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sábado, agosto 24, 2024

El año del Dragón

Al abrir los ojos se preguntó como ese objeto brillante se había quedado colgando allí desde la navidad, poco a poco fue recuperando la visión de las formas y proporciones de los muebles alrededor y reconoció la textura de la alfombra bajo su cabeza, pero era ese objeto dorado el que seguía captando toda su atención. Había estado allí todo el tiempo que ellos habían salido juntos, como una especie de muérdago que sella el beso de dos enamorados, pero ni siquiera lo había notado. Ahora con la cabeza entre las nubes trataba de recordar cuánto rato había perdido el conocimiento esta vez. Tendría que consultar a un doctor. Otra vez y otra vez pasar por los resonadores y los exámenes que no le dirían nada mas allá de que era idiopático. Probablemente algún trastorno en sus electrolitos, que debía hacer pausas mas seguidas, en fin. No valía la pena gastar el dinero de su seguro en un diagnóstico que tampoco sería seguro.

Permaneció allí tirada en medio del salón, ya podía sentir las piernas y los brazos, pero no le apetecía pararse y ser alguien funcional de nuevo. Contó del uno al diez al revés y al derecho se dijo su nombre como lo recordaba del documento de identidad y su edad que por momentos prefería olvidar. Todo estaba correcto. En el silencio de la habitación solo el tictac del reloj seguía incansable su curso.  El ruido de la calle afuera eran cantos de pájaros y coches transitando a lo lejos. Ella se sintió muy lejos de todo aquello también. Cuantos meses habrían pasado desde la navidad, que deseos habría pedido que se cumplieran. El año nuevo, las fiestas y los bailes. Había empezado como un año prometedor y sin embargo ya no lo resultaba tanto.

Su mandíbula tronó al descontracturarse, el año no había empezado para ella en Enero sino mucho después al conocerlo en esa fiesta a la que inicialmente no iría. Verlo fue de inmediato la sensación que volvía a encontrarse con un viejo conocido. La charla fue fluida y lenta, después de todo era la primera vez en dos meses que ella se levantaba de la cama, le costaba tomar el aire para reírse o mantener el ritmo de la conversación. Por momentos incluso sentía una leve opresión en el pecho, como si todo fuera demasiado lento con él. Había cierta prisa en su interior por empezar una vida juntos, esa historia que aparecía y desaparecía en su cabeza como lo hace un sueño inconcluso entre los vapores del vino. No le encontraba otra explicación que su soledad o la química de su cuerpo atiborrado de fármacos para vencer el dolor. Sin embargo al volver a verlo en la segunda cita la sensación de certeza había sido la misma. El mundo corría en cámara lenta, había una historia enorme esperándolos. ¿Por qué no la empezaban ahora? Ya mismo. Se apresuró a pedirle un abrazo que terminó en beso y así las cosas habían terminado sucediendo, originalmente de conversaciones y temas abstractos a temas totalmente físicos y carnales. Los dolores habían desparecido, cualquier debilidad o sensación de falta de aire por la convalecencia previa era rápidamente superada. Al conocerlo el le había dado ese soplo de vida que ignoraba que le faltaba. De pronto sus pasos ya tenían una dirección y sus músculos de nuevo fuerza. Cómo revitalizaba ese amor, no lo podía llamar de otra manera.

Ahora en ese marasmo que la inundaba allí tirada sobre la alfombra gris, solo podía seguir el movimiento de aquel objeto brillante como la novedad de su madriguera silenciosa. Había dejado de oír música, cualquier tipo e música y dejado de practicar con el oboe. Todo sonido armónico le recordaría un poco a el y le resultaba irrespetuoso a ese duelo autoimpuesto. ¿Qué significaban las estructuras musicales sin el en ellas? Todas las canciones habían perdido su significado y el color de las flores también se había marchitado un poco. A su partida el invierno se había dejado sentir con mas dureza que antes y no tuvo motivos para volver a salir de casa a excepción de las necesidades mas indispensables como la búsqueda de comida o ir a la lavandería. Fue en una de esas idas en que al comentar del mal clima  la señora Cheng le habló del mal humor del Dragón. La lavandería estaba llena de inciensos y ofrendas, al ver sus ojos curiosos sobre ellos la dama había hablado: Estamos en el año del dragón y alguien le ha pisado uno de los ojos. Ella le sonrió sin entender nada, así débil como se sentía; pero la pequeña anciana prosiguió. Te ves enferma le dijo, cara verde, manos secas. Ese es el dragón, si no eres fuerte este año, enfermar duramente.

No podía creer cuanto se le notaba el malestar, a menudo la gente intentaba no hacer comentarios de su apariencia o su salud. Había bajado casi 8 kilos y las ropas que antes le apretaban en las caderas parecían holgadas túnicas para otra persona. Está lloviendo mucho, comentó, como para cambiar de tema y justificar que no saliera de la lavandería rápidamente como lo hacía siempre. Todo eso es Dragón enojado. Lluvia del jueves fue la peor, ahí empezó enojo. 


