De Paranoia, Soledad, Amor y otras cosas que perfuman a la mujer hasta hacerla apetecible, abominable y unica....por suerte.
martes, noviembre 25, 2008
8 minutos para escribir una respuesta, una carta o el final de un cuento q ya lleva 8 semanas ahi metido en las ranuras de mi mente.
En cosas como escribir o hacer dibujitos, nucna me pongo plazos, tiempos, límites de horas...pero ahora...no sé, a lo mejor temo extenderme, decir alguna tontera, ponerme algo sensible.
Hay días como estos, esos días de los profundos cambios de ánimo, de las añoranzas o de la risa sin causa. Aun me molesta estar a mitad de una carcajada y ser sorprendida por un pensamiento triste, una evocación al pasado, una foto mental de lo que nunca sucedió.
Es increíble que el pasado se componga mas de imágenes de lo que una quiso creer que de lo que realmente sucedió. Extraño es mirar atrá y no distinguir el límite entre la realidad y la ficción. A veces despierto con la certeza de que me han amado desesperadamente, otras veces me doy cuenta que solo fui yo. Que las demás personas solo tuvieron para darme el reflejo opaco de lo mucho que yo di. Es malo eso? entregarse tanto a una ilusión, que no permitas al otro dar nada más que reflejos opacos?
2 minutos.
Tengo 2 minutos, para enviar un cable a ninguna parte y esperar una respuesta que dudo si llegara. Ya no tengo certeza de nada excepto de la fuerza de los sueños, que hacen que pase por la vida viendo las calles doradas, el cielo color vainilla, las manos de mi madre con olor a hierbabuena y sentir que mi csa, esa vieja casa es el subamarino que me oculta de cualquier tempestad.
Salgo a flote y me hundo de nuevo...son estos días tan raros, previos a desangrarme y morirme de nuevo. Son estos días tan raros.
Me excedí un minuto. Creo que no dije nada.
lunes, noviembre 17, 2008
La Nariz
- Bonitos pies-me dice alguien.
Sin levantar la cabeza le digo que No, que los odio, que de buena gana me los cortaría, ella- pues es una ella y no un él, la dueña de ese comentario, sonríe divertida y añade
- Yo si me cortaría la nariz.
Volteo a mirar a la joven que se ha sentado junto a mí y veo su perfil perfecto dibujado sobre el atardecer que ahora cubre los amplios ventanales del edificio antiguo que nos rodea.
- Tu nariz es bonita- digo yo-no entiendo porque podrías odiarla.
- No odio a mi nariz, odio a su función y a todo lo que conlleva- agrega en un tono melancólico. Yo sufro de hiperosmia- agrega con cautela, mirando a todos lados como si se tratara de una maldición antigua.
- ¿Hiper qué? Repito yo.
-Hiperosmia, la facultad de percibir los olores con más eficiencia que los demás seres humanos. Pero...¡eso es grandioso! reparo yo.
- ¡No! te equivocas, tener hiperosmia es peor que tener unos pies feos, me dice.
Entonces, yo escondo los pies enfundados en pedreria, por debajo del banco de madera y me detengo a escucharla. Los siguientes minutos la joven me contará sobre sus tribulaciones por ser dueña de una nariz tan especial, sobre lo terrible que es ir por el mundo sabiendo a ciencia cierta a que huele cada cosa, prediciendo que persona viene, que es lo que trae metido en el bolso o si se bañó o no. A mi me parece una historia divertida, pero ella me la cuenta entre triste y enfadada. Parece que tener ese “Don” la molestara sobre manera.
-Podrías dedicarte a sommelier, le digo yo para animarla. Ella me dice que no le interesa, que el olor a los vinos, quesos y vinagres solo le puede provocar cefaleas insoportables que la sumen en curas de sueño si recibe la medicación adecuada o en absurdos ataques convulsivos, si no tiene una pastilla a mano.
La joven se mueve en el asiento y yo pierdo de foco, su mirada, su cabello rojizo, su porte diminuto, su boca que hace pucheros al terminar cada frase como si fuera solo una niña pequeña. Toda mi atención está ahora, en esa nariz perfecta, que nace por debajo de sus cejas y se levanta al cielo respingada y alerta, como un pálido grumete en lo alto de un barco.
