sábado, junio 23, 2018

Arpeggio

Me he hecho de un palacio en casa, con el capricho y paciencia con el que se construye  un refugio del que no quiere volver a salir. Está en lo alto de un edificio que observa impávido el bullicio del mundo real. A merced del viento salobre que se cuela por las rendijas recordándome que afuera siempre duele y hace frío.

Desde mi cueva de ficción trato de encontrarme una vez mas, sin saber si este auto exilio dará resultados. Cuánto tiempo debo permanecer encerrada en mi torre? o en cuánto tiempo debo salir y sentir que la vida real y la ficticia ya no chocan tan estrepitosamente, es algo que resolveré en el camino.
Cuando estoy en este encierro me dejo llevar por la música. Eso me anestesia y me vuelve otra, ahora sin embargo, he preferido el silencio. Ese silencio interrumpido solo por el ruido del trafico del exterior o las sirenas de ambulancias a lo lejos. En medio de este silencio húmedo de Junio es que escribo y he vuelto a leer. Leer me recupera, porque hace que me encuentre tal cual sin necesidad de complacer a nadie. Y vaya que soy una persona que sé complacer! Según mi interlocutor puedo transformarme en cualquiera. Puedo fusionarme con la conversación que desee sin decir realmente lo que pienso. Aunque cuando lo digo, me siento tan simple, tan loca y descarada que me arrepiento que la mujer que vive silenciosa dentro mío haya tomado por fin la palabra y dicho lo que siente.

Durante esta semana me he dedicado como posesa al ejercicio de arpeggiar, esperando dar a mis dedos la agilidad que mis palabras y mi discurso ya no tienen. Pienso, ilusa y cándidamente que lo lograré hacer de tal forma que pueda interpretar al fin la canción de él que mas me ha conmovido. Al hacerlo podré dar final a ese trecho de mi vida, olvidarme de él, de sus  historias, de sus cicatrices y cerrar por fin ese capítulo para seguir adelante, sin evocarlo cada vez que me sienta abandonada.
Es una canción difícil para una principiante, pero tengo tiempo de sobra. Mientras toco no pienso y eso es bueno ahora.

Es una canción que habla de él… o mas bien de ellos. De su relación. De lo difícil que es mantenerse juntos sin hacerse daño. No sé por qué volví intima esa canción si nada tiene que ver conmigo. Si es una canción de dos en que cualquiera sale sobrando. Quizá fue esa insistencia de niño grande que puso él para que al fin la escuchara,  ese “por favor escucha”  como para que comprendiera de que iba todo esto,el  por que de su ánimo y desesperanza aquella noche. Esta bien, la escuché a regañadientes en la carretera rumbo a casa, mientras el me mandaba fotos nocturnas de la playa con las mil piedras que había salido a tirar para no sentirse tan solo. Fue ahí que me di cuenta que estábamos lejísimos, casi en dos mundos diferentes pero aun así, él necesitaba de mi. Por unos segundos, aunque sea para no sentirse tan solo con sus propias heridas.  Aunque sea para que yo guardara silencio a su lado como prometía que haría. Hombro con hombro, como a alguien a quien le importas. Y esa necesidad de mi, aunque fugaz, ha sido el único regalo que me estaban dado en mucho tiempo.

Ahora, paso las noches recapitulando las veces que pudimos estar juntos y ser nosotros mismos, pero tal vez fue solo la imaginación. Somos tantas personas a la vez que es una suerte y un milagro el momento en que dos almas coinciden. Utilizo la palabra alma aunque me suene cursi, porque es el termino que usaba él para referirse a nosotros. Tan pendiente de las cosas místicas y creyente del destino como era. “Cada quien se aparece en nuestras vidas por una razón”  me solía repetir. “Esto no es coincidencia”
No lo es?
Yo no sé para que se ha cruzado el en mi vida, excepto para deshacerme de la idea del Paco y yo. Un año con esa idea en la cabeza, enfermando, esperando, preguntándome. Por qué? Por qué? Se tardó mas de un año en que me sucediera eso de que “un clavo saca otro clavo”. Para el verano todo mi foco de atención se había concentrado en él y en como estar para él cada vez que se necesitara. Todo mi pasado, Paco incluído  ya no interesaba mucho,  era un cuento viejo de final conocido. El cliché de las relaciones.  Ahora  en cambio, ayudaba a alguien, no importa si lo hacía mediante trechos de conversación, fotos o encuentros furtivos. “Estamos aquí para eso, tu me levantas a mi y yo a ti y así andamos” . No era necesario ni ponerlo por escrito, eso lo sabíamos ambos, porque muy dentro éramos ambos caras de la misma moneda. El mundo se ponía en calma cuando estábamos juntos. Todo funcionaba como un reloj. Como si siempre hubiera sido así incluso antes de conocernos. Y eso daba luego miedo, mucho miedo.

