viernes, octubre 31, 2025

SUNSET

 Estalla tu sonrisa en una ofrenda de paz…Escucho los fragmentos de canciones que nos solían unir y pareciera imposible que en algun momento nos alejaríamos nuevamente a los extremos del mundo donde habitábamos. ¿Quien iba a decir que sería la música esa amalgama que nos terminaría por unir mes tras mes aunque no tuviéramos mucho de que hablar del mundo que nos rodeaba? Había algo en las canciones, algo en el hecho de reposar mirando al techo esperando que nueva canción se le ocurriría enviar y cual en respuesta yo. Demasiado infantil para dos personas que pintaban canas y hablaban del mundo con el cinismo de los que creen que ya lo han vivido todo. Esa actitud adolescente de ser solitarios por decision propia. Mentiras todas mentiras. Nunca me sentí mas acompañada que cuando hablábamos de nada, pero todo eso se deshizo tambien, como cualquier historia ordinaria. Una nube de algodón transformándose en otra y luego en nada. Solo cielo limpio donde ya no cabía un recuerdo más. Y ahora estoy aquí buscando en otras personas los restos de mi que pude haber reconocido mientras me mirabas.


Parece fácil hallar otra persona que haga la guerra o  me de silencios largos si sucumbo a la neurosis. Volver a las canciones en donde pensé que se hablaba de mi, o de lo que sentías por mi, pero bien decías que esas canciones no eran para nadie. Que jamás dedicaste una canción pensando en alguien especial y a mi me suscitaba la duda, porque en esas letras yo senti que te miraba, mas profundamente d ello que hubieras dicho en mil discursos. Y sentía que te conocía y recordaba entonces esa niñez solitaria en que me inventé un amigo y tenia tus manos y tu rostro, hoy ajado por el tiempo. Pero no, no eras tu. O así tuve que admitirlo una vez que se acabó todo lo que nos unía y hubo que replegarse en el olvido y la soberbia para soportar que algo hermoso se había acabado y no había soundtrack ni melodía que pudiera acompañar ese dolor lento y triste que se fue apoderando de mis movimientos y mis palabras.


A veces cuando miro la linea del horizonte y veo el mar o algun atardecer lento que se desangra en colores familiares, siento que podrías estar del otro lado del mundo viendo lo mismo que yo. O recuerdo ese hombro tuyo lado a lado, silencioso sin atreverse a decir nada hasta que el sol caiga, en la primera cita que nos permitimos darnos. Que comienzo mas cursi, el de dos personas mirando el sol meterse en el océano.¿ Acaso no habian pasado ya, mil atardeceres antes, con otras personas y no habrían mas por venir a nosotros, quizás a solas, quizá como ahora eternamente solos ? 

No importa la gente que se siente alrededor si no hay realmente con quien hablar. No importan las canciones si no pueden entenderlas y las muchas cosas en comun que puedo tener con otra gente haciendo match como en una tienda de productos que necesitas en tu vida. No importa nada de eso, porque ya no está ni mi sonrisa ni mi ingenua forma de creer que mi mejor amigo ha vuelto a mi para mostrarme sus heridas y sus canciones. Ese amigo invisible al que yo llamé en mis momentos mas solitarios pensando que en algun lugar del mundo si existía, no importaba si fuera hombre o mujer sino que entendiera. Entendiera esta sensibilidad extraña de los niños que crecen solos y se van apañando con trozos de cuentos, de arte y de musica para soportar el miedo y la extrañeza frente al mundo. Pero no somos niños. No mas. Ahora somos adultos que hieren y repiten las heridas no sanadas. Adultos que se quedan atrás caminando por alfombras de flores secas hasta que llega la noche.

viernes, septiembre 19, 2025

Soy

Soy medico porque quería saber el por qué del ser humano, o sea supongo que en el fondo debí estudiar filosofía. Pero soy muy activa, mucho que hacer con las manos, pensé que había mucho por hacer, "mucho en que ayudar". Por eso decidí ser médico. Dije, "mientras lo voy descubriendo, iré ayudando a alguien y no solo escribiendo. No suena mal"

