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domingo, febrero 13, 2022

Lima, el amor y otras frutas podridas

 Junio decía que mi habilidad para estar en relaciones amorosas en donde buscaba curar al hombre tenia algo que ver con el hecho que yo fuera médico . “ Siempre buscas sanar al tipo que este a tu lado”  Junio, se miraba a si mismo como alguien roto en ese tiempo. Supongo que como muchos de los  que conocí luego, el ya andaba en esa edad a mitad de camino entre la depresión y la ausencia.


Lima era una ciudad sucia y gris que Junio me mostraba solo en las noches en que podíamos coincidir para algún encuentro casual. Yo había venido voluntariamente a Lima buscando el brillo de las grandes ciudades y la cercanía a un aeropuerto, los primeros meses habían sido bellos meses de verano, viviendo en Miraflores y corriendo junto al mar que en esos meses adoptaba un fantasioso color a esmeralda, pero a medida que la vida se iba cristalizando en lo que vendría a ser los años siguientes, iba descubriendo poco a poco a esa Lima sucia y de cara magullada de la que Junio escribía permanentemente con cierta sátira y encanto oscuro.


Eran los tiempos de juventud en que yo me sentía atraída solo por los tipos que escribían, no importaba si bonito, pero que escribían y que me llevaban a otro plano con eso. Porqué no decirlo, también, tipos que me hacían creer que amaban lo que yo escribía.  Yo había pasado de ser alguien detrás de las letras a un personaje a veces dulce y otras veces fiero a quien ellos deseaban proteger, o de alguna manera tener aunque sea por un rato. Yo era Laura, el personaje y estaba buscando apasionadamente ser leída y comprendida. Junio lo sabia y tenia esa ventaja por encima de mis otros lectores y futuros amantes.


Yo por mi parte les mostraba mi alegría de juguete roto, mis colores vivos de a quien no le importa nada decir lo que piensa, una sensualidad agazapada de mis días de adolescente queriendo parecer salvaje a destiempo. Ya tenia 25 años, debía ser madura entonces pero mostraba toda una faz de cinismo que solo yo me creía. Para los hombres mayores con quienes yo quería estar era apenas una niña sin experiencia de vida. ¿ Qué sabe de la vida alguien que se la ha pasado detrás de un guardapolvo blanco y unos lentes toda el tiempo estudiando ? Toda la adolescencia leyendo aventuras de grandes héroes que conquistaban continentes salvajes o que abandonaban cómodas vidas en busca de  historias de amor que jamás eran mías. 


Acababa de llegar a Lima la ciudad gris y se veía tanto que me habían roto el corazón hace poco y que buscaba en esas aventuras sentimentales con los otros la  promesa de un amor seguro que me devolviera a la idea de una raíz y de una casa, donde quiera que fuera.


La ciudad era horrible, lo recuerdo.  A medida que te acercabas a su centro sentías el desorden, el ruido y el caos. En el dia jamás salía el sol, estabas perdido y preguntando la hora todo el tiempo como en una sala de espera al infierno.  Lima tenia nombre de fruta pero  olía mal,   A veces a incienso mezclado con humedad, podredumbre y olvido.  Toda la estética feliz que me había imaginado propia de una gran ciudad llena de luces se perdía en los ropajes grises que vestía la gente que se movía rumbo al trabajo. Presentía que su ropa hablaba en un lenguaje que no podían transmitir sus caras, esa absoluta indiferencia por algún grado de belleza o esmero en conseguirla. ¡Qué snob me había vuelto después de los viajes de ese año sabático! Lima no era Buenos Aires ni Nueva York, Lima solo era Lima, húmeda y sin sol con su arquitectura colonial y su olor asfixiante a desván sin abrir, inmóvil con cara de digna amargura tratando de subsistir en medio de bocinazos y gritos de loco calado. Lima no tenia nada para mi, excepto un aeropuerto gigante esperando a que me fuera.


