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lunes, septiembre 02, 2024

Marc

No ignoro que uno de los valores que la gente aprecia en mi es la belleza. No tienes porque contener la risa, es así. Si debo hacer una cola o algún tramite en oficinas burocráticas es mas fácil que me atiendan, el ojo humano está mas entregado a dejarse seducir por la belleza. No tiene que ver conmigo solo es un valor que aprovecho para mi

Eran frases de ese tipo las que se me venían a la cabeza cuando pasaba por su embajada y me tocaba recordarlo. Habían pasado algunos años desde nuestra separación pero de vez en cuando surgían en mi cabeza frases suyas que en su momento me habían irritado y ante las cuales me había mordido la lengua para no estallar en carcajadas. Es cierto, era guapo, no lo hubiera podido negar. En las fotos que le tomaba estando dormido o de perfil cuando fingía indiferencia a lo lejos,  podía admirar su perfil perfecto o los labios finos y rojos que no tenían los hombres que yo había conocido hasta entonces. También estaban las cejas espesas y el color de ojos marrón de mirada profunda que me hacía evocar a las hojas secas flotando en pozos de lluvia. Sin embargo por misma no me llegué a dar cuenta que fuera o no guapo hasta dos veranos después de conocernos cuando mi hermana hizo una exclamación al respecto. ¡Pero que lindo es ! Se refería al modo en que yo imitaba sus respuestas crudas de español mezclado con sílabas desdibujadas de lengua extranjera. A mi no me causaba admiración nada de eso, dos años después de conocerlo aun no me impactaba nada en su persona como hombre al que quisiera llevar de la mano como pareja.


Me seguían molestando sus ropas estrafalarias, sus cabellos largos y la barba desordenada. Ese estilo de hippie que detestaba en cualquier hombre por arriba de los treinta. Quizá si lo hubiera conocido a los quince me hubiera impactado, habría querido preguntarle si además de la guitarra tocaba algún instrumento, si tenía tatuajes o piercings como los rockeros que yo admiraba de adolescente, a lo que el hostilmente me hubiera respondido que no, porque su estilo era otro. Soy científico entre los hippies y un hippie entre los científicos, esa había sido su carta de presentación conmigo después de dos horas de hablar de ciencia y burlarnos sobre todas las teorías new age que utilizaba la gente para apartarse de esta cuando no podía entenderla. Su discurso era armónico, de palabras precisas, sin contratiempos. No iba rapidamente a la violencia hostil del apasionamiento de ideas, ni a la condescendencia de explicar lo mil veces explicado, me escuchaba y luego hilaba su parte, me escuchaba y luego avanzaba su parte. Eran las primeras charlas  y entre ambos tejimos muchos temas para futuras conversaciones que nos seguirían tanto por ciudades llenas de museos, como por montañas y ríos. Es fácil hablar contigo, decía, yo no suelo hablar mucho. Para no hablar mucho podía pasarme ciudades enteras oyendo su voz explicándome las causas y consecuencias de algún fenómeno meteorológico o de la naturaleza de las plantas que alía habitaban. Mas que una buena conversadora, yo suelo ser una gran curiosa y aunque las charlas rondaban básicamente sobre los temas que a el le interesaban nunca me parecieron temas vanos o frívolos. Todo lo contrario. El era una incansable fuente de datos que estaba interesado siempre por mi opinión sobre temas de los que yo a veces solo sabía superficialmente.


A veces cuando corro, pienso en sus frases sueltas o en lo bien que la pasamos cuando decidimos viajar juntos. El tiempo hizo que dejara de pensar en ese ultimo periodo en que yo le quise dar otra dimensión a las cosas, en que yo buscaba en él algo mas profundo que los temas de los podcasts sobre ciencia o cambio climático, pero en que el jamás me percibió con una naturaleza distinta a la mujer con la que compartir sus ideales mas recónditos o con la que podía ir de la mano del sexo a una conversación mas compleja, sin consecuencias de por medio. Éramos amigos intimos y como tal quería compartirme a mi, a la mujer del desierto que es lo que hacía y porqué lo hacía. Había viajado cinco continentes, pero volvía una y otra vez a la Amazonía, a ese cielo e infierno que me quería mostrar y del cual yo desconocía todo.