Decidí ser intensivista, porque quería silencio para leer y la UCI me pareció un buen lugar para hacerlo. Los pacientes estaban intubados. Parecía que no tendría que hablar con nadie nunca más. Me equivoqué. Me equivoqué en todo. Nunca he hablado mas que siendo medico intensivista. Te demoras mucho dando noticias malas o explicando porqué alguien se está muriendo o se va a morir, porqué como familia deben de aceptarlo o no aceptarlo y dejarnos hacer todo lo posible. Te tardas mucho hablando con otros médicos tratando de convencerlos en hacer todo lo posible o porqué finalmente dejen de hacer tanto daño haciendo todo lo posible. Tu ética y tus circunstancias personales se ven envueltos en batallas épicas de las que nadie sabe, ni comprende excepto otros locos como tu, pero con los que no quieres hablar en voz alta. ¿De qué podría hablar seriamente con ellos? ¿De La muerte ? ¿De la vida ? ¿De lo que nos pasa día a día? Me refiero a hablar sin ironía, sin cinismo, ni haciendo bromas sobre la muerte ni comparaciones dantescas de lo que podría haberse o no hecho con un paciente.


 Somos gente rara los que trabajamos en Uci, pero no por eso me quedaré aquí mucho tiempo. Es decir, me ha dado buenas historias, una forma de mirar el mundo particular, que no me habría dado otra forma de trabajo. Recuérdenlo, yo en el fondo quería filosofar sobre de dónde viene el ser humano o el por qué de sus acciones. Así que estar en el umbral de la muerte era el trabajo mas obvio, tomar decisiones difíciles, decir discursos elaborados, tener un mínimo de sensibilidad, ensayar la empatía, saber deshacerse de ella cuando hiciera falta. Volverse una especie de sociópata normalizado y  saber volver a casa después de haber dado malas noticias y sonreír como si nada, reír, bailar, comer. Total, es la vida de otros, hay que festejar lo que se tiene. Saber cambiar página y seguir respirando, sino nos volveríamos todos bien locos.


Hay una extrema sensibilidad  de la gente en salud, muy publicitada,  con la que riño a veces, esa que usan los otros para atraer a la gente a su seno y decir soy mas bueno que los demás, soy mejor que los demás por saber hacer lo que tu no quieres hacer. Yo ya no lidio con eso. Yo por el contrario detesto a la gente que pudiendo hacer lo correcto decide conscientemente no hacerlo y dice, ah pero tu puedes hacerlo mejor hazlo tu, húndete tu, llora tu. Exponte tu. Por eso es que no voy a estar eternamente en este trabajo, a pesar que otros digan que los dignifica y los vuelve mejores personas. Yo ya era una buena persona antes de este trabajo, antes de ser médico, antes de dar malas noticias, antes de saber como revivir gente. Era una buena persona mirando la playa sin pensar en nada, sin saber como nadar lanzándome al mar lleno de olas encrespadas, creyendo que merecía vivir. Era una buena persona cuando decidí nacer a pesar que no estaba planeado que naciera. Y soy una buena persona cuando decido no traer hijos a un mundo acabado por la indignidad y la desdicha. 


