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lunes, septiembre 09, 2024

La broma

No importaba si era falso o no, el golpe ya lo había sentido, es lo que la gente no entendía. Cuando salí de allí me daban palmas en las espalda y habida risas y carcajadas, había sido como una buena broma pero lo que a la demás gente le habían parecido solo minutos de una chanza sin importancia a mi se me hicieron horas, la piel de la espalda se me empapó, sentí que la boca se me secaba de pronto como si acabara de comer tierra y el suelo bajo mis pies desaparecía. 

Me dieron vino en un vaso opaco y sucio para animarme y después de eso, no sé en que momento decidí salir a caminar por la playa. Digo decidí, pero en ese momento poco o nada podía decidir sobre mi vida, sentí que la crueldad del mundo había tocado por un momento mi destino y aunque era falso, esa sensación de haberlo perdido todo me acababa de dejar vacío con algo roto por dentro. Cuando volví ellos seguían festejando pero ella aun no volvía.


Quizá se pasaría en algunas horas pensé. En el largo camino que conduje a casa solo pude pensar que era alguien débil que no podía soportar ese tipo de noticias absurdas sin derrumbarse. La carretera de un solo carril de regreso de la playa traía a todos los veraneantes a pasar un prometedor fin de semana de relajo en el sur mientras que yo me regresaba. Los ocasos, las gaviotas y  la brisa ya no me resultaban atractivos ahora. Ni esa grandiosa casa con piscina que habíamos alquilado para pasar el fin de semana con los amigos antes de mi viaje. Todo de pronto había perdido para mi el peso de la importancia, llevaba una grieta pequeña en mi que poco a poco se iba abriendo, que rezumaba cierta amargura antigua, de los asuntos sin resolver o de las navidades sin regalos.


Ella me había preguntado una vez cual había sido mi mejor Navidad y mientras yo trataba de atrapar algún recuerdo de infancia que no estuviera manchado de tristeza, ella me relató una en que sus padres y ella habían viajado a un país con nieve, en donde por las ventanas todo se veía blanco y le prometían que por la noche Santa Claus caminaría hasta su cama. Me extrañó en ese momento que no llamara Papa Noel sino mencionara Santa Claus, como si en su extraño mundo de juguete las cosas cambiaran de nombre, igual que autos por coches o sanguches por emparedados. Hice esa observación y nos reímos de sus palabras raras y hasta de sus recuerdos, la llené de cosquillas y terminamos haciendo el amor en la alfombra de su casa,  así evité decirle que no recordaba una navidad mía en que no la haya pasado llorando o esperando un regalo de alguien, que al final se volvía promesa y finalmente olvido. 


La carretera me devolvía las imágenes de la gente en los paraderos esperando  el autobús a la playa como de niño lo había hecho yo, de la mano de mi madre antes de quedarme dormido en un ómnibus destartalado y viejo antes de llegar a la anhelada playa;  toda esa gente con rostros olvidados y todo su carnaval de colores playeros dirigiéndose al prometido día playero que les salvaría del tedioso verano en Lima. Yo volvía de allí. No era ni mediodía pero no podía soportar mas tiempo fingiendo una sonrisa ante todos que ya no se me daba. Aquella broma, aquella mísera broma de viernes había detonado dentro mío, bombas emocionales que ahora hacían sangrar recuerdos e inseguridades.


¿Y si hubiera sido cierto? Y si ella se hubiera marchado de verdad con Tato y esa nota escueta fuera cierta. Nuestra relación acabada, los planes de un futuro juntos, esa hipoteca que no valía la pena ni siquiera adquirir ¿qué me unía a toda esa gente que en realidad era SU gente?  Ella y el Tato, sonaba tan natural, como ella y las navidades con nieve o ella y sus vacaciones en Bahamas. Se conocían desde chicos, las mismas playas, los mismos clubs y los mismos recuerdos, que tenía que aportar yo y todas mis inseguridades a ese grupo de gente que en el fondo me veía como la aceituna en la sopa ? 


Me dijeron que era una broma tonta, que se la hacían a todos los novios nuevos, para templar carácter, que así eran ellos. Las chicas me decían, flaco, así es Erica, le gusta bromear con esas cosas, tomar el pelo. Quería ver que cara ponías. No es la gran cosa. Y yo ahí pálido, tratado de entender la broma, tratando de entender donde estaban Erica y Tato a esa hora que no se aparecían en la fiesta, si tanta broma era porque no aparecían y se acababa el chiste. Se han ido a comprar cerveza hasta Pucusana, para hacerla larga, anda tómate otro trago y me daban vino, mientras la noche llegaba larga y tediosa. Mis nervios crispados, la boca seca. Llamé doscientas veces a Erica, y tantas más sus amigas, le susurraban desde el móvil que regresen rápido que el Negro no había tomado a bien la broma, que estaba blanco del susto, pero todos los mensajes solo caían en el buzón de voz. Tampoco el móvil de Tato estaba respondía,  algunos comenzaron a revisar las pistas a ver si a esa hora se había reportado un accidente, porque viernes en la noche ya sabes flaco, a veces las cosas pasan. Y yo sin hablar, sin decir palabra, con la nota de papel en la mano, con la letra de ella ahí, fría y sin mas explicaciones.


El sol de mediodía parecía que fuera a derretir ahora el asfalto de regreso a Lima, yo recordaba los momentos de la noche anterior y no podía dejar de sentir las mismas palpitaciones y sensación de muerte. ¿Qué hacía yo allí con todos esos zánganos hijos de papi? Una parte de mi esperaba que de un momento a otro alguien entrara diciendo que ellos se habían accidentado o que los asaltaron por el camino. Que al menos les robaron los teléfonos móviles, como sugería alguien. Nada. Las chicas fingían que todo era parte de la broma e intentaban seguir bailando pero las oía susurrar sus nombres en la cocina o en la puerta del baño, los tipos solo me intentaban embriagar con vino para que se me pase. La piscina refulgente de color turquesa hacía un hermoso espectáculo en la noche que ya empezaba cerrada. 

Una de las chicas se lanzó quitándose el vestido, dejando a la vista un bikini diminuto y  salpicándome de agua la ropa. Yo no la conocía, seguro era la novia de alguno de los amigos de Erica, y estaba cansada de ese ambiente de gente susurrante. El novio saltó detrás de ella y comenzaron a jugar en el agua y besarse,  alrededor los demás veían o alimentaban el fuego de la parrilla,  era como si se negaran a admitir que ese viernes se estaba volviendo un viernes de mierda y que la broma había dado pase al nacimiento del nuevo cornudo del grupo. 


Me tumbé  cansado sobre una silla de playa, algunos empezaron a bailar. Uno de ellos me dijo que ya se me pasaría cuando volviera la flaca y me lo explicara todo. Que mientras tanto bebiera, yo me sentía fuera de este mundo. Con ganas de desaparecer pero sin el valor para irme. Quizá en el fondo sin rogaba y me trataba de convencer que todo no fuera mas que una broma de niños tontos. Dos horas después llegaron ellos, las caras relajadas y los músculos distendidos, con mucha cerveza en el maletero del auto.  No saben el tráfico que hubo-

decían mientras saludaban a todos.

