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lunes, julio 05, 2021

El Hombre Finito 4: Laura se fue. El Comandante me adoctrina

https://yanohaymasruido.blogspot.com/2012/09/el-hombre-finito-3-laura-el-vasco-y-los.html 




Laura desapareció sin dejar rastro una mañana de Junio en que el calor del verano ya estaba en todas partes. Mi cubículo/habitación quedo entonces vacío y con el hedor a humedad y moho fluyendo desde todos los rincones. Aunque busque no halle ningún rastro de su ropa o de algún objeto personal conocido al cual aferrarme. Hasta esa mañana no me di cuenta que ademas del sexo ella y yo no habíamos compartido casi nada intimo o sustancial en los tres años que habíamos pasado juntos, mas allá de historias de ex amantes y deseos de libertad y viajes por el mundo, disueltos en historias azucaradas que podían ser suyas o robadas de alguien mas. El día que desapareció yo ya no la amaba o quizá ya no la amaba como antes, por eso no corrí a la puerta a buscarla ni llame a nadie a preguntar su paradero. Había temido que se fuera tantas veces que cuando lo hizo me sentí repentinamente cansado y viejo. Me senté en la cama a oír como el reloj hacia con sus agujas un eco metálico en la habitación vacía, mientras una cucaracha cruzo el cuarto sin ningún pudor, al saber que tampoco iría por ella. Mi cuerpo lo sentía pesado con un núcleo de concreto que debía estar imantado al mismo centro de la tierra y se extendía hacia afuera con extremidades ampulosas difíciles de levantar del piso. Era yo un organismo inerte y sin fuerzas abandonado en aquella habitación de paredes con filtraciones de agua, en donde el sonido de los ratones rasgaba desde adentro.  Cuanta miseria pensé, al irse Laura la magia de ese palacio inventado se había marchado con ella y solo quedaban migajas de la vida miserable que tenia por delante. Me pregunte si así era la muerte. Si esa sensación de abandono y de sentirse absurdo dentro de una realidad a la que ya somos ajenos, seria la misma que me ocurriría el día que muriera, si me costaria tanto levantarme del piso y solo me abandonaría a que apaleen tierra sobre mi rostro, hasta enceguecerme.  Eso, a decir verdad, ya no importaba tanto. O importaba muchísimo. Porque una vez terminado el amor importan con más materialidad aquellas cosas que jamás se dijeron, esas deudas de valor y esos silencios se cargan con un peso intrinseco ligado al propio dolor, tornándose también mas tarde en un dolor físico. Todo lo reprimido empieza a brotar  entonces, con millones de porqués. No había llegado a confesarle mi miedo a vivir ni mi miedo a morir. Ella se había ido sin saber quien era yo, quien era ese amasijo de miedos y pesares y yo desconocería para siempre todo de ella. No había hecho las preguntas correctas, quizá no había prestado la suficiente atención. Habíamos sido dos seres ficticios viviendo una mentira. Era una situación triste esa, más allá del abandono. El saber que habíamos perdido la oportunidad de conocernos de una manera real y humana.


-“Es que la historia del amor es la historia de las grandes conversaciones”- había dicho el Comandante una de las madrugadas que vigilábamos la casa de Haniel Suarez. Eran madrugadas largas en que hacíamos de vigias desde su terraza, a veces bebiendo café o fumando. Madrugadas largas en que lo conocí mas a fondo, mientras me enseñaba como limpiar un arma, o como ubicarse sin brújula en el mar solo por el rastro de las estrellas. Teníamos casi la misma edad, el me llevaba ocho o diez años apenas pero su apariencia era la de un viejo corsario con heridas de batallas de otro tiempo. El estaba lleno de cosas interesantes para enseñar y yo estaba ávido por aprender todo, pero hasta ese momento el tema del amor no había salido a flote. 

-No creí que fuera un romántico Comandante. Hasta de asesino le he visto pinta pero de romancero, nunca- le dije encendiéndole cigarro mientras le guiñaba un ojo por el humo.

