viernes, agosto 31, 2012

JUNIO


La puerta esta junta y yo finjo dormir, oculta entre mil mantas, almohadas pequeñas y extrañas fragancias; allí estoy acostada respirando quedito, pero no duermo, en realidad lo espero. Es el año 2007 y me he acostumbrado a que a mitad de la noche, un cuerpo helado busque abrigo con el mío. Sigiloso como un gato, dulce cuando calla y brutal cuando pide que lo ame de piel para adentro.

El amor no se pide- me digo. Nace, tiene que nacer. Pero nuestro amor ha nacido casi muerto, con fallas múltiples; a lo mejor y nos une la esperanza de recomponerlo en el camino. Nos une la soledad, le he dicho, pero quién sabe si ha oído. A mitad de la madrugada el llega cansado y yo espero cansada también que su figura borrosa se amolde a la mía. Con suaves movimientos que estremecen la piel más tibia.

Junio ha llegado con miserias varias a llenar de frio esa ciudad. Junio es su nombre también y dormimos juntos, sin citas previas. Como dos personajes ocultos en un cuarto del tamaño de una caja de zapatos, con olor a moho de mitad de invierno. Me gusta. Hay algo transgresor en esa relación inhumana, nunca coincidimos de día, solo a mitad de la madrugada. El me pregunta cómo me fue en mi guardia y yo evito preguntar como le fue en el diario, si es que esta pasando algo nuevo en el pais me enterare manana.

El sexo surge sin contratiempos, sofocado por el silencio de la madrugada. Todos duermen, nosotros apenas estamos listos para estar suficientemente despiertos.

Hay una mínima esperanza de que esa relación resulte, nos aferramos con unas y dientes, a las sabanas, a las almohadas húmedas, a toda esa esponjosa ficción que hemos creado desde que nos conocimos. El me lee y yo a él, mientras poco a poco nos vamos perdiendo. Los dos como seres humanos reales a la luz del día apenas si nos reconoceríamos, pero mientras escribimos, vamos al mismo paso, sintiendonos, conociendonos...Perdiendonos.

Hoy he puesto esa música que sonaba cuando nos despedimos, no el 2007 sino dos años más tarde. Y me he puesto de pie en mi balcón altísimo, al que imagino como la proa de un barco, a ver la ciudad, las luces que titilan hasta desaparecer en la boca negra del mar. Hoy lo he recordado a mí pesar, porque las historias vuelven siempre durante la madrugada, reverberan las culpas y las razones a esa hora en donde como en un pasado no muy lejano, también nació muerta la esperanza.

La mala hora

Me preguntas si el insomnio es una enfermedad.
Quiza es un vicio, me quedo pensando.
Quiza es que la hora en la que los astros ascienden hasta hacerse  inalcanzables  sea la mejor para escribir. No porque la ciudad calle, sino porque hay una hora pasada la cual, se desvanenecen todas las esperanzas y mueren las oportunidades de ser buscada o encontrada. Quedan libres entonces, los pensamientos mas profanos, crueles dictadores de dedos agiles y verborrea honesta.

Hay una hora a mitad de la madrugada, en que cualquier persona puede ser sincera, puede volverse poeta o pitonisa de los hechos mas escabrosos. Me agrada esa hora como tambien me aniquila, es la hora en que se abandona toda esperanza y ya hemos hablado bastante de la esperanza, verdad?

Me preguntas si tengo terapeuta y como se llama?
Mi terapeuta es negro y solo se recibe en pequenas dosis, va metido en una tacita pequena invadiendo con su fragancia cualquier melancolia reciente. Es el que me hace hablar a gusto cuando lo que deberia hacer es callar mil veces. Mi terapeuta, lo sabes ahora es el cafe de la manana, el de media tarde, el que no busca compania para ser bebido.

Escribo sin corrector de textos hoy y es como correr sin sujetador, tremendamente liberador como inadecuado. Me hace falta algo mas de cafe, un poco de abrigo, una compannia que no moleste el curso de mis pensamientos y una ilusion. Recien ha empezado la madrugada y las historias confluyen a mi paso como un cardumen de sutiles pensamientos.

jueves, agosto 30, 2012

EL PACTO



La primera cita sería en la verdulería, justo en la sección de las frutas. Recordaría luego el olor a piña cayena, duraznos maduros y manzanas chilenas, mientras lo esperaba. La idea de encontrarse por primera vez en el supermercado había sido suya;  era un lugar iluminado y seguro, donde estarían rodeados por mucha gente. De darse el caso podría huir o excusarse sin salir lastimada. Más allá de esa lógica de paranoia y protección la razón era mucho más casera: Era por los olores; en un futuro si algún sentimiento traicionaba su lógica usual de autoprotección,  apenas si podría evocar su recuerdo si estaba disipado su aroma entre las mil fragancias de las frutas importadas de aquel exclusivo supermercado.