Ella vino directo a mi y acercó su boca grande y pintada de rosa a la mía. ¿Viste la nota? ¿Te asustaste? Me dio un beso sin saliva ¿Pensaste que me había ido? Sus ojos tenían un brillo nuevo, seductor y maligno,  sus pupilas dilatadas eran oscuras como pozos negros en donde jamás volvería a saber qué era cierto y qué era falso.

Aquella noche no hicimos el amor, ella bailó hasta quedarse dormida en una tumbona afuera, mientras todos reían y me daban vino y cervezas entre carcajadas cómplices. Todo es una broma, negro, anda ríete, que buena broma. El Tato solo me miraba con ojos fijos desde el humo detrás de la parrilla, no se acercó a decirme nada. Rió como todos, rascándose el pecho como gran matador. Es que el Tato es el Tato decían siempre, el rey de la fiesta.


Al entrar a Lima ese sábado a mediodía sentía que había perdido algo, pero no sabía bien qué. Quizá algo de mi se había quedado en esa playa mientras miraba el horizonte cambiar de colores hasta el anochecer esperando que ella volviera, repasando en los rostros de los otros si había restos de verdad o mentira, si aquella nota era falsa o la declaración completa de que todo acaba de irse a la mierda. No lo supe hasta que no la vi entrar, hasta que no vi la cara de el, dueño de algo que antes fuera mio, devolviéndomelo en préstamo por esa noche, porque después de todo, todo esto que vivo no es mas que sólo una broma. Sonríe Negro, una broma.

martes, septiembre 03, 2024

Selene hija de la Luna

Era el 2001 un año que parecía nuevo y prometedor para todos nosotros. Los amigos que recuerdo de aquella época lucían caras lisas y frescas carentes de arrugas, con cabelleras completas, sin ninguna cana asomando a las sienes o a la barba. Eramos muy jovenes pero ni siquiera advertimos cuanto. Yo también lo era, hace veinte años mis piernas eran fuertes y mis carnes firmes, pero yo no me preocupaba mucho por ello, había preocupaciones inmediatas como exámenes que pasar, entrevistas de trabajo o novios nuevos a la vuelta de la esquina. La capital se mostraba prometedora y luminosa, aun a pesar de su bruma constante junto  a la costa y su cielo gris de nueve meses al año. De mi primer verano aquí apenas si recuerdo a mucha gente con la que compartí fiestas o inquietudes, a algunos los volví a ver  por cuestiones de trabajo o estudios y a otros, aun a pesar de la abundancia de las redes y los medios de búsqueda jamás pude volver a encontrarlos. Una de esas personas se llamaba Selene, no Selena como solía corregirnos siempre, ni Celina, sino Selene con S, como la luna sabes? Soy la hija de la luna. Lo había dicho la primera vez que se presentó y no entendí la relación. Hablaba rápido y claro, con un acento que no podía detectar si era del norte o del sur, hablaba de varias cosas a la vez y luego se callaba con ojos extrañados como esperando que su interlocutor le diera una respuesta igual de extensa o enrevesada acerca de cualquier cosa. 

La primera vez que la vi desayunaba a solas en la mesa del comedor común que teníamos en el primer piso. Era una casa pensión para señoritas en un barrio caro, en donde los pisos de arriba no eran de concreto y los marcos de las ventanas eran de madera. A pesar de ello, de esa precariedad de la que ahora me doy cuenta, el ambiente era acogedor y tibio con pisos de imitación madera y decoración frugal estilo sueco que invitaba a permanecer allí por mucho tiempo aunque el cielo afuera pintara gris o casi negro al llegar el invierno. Las habitaciones eran blancas y algunas como las de Selene y la mía, más baratas compartían un diminuto baño en donde había que se ser extremadamente ordenada para no tener altercados posteriores por frascos de champú o ropa interior perdida. Eso me había pasado con la anterior inquilina, pero se había marchado pronto. El dueño decía que era mala pagadora y que esta vez intentaría con alguien mas responsable y con menos los financieros. Fue en esas que había aparecido Selene en la pequeña quinta de tres plantas. Desayunaba tranquila dando la espalda al kitchenette  color verde menta cuando entré a saludar, con la espalda recta y el mentón apoyado en la mano derecha llena de abalorios, ojeaba distraída un gran libro de Feng Shui con ilustraciones coloridas que estaba dispuesto sobre la  larga mesa de madera del comedor común.  


Hola! Cómo te va? Me saludó como si me conociera de toda la vida. En esa ciudad en donde todo el mundo se guardaba sus distancias era raro hallar alguien que de buenas a primeras te tratara con familiaridad. Al instante me dijo que era la nueva inquilina, que compartiríamos baño y que su contrato era por un año así que no tenía por qué preocuparme. No sé a que se refería con eso, pero asentí con una sonrisa. Durante los veinte minutos siguientes mientras yo acomodaba el plato compuesto por atún, papas y brócoli que almorzaría ese día me habló de ella, de sus planes de ser diseñadora o modista y de que le gustaba ese comedor con gruesas columnas porque el feng shui decía que siempre debía apoyar su espalda a una, aunque jamás debía darle la espalda a una puerta, eso jamás. Señalaba esta ultima frase como si el no hacerlo significara alguna maldición futura, así que le prometí que intentaría comer la próxima vez mirando hacia la puerta, lo dije con la boca llena de un bocado de brócoli, pero ella ni siquiera sintió mi pequeña burla.

Los meses que siguieron a su llegada fueron meses de exámenes y pruebas, me las pasaba estudiando y poniendo post it de todo color en las blancas paredes para recordar conceptos que me ayudarían luego en los exámenes. Estudiaba sentada en el piso o en la cama durante todo el día y en la tarde salía a correr hasta el malecón, antes de las clases nocturnas que duraban hasta las once de la noche. Fue allí que me la encontré otro día, aunque de lejos no la reconocí de inmediato, el largo collar que rodeaba su cuello y su alto moño negro no podían corresponder a otra persona. Caminaba lento y distraídamente mirando al mar y al camino pedestre alternadamente. Llevaba sandalias de cuero marrón y pulseras color bronce en ambas manos, su ropa a pesar de que era siempre  de colores sobrios y sin adornos, la solía acompañar de esos collares y pulseras que tintineaban sobre su cuerpo cuando subía las escaleras y abría la puerta de su habitación bien entrada la noche, al regresar de su turno como azafata. Me lo había dicho así de forma elegante, soy azafata, como quien te dice que se va en un vuelo todas las mañanas  a Dubai y no quien atiende mesas azafate en mano en la pastelería del barrio de moda. Así era ella, su forma de decir las cosas. Si me hubiera dicho que recogía basura en las calles o mataba gente por dinero la hubiera mirado con los mismos ojos de admiración y envidia. No llevaba maquillaje alguno, pero el moño alto y los pendientes largos le daban cierta elegancia de cisne a su cuello moreno que no sabría explicar, pero incluso mudándose mucho después de que yo lo hice a ese barrio de gente pudiente, ella siempre aparentaba pertenecer allí más que cualquiera de nosotros. No era guapa, pero su actitud de diosa bien podría haberse considerado de una rara belleza.