Hace poco vi la entrevista a un actor alemán a quien le preguntaban ¿como lidias con la desesperanza del futuro ? y el respondía simplemente: Es que no tengo ninguna. Y fue tan esclarecedor para mi. No hay ninguna esperanza. Con lo visto antes y lo visto ahora, incluso viviendo con toda la nobleza de la que seas posible no encuentro que como humanidad merezcamos un atisbo de esperanza y ser consciente de eso calma un poco la rabia que he sentido estos años contra el mundo, por no intentar cambiar en nada su curso autodestructivo como humanidad. Por cada persona que he visto en sus horas mas oscuras decidiendo por otras personas mas frágiles basados desde su egoísmo, desde su mas absoluta miseria moral, esperando algo mas grande que ellos, a veces una recompensa económica, a veces una recompensa en otro mundo. Y yo allí con ese nudo en la garganta como una piedra de mármol subiendo y bajando sin poder hacer nada, porque no está en mi poder cambiar las cosas. Libre albedrío es lo que veo y ese es un dolor inmenso que no sabía explicar, una melancolía que me hacía culpar a los otros y a mi misma por observar su debilidad ante todo. Me he mirado durante años en esos espejos deformados, buscando gente que haga las cosas diferentes y sea valiente al fin, como esos héroes de las novelas antiguas, que se venza a si mismo y cambie el mundo. Vino una epidemia, vino algo que pareció el fin de los tiempos, pero nada cambió... El mundo se envileció más y yo con ellos. Triste observadora de pantallas, intentando lavar mi culpa con un oficio que me dignificara como a mis compañeros dicen que los enaltece la profesión médica.  Es apenas un disfraz. Un guardapolvo blanco, como el de un niño inocente en su primer día de escuela, pensando que el mundo es un lugar diferente porque sus padres le dijeron que si se portaba bien así sería.

Una promesa rota. Eso es el mundo.

Y está bien. Está bien perder toda esperanza. Eso calma la rabia de pensar que las cosas sería diferentes alguna vez. Permite quebrar espejos y caminar tranquila, ensayando otras líneas, para empezar otras cosas, otros actos, hasta que el telón finalmente baje.

lunes, septiembre 15, 2025

El libro

 De todas las cosas que podrías haberme regalado, lo que mas me hubiera gustado sería un libro. Cualquiera. El que tu elijas. Solo para saber qué libro hubieras elegido para mi. No las usuales flores, ni los chocolates, ni siquiera la cena o la joya elegante que podrías adivinar que yo envidio en los escaparates. Me hubiera gustado saber que pensabas yo que pensaba, o que querías yo que pensara mientras pensaba en ti. Porque compartimos tanto que en realidad en ese tiempo juntos con toda esa distancia de por medio a veces pienso que debo darte la razón y no compartimos realmente nada y terminamos por no conocernos en absoluto.


Sabíamos sin embargo de nuestros gustos en películas, en series policiales. Que yo odiaba el terror, que no podría ver una película satánica si una era contigo al lado y que odiaba sobre todo las canciones viejas y cursis, esas manidas de la radio, a pesar que intuyera que estaban entre las muchas playlists que me mostraste en el camino de conocernos. Podíamos compartir eso, el gusto por la musica, mas no por las bandas sonoras, ni mi aprecio por el drama, la opera, o algunas canciones que no fueran en lengua inglesa, tu preferida. pero había en el mundo tantos idiomas por explorar! Y a mi se me hacía que solo habías cogido el más simple, el que había llegado mas temprano a tus oídos adolescentes. Pero que podía saber yo, si hasta los 16 apenas super diferenciar la música que se bailaba de aquella que se sentía? Te escuchaba, te escuchaba mucho. Pero he pensado que a pesar de haber hablado tanto jamás me escuchaste a mi y que mi pasión por leer a lo mejor no la tomaste en serio. Mi tendencia a la introspección a hacer juicios apresurados, a leer a la gente a la primera mirada como quien lee a los personajes de un libro. Son gajes del oficio, te decia. Estoy acostumbrada a entrevistar a mucha gente, a enterarme de sus mas sucios secretos, a ir tras ellos, es mi deber hacerlo. Pero creo que no lo entendías, me acusabas de sabelotodo y quizás lo era. Desde niña lo fui, por eso era mejor saber guardar silencio y dejar que el otro hablara y se extendiera, mostrando sus debilidades. Después de todo, todos en algun momento solo intentan confesarse de alguna manera.


