martes, marzo 08, 2011

Hay una noche que no admite dudas allá afuera,
cubierta de estrellas, tantas que parece que fueran a caer sobre uno,
como azúcar en polvo,
como una suerte de hechizo que puede volver la realidad más patética,
en una tierna y dulce galleta.
Es fácil contemplar el cielo desde donde hoy me detengo
mi casa la siento tan cerca como lejos,
el mar golpea el territorio salado de lo inhóspito e inconcluso,
quisiera ver de una vez caer una estrella
ante mí, como el regalo de un ángel que llora,
que parta la tierra y me haga sentir con su estruendo,
que la vida encierra más sorpresas de las que creemos,
que en un mundo en donde la gente es llevada por los números,
las cifras y las probabilidades,
haya alguien, un ser humano que se atreva a sorprenderme
y a hacer aquello que no espero,
que no creo que suceda,
cambiar el rumbo, mi mundo, su mundo.
Hay tantas estrellas en el cielo,
millones de estrellas que cantan la canción eterna
que hace mover a las corrinetes submarinas,
a las personas, a sus impulsos, el ritmo de las cosechas
y el fluir de las aguas,
yo quiero que me regalen esa estrella
la más pequeña,
la que parece una ilusión entre las cientos que brillan
ufanas en el cielo azul que me cubre,
que me regalen esa estrella,
yo ya sabré de que color pinto mideseo con ella.

24 horas de mundo real

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