-¿Algo de ventajoso debe tener haber nacido así, no?- le digo, cuando me termina de contar que es la única de su familia con esa habilidad que le ha causado pleitos épicos por opinar acerca del olor a la comida de su madre, del perfume de sus cuñadas o de los calcetines de sus hermanos.
-Sí de hecho tiene ventajas, puedo percibir olores que nadie más percibe, me dice serenando su cara-Puedo percibir la mezcla de la hierba cortada aderezada por el aroma de la brisa marina. El perfume de las frutas maduras en el mercado, del melón calameño mezclándose con el durazno. Del maracuyá y la lúcuma serrana, de las uvas recién traídas en canastos de mimbre desde Ica. De las sandías maduras, cuando comienza el verano. De los anticuchos tostándose sobre los braseros al llegar la noche; de los hombres con colonias que se desvanecen con el primer sudor de vergüenza al saludar a una mujer; de las mujeres seguras con champús frutados en el pelo caminando por plena avenida, antes que los floripondios regalen a la tarde su último aliento.
Termina de hablar y noto que ha cerrado los ojos. Por un momento yo también. He imaginado a la ciudad nueva con todas esas fragancias que yo olvido de percibir siempre. Con toda esa gente de la que ella describe sensaciones solo por el olor que desprenden. No puedo evitar decirle que ahora su hiperosmia me parece algo mágico.
-Es mágico mientras no te subas a ascensores llenos- sonríe- mientras no vayas a tiendas que están en rebaja... Es mágico mientras no entres a perfumerías caras o a la sección de detergentes; o cuando no cruzas Lima de cono a cono sobre una combi repleta a mitad de febrero con todas las ventanas cerrada. Es mágico mientras no tengas ganas de sexo.
¿¿Sexo?? Repito pasmada. No puedo creer que también eso sea una desventaja.
Y entonces me cuenta que durante años no pudo tener novios porque siempre les hallaba un olor especial o en el cuello o en las axilas que la sumiera en el total desencanto. Que podía creer estar enamorada hasta que el día menos pensado el tipo acudía a la cita con un olor a ajo que emanaba de sus dedos, fruto de trabajar en cocina. O de acetona y bencina, si es que el tipo trabajaba en algún laboratorio.
Lo peor de todo era cuando ya estaba por dar el si y ese día sentía en las manos del hombre elegido un fuerte olor a mariscos, similar a toda la costa del Callao concentrada debajo de sus uñas, fruto de quien sabe que maniobra de dígito presión, que a ella le causaba más arcadas que deseo. Pero finalmente un día conoció a alguien con características similares a ella.
Ambos se cuidaban de no usar perfumes fuertes, del detergente a usar para lavar la ropa, de que no hubiera ni ajos ni cebolla jamás en su cocina y de que ni una gota de vino osara romper el equilibrio de aromas de su nido de amor. Él no sólo la comprendía a la perfección, sino que gracias a ese poderoso olfato tenía una perfecta guía geográfica de sus puntos mas erógenos y sabía exactamente el momento en cual cojerla o no cojerla, guiado solo por ese olorcillo tan sutil que humedecía sus ropas cuando ella ovulaba.
Todo parecía felicidad, excepto por el pequeño detalle que Miguel- así se llamaba- no solo era un amante detallista y complaciente, sino el peor de los celosos. Dueño de un olfato aun más fino que el de ella, podía deducir por el olor de su ropa sus periodos de estro, sus cambios hormonales, su atracción más mínima por cualquier hombre que pasara a su lado, solo ayudado por ese olor que cubría sus poros, cuando ella veía a algún hombre atractivo.
Fue en ese periodo que la relación se hizo insoportable, no podía salir a la calle de brazo de Miguel, sin que éste intuyera minutos antes, aún que ella, que su cuerpo ya estaba secretando cientos de hormonas por el simple roce de olores con alguien del sexo opuesto. Por ese olorcillo que cubría sus poros como un sudor invisible, fiel indicativo de que el eje de ella estaba dirigiéndose a otro hombre.