Recuerdo haberlo visto sentado esnifando tabaco al caer la tarde en el portal de nuestra cabaña sin decir palabra alguna y yo de pie junto a el casi sin moverme, con miedo a echarme en la hamaca al lado suyo, con miedo a sentarme en cualquier parte. Horrorizada con la idea de las serpientes y las tarántulas cayendo desde cualquier rincón al que no hubiera prestado atención antes. Frente a nosotros el rio hirviente rugiendo con aguas color chocolate, en medio de la selva, exhalando en sus riberas el vaho caliente que indicaba la prohibición de entrar en sus aguas así estuvieras chorreando de sudor. La selva colorida, la selva temida,  que traía al atardecer  los mil aromas distintos emergiendo desde el lodo húmedo que había dejado la lluvia pasada, a esa hora en que el cielo se tiñe de colores sangrientos y púrpuras y los pájaros y los monos hacen sentir sus voces hasta el frenesí. Lo recuerdo entonces, sus cabellos largos como oscuras lianas, su mirada clara perdida en las copas de los árboles, su cuerpo inmóvil, absorto en la contemplación de la vida. Casi sin respirar y respirándolo todo. Y yo allí como sombra gris, con el cuerpo en tensión, dispuesta en los márgenes de todo aquel verdor salvaje con las botas de hule y la camisa salpicadas de lodo, sintiendo que mi cuerpo era un despojo de olores varios a los que me costaba acostumbrarme. Mis propios olores, mis propios sudores, suplicando en silencio un abrazo que jamás pedí y el jamás me ofreció, cagándome de miedo yo sola, allí parada, bajo la nube de zancudos que intentaban atravesar la oleosa capa de repelente que cubría mis manos y mi cuello. Esperando el momento de la caminata obligada con linternas rumbo a la cena, la caminata de vuelta, la lectura con linterna bajo el mosquitero y luego la intimidad, esa esperada intimidad de cuerpos desnudos que se me había negado en todo el día, luego el silencio. La indiferencia. La tormenta sacudiendo todo, los truenos queriendo partir la tierra, nunca un abrazo, jamás el esperado abrazo.


A veces paso corriendo frente a su embajada y recuerdo gestos suyos, frotar su espalda suavemente la vez que lo sentí llorar. O sentir su pecho abrazándome sin causa alguna en aquel tren en Paris, cuando todo mi equipaje se caía. Recuerdo sus frases irritantes, sus bromas, sus gestos, su ego de otro mundo, pero solo duran segundos. Cualquiera que nos hubiera visto de lejos en esa intimidad que surgía mientras comíamos o caminábamos por la montaña habría apostado por nosotros, habría pensado que éramos pareja las veces que el dormía sobre mis piernas y yo tomaba fotos a la linea marítima y luego a su cara y a sus cabellos cubriendo mis muslos como una cortina de colores castaños. Cuando cenábamos y el comía rápido mientras yo reía, porque casi siempre reía.  No lo amé, no éramos nada, pero he hablado y he sido escuchada por él más que por ningún otro. Hablábamos no porque buscáramos una relación , la familia, los hijos, ni siquiera quedarnos o vivir juntos, éramos dos seres humanos tan distintos y nos la pasamos hablando, caminando, observando cosas. Como no echar de menos esa parte de mi vida en que pensé que otro ser humano valía la pena ser escuchado por completo, ser conocido por completo. No es amor, pero hubiera querido que ese sentimiento sea reciproco, que por una vez el me hubiera dicho que también me echaría de menos, antes de retornar a casa. En anteriores despedidas no había costado nada el decirlo, quizá porque no significaba mucho  pero ahora toda esa reacción... Toda esa oposición a admitir al menos por un rato que me echaría en falta, a echarme en cara que su vida estaba completa y era exitosa y perfecta con miles de planes para el futuro, todo esa hostilidad, todo ese esfuerzo en alejarme,  ni que yo le estuviera pidiendo cambiar su vida por mi. Quedarse atrapado conmigo


