“No te cepilles
los dientes aun”- me dijo. Era claro, que aun no habíamos terminado. Con esa
media sonrisa, de caramelo envenenado me guió de la mano hasta el final del salón.
Allí descansaban dos parejas más, apoyadas contra una pintura de un bosque
oscuro, hablando en un francés que de
inicio se me hizo ininteligible. El se unió a la conversación con la copa de
champagne en la mano, se acercó a la mujer y le susurró al oído como si fueran
viejos conocidos, mientras me tenia aún
tomada por la cintura y su mano bajaba suave por el contorno de mi cadera. El humo
de los cigarrillos inundaba el ambiente, como también la adrenalina. No sabía
si reírme o echarme a correr. ¿Qué estábamos haciendo?
¿Qué estaba
haciendo él?
3 comentarios:
mmmmm... interesante
(por otro lado, si pues, a veces todavía sigo vivo)
Es bueno que sigamos vivos
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