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miércoles, enero 08, 2025

Maricona

Ella gritó “maricona” pedaleando su hermosa bicicleta rosa a toda prisa muy delante mio. Yo no podía seguirla. No podía pedalear a toda velocidad soltando las manos del timón de la bicicleta vieja con el asiento banano que heredé de mis hermanos. Ella pedaleaba y su cabello se movía al viento junto a su otra amiga, la que si podía hacerlo. Yo quedé rezagada, pedaleando lo mas que pude, los campos de verde frijol se abrían a ambos lados sin que ningún auto atravesara el nuevo camino asfaltado. El viento del mar cercano traía aromas que ahora parecen mezclarse con todo lo que significa mi infancia. El olor a tierra cultivada, el olor a lodo y acequias, de hierba que crece, de libertad y desafío. Ellas siguieron pedaleando, esta vez haciendo piruetas como bajar de un lado de la bicicleta, parándose solo sobre un pedal mientras la bicicleta iba a toda marcha, con la mano en alto. Yo dudaba si hacer mas cosas sobre mi vieja bicicleta, pero dudaba más sobre el poder de mis piernas. Y habría de dudar todo el camino rocoso de la pubertad y de la adolescencia acerca de lo que verdaderamente significa el valor. Yo que de mas niña había tenido valor para todo, me pasaría allí estancada los siguientes años dudando sobre cosas inútiles como el brillo suficiente en mi cabello, los zapatos escolares perfectos, o el alto de la falda para que me vieran los chicos. El escrutinio ante otros ojos, de chicos y chicas había empezado, gente que a veces aparece aun de grande en mis pesadillas, señalando lo que es correcto y lo que no, haciéndome sentir marginada como entonces. La gente que ocupa los lugares correctos en el baile o la fila delantera en un concierto, la gente que baila y ríe entre si y que no sabes si también ríen a causa tuya. 


En lugar de negarme y decir cosas como que yo superé todo aquello y que logré cosas que ellos jamás lograrían. Que probé mi valor en situaciones en que otros se hubieran echado mil veces para atrás, voy a hacer el ejercicio distinto y reconocer que aun habiendo caminado 25 años después una senda distinta y viendo como sus vidas se destruyeron en historias dignas de un realismo mágico latinoamericano digno de contarse en otro capitulo, aun a pesar de eso, hay días en que me siento así “Maricona” sin valor para seguir el paso. Sin fuerza para pedalear suficiente. Viendo como me quedo al rabo de todos, como aparezco momentáneamente en desventaja y en lugar de remontar a fuerza de pedaleo y orgullo, de poner mas empeño en no quedarme a la cola, me voy quedando atrás, me quedo a contemplar el camino, suelto el paso. Como si nada importara y el fracaso fuera un lecho mas mullido que todas las metas y horizontes victoriosos al lado de los otros. Siento que soy esa misma niña que se queda en pausa y suelta los pies de los pedales y de pronto mira alrededor y halla al mundo de una belleza extraña y ajena, inexplicable, que por momentos quisiera relatarle a alguien con palabras. Me quedo de nuevo en ese camino, en donde todo parece perfecto, con la naturaleza emergiendo a solas sin la mano del hombre, hermosa en su origen y sueño, sueño mucho, no en estar acompañada sino en que alguien entienda. Que ese era el placer verdadero de salir de paseo al atardecer con mis amigas, que al final para mi era suficiente con ver sus cabellos volando allí delante o escuchar sus risas traídas por el viento y agitarse las copas de los sauces a la vera del camino. 

Yo era feliz así y a veces pienso que ahora, con esta edad que tengo, en que todos corren para demostrarse algo que no tuvieron de niños, para demostrarse esa verdad que les hicieron creer sus padres, verdades que uno se cuenta a si mismo como realidad inalienable del futuro prometedor que debe ser logrado para vencer a los monstruos internos. Verlos así, en esa carrera loca sin mirar a los costados, disfrutando apenas del camino, me causa esa misma admiración que de niña. ¿Qué les quedará para si cuando lo hayan logrado todo? ¿Qué les quedará de este mundo hermoso que solo fue hecho y crece sin pausa para sus ojos? Soy una romántica. Una soñadora. A veces olvido que ya he crecido y que son este tipo de cosas la que los adultos callan para justificar sus vidas.

lunes, septiembre 23, 2024

Mensaje en visto

Lo he dejado como esperaría dejar en esta butaca el dolor que me atenaza la pierna o como desearía dejar en casa todos los miedos que me han impedido irme antes. Lo he dejado, pero no es que no lo hubiera dejado ya antes, el me ha dejado también, me ha dejado de escribir, de llamar, de parecer agradable, se ha vuelto una piedra y yo no puedo con eso. He intentado, ya sabes, lo intento siempre ir tras el, hacer escaramuzas para decirle que lo siento, para hacer que el diga que lo siente, pero es inútil. Un día nos cruzamos por casualidad y su voz era la de un robot, sus respuestas a mis dudas las que daría un chat de inteligencia artificial, ninguna palabra extra. Puntos al final de cada frase, podía sentir un reloj que me avisaba que lo dejara en paz. Hubo una noche después de eso, una noche en la que todos habían bebido y yo también un poco, aun no me dolía la pierna, pero ese día empezaría. Ni siquiera había llegado a casa cuando decidí escribirle, ni siquiera terminé de sonreír en aquella reunión cuando tomé el taxi y quise desesperadamente una comunicación con el. Quería decirle que las veces que mas lo extraño son aquellas en que estoy feliz de nuevo, como esa noche, las veces en que vuelvo a reír y parece que el mundo fuera blandito y dulce como un bollo de canela. Así quería escribírselo, pero hubiera sido demasiado cursi. Puse Te amo, luego lo borré. Puse: Nunca dejaré de amarte y lo borré de nuevo. En el taxi con las luces de la ciudad a la medianoche volviendose verdes y amarillas en los márgenes, yo solo podía pensar largos discursos sobre qué decirle, cuánto me hacia falta volver a hablarle, comunicarle incluso mi rutina mas tonta. Preguntarle si el estaba haciendo lo de siempre o ya estaba en una cita, ya habría conocido a alguien, ya estaba enamorándose de alguien nuevo. Esa idea me parecia insoportable. Miré el móvil. Podía ponerle cualquier cosa, luego culparía al alcohol, a la desinhibición de algún sábado, luego siempre podría borrar el mensaje y esperar a que el me contestara: ¿Qué haz borrado? Cómo antes, cuando nos importábamos e iniciábamos conversaciones de la nada.

La ciudad es mas mia cuando está a oscuras y la gente se oculta en sus casas o en los antros donde se divierten, las calles lucen vacías y me dan ganas de salir corriendo o tomar la bicicleta, recorrer toda la ciudad, como si fuera un territorio nuevo en donde tejer nuevos sueños. Me siento feliz y cuando soy feliz lo extraño, vuelvo a tomar el móvil, eso es lo que debería ponerle. Que puedo llevar esta vida como si nada, pero me resulta insoportable la idea de ser feliz y que el no esté compartiendo esa felicidad conmigo. Y a veces necesito tan poco para serlo, solo una película nueva, una canción vieja de la que jamás había entendido la letra y ahora cobra significado, cocinar  en mi día libre y que sepa bien. Es ahí cuando quisiera llamarlo, o escribirle, como la primera vez que hablamos un Lunes, yo desde la cocina, friendo por primera vez un pescado  sin idea de cómo hacerlo y el en algún descanso del trabajo. Cruzamos algunas frases y ahora puede parecer falso pero yo ya sabia que era él. Siempre lo supe, hay cosas que se saben. Es como un pálpito, un recuerdo que llama a tu puerta quedamente, que te llama desde otra realidad mucho mas concreta. Mi encuentro con él era inevitable, solo quedaba rendirse y disfrutarlo.