A veces paso corriendo por los lugares por donde caminábamos y recuerdo la pelea necia por no haber llevado calzado cómodo sino botas de tacón y la ultima discusión que se extendió por horas como si fuera importante  antes de terminar lo que nunca habíamos empezado ¡ pero si es que nunca habíamos sido nada ! y la cena vegetariana después y las lágrimas en el taxi y la cama vacía. Ese adiós incomodo por la mañana,  con la mochila puesta, decir lo siento, dos abrazos que yo no pedí. A mi ayer ya me habías matado, para que me abrazas, pensaba yo. Y todo ese dolor después que yo no sabía donde meterlo, sus intentos meses después por contactarme, por hacer como si nada. Porque éramos como amigos, hermanos, decía el.

Y ahora no queda nada, excepto frases sueltas que a veces aparecen como ráfagas en mi cabeza cuando corro y me hacen sonreír. 

Eres el hombre mas raro que he conocido jamás - solía decirle riendo. Entonces es que aun no haz conocido muchos hombres, me decía mirándome fijo y eso ya parecía una promesa.


sábado, enero 16, 2021

El amor en los tiempos del COVID: 1.Ghosting

 

Él me dice: ¿Te dije que me encantan tus piernas?

Así es como empezamos a flirtear de nuevo, o así es que me doy cuenta que no quiere que seamos solo amigos virtuales de cuarentena. Al parecer ya tiene la vacuna, se siente seguro como para conocer a alguien de nuevo. Varias semanas de coqueteo y charlas después, termina buscándome a la hora del almuerzo y paso varias horas de la tarde con él. Recuerdo que estoy de mal humor, pero con un traje rojo impecable. Me escapo de la guardia que es un mero simbolismo, porque hoy apenas tengo pacientes. Llevo esas dos bolsas de comida delivery en la mano y me molesta caminar en tacones hasta la esquina donde ha estacionado el auto. ¿Quién sabe cómo es su auto? La verdad es que me decepciono al verlo, a su auto digo, cuando me decía: “Es el gris, el gris, estas casi cerca...” Estamos en el hilo telefónico y él tiene la ventaja de haberme visto primero. A mí, con las piernas cubiertas por el traje rojo, para no incitar al sexo, a mí, con la voz malhumorada de quien odia caminar hacia alguien.

Ahí está él, pelo enmarañado y ojos del color de las hojas del te, ocultos bajo una gorra de beisbolista que ha diseñado el mismo, como su máscara que le cubre la barba candado,  o como todas las cosas que ha hecho en su vida de hombre creativo antes de conocerme. Más adelante me doy cuenta que el lo crea casi todo, palabras, historias, jardines verticales, anécdotas divertidas en países lejanos, guiones de película y de teatro... Es una caja de sorpresas, que se luce ante mi brillante y nueva mientras habla con voz sensual y acogedora, bajo la cobertura de chico homie.

Me acerco. Los tacones hacen que me de cuenta que no es muy alto. Y amo a los hombres altos, de los que te puedas colgar al cuello mientras bailas lento, o que te dan el brazo cuando vas con un taco nueve por pisos resbalosos. El parece casi un hombre ordinario, de los que ves en la fila del mercado y luego olvidas, mas no lo es. Nos conocemos poco aun, hablamos días enteros, nos damos cariño e intimidad y luego en algún momento de mi película, desaparece. Si, desaparece.

Me dice:” Te llamare cuando llegue a casa para que sepas que no morí” Yo bromeo diciendo que él es más trágico que yo, pues él me suele decir que yo soy La Trágica. No me hace gracia como me ve el, quisiera que me vea graciosa y feliz como podría verme un hombre cualquiera. Pero el tipo no se ríe de mis bromas, no me pregunta por mi trabajo, no indaga más sobre mis viajes. Habla y habla y habla y durante ese sábado, el ultimo que pasaremos juntos, siento que quisiera parecerle tan interesante como el me lo parece a mí.

