. Ya no sé que es el éxito, la fortuna o un buen futuro, todos esos me suenan a conceptos vagos que ha inventado la gente grande que envejece fuera del árbol de mi cabeza. Gente que muere en mis manos sin una utilidad precisa.


A veces sin embargo, extraño hablar de todo lo que sé. No sé como reunirlo en un solo tema de conversación o con que finalidad lo haría. Me he acostumbrado a mostrar fotos o hablar de gustos universales, ser amable por cinco minutos es fácil. Ser amable en la primera cita. Luego ya no. Subirme a mi árbol mental, ignorar a todos, gozar de la misantropía de ignorar cualquier cosa que me digan hasta que decida bajar de mi indiferencia por algo, algo que de verdad me interese. El ruido de las conversaciones gira alrededor de mis pies como un rio turbulento y sucio del que no reconozco de donde o a donde va su mensaje. Son conversaciones inútiles, en las que me pierdo fácilmente. Puedo fingir que estoy inmersa y luego ya no. Fingir a los 20 era fácil, ahora ya no tanto. El tiempo es corto, no me interesa fingir que encajo bien en una conversación que no es la mía. ¿Qué objeto tiene? la gente solo quiere hablar de si misma aunque no les preguntes nada.


Siento su desaprobación, ella es menor que yo. Es mi mejor amiga y sin embargo podría representar toda esa parte en la que ya no encajo. Siento la mirada de mi madre en su mirada, o la mirada de todas las mujeres que han sido criadas de una forma mas tradicional y me juzgan cuando ven lo que publico. Siento que quisieran trasladarme la vergüenza sobre mi cuerpo que no es perfecto, como para llevarlo tan desnudo. Que ya no es joven, para llevarlo tan descubierto, que no es simplemente. Un cuerpo que no es y que por tanto debería ser tapado y desaparecido. visto solo en la intimidad como una vergüenza o el privilegio de observar una carne que envejece. Y como he visto esa mirada tantas veces, me opongo a cubrir mi piel, mi carne, mis fotos, la película de mi vida. Y ya no me importa que gocen mil zánganos, incluso los que podrían hacerme daño, de los que ella y las otras ellas quisieran protegerme. No es mi cuerpo del que hay que tener miedo, ni del sentimiento de querer mostrarlo, abrirlo ni exponerlo o espulgarlo. Es mi cabeza, mi destartalada cabeza que ya no está mas entre ustedes, ni entre todos sus anhelos de convertirme en lo que parecía que me convertiría. La mujer madura no desea madurar. Se ha quedado niña trepada en su árbol de sentimientos de pérdida y anhelo.


Pierdes el tiempo ¿Qué haces perdiendo el tiempo allí? Le das perlas a los cerdos, es tu cuerpo, pero les das perlas a los cerdos. No estoy allí, respondo, ya no estoy en ninguna parte. Por momentos solo me siento yo cuando recuerdo momentos específicos de mi vida real. Sigo bajando esa montaña que bajábamos esa tarde juntos, envueltos por la niebla y él no me miraba el rostro pero quería saber exactamente como pensaba, como explicaría  en mis propias palabras la función del ribosoma o intercambiamos podcasts sobre idiomas o sobre música. Y aunque el no me miraba yo me sentía vista, porque no tenia negar todo lo que sabia para agradarle a nadie, ni tenia que mostrar todo lo que mostraba para retar los pudores de nadie. Solo debía ser yo, la que vive detrás de sus lentes, la niña que leía mucho y que tiene un árbol de ideas locas creciéndole en el medio del cuerpo. 

martes, junio 04, 2024

Regreso a San Juan y todos los por qué

Lo último que escuché antes de girar la cabeza, fueron las ruedas del auto acelerando en el asfalto y alejándose de mi a toda marcha. Me acaba de quedar sola en aquel lugar extraño. Yo y mi pesada maleta en una vereda vieja cerca a lotes baldíos, en donde el único predio decente tenia que ser el hotel que acababa de reservar a toda prisa hace una hora. 

-¿Ya sabes donde quedarte? - Me había preguntado el. Y yo le habia respondido con rabia, que si, que todo estaba resuelto. Aunque no tuviera nada claro. 