Te haz confesado alguna vez? No hablo de algo religioso o específicamente judicial. Hablo de quedarse a solas en la habitación y enfrentarse a tus demonios, como les dice la gente.  A ese punto ciego que no queremos ver de nosotros mismos. Quizá por eso leo, me gusta como la gente admite de si misma cosas que se ha ocultado mientras ordenadamente va estructurando su vida, su trabajo o su familia. Hay amantes y asesinos ocultos detrás de todas las máscaras, solo esperando el momento adecuado. La detonación de ese algo que les haga estallar los nervios y les haga perder todo rastro de nobleza. Unos la pierden antes, eso me parece. Eres tu uno de ellos? Dejarás a alguien pidiendo ayuda en el camino ? A una mujer esperando largas horas en una cita? Cumplirás todas las promesas a tus hijos? Son cosas que nadie sabe. Somos buenos personajes, hasta que alguien nos descubre fingiendo. Por eso prefiero los libros. Hubiera preferido saber que título me hubieras regalado en nuestra primera cita en lugar de llevarte el libro que puse en la mesa con la promesa de leerlo y que jamás lo devolvieras. Eso tambien es un poco de faltar al valor. No tanto como matar a alguien, pero si como matar una promesa, quiza un poco de esperanza.

miércoles, enero 08, 2025

Maricona

Ella gritó “maricona” pedaleando su hermosa bicicleta rosa a toda prisa muy delante mio. Yo no podía seguirla. No podía pedalear a toda velocidad soltando las manos del timón de la bicicleta vieja con el asiento banano que heredé de mis hermanos. Ella pedaleaba y su cabello se movía al viento junto a su otra amiga, la que si podía hacerlo. Yo quedé rezagada, pedaleando lo mas que pude, los campos de verde frijol se abrían a ambos lados sin que ningún auto atravesara el nuevo camino asfaltado. El viento del mar cercano traía aromas que ahora parecen mezclarse con todo lo que significa mi infancia. El olor a tierra cultivada, el olor a lodo y acequias, de hierba que crece, de libertad y desafío. Ellas siguieron pedaleando, esta vez haciendo piruetas como bajar de un lado de la bicicleta, parándose solo sobre un pedal mientras la bicicleta iba a toda marcha, con la mano en alto. Yo dudaba si hacer mas cosas sobre mi vieja bicicleta, pero dudaba más sobre el poder de mis piernas. Y habría de dudar todo el camino rocoso de la pubertad y de la adolescencia acerca de lo que verdaderamente significa el valor. Yo que de mas niña había tenido valor para todo, me pasaría allí estancada los siguientes años dudando sobre cosas inútiles como el brillo suficiente en mi cabello, los zapatos escolares perfectos, o el alto de la falda para que me vieran los chicos. El escrutinio ante otros ojos, de chicos y chicas había empezado, gente que a veces aparece aun de grande en mis pesadillas, señalando lo que es correcto y lo que no, haciéndome sentir marginada como entonces. La gente que ocupa los lugares correctos en el baile o la fila delantera en un concierto, la gente que baila y ríe entre si y que no sabes si también ríen a causa tuya. 


En lugar de negarme y decir cosas como que yo superé todo aquello y que logré cosas que ellos jamás lograrían. Que probé mi valor en situaciones en que otros se hubieran echado mil veces para atrás, voy a hacer el ejercicio distinto y reconocer que aun habiendo caminado 25 años después una senda distinta y viendo como sus vidas se destruyeron en historias dignas de un realismo mágico latinoamericano digno de contarse en otro capitulo, aun a pesar de eso, hay días en que me siento así “Maricona” sin valor para seguir el paso. Sin fuerza para pedalear suficiente. Viendo como me quedo al rabo de todos, como aparezco momentáneamente en desventaja y en lugar de remontar a fuerza de pedaleo y orgullo, de poner mas empeño en no quedarme a la cola, me voy quedando atrás, me quedo a contemplar el camino, suelto el paso. Como si nada importara y el fracaso fuera un lecho mas mullido que todas las metas y horizontes victoriosos al lado de los otros. Siento que soy esa misma niña que se queda en pausa y suelta los pies de los pedales y de pronto mira alrededor y halla al mundo de una belleza extraña y ajena, inexplicable, que por momentos quisiera relatarle a alguien con palabras. Me quedo de nuevo en ese camino, en donde todo parece perfecto, con la naturaleza emergiendo a solas sin la mano del hombre, hermosa en su origen y sueño, sueño mucho, no en estar acompañada sino en que alguien entienda. Que ese era el placer verdadero de salir de paseo al atardecer con mis amigas, que al final para mi era suficiente con ver sus cabellos volando allí delante o escuchar sus risas traídas por el viento y agitarse las copas de los sauces a la vera del camino. 