A mitad del amor, en esos descansos que hacen permanecer a las personas abrazadas sin mirarse a la cara, me va preguntando cosas vagas que yo respondo adormecida y sin ganas, debido a las 24 horas de turno previo en el hospital. Luego lanza el zarpazo: ¿Qué esperas en una relación? Me suena a chino. ¿Cómo responder a eso? Tendré que responder yo misma, nada de frases ensayadas y manipuladoras sobre que es lo que una mujer DEBE esperar de una relación, sin sonar desesperada. Primera regla: No mostrar vulnerabilidad. Pero fallo.

-Espero que alguien quiera volver a verme con el mismo deseo que yo siento por él.

Me sale de cuajo, como un coagulo que ha estado largamente tapando una herida que no cierra y que necesita ser escarbada, limpiada, drenada para siempre. La herida de un corazón roto, probablemente. La respuesta es rápida y sin pensarla, como quien blande una espada, como quien se quita la ropa con la luz encendida. Como quien dice su edad. Algo que dice en el fondo, este es mi es secreto, si no te gusta lárgate.

Y se ha ido.

No ese mismo instante, horas después, con muchas conversaciones de intermedio. En las que termina diciendo ¿quién te volvió tan pesimista?

¿No sé, las relaciones?  – replico yo. El tiempo, la gente. ¿La ilusión que se desvanece y nunca es? –Le respondo así y él se pone de pie y se va vistiendo a medias solo para mirar que sigo acostada y con la cabeza despeinada, revueltos mis cabellos y mis piernas perdidas entre las sabanas, que son de seda y de un rojo intenso como la sangre, porque mi cama después del sexo es una herida también, o un beso de adiós, rojo intenso, rojo como el vino de consagrar o del que ayuda en el olvido.

¿En qué momento el diálogo se vuelve trágico? Él es director de drama, pero no le gusta el que yo pongo cuando digo las cosas, mientras entierro la cabeza bajo la almohada. ¡Estoy tan cansada! ¡Oh, querido, te dije esa mañana que estaría tan cansada y necia y cínica, que estaría vuelta yo misma en mi peor papel y aun así quisiste venir a verme! Eso quisiera decirle, pero no le digo nada. Excepto,

-Hablaras de ti mismo las 24 horas del día?

Quiero su curiosidad por mi vida y mis pequeñas tragedias, pero intuyo que no le interesa eso. Como a mí no me interesa ser madre, de hijos, de perros ni plantas. Y el habla de eso todo el tiempo. Lo he notado, por eso me asusta. ¿Porque alguien quiere tanto ser padre? ¡Es verdad, sería el mejor padre del mundo! ¡Me recuerda de hecho al mío, tan creativo, tan resuelto, tan lleno de gracia al contar las anécdotas más locas!

No todos los hombres te recuerdan a tu padre, pero el sí, tiene ese don, por eso al desaparecer me hace sentir tan descolocada, que, durante unos días, pienso si escribirle o no.  Preguntarle ¿Te paso algo? ¿Moriste en el camino? Luego pienso, que es mejor dejar ir, dejarlo hacer su ghosteo como le dicen los adolescentes. No estoy para volverme dramática por un tipo que no está interesado en mi historia, en ser testigo de mi historia.

Reciprocidad, me corrige L. cuando se lo cuento. Lo que buscas es reciprocidad. 

Me avergüenzo un poco, porque por un tiempo espere lo mismo de L. y sabía que no podría dármelo. Sin embargo, L. se ha quedado para oír todas mis historias, sobre todas mis relaciones o amago de ellas. Se queda siempre, aunque no esté cerca.

Qué extraña es la vida, pienso ¿cómo se puede llegar a amar en tan poco tiempo que parecen solo dos días?

Pero esta vez en quien pienso es en L. En esos dos días, nuestros dos días…Mas eso pertenece a otra historia.

 

 

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domingo, mayo 28, 2017

Amante Ideal

"Alguien que conozca todas tus mierdas y no te joda por eso. O mas bien que te joda, pero que te joda bien" Esa es la definición que él me da cuando le pregunto quien sería su amante ideal. Me río entonces, como no lo hacia hace días. Es refrescante poder discutir sobre sexo en voz alta. Llevo un par de semanas pensando que le he perdido la curiosidad a enfrentar  tener nuevas relaciones, cada vez que llego al asunto doy un largo rodeo y cambio de tema.