Toda esa rabia sin embargo, acababa de convertirse en miedo y pesar. Entré como pude al lugar que no tenia letreros ni ningún aviso exterior de que fuera un hospedaje, pero del cual Ivan se había encargado hacerme muchas reseñas. “Yo he diseñado todo el lugar, me había dicho,  es nuevo pero allí estarás segura, nena. Si supieras las veces que me han roto el corazón a mi”  me escribió consolándome. Hice un amago de sonrisa al recepcionista y esperé con paciencia a que limpiaran la mejor habitación del lugar, mientras frenaba mis ganas de deshacerme en lagrimas. Cuando por fin estuve a solas, el sollozo profundo que había durado tres horas de carretera, retornó a mi, con mas fuerza. No era una pesadilla, era completamente cierto. Mi historia de amor se había terminado. 


Pocas veces me han dejado en una relación, por mi ansiedad y paranoia he terminado yo alejándolos primero para sentirme a salvo,  mas esta era la única vez en mi vida que alguien abría la puerta de la habitación con las maletas listas y el aviso de que se iba. 

-Me voy de aquí, había mencionado secamente. Como si temiera que yo quisiera acompañarlo en ese viaje. Pensé que no había entendido bien la frase. 

-¿Te vas? ¿A dónde ? A San Juan ?

-Si y de allí y a casa. No tiene caso quedarse una semana mas.

Yo me sentía mareada, la noche había sido horrible pero al levantarme tenía la firme idea de que se podían solucionar las cosas hablando. Estábamos al fin del mundo, ya era Domingo ¿que le quedan a dos amantes que ya no se aman si no hablar como amigos? Ingenua de mi.

-Puedes quedarte aquí, me dijo. Y yo pensé ¿quedarme en donde y a qué? Ni siquiera estaba muy segura como habíamos llegado hasta allí, después de tantas curvas y colinas. Solo ayer los turistas fotografiaban con grandes objetivos el atardecer mas largo del mundo y yo sentía que hasta hace solo unas horas mi cuerpo se había abrazado al suyo viendo el sol caer desde un balcón casi vacío, intentando encender un poco mi deseo por el ¿Tan rápido se esfumaba cualquier tipo de afecto?


-¿Podrías llevarme hasta San Juan? No sé como salir de aquí. Le confesé. Y el asintió a mi pedido sin mucha convicción. Al quedarme a solas en el baño comprobé que el mundo se acababa de partir en dos. No anoche, no cuando supe todo lo que no quería saber. No cuando pregunté a la nada, un airado ¿por qué? ¿Por qué a mi? Como si se necesitaran explicaciones para hacer doler a unos y no a otros en este mundo injusto. Mi corazón había sobrevivido a esa noche, pero se acababa de romper como galleta en la mañana. El hombre que me miraba con cariño no estaría nunca mas para mi. 


-Recoge tus cosas mientras voy a recepción al check out. A solas allí, armando la maleta a toda prisa, fue la primera vez que lloré. Toda la comida vegetariana que cocinamos en nuestro casa anterior y que guardamos en el minibar, toda esa pequeña cotidianeidad que habíamos construido los últimos días, se quedaría pudriéndose allí sin ningún significado. Y ese abandono de lo material que ya era nuestro, me pareció de un patetismo inexplicable. No éramos mas que unos cuantos bultos de ropa, cacharros de comida y protector solar, arrastrándonos juntos en un roadtrip que había comenzado idílico y terminaba caótico y sin esperanza de reconciliación.


Lo que pasa es que confías rápidamente en personas a las que conoces poco, me diría años después la psicóloga. Te pones en el filo, te arriesgas por nada. ¿Qué hacías tan lejos con alguien así ? ¿Ves que pudo haber resultado peor ? A veces incluso temo por tu vida. 


-¿Por mi vida? Yo creo que esa noche el temió por la suya. Le sonrío cínica tratando de no mostrar dolor y ella me escucha en silencio intentando no compadecerme.

 

El hombre estaba aterrado. Toda esa cultura gringa de paranoias y violencia estaba presente en sus ojos cuando me abalancé sobre su cuerpo dormido y le pregunté ¿Por qué? No lo entiendo. ¿por qué a mi? Mis uñas clavadas en sus brazos. Mis manos diciendo, despierta ¡Despierta! Estoy sufriendo ¿Cómo puedes seguir dormido después de lo que acababas de contarme? ¿Cómo puedes pretender que yo duerma?  Nada de eso saldría de mi boca, solo una frase sin saliva: 


-No lo entiendo L,  dime por qué?