Yo era feliz así y a veces pienso que ahora, con esta edad que tengo, en que todos corren para demostrarse algo que no tuvieron de niños, para demostrarse esa verdad que les hicieron creer sus padres, verdades que uno se cuenta a si mismo como realidad inalienable del futuro prometedor que debe ser logrado para vencer a los monstruos internos. Verlos así, en esa carrera loca sin mirar a los costados, disfrutando apenas del camino, me causa esa misma admiración que de niña. ¿Qué les quedará para si cuando lo hayan logrado todo? ¿Qué les quedará de este mundo hermoso que solo fue hecho y crece sin pausa para sus ojos? Soy una romántica. Una soñadora. A veces olvido que ya he crecido y que son este tipo de cosas la que los adultos callan para justificar sus vidas.

domingo, octubre 20, 2024

La Cita

 


Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frutos rojos. Todo el color del mundo se lo ha llevado ella al verla. Su mano juega al filo de la mesa con dedos finos de uñas cortadas y sin pintar. Y no puedo dejar de mirar que ninguno de esos dedos maravillosos de pianista lleva un anillo, ni dueño a quien responder cosa alguna. Mi te se enfría antes que pueda invitarla a sentarse y ella pone suave un libro sobre la mesa que se adormece lentamente bajo los colores del atardecer. Su vestido es de flores pequeñas y azules. Azules son también a lo lejos, los colores del mar, del cielo, de algo que se agita brillante en mi pecho, sin poder definir si es duro cómo el cobalto o una gran tormenta azul que ha venido a llevárselo todo, mientras ella sonríe con dientes perfectos sobre algo que ni siquiera advierto haber dicho. Se pierden las palabras, el rito de saber qué decir y a dónde ir, se levanta en el aire la tapa del pequeño libro que ella trajo, de las servilletas en donde yo he garabateado rostros y siluetas esperando su llegada o su desaire. Cualquiera de ambos. Llevo tanto tiempo acostumbrado a perderme solo en atajos como en caminos largos y ambos siempre conducen siempre al mismo lago de oscuro dolor. Pero ha venido ella hoy, con sus dedos largos que componen todo, que tejen filigrana en el aire con las palabras mientras habla y se alejan de su centro como alas que pretendieran ya volar. Yo la escucho, pero no sé lo que dice, ninguna palabra la recuerdo conocida, ni su boca, ni sus ojos. Ni la suavidad de sus cabellos que adivino como nubes de algodón perdiéndose en mis manos. Solo la veo y pienso que su voz lleva el color del sol y trae  como suave promesa de verano la tibieza de regreso a mi piel. 