Tengo que reconocer que la vida se pone mejor cada día, tan mejor que espero con ansia que me despidan del trabajo para poder invertir todos mis ahorros en un viaje que dure un par de años por territorios desconocidos.
Luego pienso en la salud de mis padres y me deprime la idea de que no podría irme sabiendo que aun me necesitan.  Que no sabrían a quien llamar si algo malo sucede. A cierta edad si no haz hecho todo lo que se te vino en gana te terminan atando el amor por  los hijos o los padres  eternamente a casa; ante cualquiera de ellos tienes esa responsabilidad moral que te perseguirá en cualquier país del mundo cuando apoyes la cabeza en la almohada, a lo Cain moderno.

Y tengo que decir que la semana ya me dura menos días porque el fin de semana comienza ahora los jueves y se extiende en un evento celebratorio tras otro, que me hace perder la cuenta de las horas y los días, logrando que cada vez que despierte tarde para ir al trabajo un sábado  piense que Godzilla se ha sentado en mi espalda durante la madrugada y me ha defecado encima. Hacia el mediodía ya estoy completamente recuperada de la resaca y la mala noche prometiendo que nunca mas,  pero para media tarde repongo fuerzas, planeo salidas en medio de llamadas telefónicas y cafe resucitador.
Y tengo que decir, que ya no tengo 20 y que estoy viviendo la vida que debí darme en la universidad, cuando vivía una relación convencional con un futuro planeado para ser aún mas convencional.

Es rico no tener veinte, no tener los dilemas morales de entonces, mas bien tener otros. Dilemas de gente vieja. Y sentir que cuando estás muy lúcida te atacan los recuerdos de todas tus vidas pasadas. y sientes de pronto como si hubieras vivido 100 años y en mil casas distintas, amado y dejado a cientos de personas unas mas crueles que otras. Sientes el corazón viejo y cansado como de octogenario y pienso  en ese momento en mis pacientes cardiacos, si se sentirán a diario igual de cagados que yo a media semana, cuando tengo un montón de cafeína en el cuerpo y estoy suficientemente despierta para ver claro mi pasado y mi futuro y deprimirme por eso.

Y tengo que decir que esta es una racha por escribir solamente, que se me pasará pronto cuando pueda viajar de nuevo. O estar feliz de nuevo y no tenga tiempo de escribir lo que siento. Así que escribo como un ejercicio para no perder la conexión con mi lado de relatora y me quedo a medias como con los bocetos que salen de mi lápiz y que se quedan  así, sólo en bocetos. Debo parecer una caricatura de esa mujer que describía Chejov en La cigarra, excepto que yo no tengo marido ante quien comparar mi frivolidad que no conduce a nada. Nadie podría juzgarme por arruinarle la vida a nadie. Es una de las razones por las que no me casé (Ya ves, ya voy mil)

Y tienes razón Mike, el mejor sexo siempre es con tu mejor amigo, pero dónde rayos se consigue eso? Cómo se vuelve alguien tu mejor amigo?  Estando en las buenas y en las malas, prestándote dinero, dejando de juzgarte? Entonces veo pocas posibilidades de hacerme un nuevo mejor amigo.
Aplicaré a lo viejo y conocido. Y a aprender que no cualquiera se gana el título de amante ideal, había  que pasar por el filtro de soportarte con mierdas y todo antes.

Hoy sonando:  Woman of the Guetto- Marlena Shaw

viernes, mayo 12, 2017

Intimidad


Veo la Tv recién puesta en la pared de la habitación y siento que de pronto me he convertido en una más de la panda de solteros irremediables y que por propio gusto, he llegado a conocer en mi vida. Sus habitaciones siempre son iguales, camas grandes comodísimas, con pantallas de TV enormes que abarcan media pared, alguna máquina de ejercicios cerca, mesas de noche con libros o no, los infaltables y modernísimos aparatos electrónicos en la cama, para conectarse a todas las redes sociales existentes y por supuesto, ropa colgada y perfectamente planchada, siempre por alguien mas.

