Hay una oscuridad creciente, la tiniebla azul que antecede a todo lo visto
La mujer de cera se levanta de su lecho inerte y danza,
Con cabellos rizados cual lenguas de fuego gira y contornea su figura hasta volverse nada, danza sin temor a nada hasta que queda exhausta,
Está puesta abajo,
su rostro vuelto a la tierra contraído ahora hasta las lagrimas,
las yemas de sus dedos se aferran tensos a un territorio que no la puede salvar de un fin que ya está descrito, mucho antes de ella y de cualquier anhelo de permanecer eterna.
Se levanta, gira, gira, contornea la silueta como quien sufre un deseo que no puede ser jamás calmado,
Su figura es fuego, magia, universo incandescente,
Hay una canción sin letra dentro de ella, una melodía que nadie aprende a cantar con voz suficiente. La canción que la levanta y la mitiga. Ojos cerrados, labios trémulos, la mujer está bailando para si misma la canción sin nombre que nadie ha aprendido a cantar para ella.
Se mueve, se descompone, sus movimientos son dramáticos e inútiles,
de rodillas gatea por la pieza oscura clamando la piedad inexistente, es apenas una llama mortecina ahora, la débil llama de lo que recuerda haber sido.
Cae, cae. Ha caído y sus cabellos se arrastran como cuerda encerada por aquel piso, cuerda desnuda que consume el cuerpo derretido de una cera que ya no arde.
La mujer se desnuda ante la mirada atónita de la oscuridad que crece con ojo de cíclope sobre ella, muestra sus grandes senos flojos, sus muslos que adormecen, y enervan al universo mas oscuro, la mujer se desnuda ante la noche que ha detenido un rato su marcha canibal de humanos sin alma y se muestra tal como siente, esa es su fuerza, esa su valentía, entonces danza.
Sin miedo. Danza para ella. No hay oscuridad posible que la borre de la faz de la tierra. Ella danza iluminada por dentro y entonces es eterna.
Vuelve a danzar ante la noche que es un mar de brea oscura que la rodea buscando apagarla pero que la enciende en cambio,
vuelve a encenderla de donde no queda nada y la vuelve antorcha,
la vuelve incendio que no perdona,
torna en llamas sus cabellos que cambian de oscuros a rojos
Y vuelve alas sus pies que han dejado ya el lastre de cera que antes la ataba al piso en donde todos se arrastran, esclavos de un futuro que amenaza con carbón y cenizas. La mujer danza y vaya que danza. La oscuridad mas temible ha avivado como combustible el mayor de sus fuegos. Un cuerpo que vibra, que siente, que tiene ahora el calor de mil soles. La mujer despierta. Sus ojos son del color del atardecer y su piel no desea volver jamás a cubrirse.
Mírame le dice a la noche que retrocede perlando su frente de pálidas estrellas, Mírame, soy fuego. No puedes detenerme.
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