Llegó temprano, contando los minutos, los pasos peatonales, las señales de los semáforos. El pacto era simple, ninguna palabra de contacto previo, no saludos ni gestos vanos,  irían directo a la acción de lo que les naciera hacer en ese momento. Un abrazo, un beso, un empujón si fuera necesario. Más que una cita a ciegas, su encuentro iba acompañado del pacto explicito de ignorar cualquier convencionalismo que los encasillara más adelante como las personas aburridas que echan a perder una relación por la duda inicial.

“La acción es carácter” le habían enseñado en la escuela. ¡Vaya forma de aplicarlo! pensó con cierta melancolía, al recordarse colegiala, con sueños de amores perfectos y relaciones ideales.

El encuentro fue rápido, contacto visual adecuado, tacto breve, olores tenues entre sus escasos centímetros de separación. Demasiado ruido alrededor como para fijarse en vibraciones nerviosas en el tono de la voz. Luego vendrían el abrazo, el beso, la caricia inesperada. Ese despliegue de ternuras guardadas para todo el mundo, saliendo de pronto a flote en intensas bocanadas, inoportunas bocanadas de realidad ante un encuentro de por si ficticio.

¡Cuán extrañas eran las relaciones entre dos extraños! Ahora lo sabía, pero  antes no. Antes todo acto tenía un significado a futuro; la sonrisa, el movimiento, el roce casual entre ambas manos. Tenían significado las luces que volvían los cuerpos oscuros o transparentes a su paso. La palabra precisa y el silencio elegido a tiempo. Las pausas entre las frases, las tontas anécdotas. Había existido un antes, ella lo sabía. Pero no sabía cuándo o cómo, pues ese antes era usualmente difuso. Volvía a su memoria solo cuando debía poner en su lugar a la ilusión y dar paso a la conciencia, al contar de los pasos, de los minutos,  de las luces, a la medida exacta de cuando había que soñar o despertar para volver a casa.

La caminata de ida había tenido un silencio de agradable  complicidad. Los faroles tiñendo de ámbar la indiscreta llovizna que hizo que su cuerpo se acercara torpemente al suyo buscando abrigo. La respuesta de un brazo sobre sus hombros, su aliento de cigarrillos  y menta. Ahora allí, están ellos dos caminando con el sonido de los automóviles, la brisa del mar soplando en contra helando sus rostros y narices, cuajando en los ojos la cristalina idea de que no deben llegar a ninguna parte.
Pero el pacto incluye un lugar donde llegar, un fluir de actos continuo hasta satisfacer cualquier curiosidad a futuro. El pacto incluye la naturaleza de ambos, mezclada sin medidas ni proporciones. No irrumpirán los límites de lo sabido o temido; la sociedad y su molesto susurro inquisidor se quedarán puertas afuera. Tapadas las ventanas, amordazado el golpe de los cuerpos, y las voces,  deberá surgir en ese tibio espacio, el sonido verdadero de lo sentido y deseado. Sin miedos, sin dudas, sin tensiones.

Luego vendrá el futuro, a destrozar entre sus patas veloces lo que haya quedado sin proteger.
Cualquier sentimiento indiscreto fuera de esas cuatro paredes, cualquier palabra demás, el mínimo gesto que delate  fragilidad deben ser guardados ahora.  Cuerpos vulnerables a ser repuestos y sucedidos por otros cuerpos, deberán protegerse de cualquier sentimiento fatuo que corroa su superficie de cinismo exitoso.  Es momento de vestirse y blindarse con una lógica que resiste cualquier cuestionamiento a futuro. Hay que protegerse de que cualquier olor nuevo permanezca más tiempo del debido, de que el sonido de una palabra mal dicha arroje una onda expansiva que destruya la breve ilusión de un encuentro casual.

Su caminata de retorno ha sido lenta, de nuevo contar las luces, los pasos peatonales, los faroles que aun están encendidos. Abrigada de aquella abominable lucidez camina sin prisa por el centro de la calle. Ya no la esperan la duda de si habrá o no beso, de si ocurrirá o no un abrazo en la primera cita. El encuentro ha sido perfecto y el pacto adecuadamente respetado. El viento cubre de gotitas azuladas su rostro cansado a contraviento contra aquel amanecer brumoso, mientras van tomando direcciones opuestas.