Hola! Me dijo y levantó la mano, cuando yo estaba ya muy cerca de ella. Sospechaba que no me había divisado trotando, que tenía algún problema de vista o de distracción patológica que no le permitía ver a las personas a menos que estuvieran a un metro de su cuerpo. No sabía que corrías hasta aquí, agregó. Mi cuerpo algo rollizo a diferencia del largo y grácil de ella, quizá no lo aparentaba pero poco a poco había ido ganando en fuerza y ampliando mi rango de trote cada vez mas y ahora me permitía llegar hasta esa parte del malecón casi sin cansarme. Hacía pausas para caminar y volver a correr, no me apresuraba por tener una carrera continua, ni por seguirle el ritmo a los otros. Las primeras semanas de mi mudanza a la ciudad capital había comido un sandwich con mayonesa en un grifo, que terminó en una diarrea fulminante con deshidratación al día siguiente, sin embargo una semana después, había venido lo mas duro, la debilidad progresiva en las piernas, los muslos, la dificultad para subir escaleras, luego para la marcha y en un momento hasta para respirar profundo. Temí lo peor y consulté a un médico, pero afortunadamente al cabo de quince días todo aminoró y no necesité avisar a mi familia ni nada. Había estado muy asustado, eran mis primeros momentos de fragilidad sola, pero lo había podido resolver sin recurrir a los otros, como toda mi infancia. El hecho de poder levantarme de la cama y echar a andar y luego correr era ya casi un milagro para mí, así se lo conté a ella. 


Es la cosa mas rara que me han contado jamás me dijo, con la mano en la boca. Es que ahora existen tantos pesticidas. -Tantos virus, interrumpí yo. -Tantos pesticidas, siguió ella, el hombre está acabando con el mundo, sabías? Estamos acabando con él con todo lo que hacemos, a veces se me quita el sueño de noche y pienso, que podemos hacer nosotros? Yo por ejemplo que puedo hacer? Y eso me perturba, no puedo volver a dormir. Es un tormento que llevo siempre conmigo…


La escuché un buen rato sin decir palabra, no sabía que a alguien pudiera atormentarle como cambiar el mundo de noche. Sonaba a exageración y dramatismo inútil, pero no podía burlarme, era mi única amiga allí y compartíamos el baño. No podía ser todo lo mala leche que me nacía ser con mis comentarios crueles. A mi por ejemplo solo me atormentaba tener que volver a casa con mis padres o si el nuevo chico con el que estaba saliendo, tenía novia o no. Acabábamos de dormir hace dos noches juntos y me había dejado su pesado reloj de marca cara puesto en la mano como símbolo de que nos veríamos de nuevo este fin de semana. No dejaba de pesar en eso. Lima era una ciudad tan prometedora en ese momento, que brillaba por todos los rincones. El sol empezó a ponerse poco a poco y la gente detuvo la marcha igual que nosotras para admirar el espectáculo de las seis, a veces hasta los niños se callaban un poco. 

Bonito reloj, comentó cuando me vio frotándolo mientras mirábamos el atardecer sentadas en el malecón ya descansando de la caminata. Es por lo de la otra noche, no?,   Y agregó  Los oí gritar muy a gusto toda la madrugada. No hubo espacio para que le dijera algo en contra o me ofendiera. Apenas si le sonreí avergonzada. ¿Es que sabes? Yo a esas horas estoy despierta, se me quita el sueño pensando, nunca he pensando tanto como desde que llegué a esta pensión, han de ser las vigas.

-Las vigas? -dije yo. Si, las vigas de madera en el techo de la casa, no te haz fijado? No se puede dormir bien bajo una casa con vigas ni en una habitación con espejos, eso nunca porque sirven de portales para los malos espíritus. Recuérdalo, siempre.


Y a veces después de veinte años recuerdo esas charlas inocentes de Selene la hija de la luna, profetizando que no duerma en habitaciones con vigas de madera ni  espejos y reparo en la soledad de mi habitación de hotel rodeada por mi reflejo repetido en todos los espejos  y a veces en una imagen caleidoscópica de mi misma desde el techo y me digo, cuantos malos espíritus se han colado en mi vida desde entonces, quitándome el sueño. Veinte años no es nada pero parece todo. Qusiera abrir la puerta del baño y escuchar sus pulseras mientras se desviste, la intimidad de otra persona compartiendo mi mismo espacio. ¿Es eso raro? 


Soy azafata- había dicho Selene. Y yo pensé que se subía a muchos aviones, que vivía en ellos. Me reí para mis adentros  de mi inocencia de hace veinte años y me dispuse a tomar otro vuelo que me llevaría hacia ninguna otra parte.

domingo, mayo 26, 2024

Historias de Misoginia 1

El local era acogedor y cálido a pesar del frio reinante. Los faroles en los arboles le daban ese toque encantador de los lugares románticos, que ella lamentó de no poder compartir con el y en cambio si, con el Niño. Habían dejado el auto cerca y llegado allí caminando mientras hablaban de temas sin importancia, riendo con la familiaridad de dos hermanos traviesos que se cuentan las aventuras que les ha dejado el verano;  al cruzar la pista aun insegura por el accidente reciente intentó tomar  de la manga de su abrigo pero se contuvo, en realidad no necesitaba aferrarse ya al brazo de ningún hombre para caminar. El Niño tampoco le ofreció la mano, así de amigos eran. “Eres un chico mas” siempre se lo decían, no importaba cuanta falda ni vestido coqueto utilizara con ellos. “Tu eres uno mas, contigo se puede hablar de lo que sea…” Los autos pasaban veloces y la conversación se había detenido mientras esperaban el cambio de luz del semáforo. 


Otra vez pensaba en el ¿que estaría haciendo a esa hora? De caminar con el seguramente se aferraría a su brazo buscando abrigo, el giraría su cara y ella espiaría su hermoso perfil, como si no fuera una novedad entera y feliz poder caminar o hablar juntos sin necesidad de una pantalla de intermedio.  Sus botas de tacón resonaban ahora en el asfalto y las bromas de su amigo hacían eco en todas las casas. Las calles estaban vacías cuando llegaron al restaurante y su mesa esperándolos. Los adobitos de la huaca cercana se iluminaban de luces ambarinas volviendo complice la noche fría.  Todo el lugar era hermoso, el Niño siempre sabia elegir los mejores lugares para reunirse.

-Y bien, cuéntame mas, dijo el cuando trajeron la primera sangría, ¿estás enganchada o no con este tipo ? 

Ella no estaba para confesiones, se había educado en al arte cínico de contar anécdotas graciosas sin importancia y de hablar con desparpajo de gente sin importancia. Como iba a entender el, que esto se le había ido de las manos. Sabía que en su boca todo se reducía a sexo casual o a seres utilitarios. ¿No hablaban de eso a menudo? ¿No le había enseñado ella misma a mantener distancia de las personas con las que no quieres tener una relación mas que puramente fisica?  No dejes que las mujeres se aprovechen de ti , le aconsejaba, cada vez que el Niño, se acercaba a contarle alguno de sus lances sexuales y ella solo podía repetirle como una hermana mayor: Estás jugando a una relación cuando tu no quieres ninguna. Esas pobres chicas quieren una relación estable, un matrimonio a futuro y tu ahí con tus jueguitos de fingir ser un caballero.

El se reía fuerte. No son jueguitos, yo nunca les miento, allá ellas que esperan.

¿Tan predecibles podíamos ser las mujeres? 