Esos paseos por la calle desencadenaban en Miguel escenas dignas de un Otelo, que gritaba y golpeaba, y ella un odio creciente a ese hombre que días antes amaba con todo su ser.
-Lo llegué a odiar tanto que solo podía imaginar su muerte cada noche- me dijo mientras sus labios se tensaban en un gesto de rabia y dolor. No sólo tenía mejor olfato yo, sino que ahora lo utilizaba en mi contra ¿entiendes? Mi olor me delataba siempre-dijo, mientras se volvía a mirarme con una expresión que me hizo recordar al mas inocente Norman Bates.
-¿Se separaron?- pregunté con cautela, mientras pensaba que esta mujer diminuta, por sus gestos y sus reacciones, podía corresponder perfectamente a la imagen de una asesina en serie.
-No; él murió hace un mes- me dijo. Mis vellos se erizaron de inmediato, pude sentir que ella acababa de oler mi miedo, cuando volvió a mirarme.
-No te asustes, no lo maté yo... fue el tumor-agregó con bajando los ojos.
Al parecer Miguel poseía un tumor en medio de su cabeza que le ocasionaba esa sensibilidad al olor cada vez más aguda y que finalmente le había provocado esos celos que rayaban en la locura.
Su don, motivo de orgullo, lo llevó finalmente a la muerte- me dice, sin poder ocultar ese beneplácito que le da el saberse única. Era obvio que un hombre como él no podía tener un don así, de manera natural, no? No hubiera podido resistir el peso de vivir con esa virtud...
¿Y tú, no tienes miedo, que sea también un tumor lo que te causa esa “virtud”, la hiperosmia de la que hablas?- digo después de un largo silencio que solo los autos a lo lejos rompían.
-No, tonta! es que lo mío si es un Don auténtico- dijo ella, mientras olfateaba los restos de la tarde que moría sobre nosotras.
domingo, noviembre 16, 2008
Sobre el horóscopo chino y tonteras similares
Yo, entre mucho de los defectos de los que podría acusárseme un día conocí ese mundo de erróneas interpretaciones al que llaman zodiaco, fue de casualidad y al igual que los sueños o las historias de ovnis, me atrajo en el acto con esa circunstancia morbosa de deleitarme con cosas que mi lógica no sabe explicar.
Es una característica que me guardo de andar mostrando, porque ¿para qué mostrar nuestras manías en la primera cita? Pero es cierto, desde que leí esa descripción de la cabrita (el animal por el cual dicen que me rijo) me encantó en el acto que no solo era el más femenino y maternas de los seres, sino que terca y de cabeza dura podía sacar de su sitio a más de uno.
¡De quién se podría decir eso más que de mí! ¿Es que acaso yo no me solía calificar así delante de mis nuevos amigos?¿ No solían decirme ellos mismos “Tierna y terca a la vez”?
El resto de descripciones me encandilan como si fuera una niña, que si la mayoría de seres con los que me topo quieren darme su protección, que mis bríos hacen que no termine nunca nada, que debería dedicarme a las artes, porque en cuestiones prácticas salgo perdiendo…En fin, estaban describiendo los chinos esos, a la bohemia indecisa perfecta a quien el amor debía corresponder siempre, pero que siempre elegía entre los animales- ups! -hombres equivocados…
Detesto a la genet que habla de fantasías y de zodiacos, pero internamente me agrada leer no el futuro sino lo que se escribe sobre el pasado de la Cabra, que en buenas cuentas, no sería sino caer en una estupidez similar. Futuro o pasado ¿qué importa? Una mujer que se identifique con un animal lleno de cuernos y patas duras, ya debe estar mal de la cabeza, seguro es una mujer que anda berreando por algún lugar su desventura. Seguro es una mujer medio loca…
Bueno ¿qué puedo hacer? Así como hay gente que se acerca a ti y sin querer te enseña sobre vinos, sobre libros, sobre algo de historia. Está la gente que sin proponérselo te introduce a ese camino del esoterismo y de los simbolismos al mejor antojo de postor. Y yo claro, buen animalito dócil, caí en el hechizo olvidando mi testarudez de siempre, de que el mundo se mueve según la lógica y al diablo con el resto.