Al final del día se han evitado la fatiga de hacer lo que todo el mundo hace. Han ido contra la corriente, y evadido la duda y la angustia de esperar una sorpresa que a su edad es probable que no llegue más. Al invitado que jamás llega. Cada cosa  ha estado en su lugar sin objeciones, ni sentimientos colándose.  Cerebrales y rudos, caminarán seguros en medio de una ciudad que espía tras las persianas cerradas  que en su pacto perfecto sean atropellados como todos los demás, por ese  bribón traidor que suele ser el corazón. 

lunes, agosto 27, 2012

Las estaciones


Mi vida había sido marcada de cierta forma por las estaciones, así como por las fechas importantes. La publicidad influyó en mi crecimiento, de tal forma que cuando llegaba Setiembre, yo realmente esperaba ver nacer la primavera. Las temporadas lluviosas me recordaban que debía escapar a un lugar cálido en donde vacacionar, incluso de mentira, incluso si ese año no había trabajado nada. Y llegado Febrero me preguntaba si de verdad el amor debía festejarse  en público.

Rompí antes de cada catorce de Febrero, intencionalmente o no. Había pasado la secundaria con la presión social de que debía conseguir un novio y me había opuesto radicalmente a tener relaciones con cualquiera a quien no amara lo suficiente… pero vamos eran los noventas, ha pasado un siglo de eso y me sigo preguntando ¿qué saben las niñas del amor a los 15, a los 25…a los 30?

Con el tiempo, me di cuenta que me había pasado la vida sintiéndome mal por no hacer las cosas que debía hacer en el momento en que debía hacerlas. No salir de juerga un fin de semana por quedarme estudiando. No festejar fiestas patrias en casa, con la familia. No estar en una serenata el día de la ciudad. No postular a las maestrías que todos hacían, ni comprarme el auto en el momento que todos se lo compraron.

¡Vamos! Realmente ¿A quién le importaba si yo lo hacía o no? Pero en mi calendario mental se quedaban como tristes pendientes, deudas conmigo misma. Reproches por no hacer lo que todo el mundo hacia. Ahí va la  que no está en el rebano, sentía que me decían, ahí va la que caga las cosas siempre.
No tuve la fiesta de quince años ni los amigos populares que todos tenían. Tampoco pasé un verano en pareja, ni me regalaron joyitas de fantasía por el aniversario. Con mi cartel de anti cursilería me fui perdiendo todos los clichés en que cayeron los otros en su recorrido al amor. Y las fechas y los eventos que dan sentido a otras vidas.

Creo que me fui perdiendo de mi propia cronología … Porque ¿Como debía marcarla yo, entonces? ¿Cómo debía hacer para marcar mis propias estaciones? A veces en broma, mido el tiempo según la persona que me haya acompañado en ese periodo, más que por lo académico o laboral que me haya sucedido…Y he tenido años muy malos, pésimos…Años que debían ser borrados del mapa y otros buenos, claro…Un equinoccio…

“Siete años de vacas flacas”  he tenido, según mi hermana, Siete años de mierdas varias que se terminarían Oh! Casualidad! Este 2012…y claro, yo sigo esperando. Que la vida mejore, que la soledad no sea un lugar tan frio, que entablar relaciones con alguien no deje esa sensación desoladora luego…En fin, que alguien engorde a la vaca de mi corral antes que llegue la hambruna por hallar gente como yo con la que no me sienta rara, incomoda, en un papel demasiado soso;  una hambruna voraz que me ha acompañado ya casi una década.
¿Alguna vez has sentido frio en un día muy caluroso? Yo sí, yo siento una increíble miseria a medida que más me rodeo de gente, un indescifrable apetito a medida que más me ofrecen comida chatarra. Me consumo yo misma, como un órgano descompuesto que busca auto eliminarse, auto digerirse…A veces siento que necesito rabiosamente algo y no sé lo que es. El equilibrio dices,  claro! ya habíamos discutido sobre eso, el maldito punto de equilibrio que busca la humanidad entera como un Santo Grial;  mas yo sé que mi vida de hecho, no se ha manejado por las fechas ni estaciones de los otros; que mi centro de gravedad nunca ha sido lo que ha podido dar equilibrio a las demás personas. Yo siempre he estado al margen, excéntrica. 

