domingo, noviembre 02, 2008

Coloquios del Mundo Externo

"Yo dejaría que me hicieras daño. Porque yo sé que te aburrirrías de mí, pero
aun así, estaría dispuesto a que me hagas sufrir"

En una semana llena de estrógenos, bajas cantidades de serotonina, incienso en las calles, fe y ganas de milagros rebalsando de todos los ojos, un cardiólogo sería la persona indicada para arreglarme el corazón con una frase como esa.

Yo me dejo llevar por las frases y con 3 copas de vino encima y muchas ganas de creer que alguien se podría arriesgar por mi, esa frase corona mi semana. Me levanta el ánimo. Esa frase me hizo sentir que no era una persona inadecuada. Logró que soñara.

M, el dueño de esa frase ha pasado conmigo las últimas semanas, compartiendo mis pequeñas desgracias. El trabajo te vuelve compañera de viaje y yo puedo decir que he pasado 14 días de viaje a mi mundo interno junto a M. Me he atrevido a contarle que-Dios que vergüenza!-que estaba dispuesta a dejar la carrera por escribir. Que he comido sola todo el último año, porque estar en el hospital me hizo retornar a mis días de colegio y sentir de nuevo el rechazo de la gente normalilla y feliz. Que no soy fashion como él se burla siempre, solo me gusta la estética en los colores y las formas, que es algo que ya viene de familia, no tiene nada que ver con la moda.

A M. le he contado varias cosas, varios odios y cuentas pendientes que tengo aun con el mundo y claro, él me ha contado a su vez un poco de sus odios, de sus enemigos ocultos, de sus torpezas en el periodo de crecimiento y me he sentido tan cerca de él, que no he podido sino, sentir una pena amarga por no conocerlo antes, tal vez un año antes.

Me despercudo de esa idea, tan pronto como me acaba la resaca y vuelve la coherencia a mis ideas. Entonces pongo en claro las cosas y me doy cuenta que él- mi él, ahora- está allá afuera haciendo el mundo sonreir a su paso. Recolocando el universo y mis penas en su lugar, con esa manía de gurú que tiene. Ese día lo pienso mucho y vuelvo a sus brazos. Quiero intentarlo, intentar en lo que sea que termine esta historia, quiero esa paz que él me da, incluso si viene con un plus de cáncer al pulmón.

.......



Apenas vuelvo a él, le confieso esa frase preciosa de M, esa frase que me ha retornado a la confianza en mi misma, entonces él, que en este momento no es ni gurú, ni positivo, ni pretende la paz del mundo, lanza un cuchillo de frase: "El hombre promete y promete y promete hasta que..."

- Amorcito, cualquier frase es una buena arma para un hombre, dice con una risita, mientras apaga su cigarrillo.

En ese momento yo me siento mas ingenua que nunca, pienso en M y su intentona de besarme a mitad de un tropezón con 3 copas de vino encima. Pienso en M y me pregunto si él será como todos los hombres, si tal vez detrás de su torpeza, de esa infancia de nerd igual que la mía, de ese carácter que lo lleva a enemistarse con medio mundo -igual que yo toda la vida-haya otro predador igual que todos los que he conocido, buscando ensalivarme la boca antes de romperme el corazón...entre otros tejidos menos nobles.

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Cuando llegamos a viernes, apenas si me he enterado de la fecha, me debo haber quedado en algun punto entre lunes y martes viendo toda esa gente retrocediendo con velas y cánticos en un fervor casi poseso.

Yo me he ocultado en la biblioteca, me ha dado miedo ver tanta gente caminar rezando. El olor a inicenso había entrado horas antes a todos los rincones de mi mundillo diario y la música de iglesia sonaba tan fuerte que hacía saltar los clavos de las paredes de mi ateo corazón.

Recordé entonces mi niñez mas lejana, los ataudes pasando por mi puerta rumbo al cementerio y el espectáculo diario de la muerte en mi ventana, una mezcla rara de dolor y regocijo, con toda esa gente caminando veloz, llevando a hombros a un muerto que no tiene prisa por llegar al cementerio. ¡Tan curiosos los entierros, en mi Tierra del Olvido! Nada que ver con los féretros brillantes, con las flores, con la limosina de ley que veo ahora en los entierros.

Esa forma de despedir a la gente que se muere se me queda en la memoria grabada. Debo tener apenas 5 años y me oculto en el balcón de casa a ver pasar a los muertos, rumbo al campo santo. Gente doliente, gente de oscuro y con velos, es mejor ignorarlos dice mi madre, pero en casa la curiosidad de ver pasar la muerte se apodera de ancianos y niños.
Veo a mi abuela oculta tras las cortinas del segundo piso, husmeando sobre de quien se trata ahora. Se apaga la música en la casa, se cierran todas las ventanas, hay que tenerle respeto al señor muerto que pasa horizontal, sobre los hombros de una docena de familiares, tan a prisa que ni siquiera se lee el nombre en la cruz de madera, cayéndose las flores frescas que llevan los nietos del difunto en la mano, sin que nadie las recoja. Se pisotean flores y se reza en voz baja, yo me quedo viendo desde mi escondite las lágrimas de los niños empujados por el paso a galope de la gente grande rumbo al cementerio. En la calle se ha quedado ese olor a inicenso, a flores marchitas, a muerte. A lo lejos se oye esa canción de todas las tardes de mi infancia: La marcha al Infierno y mi recuerdo se opaca.


