lunes, septiembre 23, 2024

Mensaje en visto

Lo he dejado como esperaría dejar en esta butaca el dolor que me atenaza la pierna o como desearía dejar en casa todos los miedos que me han impedido irme antes. Lo he dejado, pero no es que no lo hubiera dejado ya antes, el me ha dejado también, me ha dejado de escribir, de llamar, de parecer agradable, se ha vuelto una piedra y yo no puedo con eso. He intentado, ya sabes, lo intento siempre ir tras el, hacer escaramuzas para decirle que lo siento, para hacer que el diga que lo siente, pero es inútil. Un día nos cruzamos por casualidad y su voz era la de un robot, sus respuestas a mis dudas las que daría un chat de inteligencia artificial, ninguna palabra extra. Puntos al final de cada frase, podía sentir un reloj que me avisaba que lo dejara en paz. Hubo una noche después de eso, una noche en la que todos habían bebido y yo también un poco, aun no me dolía la pierna, pero ese día empezaría. Ni siquiera había llegado a casa cuando decidí escribirle, ni siquiera terminé de sonreír en aquella reunión cuando tomé el taxi y quise desesperadamente una comunicación con el. Quería decirle que las veces que mas lo extraño son aquellas en que estoy feliz de nuevo, como esa noche, las veces en que vuelvo a reír y parece que el mundo fuera blandito y dulce como un bollo de canela. Así quería escribírselo, pero hubiera sido demasiado cursi. Puse Te amo, luego lo borré. Puse: Nunca dejaré de amarte y lo borré de nuevo. En el taxi con las luces de la ciudad a la medianoche volviendose verdes y amarillas en los márgenes, yo solo podía pensar largos discursos sobre qué decirle, cuánto me hacia falta volver a hablarle, comunicarle incluso mi rutina mas tonta. Preguntarle si el estaba haciendo lo de siempre o ya estaba en una cita, ya habría conocido a alguien, ya estaba enamorándose de alguien nuevo. Esa idea me parecia insoportable. Miré el móvil. Podía ponerle cualquier cosa, luego culparía al alcohol, a la desinhibición de algún sábado, luego siempre podría borrar el mensaje y esperar a que el me contestara: ¿Qué haz borrado? Cómo antes, cuando nos importábamos e iniciábamos conversaciones de la nada.

La ciudad es mas mia cuando está a oscuras y la gente se oculta en sus casas o en los antros donde se divierten, las calles lucen vacías y me dan ganas de salir corriendo o tomar la bicicleta, recorrer toda la ciudad, como si fuera un territorio nuevo en donde tejer nuevos sueños. Me siento feliz y cuando soy feliz lo extraño, vuelvo a tomar el móvil, eso es lo que debería ponerle. Que puedo llevar esta vida como si nada, pero me resulta insoportable la idea de ser feliz y que el no esté compartiendo esa felicidad conmigo. Y a veces necesito tan poco para serlo, solo una película nueva, una canción vieja de la que jamás había entendido la letra y ahora cobra significado, cocinar  en mi día libre y que sepa bien. Es ahí cuando quisiera llamarlo, o escribirle, como la primera vez que hablamos un Lunes, yo desde la cocina, friendo por primera vez un pescado  sin idea de cómo hacerlo y el en algún descanso del trabajo. Cruzamos algunas frases y ahora puede parecer falso pero yo ya sabia que era él. Siempre lo supe, hay cosas que se saben. Es como un pálpito, un recuerdo que llama a tu puerta quedamente, que te llama desde otra realidad mucho mas concreta. Mi encuentro con él era inevitable, solo quedaba rendirse y disfrutarlo.

El carro avanza, podría avanzar toda la noche, yo no pertenezco a ese lugar, al lugar de casas grandes donde han hecho la fiesta. Yo pertenezco a mi islita pequeña, por eso me alegro cuando veo las primeras palmeras en la avenida. Pienso que de por si ya vivimos tan lejos, cuantas veces tendría el que recorrer ese mismo trayecto por llegar a mi casa, a mitad de la noche, cuando con anhelo le diga, te quiero, te quiero.