Yo soy la persona que no invitarías a tu fiesta, es más, creo ser yo a la persona, que jamás asistiría a una. Soy la que ha querido moldearse, entrar a la estación a tiempo, seguir la tendencia, desaparecer con el cardumen y no ha podido…siempre hay un fleco que salta a la vista, algo que me hace agachar la cabeza

¿Quién eres tu- me dicen- Tu o tu alterego? ¿ Tú o la que escribe? ¿Tú o tu espejo? A veces no tengo una puta idea de cómo explicarles, de que mi día no amanece hasta que todos están completamente dormidos. De que mis estaciones son diferentes, de que mi cronología está hecha a golpes de suerte y mala suerte.

viernes, agosto 24, 2012

La Culpa

El punto es que no es mi naturaleza de misantropía eterna la que ha salido a flote. No. Esta vez la culpa no la tengo yo ¿Qué culpa tendría yo de que me cruce con colegas hablando sandeces? ¿Qué culpa tengo yo de que a modo de conquista un tío me diga te quiero tirar? ¿Qué culpa tengo yo?


Y claro, esta semana deberemos trabajar nuevamente el tema de la culpa. La única manera de tener silente a una persona, a una sociedad o a un grupo específico de gente, ha sido siempre la culpa. Y en este párrafo me acuerdo de las mil veces que hemos hablado de esto con Rafa. Obviamente él lo sabe sazonar mejor y despotricar contra el capitalismo y la religión; pero yo no sé. Yo la única culpa que hallo continuamente es la mía. Una culpa que no es factible de traslado, una culpa agravada al ver la ineficiencia de los demás. Pero vamos! ¿Quién quiero ser yo? La salvadora de algo? Me he cruzado con héroes, soñadores y locos, con gente dispuesta a cambiar el mundo y yo… Yo aquí, mi única meta salvar a a 2 ó 3 pacientes, a cien más, a quién sabe cuántos más. Y sin embargo eso no me vuelve dichosa, es solo el trabajo que de no hacerlo yo, nadie más hará.

Y recuerdo la voz zumbante de ¿Quién te crees que eres? Oída hace mil años y cifrada mil veces en un cuento llamado la Niña Lorena. Recuerdo esa frase, ese escupitajo que te cae en la cara al demostrarte que Tu, tu sola, no podrás cambiar nada. Y si, llevo 30 años tratando de ingresar en mi cabeza la idea de que soy otro ser inútil, un parásito social…pero no puedo. Algo bulle en mi interior y si no puedo marchar contra nada, al menos me fajo a pelear contra la muerte. Como si se pudiera! Como si yo pudiera hacer algo que no sea inútil y frívolo, carente de toda pasión…apenas si soy un obrero que no levanta la cabeza, me han quitado toda la dignidad, la pasión pro ser algo más. Me han inundado de culpa, si eso es de lo que hablo.

La culpa que nace cuando en esta sociedad pacata una mujer dice que no quiere casarse. Que ya pasa los 30 y que no le nace la ternura pro tener un hijo solo para no terminar los días sola. Cuando gasta más en ropa interior y en zapatos que nunca usará que en cualquier cuota para mejorar la vida de los otros. Culpa, por no creerme ese cuento estúpido del amor a primera vista, de que solo tendrá sexo a la tercera cita y luego fingirá que nunca antes lo había hecho. Cuando le dice a un hombre: Invierte estúpido, esta relación no te saldrá gratis. Culpa, culpa, por las calorías, por los libros no leídos, por las fuerzas que gasto en quejarme sin hacer nada. Por las pastillas, por no estar con la salud intacta cuando debo estarlo, por ser frágil, por no ser un hombre…Por ser mujer, por ser solo una mujer que sueña.

miércoles, agosto 22, 2012

@la_martillo

Me hice de un twitter...pero no tengo amigos, ni sé de que puede servirme...

REGRESO AL BLOG


Hoy...estos días, quisiera ser solo Laura Hammer, mi alterego-yo misma. La Hammer, como algunos prefieren llamarme, dotandome asì de una dureza de la que en verdad carezco.

Quisiera desaparecer un poco. No ocultarme, mas bien mostrarme. Mostrar un poco de lo que siento día a día, hoy... Quizá éstos meses el personaje no ha sido Laura Hammer, sino yo. Ideas, actitudes,  bùsquedas.
Quizá el personaje sea mas duro que mi alterego, quizá LH solo precise descansar del día a día, refugiándose en su viejo blog de absurdas melancolías. Quizá deba elaborar un cuento, un poema, transcribir una anécdota que haya dado vuelta muchos años dentro de mi cabeza...Quizá...

Pero no es eso, tal vez es solo que al pasar página a página lo que he vivido y he escrito, haya comenzado a extrañar rabiosamente a los amigos que perdí,  incluso a mis detractores, o a los fans. A esa gente por la que yo escribía y em animaba a dar uno y otro y otro...tal vez fue el tiempo en que mas permeable estuve, en el que mas desee comunicarme, tener contacto...Estirè la mano para pedir ayuda, algo que no hago más.