El carro avanza, podría avanzar toda la noche, yo no pertenezco a ese lugar, al lugar de casas grandes donde han hecho la fiesta. Yo pertenezco a mi islita pequeña, por eso me alegro cuando veo las primeras palmeras en la avenida. Pienso que de por si ya vivimos tan lejos, cuantas veces tendría el que recorrer ese mismo trayecto por llegar a mi casa, a mitad de la noche, cuando con anhelo le diga, te quiero, te quiero.

Pero no hay caso, lo he eliminado, contacto cero, mas nada. Otra vez. Porque es la única forma de acabar con esta continua búsqueda de no saber en donde está, en quien piensa o qué piensa. Si aun piensa, en mi, en nosotros, en alguna noche de todas las que anhelábamos tener cuando volviéramos a vernos. Aun te amo, escribo eso, luego lo borro. Eso suena desesperado y suplicante. Se que me dejaría en visto, que no comparte los sentimientos que yo le compartí esa noche cuando se iba hacia el aeropuerto. Yo pude ser un eco a sus te amos, a sus promesas de volver, porque lo sentía cierto, era solo el recordar brillante de otra escena en una realidad ya vivida, esa en la que ambos funcionamos juntos. No me costaba nada decir te amo, se lo había dicho con los ojos en nuestro primer café, en nuestro primer beso, en cualquier cosa que hiciéramos pero yo aun no lo sabía, mi cuerpo si. Todo había sido natural con el, no tenia que verbalizar esas palabras de amor si sabía que todas eran ciertas y recíprocas. Subo en el elevador y aun no decido que poner, deseo tender un puente es hoy, esta noche, pero me sale un tímido: Yo me enamoré. Lo borro media hora después, lo sustituyo por un Yo me enamoré de ti, claro de quién mas, pero hay que especificarlo. Los hombres son tontos, podría creer que me he enamorado de alguien mas (como si eso fuera posible ) que me he fijado en alguien mas, que las veces que sonrío en las fotos, o que no le hablo es porque pienso en alguien que no fuera el ( como si eso pudiera ser posible!) Por eso lo he eliminado, no puedo seguir arrastrándome en estos sentimientos que no conducen a nada. En frases que son contestadas con dos aspas azules y un gran silencio. Un silencio que dura horas, días, acaso semanas y me confirma que todos mis miedos habían sido ciertos, que yo amé mas, que si le daba la oportunidad el me dejaría por cualquier bobada, que el jamás cruzaría un puente que yo intentara lanzarle.

Hace un año fui por este mismo dolor en la pierna derecha a hablar con la terapeuta, pensando que no era orgánico, que era algo mas psicopático, porque aumentaba cuando pensaba en las cosas que había hecho mal, a los lugares que ya no podría ir. Sentada en el sofá de la psicóloga, prefería pensar que estaba somatizando mis dolores a saber que se me estaba partiendo una vertebra poco a poco en mi loca carrera por entrenar el cuerpo perfecto. Me dolía casi tanto como ahora, despertaba y me dormía con ese dolor, habían dicho que solo duraría seis meses pero cada día era un suplicio que me tiraba para abajo y cuando venía el dolor, venían todos los sentimientos malos, los de culpa, los de duda, como si ese dolor yo me lo estuviera infringiendo por algo y me lo mereciera. ¿Están tan lejos las piernas del corazón? Ella me dijo que la cadera se bloqueaba cuando no queríamos soltar algo, algo nos retenía y no nos dejaba seguir hacia adelante y yo pensaba en todo lo que no quería dejar, incluso las cajas vacías de los zapatos altos que pareciera ya jamas usaría. 

El dolor ha vuelto y vuelve con el, al pensar en qué quizá perdí el tiempo esperando que el volvería por mi, por eso lo he eliminado, odiaría que el me viera en estos episodios de dolor, que me viera cuando soy frágil, cuando todo control se me escapa de las manos. Por eso quise dejarlo la primera vez, esas semanas del dolor de cabeza. No lo extraño cuando estoy así, cuando me duele algo solo quisiera apartar a todos a mi alrededor, que no vean en qué personaje quejica me estoy convirtiendo.

Pero en el fondo tampoco es eso, lo he eliminado porque ya no sé donde mas buscarlo y aceptar que el no me buscará a mi. Que por mas que revise el movil mil veces nunca habrá una respuesta para mi declaración mas enamorada a mitad de la noche. Se que ya no habrán mas canciones, aunque en todas tenga que pensar un poco en el, canciones nuevas, canciones viejas, pienso en que desearía poder compartirlas con el nuevamente, pero incluso eso, debo admitir que ya no pasará. No quiero tener que preguntarme si ama a alguien mas, que tan pronto toda su atención se volcará en otra persona, que tan pronto habrá dejado de importarle todo lo que queríamos para nosotros. Ni siquiera puedo imaginarlo. Que no lo sepa. Que no sepa cuánto lo extraño en los momentos en que estoy feliz y en los que estoy triste, que no haya sentido ninguna vez lo que yo, que era inevitable enamorarse, que solo nos volvimos a encontrar, que al verlo vi claramente cómo mi búsqueda de ese no se qué había por fin cesado.


Lo he eliminado y con eso, todo lo patético que puede resultar enamorarse de quien no sabe el valor que a mi edad tiene volver a creer en la fantasía y querer apostarlo todo. El todo por el todo, eso era. 

jueves, septiembre 19, 2024

Los amigos

 Ya casi es primavera y sin embargo el frío y la humedad de Lima hacen temblar las rodillas cuando bajo del taxi con el vestido corto. Hace mucho que vivo aquí, los jardines ordenados, las librerías, los cafés y pastelerías. Todo lo que antes me llamaba la atención hoy me parece algo familiar y cercano, probablemente yo sea también parte de la decoración de este lugar, la chica que se vuelve mujer y que va de los vestidos cortos a las botas altas según la estación, haciendo citas en busca de una mejor conversación que esta vez termine en algo menos superficial.