El me quitó de encima con rapidez y firmeza y me pidió enérgicamente que no hubiera violencia. Fue ahí cuando me di cuenta, lo que pasaba por su cabeza. ¿En realidad ese hombre grande y fuerte pensaba que yo podía hacerle algún tipo de daño? Intenté burlarme de su afirmación, pero ya era tarde. 


Vuelve a tu cama. No violencia. No más violencia, repetía.


Yo me acuné en esa cama sin sueños pensando en que momento pasas de víctima a victimario. Hacía solo unas horas en medio de un preambulo del amor el se ofendió por la acidez de mis palabras y habíamos dejado de intentarlo. Al volver del baño alguien resoplaba en la oscuridad como una criatura nueva y rabiosa que hubiera entrado sin permiso,  mi sobresalto fue mayúsculo cuando al encender las luces vi su cuerpo desnudo, de pie, apoyado en la blanca pared y bufando como un animal salvaje para intentar calmarse. Me pregunté a mi misma, si debía salir corriendo o si ese era solo parte de su acto de histrionismo para inhalar y exhalar.  La salida estaba bloqueada por el cuando empezó a insultarme, primero en español y luego en su idioma. Era la primera vez que lo hacía, que alguien lo hacía. Las palabras estaban cargadas de odio y de continuos Fuck you. Me quedé de piedra tratando de entender. Lanzaba improperios sobre mi conducta infantil, sobre mi poca tolerancia a la falta de sexo. Sobre mi falta de respeto a su intimidad haciendo uso de recursos y lenguaje médicos. Lo dejé gritar hasta que se calmó y con voz calmada le pedí disculpas por mi actuar. Si, así empezó esa noche de locos, pidiéndole  disculpas. 

-¿Ahora podemos hablar honestamente? le dije . El sonrió como si el hombre poseído de la pared se hubiera desvanecido con mis disculpas contritas. 

-Después de lo de hoy, creo que podemos hablar de todo, dijo sonriendo . Ahora su voz era de nuevo suave y su cara sin crispar.

Entonces comencé a preguntar como si no fuera yo. Como si fuera la calmada interrogadora de un evento sin importancia.

A preguntarle sobre la intimidad.

Cuanta intimidad estaba teniendo. Intimidad con quienes. ¿En cuanto tiempo? ¿A la vez? ¿De ambos sexos? ¿Cual es la mas reciente? ¿Hablaba con ellas como conmigo? ¿Hablaba en este momento con alguien en especial?

El respondió todo y yo diseccionaba la verdad que había intuido pero que no había querido aceptar cuando el mencionó meses atrás algo sobre el poliamor.

Su nueva relación mas reciente era hace un mes. Su última conversación mientras nos abrazábamos viendo el sunset. 

Yo me derrumbé por dentro, hacia solo 4 semanas estábamos de viaje en Mexico y yo me había disculpado, si, disculpado por haberme enamorado de el  a pesar que sabía que el odiaba las relaciones a distancia. Habían pasado 2 años, estaba sintiendo cada vez mas cosas, era necesario aclararlo porque esta incertidumbre mataba. En Mexico ambos habíamos sincerado sentimientos y me sentí libre por primera vez porque ya no era ninguna suposición mía. El sentimiento era compartido. No queríamos ninguno de los dos, dijo, pero somos lo que somos, un amor a distancia. O eso parecía. Pregunté por si había alguna idea a futuro. Nos imagino empezando de cero en Brasil,  me dijo con Holbox atardeciendo como escenario de nuestras confesiones mas tórridas. Y yo me lo había creído todo, de la forma literal en la que solo creen los niños. Los dos allá con un idioma nuevo. ¿Por qué en Brasil ? Porque allá siempre eres feliz, había agregado. Yo lo habia mirado con ojos de cordero enamorado. Si, vaya que me conocía bien…o eso parecía.  


-La foto de hoy al Sunset …era para alguien especial? 

-Si, dijo el. Mirándome directo a los ojos sin una pizca de vergüenza. Pero yo ya lo sabía. Como sé cada vez que han ido mal las cosas con alguien, como se sienten las cosas cuando no son contigo. Al atardecer el abrazaba mi cuerpo semidesnudo y pensaba en alguien mas. ¿No era un cuento repetido? Después la falta de ganas para el sexo, era solo el broche de oro a esa bomba molotov que se me estaba cocinando en el pecho. El rechazo. Cuantas veces. No importa como. El rechazo a la intimidad conmigo era algo que había que tomárselo en serio.