El verano ha terminado por aquí, supongo que él sigue yendo a la playa a hacer lo que sabe hacer y a mi me ha dado en cambio por encerrarme en esta torre desde la que ahora escribo. Me asusta que ya no me lea nadie, que a nadie le interese, pero supongo que hay que someter el ego. Nuestro mayor enemigo y dejarme ser.  No puedo dejar de escribir, porque es así como me hablo y ordeno mis ideas. Antes eran solo para mí ahora las arrojo en una botella al mar cibernético, a ver si a alguien que se sienta igual que yo en otro momento, le sirvan. Por que a veces es bueno no sentirse tan solo ni tan culpable por asumir los riegos de nuestras propias decisiones.


“ Yo escribo para que me quieran” es una frase que se me ha quedado en la cabeza. Pues yo también. No lo niego, escribo para que me quieran. Pero no basta solo con querer que me quieran, ya vimos todos en que termina el deseo sin esfuerzo, solo en una pompa de jabón, una ilusión que dura dos días, una decepción de principiantes. Yo seguiré desgranado mis recuerdos en arpeggios, a ver si así olvido. Por fin olvido.

lunes, junio 18, 2018

Hey!

Dieron las 11 en punto y el se fue. Yo me quedé como siempre, mareada pensando que lo había soñado.

No todos los días son iguales, hay días que pienso que el teléfono sonará antes que yo lo revise. Que al abrir las cortinas, el día será milagrosamente soleado y que habrá pan caliente esperándome para el desayuno. Pero vivir sola no es así. La mayoría son días de sobrevivencia, bailar sola con las ventanas abiertas, querer mostrarle al resto que bien lo haces. Sonreír al espejo y querer que alguien te vea bonita como te ves tu cuando estas despeinada y que alguien sepa qué comes, cómo duermes y en qué sueñas. Levantarse sin zapatos en la madrugada cuando la guitarra se ha caído de la cama y en lugar de enojarte pensar que es un ser vivo que pide que lo acaricies, que le rasques la espalda, que lo rasgues hasta que salga una canción.

Y ahora pienso que el problema de ciertos días no es que extrañe a alguien en especial, sino que me doy cuenta que no me basto yo sola. Que quisiera a alguien mas para mirarme, para quererme o pelearme. Alguien para hablar o ignorar, tener un nombre encima de la lengua para las veces que quiero repetir te quiero. Y tener el recuerdo de una cara encima mío para cuando me toco y toco y  quiero llegar al orgasmo.

Hay una canción que me atrapó hoy, no es por la letra. Es fuerte y sensual a la vez y tiene mucho de la voz de desidia que se tiene cuando le dices a alguien: Hey, estoy intentando conocerte. Hey, a dónde vas? Sabes que muero si te vas.

Con todo este asunto de la modernidad y que nadie se quiere sentir dueño de nadie, porque no es elegante decirlo ni pensarlo. En este tiempo en que nadie quiere ser poseído por nadie, porque quiere seguir en ruta, buscando una manzana mas roja, la mas jugosa, la que sea perfecta. En que no quieres realmente a nadie, porque vives en la eterna ruta hacia el final del arco iris, siento que ya nadie ama con pasión. Que el miedo nos invade incluso a la hora de decir Me gustas, te quiero, te deseo. Es mas fácil lo aséptico de la informalidad, la mediocridad del amigos con derechos. Esa cosa mohosa de Mejor sin compromisos y a corto plazo. Porque así no duele y no hay líos ni problemas posteriores y en eso...

Uh!

Te quedas a la mitad. A la mitad de todo. Pierdes. En esa carretera polvorienta que te conduciría a la playa azul prometida y de la que ya no sabes como salir ni a donde llegar. No tienes contigo lo que te daba miedo querer. Quieres con doloroso capricho lo que te da demasiado miedo obtener. Y en esa mazamorra de sentimientos, llega Junio con sus lluvias constantes y oscuras. Con sus mañanas grises que parecen indicar desde temprano el final del día y aquí me sigo preguntando, Qué demonio habita entre nosotros? Que me siento atraída y frustrada de querer y no querer-te?

