Al despertar me di cuenta que era Domingo y por tanto el peor día de la semana.
Cogí la bata para cubrirme las carnes y salí a la ventana para ver si el mundo me deparaba esa imagen usual de los domingos caseros: Esa silenciosa soledad de los tenderos vacíos en los techos, de las plantas agitándose lentas en los jardines vecinos, de que todo el mundo seguía durmiendo aún y yo era la única que despertaba a darme cuenta del descalabro de mi casa vacía, de mi vecindario vacío, de esta vida que se cuela por la alcantarilla a medida que me baño en agua fría hasta sentir que se me arrugan los dedos.
Cada domingo luego de la vorágine laboral de mis últimos años había sido el mismo, despertar y darme cuenta que yo era la única responsable de ese circo gitano que era mi casa. Libros, periódicos viejos, revistas pasadas, zapatos de colores tirados por el piso. Me paraba en medio y me sentía gritar con la cámara yendo en círculos sobre mi cabeza como en cualquier pélícula de comedia que se respetara. Un remedo de mi Pobre Angelito en versión treintona a prueba de Prozac.
No era que fuera mala ama de casa, sino que me había acostumbrado a ser hija mimada tanto tiempo, que lo de ser responsable de las cosas que ocurrieran en casa no me venía en lo absoluto. No sólo eso. Era mujer y desordenada por naturaleza, arreglaba la casa como es usual en nosotras si venía alguien, alguien que no me conociera, si derepente y venían mis padres, después de ello, meses y meses dejaba sedimentarse las capas de polvo y de papeles usados. Facturas y boletos de micro que me daba pena botar.
Yo, un desastre que caminaba en dos patas gracias a una ley evolutiva que no me había llegado del todo al coco. Yo que aún seguía pensando como nómade, con ganas de desarraigo, de no comprar muchos muebles porque un día me mudaría de esa casa, de no hacer relaciones con mis vecinos porque parecían aun mas salvajes que yo, de no tener hijos ni familia porque pesaban cuando te quisieras largar y empezar de nuevo.
Empezar de nuevo...Como si esa hubiera sido una opción que yo tomaba a cada rato. En realidad, esa frasecita se quedaba en Arial negrita tamaño 12 en mi mente, porque al corazón no bajaba, a ese músculo que hace funcionar la voluntad y te hace vibrar por ella, no le llegaba el mensaje que era momento de irme, de cambiar las cosas, de arrancarme. Así que mis 2 piernas de nómade ansiosas por correr de nuevo, por lastimarse las plantas en nuevos terrenos desconocidos, tendrían que esperar a que me decidiera a vivir de nuevo, a sentir de nuevo. A querer de nuevo.
Esa mañana, me senté en casa y vi mi mesa llena de flores artificiales, de un par de lentes oscuros, de los utensilios del trabajo.
Me vi a mi misma sentada en el otro extremo con el cabello sin atar como una planta salvaje que está muriendo de colores diversos en su agonía. Me veo allí con la cara sin decorar por alguna pinturilla en los ojos o la boca, me veo allí esperando con el agua atrapada entre las fauces, sin atreverme a pasar el primer trago.
Viendo mi domingo empezar, un día más en la vida cotidiana, no un día de descanso, sino un día que puede hacer sentir la soledad mas palpable, la falta de alguien que ayude en casa una necesidad plausible, la falta de una charla al empezar el día cuando el desayuno está listo, un reproche psicológico a tanta publicidad engañosa que te hace creer que todo el resto de gente en los departamentos vecinos, está despertando acompañada.
Al despertar me di cuenta que era domingo, un larguísimo día para mi sola, para dedicarme a reparar el desarreglo usual de mis seis días últimos fuera de casa, entonces volví a la cama y seguí durmiendo.
Cogí la bata para cubrirme las carnes y salí a la ventana para ver si el mundo me deparaba esa imagen usual de los domingos caseros: Esa silenciosa soledad de los tenderos vacíos en los techos, de las plantas agitándose lentas en los jardines vecinos, de que todo el mundo seguía durmiendo aún y yo era la única que despertaba a darme cuenta del descalabro de mi casa vacía, de mi vecindario vacío, de esta vida que se cuela por la alcantarilla a medida que me baño en agua fría hasta sentir que se me arrugan los dedos.
Cada domingo luego de la vorágine laboral de mis últimos años había sido el mismo, despertar y darme cuenta que yo era la única responsable de ese circo gitano que era mi casa. Libros, periódicos viejos, revistas pasadas, zapatos de colores tirados por el piso. Me paraba en medio y me sentía gritar con la cámara yendo en círculos sobre mi cabeza como en cualquier pélícula de comedia que se respetara. Un remedo de mi Pobre Angelito en versión treintona a prueba de Prozac.
No era que fuera mala ama de casa, sino que me había acostumbrado a ser hija mimada tanto tiempo, que lo de ser responsable de las cosas que ocurrieran en casa no me venía en lo absoluto. No sólo eso. Era mujer y desordenada por naturaleza, arreglaba la casa como es usual en nosotras si venía alguien, alguien que no me conociera, si derepente y venían mis padres, después de ello, meses y meses dejaba sedimentarse las capas de polvo y de papeles usados. Facturas y boletos de micro que me daba pena botar.