La verdad es que también sentía miedo, miedo de volverme como todos, de desaparecer entre la masa de gente que reía o maldecía mientras comía de pie. Indiferente a la fealdad de Lima. De vestir como obrero, no importaba la marca cara que fuera, vestir como obrero  y trabajar para alguien, dependiendo de los horarios de alguien y que ese alguien eligiera por mi las temporadas de mi vida. Como cuando podía o no irme de vacaciones, cuando tenia tiempo para tener una pareja o cuando podía comprarme lo que yo quisiera y si ese gasto era útil o no para la vida que debía llevar un obrero. La vida adulta había empezado para mi  en Lima y no antes. Porque era aquí en donde yo empezaba a pagar las cuentas de la luz y el agua, de saber cuanto valor tenia todo y el valor de esas cosas ordinarias, incluida la comida que me llevaba a la boca, acaso era el valor de mi propia vida y mi propio tiempo en este mundo.


El invierno llegó a mi en Junio como muchos inviernos mas de allí en adelante, para darme la noticia que esa vida de mierda seria para siempre mi vida. Trabajar todo el dia, no ver el sol jamás, pasármela en pasillos de hospital y por la noche  morir de soledad en mi cama y luego de esa  cama de húmedas sabanas apestosas, moverme a la clínica  privada, a ensayar mi amabilidad fingida para evitar enfrentamientos con la gente que sufriría mas que yo, como si solo eso fuera la vida. Marcar horarios, tener jefes odiosos y compañeros pasajeros. ¿Seguía pensando en curar a la gente? No sé si apenas lo lograba, mi sonrisa se había ido apagando y en su lugar había aparecido una nueva, una sonrisa de gente adulta que se reía de los chistes inútiles y de la vida diaria como si hubiera perdido la conciencia que el tiempo se me escapaba entre los dedos. Esa era la vida adulta, no había mas que eso. Intentar curar de sus miedos a mi pareja de turno, sin embargo, era algo que me ennoblecía y me quitaba el  peso de obrero asalariado de los hombros. Nadie me pagaría nada por eso, quería salvar al otro en un acto de genuina dedicación. Aunque fuera solo un hombre entre un millón, yo me dedicaría a curarlo el resto de la vida. Así de ingenua era.


Si, Junio pueda ser que no se hubiera equivocado al juzgarme en torno a mis relaciones, porque yo siempre andaba queriendo reparar las heridas de los otros, limpiando lágrimas de rostros ajenos como si fueran las mías, intentando acercarme a su dolor como si fuera el mío. Mi defecto era esa excesiva empatía por el malestar de los otros. Quería preguntar  a mi pareja ¿Qué sientes ? ¿ Qué piensas ? Como si eso fuera una anamnesis del caso clínico que yo tenía que resolver. Pero lo extraño es que pocos  de esos hombres preguntaban sinceramente por mi.  Por como yo me sentía en todo esto de llevar un trabajo sin dormir y una relación amorosa, asumían que era difícil lo que hacía , asumían que tenia que ser fuerte para ser médico,  valiente para trabajar en el área que trabajaba,  que podría aceptar bien una ruptura si se daba. No parecía ser de las mujeres que sueñen con criar un hijo. Yo era funcional. Se me veía muy profesional y lógica como para sobrellevar esos tropiezos del mal de amor. Porque eso es lo que hacia yo, componer cosas, componerme. No había tiempo para estar llorando, había que componerse sobre la marcha y seguir trabajando, seguir cumpliendo horarios, plazos límites de trabajo, había que mantener el rostro sereno para darle noticias malas a los demás y que no se descompongan ellos delante tuyo. Los hombres rompían la relación y se iban a por una cerveza, yo rompía y debía volver a mi unidad a reanimar gente  muerta o a dar las malas noticias a familias que habían perdido a alguien. Yo siempre debía seguir siendo la fuerte. Ese parecía ser el papel que habían decidido para mí.


Pero Lima no iba a ser ninguna cárcel de barrotes mohosos en mi vida, había un mar inmenso y un aeropuerto, me iría cada vez que quisiera, porque no me ataba el dinero ni la lealtad a nadie. ¿Un matrimonio?  ¿Una casa? ¡ Que bienes tan pobres me ofrecían en comparación a mis sueños!  Que indigno ofrecerme una hipoteca juntos y estrías en la panza por engendrar a críos que apenas vería. Yo había sacrificado mis sueños por seguir una carrera formal que salvaría vidas ¿por que debía también sacrificar mi vida por una relación que lo fuera? 