¿Quién sabe quién es ella? Que guarda en ese corazón del tamaño de una dura almendra o grande como la extensa playa en que posaría ya mismo mi cuerpo cansado y aterido por el frío de mil inviernos. Miro sus ojos e intento adivinar en la distancia entre sus pupilas si planea en un movimiento de sus brazos mezcla del color de la canela y el azafrán, atraparme luego para siempre. Si podré resistirme a ellos aunque lo intente, si nadaré en contra o me llevará con ella hasta el fondo submarino de donde debe haber surgido. Caminamos entonces juntos, sin rozarnos apenas, mirándonos de perfil y arrastrando los pies como si acabáramos de haber aprendido a hacerlo o así lo siento yo. Ella se mueve en otra dimensión y comprendo que habita en otro mundo, en un lecho de águilas, en un lugar a donde nadie va si no es llevado en su boca. Yo deseo ser su alimento. Su abrigo y desnudarme con ella hasta que me quite para siempre el frío. No le digo nada de eso, cojo su libro en mi mano y siento que es lo único que me dará. Ella guarda silencio y sus silencios son largos y obstinados, cae la noche sin darme cuenta apenas que ella se marchará y me quedaré a solas con su recuerdo para siempre, sin atreverme a tocar mas allá que esa estela invisible que ha dejado entre ambos. Sin atreverme a romper el hechizo del que prefiero verme envuelto antes de hacer algo que revele mi tonta humanidad. 

¿Quién sabe quién realmente es ella? Tiembla de frío en el vestido ligero que ondea iluminado de flores azules en la noche clara. Me mira y la miro. Se irá sin decirme su nombre verdadero, ni de dónde ha surgido. Es un hada transparente ya, su testimonio desaparece en la noche azulada, como guiones y puntos. Su nombre es como un pedido de auxilio, una llamada de socorro mas no he sabido retenerla, ni he adivinado si volveré a verla. 

Su voz era del color del sol. Su presencia una gran luz cegadora. A veces cierro los ojos y puedo volver a verla. 


domingo, octubre 06, 2024

Diarios de Viaje: Camino en la selva

El terreno es fangoso aún. Hemos pasado la mañana queriendo salir de aquí pero es difícil sin un mapa que nos guíe. Vamos lento, veo su espalda moverse delante mío sin volver una sola vez la cabeza, sus cabellos van ocultos dentro de la camisa gris y sus manos cortan la maleza con un machete que al inicio me provocó un respingo. Estábamos solos en esa cabaña cuando dijo que era momento de partir, me preguntó si estaba lista. No lo estaba. Quizá lo estuviera por fuera, pero por dentro solo era un trapo mojado, escurriéndose de miedo. En esa soledad de monte solo estábamos él y yo. Me quedaba confiar en él, eso podía hacerlo, pero ya no confiaba en mis piernas. 


Salimos al amanecer, cuando desde los árboles grita toda esa naturaleza viva que se oculta a los ojos y el olor a naturaleza es embriagante por su vitalidad y fuerza. El se cala el sombrero de tela casi hasta los ojos y yo lo imito, aunque no sé porqué. Temo que algo salte de la copa de los arboles y se enrede entre mis cabellos, que no salga nunca más. Quisiera cubrirme entera, mas de lo que ya estoy, pero la capa de sudor fino comienza cubrir toda mi piel y la parte posterior de mis orejas. 

-¿Estás lista? Repite y su voz es firme como siempre debe haber sido, sin inflexiones dulces ni de duda. Su mirada está fija en mi y hace que me levante del tronco donde apoyo la mochila.

-Estoy lista- replico.


Las botas de hule comienzan a hundirse entonces entre la hierba crecida y luego poco a poco en trechos fangosos que la lluvia de la noche ha dejado. Nos adentramos en la oscuridad, en medio del abrazo apretado de la selva, seguidos de cerca por el canto de monos y pájaros que se espantan a nuestro andar. Sus pasos son firmes y los míos intentan serlo, nos vamos alejando, el se detiene un poco, me parece agotarlo que tenga que voltear cada tanto para ver si sigo detrás suyo. ¿Es mi sensación o sólo le estorbo? Aparto esas ideas con una mano igual que a la nube de mosquitos de cuando nos acercamos a los claros de luz. Tengo miedo, miedo de no ser suficiente, de no llegar al fin del camino sin llorar. Desde que he llegado con él quiero llorar todo el tiempo, siento una desolación de fin del mundo. Quisiera contarle por qué es que he venido aquí, por qué a pesar de mis miedos, he tomado un avión, la carretera, lo he acompañado en ese camino tumultuoso a través de tierra colorada en donde se encallan incluso las 4 x4 y luego he cruzado un río grande  de agua fría y otro mas pequeño con agua caliente y lo he seguido por el monte cruzando ese chorro de agua hirviente en donde temía resbalar, caminando media hora que me pareció un siglo en medio de barro y maleza para estar con él y saber que es esto. Qué demonios era esto.


