- Se nota que vos sos una mujer que la tenes bien clara- me dijo el hombre con el que hablaba distraídamente en medio de la plaza.
Lo había conocido cuando llegue al terminal de buses y habíamos estado esperando que aclare el día, mientras conversábamos de nuestras vidas. Yo le conté a grandes rasgos la mía y fue cuando dijo esa frase que ayer recordé como en un sueño.
Tenerla clara… ¿Realmente la tenia? Había mañanas en que me despertaba y no sabia que pasaría ese día. Tardes en que me desesperaba pensando que al entrar el sol detrás del mar, se acaba otro día lleno de oportunidades perdidas. Había noches en que me acostaba y me sentía frustrada y sin saber como había pasado tanto tiempo sin hacer realmente nada, excepto escribir y escribir, como si con eso pudiera valerme en este mundo.
Tenerla clara para aquel hombre, era no quedarme con nadie, saber distinguir entre sexo, amor, ilusión, porque a las finales yo nunca me quedaba con nadie. Todo lo asumía como un espejismo pasajero, en donde quien se la cree pierde. En verdad yo no la tenia clara, había sido el destino. Me había llevado a cruzarme con hombres que no valían un suspiro sostenido o con tipos inseguros de si mismos, o de que querían en este mundo. Hubo veces que yo me ilusione hasta querer echarlo todo por la borda, pero a los 5 minutos despertaba dándome cuenta, que no valía perder tanto por gente que ofrecía tan poco.
Ese era el quid del asunto, gente sin mucho que ofrecer. A veces eran cosas económicas, pero en la mayoría de veces siempre fue estrechez de corazón. Gente capaz de encenderse como una luz de bengala en un par de minutos, pero que se paga realmente y se queda chamuscada para ir directo al basurero. Cuanta gente había parecido quererme, desearme, amarme, como poéticamente lo llamaban, pero no pasaban minutos, antes que me diera cuenta que eran niños jugando a mayores con promesas y juramentos que les quedaban demasiado grandes.
Yo no la tuve clara muchas veces, me ilusione igual o mas de los que parecían interesados, pero al poco tiempo había algo que me hacia desistir, que me hacia darme cuenta que no era justo que yo diera el 100% a una relación, en la que el otro ponía siempre menos del 50%, como si eso fuera negociable. Entonces, escapaba, me zafaba, me frustraba. Esos días parecía tenerla clara: me quedaría siempre sola, porque nadie valía la pena.
Ante ese cordobés que me decía que yo parecía una mujer segura e inteligente, yo sonreía tristemente, pensando que se equivocaba. Solo había tenido alguna suerte, par no embarazarme de algún hijueputa, como algunas de mis amigas o no haberme casado, terminado la universidad. Solo era cuestión de suerte, que el único hombre capaz de hacerme volar por los aires, me estaba vedado y que estos dos años, hubieran servido como entrenamiento para la vida real, una prueba al vacío, donde había podido cruzarme con la mayoría de tipos por los cuales no apostaría, mas que a una relación meramente física o por una mistad fraternal.
Hace algunos meses, vi a una de mis compañeras de colegio. Estaba obesa, probablemente embarazada y caminaba de la mano de dos crios a los que se les caían los mocos. Quise saludarla, pero ella cruzaba la pista con una mirada al vacío, como de quien no espera nada y me di cuenta que era inútil, tratar de recordarle que alguna vez estudiamos en el mismo colegio, para chiquillas con gran futuro.
Ya hace algunos años, alguien me dijo que se había conseguido un novio pegalón con el que comenzó a vivir casi de inmediato, para que le pagara los gastos. Pero no imagine que se llenaría de hijos en solo 5 años. ¿Que le había pasado? ¿Qué había evitado que yo terminara igual?
¿Acaso las dos no fuimos de las mas tontas de las clases, de esas que terminan secundaria sin haber sido besadas por nadie y que viven creyendo en ese amor idealizado que se da en las telenovelas, en el romance, en los hombres?
Cada vez que creí enamorarme, jamás pensé en formar una familia o tener hijos con tipos que no me pudieran ofrecer nada. La verdad, jamás ‘pense en tener hijos, antes de cumplir mi propio plan de vida. ¿Eso era tenerla clara? ¿Qué hubiera pasado si me tocaba uno de esos pegalones que no te sueltan ni a sol ni a sombra? ¿O si hubiera cometido la tontera de querer formar una familia con alguien que solo conociera un par de semanas?
Siempre me había escapado a tiempo, pero a veces dudaba si la próxima vez tendría tanta suerte. Siempre debía poner los pies en la tierra cuando el otro perdía la perspectiva. Y si yo perdía e rumbo, siempre había alguien que me diera el portazo en la cara, diciéndome que lo que sentía no era amor.
No se si la tuve clara, todas esas veces. Quisiera darle la razón al cordobés ese y decirle. Si, soy la mujer inteligente y segura que parece que soy…pero a veces creo que todo, solo fue cuestión de suerte, para no volver a enamorarme.