Uh!

Estaba intentando conocerte...pero no puedo con Junio, con la mitad del año por delante esperando engullirme con fauces poderosas. No tengo tiempo para llorar mis malas decisiones o para echarme a dormir la siesta que mi cuerpo desea. Me tengo que ir y olvidarme de todas estas mierdas existenciales, de hablar en tercera persona. De escribir, de maltratar el pincel y la guitarra por igual. De sentir que no hay nada suficientemente grande para tapar todas esta grietas, estos miedos, esta necesidad de sentirme en equilibrio para al minuto siguiente perderlo.


Hey, quizá si. Quizá si hayamos estado encadenados.






Suena: Hey- Pixies

viernes, marzo 23, 2018

Irina

Casi al final del amor, Irina se mira en el espejo del ropero y no puede evitar decir lo que ha pensado toda la tarde:

-Ven mejor en las mañanas, cuando no tengo panza y me siento bonita.
  • De qué panza hablas, mujer? Ni siquiera la he visto.

  Es mentira, pero Luciano lo dice con cierta dulzura. Le gusta bajar la cabeza hasta sus muslos y  arrastrar la cara sobre su vientre sintiendo el rumor de sus tripas. Eso le conforta, hay una sensación de realidad que le da piso después de haber estado todo el día mareado pensando en ella.

Irina hace un mohín incrédulo, se tuerce en la cama como un gato y se acurruca  frente a el junto a su pecho.

-A dónde viajarás hoy?

El le dice su itinerario de la semana con voz calmada, mientras pasa su dedo índice por esa cara ovalada y el perfil lleno de pecas. No hay nadie mas en quien pensar que en ella mientras está de viaje.  Abre y cierra los ojos  adormitado frente a la ventanilla del tren y piensa en ella a gusto, sin que nadie lo moleste. Sin que vengan los hijos a pedirle que participe en sus juegos o la mujer a reclamarle dinero o cualquier cosa ordinaria y absurda. No están los jefes ni los demás empleados para interrumpir su ensueño, solo está la imagen de Irina apareciendo detrás de las lunas del tren mientras avanza de lugar en lugar, viendo como los cables de luz hacen panzas al caer entre los postes. Puede imaginársela como quiera, a veces feliz y otras triste. Existe Irina fuera de sus pensamientos realmente? Fuera de esa cama destendida? A menudo se la imagina flotando como en un sueño al que no puede regresar cuando desea.

Es una agonía, en cambio, para Irina cada vez que él se va. Suele preguntarse si de verdad volverá a ella o si esta vez será la del último encuentro. Entonces trata de tocar su cuerpo  magro lo mas que puede, uniendo con un pálido dedo las cicatrices que poco a poco ha ido descubriendo en su piel, territorio agreste propiedad de otras manos y otra boca. Cicatrices de todas las épocas antes de ella. La del mentón estrellada y hundida y la del empeine en forma de pluma, las pequeñas en los brazos y piernas, la brutal en el abdomen, con sus bordes elevados como el perfil de un cráter que ha tratado de engullir un fuego. Cada sesión suele preguntar sobre el origen de alguna y siempre hay una historia interesante detrás de aquella,  que el recita con voz ronca y profunda desde el decúbito. Ambos miran al techo entonces y esa voz que es mas calmada que la que usa a diario mientras trabaja o dirige a la familia, esa voz de relator de historias, que es solo propiedad de ella, de cuando dormitan en el lecho, cuenta historias de cuando era el niño que se caía de la bicicleta al ser perseguido por sus compañeros, hasta cuando era el joven Luciano peleando por sus primeras decepciones amorosas y luego,  las historias del hombre hecho a porrazos, ese mismo hombre que ahora ella tenía entre las piernas ajustado en un abrazo íntimo y suave, como si todo lo valioso y etéreo de este mundo solo cobrara territorio real en esos dos palmos entre su abdomen y su pelvis.

