martes, junio 01, 2010

Debe ser que de un tiempo a esta parte dejé de escribir con música. Que comencé a oirme y de esa forma escribir serenamente, a ningún ritmo excepto mi pulso pausado de a diario.

Y debo decir que es un poco más fácil así, el entregarme, decir lo que siento, aun si no utilizo la primera persona para explicarme, aun si pretendo poner la lejanía de la indiferencia en lo que escribo. Me resulta mas fácil de esa forma silenciosa el ser honesta, una tarea difícil en una persona que como varias vive del engaño, se regodea en el cinismo de la risa fácil y del comentario fútil.

Pero tal vez extrañaba estar flotando en este estado en el que disvarío, suspendida en la canción de otros, en las líneas que otros escribieron para mí, incluso antes de que yo naciera. Debe ser que extrañaba estas ausencias mientras escribo, las ausencias de cuando sólo sigo la música sin pensar en que digo, ni sentir lo que pienso.

Las palabras nacen como verdes brotes que antes del primer invierno morirán...se me ocurrió esa frase y no pude continuarla, tal vez porque esta noche sólo hubiera preferido hablar, oir música y tomar bebidas de colores para sentir que la espalda deja de estar tensa y que los hombros son un nudo. Me hubiera abandonado a cualquier pregunta tuya, porque a veces es un placer explicarse, intentar explicarse, salir del capullo a ver si alguien te reconoce en el estreno del primer vuelo.

Ya sé, esto no es interesante. Pero que vida lo es? La vida se esfuma antes de llegar a disfrutar su verdadero sabor. Así que no deberías juzgarme si al inicio de este invierno me siento frente a la ventana sin cortinas y mirando la ciudad que guiña un ojo de cíclope luminoso, lanzo a tu universo un puñado de palabras que aunque hoy no tengan sentido el color de mi voz darían vida.
Una buena noche, yo intentaré estar lista mañana.

24 horas de mundo real

La pregunta para el ensayo en francés se refería a ¿Qué acontecimiento había cambiado mi vida. En la practica oral había ensayado la típica ...