No importaba si era falso o no, el golpe ya lo había sentido, es lo que la gente no entendía. Cuando salí de allí me daban palmas en las espalda y habida risas y carcajadas, había sido como una buena broma pero lo que a la demás gente le habían parecido solo minutos de una chanza sin importancia a mi se me hicieron horas, la piel de la espalda se me empapó, sentí que la boca se me secaba de pronto como si acabara de comer tierra y el suelo bajo mis pies desaparecía.
Me dieron vino en un vaso opaco y sucio para animarme y después de eso, no sé en que momento decidí salir a caminar por la playa. Digo decidí, pero en ese momento poco o nada podía decidir sobre mi vida, sentí que la crueldad del mundo había tocado por un momento mi destino y aunque era falso, esa sensación de haberlo perdido todo me acababa de dejar vacío con algo roto por dentro. Cuando volví ellos seguían festejando pero ella aun no volvía.
Quizá se pasaría en algunas horas pensé. En el largo camino que conduje a casa solo pude pensar que era alguien débil que no podía soportar ese tipo de noticias absurdas sin derrumbarse. La carretera de un solo carril de regreso de la playa traía a todos los veraneantes a pasar un prometedor fin de semana de relajo en el sur mientras que yo me regresaba. Los ocasos, las gaviotas y la brisa ya no me resultaban atractivos ahora. Ni esa grandiosa casa con piscina que habíamos alquilado para pasar el fin de semana con los amigos antes de mi viaje. Todo de pronto había perdido para mi el peso de la importancia, llevaba una grieta pequeña en mi que poco a poco se iba abriendo, que rezumaba cierta amargura antigua, de los asuntos sin resolver o de las navidades sin regalos.
Ella me había preguntado una vez cual había sido mi mejor Navidad y mientras yo trataba de atrapar algún recuerdo de infancia que no estuviera manchado de tristeza, ella me relató una en que sus padres y ella habían viajado a un país con nieve, en donde por las ventanas todo se veía blanco y le prometían que por la noche Santa Claus caminaría hasta su cama. Me extrañó en ese momento que no llamara Papa Noel sino mencionara Santa Claus, como si en su extraño mundo de juguete las cosas cambiaran de nombre, igual que autos por coches o sanguches por emparedados. Hice esa observación y nos reímos de sus palabras raras y hasta de sus recuerdos, la llené de cosquillas y terminamos haciendo el amor en la alfombra de su casa, así evité decirle que no recordaba una navidad mía en que no la haya pasado llorando o esperando un regalo de alguien, que al final se volvía promesa y finalmente olvido.
La carretera me devolvía las imágenes de la gente en los paraderos esperando el autobús a la playa como de niño lo había hecho yo, de la mano de mi madre antes de quedarme dormido en un ómnibus destartalado y viejo antes de llegar a la anhelada playa; toda esa gente con rostros olvidados y todo su carnaval de colores playeros dirigiéndose al prometido día playero que les salvaría del tedioso verano en Lima. Yo volvía de allí. No era ni mediodía pero no podía soportar mas tiempo fingiendo una sonrisa ante todos que ya no se me daba. Aquella broma, aquella mísera broma de viernes había detonado dentro mío, bombas emocionales que ahora hacían sangrar recuerdos e inseguridades.
¿Y si hubiera sido cierto? Y si ella se hubiera marchado de verdad con Tato y esa nota escueta fuera cierta. Nuestra relación acabada, los planes de un futuro juntos, esa hipoteca que no valía la pena ni siquiera adquirir ¿qué me unía a toda esa gente que en realidad era SU gente? Ella y el Tato, sonaba tan natural, como ella y las navidades con nieve o ella y sus vacaciones en Bahamas. Se conocían desde chicos, las mismas playas, los mismos clubs y los mismos recuerdos, que tenía que aportar yo y todas mis inseguridades a ese grupo de gente que en el fondo me veía como la aceituna en la sopa ?