Ella recordaba ese jueves, la lluvia se había dado como un aguacero implacable que la ciudad no conocía. No eran habituales lluvias tan tardías pero una vez empezó no paró. Fue al día siguiente que el le dijo que no volvería. Había sido una conversación telefónica calmada con otros fines, en donde habían reído y compartido, pero de pronto el humor había cambiado los ánimos se encresparon y las palabras fueron hirientes. El había decidido de pronto que era inútil volver a esa ciudad y ella le había dado la razón. No había nada aquí para el. Una ciudad gris en medio de un desierto, solo eso. Al colgar el teléfono, sintió el pesar de no haberle insistido o confesado que lo amaba. No como aman en las películas y que dura dos horas, sino con ese amor macizo que ella podía sentir cada vez que sus ojos se cruzaron. Hubiera querido devolver esa llamada y decir lo siento, por cosas que no sentía, solo por dar sentido y cuerda a esa historia que había empezado a un ritmo lento y que no se ajustaba a los acontecimientos que ella recordaba de alguna otra vida de algún otro tiempo en su cabeza. Si hubiera podido explicarle, quizá tampoco entendería. Era el peso de una profecía, algo mas grande que ambos. Pero acababa de pisar en el ojo al dragón y la historia comenzaba a desacomodarse, tal como los goznes de la puerta o las columnas de l edificio donde vivía. Un ligero temblor  esa noche había hecho que una grieta en la que antes no reparara cruzara toda la pared de la cocina.

Al día siguiente empezó la lluvia y no paró desde entonces, la ciudad no estaba preparada para tanta agua. Ella miraba desde la ventana, pensando como le gustaría contarle, que junto a ella toda la ciudad lloraba que ya jamás regresaría. La casa se puso en silencio. No más musica. Guardó el tornamos, guardó el oboe. El reloj de la cocina mantuvo ese tictac incansable. Se había parado justo a las 5:20 y ella no quiso cambiarle la batería. Marcaría para siempre la hora del deceso. La hora del fin de ese sueño.

Ahora echada allí en medio del salón vacío en donde el ya jamás mezclaría sus libros con los suyos, ni sus discos con los pocos de ella. Pensaba que había sido hermoso soñar con el amor; durante meses había olvidado su propia debilidad y torpeza  y se había deslizado lentamente por el lomo del dragón alado. Sus brazos se habían aferrado fuertemente a su cuerpo confiada en la dirección que el daba, quizá hubiera volado con el en sueños de libertad y heroísmo en la conquista de ciudades con banderas amarillas y azules, sobrevolando estepas o bosques. No importaba. A veces recordaba un sueño dentro de otro sueño y no terminaba de despertar realmente. Quizá no había logrado vivir con el a la rapidez que exigía esa epifanía. Por eso ahora llovía, llovería, hasta que el mundo se acomodara de nuevo en toda su vulgar y rutinaria armonía. Había pisado sin querer el ojo de un dragón en medio de sus desvaríos de amor y el mundo entero pagaría su descuido.

jueves, agosto 22, 2024

La Viuda

-Y usted qué hace con tantos sombreros?

-Viajar. Viajo mucho


La pregunta la había sorprendido de repente cuando tomaba el café de pie rumbo a la tintorería. La gente en aquel viejo barrio, aun sin conocerse seguía manteniendo las costumbres de antaño, esa curiosidad preguntona que no tenía vergüenza. Ella había llegado al barrio hacía treinta, con su primer esposo. Bueno, el único. El único con quien había firmado un papel para casarse y para comprar aquel viejo departamento del que habían prometido mudarse apenas terminara la recesión y que finalmente habían terminado comprando, encariñados por la vista de la puesta de sol y la rutina. 

Ellos dos habían sido al inicio tan parecidos, pensó con alguna nostalgia.


Llevaba los cinco sombreros en la mano sin haberse hecho de una bolsa, los llevaba mostrando sus vivos colores contrastando contra la mañana brumosa. Se imaginó a si misma como una vendedora de sombreros de una de esas calles del caribe que había recorrido sola, luego que el se marchara. La vida había sido dura y blanda desde su partida. Cuentas por pagar, papeles que no entendía, reparaciones continuas al auto del que también terminó deshaciéndose, como de todos sus discos y papeles. De los tiempos del duelo recordaba la dificultad de sobrevivir el día a día  y la dificultad de respirar las primeras mañanas sin el. La primera bocanada de aire que daba sola. Que dolorosa. Qué difícil todo. Sin hijos que los unieran, sin mascotas. Sin un plan económico que la sostuviera  por si esas eventualidades como la invalidez o la muerte tocaran de pronto a nuestros sueños de amor mas plácidos. Luego la vida se acomodaría lentamente, como se termina acomodando todo, comer menos, caminar mas. Dos trabajos. Menos ropa en el armario, menos tiempo para pensar.  Dejar los periódicos. Habituarse a leer en serio. Muchos libros de texto, al inicio de esos que les recomiendan a los niños y después todo tipo de libros.  Empezaba una larga vida para si misma y ni siquiera lo intuía. Dejó el vasito de café express en el cesto de basura que correspondía y reemprendió su camino. 

Al inicio le había costado mucho caminar sola, salir sola, llegar a un restaurante y pedir la carta sola. Los que luego la habían llamado como dama muy independiente ni siquiera intuían cuanto le había costado volver a ser un ser humano después que él se marchara. Estiraba los dedos, tocaba las paredes y las hojas de los jardines, deseaba rozar su mano cuando tenía miedo. Aunque sea su mano. Ya no estaba, ya nunca mas estaría.  

