viernes, diciembre 29, 2006

El Café con Aroma de mujer

Es Viernes, antes los viernes eran para mis Charlas de Café; y es que hubo un punto durante la escritura del blog, que los posts no eran tanto sobre mi propia vida,sinosobre mas bien las experiencias que le podrían ocurrir a cualquiera durante su crecimiento, acerca del racismo, la apariencia física, el sexo, los amigos o lo que sea que ya no fuera exclusivamente mío, sino algo que le podía ocurrir a cualquiera. En esos viernes me gustaba leer las opiniones de los otros, sus comentarios sean cuales fueran.
Los viernes de café eran como un termostáto de lo que la gente pensaba o sobre lo que le interesaba hablar.

Siempre me gustó el café, pero no el del Starbucks tan de moda últimamente, no por la pose de tomar un café y que me vean hacerlo en un lugar "nice". No por el pequeño placer de elegirse un cafecito de nombre raro y contarlo luego a los amigos, como la anécdota de quien piensa a solas sentada ante una pequeña taza de café humeante y garabatea ideas en un cuaderno para poetas. A mí me gustaba ese café pasadito que hacían en casa en una cafetera vieja. Ese café que mis viejos tomaban como si fuera refresco y que se quedaba siempre sobre la mesa para que lo tomara quien quisiera, frío y a cualquier hora del día.

Me agradaba el olor que inundaba la cocina entonces, ese olor penetrante que te hacía sentir profundamente inspirada y luego ya de mayor, un olor que como mujer te hacía sentir profundamente sexy. He tomado café en lugares caros y baratos, en sitios de mozos elegantes que te llenan la taza antes que digas nada y en casonas trsites en donde solo es café lo que pueden invitarte. Más no he vuelto a tomar el café casero que sale de las tiendas pequeñitas, ese olor a grano de café molido que inunda las calles viejas haciéndolas más románticas que nunca.

Hace poco recibí un correo sobre el grano de café y lo comparaban con la vida misma. De como ante la misma condición adeversa del agua hirviendo, los demás alimentos se hacen duros o blandos según su estructura intrínseca. Solo el café podía cambiar a una condición adversa como el agua en plena ebullición y cambiarla de simple agua a delicioso café. Era el café quien cambiaba al agua y no viceversa.

La moraleja era que solo algunas personas pueden cambiar el problema y volverlo a su favor, la mayoría prefiere que el problema los cambie a ellos. Les cambie la estructura, volviéndolos duros de corazón o blandos de voluntad.

Hoy pensé en el grano de café, e irremediablemente en Colombia y esa historia que no comencé a escribir, pero que no me deja dormir tranquila.

Ya habrá tiempo para cambiar el mundo, tal vez desde ahora mismo. Mientras tanto es viernes y el olor de café inunda ya, la ciudad de mujeres sin nombre.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....