martes, abril 16, 2024

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros. Al sentarme a la mesa por el gran ventanal lleno de flores, apenas se dibuja el perfil de los edificios vecinos, al fondo del paisaje tres palmeres solitarias intentan un triste protagonismo entre las nubes de bruma que arrastra el viento desde el océano. Ayer las ventanas temblaban y la ropa colgada en varios niveles desde una cadena vertical se movía a punto de arrancarse, dando al espectáculo la tristeza de algún ahorcado que balancea su cuerpo contra el vacío. Abajo, solo la avenida, que en el día es ruidosa y llena de autos en un trajín constante desde el centro de la ciudad al mar y viceversa. A donde irán todas esas almas conduciendo en desespero me pregunto, cuando me apoyo con el café en la mano al ventanal tan grande y observo los aviones pasar como si fuera mi primer día en esta ciudad de fauces grises y monstruosas. A donde irán tan rápido ? A las once de la noche en cambio hay un silencio cómplice, es la hora del televisor y las películas elegidas con sumo interés las semanas anteriores. Películas que no podré comentar con nadie o con muy pocos y de las cuales hasta olvidaré el nombre, así de traicionera es la memoria. Una hora mas tarde memorizo y escucho grabaciones en otro idioma, para ejercitar mi cerebro en un paciente ejercicio de lucha contra el envejecimiento prematuro. Al menos no me pasé la vida bebiendo o fumando, me digo, para no dejarme abatir por la idea de que mi memoria que de adolescente se prometía  asombrosa hoy se borra en sombras que no entiendo ni confieso.


Levanto la cabeza y ya la bruma se ha tragado también las palmeras, solo se ve la baranda del balcón y mis flores. Que seria de mi sin las flores? El no entendería porque amo mas las flores que las plantas, una planta esta mas allá que sus órganos sexuales me diría y yo sin querer me reiría, porque reía con el al disfrutar sus rarezas y estar cerca suyo para observar sus manías. Quizá no he dejado de querer a los hombres como se les quiere a los pacientes, desde sus defectos y desde sus dolencias, no como una madre que quiere protegerlos, sino como alguien mas aséptico, la que desea ver hasta el final en que termina ese experimento, esa alquimia que transforma al hombre que conociste en el que luego dejarás o bloquearás de tu vida.  No es mi intención hablar de el, pero la página en blanco traiciona las mas cándidas intenciones y hace que cada linea se manche de franqueza. Acaso no hay cuerpo que pueda contener secretos para toda la vida? Que necesidad enfermiza tenemos de exponernos? De mostrarnos al otro, de forma completa y vulnerable. Examino esas emociones mías, como si fuera un curioso entomólogo que ha diseccionado mi corazón en partes y sin asco, tal cual fuera un insecto con una anatomía y forma particulares. Lo abro y lo espulgo, admirando su debilidad y su fuerza. Por que tantos ? Dice mi cabeza. Por que tan pocos? Me responde el tiempo.  Mi gran viaje permanece en secreto como los edificios entre la niebla, ocultando su verdadera profundidad, los matices de su claro- oscuro. No he vivido nada, me digo, y para los otros sin embargo, ya he vivido tanto! Cuánto me he permitido soñar en este viaje. He estado mas veces inmóvil ante una ventana, ante un libro, o ante una pantalla que las veces que he observado la vida  en movimiento desde la ventanilla indiferente de un tren o de un avión, como reza la nueva filosofía de jamás dejar de moverse. Yo me he quedado quieta mas veces de las que he ido de viaje y sin embargo, para ellos es lo único que cuenta, los kilómetros que he marcado, los números que he hecho. El viaje mas logrado ha sido este, el que he hecho hacia adentro  a través de los otros para poder conocerme un poco aunque sea consciente que voy perdiendo memoria de el a medida que avanzo. 


Tengo un poco de miedo, no como antes cuando era una niña que no sabia lo que quería. Temo por lo que quiero, por mis debilidades que me hacen repetir las mismas cosas, a veces huelo la felicidad y casi tan pronto puedo oler que desgracias trae consigo. Cuánto me tomara recuperarme de lo que casi se acercaba a la imagen de perfecto. Quizá ese es el engaño mas frecuente, cada cosa, cada hombre, que tomo la relleno con trozos de recuerdos y mejoro lo que antes estaba roto, todo lo que ignoro, lo compongo con lo que podría ser mejor. Escribo una película, el personaje debe ser creíble y sin embargo al final la realidad personal supera toda ficción en mi cabeza. Así de magnánima es la vida con sus regalos y sus desgracias. Casi ha oscurecido, este invierno será frio, hay alguien en el teléfono enviando mensajes que terminan con la palabra amor, ni el lo cree ni yo tampoco. Pero seriamos una bella estampa de lo imposible. En la otra pantalla alguien que no me dice palabras tiernas, me envía cataratas  de canciones melancólicas sobre el amor y la pérdida, en total disonancia con su actitud indiferente a lo que yo haga o diga.  Me pregunto quien me acompañará a pasar este invierno? Imagino una espalda a quien abrazar pero es como pensar en azúcar o en alguna droga que potencialmente me hará daño luego. Quisiera ser como J. Binoche en esa película en la que le preguntan: Y haz dormido con muchos hombres ? Ella responde serena y feliz: Desde que llegué a Paris hace tres meses solo puedo contar con los dedos las veces que he dormido sola.


Yo soy la del otro lado del espejo,  quien duerme sola, permanece inmóvil en la ventana, disfruta el café y hace listados de palabras raras. A veces me muestro triste de forma indecente, pero solo para los mas íntimos y lejanos desconocidos. En el mundo de las imágenes, soy la feliz portadora de un cuerpo que invita al deseo, de una sonrisa que no se curva nunca. Para los amigos, el molino constante de historias y de risas. Hay una repentina claridad en el horizonte, quizá es la hora de reconciliarnos todas y perdonarnos todos los secretos. 

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....