-Me escribirás esta vez? Susurra ella debajo de su rostro, su perfume asciende entre su barba como una brisa
-Sabes que siempre lo hago- le dice pegando sus labios a la frente fruncida de ella, intentando que confíe.
-Si, si, ya sé, me escribes cartas mentales todo el tiempo. Me pregunto donde las guardas?- dice ella con impaciencia, intentando apartarse de su abrazo de oso.
-Aquí, donde más? Donde tu habitas- y luego se señala el velludo pecho que ella acaba de arañar hace unos minutos.

Irina se recuesta ahí por un rato. Tras la ventana hay una nevada intensa que hace que el hogar se sienta mas confortable de lo que en realidad es. Una habitación pequeña y lúgubre con el abrigo de Irina colgado en la pared y una foto a blanco y negro de un hombre domando un potro. Las luces afuera son de un ámbar mortecino de fin del mundo. Amaría que fuera así siempre, que cada tormenta lo obligara a quedarse con ella. Que las comunicaciones estén bloqueadas, que no deba irse nunca y la vea despertar en la mañana y enterarse así como despierta. Como es que inicia su rutina diaria sin él, pensando en él.  La noche es larga aún pero a cada instante parece que se acabara, de lo perfecta que transcurre. Luciano abrazado a ella, besándole la frente hasta que se duerma, sus piernas sobre las suyas. El latido acompasado de su pecho bajo su oído. La panza  de Irina truena de hambre entonces, es la realidad que aparece entre ellos. Eso que a el le da noción de tener piso y a ella la devuelve a la angustia.


sábado, marzo 17, 2018

Aunque no sea conmigo

Sabes? Estoy en ese momento de la vida en que al sentir que haz perdido repentinamente a alguien no haces nada mas que recordarlo. Hoy por ejemplo, leí un cuento que me sobrecogió por su final y quise correr a contártelo. No sé, como si te importara. Como si alguna vez hubiéramos hablado de los libros que me conmovían, de algún autor mío que a ti te hubiera dado tanta curiosidad, que al pasear solo por ahí te habría dado la imperiosa necesidad de leerlo para saber que sentía.

Bobadas mías, lo sé. Estoy en ese momento del tiempo, ese en el que cada frase que hubieras dicho cobrara importancia y significados que antes no tuvo. Y siento, como ninguna otra noche que debimos haber hablado mas y pasado mas tiempo juntos …Ja, Como si hubiera un momento del día en que no hubiéramos hablado, no? Es que esa era la droga pues, la que te hace ir cada día por mas, la curiosidad, una historia a la mitad, un cuento mas de las mil y una noches  de esos que hablan de sitios distantes como Samarkhanda y de gente rara como sultanes, odaliscas o  Príncipes de Persia. Así te ubico ahora en mi mente, en un lugar lejano que ya no existe el mapa o que cambio de nombre y al que no se como regresar. Como en el sueño que te conté, recuerdas. Un sueño en el que volvía a una playa buscándote y luego olvidaba tu cara y al final olvidaba a quien buscaba o por qué lo buscaba, solo quedaba yo en la playa, angustiada. Mis miedos. Claro, siempre mis miedos.

Esta noche me siento particularmente sensible, ignoro si fueron las películas independientes, el blues, los cuentos de Nabokov, ese dibujo a lápiz que me salió con cara depresiva y boca torcida. No sé si se deba a que es viernes y que no he querido salir a pesar de estar lista hasta para una foto. No sé que es lo que es y lo adivino en demasía.

Te echo de menos y lo hago porque se que no te volveré a ver y eso debo aceptarlo, tal como que la tierra gira, aunque no sepa ni para donde. Te echo de menos, porque no sabría con quien mostrarme tal cual, cuando soy sensible o cuando estoy irritada, o cuando tengo dudas o cuando soy enfáticamente carnal y quiero acariciar mi ego contigo. Si y que me mires y digas alguna cosa que haga sospechar que quieres verme. Aunque no ocurra, pero igual es rico. Sentir que te desean y sentir que hay alguien en quien pensar durante las horas insípidas del trabajo diario.


Escribo esto, porque se me cae el alma al piso de solo pensar que no podré decírtelo. Ni contarte nada de lo que me pase en el día, ni tratar de encontrar soluciones para tus problemas usuales como si fueran los míos, como si tu fueras yo. Haz sentido alguna vez eso? Que eres un reflejo de otra persona? Que quieres que sea feliz a como de lugar? Aunque no sea contigo. Obvio. Aunque no sea conmigo.