El restaurante es nuevo, mi maquillaje y vestido también lo son, solo mi rostro ha envejecido, ahora me tiño el cabello para ocultar canas y llevo lentes de lectura guardados en la cartera por si hay que leer con atención el menù. Hoy ya no me cito con personas desconocidas, hermosas personas a las que he admirado por lo que escriben o por su humor negro tan parecido al mío. Pocas veces he salido con personas dulces, me generan desconfianza, aquellos que se muestran demasiado buenos o demasiado perfectos, me gustan las personas que cuentan alguna herida incluso cuando no tienen la intención de hablar sobre eso. Pero hoy ya no salgo tampoco con ellos, ahora hago citas de almuerzos y cafés solo con los que verdaderamente demostraron ser amigos, con los que llevo años hablando de los mismos temas y nunca se desgastan. Los que me han visto cambiar de novio, de vestidos, de opinión y que me han preguntado siempre sobre cual es el ultimo libro que puedo recomendarles o comentarles una película nueva que sea vieja en realidad, intercambio con ellos sobre cual es el ultimo lugar donde han estado, el próximo donde ya sueño estar. Hablamos de películas, de gente que no tenemos en común pero de las que nos llama la atención su vida, su tozuda forma de aferrarse a la vida, a veces reímos y a veces hablamos en serio. Vivo fascinada por la vida de mis amigos, cambian de mujeres, de novias, de vicios, de lugar de vivienda pero en el fondo nunca dejan de ser cercanos. Sus tics, sus manías, sus gustos, muchas veces los amigos son la familia que no ha estado conmigo cuando físicamente la necesitaba. O son las personas que me han respondido las dudas cuando comenzaba a dudar de todos. Mis amigos no se conocen entre si, lo he dicho. Tienen gustos, ropas, tendencias políticas diferentes pero cuando hablamos todo fluye como si yo volviera a tener veinte años y fuera fácil hablar y reír de lo que sea.


Cuando pierdo la esperanza, cuando conozco algún nuevo alguien que me decepciona y me arranca el corazón a mordiscos, paso temporadas sola, escribiendo, meditando, caminando por plazas y parques. Leyendo en silencio hasta que pueda salir de nuevo a flote y entonces de nuevo cuento con los amigos, vamos a almorzar, por un postre, les cuento mis novedades. A nadie le parece admirar lo que le cuento, no doy nombres, pongo un apodo nos reímos de lo triste que es el amor no correspondido, de los idiotas que son los hombres que conozco, de lo maravilloso que es hablar conmigo. Y les creo, porque necesito creerles, me cobijan sus palabras y sus mimos. No salgo en citas con gente que podrían ser mis amigos, porque me dejo deslumbrar por otro tipo de brillos y en esa incandescencia me pierdo y me derrito. A veces planeo viajes fuera del pais en pos de alguien, a veces les cuento que alguien cruza un océano por venir a verme. No dura, nunca dura, porque el enamoramiento es esa ficción que es perfecta mientras creemos en ella y luego vienen las grietas, las realidades, alguien que te dice a la cara en un ataque de soberana pedantería que se equivocó contigo. Que no vale la pena, que hay que seguir como si nada. Y yo sigo como si nada, pero a la próxima vez apuesto de nuevo. El amor nunca se acaba, ni la ficción, ni este escenario gris, húmedo de donde cuelgan madreselvas y a lo lejos vuelan gaviotas en un mar sin nombre. Este escenario no se acaba y al bajar el telón ya soy otro elemento mas de la utilería, la chica que se hizo mujer, la mujer que va en busca de un café y un postre y camina al lado del mar ideando historias para contar a los amigos. Los amigos que duran mas que los amantes, los amigos que se quedan a beber café cuando todos se han ido.


lunes, septiembre 02, 2024

Marc

No ignoro que uno de los valores que la gente aprecia en mi es la belleza. No tienes porque contener la risa, es así. Si debo hacer una cola o algún tramite en oficinas burocráticas es mas fácil que me atiendan, el ojo humano está mas entregado a dejarse seducir por la belleza. No tiene que ver conmigo solo es un valor que aprovecho para mi

Eran frases de ese tipo las que se me venían a la cabeza cuando pasaba por su embajada y me tocaba recordarlo. Habían pasado algunos años desde nuestra separación pero de vez en cuando surgían en mi cabeza frases suyas que en su momento me habían irritado y ante las cuales me había mordido la lengua para no estallar en carcajadas. Es cierto, era guapo, no lo hubiera podido negar. En las fotos que le tomaba estando dormido o de perfil cuando fingía indiferencia a lo lejos,  podía admirar su perfil perfecto o los labios finos y rojos que no tenían los hombres que yo había conocido hasta entonces. También estaban las cejas espesas y el color de ojos marrón de mirada profunda que me hacía evocar a las hojas secas flotando en pozos de lluvia. Sin embargo por misma no me llegué a dar cuenta que fuera o no guapo hasta dos veranos después de conocernos cuando mi hermana hizo una exclamación al respecto. ¡Pero que lindo es ! Se refería al modo en que yo imitaba sus respuestas crudas de español mezclado con sílabas desdibujadas de lengua extranjera. A mi no me causaba admiración nada de eso, dos años después de conocerlo aun no me impactaba nada en su persona como hombre al que quisiera llevar de la mano como pareja.


Me seguían molestando sus ropas estrafalarias, sus cabellos largos y la barba desordenada. Ese estilo de hippie que detestaba en cualquier hombre por arriba de los treinta. Quizá si lo hubiera conocido a los quince me hubiera impactado, habría querido preguntarle si además de la guitarra tocaba algún instrumento, si tenía tatuajes o piercings como los rockeros que yo admiraba de adolescente, a lo que el hostilmente me hubiera respondido que no, porque su estilo era otro. Soy científico entre los hippies y un hippie entre los científicos, esa había sido su carta de presentación conmigo después de dos horas de hablar de ciencia y burlarnos sobre todas las teorías new age que utilizaba la gente para apartarse de esta cuando no podía entenderla. Su discurso era armónico, de palabras precisas, sin contratiempos. No iba rapidamente a la violencia hostil del apasionamiento de ideas, ni a la condescendencia de explicar lo mil veces explicado, me escuchaba y luego hilaba su parte, me escuchaba y luego avanzaba su parte. Eran las primeras charlas  y entre ambos tejimos muchos temas para futuras conversaciones que nos seguirían tanto por ciudades llenas de museos, como por montañas y ríos. Es fácil hablar contigo, decía, yo no suelo hablar mucho. Para no hablar mucho podía pasarme ciudades enteras oyendo su voz explicándome las causas y consecuencias de algún fenómeno meteorológico o de la naturaleza de las plantas que alía habitaban. Mas que una buena conversadora, yo suelo ser una gran curiosa y aunque las charlas rondaban básicamente sobre los temas que a el le interesaban nunca me parecieron temas vanos o frívolos. Todo lo contrario. El era una incansable fuente de datos que estaba interesado siempre por mi opinión sobre temas de los que yo a veces solo sabía superficialmente.


A veces cuando corro, pienso en sus frases sueltas o en lo bien que la pasamos cuando decidimos viajar juntos. El tiempo hizo que dejara de pensar en ese ultimo periodo en que yo le quise dar otra dimensión a las cosas, en que yo buscaba en él algo mas profundo que los temas de los podcasts sobre ciencia o cambio climático, pero en que el jamás me percibió con una naturaleza distinta a la mujer con la que compartir sus ideales mas recónditos o con la que podía ir de la mano del sexo a una conversación mas compleja, sin consecuencias de por medio. Éramos amigos intimos y como tal quería compartirme a mi, a la mujer del desierto que es lo que hacía y porqué lo hacía. Había viajado cinco continentes, pero volvía una y otra vez a la Amazonía, a ese cielo e infierno que me quería mostrar y del cual yo desconocía todo.


