domingo, febrero 11, 2018

Un sombrero para la noche

Ahora yo tengo la misma edad que el aparentaba en ese entonces. A pesar de ser mucho mas joven que yo y mas infantil en muchos aspectos, su calvicie incipiente y sus maneras de viejo lo hacían aparentar la edad que yo cargo ahora. Mis amigos solían compadecerme, pero yo era una novia feliz hasta el día que dejé de serlo para cuestionarme por todo. Por la decisión que iba a tomar, por la vida que pretendía llevar a cabo, por mi paso inexorable de su mano a la vida convencional y de buenas costumbres de la que había huido desde mi primer noviazgo. Nunca estuve lista y quizá nunca lo estaré, pero he dejado de culparme. Ahora, él está casado y la sociedad lo aplaude, yo sigo sola y soltera. No hay público para mi. El telón ha caído y yo estoy en el escenario sola, cantando en voz baja.


Mientras camino por San Isidro casi a la media noche con el sombrero de ala blanca y las manos llenas de bolsas y libros sin importarme nada, pienso si yo también aparentaré esa edad en que las mujeres solas pasamos a ser objetos de chismes mal intencionados en las reuniones sociales o de olvido en las agendas de citas. El vestido azul marino no me llega a cubrir las rodillas, vuela un poco al viento cuando cruzo la avenida y un grupo de jóvenes hiptsers me dejan rebasarlos, mientras ríen. Quién seré yo para ellos en ese momento? Una loca que usa sombrero en la noche? Una vieja dama? Aun no llego a tanto. No llegamos, pienso con una sonrisa, porque entonces vuelvo a pensar en él -el nuevo él- y en nuestras charlas sobre la trascendencia. A todos los que estamos terminando los treintas se nos viene el bajón de pensar en la eternidad y la trascendencia?

Las calles son tranquilas y de escaparates iluminados, algunos toman cafe y otros fuman cerca a la pista. Hay nuevos restaurantes que no conozco, a los que en otro tiempo me hubiera gustado visitar en pareja. Recuerdo entonces lo difícil que es remolcar a un hombre para salir a cenar tarde  o tomar una copa de vino por el solo hecho de que quieres estar fuera de casa. Me fatiga la casa. La serenidad de lo cotidiano, de los temas de charla doméstica. Del televisor siempre encendido o peor aun! Del pavor de esas noches en que no hay televisión, ni sexo,  ni nada de que hablar, porque no nos unía ya nada. No he hecho mal en huir de una vida que se vislumbraba mala, pero debo dejar de repetírmelo y dejarme ser. El, mi nuevo él, me insta a que sea feliz como soy. No lo extraño cuando veo esos restaurantes de gente animada y ruidosa, no me lo imagino en una cita conmigo. No imagino ningún espacio concreto en donde compartir cosas usuales, mas que en una cama. Mi lugar tan predilecto como temido. 

Me siento en las habitaciones de hotel como en una jaula de la que me da prisa liberarme. Amo las ventanas abiertas y que la ciudad se extienda afuera, haciéndome sentir parte de ella. Pero encerrarme con alguien solo a dormir y hacer el amor me hace sentir descolocada. Me agrada mi habitación donde en verano se puede tomar el vino helado y el viento peina fresco los cabellos. Me agrada mi vida solitaria, de escribir en la cama. De pasearme desnuda por casa, tomando fotos que a nadie muestro y dibujando a lápiz la gente que habita mis recuerdos. Y me gusta fumar cuando me siento muy sola y triste, para sentirme un poco rebelde, aunque ya no lo sea y beber hasta que me de cefalea para sentirme la adolescente que cruza límites que no debe. 


Eres la persona mas afortunada del mundo, no lo dudes, dice él y le creo, porque a veces necesitas creer en alguien, un cable a tierra fascinante que te sujeta y te suelta. Y sentir que no le debes nada, que no habrá nada a futuro, que es algo pasajero pero entrañable y que eres feliz por no haberte corrido al reto. Me gusta mi vida tal cual, salir a caminar, beber helados de yogurt cuando acabo de comprar nuevos libros que quizá no leeré ni este fin de semana ni el próximo y tomar cafe sencillo, recién molido en Miraflores. Me gusta Lima. Nunca me ha gustado tanto como ahora, que tengo tiempo para ser yo y hacer lo que me de la gana. Nunca he sido mas rica que ahora, nunca me he sentido mas acompañada…pero eso, también debo dejar de repetírmelo.

domingo, febrero 04, 2018

El Guerrero Azul

Las calles de aquel triste país dirigíanse todas al mar. No, no es que venían de la orla costera  y se derramaban entre plazas, mercados y casitas grises hacia las montañas,  sino que dirigían a todos sus habitantes en algún momento de sus vidas al mar. Unos irían a matarse de amor y otros para volver a nacer.