El se rio de buena gana con una risa enfisematosa que hizo eco en los vacíos de la noche. Para vivir haciendo esto de querer cambiar al mundo, hay que ser un poco romántico, no crees Marchessi?


Estábamos embarcados en ese proyecto desde hacia varios meses, apenas lo conocí y supo de mi condición de muerto andante, hizo de todo para que me uniera a su causa y como yo no tenia nada que perder me fui con el. Empezó explicándome porque era necesario cambiar el mundo y a cuales responsables había que dedicarnos a eliminar en ese proceso, tunantes, escoria de la sociedad que debía ser apartada silenciosamente sin levantar barullo, políticos de medio pelo y recaderos de otros políticos aun mas oscuros. Nosotros seriamos los encargados de ir rompiendo los hilos intermedios, los puentes que se podían tender entre una y otra mafia. Y vaya que las había! Según lo que me explicaba las corrientes subterráneas eran tales, que existía una mafia desde el sector de la construcción hasta el de los panaderos. Así es como se movía el dinero y así es como se realizaban o no las obras. Yo ignoraba todo eso, porque nunca me había importado saber como era el mecanismo detrás de todas las cosas, de donde me veía el dinero que ganaba en los trabajos eventuales, o como es que incluso trabajando todos los días de mi vida, mi situación de pobre y obrero del sistema jamás cambiaria. El comandante me lo comenzó a explicar de a pocos y como si fuera un niño idiota. Tenia mucha paciencia. Me dio los libros, las armas, la teoría. Me hizo razonar y contradecirme una y otra vez en busca de la verdad. Le puso un objetivo a mi vida que hasta ese momento no había tenido otro que no fuera revolcarme por sexo, mientras esperaba la muerte. 

Éramos vigilantes de ese submundo y estábamos atentos al mas pequeño cambio dando avisos a los ejecutores del plan general cuando era necesario, pero también- y eso me lo había remarcado con mirada de acero mientras limpiabamos las armas- podíamos  en cualquier momento, pasar a ser la parte ejecutiva y claro, yo era su hombre clave. El arma secreta si todo eso fallaba. El chico que tenia la bomba en la cabeza y no temía morir.

-Mira Marchessi lo que a ti te ha faltado en la vida es amar a una mujer de a de veras, me dijo cuando me mude a su casa, que no era sino una buhardilla repleta de libros hasta el techo. Porque Mal de amores los tiene cualquiera que se arreche con el sentimiento. Pero el día que amas te dan ganas de vivir no de morirse. Y tu no haz dejado de morirte ni con ella ni sin ella.


Lo decía mientras me cargaba con la cara ensangrentada y la nariz rota de los golpes que me habían dado en la discoteca por andármela dando besos borracho a la chica de uno de los gorilas de allí. Esas peleas después de Laura habían sido frecuentes. Yo solo me iba a beber y hasta que no me sacaban a golpes la fiesta no terminaba. Fue de una de esas golpizas que me había rescatado el Comandante apartando a todos con su bastón de roble y me había llevado a rastras a su casa para curarme las heridas de la cara y un poco las del alma. Me vendo el brazo roto y la cabeza, me dio de comer, me ofreció su piso y sus libros y por sobre todo, permitió que no me quedara en silencio mientras el hablaba. Me iba sacando pequeñas cosas de mi infancia en las que no había reparado, sutiles traumas de personas y tiempos que habían sido hábilmente enterrados. Le hable de Laura no una sino quinientas mil veces, pero el no se conmovía con el tema. Decia que lo mío con Laura no era una causa sino mas bien una consecuencia de todo lo que me había pasado antes, de todas mis carencias y también las de ella y hasta que no solucionara eso, vendrían mil Lauras mas y de todos los colores.

-Pero a ella no la conozco así que ya está, que se vaya a freír espárragos que  al único que podemos curar por lo pronto, es a ti que estás aquí y hay tiempo,  decia.