Recuerdo haberlo visto sentado esnifando tabaco al caer la tarde en el portal de nuestra cabaña sin decir palabra alguna y yo de pie junto a el casi sin moverme, con miedo a echarme en la hamaca al lado suyo, con miedo a sentarme en cualquier parte. Horrorizada con la idea de las serpientes y las tarántulas cayendo desde cualquier rincón al que no hubiera prestado atención antes. Frente a nosotros el rio hirviente rugiendo con aguas color chocolate, en medio de la selva, exhalando en sus riberas el vaho caliente que indicaba la prohibición de entrar en sus aguas así estuvieras chorreando de sudor. La selva colorida, la selva temida,  que traía al atardecer  los mil aromas distintos emergiendo desde el lodo húmedo que había dejado la lluvia pasada, a esa hora en que el cielo se tiñe de colores sangrientos y púrpuras y los pájaros y los monos hacen sentir sus voces hasta el frenesí. Lo recuerdo entonces, sus cabellos largos como oscuras lianas, su mirada clara perdida en las copas de los árboles, su cuerpo inmóvil, absorto en la contemplación de la vida. Casi sin respirar y respirándolo todo. Y yo allí como sombra gris, con el cuerpo en tensión, dispuesta en los márgenes de todo aquel verdor salvaje con las botas de hule y la camisa salpicadas de lodo, sintiendo que mi cuerpo era un despojo de olores varios a los que me costaba acostumbrarme. Mis propios olores, mis propios sudores, suplicando en silencio un abrazo que jamás pedí y el jamás me ofreció, cagándome de miedo yo sola, allí parada, bajo la nube de zancudos que intentaban atravesar la oleosa capa de repelente que cubría mis manos y mi cuello. Esperando el momento de la caminata obligada con linternas rumbo a la cena, la caminata de vuelta, la lectura con linterna bajo el mosquitero y luego la intimidad, esa esperada intimidad de cuerpos desnudos que se me había negado en todo el día, luego el silencio. La indiferencia. La tormenta sacudiendo todo, los truenos queriendo partir la tierra, nunca un abrazo, jamás el esperado abrazo.


A veces paso corriendo frente a su embajada y recuerdo gestos suyos, frotar su espalda suavemente la vez que lo sentí llorar. O sentir su pecho abrazándome sin causa alguna en aquel tren en Paris, cuando todo mi equipaje se caía. Recuerdo sus frases irritantes, sus bromas, sus gestos, su ego de otro mundo, pero solo duran segundos. Cualquiera que nos hubiera visto de lejos en esa intimidad que surgía mientras comíamos o caminábamos por la montaña habría apostado por nosotros, habría pensado que éramos pareja las veces que el dormía sobre mis piernas y yo tomaba fotos a la linea marítima y luego a su cara y a sus cabellos cubriendo mis muslos como una cortina de colores castaños. Cuando cenábamos y el comía rápido mientras yo reía, porque casi siempre reía.  No lo amé, no éramos nada, pero he hablado y he sido escuchada por él más que por ningún otro. Hablábamos no porque buscáramos una relación , la familia, los hijos, ni siquiera quedarnos o vivir juntos, éramos dos seres humanos tan distintos y nos la pasamos hablando, caminando, observando cosas. Como no echar de menos esa parte de mi vida en que pensé que otro ser humano valía la pena ser escuchado por completo, ser conocido por completo. No es amor, pero hubiera querido que ese sentimiento sea reciproco, que por una vez el me hubiera dicho que también me echaría de menos, antes de retornar a casa. En anteriores despedidas no había costado nada el decirlo, quizá porque no significaba mucho  pero ahora toda esa reacción... Toda esa oposición a admitir al menos por un rato que me echaría en falta, a echarme en cara que su vida estaba completa y era exitosa y perfecta con miles de planes para el futuro, todo esa hostilidad, todo ese esfuerzo en alejarme,  ni que yo le estuviera pidiendo cambiar su vida por mi. Quedarse atrapado conmigo


A veces paso corriendo por los lugares por donde caminábamos y recuerdo la pelea necia por no haber llevado calzado cómodo sino botas de tacón y la ultima discusión que se extendió por horas como si fuera importante  antes de terminar lo que nunca habíamos empezado ¡ pero si es que nunca habíamos sido nada ! y la cena vegetariana después y las lágrimas en el taxi y la cama vacía. Ese adiós incomodo por la mañana,  con la mochila puesta, decir lo siento, dos abrazos que yo no pedí. A mi ayer ya me habías matado, para que me abrazas, pensaba yo. Y todo ese dolor después que yo no sabía donde meterlo, sus intentos meses después por contactarme, por hacer como si nada. Porque éramos como amigos, hermanos, decía el.

Y ahora no queda nada, excepto frases sueltas que a veces aparecen como ráfagas en mi cabeza cuando corro y me hacen sonreír. 

Eres el hombre mas raro que he conocido jamás - solía decirle riendo. Entonces es que aun no haz conocido muchos hombres, me decía mirándome fijo y eso ya parecía una promesa.


martes, junio 04, 2024

Regreso a San Juan y todos los por qué

Lo último que escuché antes de girar la cabeza, fueron las ruedas del auto acelerando en el asfalto y alejándose de mi a toda marcha. Me acaba de quedar sola en aquel lugar extraño. Yo y mi pesada maleta en una vereda vieja cerca a lotes baldíos, en donde el único predio decente tenia que ser el hotel que acababa de reservar a toda prisa hace una hora. 

-¿Ya sabes donde quedarte? - Me había preguntado el. Y yo le habia respondido con rabia, que si, que todo estaba resuelto. Aunque no tuviera nada claro. 


Toda esa rabia sin embargo, acababa de convertirse en miedo y pesar. Entré como pude al lugar que no tenia letreros ni ningún aviso exterior de que fuera un hospedaje, pero del cual Ivan se había encargado hacerme muchas reseñas. “Yo he diseñado todo el lugar, me había dicho,  es nuevo pero allí estarás segura, nena. Si supieras las veces que me han roto el corazón a mi”  me escribió consolándome. Hice un amago de sonrisa al recepcionista y esperé con paciencia a que limpiaran la mejor habitación del lugar, mientras frenaba mis ganas de deshacerme en lagrimas. Cuando por fin estuve a solas, el sollozo profundo que había durado tres horas de carretera, retornó a mi, con mas fuerza. No era una pesadilla, era completamente cierto. Mi historia de amor se había terminado. 


Pocas veces me han dejado en una relación, por mi ansiedad y paranoia he terminado yo alejándolos primero para sentirme a salvo,  mas esta era la única vez en mi vida que alguien abría la puerta de la habitación con las maletas listas y el aviso de que se iba. 

-Me voy de aquí, había mencionado secamente. Como si temiera que yo quisiera acompañarlo en ese viaje. Pensé que no había entendido bien la frase. 

-¿Te vas? ¿A dónde ? A San Juan ?

-Si y de allí y a casa. No tiene caso quedarse una semana mas.

Yo me sentía mareada, la noche había sido horrible pero al levantarme tenía la firme idea de que se podían solucionar las cosas hablando. Estábamos al fin del mundo, ya era Domingo ¿que le quedan a dos amantes que ya no se aman si no hablar como amigos? Ingenua de mi.

-Puedes quedarte aquí, me dijo. Y yo pensé ¿quedarme en donde y a qué? Ni siquiera estaba muy segura como habíamos llegado hasta allí, después de tantas curvas y colinas. Solo ayer los turistas fotografiaban con grandes objetivos el atardecer mas largo del mundo y yo sentía que hasta hace solo unas horas mi cuerpo se había abrazado al suyo viendo el sol caer desde un balcón casi vacío, intentando encender un poco mi deseo por el ¿Tan rápido se esfumaba cualquier tipo de afecto?