PD.  Me niego a escribir un cuento sobre ti. 

jueves, marzo 08, 2018

Two strangers

Al caer la tarde el cielo en la costa me pareció del mismo color tornasol que la primera vez que me despedí de Sao Paulo creyendo que podría volver cada vez que quisiera. Allí había crecido como persona, por dentro. Fueron horas de conversaciones sobre la vida, pegados a una cerveza y a pizza barata. Entonces el olor paulista se me quedaría para siempre en la nariz, porque por aquellos días sentí esa ciudad como un invernadero gigante que me hacía florecer por dentro.

Esta tarde en Lima al comprobar que el verano se había ido para siempre y que ahora necesitaba vestirme para poder fumar en el balcón aguzando la vista en busca de los parapentes de colores sentí en medio de una lágrima que se coagulaba con el viento, que era el mismo cielo de aquella vez y que una nunca deja de crecer. Se marchitan algunas hojas y flores, el camino hacia el corazón se llena de espinas, pero siempre hay nuevos frutos por recoger.

Acababa de despedirme de el, pero sabía que no le haría un cuento como le había bromeado días atrás. “Yo siempre escribo un cuento  de las parejas de las que me despido”. Me pidió que no lo describiera como un cretino, quizá no se dio cuenta que acababa de referirme a el como pareja. En realidad habían sido 40 días y 40 noches de una dupla que necesitaba contarse todo. El se había vuelto un libro abierto y me dejaba leerlo. Qué lujo pensaba yo, mientras trataba de no interesarme, de no poner demasiado corazón. De que me gustara menos a medida que mas sabía.

A menudo las mujeres nos enamoramos así, pero yo ya me sabía el camino y no comería de ese pastel tan apetitoso. El hombre guapo, inteligente y conflictuado, solía ser un coctel molotov en el corazón de cualquier mujer con una pizca de sensibilidad y ganas de observación. Y yo ya no tenía tiempo para eso. He pasado la edad en que ofrezco mi cabeza gratuitamente a la guillotina. Pero ahí estaba el, día a día para mí. Mezclando sus conflictos con los míos. Creyendo en el amor, queriendo entregarse. Una versión masculina mía, casi mi alma gemela.

Ha sido duro decir adiós. La verdad no lo he dicho. He salido de puntillas de esa habitación deseándole suerte en lo que se proponga hacer. Deseándole suerte en el amor que tiene marca registrada para otra. Me pregunto si le haré un cuento. Le he hecho mil retratos. No lo sabe. Tampoco sabe que me duele el cuerpo ahora como si al dejarlo me hubiera invadido una enfermedad fatigante, con la que tendré que lidiar aun unas semanas mas. Mientras tanto trataré de no cruzármelo en ninguna parte. Rogaré por que su cara feliz no aparezca en otra revista social y que su numero sea olvidado para siempre, así como sus frases, su forma de enfocar la vida, sus consejos de hermano grande. Trataré de olvidar su cuerpo, su piel sobre todo, salada junto al cuello. Sus cabellos frondosos, su nariz cortada con cortaplumas y su mirada profunda desde otro mundo. Trataré de olvidar todo eso, aunque cada vez que vea el mar y un atardecer vainilla de final de verano me recuerde que el destino no tiene en nosotros ningún favorito.


“…Puedes que hayas nacido en la cara buena del mundo. Yo nací en la cara mala. Llevo la marca del  lado oscuro…”

domingo, febrero 11, 2018

Un sombrero para la noche

Ahora yo tengo la misma edad que el aparentaba en ese entonces. A pesar de ser mucho mas joven que yo y mas infantil en muchos aspectos, su calvicie incipiente y sus maneras de viejo lo hacían aparentar la edad que yo cargo ahora. Mis amigos solían compadecerme, pero yo era una novia feliz hasta el día que dejé de serlo para cuestionarme por todo. Por la decisión que iba a tomar, por la vida que pretendía llevar a cabo, por mi paso inexorable de su mano a la vida convencional y de buenas costumbres de la que había huido desde mi primer noviazgo. Nunca estuve lista y quizá nunca lo estaré, pero he dejado de culparme. Ahora, él está casado y la sociedad lo aplaude, yo sigo sola y soltera. No hay público para mi. El telón ha caído y yo estoy en el escenario sola, cantando en voz baja.