¿A qué venía todo esto? Ah, si, por supuesto. A que sin querer esa manía me haya hecho preguntarme entre sueños a qué clase de animal ladino corresponden mis nuevos amigos ¿Una inteligente liebre?¿Un sexual caballo? ¿Un manso buey?
Pero adiós conjeturas, mis amigos actuales nada que ver con animales chinos, porque aquí en Lima de M.. las leyes se trastocan y mis amigos andan más marcados por símbolos más peruvianos como las del huidizo cuy, el cachondo pollino o el torpe marrano. Es decir, en este mundo mío- el hospitalario, me refiero, tan falto de misticismo y de creencias inútiles, si yo tuviera que encajar en un animal, probablemente ya no sería la inquieta cabrita de la que hablan con tanto cariño los chinos, sino algo mas correntón, algo que genere desconcierto, en resumen algo más parecido a una simple chiva loca.
viernes, noviembre 14, 2008
Espejismos de retorno a casa
Pasa que miro y de pronto la ciudad es simplemente otra. A veces, una ciudad inexistente, que sirve de escenario a mis pequeños dramas personales, un escenario gris por supuesto, con la única finalidad de que brillen un poco las historias que me ocurren. Lima, una ciudad que debería tener aroma de fruta pero que usualmente no huele más que a la descomposición de todas sus glorias muertas.
Hoy por ejemplo al volver a media tarde con ese sol que no es ni fu ni fa, con ese airecito que ya dejó de ser frío, con esas nubes que se despedazan con timidez en las puntas de los edificios, en esas calles medio vacías con gente que camina adormitada después del almuerzo, pensé no que estaba en Lima, sino en la ciudad de mi infancia, mi pequeña ciudad.
No recordé ningún hecho en particular, ninguna anécdota que pudiera ser contada, simplemente se me vino fuerte, como una bofetada ese clima que inundaba las tardes de una primavera que empezaba, allá en los días en que Setiembre era un mes de flores y el verano siempre comenzaba en Diciembre. Esos tiempos en que nadie hablaba de calentamiento global y que se sabía de siempre que el año 2000 sería el fin del mundo. De mi mundo.
Eran los tiempos en que las estaciones estaban bien marcadas, así como las fechas de aniversario o las fiestas de cumpleaños. Todo tenía un lugar en el horario de mi vida, todo tenía un tiempo. Los campos comenzaban a quemarse en marzo para el inicio de la siembra y ese ambiente de humo cargado y tierra removida, generaba entonces aquel dolor intenso en la boca del estómago, esa angustia por volver a clases, ese tormento de ser separada de la familia de nuevo. Por volver al colegio, ese circo romano en miniatura donde siempre se lucha a solas.
A veces pienso que toda mi vida ha sido marcada por eventos de separación que tolero muy poco. Eventos de separación que tardaré en digerir años, meses o toda la vida. No creo pues, que sea solo azar, el hecho de nacer jalada por las patas dos semanas después de la fecha esperada. No creo que sea azar que toda la vida he deseado volver al lugar seguro y tibio donde la oscuridad me albergaba como una semilla que jamás quiso ser fruto.
Vuelvo atrás en mis pensamientos y me hallo de nuevo en mi ciudad de calles pequeñas, que para ese momento consistía en mi universo extenso de peligros en cada esquina. Vuelvo a la puerta de mi casa, a esa reja detrás de la cual veía pasar a los niños rumbo al colegio, haciendo muecas para sacarme la lengua al mirarme.
Horas de horas, tratando de digerir la idea de no ser aceptada, pensando en que debe haber algo en mí que al resto no le agrade ¿mi físico? ¿mi miedo? ¿es que acaso podían oler ellos mi miedo de salir de casa entonces?