El lugar estaba rodeado de botellas de vino vacías, ya ni siquiera se preocupaban en poner una cava hermosa. Todo es vidrio de colores y botellas sin contenido se lamentó ella. Volvió a pensar en el de forma masoquista ¿Habría desaparecido realmente o era otra de sus paranoias con los hombres? Cada vez que comenzaban a aflorar sentimientos, venían en tropel también los traumas de abandono.

  • Pero ¡quién se desaparece un sábado, mujer !- soltó el, como si acabara de leerle los pensamientos. Nadie que quiera tirar desaparece un sábado a no ser que esta follándose a otra.

Ella alzó la copa y brindó porque no podía negarse a esa posibilidad, aunque hasta ese momento no la había pensando. Durante las largas horas en que le laceraron el cabello, le pintaron las uñas y se ajustó las panties invernales que combinaran con el atuendo perfecto, lo único que se la había dado por pensar, no era ya que la podría llamar de última hora, sino, que tan malo había pasado en su vida como para que no pudiera detenerse a enviarle un mensaje diciendo que no se verían hoy. Que naive, pensaba ahora, la posibilidad de otra amante ni se le había pasado por la cabeza. Se sentía tan poderosa, tan sexy, tan suya y tan perfecto el sexo que estaban construyendo que no le hubiera ocurrido que pudiera existir alguien mas en ese momento. 


-Pero siempre es una posibilidad, no?  Los hombres siempre tiramos y si no lo hacemos estamos pensando en tirar. No puedo creer que te deje esperando una semana. Yo con una mujer que tiene casa sola, que está como tu, ni me la pienso dos veces. Pero eliges cada gente…Igualito al otro huevon, que se llamaba…El que era Project Manager … 


Ni ella misma se acordaba, así de vano había sido su paso por su memoria reciente. Un tacaño para los taxis y para su tiempo, de eso si se acordaba. Un motivo mas para no salir con hombres de este lado del mundo. Pero el Niño si se acordaba, porque con el hablaba en los entretiempos del trabajo duro con la mascarilla puesta  o en el lavado de manos y hablaban de la gente que los motivaba, que los enamoraba. De las citas, de los que no llegaban a citas. El Niño le sabía todo y de todos le hablaba mal. Ningún hombre era bueno. O para cuando le contaba de ellos habian dejado de ser buenos. Su vida ante los ojos del Niño debía ser un álbum de fracasos sentimentales y experiencias que nunca terminaban bien. Su frase siempre era la misma, “Mándalo a la mierda, no sabe lo que tiene” 

La pasta se le pegó en el esófago, cuando el nuevo elegido para mandar al infierno era el. Se negaba a pensar que tan pronto se le viera la hilacha. Le dolía que el Niño lo viera antes que ella. ¿Podíamos hablar de otra cosa? ¿De ti por ejemplo? ¿De tu divorcio ?


El Niño comenzó a extenderse y a despotricar contra las mujeres. Mientras ella se distraía con el decorado del lugar, las palabras italianas dejadas por doquier en los muros, la mujer que comía sola con la espalda recta en un sillón cómodo. Recordó el sillón verde en el que se sentó con el en la primera cita formal, su mirada traviesa que iba de los ojos a su escote. El coqueteo y la insinuación. Aun parecía verano y los cuerpos paseaban su candor y su fuego ante cada movimiento y roce de piel. La primera cita, otra estación, otro tiempo. Cierta inocencia en la espera de que ocurriera  el beso o ese algo que abriera todas las cerraduras y los llevara por fin al momento que habían esperado desde las primeras conversaciones con pantalla de por medio, cuando ambos eran unos desconocidos que ya querían desvestirse el alma y el cuerpo.


-¿Te ha escrito? Interrumpió el Niño abruptamente, sus recuerdos más azucarados. 

-¿Perdón?

-Que estás evitando ver el móvil y quizá el tipo te ha escrito. La mirada de ella se fijó en la hora, casi las diez de la noche. O se ha muerto, agregó con risas. 

-Idiota bromeó ella devastada, al comprobar que el si se había conectado pero no le había escrito. Otro sábado perdido pensó con tristeza y después agregó, pues  parece que sigue vivo.


-Y tirando rico con otra, agregó el Niño, poniendo mas sal en la herida, mientras volvía a llenar su copa. Ya no gastes energía pensando en alguien que no es, ustedes no son nada, nunca lo fueron y lo sabes. Pequeñas agujas se clavaban en el pecho de ella en ese momento. Era un dolor imperceptible. Ahora el Niño era el maestro y ella la ilusa que no sabe que posición tomar.


-Es como yo con la enfermera de la que te conté en Diciembre, tirábamos, yo quería trato de pareja, ella me lo daba porque quería follar, pero le dejé claro que jamás tendríamos nada serio y ella aceptó. El te está tratando como yo a ella, porque así hacemos cuando la mujer no nos interesa para nada. Lo que le faltó a tu amante bandido, fue tener huevos y decírtelo desde el inicio, si tu eres inteligente, hubieras entendido, no? Las cosas claras siempre, para que ellas no se quejen, el Niño parecía feliz con su argumentación.


Ella se removió en la silla sin saber en cuantas maneras esa ultima frase la ofendía. 


Salieron de allí sin pedir el postre, de camino a recoger el auto ella iba mas callada que de costumbre. El frio se había acentuado y el viento le helaba la cara y las rodillas, pero a pesar de eso toda la terraza exterior antes vacía, lucía ahora llena de parejas que recién empezaban su sábado romántico a la luz de las velas. Ella se sentía repentinamente enferma y cansada, mas allá de la alegría fingida con las primeras copas de vino, ahora solo deseaba acurrucarse y ocultarse en casa.

Toda la cena y las palabras soeces en cada una de sus anécdotas sexuales la habían hecho sentirse mareada. ¿Cuándo iba a parar esto de que sus amigos la trataran como chico? Cuando iba a dejar de comportarse como un chico mas, sin sentimientos. Pensaba en la enfermera a la que el Niño había tirado al olvido y de pronto sentía una profunda empatía con ella, había escuchado como ridiculizaba sus sentimientos e incluso sus intentos de acercamiento posteriores. “Fuera mierda, decía el, yo le expliqué que solo íbamos a cachar, aunque de la puerta para adentro si le pedía relación de pareja y cariñitos y todo lo que ella quisiera darme”


¿Era una caricatura de esa enfermera, ella, con todos sus títulos y maestrías a cuestas? Estaría haciendo el mismo papel ridículo a pesar de todos los muros de contención que siempre trataba de poner con todas esas frases duras. No somos nada. ¿De que valía repetirlo tanto?  Ahora ella era realmente nada, para alguien, para ella, incluso para el Niño que ignoraba sus sentimientos y seguía echando sal en la herida.


-No te rompas la cabeza por alguien que solo te quería para sexo y ya ni sexo te quiere dar. 

Hizo una pausa larga.

Vamos, te llevo a tu casa?