Yo, un desastre que caminaba en dos patas gracias a una ley evolutiva que no me había llegado del todo al coco. Yo que aún seguía pensando como nómade, con ganas de desarraigo, de no comprar muchos muebles porque un día me mudaría de esa casa, de no hacer relaciones con mis vecinos porque parecían aun mas salvajes que yo, de no tener hijos ni familia porque pesaban cuando te quisieras largar y empezar de nuevo.
Empezar de nuevo...Como si esa hubiera sido una opción que yo tomaba a cada rato. En realidad, esa frasecita se quedaba en Arial negrita tamaño 12 en mi mente, porque al corazón no bajaba, a ese músculo que hace funcionar la voluntad y te hace vibrar por ella, no le llegaba el mensaje que era momento de irme, de cambiar las cosas, de arrancarme. Así que mis 2 piernas de nómade ansiosas por correr de nuevo, por lastimarse las plantas en nuevos terrenos desconocidos, tendrían que esperar a que me decidiera a vivir de nuevo, a sentir de nuevo. A querer de nuevo.
Esa mañana, me senté en casa y vi mi mesa llena de flores artificiales, de un par de lentes oscuros, de los utensilios del trabajo.
Me vi a mi misma sentada en el otro extremo con el cabello sin atar como una planta salvaje que está muriendo de colores diversos en su agonía. Me veo allí con la cara sin decorar por alguna pinturilla en los ojos o la boca, me veo allí esperando con el agua atrapada entre las fauces, sin atreverme a pasar el primer trago.
Viendo mi domingo empezar, un día más en la vida cotidiana, no un día de descanso, sino un día que puede hacer sentir la soledad mas palpable, la falta de alguien que ayude en casa una necesidad plausible, la falta de una charla al empezar el día cuando el desayuno está listo, un reproche psicológico a tanta publicidad engañosa que te hace creer que todo el resto de gente en los departamentos vecinos, está despertando acompañada.
Al despertar me di cuenta que era domingo, un larguísimo día para mi sola, para dedicarme a reparar el desarreglo usual de mis seis días últimos fuera de casa, entonces volví a la cama y seguí durmiendo.
7 comentarios:
La molesta soledad, ¿no? ¿Para mí para ti? Muy capaz, sí. Hoy, domingo, tengo varias cosas que hacer y consecuencias que asumir.Los domingos acostumbro descansar un poco como todos, pero, sobre todo, tengo que dedicar minutos adicionales a completar cosas que no hice en la semana.
Los desarreglos en tu casa. He visto muchos. Por acá también hay también bastante ajetreo, martillera Laura. A veces me da la impresión de organizar y cuidar mi mente más que lo material alrededor mío.
Y he estado con bastantes asuntos empapelado. Espero poder volver a seguirte por acá.
No soy quien pasa dar consejos pero nada más quiero decir algo y que lo uses como si fuera uno. Trata de mirar fijamente un río en un paseo nómada. Si ya lo haz hecho, precisamente esta vez intenta no desear bañarte en él, así sea un día más caluroso que hoy.
... buena eleccion para pasar el domingo ... pero tambien es bueno salir por ahi, al cine por ejemplo ... si no te gusta la pelicula puedes seguir durmiendo en la sala ... =)
Joven Jol:
me permito responderle porque hasta ahora no sé por quién me toma y esto que inicialmente me pareció gracioso ahora ya da tintes de novela triste cuando Ud. intenta con tanta palabra enrevesada enviarme mensajes cifrados pensando que yo soy aquella que cree que soy.
En otras palabras, que lamento el inconveniente de que me asemeje con otra de cabello ensortijado que puebla sus continentes mas cercanos, esos limitados por la geografía a la que probablemente está acostumbrado.
Yo no soy esa, ni otra, ni cualquiera con la que se haya cruzado puesto que YO NO HE TENIDO CONTACTO ALGUNO CONTIGO.
Y permíteme el tuteo sólo porque he leído tantos comentarios con ese nick tuyo, que ya me siento en la confianza de decirte:
No pues, dejada las masturbadas mentales que a mi ni me conoces, ni pretendas conocerme.
¡Claro que me puedes tutear! Lo del cabello era un guiño. Aunque sí te he visto por tu blog, si es que las fotografías eran tuyas.
Conozco lo que escribes por acá. Eso quise decir en el otro comentario. Recordando lo de las fotos lo puse porque, sabes que, me pareció que quedaba a pelo.
Y lo de no tener la pretensión de, ¿por qué, ah?, martillera. ¿Palabras enrevesadas? A veces...
Hoy es Lunes!
a subir el ánimo.
Mis domingos ern feísimos pero desde que tengo el segundo piso libre, ahora lo paso mostro. Ayer hice una parrillada.
Es más, estoy escribiendo junto a la ventana y en una tranquilidad maravillosa.
Date un tiempo, create un especio y verás lo bien que te sientes!
un beso, cariños, Joan.
oe, ya pes escribe
volver a la cama lo mejor que hiciste. saludos.
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