El sonido de su machete abriendo camino no se detiene. Estamos en selva tupida y me pregunto en qué momento me caerá algo sobre el hombro o me caminará algo por la espalda. Llevo la blusa empapada de sudor y trato de mantener la sonrisa por si el volteara a mirarme, fingir que estoy a gusto. El vapor del agua se filtra entre nosotros haciendo nubes que me devuelven a ideas ficticias de que estamos huyendo juntos a un lugar que no existe. El se va alejando y yo detrás de el ya no intento seguirle el paso tan enérgicamente, estoy pensando en mis cosas. En la naturaleza de los por qué y de mis sentimientos que se aferran a él, como del niño que no quiere decepcionar al padre aunque se muera de miedo por intentar seguirle el paso. El se da la vuelta, no es muy alto, pero en medio de esa selva es inmenso y dueño de todo, mi único guía, los ojos y los cabellos del color de las castañas al fuego. Una mirada que jamás pestañea, una boca  de labios delgados que jamás suelta una palabra innecesaria en medio del camino.

-¿Estás cansada ya? 

- No, le digo, bebiendo un sorbo de la botella que saco de la mochila. 

-La selva es dura, no es para cualquiera. 

-Lo sé, admito. Y en medio de los altos arboles un tropel de loros gritan asintiendo mi respuesta. 

No sé que me ha hecho venir hasta aquí por el. Si mi necesidad de un abrazo que me reconforte por lo que acabo de perder en Lima o la necesidad agobiante de solo poder volver a ver sus ojos mirandome, aunque ahora en medio de esa gran masa de arboles y río caudaloso, ya no esté tan segura de nada. Nuestra ropa está manchada de lodo y nuestros rostros sudados, bajo la ropa de tela delgada me duelen las mil picadas de zancudos en las piernas. No sé que hago aquí, pude detener este viaje en cualquier parte del camino. Incluso haberme quedado en la orilla del primer río cuando vi lo frágil de la embarcación, pero no lo hice. Me ha llevado muy lejos la curiosidad y el reto de que no quería parecer débil ante él, quería demostrarle que soy mas de lo que ve y mas de lo que yo veo en mi misma, pero ahora lo dudo un poco. Hemos pasado noches a solas sin decirnos una palabra a pesar de hacer el amor y lo he visto al atardecer  tendido en la hamaca esnifar rapeé con la mirada muy lejana cuando atardecía en el nacimiento del río sin deseos de empezar a oír mi historia, la que he venido a contarle y entonces me he sentido sola, lejana, mas que en ninguna otra parte. He venido por un abrazo pero aquí no hay nadie.


-Deja de pensar, dice, la selva no espera y entonces echa a andar de nuevo monte adentro y yo voy detrás de él pensando que me ha leído las ideas, que estoy desnuda frente a él pero que él ya no busca mirarme. Me acomodo la mochila y abotono bien mi camisa hasta el cuello, calando de nuevo el sombrero sobre los ojos miedosos y hundo mis pies casi hasta la rodilla por ir tras de él, pero no hay camino por el cual volver. No sé volver sola. Me agobia pensar que sabe lo débil que soy cuando tenemos que cruzar equilibrando sobre un tronco resbaloso o bajar por el lodo de un nivel a otro y mis manos se aferran a las lianas con miedo a lanzarme al vacío, caer y romperme un hueso. El espera abajo sin darme palabras de aliento ni hacerme el camino fácil. Es un observador de mis tormentos que espera a que los supere sin su ayuda.