Ella lo miro lejana, era otro sábado de mierda. No, definitivamente pediré mi taxi. 



martes, abril 16, 2024

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros. Al sentarme a la mesa por el gran ventanal lleno de flores, apenas se dibuja el perfil de los edificios vecinos, al fondo del paisaje tres palmeras solitarias intentan un triste protagonismo entre las nubes de bruma que arrastra el viento desde el océano. Ayer las ventanas temblaban y la ropa colgada en varios niveles desde una cadena vertical se movía a punto de arrancarse, dando al espectáculo la tristeza de algún ahorcado que balancea su cuerpo contra el vacío. Abajo, solo la avenida, que en el día es ruidosa y llena de autos en un trajín constante desde el centro de la ciudad al mar y viceversa. A donde irán todas esas almas conduciendo en desespero me pregunto, cuando me apoyo con el café en la mano al ventanal tan grande y observo los aviones pasar como si fuera mi primer día en esta ciudad de fauces grises y monstruosas. A donde irán tan rápido ? A las once de la noche en cambio hay un silencio cómplice, es la hora del televisor y las películas elegidas con sumo interés las semanas anteriores. Películas que no podré comentar con nadie o con muy pocos y de las cuales hasta olvidaré el nombre, así de traicionera es la memoria. Una hora mas tarde memorizo y escucho grabaciones en otro idioma, para ejercitar mi cerebro en un paciente ejercicio de lucha contra el envejecimiento prematuro. Al menos no me pasé la vida bebiendo o fumando, me digo, para no dejarme abatir por la idea de que mi memoria que de adolescente se prometía  asombrosa hoy se borra en sombras que no entiendo ni confieso.


Levanto la cabeza y ya la bruma se ha tragado también las palmeras, solo se ve la baranda del balcón y mis flores. Que seria de mi sin las flores? El no entendería porque amo mas las flores que las plantas, una planta esta mas allá que sus órganos sexuales me diría y yo sin querer me reiría, porque reía con el al disfrutar sus rarezas y estar cerca suyo para observar sus manías. Quizá no he dejado de querer a los hombres como se les quiere a los pacientes, desde sus defectos y desde sus dolencias, no como una madre que quiere protegerlos, sino como alguien mas aséptico, la que desea ver hasta el final en que termina ese experimento, esa alquimia que transforma al hombre que conociste en el que luego dejarás o bloquearás de tu vida.  No es mi intención hablar de el, pero la página en blanco traiciona las mas cándidas intenciones y hace que cada linea se manche de franqueza. Acaso no hay cuerpo que pueda contener secretos para toda la vida? Que necesidad enfermiza tenemos de exponernos? De mostrarnos al otro, de forma completa y vulnerable. Examino esas emociones mías, como si fuera un curioso entomólogo que ha diseccionado mi corazón en partes y sin asco, tal cual fuera un insecto con una anatomía y forma particulares. Lo abro y lo espulgo, admirando su debilidad y su fuerza. Por que tantos ? Dice mi cabeza. Por que tan pocos? Me responde el tiempo.  Mi gran viaje permanece en secreto como los edificios entre la niebla, ocultando su verdadera profundidad, los matices de su claro- oscuro. No he vivido nada, me digo, y para los otros sin embargo, ya he vivido tanto! Cuánto me he permitido soñar en este viaje. He estado mas veces inmóvil ante una ventana, ante un libro, o ante una pantalla que las veces que he observado la vida  en movimiento desde la ventanilla indiferente de un tren o de un avión, como reza la nueva filosofía de jamás dejar de moverse. Yo me he quedado quieta mas veces de las que he ido de viaje y sin embargo, para ellos es lo único que cuenta, los kilómetros que he marcado, los números que he hecho. El viaje mas logrado ha sido este, el que he hecho hacia adentro  a través de los otros para poder conocerme un poco aunque sea consciente que voy perdiendo memoria de el a medida que avanzo. 


Tengo un poco de miedo, no como antes cuando era una niña que no sabia lo que quería. Temo por lo que quiero, por mis debilidades que me hacen repetir las mismas cosas, a veces huelo la felicidad y casi tan pronto puedo oler que desgracias trae consigo. Cuánto me tomara recuperarme de lo que casi se acercaba a la imagen de perfecto. Quizá ese es el engaño mas frecuente, cada cosa, cada hombre, que tomo la relleno con trozos de recuerdos y mejoro lo que antes estaba roto, todo lo que ignoro, lo compongo con lo que podría ser mejor. Escribo una película, el personaje debe ser creíble y sin embargo al final la realidad personal supera toda ficción en mi cabeza. Así de magnánima es la vida con sus regalos y sus desgracias. Casi ha oscurecido, este invierno será frio, hay alguien en el teléfono enviando mensajes que terminan con la palabra amor, ni el lo cree ni yo tampoco. Pero seriamos una bella estampa de lo imposible. En la otra pantalla alguien que no me dice palabras tiernas, me envía cataratas  de canciones melancólicas sobre el amor y la pérdida, en total disonancia con su actitud indiferente a lo que yo haga o diga.  Me pregunto quien me acompañará a pasar este invierno? Imagino una espalda a quien abrazar pero es como pensar en azúcar o en alguna droga que potencialmente me hará daño luego. Quisiera ser como J. Binoche en esa película en la que le preguntan: Y haz dormido con muchos hombres ? Ella responde serena y feliz: Desde que llegué a Paris hace tres meses solo puedo contar con los dedos las veces que he dormido sola.


Yo soy la del otro lado del espejo,  quien duerme sola, permanece inmóvil en la ventana, disfruta el café y hace listados de palabras raras. A veces me muestro triste de forma indecente, pero solo para los mas íntimos y lejanos desconocidos. En el mundo de las imágenes, soy la feliz portadora de un cuerpo que invita al deseo, de una sonrisa que no se curva nunca. Para los amigos, el molino constante de historias y de risas. Hay una repentina claridad en el horizonte, quizá es la hora de reconciliarnos todas y perdonarnos todos los secretos. 

viernes, agosto 12, 2022

Terapia

 Hoy le dije a la terapeuta que habia perdido mi creatividad. Que me habia perdido. Lo que no dije es que sentia mi cabeza seca como una charca en pleno verano, aunque me acercara mil veces, me agobiaba la misma frustración de saber que ya no habia nada para mi, ninguna imagen vibrante, ninguna historia que quisiera salir del pozo y hablarme. Era mas creativa en los periodos de dolor, le comenté.

- Entonces quizá no eres tan creativa como piensas -y luego empezó  una disertación sobre el arte y su presencia ya sea en nuestros momentos oscuros o los luminosos. Intenté  no hacer un mohín de desencanto, ponerme a la defensiva o replicar. Habia ido allí, porque era mi ultima esperanza, no quería discutir con nadie más  sobre nada. Me sentia perdida, abrumada por todas las cosas que no había podido resolver sola, todas esas historias inconclusas arrumadas en un rincón de la habitación como ropa usada y sin doblar. Habían pasado muchos años desde que pensé que necesitaba ayuda, lo habia dejado pasar, por miedo, desidia, falta de tiempo o de dinero. Pero a medida que pasaban los años me compraba en cambio, cada vez cosas mas inútiles y caras que apilaba a mi alrededor y no me llenaban lo suficiente. Intentaba comprar tiempo, con viajes, con personas, con emociones nuevas, nada resultaba. Había un espacio vacío acá adentro que podía servir de escenario para alguna escena de asesinato en Breaking Bad, un desierto lleno de briznas sin nada atractivo cerca, solo soledad y muerte. En ese espacio vacío iba a parar el tiempo que compraba, las cosas que obtenía; pasado el filtro de la experiencia inicial, del fogonazo de dopamina, volvia a despertar allí sin entusiasmo en ese mismo desierto, demasiado luminoso, para siquiera protegerse los ojos o el cuerpo de su hiriente y cegadora luz.  Una horrible agorafobia me inundaba, nada a que aferrarse, nadie a quien abrazarse. Ningún lugar seguro donde ocultarse.