-¿Podrías llevarme hasta San Juan? No sé como salir de aquí. Le confesé. Y el asintió a mi pedido sin mucha convicción. Al quedarme a solas en el baño comprobé que el mundo se acababa de partir en dos. No anoche, no cuando supe todo lo que no quería saber. No cuando pregunté a la nada, un airado ¿por qué? ¿Por qué a mi? Como si se necesitaran explicaciones para hacer doler a unos y no a otros en este mundo injusto. Mi corazón había sobrevivido a esa noche, pero se acababa de romper como galleta en la mañana. El hombre que me miraba con cariño no estaría nunca mas para mi. 


-Recoge tus cosas mientras voy a recepción al check out. A solas allí, armando la maleta a toda prisa, fue la primera vez que lloré. Toda la comida vegetariana que cocinamos en nuestro casa anterior y que guardamos en el minibar, toda esa pequeña cotidianeidad que habíamos construido los últimos días, se quedaría pudriéndose allí sin ningún significado. Y ese abandono de lo material que ya era nuestro, me pareció de un patetismo inexplicable. No éramos mas que unos cuantos bultos de ropa, cacharros de comida y protector solar, arrastrándonos juntos en un roadtrip que había comenzado idílico y terminaba caótico y sin esperanza de reconciliación.


Lo que pasa es que confías rápidamente en personas a las que conoces poco, me diría años después la psicóloga. Te pones en el filo, te arriesgas por nada. ¿Qué hacías tan lejos con alguien así ? ¿Ves que pudo haber resultado peor ? A veces incluso temo por tu vida. 


-¿Por mi vida? Yo creo que esa noche el temió por la suya. Le sonrío cínica tratando de no mostrar dolor y ella me escucha en silencio intentando no compadecerme.

 

El hombre estaba aterrado. Toda esa cultura gringa de paranoias y violencia estaba presente en sus ojos cuando me abalancé sobre su cuerpo dormido y le pregunté ¿Por qué? No lo entiendo. ¿por qué a mi? Mis uñas clavadas en sus brazos. Mis manos diciendo, despierta ¡Despierta! Estoy sufriendo ¿Cómo puedes seguir dormido después de lo que acababas de contarme? ¿Cómo puedes pretender que yo duerma?  Nada de eso saldría de mi boca, solo una frase sin saliva: 


-No lo entiendo L,  dime por qué?


El me quitó de encima con rapidez y firmeza y me pidió enérgicamente que no hubiera violencia. Fue ahí cuando me di cuenta, lo que pasaba por su cabeza. ¿En realidad ese hombre grande y fuerte pensaba que yo podía hacerle algún tipo de daño? Intenté burlarme de su afirmación, pero ya era tarde. 


Vuelve a tu cama. No violencia. No más violencia, repetía.


Yo me acuné en esa cama sin sueños pensando en que momento pasas de víctima a victimario. Hacía solo unas horas en medio de un preambulo del amor el se ofendió por la acidez de mis palabras y habíamos dejado de intentarlo. Al volver del baño alguien resoplaba en la oscuridad como una criatura nueva y rabiosa que hubiera entrado sin permiso,  mi sobresalto fue mayúsculo cuando al encender las luces vi su cuerpo desnudo, de pie, apoyado en la blanca pared y bufando como un animal salvaje para intentar calmarse. Me pregunté a mi misma, si debía salir corriendo o si ese era solo parte de su acto de histrionismo para inhalar y exhalar.  La salida estaba bloqueada por el cuando empezó a insultarme, primero en español y luego en su idioma. Era la primera vez que lo hacía, que alguien lo hacía. Las palabras estaban cargadas de odio y de continuos Fuck you. Me quedé de piedra tratando de entender. Lanzaba improperios sobre mi conducta infantil, sobre mi poca tolerancia a la falta de sexo. Sobre mi falta de respeto a su intimidad haciendo uso de recursos y lenguaje médicos. Lo dejé gritar hasta que se calmó y con voz calmada le pedí disculpas por mi actuar. Si, así empezó esa noche de locos, pidiéndole  disculpas. 

-¿Ahora podemos hablar honestamente? le dije . El sonrió como si el hombre poseído de la pared se hubiera desvanecido con mis disculpas contritas. 

-Después de lo de hoy, creo que podemos hablar de todo, dijo sonriendo . Ahora su voz era de nuevo suave y su cara sin crispar.

Entonces comencé a preguntar como si no fuera yo. Como si fuera la calmada interrogadora de un evento sin importancia.

A preguntarle sobre la intimidad.

Cuanta intimidad estaba teniendo. Intimidad con quienes. ¿En cuanto tiempo? ¿A la vez? ¿De ambos sexos? ¿Cual es la mas reciente? ¿Hablaba con ellas como conmigo? ¿Hablaba en este momento con alguien en especial?

El respondió todo y yo diseccionaba la verdad que había intuido pero que no había querido aceptar cuando el mencionó meses atrás algo sobre el poliamor.

Su nueva relación mas reciente era hace un mes. Su última conversación mientras nos abrazábamos viendo el sunset. 

Yo me derrumbé por dentro, hacia solo 4 semanas estábamos de viaje en Mexico y yo me había disculpado, si, disculpado por haberme enamorado de el  a pesar que sabía que el odiaba las relaciones a distancia. Habían pasado 2 años, estaba sintiendo cada vez mas cosas, era necesario aclararlo porque esta incertidumbre mataba. En Mexico ambos habíamos sincerado sentimientos y me sentí libre por primera vez porque ya no era ninguna suposición mía. El sentimiento era compartido. No queríamos ninguno de los dos, dijo, pero somos lo que somos, un amor a distancia. O eso parecía. Pregunté por si había alguna idea a futuro. Nos imagino empezando de cero en Brasil,  me dijo con Holbox atardeciendo como escenario de nuestras confesiones mas tórridas. Y yo me lo había creído todo, de la forma literal en la que solo creen los niños. Los dos allá con un idioma nuevo. ¿Por qué en Brasil ? Porque allá siempre eres feliz, había agregado. Yo lo habia mirado con ojos de cordero enamorado. Si, vaya que me conocía bien…o eso parecía.  


-La foto de hoy al Sunset …era para alguien especial? 

-Si, dijo el. Mirándome directo a los ojos sin una pizca de vergüenza. Pero yo ya lo sabía. Como sé cada vez que han ido mal las cosas con alguien, como se sienten las cosas cuando no son contigo. Al atardecer el abrazaba mi cuerpo semidesnudo y pensaba en alguien mas. ¿No era un cuento repetido? Después la falta de ganas para el sexo, era solo el broche de oro a esa bomba molotov que se me estaba cocinando en el pecho. El rechazo. Cuantas veces. No importa como. El rechazo a la intimidad conmigo era algo que había que tomárselo en serio.


-Es mejor que durmamos, dijo de repente, pero yo ya no pude dormir mas. Salí a la piscina, a serenarme. A tratar de no sentirme, estúpida, usada, burlada. Adelantando mis vacaciones para viajar con el y darme la oportunidad de conocerlo a fondo,  cuestionándome sobre la maternidad e ideas que jamás se me hubieran pasado por la cabeza, porque eran temas que le preocupaban a el. Tanto esfuerzo por alguien para quien yo solo era una pieza intercambiable mas, una novedad pasada.


