No es que todas
las veces el suelo haya estado mojado, ni que todas las veces hayamos caído, es
solo ese afán que teníamos por entonces de salir a caminar cuando el cielo se ponía
negro y alguien por ahí vislumbraba tormenta.
Y es que como nos
gustaban las tormentas! Con sus vientos azotando las ventanas y las puertas!
Con la playa que iba quedando vacía y
las palmeras desencajadas al lado del camino, en un largo desfile de damas
despeinadas tratando de mantener la postura. El barco abandonado en el centro
de los manglares, el olor a lluvia, eso recuerdo.
Y no todos mis
recuerdos son verdad, como tampoco todas tus cartas fueron mentiras. Las largas
cartas al empezar noviembre, el mes de los tifones y mi ansiedad por esconderme
en el lugar más apartado de la casa y leer una a una esas dulces mentiras: Volveré
el mes próximo o el siguiente y el siguiente y así, se iba pasando la vida,
pedaleando la bicicleta cuando la lluvia
caía, cuando la gente mayor decía que no saliéramos. Así se iba pasando, se
sigue pasando la vida.
Y me pregunto
ahora, si mis recuerdos son muy tristes. Si fue mejor para ti que para mí la vida? Si en esos meses que yo pasaba
limpiando el agua de mi cubierta, tu extendías en cambio tu vela lejos, en un
lugar en donde de verdad daba fin el arco iris.
No siento que
toda mi juventud haya sido lluviosa, que me haya pasado la vida chapoteando de
un extremo a otro de la playa buscando el lugar exacto por donde encallaría tu
barco. Han habido veranos y gaviotas y; de vez en cuando un amor pasajero que me ha
hecho olvidar que es lo que esperaba, pero siempre, siempre, mas allá de todo
sol tibio al amanecer, de toda risa perfecta, de la música ruidosa, del
bronceado que ahora sé que envidiabas y adorabas, mas allá de todo eso, para mi
tu recuerdo va unido a una época en que llovía y el cielo era color malva antes
de las tormentas. Porque tu nombre era el de un tifón, todo tú lo fuiste. Tal
vez toda yo.
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