Tenia empatía con esos hombres rotos pero no la suficiente como para abandonar mi vida. Había visto dar puñetazos en la pared a Junio cuando le dije que amaba a otro y  también había aguantado sin llorar rompiéndome por dentro el dia que me dijeron que no se podían enamorar de mi. Amé y amé con gran pasión a las personas que pasaron por mi vida, pensando en cada uno de esos momentos si alguna de esas personas  a las que amaba tendría el valor de sacarme de esta vida. Tendría el valor que yo no había tenido de soltar las amarras y acercarme un poco a esa orilla que solo podía vislumbrar a veces en la niebla. Dejarlo todo y empezar de cero en otra parte, en donde valiera la pena arriesgarse por ser feliz. ¿Acaso no lo mereces cuando decides amar a alguien?

Los hombres de mi vida me decían: Te admiro, eres valiente, haces un trabajo excelente, pero me dejaban allí, en la orilla en donde todo era negro, oscuro y mohoso. Una pandemia. Gente muriendo, incertidumbre, pasillos de hospital, miedo. ¡Sálvalos, sálvalos a todos! Decían, pero quédate allí, ya no hay espacio para ti entre nosotros.


sábado, enero 16, 2021

El amor en los tiempos del COVID: 1.Ghosting

 

Él me dice: ¿Te dije que me encantan tus piernas?

Así es como empezamos a flirtear de nuevo, o así es que me doy cuenta que no quiere que seamos solo amigos virtuales de cuarentena. Al parecer ya tiene la vacuna, se siente seguro como para conocer a alguien de nuevo. Varias semanas de coqueteo y charlas después, termina buscándome a la hora del almuerzo y paso varias horas de la tarde con él. Recuerdo que estoy de mal humor, pero con un traje rojo impecable. Me escapo de la guardia que es un mero simbolismo, porque hoy apenas tengo pacientes. Llevo esas dos bolsas de comida delivery en la mano y me molesta caminar en tacones hasta la esquina donde ha estacionado el auto. ¿Quién sabe cómo es su auto? La verdad es que me decepciono al verlo, a su auto digo, cuando me decía: “Es el gris, el gris, estas casi cerca...” Estamos en el hilo telefónico y él tiene la ventaja de haberme visto primero. A mí, con las piernas cubiertas por el traje rojo, para no incitar al sexo, a mí, con la voz malhumorada de quien odia caminar hacia alguien.

Ahí está él, pelo enmarañado y ojos del color de las hojas del te, ocultos bajo una gorra de beisbolista que ha diseñado el mismo, como su máscara que le cubre la barba candado,  o como todas las cosas que ha hecho en su vida de hombre creativo antes de conocerme. Más adelante me doy cuenta que el lo crea casi todo, palabras, historias, jardines verticales, anécdotas divertidas en países lejanos, guiones de película y de teatro... Es una caja de sorpresas, que se luce ante mi brillante y nueva mientras habla con voz sensual y acogedora, bajo la cobertura de chico homie.

Me acerco. Los tacones hacen que me de cuenta que no es muy alto. Y amo a los hombres altos, de los que te puedas colgar al cuello mientras bailas lento, o que te dan el brazo cuando vas con un taco nueve por pisos resbalosos. El parece casi un hombre ordinario, de los que ves en la fila del mercado y luego olvidas, mas no lo es. Nos conocemos poco aun, hablamos días enteros, nos damos cariño e intimidad y luego en algún momento de mi película, desaparece. Si, desaparece.

Me dice:” Te llamare cuando llegue a casa para que sepas que no morí” Yo bromeo diciendo que él es más trágico que yo, pues él me suele decir que yo soy La Trágica. No me hace gracia como me ve el, quisiera que me vea graciosa y feliz como podría verme un hombre cualquiera. Pero el tipo no se ríe de mis bromas, no me pregunta por mi trabajo, no indaga más sobre mis viajes. Habla y habla y habla y durante ese sábado, el ultimo que pasaremos juntos, siento que quisiera parecerle tan interesante como el me lo parece a mí.