No había encontrado otra forma de encontrarse  a si misma de nuevo que no fuera en los libros. Cuando comenzaron su vida juntos, él había llevado muchos a ese pequeño departamento grisáceo. Los traía en una caja de cartón y se enorgullecía que a pesar de sus carencias siempre hubiera podido ingeniárselas para tener solo libros originales, con hermoso lomo plateado. Ella no había entendido su pasión por los libros ni por los autos en ese momento. Probablemente porque su pasión era suya y la mantenía al margen de esos títulos raros, que intuía demasiado complicados para ella, pero en cambio le gustaban sus historias narradas en voz alta, las historias de niñez, en las que había un lado humano que el no parecía querer mostrarle al mundo. En ese momento lo sentía cercano y suyo. Justo antes de dormir, en el umbral en el que se volvía niño y hombre. Cuan desconocidos eran ambos a sus veinte años, pero ella creía a esa edad temprana que podrían llegar a conocerse, que el conocería todo de ella. Que ambos podrían vencerlo todo.


Cuando empezó a leer lo hizo primero por el insomnio, no tenía a quien llamar. Y las conversaciones con la gente la abrumaban un poco.  No había tenido hijos y las frases de lástima o conmiseración por parte de otras mujeres la hacían sentir contrariada, como si al perderlo a el y quedarse sin descendencia su existencia no tuviera ningún sentido práctico en esta vida. Al inicio la habían invitado a cenas o reuniones de gente del trabajo, pero al ser la viuda nueva, las miradas de los hombres habían cambiado y el recelo de las mujeres igual.  Seguía siendo atractiva, ella no lo veía pero quizá los otros si. Descolgó los espejos. Los libros eran un lugar seguro. Ahí nadie te juzgaba, podías sentir la emoción del otro tal como la sentía el protagonista.  No necesitabas hurgar minuciosamente para que se abriera a ti. Las emociones de los personajes, sus dudas y sus sueños o derrotas estaban al alcance de la mano. 

Se había entusiasmado con las novelas de aventura mas que con las novelas de amor, le gustaban esas historias en donde el personaje rompe con sus propios vínculos seguros para salir a la búsqueda de lo desconocido. Selvas virgenes, playas o naufragios. A veces el hallazgo de un remoto tesoro. No soportaba las novelas románticas, a su edad el amor ya había tenido muchas caras y sabía que era mucho lo que ofrecía pero poco lo que retribuía. Ella había amado vehemente y fielmente, pero la vida le había arrebatado al hombre que debía cuidarla hasta el fin de los días. Se sentía estafada, esos primeros veinte años de su vida podían fácilmente titularse de : Dedicación al otro. Pero no se puede confiar en las personas. Ahora que se había quedado sola los libros la acompañarían el resto de la vida o eso pensaba. Pero no fue así. 

Los libros serían solo una guía, pronto se daría el primer viaje y luego el siguiente y luego dejar de pedir sin vergüenza el café o el agua en algún chiringuito de país desconocido. Cuánto había ahorrado para poder viajar así. Cuántas personas extrañas cuyo numero no guardaba ya, había conocido desde entonces. Si el la viera ahora quizá no la reconocería ni la volvería a elegir, los hombres que habían intentado amarla desde entonces habían sido unos cuantos pero nadie valía la pena entregar otros veinte años de su vida, de la forma que lo había hecho con él. Temiendo, cuidándole los sueños a veces como amiga y otros como la madre que no buscaba. ¿Acaso ella no lo había convertido a él en el hijo que intuía que el buscaba incansable en su vientre? Le había dado de comer de su seno y soplado la frente mientras dormía, acariciado su cabello y pronunciado dulces palabras a su oido como un sortilegio para tenerlo siempre consigo. No había mas hombre en este mundo que él, no necesitaba hijos ni descendencia alguna si lo tenía a él en su lecho o esperando de pie en la cocina. Incluso si no hablaban. Incluso ante esos berrinches e inconsistencias que tenemos los seres humanos. Ella lo había querido sostener en medio de su rabia. Dar más paciencia de la que creía poseer, ser mejor por el. Para eso no habían firmado ese papelito? ¿Para ser mas gentil con el corazón del otro que con el propio? Ella había terminado de crecer emocionalmente con él, pero todo ese amor no había sido recíproco. 

Al poco de enviudar se había aparecido la otra familia, la familia que el forjó mientras a ella le perdonaba en silencio no poder darle hijos. Esa familia donde tenía el resto de los libros de lomo plateado, los que probablemente si leía y comentaba a la hora de la cena. Nada de eso le sorprendió, porque en el fondo solo nos enteramos de lo que ya sabemos y la verdad es que el jamás había demostrado lo mismo que ella. Quizás a los veinte cuando habían firmado ese papelito, pero después ya no. Se fue extinguiendo. El dejó de preguntarle sus gustos y sueños y ella dejó de mostrarle cuáles eran sus heridas. En calma, todo en calma se había dejado morir el amor, para darle paso a esa rutina espesa, de menos palabras para evitar disgustos. Enviudar ya solo había sido un mero trámite físico. La cama para ella sola, el departamento chico el único bien material que le quedaba, para ella sola también. Que caso tenía mudarse de barrio. Había una hermosa vista al ocaso aun. El lo había elegido por los parques, para pasear a chicos y perros imaginarios que jamás llegaron a tener. Ahora se paseaba ella, sola, por allí sin cadena. Y paseaba también otros parques, de otras ciudades, a pata limpia o en bicicleta. Cincuenta y cinco años, parecía nada, pero era todo una vida. Toda una vida sin el. Toda una vida que venía adelante para ella sola.