Veo a mi abuela abrir las cortinas de nuevo, el silencio en la casa se marcha, se enciende el ruido embrutecedor del televisor de nuevo. La muerte acaba de pasar y no nos ha llevado, suspiro aliviada.

Años mas tarde mis abuelos harán aquel viaje triste en horizontal, sobre los hombros de mucha gente. Yo seré la niña que derrame lágrimas empujada por la multitud, sin lograr recoger las flores que caen. El cortejo pasará de nuevo por nuestra calle y se detendrá en un último adiós a la que fue su casa. Yo levanto la mirada y me veo pequeña y asustada en la esquina del balcón polvoriento, sin entender del todo, porque morirse resulta una fiesta tan ruidosa para todos.


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El sábado me levanto después del medio día, quisiera hacer muchas cosas pero me siento muy cansada. Llamo a mis padres, se han comprado una camioneta nueva. Me enteré el día anterior- cuando estaba de guardia- pero apenas si pude alegrarme.



"Usted es la única que nos dio esperanzas de que viviría, gracias"

Esa frase me desazona por completo. En un trabajo como el mío, no puedo permitirme dar esperanzas a la gente que llega a la Unidad, porque eso siempre trae problemas. Debo decirles a todos, asi lleguen caminando, me dice el jefe, que se van a morir. Así la familia ya está preparada y no sufre luego, si algo pasa.

A veces se me olvida esa parte de mi trabajo. A veces hago empatía con la gente y sin querer doy esperanzas. Pero a veces como el viernes, no sirve de nada. La gente siempre se muere, caprichosamente se muere. Me enferman. Una hace de todo, los equipos están ahí, tenemos de todo y simplemente los muy tontos deciden dejarse morir. Carajo! Hay gente que llega a hablar conmigo, que no entra tan grave, pero igual se dejan morir. Es algo mas que Dios, simplemente se dejan ir y una no puede hacer nada. Tan inútil.

Para qué mierda nos hacen estudiar tanto, si al final la muerte hace lo que se le viene en gana?


Al salir tengo que explicar a los familiares, me preparo para lo peor, para el reclamo, para el golpe, oigo los gritos desesperados cuando se enteran de la mala nolticia, de hecho querrán golpearme. Pero nada, hasta me agradecen, están furiosos con todos, pero educadamente me agradecen y entonces me siento una mierda. Porque preferiría que no fueran tan condenadamente amables, que no hubiera ninguna empatía con ellos, así no me dolería que se me haya muerto otro paciente.

Sí, a mi, no al Hospital, no a Dios, no al destino, sino a mí, al maldito instrumento que hace el trabajo sucio de llenar el certificado de defunción.

Salgo a tomar un poco de aire al final del turno, para olvidarme de todo. Suena el celular y es mi hermana avisándome las buenas nuevas, su voz es tan alegre que hace que sonría siempre, hablamos de todo y me olvido por un rato de que soy la Dra. Fulana y paso a ser solo la hermanita menor de una familia cómica, que bueno es serlo.

Estoy fatigada, se acaba el turno y cometo el error de volver a la unidad por el resto de mis cosas y ahí está la familia de mi paciente, para ellos no ha terminado nada, apenas si la noche comienza, a mitad de mi risa, debo apagar el celular porque me doy cuenta que ellos me miran, dolientes aun, acaban de volverse huérfanos de un ser querido y yo sigo aquí. Respirando, robando el aire que antes le pertenecía.

Mierda! quedarse viva a veces apesta mas que morirse.


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Es domingo y no dejo de pensar en los ojos del Gurú mientras me toca, parece que brillaran como dos soles negros y redondos en el centro de su cara. Es lo único que veo antes de abandonarme. Sus iris inundados del café que hemos bebido, como dos pozos oscuros en donde es imposible leer que nos depara el futuro.

"Mow can you mend a broken heart"

suena ahora en mis oídos.

Es una lástima que al Gurú no le agrade la buena música, ni leer lo que yo leo, ni ir a los sitios que a mi me gustan. Una lástima, que no tengamos una pizca en común, a veces me pregunto de qué diablos hablamos? De qué nos reímos? De qué se ríe él conmigo?

El día que volvimos, me vestí como pordiosera, pues ya no quería dar buenas impresiones. Ni maquillaje me puse. Alisté mi cara de mala, por si debía decirle todas sus verdades antes de romper-porque de hecho él rompería conmigo después de escribir esa carta- y llegué tarde para no tener que esperarlo como las últimas veces.