He tenido que repasar ante ella pequeños hechos de mi vida sentimental que no queria volver a narrar, porque no queria volver a llorar por eso, ni a victimizarme por eso. Quería que pasaran y se olvidaran, pero tuve que ponerlos de nuevo sobre la mesa y admitir que me expuse voluntariamente al dolor, como un acto insano que se repite una y otra vez quien sabe desde cuando. No importa la persona, ni el objetivo. A traves de mis parejas he tratado de desnudarme lo mas que he podido el alma, para sentirme plenamente honesta, de esa forma no sentir culpa luego, ver en sus rostros pasado el tiempo alguna desazón que me dijera “no eras como yo imagine”. Pero a veces somos ciegos a nosotros mismos, pensamos que mostramos todo, pero solo mostramos las partes mas emotivas, las que creemos mejores o peores esperando crear una performance armoniosa con la persona en cuestión, de cierta forma les mentimos y nos mentimos al momento de elegir que mostrar. Hay un punto ciego que no vemos. Es cuando se descubre que la grieta comienza y el hermoso paisaje empieza a craquelarse. 

Estoy en el desierto ahora, ni una brizna se mueve, el ambiente es pesado y lento, los colores amarillos y sepias, el aroma de polvo y olvido. Estoy ahí sabiendo que no hay ningun camino transitable cerca, que no me puedo abrazar ni siquiera a una piedra, que no hay una manera de acelerar mi desaparición de esa pesadilla, excepto esperar y esperar hasta que el agotamiento acabe con el organismo de alocadas células cegadas en su proceso de producción de O2-Co2. No me es posible ni siquiera auto eliminarme, solo queda esperar y esperar.


Me doy cuenta que estoy a millas de distancia de lo que creí estar, que no puedo acercarme a nadie aun. Que estaba dañada antes, con miles de barreras, de brechas, de obstáculos, de miedos. Esperando como un reto que alguien salte todo eso para luego verlo a la cara y amablemente rechazarlo porque no estaba lista. Porque no se, no se absolutamente que es lo que quiero. Estoy en ese desierto, creativo, humano, afectivo. A veces es acogedor, porque alli no tengo que mostrar un papel de gente que no soy, tengo tantos disfraces en el closet que hay cierto alivio en no tener que ponerse ninguno para agradarle a nadie, para tratar de tener comunicación afectiva con nadie.


No soy creativa no, soy alguien que siente. Eso debi decirle, que en estos últimos tiempos las veces que deje de escribir y de comunicarme es porque no sentía nada, excepto fatiga, fatiga por el esfuerzo de atender a otros , de estar en el trabajo, o de estar de vacaciones,o de estar de rumba, o de ser la hija preocupada, o de ser la prometida de alguien. Siempre estaba fatigada por algo y si no era eso, estaba intentando darme placer, con alguna película, con alguna compra, comiendo hasta el hartazgo, bebiendo hasta el embotamiento. No, no sentia, solo estaba cansada, pasaba de un estado de cansancio a otro, continuamente agotada como un zombi. Por eso no escribía, no habia nada que escribir. ¡¿Qué  imagen nueva se iba a formar en mi cabeza? A veces ya ni soñaba. Fue entonces que deje de tomar la medicación que prevenía las migrañas, quería volver a soñar de nuevo, así fueran pesadillas, porque en esos sueños me sentia real, humana, la vida cobraba los colores reales que la gente no me da en la vida real, que no se admiten en la vida real. 

¿Soy idílica ? Si, me lo dijo alguien esta semana. Como una critica a mi comportamiento engreído de no soportar la realidad mas insignificante y ordinaria de las relaciones. Un pedo bajo la cama, un desliz de palabras soeces. Pero si aun no somos amantes! le digo. ¿Si el y yo aun no somos nada porque me quiere dar la vida de un par de casados? ¡Es que tu buscas la utopia, dice mi amigo ! ¡Los hombres no somos asi! Entonces no quiero un hombre quiero algo mas que eso, respondo. 

domingo, febrero 13, 2022

Lima, el amor y otras frutas podridas

 Junio decía que mi habilidad para estar en relaciones amorosas en donde buscaba curar al hombre tenia algo que ver con el hecho que yo fuera médico . “ Siempre buscas sanar al tipo que este a tu lado”  Junio, se miraba a si mismo como alguien roto en ese tiempo. Supongo que como muchos de los  que conocí luego, el ya andaba en esa edad a mitad de camino entre la depresión y la ausencia.


Lima era una ciudad sucia y gris que Junio me mostraba solo en las noches en que podíamos coincidir para algún encuentro casual. Yo había venido voluntariamente a Lima buscando el brillo de las grandes ciudades y la cercanía a un aeropuerto, los primeros meses habían sido bellos meses de verano, viviendo en Miraflores y corriendo junto al mar que en esos meses adoptaba un fantasioso color a esmeralda, pero a medida que la vida se iba cristalizando en lo que vendría a ser los años siguientes, iba descubriendo poco a poco a esa Lima sucia y de cara magullada de la que Junio escribía permanentemente con cierta sátira y encanto oscuro.


Eran los tiempos de juventud en que yo me sentía atraída solo por los tipos que escribían, no importaba si bonito, pero que escribían y que me llevaban a otro plano con eso. Porqué no decirlo, también, tipos que me hacían creer que amaban lo que yo escribía.  Yo había pasado de ser alguien detrás de las letras a un personaje a veces dulce y otras veces fiero a quien ellos deseaban proteger, o de alguna manera tener aunque sea por un rato. Yo era Laura, el personaje y estaba buscando apasionadamente ser leída y comprendida. Junio lo sabia y tenia esa ventaja por encima de mis otros lectores y futuros amantes.


Yo por mi parte les mostraba mi alegría de juguete roto, mis colores vivos de a quien no le importa nada decir lo que piensa, una sensualidad agazapada de mis días de adolescente queriendo parecer salvaje a destiempo. Ya tenia 25 años, debía ser madura entonces pero mostraba toda una faz de cinismo que solo yo me creía. Para los hombres mayores con quienes yo quería estar era apenas una niña sin experiencia de vida. ¿ Qué sabe de la vida alguien que se la ha pasado detrás de un guardapolvo blanco y unos lentes toda el tiempo estudiando ? Toda la adolescencia leyendo aventuras de grandes héroes que conquistaban continentes salvajes o que abandonaban cómodas vidas en busca de  historias de amor que jamás eran mías. 


Acababa de llegar a Lima la ciudad gris y se veía tanto que me habían roto el corazón hace poco y que buscaba en esas aventuras sentimentales con los otros la  promesa de un amor seguro que me devolviera a la idea de una raíz y de una casa, donde quiera que fuera.