Uno de los sombreros de colores se le voló de la mano.

Señora, tome. Un pequeño niño de los tantos de ese barrio sin nombre le acercó el sombrero volado. Ella le agradeció poniéndoselo en la cabeza y haciendo luego una caricia en sus rulos.

-Que lindos- Pasó alguien comentando. ¿Son familia ?

Se sonrieron mutuamente, el niño se retiró avergonzado. Ella solo siguió su camino. Cuantos recuerdos buenos, pensó sin dolor. Cuánta vida. 


  

domingo, agosto 12, 2018

Parte 4: "Atrás perras! El chico es mío"

La cabeza de W. es pequeña y de cabellos cortos y suaves, acariciarlo es como poder tocar un ave rara de la que sabes debes disfrutar intensamente solo hasta que emprenda el vuelo. Esa noche sin embargo, la que quería emprender la huída sin él, era yo. Al otro lado de la vereda vi su caminar ágil en busca del lugar acordado y tuve la imagen de un adolescente que acaba de acordar una cita con alguien mas grande que él. En realidad iba a hacer esto? Mi garganta lo decidió antes que yo cuando lo llamé por su nombre al otro lado de la pista evitando que siguiera preguntando. Detrás de los lentes de marco grueso yo me sentía segura y dueña de la situación. El se acercó sonriendo como si hubiera ganado la lotería. Hace cuanto no me miraban así ?

El lugar estaba lleno, llegar a la barra iluminada con  licores de  todos los colores hasta el techo era un reto. Buceábamos en medio de la gente, indagando sobre nosotros. Te gusta viajar? Cual es tu país favorito? Cerveza o margaritas? Su acento era gracioso y su cara agradable. Vamos arriba? Te gusta bailar?  La gente nos apretaba para juntarnos, su aliento de menta, las miradas del resto. Representábamos  una hermosa atracción de contrarios. Su mano en mi mano, sonrisas cómplices, perfume transpirado. Al subir la escalera supe que me miraría el culo y que acababa de perder la ventaja. No había  trasero mas hermoso que el de las brasileñas y el mío estaba entre regular y estándar. Me volví para mirarlo, su sonrisa agradable no había cambiado.

Calor de multitudes, ningún lugar para sentarse. No importaba, hablábamos y bailábamos. Que edad tienes? Me atreví a preguntarle después de la primera cerveza, porque no aparentas tener mas de veintidós  . Echó la cabeza para atrás riéndose, su belleza era casi obscena en medio de esa multitud de gente gris mirando de reojo. Thirty four… Tu aparentas veintiocho, por eso viniste con anteojos? Para parecer mayor?  Su cara se acercaba a mi oído con la confianza de quien siempre ha obtenido todo lo que desea. Buena jugada, no era para nada un inocente. Unos bailes mas y estábamos besándonos como antiguos enamorados para envidia de las chiquilinas de la mesa de al lado.

Había olvidado que se sentía estar en pareja en una salida, que te cuidaran la chaqueta, que te trajeran los tragos, que te protegieran el trasero del resto. Mis últimas salidas siempre eran con amigas  para bailar entre amigas, a distancia, sin cruzar miradas entre nosotras, observando discretamente si había alguien alrededor queriendo acercarse por algo mas. Con W. no debía preocuparme por nada, el se hacía cargo de todo, no tenía que turnarme la silla con el, no tenía que cohibirme si mi cuerpo despedía sensualidad al bailar. Y lo mejor de todo? Las miradas de las mujeres. Miradas codiciosas por la apariencia de W. Adonde mirara había alguna chica queriéndoselo comer con los ojos, sin discreción, sin el menor recato. Bailaban cerca, sus cuerpos rozándonos. Podía adivinar sus ganas, su pregunta constante: En que momento la deja? En que momento se marcha y lo deja para el resto de nosotras? Como me fascinaba tenerlo para mí sola en ese momento. Que sensual era bailar abrazados, susurrándonos las canciones. El también veía lo que yo? Mi vestido rojo haría una impronta en su polo blanco esa noche. Amanecí con tu olor, me escribía al siguiente día. Ni siquiera habíamos dormido juntos.

Hace casi una década en las primeras salidas con mi adorado Innombrable, recuerdo haber pasado por lo mismo. No solo porque también era guapo y tenía ese aire de suficiencia que tienen los extranjeros cuando están de paso por un país en donde todos suelen estar tan acostumbrados a agachar la cabeza, sino por el acento. Las mujeres en Lima yo incluída, se volvían locas con los acentos extranjeros. Volteaban la cabeza, intentaban cruzar palabra, sonreír mas de la cuenta. En ese tiempo de noviazgo el Innombrable y yo íbamos de la mano a todas partes y besándonos cada dos palabras, igual que W. y yo ahora, sin ser nada en particular. Así que yo abría los ojos y miraba divertida  a esas mujeres después de cada beso profundo que ponía W. en mi boca  para que lean bien claro el mensaje: Atrás perras, el es mío ahora.