Ese mar era mágico y taciturno, de un azul tan oscuro que no permitía saber si habría peces en su interior. La arena era también negra y fina bajo los pies y se quedaba entre los dedos al volver a casa. Los granos de arena solían ser tan finos que no importaba cuantas veces volvieras a la ducha siempre había alguno que se quedaba en la raíz del cabello, en los oídos o en alguna ropa y te acompañaba por el resto de la vida, en todos los viajes cercanos o lejanos. Los que te sacaban del continente o los que irremediablemente te devolvían a el.

En ese país de eventos lejanos y pasados había nacido un mes de Mayo un guerrero sin lanzas ni armadura, que se debatía en estrepitosas batallas que sucedían a diario e irremediablemente cada atardecer en el momento en que la bruma llenaba la costa y enceguecía a los marineros y los curiosos. No todas esas batallas terminaban en victorias, sus heridas sangraban entonces y mojaban el negro territorio de rojos hilos de borgoña y fresa. 
Al levantarse la bruma con el primer brillo del día siguiente había un nuevo mapa de sangre que trazar y con eso también nuevos caminos y nuevas direcciones a donde dirigirse. El las tomaría todas a lo largo de su vida. Interpretaría cada mancha en la costa y el asfalto y buscaría salir de allí sin darse a la mar, sino en la dirección contraria. Porque quizá haya un cielo diferente, pensaba, un cielo que no se moje como miga de pan en ese océano oscuro. Un cielo donde el final de los hombres fuera diferente.

No todas las batallas eran perdidas, sin embargo. Había días para festejar, días en que no se sangraba ni se lloraba. En que no se mordía el polvo del paso de los otros. Esos días el color naranja intenso del atardecer se prolongaba varias horas, haciendo dorado el perfil de la ciudad de adobes, volviendo anaranjados los árboles y brillantes los caminos. Esos días estaba muy claro a donde debería dirigirse, podía vislumbrar la salida al otro lado del laberinto oscuro de edificios y estatuas que hablaban desgracias desde su herrumbre. Esos días se manifestaba en el, una alegría absoluta y llena de esperanzas, sus pasos se hacían veloces y se levantaba en cada uno con el poder recién encontrado de volar desde las cenizas! La ciudad se veía hermosa entonces, había magia en cada ventana convertida en oro. No había dolor ni apatía, en ese precioso tiempo en que el día entregaba su último aliento a la noche, el guerrero corría rápido hacia las puertas lejanas que lo liberarían de su diaria lucha contra sus demonios personales.

Corría veloz en dirección a las montañas, pero algo siempre volvía a enlentecer su paso. Una voz, una sonrisa, la suavidad de unos cabellos, la proximidad de unos pies pequeños golpeando la calzada, la duda de que alguien mas en esa ciudad de pobres corazones corría como el y  también necesitaba que le mostrasen el camino de salida. Detenía en ese momento su paso presuroso de huida y llamaba por ella, con ecos que resonaban en todas las puertas cerradas y techos asimétricos, sin que alguien acudiera a su llamado. Esperaba, no cinco, sino diez, treinta minutos... El atardecer se cerraba sobre él implacable como el tiempo y daba paso a la noche llena de sombras que borraban los caminos y las señales de salida, sin lograr nunca llegar a conocer al fantasma dueño de la voz que lo instaba a quedarse y liberarla. 
Alguien en esa ciudad también gritaba sálvame al llegar el ocaso, pero podía ser solo un invento de su mente. Un perfeccionado y diabólico mecanismo de defensa que aparecía palpitando en su corazón justo en el momento que estaba listo para marcharse.


Ella, la voz, solía ser el premio a sus batallas perdidas y el triste castigo a cada vez que venciendo su inseguridad se decidía por fin a irse. 

Llegada la noche todos las voces apagadas de los antiguos enemigos ululaban de nuevo en su cabeza, gritándole su fracaso, riéndose de su debilidad, o de su ingenuo deseo de sobrevivir allí sin salir herido. Rodaba entonces cuesta abajo, ebrio de soledad, por las calles empedradas de penas ajenas y propias y terminaba perdido donde terminábamos todos, viendo al mar oscuro en las noches de insomnio, adivinando con esperanza aquel punto lejano en donde la vida ya no doliera.