He llegado a conocer a muchos solteros, como yo, que acondicionan la habitación con cortinas para que se oscurezca incluso a medio día y con luces localizadas para iluminar a distintas graduaciones en medio de la noche más oscura. Espejos cerca nunca sobran y bandejas para la comida. Todo lo que sea posible para no tener que salir de casa. He llegado a conocer gente con el frigobar dentro de la habitación, para no tener que caminar descalzo a medianoche. Personajes llenos de manías y rituales, que una pareja viene a romper temporalmente, por suerte.

 Con mi nueva pantalla me siento una más de esa legión de personas que te repite en medio de alguna conversación honesta, que a la gente "como nosotros" es mejor no quererla atar con matrimonios ni mucha convencionalidad.  Yo me he querido atar y por voluntad propia, me han dejado y he dejado y no hablo de las relaciones de pocos meses de conocidos, sino de esas supuestamente serias, con familia y cura incluidos. Las difíciles de romper, con anillos y maldiciones de por medio.

No es que mi intención haya sido volverme una solterona sin remedio. Tampoco que tenga mala suerte ( o si?) Pero en medio de la vida moderna y de poder conseguir por tu propia mano todo...Por qué debes acoplarte a las manías de otra persona que probablemente solo te quiere a medias? Que te tolera con tantas o más dudas que tu? Que sigue frecuentando las paginas sociales en busca de algo o alguien que le provea algo que tu ya dejaste de proveer? Ambos lindos para la foto, pero una relación eterna?? No way!!

Es una competencia injusta, eso de la experiencia versus la novedad. La novedad siempre gana, incluso mala. No se puede ser interesante toda la vida, hay un millón de mujeres diferentes a ti pululando en pos del hombre que tienes al lado. Deberías buscar una espada y cuidarlo como si fuera un tesoro? Después de estas ultimas décadas de acostumbrarnos a tener todo al alcance de la mano, de cambiar artefactos antes de los cinco años, la ropa tirarla antes de que cambie de color y los zapatos cambiarlos apenas pasaron de moda, pues las parejas no se vuelven la excepción. Si no me cuidas, debería cuidarte más yo?

Hay una línea genial de una de esas películas malas que una ve por error. Ambos protagonistas ya deben promediar los cuarenta años y acaban de tener su primer encuentro sexual, están abrazándose agotados en la típica pose cucharita, ; ella suspira y  una espera que dirá el típico Te amo,  pero no, ella solo dice sin entusiasmo: Estoy cansada de ser graciosa.  Y suena tan sincero!  Que el solo responde Yo también. Luego se quedan dormidos.

Muchas veces después de las primeras citas y de por fin haber llegado al tema sexual, una solo quiere confesar que se cansó de intentar parecer graciosa o interesante- No lo nieguen, nadie va con cara de culo a una primera cita- Que el chiste no dura para siempre y que no me van a parecer trascendentales todas las charlas que se le ocurran al susodicho en cuestión.
A veces si, el hechizo se prolonga y las conversaciones se suceden unas a otras llegando a ser buenas tanto en el pre, el post como durante el mismo sexo (Si, si se puede hablar en medio del sexo si el no muere de ablandamiento) pero en la mayoría de veces esa intimidad de conversaciones buenas solo dura lo suficiente como para tener una charla honesta sobre que no quieres ver en la TV hoy y cuando quieres terminar esa relación que no va a ningún lado. Todas las conversaciones intermedias son dignas de olvidar, si no las relaciones no terminarían. Ni se tendrían parejas nuevas, no?

Las charlas de término siempre serán difíciles, incluso para los solteros empedernidos. Para los de las mil relaciones, peor si eres mujer en un país como este y debes cargar cierto estigma por haber roto varios compromisos. Así la relación lleve varias semanas de solo pasarse el pan con mantequilla y no decir una palabra o el sexo se haya vuelto de regular a malo y las conversaciones en común no tengan un ápice de gracia. El último acto de intimidad entre dos personas siempre llega con el rompimiento, como leí por ahí entonces, Herir a alguien se convierte en  un acto de involuntaria intimidad.