Pasaron varias citas antes que W. y yo tuviéramos intimidad. Pero ocurrió con la naturalidad de dos personas que llevan tiempo deseándose mutuamente. Su piel era suave y joven, sin cicatrices ni vellos, sus maneras  seguras y amables, nada de paranoias con el amor, el futuro y las infidelidades. Todo ocurría con naturalidad, dormir juntos, hablar después del sexo, reír durante el desayuno, taparnos bajo la colcha el uno al otro, su calor en mi espalda, su ternura en cada movimiento. Al segundo día de despertar juntos le había afirmado mas que preguntado a riesgo de parecer tonta: 
Realmente eras rubio…
- No lo notaste? -Sus ojos eran de un verde claro sin matices que parecían  sonreírte cada vez que decía algo. 
- Lo único que noté es que interrumpes las frases si suena alguna de tus canciones favoritas, bromeé antes de volver a hacer el amor. El era pura pasión en todo lo que amaba. Como yo.
Afuera Lima estaba gris y llena de caras tristes y frustraciones, yo me estaba dando la licencia de vivirla como me daba la gana y había conocido un W. que me hablaba de la espiritualidad y de como se deja el catolicismo por el ayahuasca cuando sientes que lo convencional no resuelve todas tus preguntas sin respuesta. Había dejado mis anteojos perdidos en algún lugar de Miraflores después de los besos de la primera cita, ya solo podía ver lo que deseaba ver. Nuestros itinerarios de viajes nos condenaban a solo unos pocos encuentros mas aquí o en alguna parte de Latinoamérica.
"Sin presionesdecía el cuando yo empezaba a fruncir el ceño y a querer controlar incluso el clima para volver a vernos. Era mejor hacerse el amor y cerrar los ojos. Acariciar su pequeña cabeza de ave sin prisa mientras me cobijaba en su abrazo tibio.


Que perfecto era poder amarse solo por periodos cortos! W. Mi ave rara volaría pronto y yo tenía toda la semana con él para compartir un vuelo que recordaría cada vez que alguien mencionara un Saudade de vc.







lunes, julio 16, 2018

Parte 1: Ella y los libros

Me gusta esa sensación de cuando terminas un libro y aún estás flotando en los pensamientos de los personajes, en las reflexiones del autor acerca de la vida, su forma particular de describir el paisaje, a los días, los olores. Me gusta esa sensación de estar con un pie aquí y otro en alguna otra parte. Luego, me aflige no poder compartirlo con nadie mas, quedarme por momentos sin palabras. Sin poder explicarme a mi misma  cosas, en ausencia del narrador omnipresente que explicaba todo infinitamente mejor de como se ve usualmente la vida.

Me agrada también, que al haber retomado la lectura frecuente, me hayan vuelto las ganas de escribir o de hacer introspección. Eso por un momento hizo que echara de menos a viejos amigos con los que podía compartir charlas reflexivas acerca de los libros que habíamos leído y que es lo que en realidad busca el ser humano, sin necesidad de agradarnos diciendo cosas frívolas sobre acontecimientos mas actuales. Me gustaban esas conversaciones sin un tiempo preciso en que el clima alrededor se tornaba de una dulzura melancólica y nos envolvía haciendo desaparecer a la gente alrededor, como quien se cubre de una burbuja invisible que lo aparta de la realidad mas cercana.

Me da tristeza sin embargo, conocer nuevas personas y descubrir que pocas cosas tengo para comunicarles realmente, sin llegar a ser empalagosa. Recuerdo a mi ex prometido el-que-leía-sin-parar y sus conversaciones aburridísimas de libros que solo el había leído, el tono de su voz y sus sentencias un tanto petulantes de qué es lo que se debía leer y qué no. Quizá mi opinión esté sesgada en este punto y tienda a generalizar, pero me resulta tremendamente fastidioso conversar con un lector empedernido en convencerte de leer a sus libros favoritos como si fueran los únicos que existiesen. O cuando ponen esa voz diferente, teatral, para contarte las cosas que leen. Se siente el disfuerzo, como a esa cosa química tan fea que le ponen a las bebidas azucaradas para hacerte creer que son beneficiosas.
No sé, quizá odie todo de mi ex prometido. Quizá nunca lo amé y sólo ame la idea del convencionalismo y aparente seguridad que podía brindarme.
Soy una lectora, pero por encima de eso soy viajera. No, tampoco. Solo soy una persona que ama vivir. Ama el sexo y la comida y el café, la música y el vino. Amaría poder beber vino más y comer mas quesos pero no puedo, como no puedo fumar o hacer mil cosas que quisiera hacer sin que dolieran luego hasta acabarme. La vida adulta es difícil.