La ciudad era horrible, lo recuerdo.  A medida que te acercabas a su centro sentías el desorden, el ruido y el caos. En el dia jamás salía el sol, estabas perdido y preguntando la hora todo el tiempo como en una sala de espera al infierno.  Lima tenia nombre de fruta pero  olía mal,   A veces a incienso mezclado con humedad, podredumbre y olvido.  Toda la estética feliz que me había imaginado propia de una gran ciudad llena de luces se perdía en los ropajes grises que vestía la gente que se movía rumbo al trabajo. Presentía que su ropa hablaba en un lenguaje que no podían transmitir sus caras, esa absoluta indiferencia por algún grado de belleza o esmero en conseguirla. ¡Qué snob me había vuelto después de los viajes de ese año sabático! Lima no era Buenos Aires ni Nueva York, Lima solo era Lima, húmeda y sin sol con su arquitectura colonial y su olor asfixiante a desván sin abrir, inmóvil con cara de digna amargura tratando de subsistir en medio de bocinazos y gritos de loco calado. Lima no tenia nada para mi, excepto un aeropuerto gigante esperando a que me fuera.


La verdad es que también sentía miedo, miedo de volverme como todos, de desaparecer entre la masa de gente que reía o maldecía mientras comía de pie. Indiferente a la fealdad de Lima. De vestir como obrero, no importaba la marca cara que fuera, vestir como obrero  y trabajar para alguien, dependiendo de los horarios de alguien y que ese alguien eligiera por mi las temporadas de mi vida. Como cuando podía o no irme de vacaciones, cuando tenia tiempo para tener una pareja o cuando podía comprarme lo que yo quisiera y si ese gasto era útil o no para la vida que debía llevar un obrero. La vida adulta había empezado para mi  en Lima y no antes. Porque era aquí en donde yo empezaba a pagar las cuentas de la luz y el agua, de saber cuanto valor tenia todo y el valor de esas cosas ordinarias, incluida la comida que me llevaba a la boca, acaso era el valor de mi propia vida y mi propio tiempo en este mundo.


El invierno llegó a mi en Junio como muchos inviernos mas de allí en adelante, para darme la noticia que esa vida de mierda seria para siempre mi vida. Trabajar todo el dia, no ver el sol jamás, pasármela en pasillos de hospital y por la noche  morir de soledad en mi cama y luego de esa  cama de húmedas sabanas apestosas, moverme a la clínica  privada, a ensayar mi amabilidad fingida para evitar enfrentamientos con la gente que sufriría mas que yo, como si solo eso fuera la vida. Marcar horarios, tener jefes odiosos y compañeros pasajeros. ¿Seguía pensando en curar a la gente? No sé si apenas lo lograba, mi sonrisa se había ido apagando y en su lugar había aparecido una nueva, una sonrisa de gente adulta que se reía de los chistes inútiles y de la vida diaria como si hubiera perdido la conciencia que el tiempo se me escapaba entre los dedos. Esa era la vida adulta, no había mas que eso. Intentar curar de sus miedos a mi pareja de turno, sin embargo, era algo que me ennoblecía y me quitaba el  peso de obrero asalariado de los hombros. Nadie me pagaría nada por eso, quería salvar al otro en un acto de genuina dedicación. Aunque fuera solo un hombre entre un millón, yo me dedicaría a curarlo el resto de la vida. Así de ingenua era.


Si, Junio pueda ser que no se hubiera equivocado al juzgarme en torno a mis relaciones, porque yo siempre andaba queriendo reparar las heridas de los otros, limpiando lágrimas de rostros ajenos como si fueran las mías, intentando acercarme a su dolor como si fuera el mío. Mi defecto era esa excesiva empatía por el malestar de los otros. Quería preguntar  a mi pareja ¿Qué sientes ? ¿ Qué piensas ? Como si eso fuera una anamnesis del caso clínico que yo tenía que resolver. Pero lo extraño es que pocos  de esos hombres preguntaban sinceramente por mi.  Por como yo me sentía en todo esto de llevar un trabajo sin dormir y una relación amorosa, asumían que era difícil lo que hacía , asumían que tenia que ser fuerte para ser médico,  valiente para trabajar en el área que trabajaba,  que podría aceptar bien una ruptura si se daba. No parecía ser de las mujeres que sueñen con criar un hijo. Yo era funcional. Se me veía muy profesional y lógica como para sobrellevar esos tropiezos del mal de amor. Porque eso es lo que hacia yo, componer cosas, componerme. No había tiempo para estar llorando, había que componerse sobre la marcha y seguir trabajando, seguir cumpliendo horarios, plazos límites de trabajo, había que mantener el rostro sereno para darle noticias malas a los demás y que no se descompongan ellos delante tuyo. Los hombres rompían la relación y se iban a por una cerveza, yo rompía y debía volver a mi unidad a reanimar gente  muerta o a dar las malas noticias a familias que habían perdido a alguien. Yo siempre debía seguir siendo la fuerte. Ese parecía ser el papel que habían decidido para mí.


Pero Lima no iba a ser ninguna cárcel de barrotes mohosos en mi vida, había un mar inmenso y un aeropuerto, me iría cada vez que quisiera, porque no me ataba el dinero ni la lealtad a nadie. ¿Un matrimonio?  ¿Una casa? ¡ Que bienes tan pobres me ofrecían en comparación a mis sueños!  Que indigno ofrecerme una hipoteca juntos y estrías en la panza por engendrar a críos que apenas vería. Yo había sacrificado mis sueños por seguir una carrera formal que salvaría vidas ¿por que debía también sacrificar mi vida por una relación que lo fuera? 


Tenia empatía con esos hombres rotos pero no la suficiente como para abandonar mi vida. Había visto dar puñetazos en la pared a Junio cuando le dije que amaba a otro y  también había aguantado sin llorar rompiéndome por dentro el dia que me dijeron que no se podían enamorar de mi. Amé y amé con gran pasión a las personas que pasaron por mi vida, pensando en cada uno de esos momentos si alguna de esas personas  a las que amaba tendría el valor de sacarme de esta vida. Tendría el valor que yo no había tenido de soltar las amarras y acercarme un poco a esa orilla que solo podía vislumbrar a veces en la niebla. Dejarlo todo y empezar de cero en otra parte, en donde valiera la pena arriesgarse por ser feliz. ¿Acaso no lo mereces cuando decides amar a alguien?