Mientras camino por San Isidro casi a la media noche con el sombrero de ala blanca y las manos llenas de bolsas y libros sin importarme nada, pienso si yo también aparentaré esa edad en que las mujeres solas pasamos a ser objetos de chismes mal intencionados en las reuniones sociales o de olvido en las agendas de citas. El vestido azul marino no me llega a cubrir las rodillas, vuela un poco al viento cuando cruzo la avenida y un grupo de jóvenes hiptsers me dejan rebasarlos, mientras ríen. Quién seré yo para ellos en ese momento? Una loca que usa sombrero en la noche? Una vieja dama? Aun no llego a tanto. No llegamos, pienso con una sonrisa, porque entonces vuelvo a pensar en él -el nuevo él- y en nuestras charlas sobre la trascendencia. A todos los que estamos terminando los treintas se nos viene el bajón de pensar en la eternidad y la trascendencia?

Las calles son tranquilas y de escaparates iluminados, algunos toman cafe y otros fuman cerca a la pista. Hay nuevos restaurantes que no conozco, a los que en otro tiempo me hubiera gustado visitar en pareja. Recuerdo entonces lo difícil que es remolcar a un hombre para salir a cenar tarde  o tomar una copa de vino por el solo hecho de que quieres estar fuera de casa. Me fatiga la casa. La serenidad de lo cotidiano, de los temas de charla doméstica. Del televisor siempre encendido o peor aun! Del pavor de esas noches en que no hay televisión, ni sexo,  ni nada de que hablar, porque no nos unía ya nada. No he hecho mal en huir de una vida que se vislumbraba mala, pero debo dejar de repetírmelo y dejarme ser. El, mi nuevo él, me insta a que sea feliz como soy. No lo extraño cuando veo esos restaurantes de gente animada y ruidosa, no me lo imagino en una cita conmigo. No imagino ningún espacio concreto en donde compartir cosas usuales, mas que en una cama. Mi lugar tan predilecto como temido. 

Me siento en las habitaciones de hotel como en una jaula de la que me da prisa liberarme. Amo las ventanas abiertas y que la ciudad se extienda afuera, haciéndome sentir parte de ella. Pero encerrarme con alguien solo a dormir y hacer el amor me hace sentir descolocada. Me agrada mi habitación donde en verano se puede tomar el vino helado y el viento peina fresco los cabellos. Me agrada mi vida solitaria, de escribir en la cama. De pasearme desnuda por casa, tomando fotos que a nadie muestro y dibujando a lápiz la gente que habita mis recuerdos. Y me gusta fumar cuando me siento muy sola y triste, para sentirme un poco rebelde, aunque ya no lo sea y beber hasta que me de cefalea para sentirme la adolescente que cruza límites que no debe. 


Eres la persona mas afortunada del mundo, no lo dudes, dice él y le creo, porque a veces necesitas creer en alguien, un cable a tierra fascinante que te sujeta y te suelta. Y sentir que no le debes nada, que no habrá nada a futuro, que es algo pasajero pero entrañable y que eres feliz por no haberte corrido al reto. Me gusta mi vida tal cual, salir a caminar, beber helados de yogurt cuando acabo de comprar nuevos libros que quizá no leeré ni este fin de semana ni el próximo y tomar cafe sencillo, recién molido en Miraflores. Me gusta Lima. Nunca me ha gustado tanto como ahora, que tengo tiempo para ser yo y hacer lo que me de la gana. Nunca he sido mas rica que ahora, nunca me he sentido mas acompañada…pero eso, también debo dejar de repetírmelo.

domingo, febrero 04, 2018

El Guerrero Azul

Las calles de aquel triste país dirigíanse todas al mar. No, no es que venían de la orla costera  y se derramaban entre plazas, mercados y casitas grises hacia las montañas,  sino que dirigían a todos sus habitantes en algún momento de sus vidas al mar. Unos irían a matarse de amor y otros para volver a nacer.

Ese mar era mágico y taciturno, de un azul tan oscuro que no permitía saber si habría peces en su interior. La arena era también negra y fina bajo los pies y se quedaba entre los dedos al volver a casa. Los granos de arena solían ser tan finos que no importaba cuantas veces volvieras a la ducha siempre había alguno que se quedaba en la raíz del cabello, en los oídos o en alguna ropa y te acompañaba por el resto de la vida, en todos los viajes cercanos o lejanos. Los que te sacaban del continente o los que irremediablemente te devolvían a el.