Hoy una amiga me comentaba que deseaba ganarse el premio de la lotería, viajar por el mundo y casarse con un croata. No sé si sean guapos o no o por qué lo decía. Yo le repliqué que quería en cambio un francés viejo que supiera cocinar y me llevara a degustar bocadillos por todo el mundo, como si fuera un paseo cotidiano. No sé por qué agregué lo de viejo, quizá también por seguridad. Me ha agradado el sexo con mis últimas parejas jóvenes tan enérgicas y llenas de vida, pero también he sentido que sería un crimen atarlos a una relación de monogamia conmigo. Hay personas hermosas que no sirven para vivir en jaulas o para no seguir probando. Probando de todo. Quizá en el fondo busque una persona algo cansada como yo, que quiera sentarse en el pórtico a ver caer el atardecer, bebiendo el té. Pero me engaño. Dije lo mismo cuando me comprometí, dije: He vivido lo suficiente, he vivido de todo lo que pude vivir, me he negado pocas cosas que podían generarme placer. Es momento de descansar y llevar una vida como todos.
Pero no era cierto. Nadie se muere a los 30, ni a los 50 o 70. Yo sentía que el matrimonio era una forma de morir. Morir como yo era y volverme parte de una dupla en donde los límites e volvían confusos. Un ser humano siempre quiere mas, seguir experimentando, seguir de sibarita por el mundo y si tu pareja no puede acompañarte en ese viaje o darte lo mínimo necesario para mantener esa curiosidad en la vida, entonces no resulta. No quieres sepultarte en esos convencionalismos. En ese aburrimiento de volverte otra persona, una persona con la que de niño jamas te identificaras como héroe.

Y ahí viene la segunda parte, esa en la que piensas en tus sueños de niño, en que te imaginas como tu mamá, o como tu papá, creando una familia, protegiéndola, siendo el ejemplo. Un trabajo demasiado pesado, el revés opaco y raído de los trajes de super héroes, la verdadera chamba. El imaginaba que yo quería eso, yo imaginaba que eso es lo que yo quería! Me había  auto convencido de que ese era mi rol final en la sociedad; pero estaban las dudas, las dudas sobre que quería yo o si era demasiado egoísta y mundano no desear formar a nadie mas y quedarme solo yo con todo lo que había logrado aprender sobre la vida y no compartirlo con nadie. Ni mi felicidad ni mis miedos. Ni el fruto de mi esfuerzo. Por que debía de pronto convertirme en la sacrificada madre? Y aun peor, no educar según mis expectativas de vida sino de alguien mas. Como podía admitir la idea de un colegio privado-católico para un hijo mío? Como decirle a un niño que debía controlar sus sueños sus enormes e irreemplazables sueños por unos que tuvieran mas base real? Quizá en ese aspecto yo aun era una niña educando mis propios apetitos. Había seguido el paradigma de mis padres, ese hambre de conocer de todo  como si fuera el  último día de mi vida y sin embargo, sabia que siempre habría un freno. Algo que me podía permitir como freno porque era por mi bien. Pero… Podría prohibirle a alguien masturbarse? Enseñarle a temer a un Dios desconocido? Obligarlo a dormir solo 4 horas para ser el mejor en la meta que se había propuesto? Me parecían ideas que no iba con mi visión de como debía ser la vida. Mi familia no se había guiado por metas, habían vivido tal y como dictaba el mar, el curso de las olas y los vientos, formando en mi conciencia dunas de lujosos deseos que aparecían y se desaparecían en el camino. Eso era lo que yo sentía especial de mi niñez. Como proveer algo así  en una relación de pareja con una persona que era las antípodas de todo lo que yo había deseado? Si, me había equivocado de largo a largo. Pero no con él solamente. Conmigo. No sabía lo que quería, pero definitivamente no quería eso.

sábado, febrero 02, 2013

Mujer del espejo


Al terminar de leer sobre ella me pregunto cuantas veces antes he escrito sobre mujeres, las he descrito a veces perfectas, la mayoría frágiles o al borde de la locura. Que insanidad hablar tanto de mujeres, si al cabo soy una de ellas. Me veo a mi misma como un fotógrafo de animales en extinción, tratando de acaparar hasta el último detalle.
Mis primeros dibujos también eran de formas femeninas, mucho más fáciles. La curva y el círculo son acaso más fáciles para cualquier niño. La curva, si. Lo curvado de una sonrisa, lo curvado del perfil de una cadera, una mejilla, una cabeza erguida.
Mi relación con las mujeres ha sido como de aquel artista que se observa a si mismo frente al espejo y se queda admirado que sea el mismo su propia obra. “Hecho a su imagen y semejanza” dice alguien por ahí.
Me he visto innumerables veces y me he odiado y amado. He hecho fotos de mí, desde el cabello hasta la posición más bizarra. Han hecho fotos de mí, desde la curva de mis cabellos, hasta la posición mas extraña en que me quedo dormida. Que lujo el ser fotografiada, acaso sea una forma de exploración, de adoración. Ser deseada a través del lente de una cámara. Transponerse a la imagen propia y verse a través de otros ojos, que te pueden hacer ver más o menos bella. Resignarse a la mirada del otro, buscando la propia mirada.
Una vez leí que una manera de aceptarse era hacer ese ejercicio diario de mirarse en el espejo más de 5 minutos, mirarse, estudiarse, aceptarse, reconocerse. Intento hacerlo a veces, pero mi mirada no busca mis ojos, solo recorre las imperfecciones. No hay la mirada serena de quien se acepta y se conoce, sino la mirada huidiza, de vergüenza, de pudor ante sí misma.
Debo admitir que yo no resisto ver mi rostro cansado en el espejo. Por eso las múltiples fotos de mi cuerpo, fotos en todos los ángulos y con todos los colores. Que vanidad la mía! Mi sentido estético me impide sentirme bonita, pero la continua educación me ha hecho aceptarme y saber que lo que tengo es suficiente, que puedo ser la mejor versión de mi misma. Que mi competidor más cercano e implacable, solo será el espejo.
Competidor! Vaya palabra. Alrededor de estos años, cada vez que he conocido a un hombre siempre se ha interesado en saber si experimentaría el sexo con otra mujer, el morbo no termina ahí por supuesto, las preguntas surgen a borbotones. Es entonces cuando me pongo triste. Yo en una cama con otra mujer solo para satisfacer la curiosidad de alguien más. Yo, compitiendo con otra mujer, como si yo no fuera suficiente. Yo teniendo que mirarme ante un espejo en el cual no me reconozco.
He terminado de leer sobre ella y me pregunto qué tanto sabe describir un hombre a una mujer. Todos los libros e historias sobre mujeres fueron escritos por hombres; su visión idealizada y perfecta, pero cuanto de real hay en eso? Mirar a una mujer a través de los ojos de un hombre, eso es todo.
¿Y quién me mirara a mí? ¿Quien describirá el momento en que me consumo frente a un espejo o bajo el lente de una cámara? ¿Quién amara suficiente como para mantener ese deseo a pesar de lo que vea?

