El local era acogedor y cálido a pesar del frio reinante. Los faroles en los arboles le daban ese toque encantador de los lugares románticos, que ella lamentó de no poder compartir con el y en cambio si, con el Niño. Habían dejado el auto cerca y llegado allí caminando mientras hablaban de temas sin importancia, riendo con la familiaridad de dos hermanos traviesos que se cuentan las aventuras que les ha dejado el verano; al cruzar la pista aun insegura por el accidente reciente intentó tomar de la manga de su abrigo pero se contuvo, en realidad no necesitaba aferrarse ya al brazo de ningún hombre para caminar. El Niño tampoco le ofreció la mano, así de amigos eran. “Eres un chico mas” siempre se lo decían, no importaba cuanta falda ni vestido coqueto utilizara con ellos. “Tu eres uno mas, contigo se puede hablar de lo que sea…” Los autos pasaban veloces y la conversación se había detenido mientras esperaban el cambio de luz del semáforo.
Otra vez pensaba en el ¿que estaría haciendo a esa hora? De caminar con el seguramente se aferraría a su brazo buscando abrigo, el giraría su cara y ella espiaría su hermoso perfil, como si no fuera una novedad entera y feliz poder caminar o hablar juntos sin necesidad de una pantalla de intermedio. Sus botas de tacón resonaban ahora en el asfalto y las bromas de su amigo hacían eco en todas las casas. Las calles estaban vacías cuando llegaron al restaurante y su mesa esperándolos. Los adobitos de la huaca cercana se iluminaban de luces ambarinas volviendo complice la noche fría. Todo el lugar era hermoso, el Niño siempre sabia elegir los mejores lugares para reunirse.
-Y bien, cuéntame mas, dijo el cuando trajeron la primera sangría, ¿estás enganchada o no con este tipo ?
Ella no estaba para confesiones, se había educado en al arte cínico de contar anécdotas graciosas sin importancia y de hablar con desparpajo de gente sin importancia. Como iba a entender el, que esto se le había ido de las manos. Sabía que en su boca todo se reducía a sexo casual o a seres utilitarios. ¿No hablaban de eso a menudo? ¿No le había enseñado ella misma a mantener distancia de las personas con las que no quieres tener una relación mas que puramente fisica? No dejes que las mujeres se aprovechen de ti , le aconsejaba, cada vez que el Niño, se acercaba a contarle alguno de sus lances sexuales y ella solo podía repetirle como una hermana mayor: Estás jugando a una relación cuando tu no quieres ninguna. Esas pobres chicas quieren una relación estable, un matrimonio a futuro y tu ahí con tus jueguitos de fingir ser un caballero.
El se reía fuerte. No son jueguitos, yo nunca les miento, allá ellas que esperan.
¿Tan predecibles podíamos ser las mujeres?
El lugar estaba rodeado de botellas de vino vacías, ya ni siquiera se preocupaban en poner una cava hermosa. Todo es vidrio de colores y botellas sin contenido se lamentó ella. Volvió a pensar en el de forma masoquista ¿Habría desaparecido realmente o era otra de sus paranoias con los hombres? Cada vez que comenzaban a aflorar sentimientos, venían en tropel también los traumas de abandono.
- Pero ¡quién se desaparece un sábado, mujer !- soltó el, como si acabara de leerle los pensamientos. Nadie que quiera tirar desaparece un sábado a no ser que esta follándose a otra.
Ella alzó la copa y brindó porque no podía negarse a esa posibilidad, aunque hasta ese momento no la había pensando. Durante las largas horas en que le laceraron el cabello, le pintaron las uñas y se ajustó las panties invernales que combinaran con el atuendo perfecto, lo único que se la había dado por pensar, no era ya que la podría llamar de última hora, sino, que tan malo había pasado en su vida como para que no pudiera detenerse a enviarle un mensaje diciendo que no se verían hoy. Que naive, pensaba ahora, la posibilidad de otra amante ni se le había pasado por la cabeza. Se sentía tan poderosa, tan sexy, tan suya y tan perfecto el sexo que estaban construyendo que no le hubiera ocurrido que pudiera existir alguien mas en ese momento.
-Pero siempre es una posibilidad, no? Los hombres siempre tiramos y si no lo hacemos estamos pensando en tirar. No puedo creer que te deje esperando una semana. Yo con una mujer que tiene casa sola, que está como tu, ni me la pienso dos veces. Pero eliges cada gente…Igualito al otro huevon, que se llamaba…El que era Project Manager …
Ni ella misma se acordaba, así de vano había sido su paso por su memoria reciente. Un tacaño para los taxis y para su tiempo, de eso si se acordaba. Un motivo mas para no salir con hombres de este lado del mundo. Pero el Niño si se acordaba, porque con el hablaba en los entretiempos del trabajo duro con la mascarilla puesta o en el lavado de manos y hablaban de la gente que los motivaba, que los enamoraba. De las citas, de los que no llegaban a citas. El Niño le sabía todo y de todos le hablaba mal. Ningún hombre era bueno. O para cuando le contaba de ellos habian dejado de ser buenos. Su vida ante los ojos del Niño debía ser un álbum de fracasos sentimentales y experiencias que nunca terminaban bien. Su frase siempre era la misma, “Mándalo a la mierda, no sabe lo que tiene”
La pasta se le pegó en el esófago, cuando el nuevo elegido para mandar al infierno era el. Se negaba a pensar que tan pronto se le viera la hilacha. Le dolía que el Niño lo viera antes que ella. ¿Podíamos hablar de otra cosa? ¿De ti por ejemplo? ¿De tu divorcio ?