-Es mejor que durmamos, dijo de repente, pero yo ya no pude dormir mas. Salí a la piscina, a serenarme. A tratar de no sentirme, estúpida, usada, burlada. Adelantando mis vacaciones para viajar con el y darme la oportunidad de conocerlo a fondo,  cuestionándome sobre la maternidad e ideas que jamás se me hubieran pasado por la cabeza, porque eran temas que le preocupaban a el. Tanto esfuerzo por alguien para quien yo solo era una pieza intercambiable mas, una novedad pasada.


Tirada en la cama del Hotel Boutique, pensaba en que momento debimos parar esa conversación anoche. Si hubiera sido mejor no enterarme nunca, si al verlo transformado en la pared había intuido lo malo en el y como en la atracción por el abismo, quería ver hasta el fondo, cuan malo podía llegar a ser?  Por eso pregunté todo. 


“Cualquier mujer con dignidad lo hubiera abofeteado” me escribía mi hermana por el móvil mientras yo mecía mi pena en la hamaca de la piscina para no volver a la habitación.


“Cualquier mujer con dignidad”  Y claro, que tipo de persona era yo, que le dicen que su hombre se acuesta con un harem en simultáneo y no reacciona. Hasta pide disculpas por haber preguntado tanto.  Se queda en shock, pensando que hizo mal para no gustarle tanto.


¿Por que a mi? Era la pregunta mas certera. ¿Por qué a mi ? Y mis manos intentando sacudirlo de su sueño plácido. No era suficiente con haberle hecho borrar todos nuestros textos y fotos. Necesitaba preguntar por qué. Y ese por qué fue el mismo de todo el camino de retorno a San Juan, a veces entre sollozos, a veces solo murmurado para intentar romper el silencio asfixiante.


Lo último que recuerdo de el, es un grito  para ¡Que me callara la puta boca de una buena vez!  Y fue tan certero, que pensé que me dejaría en medio de la carretera si no lo hacia. No conocía a ese hombre, era un extraño para mi, como probablemente el moco de persona que se diluía en el asiento era una extraña y patética persona para el.

Me dejó allí, en esa vereda  al llegar a San Juan y yo estuve semanas pensando todo el tiempo si era mi culpa. Por haber preguntado. Si debí callarme todo lo que sentía y no llorar en el auto mientras me ocultaba debajo de mi inmenso sombrero. Si como decían mis amigos gays, las mujeres nos hacemos mucho drama con poseer y ser poseída por alguien. Por la exclusividad, como si eso fuera la gran cosa por la que pelear en la vida. Si hubiera sido preferible quedarme allí en Rincón, aunque sea sola. Sola y sin auto en un lugar en donde solo podías salir con un maldito auto, así fuera a la orilla de la playa.  Y ahora pienso, todos los meses que me sentí atada a el  dos años antes, porque fue la única persona que preguntaba por mi cuando pasó lo del covid en donde nuestras almas y nuestros cuerpos no le importaban a nadie. Nuestros viajes juntos recién vacunados.  Y ahora estaba tirada allí, en esa cama  de hotel, como un despojo, sin amigos, ni familia. Sin poder volver a casa pronto. Llorando no como si fuera la primera vez que me rompían el corazón, sino como la primera vez que perdía la inocencia. 



domingo, mayo 26, 2024

Historias de Misoginia 1

El local era acogedor y cálido a pesar del frio reinante. Los faroles en los arboles le daban ese toque encantador de los lugares románticos, que ella lamentó de no poder compartir con el y en cambio si, con el Niño. Habían dejado el auto cerca y llegado allí caminando mientras hablaban de temas sin importancia, riendo con la familiaridad de dos hermanos traviesos que se cuentan las aventuras que les ha dejado el verano;  al cruzar la pista aun insegura por el accidente reciente intentó tomar  de la manga de su abrigo pero se contuvo, en realidad no necesitaba aferrarse ya al brazo de ningún hombre para caminar. El Niño tampoco le ofreció la mano, así de amigos eran. “Eres un chico mas” siempre se lo decían, no importaba cuanta falda ni vestido coqueto utilizara con ellos. “Tu eres uno mas, contigo se puede hablar de lo que sea…” Los autos pasaban veloces y la conversación se había detenido mientras esperaban el cambio de luz del semáforo. 