Me dijeron que era una broma tonta, que se la hacían a todos los novios nuevos, para templar carácter, que así eran ellos. Las chicas me decían, flaco, así es Erica, le gusta bromear con esas cosas, tomar el pelo. Quería ver que cara ponías. No es la gran cosa. Y yo ahí pálido, tratado de entender la broma, tratando de entender donde estaban Erica y Tato a esa hora que no se aparecían en la fiesta, si tanta broma era porque no aparecían y se acababa el chiste. Se han ido a comprar cerveza hasta Pucusana, para hacerla larga, anda tómate otro trago y me daban vino, mientras la noche llegaba larga y tediosa. Mis nervios crispados, la boca seca. Llamé doscientas veces a Erica, y tantas más sus amigas, le susurraban desde el móvil que regresen rápido que el Negro no había tomado a bien la broma, que estaba blanco del susto, pero todos los mensajes solo caían en el buzón de voz. Tampoco el móvil de Tato estaba respondía, algunos comenzaron a revisar las pistas a ver si a esa hora se había reportado un accidente, porque viernes en la noche ya sabes flaco, a veces las cosas pasan. Y yo sin hablar, sin decir palabra, con la nota de papel en la mano, con la letra de ella ahí, fría y sin mas explicaciones.
El sol de mediodía parecía que fuera a derretir ahora el asfalto de regreso a Lima, yo recordaba los momentos de la noche anterior y no podía dejar de sentir las mismas palpitaciones y sensación de muerte. ¿Qué hacía yo allí con todos esos zánganos hijos de papi? Una parte de mi esperaba que de un momento a otro alguien entrara diciendo que ellos se habían accidentado o que los asaltaron por el camino. Que al menos les robaron los teléfonos móviles, como sugería alguien. Nada. Las chicas fingían que todo era parte de la broma e intentaban seguir bailando pero las oía susurrar sus nombres en la cocina o en la puerta del baño, los tipos solo me intentaban embriagar con vino para que se me pase. La piscina refulgente de color turquesa hacía un hermoso espectáculo en la noche que ya empezaba cerrada.
Una de las chicas se lanzó quitándose el vestido, dejando a la vista un bikini diminuto y salpicándome de agua la ropa. Yo no la conocía, seguro era la novia de alguno de los amigos de Erica, y estaba cansada de ese ambiente de gente susurrante. El novio saltó detrás de ella y comenzaron a jugar en el agua y besarse, alrededor los demás veían o alimentaban el fuego de la parrilla, era como si se negaran a admitir que ese viernes se estaba volviendo un viernes de mierda y que la broma había dado pase al nacimiento del nuevo cornudo del grupo.
Me tumbé cansado sobre una silla de playa, algunos empezaron a bailar. Uno de ellos me dijo que ya se me pasaría cuando volviera la flaca y me lo explicara todo. Que mientras tanto bebiera, yo me sentía fuera de este mundo. Con ganas de desaparecer pero sin el valor para irme. Quizá en el fondo sin rogaba y me trataba de convencer que todo no fuera mas que una broma de niños tontos. Dos horas después llegaron ellos, las caras relajadas y los músculos distendidos, con mucha cerveza en el maletero del auto. No saben el tráfico que hubo-
decían mientras saludaban a todos.
Ella vino directo a mi y acercó su boca grande y pintada de rosa a la mía. ¿Viste la nota? ¿Te asustaste? Me dio un beso sin saliva ¿Pensaste que me había ido? Sus ojos tenían un brillo nuevo, seductor y maligno, sus pupilas dilatadas eran oscuras como pozos negros en donde jamás volvería a saber qué era cierto y qué era falso.
Aquella noche no hicimos el amor, ella bailó hasta quedarse dormida en una tumbona afuera, mientras todos reían y me daban vino y cervezas entre carcajadas cómplices. Todo es una broma, negro, anda ríete, que buena broma. El Tato solo me miraba con ojos fijos desde el humo detrás de la parrilla, no se acercó a decirme nada. Rió como todos, rascándose el pecho como gran matador. Es que el Tato es el Tato decían siempre, el rey de la fiesta.
Al entrar a Lima ese sábado a mediodía sentía que había perdido algo, pero no sabía bien qué. Quizá algo de mi se había quedado en esa playa mientras miraba el horizonte cambiar de colores hasta el anochecer esperando que ella volviera, repasando en los rostros de los otros si había restos de verdad o mentira, si aquella nota era falsa o la declaración completa de que todo acaba de irse a la mierda. No lo supe hasta que no la vi entrar, hasta que no vi la cara de el, dueño de algo que antes fuera mio, devolviéndomelo en préstamo por esa noche, porque después de todo, todo esto que vivo no es mas que sólo una broma. Sonríe Negro, una broma.
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