Los hombres de mi vida me decían: Te admiro, eres valiente, haces un trabajo excelente, pero me dejaban allí, en la orilla en donde todo era negro, oscuro y mohoso. Una pandemia. Gente muriendo, incertidumbre, pasillos de hospital, miedo. ¡Sálvalos, sálvalos a todos! Decían, pero quédate allí, ya no hay espacio para ti entre nosotros.


miércoles, febrero 02, 2022

Lunes de doble amor


Miraflores era una cuna de sueños vacíos esa noche de Lunes, en un invierno que era húmedo y pegajoso como todos los días desde que me mudara a esta ciudad. No tendriamos ninguna cita esa  noche,  Tengo reunión con los jefes, me habia dicho W. Y yo había entendido. Sin embargo caminaba arreglada por alli enfundada en un abrigo oscuro y unas botas de tacón alto, buscando el lugar de moda para terminar cenando sola. Los Lunes que era mi dia libre solía sentir la ciudad mas grande y solitaria, fue cuando mire el móvil y vi el mensaje de Da. Habían pensando semanas desde nuestra cita frustrada, si no fuera por eso jamás  hubiera coincidido con W. Estas libre para un café? Le habia  puesto yo al terminar de cenar,  sabiendo que esta vez tampoco nos veríamos. El milagro fue que la celeridad de enviarme su ubicación. Estaba a pocas cuadras de allí. “Será un placer tomar un café contigo”


Da tiene los cabellos y la barba negra, ojos de muñeca repletos de grandes pestañas y una voz acogedora de un español casi perfecto que camufla bien su francés nativo y una vida de viajero por Mexico. Lo veo y pienso que me sigue gustando a pesar de ser todo lo opuesto a W. Pero esa noche me siento segura con el, se que mi cuerpo ya ama la figura clara y los cabellos rubios de W. No hay nadie mas guapo que W en todo Tinder y aplicaciones varias. Estoy protegida de los encantos del buen Da, de sus historias graciosas, de las canciones que me muestra desde su computador abierto. Yo soy toda una doctora con ropa seria y una cartera carísima que acomodo en la silla contigua. El me cuenta de sus tiempos de okupa, de las canciones de protesta y de los países que ha conocido. Yo lo veo desde mi posición privilegiada con cierta ternura, represento todo lo convencional de lo que huye siempre. El abrigo se abre y cruzo la pierna confiada, bajo el vestido corto con las plantys oscuras. Se que a Da no le gusto, no cumplo los requisitos de ser joven, fresca y de mente abierta para las relaciones , el frío en Lima se va intensificando con la noche y el aroma tenue de Da flota en el aire recordándome la única vez que hicimos el amor hace semanas. El tipo del café nos echa de su terraza, porque según dice es demasiado tarde. Las miradas se han vuelto largas y el cabello ha sido desatado de su lugar habitual. Es mejor que me vaya, hueles demasiado bien Da. Te haz vuelto un francesito convencional de chaqueta seria y bufanda aunque no lo quieras aceptar. 


Me voy, le digo. El me detiene con suavidad, sigue siendo mas alto que yo a pesar de los tacones.

-Antes vamos por el cafe que haz venido a buscar. 


Yo lo sigo con cierta duda, de frio los pies entumecidos en las botas puntudas, pero no digo nada . No quería el cafe, quería alguien que aplaque esta soledad de Lunes, pienso. Así que echamos a caminar y la conversación fluye entre sus historias y las mías, el me supera ampliamente en su narración de lugares y personas. Siento que yo he vivido tan poco y que hay tan pocos cafes en Lima que parece que la gente te obligara a cenar sin hambre o a ir a un  hotel antes que a tener conversaciones interesantes.


Terminamos en una banca de la calle Diagonal congelándonos en esa humedad de Lunes, viendo como la gente hace cola por un poco de comida rapida. Nosotros no queremos comer, deseamos seguir hablando y hablamos como si no fuera Lunes y mas de las 11 de la noche. Como si su departamento no estuviera cerca y no fuéramos dos heterosexuales libres amantes del buen sexo. ¿Qué nos detiene? No serán la falta de ganas del uno por el otro. Al esperar el  café  de pie  en la cola, nos hemos dado un beso tierno y largo y he pensado si debería explicarle a W. Mañana que significa ese beso y  quien es Da y porque vale doble mi lealtad al resistirme a besarlo mas, porque  vale  mas el sacrificio de no permanecer mas tiempo pegada a su cuerpo cálido. 


Da tiene cara de intelectual con espejuelos que se empañan con el café  y el cuerpo tatuado de una planta espinosa que va desde la mano hasta el pie contrario, es geek, toca el saxofon, ha viajado desde chico y cree fervorosamente en el poliamor  Yo diría que he fantaseado con alguien como el desde que era niña. Y ahora esta alli tan fácil y al alcance de mi mano que disfruto resistirme a coquetearle con el descaro que quisiera.



La banca es fría, la noche es triste, su cabeza se apoya en mi hombro como lo haría un niño con sueño. Ha sido un Lunes de locos, me dice.  Ven aquí, le suelto yo y dejo que se acueste con naturalidad en mi regazo. Ahora somos dos adultos en una esquina  acurrucucados como niños enamorados. Hay una intimidad que surge entre nosotros y no llega a ser sexual ni romántica, me acerco a repetirle las palabras que no entiende  mientras reímos y alejo mis cabellos para que no le cubran los ojos. Adoro eso que haces, dice. ¿El que ? Eso de cuando te acercas y susurras la palabra correcta, porque  tus pechos ahogan mi cara y el perfume de tu cabello se queda conmigo. No es intencional, me disculpo entre risas. Lo se, pero es hermoso. Y su  barba negrísima  brilla con las luces mortecinas de la medianoche. Sus ojos de muñeca se cierran y esperan que me acerque de nuevo. Lo hago, mis senos palpitan muy cerca de sus mejillas. Comienza a llover bajito y suave como llueve en las madrugadas en Lima y yo acaricio su cabeza pensando que podría hacer eso siempre que el me lo pidiera. 


Entonces pienso que a eso debe referirse el  cuando habla que no puede ser monógamo porque el amor es imposible que sea solo para una persona. Porque esa noche yo tambien entiendo que es querer profundamente y a la vez a dos personas que son tan distintas una de otra. Esa noche quisiera decirle que acepto su propuesta del poliamor de la otra noche, que podría compartirlo con niñitas descocadas si me ofrece conversaciones como las de hoy. Quisiera decirle que ya me estoy enamorando del lejano W. Pero que no abandonaría por nada del mundo esas charlas bajo la lluvia con el o su calor en mi regazo. ¿Que nos detiene para hacer el amor esa noche? Demasiados motivos y ninguno. La lealtad, quizá. No imagino hacerle eso a W. Ni a nadie por muchos Da sensuales que existan en el mundo. Y es tan delicioso, frenar el deseo. Besarse y dejarlo ahi.  Esa noche creo en el poliamor, sin embargo no es hasta la siguiente vez que veo a W. Que me doy cuenta que es un disparate querer decirle lo de Da ¿Como amar a alguien que te da tan poco de si? Que te deja ir hasta que le vuelvas a resultar interesante por una u otra cosa del momento. ¿Soy una experiencia de viaje, una anécdota de salon, alguien que debe reinventarse para merecer siempre la atención del otro? ¿Acaso no soy única incluso en mis ratos malos y tristes?  W. Esta abriendo el corazón conmigo y puedo sentirlo, quien soy yo para preferir a mi vecino Da solo por la comodidad de una pasión geograficamente mas cercana?


Con W. Conoceré los siguientes meses la pasión, la entrega, la risa. Es una relación exclusiva en donde no hay necesidad de mostrarse extraordinarios todo el tiempo. Amo a W. En su regularidad y en sus defectos. No necesito ser interesante siempre, solo necesito ser yo y W. siempre pregunta algo mas de mi. “No me canso de saber de ti”, suele decirme y eso es tan hermoso! He dejado de ser un parque de diversiones para alguien, ahora soy la tierra extensa abriéndose delante de el. 

Los siguientes meses son hermosos. Existieron tantas dudas del presente y el futuro pero jamás dude que el amor de W. Fuera cierto. Lo dimos todo y eso está bien para mi.


Nadie que no te necesite te merece realmente. 


La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...