jueves, julio 15, 2010

Charlas de Café: Los Juguetes

Hace mucho que no hablamos. Tal vez porque dejé le café por un tiempo y me acostumbré a los tés frutados. No sé si te gustan, así como no sé si te gustan las películas de ficción o si prefieres el suspenso.

Yo voy poco al cine y cuando voy ya no lloro, porque antes iba sola y me hundía en la butaca a disfrutar hasta la última letra, a enterarme el nombre del soundtrack o ver si hay alguien con nombre raro metido en el equipo de producción. Me pregunto cuando saldrá esa película en la que me agradecen la colaboración. ¿Me la agradecerán? Cuando me preguntaron mi nombre para ver como sería escrito, no sabía si decir el real o el de Laura Hammer, pero el gringo alto aquél a lo mejor se hubiera reido de mi atrevimiento. El Martillo se me quedón en la cartera mientras decía con voz temblorosa mi nombre y un sólo apellido.

No me apena el no llorar en el cine, pero en las últimas semanas lo único que hice fue leer las reseñas sobre Toy Story 3 y sobre las muchas personas alrededor del mundo a las que les había robado alguna lágrima. Yo estaba consternada porque fui a ver a la película a propósito de saber cuál era esa parte donde mi ex había llorado, pero que bah! Yo la mas sensible de todas las mujeres, no derramé una sóla lágrima.

Fue hasta semanas después que al preguntar aquí y allá resultó que la parte dramática del asunto, para el espectador promedio era aquella en la que el niño adulto se despide de sus juguetes, en su último juego en el jardín, pues al parecer ese acontecimeinto tocaba una fibra sensible de la vida de cualquier adulto actual.

Yo no lloré y ahora sé porqué. Tal vez porque yo nunca tuve una despedida real de mis juguetes preferidos y jamás dije adiós a la infancia aunque tal vez si a la inocencia. Un día me fui de casa a estudiar y pensé que siempre podría volver pero no fue cierto, apenas si algunos meses para las vacaciones, o unos fines de semana en que prefería ir a la playa que buscar entre las bolsas mohosas algunresto de las muñecas que tardé en vestir.

Yo me había ido sintiéndome niña y nunca fui conociente de que ya no lo era hasta hoy en que escribo y comprendo que ningun juguete de la niñez aguarda físicamente mi retorno. Yo no me despedí, porque pensé que no me había ido. Regrese como vuelven los fantasmas, sin la conciencia de que ya están muertos para todos. Así que mientras yo me seguí viendo niña, todos los demás ahora veían una joven mujer a la regresaba.

No iré al cine este fin de semana, me quedaré en casa mimándome un poco y disfrutando de las pequeñas licencias que da el volverse adulta, mientras en mi cama sueño, con que no me he ido, con que jamás crezco, con que en mi habitación esperan todos los juguetes que perdí, los pequeños secretos. Mi mundo fantástico al que solo vuelvo mientras duermo.

Nos tomamos otro?

2 comentarios:

Jol dijo...

También entiendo así los juguetes, solo que sí me da la sensación compartida por la mayoría. Siento que los he dejado, como he dejado de ser un niño.

Pero una sonrisa inocente nunca me falta, como creo que a la mayoría tampoco. La cosa más adulta es la seriedad. Con ella, quienes se reconocen como mayores, también reconocen los deberes y derechos que asumen frente a los demás. También ocurre así con sus sexos. Un hombre sonriendo con los ojos brillantes pueda que sea una mujer encantadora. Los roles que tienen donde viven se distinguen más en la seriedad. Más bien, la sonrisa les quitas todos ellos, hasta el sexo. Los vuelve niños en una guardería, ignorantes de lo que deben hacer, sin más límite que sus propios mundos.

No hay pierde. Así uno va y viene a la guardería. Salvo que me llegue la hora de ser padre, aún me será más fácil no desesperarme por ser un superhéroe frente a los niños, como en ese comercial de Chocman o, tanto peor, el de la enciclopedia.

Hello dijo...

La vida pasa tan abruptamente que a veces no nos damos cuenta cuando pasa de una etapa a otra. pero tarde o temprano nos damos cuenta que algo ha cambiado, que algo hemos perdido. tal vez la niñez, tal vez la inocencia.

gracias por el cafè.

beso

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