Tirada en la cama del Hotel Boutique, pensaba en que momento debimos parar esa conversación anoche. Si hubiera sido mejor no enterarme nunca, si al verlo transformado en la pared había intuido lo malo en el y como en la atracción por el abismo, quería ver hasta el fondo, cuan malo podía llegar a ser?  Por eso pregunté todo. 


“Cualquier mujer con dignidad lo hubiera abofeteado” me escribía mi hermana por el móvil mientras yo mecía mi pena en la hamaca de la piscina para no volver a la habitación.


“Cualquier mujer con dignidad”  Y claro, que tipo de persona era yo, que le dicen que su hombre se acuesta con un harem en simultáneo y no reacciona. Hasta pide disculpas por haber preguntado tanto.  Se queda en shock, pensando que hizo mal para no gustarle tanto.


¿Por que a mi? Era la pregunta mas certera. ¿Por qué a mi ? Y mis manos intentando sacudirlo de su sueño plácido. No era suficiente con haberle hecho borrar todos nuestros textos y fotos. Necesitaba preguntar por qué. Y ese por qué fue el mismo de todo el camino de retorno a San Juan, a veces entre sollozos, a veces solo murmurado para intentar romper el silencio asfixiante.


Lo último que recuerdo de el, es un grito  para ¡Que me callara la puta boca de una buena vez!  Y fue tan certero, que pensé que me dejaría en medio de la carretera si no lo hacia. No conocía a ese hombre, era un extraño para mi, como probablemente el moco de persona que se diluía en el asiento era una extraña y patética persona para el.

Me dejó allí, en esa vereda  al llegar a San Juan y yo estuve semanas pensando todo el tiempo si era mi culpa. Por haber preguntado. Si debí callarme todo lo que sentía y no llorar en el auto mientras me ocultaba debajo de mi inmenso sombrero. Si como decían mis amigos gays, las mujeres nos hacemos mucho drama con poseer y ser poseída por alguien. Por la exclusividad, como si eso fuera la gran cosa por la que pelear en la vida. Si hubiera sido preferible quedarme allí en Rincón, aunque sea sola. Sola y sin auto en un lugar en donde solo podías salir con un maldito auto, así fuera a la orilla de la playa.  Y ahora pienso, todos los meses que me sentí atada a el  dos años antes, porque fue la única persona que preguntaba por mi cuando pasó lo del covid en donde nuestras almas y nuestros cuerpos no le importaban a nadie. Nuestros viajes juntos recién vacunados.  Y ahora estaba tirada allí, en esa cama  de hotel, como un despojo, sin amigos, ni familia. Sin poder volver a casa pronto. Llorando no como si fuera la primera vez que me rompían el corazón, sino como la primera vez que perdía la inocencia. 



martes, abril 16, 2024

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros. Al sentarme a la mesa por el gran ventanal lleno de flores, apenas se dibuja el perfil de los edificios vecinos, al fondo del paisaje tres palmeras solitarias intentan un triste protagonismo entre las nubes de bruma que arrastra el viento desde el océano. Ayer las ventanas temblaban y la ropa colgada en varios niveles desde una cadena vertical se movía a punto de arrancarse, dando al espectáculo la tristeza de algún ahorcado que balancea su cuerpo contra el vacío. Abajo, solo la avenida, que en el día es ruidosa y llena de autos en un trajín constante desde el centro de la ciudad al mar y viceversa. A donde irán todas esas almas conduciendo en desespero me pregunto, cuando me apoyo con el café en la mano al ventanal tan grande y observo los aviones pasar como si fuera mi primer día en esta ciudad de fauces grises y monstruosas. A donde irán tan rápido ? A las once de la noche en cambio hay un silencio cómplice, es la hora del televisor y las películas elegidas con sumo interés las semanas anteriores. Películas que no podré comentar con nadie o con muy pocos y de las cuales hasta olvidaré el nombre, así de traicionera es la memoria. Una hora mas tarde memorizo y escucho grabaciones en otro idioma, para ejercitar mi cerebro en un paciente ejercicio de lucha contra el envejecimiento prematuro. Al menos no me pasé la vida bebiendo o fumando, me digo, para no dejarme abatir por la idea de que mi memoria que de adolescente se prometía  asombrosa hoy se borra en sombras que no entiendo ni confieso.


Levanto la cabeza y ya la bruma se ha tragado también las palmeras, solo se ve la baranda del balcón y mis flores. Que seria de mi sin las flores? El no entendería porque amo mas las flores que las plantas, una planta esta mas allá que sus órganos sexuales me diría y yo sin querer me reiría, porque reía con el al disfrutar sus rarezas y estar cerca suyo para observar sus manías. Quizá no he dejado de querer a los hombres como se les quiere a los pacientes, desde sus defectos y desde sus dolencias, no como una madre que quiere protegerlos, sino como alguien mas aséptico, la que desea ver hasta el final en que termina ese experimento, esa alquimia que transforma al hombre que conociste en el que luego dejarás o bloquearás de tu vida.  No es mi intención hablar de el, pero la página en blanco traiciona las mas cándidas intenciones y hace que cada linea se manche de franqueza. Acaso no hay cuerpo que pueda contener secretos para toda la vida? Que necesidad enfermiza tenemos de exponernos? De mostrarnos al otro, de forma completa y vulnerable. Examino esas emociones mías, como si fuera un curioso entomólogo que ha diseccionado mi corazón en partes y sin asco, tal cual fuera un insecto con una anatomía y forma particulares. Lo abro y lo espulgo, admirando su debilidad y su fuerza. Por que tantos ? Dice mi cabeza. Por que tan pocos? Me responde el tiempo.  Mi gran viaje permanece en secreto como los edificios entre la niebla, ocultando su verdadera profundidad, los matices de su claro- oscuro. No he vivido nada, me digo, y para los otros sin embargo, ya he vivido tanto! Cuánto me he permitido soñar en este viaje. He estado mas veces inmóvil ante una ventana, ante un libro, o ante una pantalla que las veces que he observado la vida  en movimiento desde la ventanilla indiferente de un tren o de un avión, como reza la nueva filosofía de jamás dejar de moverse. Yo me he quedado quieta mas veces de las que he ido de viaje y sin embargo, para ellos es lo único que cuenta, los kilómetros que he marcado, los números que he hecho. El viaje mas logrado ha sido este, el que he hecho hacia adentro  a través de los otros para poder conocerme un poco aunque sea consciente que voy perdiendo memoria de el a medida que avanzo. 


Tengo un poco de miedo, no como antes cuando era una niña que no sabia lo que quería. Temo por lo que quiero, por mis debilidades que me hacen repetir las mismas cosas, a veces huelo la felicidad y casi tan pronto puedo oler que desgracias trae consigo. Cuánto me tomara recuperarme de lo que casi se acercaba a la imagen de perfecto. Quizá ese es el engaño mas frecuente, cada cosa, cada hombre, que tomo la relleno con trozos de recuerdos y mejoro lo que antes estaba roto, todo lo que ignoro, lo compongo con lo que podría ser mejor. Escribo una película, el personaje debe ser creíble y sin embargo al final la realidad personal supera toda ficción en mi cabeza. Así de magnánima es la vida con sus regalos y sus desgracias. Casi ha oscurecido, este invierno será frio, hay alguien en el teléfono enviando mensajes que terminan con la palabra amor, ni el lo cree ni yo tampoco. Pero seriamos una bella estampa de lo imposible. En la otra pantalla alguien que no me dice palabras tiernas, me envía cataratas  de canciones melancólicas sobre el amor y la pérdida, en total disonancia con su actitud indiferente a lo que yo haga o diga.  Me pregunto quien me acompañará a pasar este invierno? Imagino una espalda a quien abrazar pero es como pensar en azúcar o en alguna droga que potencialmente me hará daño luego. Quisiera ser como J. Binoche en esa película en la que le preguntan: Y haz dormido con muchos hombres ? Ella responde serena y feliz: Desde que llegué a Paris hace tres meses solo puedo contar con los dedos las veces que he dormido sola.


