Al terminar de
leer sobre ella me pregunto cuantas veces antes he escrito sobre mujeres, las
he descrito a veces perfectas, la mayoría frágiles o al borde de la locura. Que
insanidad hablar tanto de mujeres, si al cabo soy una de ellas. Me veo a mi
misma como un fotógrafo de animales en extinción, tratando de acaparar hasta el
último detalle.
Mis primeros
dibujos también eran de formas femeninas, mucho más fáciles. La curva y el círculo
son acaso más fáciles para cualquier niño. La curva, si. Lo curvado de una
sonrisa, lo curvado del perfil de una cadera, una mejilla, una cabeza erguida.
Mi relación con
las mujeres ha sido como de aquel artista que se observa a si mismo frente al
espejo y se queda admirado que sea el mismo su propia obra. “Hecho a su imagen
y semejanza” dice alguien por ahí.
Me he visto
innumerables veces y me he odiado y amado. He hecho fotos de mí, desde el
cabello hasta la posición más bizarra. Han hecho fotos de mí, desde la curva de
mis cabellos, hasta la posición mas extraña en que me quedo dormida. Que lujo
el ser fotografiada, acaso sea una forma de exploración, de adoración. Ser
deseada a través del lente de una cámara. Transponerse a la imagen propia y
verse a través de otros ojos, que te pueden hacer ver más o menos bella.
Resignarse a la mirada del otro, buscando la propia mirada.
Una vez leí que
una manera de aceptarse era hacer ese ejercicio diario de mirarse en el espejo más
de 5 minutos, mirarse, estudiarse, aceptarse, reconocerse. Intento hacerlo a
veces, pero mi mirada no busca mis ojos, solo recorre las imperfecciones. No
hay la mirada serena de quien se acepta y se conoce, sino la mirada huidiza, de
vergüenza, de pudor ante sí misma.
Debo admitir que
yo no resisto ver mi rostro cansado en el espejo. Por eso las múltiples fotos
de mi cuerpo, fotos en todos los ángulos y con todos los colores. Que vanidad
la mía! Mi sentido estético me impide sentirme bonita, pero la continua educación
me ha hecho aceptarme y saber que lo que tengo es suficiente, que puedo ser la
mejor versión de mi misma. Que mi competidor más cercano e implacable, solo será
el espejo.
Competidor! Vaya
palabra. Alrededor de estos años, cada vez que he conocido a un hombre siempre
se ha interesado en saber si experimentaría el sexo con otra mujer, el morbo no
termina ahí por supuesto, las preguntas surgen a borbotones. Es entonces cuando
me pongo triste. Yo en una cama con otra mujer solo para satisfacer la
curiosidad de alguien más. Yo, compitiendo con otra mujer, como si yo no fuera
suficiente. Yo teniendo que mirarme ante un espejo en el cual no me reconozco.
He terminado de
leer sobre ella y me pregunto qué tanto sabe describir un hombre a una mujer. Todos
los libros e historias sobre mujeres fueron escritos por hombres; su visión idealizada
y perfecta, pero cuanto de real hay en eso? Mirar a una mujer a través de los
ojos de un hombre, eso es todo.
¿Y quién me mirara
a mí? ¿Quien describirá el momento en que me consumo frente a un espejo o bajo
el lente de una cámara? ¿Quién amara suficiente como para mantener ese deseo a
pesar de lo que vea?
#Hoy con musica de Patty Smith