El Niño comenzó a extenderse y a despotricar contra las mujeres. Mientras ella se distraía con el decorado del lugar, las palabras italianas dejadas por doquier en los muros, la mujer que comía sola con la espalda recta en un sillón cómodo. Recordó el sillón verde en el que se sentó con el en la primera cita formal, su mirada traviesa que iba de los ojos a su escote. El coqueteo y la insinuación. Aun parecía verano y los cuerpos paseaban su candor y su fuego ante cada movimiento y roce de piel. La primera cita, otra estación, otro tiempo. Cierta inocencia en la espera de que ocurriera el beso o ese algo que abriera todas las cerraduras y los llevara por fin al momento que habían esperado desde las primeras conversaciones con pantalla de por medio, cuando ambos eran unos desconocidos que ya querían desvestirse el alma y el cuerpo.
-¿Te ha escrito? Interrumpió el Niño abruptamente, sus recuerdos más azucarados.
-¿Perdón?
-Que estás evitando ver el móvil y quizá el tipo te ha escrito. La mirada de ella se fijó en la hora, casi las diez de la noche. O se ha muerto, agregó con risas.
-Idiota bromeó ella devastada, al comprobar que el si se había conectado pero no le había escrito. Otro sábado perdido pensó con tristeza y después agregó, pues parece que sigue vivo.
-Y tirando rico con otra, agregó el Niño, poniendo mas sal en la herida, mientras volvía a llenar su copa. Ya no gastes energía pensando en alguien que no es, ustedes no son nada, nunca lo fueron y lo sabes. Pequeñas agujas se clavaban en el pecho de ella en ese momento. Era un dolor imperceptible. Ahora el Niño era el maestro y ella la ilusa que no sabe que posición tomar.
-Es como yo con la enfermera de la que te conté en Diciembre, tirábamos, yo quería trato de pareja, ella me lo daba porque quería follar, pero le dejé claro que jamás tendríamos nada serio y ella aceptó. El te está tratando como yo a ella, porque así hacemos cuando la mujer no nos interesa para nada. Lo que le faltó a tu amante bandido, fue tener huevos y decírtelo desde el inicio, si tu eres inteligente, hubieras entendido, no? Las cosas claras siempre, para que ellas no se quejen, el Niño parecía feliz con su argumentación.
Ella se removió en la silla sin saber en cuantas maneras esa ultima frase la ofendía.
Salieron de allí sin pedir el postre, de camino a recoger el auto ella iba mas callada que de costumbre. El frio se había acentuado y el viento le helaba la cara y las rodillas, pero a pesar de eso toda la terraza exterior antes vacía, lucía ahora llena de parejas que recién empezaban su sábado romántico a la luz de las velas. Ella se sentía repentinamente enferma y cansada, mas allá de la alegría fingida con las primeras copas de vino, ahora solo deseaba acurrucarse y ocultarse en casa.
Toda la cena y las palabras soeces en cada una de sus anécdotas sexuales la habían hecho sentirse mareada. ¿Cuándo iba a parar esto de que sus amigos la trataran como chico? Cuando iba a dejar de comportarse como un chico mas, sin sentimientos. Pensaba en la enfermera a la que el Niño había tirado al olvido y de pronto sentía una profunda empatía con ella, había escuchado como ridiculizaba sus sentimientos e incluso sus intentos de acercamiento posteriores. “Fuera mierda, decía el, yo le expliqué que solo íbamos a cachar, aunque de la puerta para adentro si le pedía relación de pareja y cariñitos y todo lo que ella quisiera darme”
¿Era una caricatura de esa enfermera, ella, con todos sus títulos y maestrías a cuestas? Estaría haciendo el mismo papel ridículo a pesar de todos los muros de contención que siempre trataba de poner con todas esas frases duras. No somos nada. ¿De que valía repetirlo tanto? Ahora ella era realmente nada, para alguien, para ella, incluso para el Niño que ignoraba sus sentimientos y seguía echando sal en la herida.
-No te rompas la cabeza por alguien que solo te quería para sexo y ya ni sexo te quiere dar.
Hizo una pausa larga.
Vamos, te llevo a tu casa?
Ella lo miro lejana, era otro sábado de mierda. No, definitivamente pediré mi taxi.
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