Curar de que o para que? Me preguntaba a solas en medio del insomnio acompasado por sus ronquidos a mitad de la noche. Acaso no sabia que me iba a morir igual? Que no había nada que curar ni mas sentido que dar, porque ya estaba escrito como un papel oscuro lo que me deparaba el destino? Habían sido tres años en que Laura y yo habíamos compartido el piso, la cama y las desventuras. Sentía que conocía su cuerpo palmo a palmo pero la verdad  es que los seres humanos nunca nos terminábamos de conocer del todo. ¿Quien era ella? ¿A donde iba? ¿Que buscaba de mi? El comandante me repetía que no había sido amor sino arrechura, pero cuando yo pensaba una y otra vez en su melena despeinada o en sus pies tatuados no era el deseo lo que se movía en mi sino mas bien un sentimiento esponjoso que me reblandecía por dentro. Era difícil explicárselo, si lo que un hombre debe sentir por una mujer no sea acaso algo mas encaminado a la dureza y a lo falico,  sin embargo pensar en sus labios o en sus ojos al abrirse por la mañana me generaban más sentimientos tiernos que de deseo. Mirar a Laura le daba a mi corazón la textura de una galleta y ella se tornaba en el tazón de leche tibia en donde quería desmoronarme para siempre.


-Son tonterías de niñato, me dijo el Comandante. Eso no es amor. El amor ya te lo dije es la historia de las grandes conversaciones 

-Entonces usted y yo de tanto hablar vamos a acabar enamorándonos-solté yo con sorna .

-No digas estupideces, Manolo. No me haz hablado de una sola frase de valor que te haya dejado ella, una sola charla que haya sido memorable como para quedar exhaustos hablando ¿Es que nunca te haz topado con una mujer con la que te importe mas pasarte la noche hablando que pensar en como te toca el pito?

-Pues …-cavile unos instantes pensando en las manos y en la boca de Laura- Pues creo que siempre me ha ganado el deseo.

El comandante se movió cansado y rengueante por la habitación hasta llegar a un libro gordo forrado en cuero rojo, mugroso y desgastado por las orillas.


-Léelo, quizá te cambie la vida como a mi - y me soltó el libro sobre la mesa, mientras encendía el mechero que ilumino por un breve instante su cara llena de cicatrices. 

Al abrirlo, una mezcla de aroma de neftalina y lavanda ascendió hasta mi nariz. La dedicatoria iba firmada con una letra azul firme y decidida. 


Que lo que hablamos hoy no se quede en sueños.

Tuya por siempre. Clara H.


Esa noche el Comandante me hablo por primera vez de Clara Hernández alias Lola. Su mujer, su amante, el motivo que lo había hecho creer que el mundo podía cambiarse. Esa noche me dormí pensando si existía en el mundo una Clara para mi y si tendría el tiempo de encontrarla.


………….


Viene de: El Hombre Finito

lunes, febrero 04, 2013

Oficio conocido: Ser Medico




Ayer mientras caminaba, me perdí en una librería- Si, es verdad que yo siempre me pierdo y más aun en las librerías- pero ayer andaba mas perdida que nunca, sin saber qué libro coger o que exactamente comprar- si después de todo, yo casi nunca compro nada de lo que realmente deseo. Terminee así en un estante de libros de gerencia y liderazgo en donde los simples títulos ya lo decían todo y en los que aun acercándome  a leerlos yo no entendía nada.

Me pregunté entonces porque todas esas reglas de éxito y liderazgo nos salían tan mal  a los que trabajamos día a día en los hospitales. ¿Es otro tipo de lógica la que nos maneja?  Después de todo, se puede explicar cómo despedir adecuadamente a un subalterno, pero no existen libros que te expliquen como despedir adecuadamente a alguien que ha muerto, o como enfrentar a la familia que espera tu informe en ese tipo de noticias.

Salir, bajarse la mascarilla y decir: “Hicimos todo lo que se pudo” es algo que solo ocurre en las telenovelas y por supuesto, jamás esa frase sería suficiente.