#Hoy con musica de Patty Smith

miércoles, diciembre 29, 2010

La Mujer de 30 Habla

Preferiría que habláramos con un café en la mano, pero son las 2 menos veinte de la tarde y me siento tan cansada. La luz se filtra por la persiana que vuelve el día en noche y desde el pequeño salón se oye música de esa que yo oigo, pero siempre me dicen ¿Y eso qué es?

Me pregunto entonces, ¿Tan rápido se fueron los 80´s, los 90´s? ¿Por qué existen las canciones que nadie oyó a tiempo? ¿Por qué vienen a casa personas que jamás las oyeron?

Me dejo llevar por la música hasta que llegue ese momento imprudente de la honestidad brutal en que me atreva a decir realmente como me siento, mientras tanto escribo y voy decidiendo si esta será una carta privada o un post.

A veces cuando la madrugada está tranquila y ya me he cansado de revisar todo lo que debía revisar, leo post pasados míos y de otra gente, leo sus comentarios, veo en líneas eso que pensaban y me dan ganas de llamarlos y de decir cosas como: disculpa por no haberme dado cuenta a tiempo lo lindo que escribías. Disculpa por no haber llamado cuando tal vez lo necesitabas. En fin, disculpa por querer vivir mi vida y olvidarme de la tuya.

Hace poco volví a hablar con un amigo del que sin darme cuenta había revisado alguna charla perdida x msn de varias líneas candentes y cómicas. Qué tipo tan sexy pensé, que pena haberlo perdido. Lo busqué por aquí y por allá, para cuando volví a encontrarlo, ya ninguno de los dos éramos los mismos. No que fuéramos peores o mejores, sólo habíamos cambiado y el nexo se había perdido. Me sentí una divorciada sin sexo de consuelo. Me sentí algo sola, pero eso suele pasar y se olvida. Soy buena para olvidarme de mí.

Me abruma no el envejecer, sino el perder a las personas que quiero en ese interín.

Intento asirlas,

a veces es tan difícil.

Si un beso hiciera posible retomar una relación yo lo daría, me dije. Más la vida no es así de simple, el mundo rueda y la gente rueda también, cuando te encuentras en la próxima vuelta de camino, debes tener mucha suerte para que las cosas sean igual que antes. ¿O es que tal vez yo vivo añorando ese recuerdo perfecto que me hace imposible abrazar el presente de una manera real?

Me agrada tener amigos, soy amiga de mis ex. Me encanta cuando la gente pasa a ser ex, alguien que te vio desnuda por dentro y por fuera es inútil que pueda rechazarte, me digo. Así que a veces salgo con mis ex. Y a veces también me entristezco cuando veo que su vida la construyeron de mejor forma sin mí, que hicieron algo que yo no puedo hacer, cerrar los ojos y ser constante con algo/alguien.

Lo siento, pero cuando sientes que una relación está en el borde del conformismo, yo zafo. Y zafo bien. Por eso de las relaciones me gustan las primeras citas, las primeras veces, las primeras frases y luego…Bueno luego, no sé si soy yo o es él o es el amor que no viene con garantía de fábrica, pero todo se echa a perder y a la mierda. Yo zafo.

No te mentiré, a esta edad me comienzan a dar ternura las campañas publicitarias de familias felices, con hijos bonitos y casa bonita, luego reacciono, eso no existe- me digo. Entonces sigo viviendo, tratando, intentando.

Me gusta la vida de soltera, no le soy infiel a nadie, más que a mí misma. Porque un día sueño con uno y hablo con otro y tomo café con alguien más. A la cama es probable que me vaya con alguien y sin embargo ese alguien no es para tomarlo en serio y voy viviendo así, cada día a la vez.