sábado, febrero 03, 2018

Animales

Saben lo que mas me gustaba de ver Californication? Las canciones de Bob Dylan. Y claro ver a un hombre eternamente cachondo porque no puede estar con el amor de su vida. Un desastre de hombre, por momentos conflictuado, de humor negro y pocas esperanzas de salir a flote. Que más seductor que eso?
Pero esa es la ficción, en la vida real nos vamos detrás de los hombres correctos y aburridos con capacidad de cagarla sin mucho escándalo. No siempre es así. Esta tarde me hallo algo mareada y con el estómago destrozado, que es mi modo usual de llegar al borde de la desesperación y volver a escribir algo, cualquier cosa. Ultimamente me dan miedo los teclados y la introspección, tengo suficiente con las veces que debo verme al espejo de la realidad, un espejo de agua quieta y oscura en donde no habrá muchas sorpresas. 
Vaya, que mal debo sonar ahora, es increíble que las imágenes que comparto sean imágenes felices de risas y pechos generosos. Disfrazarse de persona feliz hasta que te la creas, eso suelo decir, pero a veces ni la química ni los desastres orgánicos juegan a favor. El cuerpo se revela contra la armonía de la gente feliz y algo duele o vomita de mal ánimo el resto del día.

Hoy estuve en la madrugada caminando cerca a la playa solo para comprobar que el mar se había llevado de un mordisco parte de mis recuerdos y mis eventos pasados. Ya no sé hace cuánto estuve enamorada ni comprometida, ni el por qué, que pretendía con eso? Salir a flote. El no era la persona indicada. Cuando la persona indicada llegó me puso los cuernos antes de 20 días. Así que llevo cierta revancha contra el amor y las relaciones. Cuando tengo citas me preguntan que es lo que quiero y me apetece comentar: "Solo quiero salir un rato a modelar mi ropa nueva y un buen polvo", pero sería muy fácil. Las invitaciones de chelas y ver películas en casa abundan, parecen sacadas de pajeritos veinteañeros y tampoco estoy para caer tan bajo en la escala del aburrimiento. 
A veces tengo buenas citas, pero prefiero que no nos volvamos a ver, ya que es sabido que me enamoro tan rápido! La verdad no es eso, no es enamoramiento lo que me ocurre sino el sentimiento previo, la admiración. Y como no admirar a alguien igual de conflictuado que tu, pasando temas similares, que quiere escaparse a la costa del Panamá a vivir del surf atendiendo un chinguirito? Yo lo he pensado tantas veces, marcar la tarjeta de salida, tomar un avión y no volver a la vida convencional y los mil títulos ganados... Quién no lo ha pensado al menos una vez?
Hoy estuve en la costa y pensé hoy es mi día de surf, basta de caminar tanto, volvamos al mar, a nadar y perderse.Pero no pude. Como ya no puedo hacer muchas cosas que necesitan valor. El me dice, yo te llevo, yo te enseño, vamos al mar...y en eso pienso que le hacemos los dos interesándonos en las mis mas cosas? Mi primera marihuana me la he fumado con el, cuando pensé que lo haría solo al lado de alguien en quien confiara mucho, pero no sé que pasó o en que momento sentí que le podría confiar todo de mí. A veces dos personas están en ese mismo momento de escape, la ropa tirada por el cuarto y un poco de melancolía en los gestos, miras a lo profundo de unos ojos verdes  y dices, por qué no? Ya he probado de todo, un veneno más qué importa. Y si  es con mi nueva persona favorita entonces probemos cualquier cosa.


Hay días en que lo extraño mas que nunca. A mi imagen preconcebida de él, a las cosas que hablamos en la madrugada y a las canciones. A unos veinte días en que le creí cualquier cosa. Luego recuerdo que nunca existió y que ahora duermo tranquila en mi cama enorme de una sola lámpara sin tener que pelear por nada y prefiero pensar en mi nuevo amigo, el  de las anécdotas en todos los países del mundo, el que quiere irse a vivir como pobre a alguna playa. El que te dice las cosas de cuajo, así te duelan. El que ya no puede hacer nada por cambiar su destino y se pone corbata y una forzada sonrisa de pingüino cuando vuelve a trabajar. Trato de no interesarme, de no enamorarme, de no esperar nada, pero de vez en cuando cuando camino por la playa me pregunto que hubiera sido de nosotros antes de todas las obligaciones, si en un universo paralelo seriamos los patas que hablan huevadas frente al mar, si me seguiría aconsejando que ropa vestir para salir con otros. Si seguiríamos siendo como ahora Dueños de nada, amantes anónimos que dejan el disfraz cada vez que se entregan en la cama.

Febrero ha empezado difícil y sin ganas de ver a nadie. Se me confunden los amores, las personas y las rabias. Podría quedarme oculta con un papel y un lápiz en mi cama, pero la vida no me lo permite. Hay un mundo allá afuera palpitando como un animal oscuro que te reta a domarlo. Ay de quien se niegue a enfrentarlo!

24 horas de mundo real

La pregunta para el ensayo en francés se refería a ¿Qué acontecimiento había cambiado mi vida. En la practica oral había ensayado la típica ...