Yo soy la del otro lado del espejo,  quien duerme sola, permanece inmóvil en la ventana, disfruta el café y hace listados de palabras raras. A veces me muestro triste de forma indecente, pero solo para los mas íntimos y lejanos desconocidos. En el mundo de las imágenes, soy la feliz portadora de un cuerpo que invita al deseo, de una sonrisa que no se curva nunca. Para los amigos, el molino constante de historias y de risas. Hay una repentina claridad en el horizonte, quizá es la hora de reconciliarnos todas y perdonarnos todos los secretos. 

sábado, junio 23, 2018

Arpeggio

Me he hecho de un palacio en casa, con el capricho y paciencia con el que se construye  un refugio del que no quiere volver a salir. Está en lo alto de un edificio que observa impávido el bullicio del mundo real. A merced del viento salobre que se cuela por las rendijas recordándome que afuera siempre duele y hace frío.

Desde mi cueva de ficción trato de encontrarme una vez mas, sin saber si este auto exilio dará resultados. Cuánto tiempo debo permanecer encerrada en mi torre? o en cuánto tiempo debo salir y sentir que la vida real y la ficticia ya no chocan tan estrepitosamente, es algo que resolveré en el camino.
Cuando estoy en este encierro me dejo llevar por la música. Eso me anestesia y me vuelve otra, ahora sin embargo, he preferido el silencio. Ese silencio interrumpido solo por el ruido del trafico del exterior o las sirenas de ambulancias a lo lejos. En medio de este silencio húmedo de Junio es que escribo y he vuelto a leer. Leer me recupera, porque hace que me encuentre tal cual sin necesidad de complacer a nadie. Y vaya que soy una persona que sé complacer! Según mi interlocutor puedo transformarme en cualquiera. Puedo fusionarme con la conversación que desee sin decir realmente lo que pienso. Aunque cuando lo digo, me siento tan simple, tan loca y descarada que me arrepiento que la mujer que vive silenciosa dentro mío haya tomado por fin la palabra y dicho lo que siente.

Durante esta semana me he dedicado como posesa al ejercicio de arpeggiar, esperando dar a mis dedos la agilidad que mis palabras y mi discurso ya no tienen. Pienso, ilusa y cándidamente que lo lograré hacer de tal forma que pueda interpretar al fin la canción de él que mas me ha conmovido. Al hacerlo podré dar final a ese trecho de mi vida, olvidarme de él, de sus  historias, de sus cicatrices y cerrar por fin ese capítulo para seguir adelante, sin evocarlo cada vez que me sienta abandonada.
Es una canción difícil para una principiante, pero tengo tiempo de sobra. Mientras toco no pienso y eso es bueno ahora.

Es una canción que habla de él… o mas bien de ellos. De su relación. De lo difícil que es mantenerse juntos sin hacerse daño. No sé por qué volví intima esa canción si nada tiene que ver conmigo. Si es una canción de dos en que cualquiera sale sobrando. Quizá fue esa insistencia de niño grande que puso él para que al fin la escuchara,  ese “por favor escucha”  como para que comprendiera de que iba todo esto,el  por que de su ánimo y desesperanza aquella noche. Esta bien, la escuché a regañadientes en la carretera rumbo a casa, mientras el me mandaba fotos nocturnas de la playa con las mil piedras que había salido a tirar para no sentirse tan solo. Fue ahí que me di cuenta que estábamos lejísimos, casi en dos mundos diferentes pero aun así, él necesitaba de mi. Por unos segundos, aunque sea para no sentirse tan solo con sus propias heridas.  Aunque sea para que yo guardara silencio a su lado como prometía que haría. Hombro con hombro, como a alguien a quien le importas. Y esa necesidad de mi, aunque fugaz, ha sido el único regalo que me estaban dado en mucho tiempo.

Ahora, paso las noches recapitulando las veces que pudimos estar juntos y ser nosotros mismos, pero tal vez fue solo la imaginación. Somos tantas personas a la vez que es una suerte y un milagro el momento en que dos almas coinciden. Utilizo la palabra alma aunque me suene cursi, porque es el termino que usaba él para referirse a nosotros. Tan pendiente de las cosas místicas y creyente del destino como era. “Cada quien se aparece en nuestras vidas por una razón”  me solía repetir. “Esto no es coincidencia”
No lo es?
Yo no sé para que se ha cruzado el en mi vida, excepto para deshacerme de la idea del Paco y yo. Un año con esa idea en la cabeza, enfermando, esperando, preguntándome. Por qué? Por qué? Se tardó mas de un año en que me sucediera eso de que “un clavo saca otro clavo”. Para el verano todo mi foco de atención se había concentrado en él y en como estar para él cada vez que se necesitara. Todo mi pasado, Paco incluído  ya no interesaba mucho,  era un cuento viejo de final conocido. El cliché de las relaciones.  Ahora  en cambio, ayudaba a alguien, no importa si lo hacía mediante trechos de conversación, fotos o encuentros furtivos. “Estamos aquí para eso, tu me levantas a mi y yo a ti y así andamos” . No era necesario ni ponerlo por escrito, eso lo sabíamos ambos, porque muy dentro éramos ambos caras de la misma moneda. El mundo se ponía en calma cuando estábamos juntos. Todo funcionaba como un reloj. Como si siempre hubiera sido así incluso antes de conocernos. Y eso daba luego miedo, mucho miedo.

El verano ha terminado por aquí, supongo que él sigue yendo a la playa a hacer lo que sabe hacer y a mi me ha dado en cambio por encerrarme en esta torre desde la que ahora escribo. Me asusta que ya no me lea nadie, que a nadie le interese, pero supongo que hay que someter el ego. Nuestro mayor enemigo y dejarme ser.  No puedo dejar de escribir, porque es así como me hablo y ordeno mis ideas. Antes eran solo para mí ahora las arrojo en una botella al mar cibernético, a ver si a alguien que se sienta igual que yo en otro momento, le sirvan. Por que a veces es bueno no sentirse tan solo ni tan culpable por asumir los riegos de nuestras propias decisiones.