En ese país de eventos lejanos y pasados había nacido un mes de Mayo un guerrero sin lanzas ni armadura, que se debatía en estrepitosas batallas que sucedían a diario e irremediablemente cada atardecer en el momento en que la bruma llenaba la costa y enceguecía a los marineros y los curiosos. No todas esas batallas terminaban en victorias, sus heridas sangraban entonces y mojaban el negro territorio de rojos hilos de borgoña y fresa. 
Al levantarse la bruma con el primer brillo del día siguiente había un nuevo mapa de sangre que trazar y con eso también nuevos caminos y nuevas direcciones a donde dirigirse. El las tomaría todas a lo largo de su vida. Interpretaría cada mancha en la costa y el asfalto y buscaría salir de allí sin darse a la mar, sino en la dirección contraria. Porque quizá haya un cielo diferente, pensaba, un cielo que no se moje como miga de pan en ese océano oscuro. Un cielo donde el final de los hombres fuera diferente.

No todas las batallas eran perdidas, sin embargo. Había días para festejar, días en que no se sangraba ni se lloraba. En que no se mordía el polvo del paso de los otros. Esos días el color naranja intenso del atardecer se prolongaba varias horas, haciendo dorado el perfil de la ciudad de adobes, volviendo anaranjados los árboles y brillantes los caminos. Esos días estaba muy claro a donde debería dirigirse, podía vislumbrar la salida al otro lado del laberinto oscuro de edificios y estatuas que hablaban desgracias desde su herrumbre. Esos días se manifestaba en el, una alegría absoluta y llena de esperanzas, sus pasos se hacían veloces y se levantaba en cada uno con el poder recién encontrado de volar desde las cenizas! La ciudad se veía hermosa entonces, había magia en cada ventana convertida en oro. No había dolor ni apatía, en ese precioso tiempo en que el día entregaba su último aliento a la noche, el guerrero corría rápido hacia las puertas lejanas que lo liberarían de su diaria lucha contra sus demonios personales.

Corría veloz en dirección a las montañas, pero algo siempre volvía a enlentecer su paso. Una voz, una sonrisa, la suavidad de unos cabellos, la proximidad de unos pies pequeños golpeando la calzada, la duda de que alguien mas en esa ciudad de pobres corazones corría como el y  también necesitaba que le mostrasen el camino de salida. Detenía en ese momento su paso presuroso de huida y llamaba por ella, con ecos que resonaban en todas las puertas cerradas y techos asimétricos, sin que alguien acudiera a su llamado. Esperaba, no cinco, sino diez, treinta minutos... El atardecer se cerraba sobre él implacable como el tiempo y daba paso a la noche llena de sombras que borraban los caminos y las señales de salida, sin lograr nunca llegar a conocer al fantasma dueño de la voz que lo instaba a quedarse y liberarla. 
Alguien en esa ciudad también gritaba sálvame al llegar el ocaso, pero podía ser solo un invento de su mente. Un perfeccionado y diabólico mecanismo de defensa que aparecía palpitando en su corazón justo en el momento que estaba listo para marcharse.


Ella, la voz, solía ser el premio a sus batallas perdidas y el triste castigo a cada vez que venciendo su inseguridad se decidía por fin a irse. 

Llegada la noche todos las voces apagadas de los antiguos enemigos ululaban de nuevo en su cabeza, gritándole su fracaso, riéndose de su debilidad, o de su ingenuo deseo de sobrevivir allí sin salir herido. Rodaba entonces cuesta abajo, ebrio de soledad, por las calles empedradas de penas ajenas y propias y terminaba perdido donde terminábamos todos, viendo al mar oscuro en las noches de insomnio, adivinando con esperanza aquel punto lejano en donde la vida ya no doliera.

sábado, febrero 03, 2018

Animales

Saben lo que mas me gustaba de ver Californication? Las canciones de Bob Dylan. Y claro ver a un hombre eternamente cachondo porque no puede estar con el amor de su vida. Un desastre de hombre, por momentos conflictuado, de humor negro y pocas esperanzas de salir a flote. Que más seductor que eso?
Pero esa es la ficción, en la vida real nos vamos detrás de los hombres correctos y aburridos con capacidad de cagarla sin mucho escándalo. No siempre es así. Esta tarde me hallo algo mareada y con el estómago destrozado, que es mi modo usual de llegar al borde de la desesperación y volver a escribir algo, cualquier cosa. Ultimamente me dan miedo los teclados y la introspección, tengo suficiente con las veces que debo verme al espejo de la realidad, un espejo de agua quieta y oscura en donde no habrá muchas sorpresas. 
Vaya, que mal debo sonar ahora, es increíble que las imágenes que comparto sean imágenes felices de risas y pechos generosos. Disfrazarse de persona feliz hasta que te la creas, eso suelo decir, pero a veces ni la química ni los desastres orgánicos juegan a favor. El cuerpo se revela contra la armonía de la gente feliz y algo duele o vomita de mal ánimo el resto del día.