Pero no hay caso, lo he eliminado, contacto cero, mas nada. Otra vez. Porque es la única forma de acabar con esta continua búsqueda de no saber en donde está, en quien piensa o qué piensa. Si aun piensa, en mi, en nosotros, en alguna noche de todas las que anhelábamos tener cuando volviéramos a vernos. Aun te amo, escribo eso, luego lo borro. Eso suena desesperado y suplicante. Se que me dejaría en visto, que no comparte los sentimientos que yo le compartí esa noche cuando se iba hacia el aeropuerto. Yo pude ser un eco a sus te amos, a sus promesas de volver, porque lo sentía cierto, era solo el recordar brillante de otra escena en una realidad ya vivida, esa en la que ambos funcionamos juntos. No me costaba nada decir te amo, se lo había dicho con los ojos en nuestro primer café, en nuestro primer beso, en cualquier cosa que hiciéramos pero yo aun no lo sabía, mi cuerpo si. Todo había sido natural con el, no tenia que verbalizar esas palabras de amor si sabía que todas eran ciertas y recíprocas. Subo en el elevador y aun no decido que poner, deseo tender un puente es hoy, esta noche, pero me sale un tímido: Yo me enamoré. Lo borro media hora después, lo sustituyo por un Yo me enamoré de ti, claro de quién mas, pero hay que especificarlo. Los hombres son tontos, podría creer que me he enamorado de alguien mas (como si eso fuera posible ) que me he fijado en alguien mas, que las veces que sonrío en las fotos, o que no le hablo es porque pienso en alguien que no fuera el ( como si eso pudiera ser posible!) Por eso lo he eliminado, no puedo seguir arrastrándome en estos sentimientos que no conducen a nada. En frases que son contestadas con dos aspas azules y un gran silencio. Un silencio que dura horas, días, acaso semanas y me confirma que todos mis miedos habían sido ciertos, que yo amé mas, que si le daba la oportunidad el me dejaría por cualquier bobada, que el jamás cruzaría un puente que yo intentara lanzarle.

Hace un año fui por este mismo dolor en la pierna derecha, pensando que no era orgánico, que era algo mas psicopático, porque aumentaba cuando pensaba en las cosas que había hecho mal, a los lugares que ya no podría ir, sentada en el sofá de la psicóloga, prefería pensar que estaba somatizando a saber que se me estaba partiendo una vertebra en mi loca carrera por entrenar el cuerpo perfecto. Me dolía casi tanto como ahora, despertaba y me dormía con ese dolor, habían dicho que solo duraría seis meses pero cada día era un suplicio que me tiraba para abajo y cuando venia el dolor, venían todos los sentimientos malos, los de culpa, los de duda, como si ese dolor yo me lo estuviera infringiendo por algo y me lo mereciera. ¿Están tan lejos las piernas del corazón? Ella me dijo que la cadera se bloqueaba cuando no queríamos soltar algo, algo nos retenía y no nos dejaba seguir hacia adelante y yo pensaba en todo lo que no quería dejar, incluso las cajas vacías de los zapatos altos que pareciera ya jamas usaría. El dolor ha vuelto y vuelve con el, al pensar en qué quizá perdí el tiempo esperando que el volvería por mi, por eso lo he eliminado, odiaría que el me viera en estos episodios de dolor, que me viera cuando soy frágil, cuando todo control se me escapa de las manos. Por eso quise dejarlo la primera vez, esas semanas del dolor de cabeza. No lo extraño cuando estoy así, cuando me duele algo quisiera apartar a todos a mi alrededor, que no vean en qué personaje quejica me estoy convirtiendo.

Pero en el fondo tampoco es eso, lo he eliminado porque ya no sé donde mas buscarlo y aceptar que el no me buscará a mi. Que por mas que revise el movil mil veces nunca habrá una respuesta para mi declaración mas enamorada a mitad de la noche. Se que ya no habrán mas canciones, aunque en todas tenga que pensar un poco en el, canciones nuevas, canciones viejas, pienso en que desearía poder compartirlas con el nuevamente, pero incluso eso, debo admitir que ya no pasará. No quiero tener que preguntarme si ama a alguien mas, que tan pronto toda su atención se volcará en otra persona, que tan pronto habrá dejado de importarle todo lo que queríamos para nosotros. Ni siquiera puedo imaginarlo. Que no lo sepa. Que no sepa cuanto lo extraño en los momentos en que estoy feliz y en los que estoy triste, que no haya sentido ninguna vez lo que yo, que era inevitable enamorarse, que solo nos volvimos a encontrar, que al verlo mi búsqueda de ese no se qué había por fin cesado. Lo he eliminado y con eso, todo lo patético que puede resultar enamorarse de quien no sabe el valor que a mi edad tiene volver a creer en la fantasía.

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