- EL GIMNASIO
Para alguien como yo, que jamás en su vida ha entrado a un gimnasio, una de las máximas torturas que le puede ocurrir es ir a la recepción de uno de esos lugares “donde la gente que si sabe perder peso” y hallarse con un catálogo de todas las rutinas de ejercicio posible y en todos los horarios disponibles, a precios “cómodos” para alguien a quien “le sobre la plata”. Pero estaba ahí, en la recepción alfombrada, ante la mujer mas maquillada que he visto en mi vida preguntando “¿Que rutina me recomiendas?”
A decir verdad yo estaba ansiosa desde que llegué allí, viendo reflejada mi figura poco esbelta en todos los espejos de aquella recepción. Viendo salir a mujeres con unas mallas apretadísimas y músculos firmes, con bebidas energizantes en las manos y hablando emocionadas sobre el entrenamiento y las marcas de sus implementos deportivos. Mientras yo, en la recepción con mi buzo de felpa y mis gruesos anteojos , intentaba cambiar mi vida sedentaria por algún ejercicio que me levante la cola y me reduzca el abdomen ...o todo aquello que hubiera crecido adiposamente en contra de mi voluntad.
La tipa me miró de pies a cabeza con una cara de “Debiste inscribirte en
Abril, porque en tu cuerpo ya todo está consumado”
y agregó con la sonrisa más hipócrita que podía “puedes elegir cualqiera del catálogo0…Pero yo no entendía que querían decir los nombres de todas esas rutinas, ni los horarios, ni nada…la verdad estaba más bloqueda que con el más cruel de los exámenes de matemática, así que volví a arremeter, pero ésta vez con sudor en las manos
y una expresión de “solo tu puedes hacerme entender esta mierda de
catálogo”
pero la tipa ni enterada de mis habilidades de mimo seguía despidiéndose de cada una de las mujeres que salían con sus maletines de gimnasia y las caras rubicundas.
“Mira, yo no he estado jamás en un gym- comencé a sincerarme- y quiero saber si hay algún grupo en el que no sea muy fuerte…”
Esta vez la versión criolla de la Barbie aeróbica me miró con una cara de
“¡que tal conch…con esa figura deberías pedir la rutina de entrenamiento de Rocky Balboa!”
Pero fiel a esa amabilidad acartonada de toda recepcionista de lugar fashion, continuó con una sonrisa
“Aquí no hay grupos básicos, te tienes que amoldar a la rutina así sea fuerte…”
Claramente esta mujer no entendía que yo le estaba pidiendo una rutina de la que no tuviera que renunciar al día siguiente por desgarro muscular. Que mi cerebro estaba convencido que debía existir alguna rutina gimnástica en ese lugar tan arreglado, para los que recién se inician en esa sacrificada labor que es el culto al cuerpo.
Aun así yo estaba decidida a lograr la recuperación de mi figura, así fuera en ese gimnasio lleno de gente “cool”(era el más cercano a casa, ni loca iría en bicicleta por cuadras y cuadras a diario hasta llegar uno barato).
No sé porque en ese momento sentí que acababa de
entrar a un campo de concentración, sin derecho a nada,
“Pero…- seguí sin conformarme- ¿Tu que opinas Tae Bo o aeróbicos?”
(Definitivamente eran los dos únicos nombres de los que tenía idea en que consistían)
Esta vez la Srta. “Me maquillo con pinturas Tekno” tuvo algún rasgo de compasión por la novata del lugar.
“Métete a aeróbicos o danza, ahí les enseñan a hacer steps y algunas coreografías”- agregó con cierto desdén que ya rayaba en la descortesía absoluta “tenemos un buen profesor. Ya hemos ganado varios concursos de coreografías"
¿¿Coreografías?? Hizo eco en mi cabeza…Había olvidado que yo no le puedo seguir
el paso a nadie, que esa era la razón por la que no me había metido a clases de
nada.
Me imaginé yendo a la derecha, mientras todos se movían a la izquierda, tropezándome con los steps, viendo mi imagen torpe, repetida en todos los espejos del lugar, pidiendo un inhalador a los 15 minutos de empezar la rutina.
No sé, pero de pronto me entró el pánico.
“¿Algo más?” agregó la Barbie aeróbica trayéndome desde el mundo mágico de “Prefiero la cirugía a pasar vergüenzas públicas”
“si, dije en un hilo de voz ¿tengo que venir todo el mes o puedo pagar solo por días?”
Esa estrategia me hacía posible una escapatoria, al primer desgarro muscular, insuficiencia respiratoria o atentado a mi dignidad personal en público, después de iniciado el entrenamiento.
“Claro, puedes pagar 10 soles por sesión, si no quieres inscribirte todo el mes”
¿Eh? Me imaginé cuantos dulces podría comprar con ese dinero, cuantos CDS piratas, cuantas cosas que ahora parecían mas importantes para mí, que volver a ese Gimnasio del terror.
Me fui de allí, segura de una cosa. Volvería a mi tae bo casero para practicarlo a solas frente a un DVD que me había costado sólo 5 lucas; yo no necesitaba de gente que me “animara” a seguir el paso. Ni hacer cosas en grupo si eso implicaba una humillación pública. Ya pagaría, pero por utilizar sus máquinas o algo que valiera la pena.
No por andar gritando:
¡Si! Vamos chicas! 1, 2, 3…siempre la misma estupidez!