Otra vez pensaba en el ¿que estaría haciendo a esa hora? De caminar con el seguramente se aferraría a su brazo buscando abrigo, el giraría su cara y ella espiaría su hermoso perfil, como si no fuera una novedad entera y feliz poder caminar o hablar juntos sin necesidad de una pantalla de intermedio.  Sus botas de tacón resonaban ahora en el asfalto y las bromas de su amigo hacían eco en todas las casas. Las calles estaban vacías cuando llegaron al restaurante y su mesa esperándolos. Los adobitos de la huaca cercana se iluminaban de luces ambarinas volviendo complice la noche fría.  Todo el lugar era hermoso, el Niño siempre sabia elegir los mejores lugares para reunirse.

-Y bien, cuéntame mas, dijo el cuando trajeron la primera sangría, ¿estás enganchada o no con este tipo ? 

Ella no estaba para confesiones, se había educado en al arte cínico de contar anécdotas graciosas sin importancia y de hablar con desparpajo de gente sin importancia. Como iba a entender el, que esto se le había ido de las manos. Sabía que en su boca todo se reducía a sexo casual o a seres utilitarios. ¿No hablaban de eso a menudo? ¿No le había enseñado ella misma a mantener distancia de las personas con las que no quieres tener una relación mas que puramente fisica?  No dejes que las mujeres se aprovechen de ti , le aconsejaba, cada vez que el Niño, se acercaba a contarle alguno de sus lances sexuales y ella solo podía repetirle como una hermana mayor: Estás jugando a una relación cuando tu no quieres ninguna. Esas pobres chicas quieren una relación estable, un matrimonio a futuro y tu ahí con tus jueguitos de fingir ser un caballero.

El se reía fuerte. No son jueguitos, yo nunca les miento, allá ellas que esperan.

¿Tan predecibles podíamos ser las mujeres? 


El lugar estaba rodeado de botellas de vino vacías, ya ni siquiera se preocupaban en poner una cava hermosa. Todo es vidrio de colores y botellas sin contenido se lamentó ella. Volvió a pensar en el de forma masoquista ¿Habría desaparecido realmente o era otra de sus paranoias con los hombres? Cada vez que comenzaban a aflorar sentimientos, venían en tropel también los traumas de abandono.

  • Pero ¡quién se desaparece un sábado, mujer !- soltó el, como si acabara de leerle los pensamientos. Nadie que quiera tirar desaparece un sábado a no ser que esta follándose a otra.

Ella alzó la copa y brindó porque no podía negarse a esa posibilidad, aunque hasta ese momento no la había pensando. Durante las largas horas en que le laceraron el cabello, le pintaron las uñas y se ajustó las panties invernales que combinaran con el atuendo perfecto, lo único que se la había dado por pensar, no era ya que la podría llamar de última hora, sino, que tan malo había pasado en su vida como para que no pudiera detenerse a enviarle un mensaje diciendo que no se verían hoy. Que naive, pensaba ahora, la posibilidad de otra amante ni se le había pasado por la cabeza. Se sentía tan poderosa, tan sexy, tan suya y tan perfecto el sexo que estaban construyendo que no le hubiera ocurrido que pudiera existir alguien mas en ese momento. 


-Pero siempre es una posibilidad, no?  Los hombres siempre tiramos y si no lo hacemos estamos pensando en tirar. No puedo creer que te deje esperando una semana. Yo con una mujer que tiene casa sola, que está como tu, ni me la pienso dos veces. Pero eliges cada gente…Igualito al otro huevon, que se llamaba…El que era Project Manager … 


Ni ella misma se acordaba, así de vano había sido su paso por su memoria reciente. Un tacaño para los taxis y para su tiempo, de eso si se acordaba. Un motivo mas para no salir con hombres de este lado del mundo. Pero el Niño si se acordaba, porque con el hablaba en los entretiempos del trabajo duro con la mascarilla puesta  o en el lavado de manos y hablaban de la gente que los motivaba, que los enamoraba. De las citas, de los que no llegaban a citas. El Niño le sabía todo y de todos le hablaba mal. Ningún hombre era bueno. O para cuando le contaba de ellos habian dejado de ser buenos. Su vida ante los ojos del Niño debía ser un álbum de fracasos sentimentales y experiencias que nunca terminaban bien. Su frase siempre era la misma, “Mándalo a la mierda, no sabe lo que tiene” 

La pasta se le pegó en el esófago, cuando el nuevo elegido para mandar al infierno era el. Se negaba a pensar que tan pronto se le viera la hilacha. Le dolía que el Niño lo viera antes que ella. ¿Podíamos hablar de otra cosa? ¿De ti por ejemplo? ¿De tu divorcio ?