A diferencia de otros empleos en que se miden valores y cifras, sin tener conciencia real de las consecuencias o los afectados directos de lo que hacemos o decidimos, en este trabajo día a día debes poner la cara ante esas decisiones que una vez tomadas marcarán la vida de otra gente. Gente que te da la cara, te estrecha la mano, de la cual por unos minutos te hace formar parte de su vida o del declinar de esta. Gente real con problemas reales.

“ Has visto mucha gente morir?”- Es la pregunta que suelen hacerme. “Algunos”- Respondo, sin ganas. Cuando en verdad debería responder: “Cientos, he visto morir a cientos”, pero en cambio sonrío y trato de no pensar en eso.

La siguiente pregunta suele ser “Que se siente?” a lo que respondo cínicamente: “Casi nada”- Aunque eso tampoco sea cierto. Porque en ese momento, la verdad la muerte no significa mucho.
Los muertos pasan a segundo plano cuando a quien debes enfrentar es a los que quedan vivos.
 Lo que más importa es como informarles, así,  das la noticia lo mejor que puedes, la gente solloza, los consuelas , te agradecen o te maldicen y sigues tu vida. Vas a almorzar, conversas con alguien, te ríes de un chiste.  Hablas por teléfono, que al fin y al cabo dar ese tipo de noticias es parte del trabajo ¿Y tú estudiaste para eso o no?
Pero no es cierto.
Aunque la muerte parezca un evento olvidado cuando llegas a casa y abrazas a los tuyos y bromeas de algo cotidiano para omitir realmente como fue tu dia, toda esa pugna de sentimientos bloqueados aflorará tarde o temprano.
Porque hay momentos en que nadie te ve, en que solo estás tú y tú conciencia y no puedes evitar recordar a alguien que se ha ido y por el que no pudiste hacer nada. Recuerdas cada detalle, el rostro de los familiares, la última frase. Todo como en una película hecha solo para tus ojos.

Surgen entonces una variedad de sentimientos ¿Frustración? ¿Tristeza? ¿Enojo? ¿El ego herido del hombre que no puede ser Dios y tampoco puede ser verdaderamente humano?

Porque ¿Qué clase de cyborg puede dar ese tipo de noticias a diario sin sentirse afectado? Sin derramar jamás una lagrima. Decidir lo que otros médicos no quieren decidir, lo que la propia familia se niega a decidir, lo que una misma no quisiera decidir. ¿Prolongar unos días más la agonía de alguien o evitar más esfuerzos y dejarlo partir? ¿Cómo saber si no surgirá un milagro inoportuno que te hará ver como el farsante que desprecia la vida en lugar de protegerla?

He visto muchas cosas que los religiosos podrían llamar milagros. Todo lo que la ciencia no puede explicar aun de una manera categórica, la gente termina por denominarles milagros. Hechos inoportunos como decía, interfiriendo con la lógica de la ciencia que avisa muy cauta: “Ojo que se nos muere si no hacemos nada” y claro, aun sin que nosotros hagamos nada el paciente milagrosamente vive.


Pero hablaba de lo inoportuno y ¿no es acaso más inoportuna la propia muerte? No he conocido a alguien que estuviera listo para marcharse. Incluso aquellos cadáveres en vida a los que nadie visita abandonados en los hospitales, se mueren en días soleados, opulentos, de brisa perfecta. Certificas una muerte, mientras vas viendo por los ventanales como cae el sol mansamente sobre el perfil de la ciudad.
“Que injusto es tener que llorar en un día así”- te quedas pensando.
No, la muerte jamás es oportuna, ni siquiera cuando es provocada ni cuando somos el vehículo hacia ella, como usualmente pasa. Cada decisión, cada movimiento nuestro definirá más tarde el que podamos dar a la familia del paciente una buena o una mala noticia.
Yo usualmente, soy la mensajera de las malas.

“Abandonad toda esperanza”- es el eco que anticipa mi llegada.