Hoy estuve en la madrugada caminando cerca a la playa solo para comprobar que el mar se había llevado de un mordisco parte de mis recuerdos y mis eventos pasados. Ya no sé hace cuánto estuve enamorada ni comprometida, ni el por qué, que pretendía con eso? Salir a flote. El no era la persona indicada. Cuando la persona indicada llegó me puso los cuernos antes de 20 días. Así que llevo cierta revancha contra el amor y las relaciones. Cuando tengo citas me preguntan que es lo que quiero y me apetece comentar: "Solo quiero salir un rato a modelar mi ropa nueva y un buen polvo", pero sería muy fácil. Las invitaciones de chelas y ver películas en casa abundan, parecen sacadas de pajeritos veinteañeros y tampoco estoy para caer tan bajo en la escala del aburrimiento. 
A veces tengo buenas citas, pero prefiero que no nos volvamos a ver, ya que es sabido que me enamoro tan rápido! La verdad no es eso, no es enamoramiento lo que me ocurre sino el sentimiento previo, la admiración. Y como no admirar a alguien igual de conflictuado que tu, pasando temas similares, que quiere escaparse a la costa del Panamá a vivir del surf atendiendo un chinguirito? Yo lo he pensado tantas veces, marcar la tarjeta de salida, tomar un avión y no volver a la vida convencional y los mil títulos ganados... Quién no lo ha pensado al menos una vez?
Hoy estuve en la costa y pensé hoy es mi día de surf, basta de caminar tanto, volvamos al mar, a nadar y perderse.Pero no pude. Como ya no puedo hacer muchas cosas que necesitan valor. El me dice, yo te llevo, yo te enseño, vamos al mar...y en eso pienso que le hacemos los dos interesándonos en las mis mas cosas? Mi primera marihuana me la he fumado con el, cuando pensé que lo haría solo al lado de alguien en quien confiara mucho, pero no sé que pasó o en que momento sentí que le podría confiar todo de mí. A veces dos personas están en ese mismo momento de escape, la ropa tirada por el cuarto y un poco de melancolía en los gestos, miras a lo profundo de unos ojos verdes  y dices, por qué no? Ya he probado de todo, un veneno más qué importa. Y si  es con mi nueva persona favorita entonces probemos cualquier cosa.


Hay días en que lo extraño mas que nunca. A mi imagen preconcebida de él, a las cosas que hablamos en la madrugada y a las canciones. A unos veinte días en que le creí cualquier cosa. Luego recuerdo que nunca existió y que ahora duermo tranquila en mi cama enorme de una sola lámpara sin tener que pelear por nada y prefiero pensar en mi nuevo amigo, el  de las anécdotas en todos los países del mundo, el que quiere irse a vivir como pobre a alguna playa. El que te dice las cosas de cuajo, así te duelan. El que ya no puede hacer nada por cambiar su destino y se pone corbata y una forzada sonrisa de pingüino cuando vuelve a trabajar. Trato de no interesarme, de no enamorarme, de no esperar nada, pero de vez en cuando cuando camino por la playa me pregunto que hubiera sido de nosotros antes de todas las obligaciones, si en un universo paralelo seriamos los patas que hablan huevadas frente al mar, si me seguiría aconsejando que ropa vestir para salir con otros. Si seguiríamos siendo como ahora Dueños de nada, amantes anónimos que dejan el disfraz cada vez que se entregan en la cama.

Febrero ha empezado difícil y sin ganas de ver a nadie. Se me confunden los amores, las personas y las rabias. Podría quedarme oculta con un papel y un lápiz en mi cama, pero la vida no me lo permite. Hay un mundo allá afuera palpitando como un animal oscuro que te reta a domarlo. Ay de quien se niegue a enfrentarlo!

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....