El Niño comenzó a extenderse y a despotricar contra las mujeres. Mientras ella se distraía con el decorado del lugar, las palabras italianas dejadas por doquier en los muros, la mujer que comía sola con la espalda recta en un sillón cómodo. Recordó el sillón verde en el que se sentó con el en la primera cita formal, su mirada traviesa que iba de los ojos a su escote. El coqueteo y la insinuación. Aun parecía verano y los cuerpos paseaban su candor y su fuego ante cada movimiento y roce de piel. La primera cita, otra estación, otro tiempo. Cierta inocencia en la espera de que ocurriera  el beso o ese algo que abriera todas las cerraduras y los llevara por fin al momento que habían esperado desde las primeras conversaciones con pantalla de por medio, cuando ambos eran unos desconocidos que ya querían desvestirse el alma y el cuerpo.


-¿Te ha escrito? Interrumpió el Niño abruptamente, sus recuerdos más azucarados. 

-¿Perdón?

-Que estás evitando ver el móvil y quizá el tipo te ha escrito. La mirada de ella se fijó en la hora, casi las diez de la noche. O se ha muerto, agregó con risas. 

-Idiota bromeó ella devastada, al comprobar que el si se había conectado pero no le había escrito. Otro sábado perdido pensó con tristeza y después agregó, pues  parece que sigue vivo.


-Y tirando rico con otra, agregó el Niño, poniendo mas sal en la herida, mientras volvía a llenar su copa. Ya no gastes energía pensando en alguien que no es, ustedes no son nada, nunca lo fueron y lo sabes. Pequeñas agujas se clavaban en el pecho de ella en ese momento. Era un dolor imperceptible. Ahora el Niño era el maestro y ella la ilusa que no sabe que posición tomar.


-Es como yo con la enfermera de la que te conté en Diciembre, tirábamos, yo quería trato de pareja, ella me lo daba porque quería follar, pero le dejé claro que jamás tendríamos nada serio y ella aceptó. El te está tratando como yo a ella, porque así hacemos cuando la mujer no nos interesa para nada. Lo que le faltó a tu amante bandido, fue tener huevos y decírtelo desde el inicio, si tu eres inteligente, hubieras entendido, no? Las cosas claras siempre, para que ellas no se quejen, el Niño parecía feliz con su argumentación.


Ella se removió en la silla sin saber en cuantas maneras esa ultima frase la ofendía. 


Salieron de allí sin pedir el postre, de camino a recoger el auto ella iba mas callada que de costumbre. El frio se había acentuado y el viento le helaba la cara y las rodillas, pero a pesar de eso toda la terraza exterior antes vacía, lucía ahora llena de parejas que recién empezaban su sábado romántico a la luz de las velas. Ella se sentía repentinamente enferma y cansada, mas allá de la alegría fingida con las primeras copas de vino, ahora solo deseaba acurrucarse y ocultarse en casa.

Toda la cena y las palabras soeces en cada una de sus anécdotas sexuales la habían hecho sentirse mareada. ¿Cuándo iba a parar esto de que sus amigos la trataran como chico? Cuando iba a dejar de comportarse como un chico mas, sin sentimientos. Pensaba en la enfermera a la que el Niño había tirado al olvido y de pronto sentía una profunda empatía con ella, había escuchado como ridiculizaba sus sentimientos e incluso sus intentos de acercamiento posteriores. “Fuera mierda, decía el, yo le expliqué que solo íbamos a cachar, aunque de la puerta para adentro si le pedía relación de pareja y cariñitos y todo lo que ella quisiera darme”


¿Era una caricatura de esa enfermera, ella, con todos sus títulos y maestrías a cuestas? Estaría haciendo el mismo papel ridículo a pesar de todos los muros de contención que siempre trataba de poner con todas esas frases duras. No somos nada. ¿De que valía repetirlo tanto?  Ahora ella era realmente nada, para alguien, para ella, incluso para el Niño que ignoraba sus sentimientos y seguía echando sal en la herida.


-No te rompas la cabeza por alguien que solo te quería para sexo y ya ni sexo te quiere dar. 

Hizo una pausa larga.

Vamos, te llevo a tu casa?

Ella lo miro lejana, era otro sábado de mierda. No, definitivamente pediré mi taxi. 



La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...