A mitad del amor, en esos descansos que hacen permanecer a las personas abrazadas sin mirarse a la cara, me va preguntando cosas vagas que yo respondo adormecida y sin ganas, debido a las 24 horas de turno previo en el hospital. Luego lanza el zarpazo: ¿Qué esperas en una relación? Me suena a chino. ¿Cómo responder a eso? Tendré que responder yo misma, nada de frases ensayadas y manipuladoras sobre que es lo que una mujer DEBE esperar de una relación, sin sonar desesperada. Primera regla: No mostrar vulnerabilidad. Pero fallo.

-Espero que alguien quiera volver a verme con el mismo deseo que yo siento por él.

Me sale de cuajo, como un coagulo que ha estado largamente tapando una herida que no cierra y que necesita ser escarbada, limpiada, drenada para siempre. La herida de un corazón roto, probablemente. La respuesta es rápida y sin pensarla, como quien blande una espada, como quien se quita la ropa con la luz encendida. Como quien dice su edad. Algo que dice en el fondo, este es mi es secreto, si no te gusta lárgate.

Y se ha ido.

No ese mismo instante, horas después, con muchas conversaciones de intermedio. En las que termina diciendo ¿quién te volvió tan pesimista?

¿No sé, las relaciones?  – replico yo. El tiempo, la gente. ¿La ilusión que se desvanece y nunca es? –Le respondo así y él se pone de pie y se va vistiendo a medias solo para mirar que sigo acostada y con la cabeza despeinada, revueltos mis cabellos y mis piernas perdidas entre las sabanas, que son de seda y de un rojo intenso como la sangre, porque mi cama después del sexo es una herida también, o un beso de adiós, rojo intenso, rojo como el vino de consagrar o del que ayuda en el olvido.

¿En qué momento el diálogo se vuelve trágico? Él es director de drama, pero no le gusta el que yo pongo cuando digo las cosas, mientras entierro la cabeza bajo la almohada. ¡Estoy tan cansada! ¡Oh, querido, te dije esa mañana que estaría tan cansada y necia y cínica, que estaría vuelta yo misma en mi peor papel y aun así quisiste venir a verme! Eso quisiera decirle, pero no le digo nada. Excepto,

-Hablaras de ti mismo las 24 horas del día?

Quiero su curiosidad por mi vida y mis pequeñas tragedias, pero intuyo que no le interesa eso. Como a mí no me interesa ser madre, de hijos, de perros ni plantas. Y el habla de eso todo el tiempo. Lo he notado, por eso me asusta. ¿Porque alguien quiere tanto ser padre? ¡Es verdad, sería el mejor padre del mundo! ¡Me recuerda de hecho al mío, tan creativo, tan resuelto, tan lleno de gracia al contar las anécdotas más locas!

No todos los hombres te recuerdan a tu padre, pero el sí, tiene ese don, por eso al desaparecer me hace sentir tan descolocada, que, durante unos días, pienso si escribirle o no.  Preguntarle ¿Te paso algo? ¿Moriste en el camino? Luego pienso, que es mejor dejar ir, dejarlo hacer su ghosteo como le dicen los adolescentes. No estoy para volverme dramática por un tipo que no está interesado en mi historia, en ser testigo de mi historia.

Reciprocidad, me corrige L. cuando se lo cuento. Lo que buscas es reciprocidad. 

Me avergüenzo un poco, porque por un tiempo espere lo mismo de L. y sabía que no podría dármelo. Sin embargo, L. se ha quedado para oír todas mis historias, sobre todas mis relaciones o amago de ellas. Se queda siempre, aunque no esté cerca.

Qué extraña es la vida, pienso ¿cómo se puede llegar a amar en tan poco tiempo que parecen solo dos días?

Pero esta vez en quien pienso es en L. En esos dos días, nuestros dos días…Mas eso pertenece a otra historia.

 

 

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miércoles, noviembre 15, 2017

Micromachismos

Cada vez que me pasa algo malo, pienso en él. No es que me diera la razón todas las veces, pero al menos sentía que podia confiar en su sentido de justicia. Quizá mi excesiva sensibilidad como la llaman muchos coincidía un poco con la suya, a veces las personas así, a las que les jode mucho todo, solemos ser la piedra en el zapato de las otras, a veces no hay foros en donde comunicarnos o quejarnos, porque siempre hay gente un poco mas violenta en sus opiniones.