Me prefiero así, vulnerable. Incluso oculta por un nombre falso, un alterego, una leyenda cibernauta de lo que debería ser. Me prefiero así, humana, melancólica, reflexiva. Prefiero que me lean a que me vean...Una cita, un encuentro, un intento de hacer el amor. Un regalo que no me gusta recibir. Tratar a los humanos imperfectos que somos y portarme como tal, equivocarme, seducir; equivocarme, provocar; voilver a probar, maltratar, ironizar...hacerme la fuerte, la dura, estar continuamente en esa actitud de "Todo lo que haces es insuficiente, aburrido, falto de sorpresa, yo jamás me enamoraré de ti"

Y correr, correr, correr...Nada ha cambiado desde el 2005...La naturaleza no cambia. Apenas me he engañado dicièndome en què problemas no debo meterme, indicándome a quien no ilusionar/enamorar, con quien no intentarlo siquiera...Solo he acelerado el proceso de las relaciones, aumentado la efectividad de los encuentros. Ahora solo doy una cita, tal vez dos...No me interesa ir mas allá...Tan aburrida me he vuelto, tan dura o tan miedosa...quien sabe?

Hoy quisiera ser Laura Hammer mas que nunca y recuperar a mis amigos virtuales, los que estaban para decir una palabra amable cuando me iba mal, incluso falsa...No importa, porque hubo un tiempo en que yo deseaba fervientemente VOLVER A CREER.

martes, agosto 14, 2012

Cortos: La pregunta


Me preguntaba…Y es que todo problema inicia siempre con una pregunta, ¿si es que algún día volveríamos a vernos?
No era una pregunta cualquiera, no. Era una de esas pesadas puertas frente a las que uno pasa a diario antes de irse al trabajo y teme abrir, porque la respuesta no se limita a un sí o a un no, sino a ese “quizá” al que temía tanto. Porque, ¿Acaso no había sido siempre la presencia de ese quizá, de ese tal vez de esa probabilidad lo que había tornado los días un poco más difíciles de digerir que de costumbre?
La esperanza, si, la esperanza,  de que al ser contestada la pregunta, estuvieran con ella todas las respuestas y piezas faltantes en el rompecabezas y que con eso la vida se hiciera un poco más simple.
Ese, simple “algún día” era todo un paisaje de posibilidades, de tiempo, de situaciones, a las que usualmente, yo cerraba los ojos pronto. ¿Cuánto de mi había aun en el y cuanto de el yo tenía aun por todo el cuerpo? Las cosas que habíamos hecho, los trazos mentales de ida y vuelta, las grandes espirales. Todo eso llevaba también su sello. ¿A dónde me dirigía entonces? ¿A qué lejano lugar tenía que volver a autoexiliarme para no plantearme siempre y cada vez por día: ¿Algún día Ese hombre y yo volveríamos a vernos?

Cortos: La chica que volaba


“No me da miedo el volar, me da miedo el lanzarme al vacio”- me dijo. Era una confesión bastante seria la que me hacía en ese momento. Yo asentí con la cabeza y me quedé callada, solidarizándome con su miedo. En ese momento de silencio, yo sentí miedo también. Pude sentir su vértigo, la boca seca, su nuca erizada, su espalda cubierta por sudor frio. Por un momento cedí a la gravedad de su miedo y abandoné esa valentía que te da la ignorancia, dejándome sentir  tan frágil como ella.

Encaramada en esa rama, su cuerpo delgado y pálido parecía el de un ave que acaba de nacer. Los faldones de su blusa blanca, se levantaron por el viento y ella los bajo rápidamente dejando un rastro húmedo en su ropa impecable.  Yo la contemplé sin decir nada, la verdad yo también tenía miedo. Tuve miedo y duda desde que partimos. Me aferraba al viejo árbol como si de él dependiera mi vida. Odiaba estar ahí, el dolor, el viento helado, su fragilidad y mi torpeza para trepar.

-Bajemos ya- intenté decir…intenté confesar que yo también tenía miedo, pero no pude. Ella se lanzó cabeza abajo hasta hallar el rio azul que parecía cielo y yo me quede allí sin atreverme a gritar ni mover un músculo. Por un instante eterno vi su cuerpo flotar en el aire, como un pájaro que intenta su primer vuelo, toda ella tornarse una pluma. La vi flotar, caer, gritar agitando los brazos…por unos segundos, antes de empapar mi uniforme escolar con tibia orina, yo también pude creer que ella era la chica que volaba. 

24 horas de mundo real

La pregunta para el ensayo en francés se refería a ¿Qué acontecimiento había cambiado mi vida. En la practica oral había ensayado la típica ...