Mi discurso es simple y corto, finaliza con un: “Haremos todo lo que esté en nuestras manos”. Y aunque no hay verdad más pura que esa, se que jamás será suficiente. De nuestras manos se escaparan vidas, sin que podamos hacer nada para remediarlo.
Veo mis manos ahora, que inútiles parecen cuando no tocan a alguien.

“Ninguna mujer que haya elegido esta profesión ha de ser muy normal” – dice en tono de burla, el médico más viejo del lugar. Y me pongo a pensar a que se refiere con normalidad y si ese concepto no se basa más que en una estadística de popularidad. Luego, agrega “O al menos nadie se salva de esto y vuelve a ser como antes de entrar a un hospital”. Esta última frase le sale casi como en un susurro para sí mismo.

“Nadie puede seguir siendo normal después de ver morir a tanta gente” dice alguien y yo pienso en los militares, en los guerrilleros, en esa gente para la cual el sentido de la vida ya no será jamás el mismo, pero en cambio la muerte pasa casi desapercibida.

“Es que morirse es un juego de niños cuando en vivir esta lo difícil” diría uno de mis personajes.
Me pierdo en la librería como un niño que busca inútilmente respuestas, me pierdo entre estantes repletos de libros,  con pasos cansados y solos. Por un momento desearía meterme en uno y que la vida sea solo un cuento con final feliz, en  donde la única frase que yo tenga que decir fuera: ”Colorín…Colorado…”

jueves, julio 23, 2009

Sueños de Muerte

Sueño con la muerte. No como soñaba antes con mis otras vidas. Sueño con la muerte real, esa que me toca a diario, contra la que me hago fuerte y de la que hablo irónicamente. Esa contra la que dicen que lucho, aquella contra la que siempre terminamos perdiendo.

La gente no entiende mis decisiones, esos giros excéntricos, ese miedo al futuro. No entiende porque si decido abrirme, contarles todo, mi vida resulta estar llena de saltos al vacío como si no hubiera un mañana, como si cada día fuera el último.

No entienden porque reniego de una carrera como la mía y en cambio preferiría largarme conocer muchos sitios y pasármela escribiendo. Como tengo las fantasías más raras con la gente más extraña o porque siempre termino echando a perder las relaciones.

Es en parte mi miedo a ese futuro que se quiebra al instante siguiente de dártelo todo. Es por esas vidas de 20 años que se esfuman por dolencias raras, por accidentes inesperados sin haber vivido nada. Sin que su familia o amigos puedan hacer nada al respecto. Sin que nosotros podamos ganarle nunca la carrera a la muerte.

Cada día se muere el sueño de alguien, sin haberle dado el tiempo suficiente para cumplirlo.
Tal vez las agallas.

¿No es acaso triste que un chico muera sin haber amado ninguna vez? ¿Que desaparezca su existencia sin haber sabido que era un beso? ¿Que su último sueño haya sido conocer el país de sus abuelos?

¿No es acaso triste no poder ser el hada que cumple los sueños, sólo la gris confesora en el umbral de la muerte?

Yo decido locamente, pensando en el nunca más y el para siempre. Decido cosas que a veces me hacen daño, solo porque confío que puede haber algo más allá de mis pobres expectativas, algo más allá de mi ruta cotidiana de colegio-universidad-trabajo. Que vale la pena tirar por la borda todo, si es que hay algo más en el mundo de lo que no conozco y que tal vez me pertenezca por derecho.

Sólo por el derecho de creer que existe.

Sueño con la muerte de gente que amo, tal vez porque el último mes he visto lo fácilmente que desaparecen las vidas de la gente a la que no alcancé decirles Te quiero. Y me despierto con el sobresalto de saber que la muerte es a diario más que una posibilidad una promesa.

¿Podré hacer yo las cosas que deseo antes que ésta llegue?

¿Mis ojos de bañarán en los océanos que no conozco antes de terminar el viaje?
¿Habré hecho lo suficiente para mí?

¿Es que para mí alguna vez la vida logrará ser suficiente?

La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...