Ser mujer en este pais es difícil desde todo punto de vista, desde aguantar comentarios machistas a todo nivel o aguantar el salto para no parecer fácil. Ahora que lo recuerdo en las ultimas épocas el también me juzgó por eso, ya sabes, por la exhibición en redes, Me pregunto que rayos pasaría por su cabeza? No creo que fueran celos, porque para ese tiempo ya estaba buscando a otras, pero las últimas veces y cada vez que bebía solo me hería con comentarios de ese estilo.

Pero no importa él, o si? Me pregunto a qué lugar del mundo podría marcharme sin tener que tratar con esta suerte de abuso en las relaciones con los hombres. Pertenezco a una carrera donde son hombres el 80 % o mas y debo aceptar su modo de trato, su modo de relacionarse. No todos son unos bestias, hay gente que se contiene, pero en los últimos meses me ha tocado hacer grupo con los mas misóginos, los que llaman  gordas a sus colegas mujeres como forma de hostilidad y que se ríen de bromas subidas de tono en donde te pongan en aprietos. Mi jefe es el peor, pero ya he tenido otros jefes, todos los que tengan el poder hacen iguales bromas que son para el basurero, bromas en doble sentido, bromas que tienen que ver con lo genital casi todo el tiempo. Ya me he ido de varios trabajos y este es el ultimo. aquí no hay seguridad ninguna, la culpa es mía por bromear o hablar, debería estar siempre callada, cuando estoy callada me va mejor, a veces me bromean y me dicen q estoy autista, porque en las temporadas que no hablo no parezco yo, pero es mejor así, es mejor no bajar la guardia y asumir que puedo bromear libremente, porque juaz! que se viene el golpe de nuevo, la broma mas subida de tono, esa que no puedes responder y que te hace sonrojar delante de todos. Que fácil seria ir mandando a la mierda a quien se cruce, pero me quedaría sin trabajo.

Muchos no entienden por que no me quedé a trabajar en el primer hospital donde hice la especialidad, si todo parecía perfecto, pero había un doctor, uno solo, al que no podia sobrellevar, ese que decía que su fantasia sexual era poder violar a una mujer, que cuando le reclamé por hablar así delante de las enfermeras y el grupo de medicos residentes, me echó de la visita y me dijo que el podia hablar como se le diera la gana y que yo no era quien para venir a reclamarle nada.

Si hubiera reclamado todas las demás veces que vi abusos hacia las mujeres en ese y otros hospitales en los que trabajé, hubiera sido considerada problemática. Yo solo preferí irme cuando acababa el contrato y no volver a postular allí. Nadie entendería. Una vez alguien dijo de mi, que yo era ociosa porque no me gustaba trabajar para los hospitales del Estado, que yo solo quería las clínicas, bah! Ya han dicho tantas cosas. Lo cierto es que no sé como lo llevan las cirujanas o las urólogas o las ginecólogas! hay que tener un temple especial para aguantar tanta broma machista o tanto doble sentido o tanta joda. El otro día una cirujana en la clínica se burlaba con sorna de una chica que había renunciado a la residencia, dijo que todas pasamos por el mismo acoso, pero allá quien no sabe como manejarlo e ignorarlos. O sea era normal caminar con unas bestias al lado y estar a la defensiva…si pues, si no no terminas la especialidad.

Yo también he crecido normalizando conductas machistas de mi padre, hermano, amigos. Cuando comencé a cambiar me comencé a ganar líos, ahora tengo mas discusiones con mi hermano mayor que cuando era adolescente, odio que me traten como alguien que debe, o sea “una mujer debe…”  ahi empieza la joda. Me latiguean con esa frase. Porque pasas a ser la culpable de todo lo que se les ocurra hacerte si no estás de acuerdo.



