viernes, abril 18, 2008

Abril, 18

De la última vez q estuvimos juntos recuerdo San Telmo y la música fluyendo por cada piedra del camino. Recuerdo también esa mañana de mi último cumpleaños a su lado, en que me llevo como a una niña a ese centro comercial enorme, para que elija mis regalos sin restricciones. Y recuerdo que había tanta gente bonita, tanta ropa bonita, tantos olores nuevos que yo hui de alli y elegí el meterme a una tienda de discos raros y comprarme aquel que no había oído nunca: Quiero este le dije, será mi primer regalo del día. Un compact de J. Drexler.

Debí decirle entonces, que no era siempre la persona feliz que dormía a su lado. Que mi vida no era siempre con esa sonrisa serena de cuando lo veía leer el diario. Debí contarle entonces de mis manías agrias de enfocar la vida, de mis hábitos nocturnos, de mi soledad congénita. De que jamás fui buena para seguir las normas que dictan los grupos, que siempre soy el punto y aparte. Que me excluyo de voluntad propia, de que sufro a veces por sentirme excluida. Debía contarle que no siempre disfruto de los lugares bulliciosos, que a veces prefiero esos enormes silencios de intrsospección para dejar de culparme por todo.

Debí contarle que solo he sido feliz a su lado, desde que me recuerdo mujer. que tal vez solo una vez lo he sido por completo.

Pero eran días de música suave y de andar por las calles como si no importara nada. Tal vez porque las veces con él jamás me ha importado nada. ni el dinero, ni el tiempo, ni lo que dirá la gente.
Ningún pesar. La felicidad que él conoce en mi rostro, ha sido la felicidad sin contratiempos que nos da vivir de vacaciones. Mi alegría de turista en su mundo desconocido. Mi entrega a la aventura de conocer una nueva tierra y hacerla mia por un par de dias.

Mas debí decirle que cuando me quedo en casa y termina el viaje, mi vida se reduce a escuchar estas canciones suaves que el ya no entiende. A escribir cartas sin destinatario, jugando a que me encuentran, que mi vida es buscar palabras nuevas en el diccionario. Es llorar muchas veces sin causa. Es quedarme en casa sufriendo por dentro por cosas en las que ni Dios tiene imperio.

Debí contarle entonces que soy de aquellas personas bipolares que pueden estar en medio del escenario haciendo reír a todos o por el contrario agazapados en un rincón dibujando gatos sin animarse a conversar con nadie. que para mi no existen los intermedios por eso no me adapto del todo a nada.
Debí decirle que jamás me integro, que soy una latosa, que pocas veces confío en alguien, especialmente en mi misma. Debí decirle que si me presenta a sus amigos a lo mejor y les caigo mal a la primera, porque nunca hablo cuando hay gente desconocida.

De esa última vez juntos, recuerdo su brazo apretando mi cintura, instándome a no salir a bailar bossa nova en la calle, instándome a no perder la cordura después de una noche de vinos. Recuerdo su ternura casi paterna al cuidarme de las migrañas. Su olor de recién bañado.
La frescura que le daba a mi vida. La confianza en que el mundo si funciona y va anuestro ritmo y no viceversa.

Debí aprovechar esa última vez para decirle que no soy la persona feliz que el imagina, que tiendo a la depresión y al enfado. Que cuando compro música no es la que todos oyen, que cuando escribo lo hago casi entre sueños. Que cuando estoy en tierra firme son mis hábitos, los de una persona completamente solitaria. Los de una persona huraña que no se atreve a pedir ayuda.
Debí contarle que sin él, todos mis cafés han sido a solas, que no leo diarios porque me abruman, que la poesía no la entiendo. Que no soy tan infalible en la medicina como podría pensar que es "su niña genio", que dudo de mi misma, que me culpo, que lloro, que grito y golpeo.

Debí decirle que aun extraño los baños de tina largos a la luz de las velas, sin preocuparse por comer o despertar temprano. Pero que en el mundo real, en el que yo vivo a diario eso no ocurre.
que mi via estça sujeta a horarios, obligaciones, restricciones, ataduras. Que ya no soy libre ni para bañarme a solas.

Debí contarle que soy un desastre. Que no serviría para ser compañera suya, que lo llevaria al completo caos, con mi desorden, mis malos hábitgos, mis engreimientos... pero que así a la distancia, despertando en un clima gris a diario puedo asimilar que es mejor haber tenido una estación de cosecha y 500 de sequia. Que asi a la distancia puedo sentir en mis recuerdos los dias completos de sol a su lado.

De la última vez que estuvimos juntos recuerdo haber pedido de regalo un CD de Drexler y que él me pregunto quién era y que cantaba. No le supe responder, tuve miedo a que escuchara alguna canción triste o demasiado dulce y me descubriera. Descubriera que cuando yo oigo ese tipo de música me voy arrancando de la tierra…volando…y me quedo a solas, meditando cosas mías, apartándome del grupo en busca de sentimientos muy míos. Sentimientos que a lo mejor no podría compartirle duarante esos dias en que solo somos Dos de Vacaciones.

24 horas de mundo real

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