Mi corazón está quieto. Va acomodando sereno, frase a frase cada uno de sus sentimientos. Mi corazón bombea, paz, tranquilidad, pequeñas cosas que para mi son el fruto de largas batallas.
Ahora me quiero.
¿Qué es quererse? Puedes preguntar.
Probablemente quererse para una persona, sea verse bella ante un espejo; comprender sus capacidades, aceptar sus limitaciones. Aceptarse, simplemente.
Quererse probablemente sea, elegir entre el bien y el mal lo mejor para uno mismo. Algo que sea único, que no pueda ser compartido con nadie. Mimarnos al saber que lo poseemos.
Pero, para mi quererse solo es esto.
Poder estar en equilibrio. Un pie detrás de otro, permanecer quieta en el aire, conteniendo la respiración y disfrutar del momento de estar sobre una cuerda floja, aun a sabiendas de que puedo caer en cualquier momento, desplomarme en el vacío.
Volver a herirme.
Pero seguir en pie a mitad del camino, con el viento en los oídos susurrando que puedo caer o volar… pero elegir mi destino.
Antes el equilibrio era estar sobre la misma cuerda floja, pero con miedo siempre. No importaba si yo estaba quieta o no, o si la cuerda estaba tensada o no.
No importaba si había una malla de contención lista para atraparme, o una persona cerca para evitar mi caída.
Aun estando en equilibrio, mi estado usual era sentir miedo, impotencia, rabia por enfrentar ese miedo a solas.
Ese equilibrio sin embargo, era falso; pues estaba lleno de miedos, de pavor a caer y morir. Un equilibrio en que evitaba cualquier movimiento espontáneo, por miedo a precipitarme en el vacío.
Era un “equilibrio” en donde vivir significaba, dedicar cada segundo de mi existencia a evitarme sufrimientos o dolores que no podría soportar.
Dolores que me matarían.
Pero el dolor...No puedes evitarlo nunca. Y es que el dolor aun a pequeñas dosis, te hace fuerte.
Ahora sé que el dolor es necesario, como un impulso para seguir caminando. Para ponernos en movimiento, para sacarnos de la quietud de los muertos y poder ayudar a otros, igual de solos y asustados que nosotros.
Si igual de solos, pues no hay soledad mas triste y tangible, que aquella que nos acompaña cuando nos sentimos en peligro.
Es fácil caminar por una cuerda a pocos centímetros del piso, es mucho más difícil a medida que ésta se va elevando y tomamos conciencia de la profundidad del vacío. Es mucho más difícil caminar, cuando se es conciente de adonde se puede volver a caer. La existencia de un abismo que antes desconocíamos.
Es fácil hacerse daño al inicio, atentar contra si mismo, bajo la forma que uno elija. Lo difícil es cuando se entiende a donde realmente nos lleva ese daño. Como nos destruye, cuanto nos aleja del terreno que antes pisábamos seguros y felices.
Caminar en la cuerda floja, es algo que hacemos todo el tiempo. A algunos claro, sentimos que nos las agitan mas frecuentemente que a los otros y vivimos constantemente atormentados.
Unos en cambio, aprenden a hacer piruetas en el aire, a pasar rápido, a hallarle placer al hecho de vivir en riesgo. Esa gente hace que la vida parezca un juego de risas, pero son insensibles al dolor ajeno. Simplemente no pueden sentirlo como suyo, pues el miedo al dolor, les es ajeno.
Hay otros que pasan con los ojos cerrados, sin darse cuenta por donde caminan ni a donde realmente desean ir, pero cuando a mitad de trayecto abren los ojos, el miedo los hace tropezar con sus propios pies y tienen mas riesgo de caer que aquellos que iban con los ojos abiertos y caminando con precaución.
El propio yo, incapaz de soportar el temor, se convierte entonces, en un obstáculo para finalizar el camino que minutos antes, recorrían complacidos.
Cada quien tiene su propia medida de equilibrio y es imposible estandarizarlo. Cada quien sabe que longitud esperar de la cuerda por donde camina y cuan alto la colocará esta vez. El equilibrio es un reto a cada minuto que no podemos definir.
Yo por ejemplo, llamo equilibrio a este momento por el que estoy pasando.
Cuando reconoces todo aquello que te puede hacer daño y te vuelves conciente de que existen factores que aunque se te acerquen de forma benigna, pueden conducirte irremediablemente hacia el abismo, si les das una oportunidad y de que en la vida hay mas personas dispuestas a empujarte hacia abajo que a tenderte una mano, pero eso no es excusa para vivir con odio.
Pero sobre todo, hallar el equilibrio es comenzar por darse cuenta que aun conociendo todo lo que te hace daño o puede llegar a hacértelo, ese conocimiento es diminuto comparado al desconocimiento que aun posees del mundo y de sus instrumentos para hacerte perder el control sobre ti mismo y tirarte de nuevo para abajo.
¿Quererse?
Probablemente quererse sea, caminar sobre esa cuerda floja que es la vida diaria, sin llorar, ni sentir que necesitas de alguien mas, para poder pasar al otro lado.
Quererse sea aprender a caminar sin desesperarse, o temor a sentir miedo. Darse la oportunidad de sentir un poco de dolor, sin que este nos paralice del todo.
Caminar seguros y sin bajar la cabeza, pues al caer de esa cuerda, sabemos, que aunada a la probabilidad de caer y morir solamente, ahora se agregará la posibilidad de desplegar un par de alas para echar a volar.
Quererse entonces será, amigo mío, ese punto ciego dentro de la lógica humana, en donde la gente deja de pensar solo en lo que es estadísticamente probable y comienza a evaluar lo que antes era teóricamente imposible.
Quererse será, empezar a tener esperanza.