“ Yo escribo para que me quieran” es una frase que se me ha quedado en la cabeza. Pues yo también. No lo niego, escribo para que me quieran. Pero no basta solo con querer que me quieran, ya vimos todos en que termina el deseo sin esfuerzo, solo en una pompa de jabón, una ilusión que dura dos días, una decepción de principiantes. Yo seguiré desgranado mis recuerdos en arpeggios, a ver si así olvido. Por fin olvido.

sábado, noviembre 25, 2006

"El Profesor Delgado"

“A esas personas que hoy creen tenerlo todo, yo les digo, que con esa soberbia no van a llegar a ninguna parte”
La voz de mi profesor de literatura sonaba a rabia y a malos deseos. Su mirada se encajaba en mí directamente, mientras yo lo miraba tratando de no pestañear y fingiendo una sonrisa de "No me importa lo que diga"

El profesor Delgado, había sido uno de los mas severos directores de colegio estatal, hasta que al jubilarse entró a enseñar sus horas extras en el colegio particular donde yo estudiaba. Tenía muy buenas referencias de mi familia, excepto de mi padre. Mi padre un maestro también jubilado, había gastado sus mejores bromas a la figura leptosómica del profesor Delgado, cuando este aun enseñaba. Gracias a mi padre los apodos de Alma Calata y Muerto Fresco habían decorado la larga trayectoria del profesor Delgado.

Mi viejo era así, jodía a todo el mundo poniendo apodos y bromeando acerca de su físico. A él también le ponían sobrenombres pero el ni se ofendía. “que me digan chato- decía- lo soy y lo acepto, pero que no se vengan a ofender si los llamo jumentos, cuando esa es su auténtica condición en este mundo”. Mi viejo era así y nadie jamás se vengó con él o con sus hijos, hasta que llegué yo al colegio.

Yo tenía la cara tranquila y la mirada dormida de la familia de mi madre, pero todo el carácter molestoso y hablador de mi padre. Ponía apodos a diestra y siniestra a los maestros que no me simpatizaran y siempre actuaba como abogada del diablo, en esas clases aburridas. Uno de mis profesores de educación cívica, me dijo que yo podía ser una francotiradora eficaz, con todas esas respuestas y argumentos que hacían caer a más de uno, cuando había que discutir sobre constitución o derechos humanos. El hombre aseguraba que yo sería abogada.

Desafortunadamente, no a todos lo profesores les agradaba tanto. Uno de ellos, el profesor Delgado, siempre haciéndome la vida imposible con sus lecciones al pie de la letra, preguntando por las fechas exactas y los detalles íntimos de cada literato estudiado. Yo lo odiaba. Había esperado largamente llegar a 5to año de secundaria, para poder leer esa obra de literatura universal que en casa comentaban tanto. Me sabía de memoria algunos textos y me deleitaba de solo pensar en leer a Víctor Hugo o Cortázar.
Sin embargo, mi maestro no era de la misma idea.

Ya en Literatura Española, nos había hecho aprender hasta el lugar donde había defecado Calderón de La barca, por considerarlo histórico, pero de sus obras, nada. El curso de literatura se había vuelto una materia pesada, en la que solo leíamos fragmentos de los poemas menos conocidos y de los cuales había que hacer un resumen y un dibujito pintado a color. Nada de utilizar acuarelas para pintar los dibujos, puesto que de seguro, eran dibujos hechos por alguien más.


El problema grande comenzó el día en que el Profesor Delgado comenzó a comentar que a mi me hacían los trabajos mis padres, que esas redacciones tenían todo el rasgo de escritura de mi padre y que yo era incapaz de hacer esos textos por mi misma. No quedó ahí la cosa, sino que en las clases sucesivas me acosaba de preguntas acerca del curso, incidiendo como siempre, mas en la vida de los autores, que en el trasfondo de su obra.

Ya que yo peleaba por ocupar el primer puesto del colegio, la cosa se puso color de hormiga cuando empezó a bajarme las calificaciones, a hacer insufribles las lecciones orales y a hacer comentarios en clase de “aquellos alumnos que requerían la ayuda de los padres para hacer sus trabajos”.

Era humillante. En primer lugar, porque yo escribía mis cuentos desde los 8 años y nadie había dudado nunca de mí y en segundo, porque mi apellido estaba en boca de todos como si yo necesitara de alguien más para obtener altas notas en su asignatura. Mi padre como siempre, ni enterado del asunto. Solo me repetía que me cuidara, pues de seguro Delgado le guardaba algún rencor, por aquella vez que de ebrios, mi padre le pasó las ruedas del auto por ambos pies y dejó al Profesor Delgado sin caminar por una semana, con los pies totalmente amoratados. Ese día, el flaco juró venganza.

El problema con delgado es que después de haber sido por 20 años Director de Colegio de Hombres, se le habían quedado las costumbres de gritar y humillarte en público. Fue entonces que me comencé a portar mal, a contestarle a contradecirlo, a volver el salón de clase en un campo de batalla eterno. Las rosas, por supuesto, se las llevaba mi gran contendora de notas, una niña de la que hablaré con detenimiento mas tarde, capaz de memorizar fechas, coplas, detalles escabrosos y lugares geográficos de enamoramiento y otros cachondeos, de cada uno de los grandes de la Literatura Universal, para deleite del exigente profesor, que de lecturas no sabía nada, pero si de la cochinadita personal de cada hombre o mujer que haya osado dedicarse a escribir.

Esa mañana, empezó su larga perorata diciendo que con la soberbia no llegaría a ninguna parte. Que el apellido no aseguraba nada y que siempre viviría bajo la sombra de mi padre, porque no tenía talento propio. Todo esto por supuesto, cuidándose mucho de hablar en plural, mientras me miraba de vez en cuando haciendo pausas para que me asegurara que era dirigida contra mí, toda esa cháchara.

Al terminar la clase, le pedí hablar con él en privado y ahí fue cuando empezó el segundo round. En medio de los jardines del colegio me trató no por mi nombre, sino por mi apellido, preguntando que problema tenía con él o su curso, para que de pronto mi actitud se haya tornado en una falta de atención total durante las clases.

Con la rabia y la humillación de sentir todas las miradas de mis compañeritas de colegio sobre mí, mi cerebro había juntado palabras como mediocridad, mala pedagogía, fracaso como maestro en una sola frase. Esa mañana ninguna palabra fue silenciada de mi boca, le dije todo lo que pensaba de él mientras el hombre alto y delgado como su propio apellido me miraba impávido. Las palabras salían a borbotones, para decirle que era el colmo que trajera el apellido de mi padre a colación en un problema estrictamente de maestro-educando y que soltara frases sobre mi incapacidad para escribir o hacer los trabajos solicitados, ante el resto de la clase.
Esa mañana de Noviembre, se lo dije todo.
Fue casi una victoria, excepto por el pequeño detalle, que mis mejillas ardían, que mi boca se había doblado, que mi barbilla se había hecho pequeña y que la voz se me quebraba de rabia e impotencia, mientras las lágrimas caían sin parar por ambas mejillas.

El profesor Delgado me miró desde toda su altura de viejo Director de colegio de varones, con una sonrisa que mas parecía una mueca de placer y me mandó de nuevo a mi pupitre, diciendo que por un favor a mi padre, olvidaría todo el asunto del reclamo contra su cátedra, para que no me expulsaran del colegio.


Creo que ese día el profesor Delgado, alias Muerto Fresco, cumplió su venganza contra mi padte.Aun hoy, recuerdo la palabra "soberbia" y siento como si toda la sal del mundo me hubiera sido lanzada ese día. Cuando mencionó que la gente como yo, con esa actitud de creer que lo sabíamos todo, no llegaríamos a ninguna parte.

Maricona

Ella gritó “maricona” pedaleando su hermosa bicicleta rosa a toda prisa muy delante mio. Yo no podía seguirla. No podía pedalear a toda velo...