¿Cómo haces para conocer tanta gente? Me dicen

No sé, yo no salgo. Y en realidad no los conozco ni ellos a mí. Sólo somos amigos de paso, nadie se confiesa nada realmente importante, solo hablamos y ya. Es rico tomar café, ir al cine y oir música en vivo en algún bar aguardientoso. Es rico hacer el amor. Es rico escribirte. Oír música, comprar zapatos.

No puedo abstraerme a esta vida si no hay algo que realmente me llame la atención para hacer las cosas diferentes. Si no existe alguien que me mueva a cambiar mi vida, si en realidad yo no lo deseo.

¿Qué por qué las relaciones duran tan poco? No sé, yo no tengo las respuestas. Hago el amor si me da la gana y busco no tener remordimientos si es que esa relación no funciona luego.

Las relaciones no son para buscar matrimonios, son para buscar algo que te falta aquí dentro. Para encontrarte a ti misma- repito a mis amigas obsesionadas por una relación que les mejore la vida, algo estable que les permita dejar de buscar.

Yo no tengo las respuestas, pero creo, que es bueno si primero te disfrutas a ti misma, te abandonas a esos pequeños placeres de engreírte, te masturbas y encuentras cual es el punto que te gustaría que tocaran durante una relación. Si ves películas y lloras, si puedes irte de viaje. Si haces esas cosas que parecen huecas para la gente que vive la vida de a dos, pero son fundamentales para la gente como yo, que no podría vivir de otra manera que no sea así: Viviendo por vivir. Viviendo simplemente.

domingo, enero 17, 2010

No Busco a Nadie, pero.............

Me gustan las fotografías a blanco y negro y Fito Páez, por el momento es todo lo que puedo decir.

No sabría como iniciar una descripción mía, llevo 5 años y aun no llego a satisfacerme. En realidad el internet, las redes sociales y presentarse por primera vez a alguien que no te conoce es tremendamente embarazoso y devastador para mí, el comprender de pronto que Ellos no te comprenderán!

¡Never!

Me han sugerido que refresque mi círculo de amistades (como si hacer eso fuera fácil) y me he negado a hacer el intento, mis últimas salidas, intentos y casi citas han sido un fiasco, en los que sólo puedo añadir la viñeta de: Metí la pata.

Y es que la única manera de no meter la pata con un hombre es hacerme lesbiana, así de simple, pero la verdad que de todas las mujeres que conozco (incluyendo a las cibernautas) no me satisface ninguna, ni siquiera por la curiosidad de una charla porque sí.


Qué difícil debe ser para un hombre hallar una pareja.

Lo de amiga es fácil, generalmente lo logras con la chica que no te gusta físicamente o aquella que sabes nunca te dirá que sí, ante tal panorama, amigas pueden ser varias y a mí, la verdad por el momento no me interesa ser amiga.

Amiga...Vamos! Sin beneficios? Teniendo que pagar la entrada al cine, la mitad del café, acceder a ir a comprar discos o la ropa que tu quieras, oir tus vainas? Hombre, me parece que tu necesitas un novio no una amiga!

Podría ser amiga? Sí de hecho soy amiga de mis ex, nada cómo perder el interés sexual en un hombre como para verlo en su real dimensión (ejem... casi literalmente) y poder aconsejar, oír o hablar con alguna objetividad, pero la verdad y soy sincera, por el momento no podría ser amiga de nadie.

Tampoco entablar citas (menos si son a ciegas...¿Qué pasa si toco algo que no es?) Generalmente me equivoco y resulta que cuando a un hombre se le da lo que desea, plaf! simplemente desea algo más pero en alguién más...y eso, joder, cómo jode.

Qué delicia sería hallar a alguien que no odie tu música, que no tema ir a ver las películas que tu quieres ver, que te regale un libro que no pudiste comprar, que te escuche cuando sólo quieres ser escuchada...y bueno, que él no desee a nadie más que tu en su cama, sería un buen plus, pero bueno poner eso sería conformismo, cualquiera lo podría dar.

¿Qué mujer no buscaría más cosas? Un buen C.I, un buen CU... y una buena tarjeta? Pero vamos! yo lo sé y tu lo sabes, no se puede vivir de eso para siempre

(aunque.... quién diablos quiere vivir para siempre?)

Sin embargo, para mí, humilde servidora...Si no puedes con la música ni con el sexo. No puedes. Ni podrás.


El amor se encuentra en el camino y a veces ni eso, pero la gente sólo quiere experimentar amores de película con chicas de película y eso, vamos! eso acorta las posibilidades. Desmerece cualquier intento de mi parte.
Quieren perfección? Yo pregunto: Eres perfecto??
Quieres cariño? come on ! ¿Me quieres?
Quieres una amiga? Carajo! ya tienes muchas!
¿No empezaríamos bien si me trataras como mujer?

TU Mujer

Por qué exigir lo que no dan? Por qué, eh?



Porque, yo no fui la mas guapa del baile pero... me gustaba ver fotografías a blanco y negro y las canciones de Fito Páez

¿Dónde estará aquél que ya no busque lo que no puedan darle y se quede conmigo, para ver acabada la fiesta, cómo sencillamente amanece?

La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...