En cambio con él todo cambio para bien, por fin un hombre en esta país me entendía! 
Durante los años previos Rafa siempre me había apoyado desde lejos, pero nunca entendería del todo lo que era vivir en el Perú, racismo, misoginia, etc. Estábamos como en #StrangerThings pero yo caminaba en el inframundo sudamericano. En cambio él, el si que sabía lo que era esto.
Era fácil contar con él para apoyarme en eso, el me enseñaría todos los micromachismos y las formas de manipular que tenían los demás, cosas que yo había normalizado. Por eso lo admiraba y me hacía tanto bien, luego vino la jodienda, de saber que no era ni de lejos perfecto. Que hay cosas que se quedan en la teoría, pero eso es parte del amor, aunque él siempre dijo que amor no era.

jueves, junio 15, 2017

El Invierno ha llegado

Hace unos días en el trabajo caminaba de aquí para allá con pasos apurados y el celular en la mano. Salía de cada evaluación y entrevista con mas desaliento que el mismo paciente. Realmente la familia entendía lo que les decía? Paré en un piso a tomar cafe, dejaría pasar al elevador y me bebería el cafe en calma y sin compañía, mientras revisaba la pantalla iluminada del celular como una posesa. El cuello colgando y la espalda encorvada, esperaba con las piernas cruzadas a que apareciera algo en la red que por fin me sorprendiera,  sin importarme que el día casi llegaba a su fin. 

Cerca a mi, un anciano miraba por el enorme ventanal a los techos de esta ciudad gris e indecisa. Arropado con la bata del hospital, miraba con insistencia hacia afuera, despreocupado de la gente que pasaba, de los médicos, de todos los que caminábamos con el celular en la mano. La vida real cobró la importancia que no tenia la virtual. Comencé a mirar yo también hacia afuera, buscando gorriones entre las ramas de los arboles. Alguna ventana abierta en un edificio cercano. Algo que nunca hubiera visto antes.

De pronto me sentía ridícula buscando en el móvil lo que en la vida real buscaba el resto personas. Una compañía, un apoyo, una respuesta o simplemente una palabra de aliento. 
Eso buscaba ese hombre? Estaba tan enfermo como para entender que el sentido de la vida era estar allá afuera VIVIENDO o ya lo habrían curado de esa idea? La gente camina a prisa por el pasillo ignorándolo, quizá se le ve demasiado bien para preguntarle que lo aflige o que lo mantiene aún hospitalizado. Quisiera hacerlo yo, pero es mejor mantener distancia.  En que podría ayudar yo a una persona que no está realmente al borde de la muerte? Solo interrumpir su momento de paz.

Antes yo también tomaba los descansos frente a los ventanales y sin café en mano pero con bastante insistencia veía el perfil de la ciudad perderse hasta el mar. Apagaba el móvil unos minutos y me dedicaba a buscarme allí afuera. Que estaría haciendo yo si fuera libre como esos gorriones? Miraba lo mas lejos que alcanzara en un ejercicio hecho para relajar los músculos del ojo, cansados de tanto escribir y de solo mirar a medio metro de distancia y reconocer solo caras caminando a prisa en la dirección opuesta. Mi verdadero objetivo era evitar perderme en este laberinto de soledad y malas noticias.

Dejé de hacerlo en pro de una cabeceada de siesta. Ya no había nada para mi allá afuera, solo más frío y un ambiente hostil. Quizá hace mucho que me había perdido y me daba miedo poder encontrarme. Cada vez que buscaba gorriones en el exterior solo recordaba lo solitario de mi panorama interno. Los sinsabores de la vida diaria, lo que no se arregla con una discusión ni con un mejor presupuesto. Ver por la ventana me obligaba a verme por dentro también. La vida no era mas fría allí afuera, en realidad aquí adentro el invierno había llegado hace mucho y el corazón dormía entre jadeos protegido en una cueva de hielo en su tálamo de piedra pelada.

-Lleva mucho tiempo parado ahí, qué es lo que ve?- le pregunté después de un breve saludo. El hombre anciano se sorprendió ante mi interrupción.
-Justo ahora? Con todo respeto,  veía  su reflejo en la ventana, luce triste Dra. Se encuentra bien?


Después de tantos días de interrogar y preguntar por la salud de completos desconocidos, era la primera vez que alguien me preguntaba como es que me sentía. Le sonreí con cierta vergüenza. La noche ya había caído allá afuera y lentamente se encendían una a una las antorchas aquí adentro.




Hoy escuchando: Petite Fleur-Jill Barber.

24 horas de mundo real

La pregunta para el ensayo en francés se refería a ¿Qué acontecimiento había cambiado mi vida. En la practica oral había ensayado la típica ...