Y ahí estaba el Gurú, en medio de la gente con esa sonrisita tan suya. Como de que no pasara nada, de que el mundo es bueno, que es bacán estar vivos. Y yo quería odiarlo, por ser tan imbécil de no darse cuenta que lo nuestro no tenía futuro, de que una sola palabra suya movería mi mundo al lugar correcto, pero que bah! jamás la diría.
Pero ahí estaba él mirándome y la vereda se llenó de bultos sin rostro. La gente había desaparecido mientras llegaba a su encuentro y en mi cara usualmente seria, una maldita sonrisa asomó involuntaria, como el levantarse de un telón antes de la gran película.

Mierda! El Gurú había desplegado todas las energías del universo sobre mí de nuevo y yo volvía a sonreír, a creer. No en él, sino en el fuckin sentimiento, en ese dichoso sentimiento de creer que todo, absolutamente todo estará bien, si una se entrega de corazón.


.......

Antes de acabar mi domingo hablo con mi primer ex, en una llamada a larga distancia que me costó dos almuerzos. Nos contamos todo y hablo nerviosa como si tuviera cafeína en vez de sangre. Le cuento sobre M, le confienso que por un momento he sentido...ya sabes, he sentido que se parecían tanto- M y mi ex-que he caído en un estado de ternura involuntaria, en una mezcla de querer protegerlo y detestarlo a la vez.

Mi primer ex-El Lado Oscuro de mi Fuerza-se muere de risa porque conoce a M y está de acuerdo conmigo, ya que cuando conoció a M, también sintió que eran similares (M anda peleado con medio hospital y siempre está demasiado seguro de lo que sabe, un atorrante completo) me dice que aproveche el pico de mis estrógenos, porque me lo meresco.

La verdad él, mi DarK S¡de se muere de risa, pues sabe de mi disyuntivas sentimentales, sabe que mi fuerza ha fluctuado cuando he tratado mas a M, igual que pasó cuando él y yo nos conocimos. Sabe de que hay alta probabilidad de que la historia se repita, porque a mi siempre me han gustado los nerds malhumorados, los malos de la historia, esos imbéciles a los que odia todo el mundo, pero que yo sé, merecen tenerse cerca.

Sin ambargo el Dark Side se equivoca, a diferencia de lo que fue él, M, se autodefine como una placa inestable- en términos cardiológicos esa definición es risible- por tanto, ni él sabe lo que quiere. Me di cuenta, cuando caminábamos por el hospital y puso los ojos a media asta al ver a su ex novia (Gracias J.L Guerra por prestarme esa frase) se puso mas torpe que de costumbre y si no se enreda con los pies, es porque estaba apoyado a una columna.

Entonces me di cuenta, M. quiere y cree en esa frase que puse al inicio de este post, cree locamente en que hay que amar hasta que duela -como yo- pero ese dolor suyo ya es de otra. Aunque me ofreciera sus 2 ventrículos para exclusividad de mis tontos caprichos, ese corazón suyo, ya está infartado, dañado, ya ha dejado de funcionar cabalmente, hay alguien que le ha causado ya ese dolor intenso que pretende ofrecerme.

Mi querido M. sufre por una niña aun mas inestable que él mismo. Un embrión de bruja, ella.

Entonces me surge de nuevo en el pecho, ese sentimiento de enorme ternura y de ganas de patearlo a la vez. Porque veo en él a mi Dark Side en sus inicios, cuando aun era bueno, éramos buenos. Y experimentamos todo ese amor de estudiantes, toda esa aventura linda de besarnos con el guardapolvo puesto, enredándose los estetoscopios.

Veo en él, ese amor limpio hacia la primera chica que le gustó en serio, como el que me profesaba mi ahora Dark Side.

Claro, en esta nueva versión de la historia, esa chica del guardapolvo blanco ya no soy yo.

Suena esa canción <<<<...Por cada hombre hay una como tu>>>> en mis oídos y yo le cambio el estribillo para mis adentros "como yo" como las mil tontas que pueblan el mundo sin saber realmente lo que quieren, excepto que alguien sufra por ellas y que un hombre se deje hacer daño por amor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hey! Resulta que se puede ser feliz y triste al mismo tiempo, y con los pies en la tierra. Decir cosas tristes con un ritmo que jamás permitirá que salgan lágrimas:

http://www.youtube.com/watch?v=BP1tlpURd6Y&feature=related

Edem dijo...

Por amor, o por cariño, se hace lo que sea. Sobre todo si la persona es pasional. Yo, por ejemplo, no concibo el amor de otra forma. Darlo todo, y al mismo tiempo no esperar nada y esperar al cielo en todo su explendor. Parece sin sentido, no?.

Por amor se sufre... y mucho. Pero a veces el sufrimiento compensa el estar al lado de quien amas. A veces compensa solo un gesto.

O no hacer ninguno, aunque eso te duela en el alma.

Un saludo de Edem.

Antonio dijo...

Se borró lo que escribí. Cosas que pasan. Ingresé por casualidad. Vi tu Blog en un diario. Valió la pena ingresar. Al margen del aspecto literario que es muy bueno,me resulta muy fuerte tu vivir y me alegro lo compartas pues tanta energía mental y afectiva no la soporta solo nadie. Te seguiré "escuchando" con aprecio y con ternura.
Antonio.

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