viernes, abril 07, 2017

Ese Olvido que Seremos

Lo supo al momento de pagar en caja, ya no necesitaba pagar por aquellas dos lamparas de noche. De ahora en adelante ya solo necesitaría una. De pronto todo el espacio que antes ocupaban ambos se había convertido en uno solo. Ahora solo necesitaría un plato, una taza, habría mas espacio en el clóset. La vista desde su ventana se le antojaba más ancha ahora, vería el perfil de edificios que antes no le importaban. Sonrió ante la metáfora, quizá habría un tramo de vida que no se había permitido ver antes de él.
Salió al estacionamiento con estos pensamientos tristes encima. Su sombra se dibujaba por momentos larga y oscura en medio de todos los automóviles aparcados, coches tibios que aguardaban a sus dueños volver con bolsas de la compra para la semana, esperando al jefe de su clan. Eso significaba para él una familia, pensó con amargura, tener un clan para protegerse, un clan a quien guiar y contar historias, pero ella no había podido dárselo así que ahí estaban de nuevo ella y su bolsa con comida para uno, con una sola lámpara y con una sóla taza. Esa era la vida ahora.

Durante un tiempo había estado extrañándolo. Era un ejercicio matutino el imaginar donde dejaría la toalla mojada, de donde cogería los jeans, como buscaría sus zapatos. Luego despertaba, la cama estaba vacía, revuelta, nadie al lado, otra mañana sin él, demasiado pronto para acostumbrase solía decirse. Revisaba el móvil, aun no lo había eliminado, revisaba que hacia, mensajes antiguos, si cambiaba o no la foto, si la había llamado incluso por equivocación durante la madrugada. Una excusa para llamarlo de retorno. Hacía con obstinación todas esas cosas que el psiquiatra le había recomendado no hacer. Lo que intentaba a como de lugar era mantenerlo presente en su vida, que se había vuelto solo una rutina de angustia entre horarios de ida y venida; en algunos momentos pasar el dedo por alguna foto suya que hubiera sacado de los marcos era suficiente para darle un poco de calma. No quería olvidarlo, por qué debería hacerlo, si después de todo no deseaba a otra persona ocupando su lugar?

El olvido sin embargo empezó a darse de a pocos; cuando fantaseaba con él eran cada vez más frecuentes las veces que confundía su nombre con algún otro nombre corto. Al principio pensó que sería por el exceso de sueño por los antidepresivos, así que decidió dejar de tomarlos, era mejor poder mantener la fantasía y un poco de libido y mejor si era por él. A veces solo fantaseaba con su rostro debajo de las sábanas riéndose antes de tocarla, su cabello suave rozándola, a veces, partes de su cuerpo, la mayoría de veces su rostro dormido. Tenía varias fotos de él así, solo durmiendo, desde varios ángulos,  con filtros que iban del sepia al blanco y negro. Ese era su pasatiempo, tomarle fotos mientras se quedaba dormido, quizá si le hubiera dicho que le gustaba menos el sexo de lo que parecía, no le hubiera creído; decirle que prefería esos momentos de absoluto abandono, del sueño, del mismo sueño al que le huía ahora para no terminar olvidando su nombre.


Pasadas algunas semanas más, comenzó a dudar si lo bueno que habían vivido había sido real o había sido inventado. La distancia exalta las virtudes del amado, solía repetirse. Todos los trucos de la lógica y los libros de psicología, resaltaban con el tiempo los ampulosos defectos de su ex novio. Sacaban a la luz sus debilidades y defectos, hacían visibles todos esos días en que no hubo amor ni nada parecido entre ellos. En que el vacío fue rellenado a tientas por una sustancia viscosa mas parecida al miedo de quedarse solos. Su dedo repasó una vez mas la foto donde ambos sonreían a la cámara en una de sus primeras tardes felices. Había conservado esa foto entre las demás no por el rostro de él que ya conocía de memoria apenas cerraba los ojos, sino por esa aura de entrega absoluta que había en sus propios ojos abrazada por él. No volvería a tener esa confianza nunca por ningún hombre, se dijo, quizá eso era lo que mas extrañaba. Se contuvo una lágrima. No, reflexionó después, eso era solo obra del verano y el vino.

La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...