Lo había conocido cuando llegue al terminal de buses y habíamos estado esperando que aclare el día, mientras conversábamos de nuestras vidas. Yo le conté a grandes rasgos la mía y fue cuando dijo esa frase que ayer recordé como en un sueño.
Tenerla clara… ¿Realmente la tenia? Había mañanas en que me despertaba y no sabia que pasaría ese día. Tardes en que me desesperaba pensando que al entrar el sol detrás del mar, se acaba otro día lleno de oportunidades perdidas. Había noches en que me acostaba y me sentía frustrada y sin saber como había pasado tanto tiempo sin hacer realmente nada, excepto escribir y escribir, como si con eso pudiera valerme en este mundo.
Tenerla clara para aquel hombre, era no quedarme con nadie, saber distinguir entre sexo, amor, ilusión, porque a las finales yo nunca me quedaba con nadie. Todo lo asumía como un espejismo pasajero, en donde quien se la cree pierde. En verdad yo no la tenia clara, había sido el destino. Me había llevado a cruzarme con hombres que no valían un suspiro sostenido o con tipos inseguros de si mismos, o de que querían en este mundo. Hubo veces que yo me ilusione hasta querer echarlo todo por la borda, pero a los 5 minutos despertaba dándome cuenta, que no valía perder tanto por gente que ofrecía tan poco.
Ese era el quid del asunto, gente sin mucho que ofrecer. A veces eran cosas económicas, pero en la mayoría de veces siempre fue estrechez de corazón. Gente capaz de encenderse como una luz de bengala en un par de minutos, pero que se paga realmente y se queda chamuscada para ir directo al basurero. Cuanta gente había parecido quererme, desearme, amarme, como poéticamente lo llamaban, pero no pasaban minutos, antes que me diera cuenta que eran niños jugando a mayores con promesas y juramentos que les quedaban demasiado grandes.
Yo no la tuve clara muchas veces, me ilusione igual o mas de los que parecían interesados, pero al poco tiempo había algo que me hacia desistir, que me hacia darme cuenta que no era justo que yo diera el 100% a una relación, en la que el otro ponía siempre menos del 50%, como si eso fuera negociable. Entonces, escapaba, me zafaba, me frustraba. Esos días parecía tenerla clara: me quedaría siempre sola, porque nadie valía la pena.
Ante ese cordobés que me decía que yo parecía una mujer segura e inteligente, yo sonreía tristemente, pensando que se equivocaba. Solo había tenido alguna suerte, par no embarazarme de algún hijueputa, como algunas de mis amigas o no haberme casado, terminado la universidad. Solo era cuestión de suerte, que el único hombre capaz de hacerme volar por los aires, me estaba vedado y que estos dos años, hubieran servido como entrenamiento para la vida real, una prueba al vacío, donde había podido cruzarme con la mayoría de tipos por los cuales no apostaría, mas que a una relación meramente física o por una mistad fraternal.
Hace algunos meses, vi a una de mis compañeras de colegio. Estaba obesa, probablemente embarazada y caminaba de la mano de dos crios a los que se les caían los mocos. Quise saludarla, pero ella cruzaba la pista con una mirada al vacío, como de quien no espera nada y me di cuenta que era inútil, tratar de recordarle que alguna vez estudiamos en el mismo colegio, para chiquillas con gran futuro.
Ya hace algunos años, alguien me dijo que se había conseguido un novio pegalón con el que comenzó a vivir casi de inmediato, para que le pagara los gastos. Pero no imagine que se llenaría de hijos en solo 5 años. ¿Que le había pasado? ¿Qué había evitado que yo terminara igual?
¿Acaso las dos no fuimos de las mas tontas de las clases, de esas que terminan secundaria sin haber sido besadas por nadie y que viven creyendo en ese amor idealizado que se da en las telenovelas, en el romance, en los hombres?
Cada vez que creí enamorarme, jamás pensé en formar una familia o tener hijos con tipos que no me pudieran ofrecer nada. La verdad, jamás ‘pense en tener hijos, antes de cumplir mi propio plan de vida. ¿Eso era tenerla clara? ¿Qué hubiera pasado si me tocaba uno de esos pegalones que no te sueltan ni a sol ni a sombra? ¿O si hubiera cometido la tontera de querer formar una familia con alguien que solo conociera un par de semanas?
Siempre me había escapado a tiempo, pero a veces dudaba si la próxima vez tendría tanta suerte. Siempre debía poner los pies en la tierra cuando el otro perdía la perspectiva. Y si yo perdía e rumbo, siempre había alguien que me diera el portazo en la cara, diciéndome que lo que sentía no era amor.
No se si la tuve clara, todas esas veces. Quisiera darle la razón al cordobés ese y decirle. Si, soy la mujer inteligente y segura que parece que soy…pero a veces creo que todo, solo fue cuestión de suerte, para no volver a enamorarme.