 Me avergüenza pensar que por mucho que lo oculte el ya sepa que no sirvo para seguirle el paso, que mi cara no es de alegría sino de espanto cuando llega la noche y adivino que las tarántulas se acercan al porche de la pequeña cabaña a dormir tranquilas en el fondo de las botas. Quizá también perciba que duermo hecha un nudo bajo el mosquitero roto, en ese calor asfixiante donde solo se escucha el rumor del rio cercano y los mil insectos que habitan la noche, pero después del amor rápido y violento jamás se acerca a tocarme. Dormimos apartados y solos y el mundo se siente inmenso y de un vacío doloroso al que no sé darle nombre. A veces una tormenta brutal sacude la selva y un relámpago parte la oscuridad iluminando todo, yo tiemblo, sollozo, estiro la mano en la cama que es una parrilla ardiente   y  busco su espalda para aferrarme a él como quien busca un tronco en medio de un naufragio, pero en medio del sueño el solo se aparta e ignora que existo. Entonces el viento fresco de la tormenta, trae ráfagas de lluvia sobre el mosquitero, se mezclan un poquito con lágrimas que intento ocultar mientras pienso. ¿Qué fue lo que me hizo venir hasta aquí? 


-Ya falta poco para llegar a la Lupuna, dice, y da mas machetazos en medio de la vegetación crecida,  yo me arrastro tras él con fingido entusiasmo. Te sigo, le digo.

martes, octubre 01, 2024

Madrugada

Y ante el sol de la mañana se deshacen en niebla  los sueños tejidos con la desesperación de enamorados, en mitad de la noche, con esa ansiedad que hace tejer mil palabras, frases que riman, promesas que desarman al corazón mas duro.
Con el primer sol de la mañana se derriten como alas de Ícaro las alas de ilusión que con tanta paciencia tejí de la noche a la madrugada, hechas con retazos de canciones, con la palabra mas honesta y descarnada, esos hilos con que he tejido de a pocos cada argumento que apoye mi confesión mas sincera. 
Desnudar el alma que en la noche era fácil, se ha vuelto una tarea imposible con la luz del primer sol de la mañana. No hay fuerza que apoye mis ideas, ahora se levantan altos muros y sombras de miedo e inseguridad a cada paso, es mejor borrar todo, evitar todo contacto, evitar hacer el ridículo, aquel mismo ridículo que horas antes en medio de la madrugada parecía la misión mas digna y heroica para salvar un corazón que se desangra.
Ahora con la luz del día nada de eso tiene el valor que tenía anoche en medio de las sábanas en llamas, las palabras y los actos prometidos a futuro han perdido su significado. Palidecen de miedo las mas osadas promesas, ¿Quién ha oído la voz que ha clamado por una oportunidad anoche? ¿Quién ha secado los ojos? ¿Quién ha calmado el sollozo y la esperanza que surge en medio de todo este desespero? Solo la noche y su silencioso paso puede dar el valor suficiente, para arrastrarse hasta el auricular y llenarlo en palabras de amor, en preguntas que no deben hacerse dos ni tres veces, en juramentos que no deben ser escuchados mas fuertes que solo un susurro. 
Viene el día. Ha venido el día y se lo ha llevado todo. Ante ese sol esplendoroso se han evaporado mis mas grandes ansias de decir la verdad mas pura, la que no debe oírse, la que me haría un día esclava de palabras y mas palabras. Guardo silencio. Es el sol alto el que ahora se burla de mi osadía por confesarlo todo, por entregarme toda.
Ya llegará otra noche, en que quiera hablar de amor, en que quiera poner sobre la mesa todo, sin guardarme nada y ser libre, por fin libre. 
Ya vendrá para mí otra madrugada.

SUNSET

  Estalla tu sonrisa en una ofrenda de paz…Escucho los fragmentos de canciones que nos solían unir y pareciera imposible que en algun moment...