¿Puede una niña de 5 años sentir eso? ¿Sentir que no es aceptada?¿Que mas allá de las puertas de casa hay un extenso mundo en donde la gente no le profesará más que insultos y burlas? Un mundo al que deberá adaptarse como si no importara.
¿Puede ser tan sensible un niño? ¿o ya era vieja entonces? Como ahora, como hoy que siento que he pasado por las pieles de muchas mujeres, sin darme cuenta y que he vivido muchas vidas bajo un mismo cuerpo que conserva la misma expresión ingenua de entonces, pero que por dentro alberga historias que da miedo incluso contarse a si misma.
Lima, a veces se llena de un clima raro, una brisa que no es más que el aliento marino de muchas eras antes de nosotros, de muchos peces prehistóricos, de mucha tierra que antes fue océano y hoy solo es desierto ante los ojos. Un desierto que promete espejismos, ficciones, esperanzas de hallar un algo que no existe y que sin embargo impulsa a seguir adelante, ingenuamente adelante.
jueves, noviembre 13, 2008
El Blog
miércoles, noviembre 12, 2008
La Chica Migraña escribe
Estoy en un estado posmigrañoso, en el que mi mente y mi cuerpo se hallan agotados y a la intemperie.
Danger! No cruzar la línea.
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No sé a qué se deba mi migraña de esta mañana, si todos estos días han sido de una felicidad perfecta, si he estado alegre, divertida, hablando hasta por los codos. Si he gozado de una felicidad que ya parece irracional y sospechosa en mi habitual modo de vivir la vida. La felicidad que he experimentados estos días, no tiene culpable, comenzó el domingo y aun desconozco la causa. Simplemente el domingo desperté y todo estaba anormalmente positivo, todo parecía ser causa para sonreír y festejar. Es extraño. Ésta felicidad me toma por sorpresa porque llega a ser tan perfecta que en otro día que estuviera mas acuciosa y sin los efectos de los sedantes, tal vez tomaría por Felicidad Sospechosa.
Decía que me desperté con migraña, pero la verdad, es que fue ella quien me despertó hoy. La sentí como un dolor súbito e intenso, muy parecido al de un pico que te va desgarrando los sesos. Pico, vaya palabra, esta semana se me ha aparecido ya 3 veces en mi vocabulario. La primera, cuando un drogadicto- el Loco del pico debería llamarse- nos amenazó a todos mientras viajábamos en la combi. Yo me sobresalté igual que todos al ver su cara asesina junto al cristal de la ventana, me sobresalté más porque hubiera sido irónico que Laura Martillo muriera a causa de un pico. Más irónico aún, porque Laura Martillo la del ex novio chileno muera literalmente clavada por un pico (pene en jerga chilena) mientras va a reunirse con otro.
El hecho es que como decía, amanecí con ese dolor punzante, intenso e inhabilitante esta mañana y no pude sino sentir rabia. Rabia, porque hace meses o años que no despertaba por una migraña, porque de inmediato pensé en qué tipo de sueños había tenido, peor aún porque no los recordaba y, ¡mucho peor aún! porque desde que salía con el gurú me había vuelto esa manía de recordar mis sueños.
Llevaba años curándome de esa manía de averiguar en mis sueños la razón de las cosas, del futuro, de mi pasado. Años sin contarle a nadie, que soñé esto o aquello, esa ansiedad de saber que algo malo ha pasado con otro alguien, a quien he soñado y por el que no he podido hacer nada, había vuelto a mí.
Llega a mi cabeza esa frase de: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, como la de los superhéroes, pero a mí solo se me ocurre, que aparte de usar un traje chistoso ajustado al cuerpo, tener super poderes no conlleva tanta diversión como parece, si siempre tienes que estarte ocultando o no puedes usar tus supuestos poderes para fregarle la vida a alguien.
Bueno, ya me desvié del tema, hablaba de mi migraña de esta mañana, de que no me cedía con las pastillas que tomé, porque ¡no son las mías! Es decir son unas cápsulas verde-cilantro que tomo cuando no hay en las farmacias mis cápsulas usuales bicolores, cuando desaparecen del mercado por un mes y luego las revenden al doble de precio. Por eso hoy tomé las cápsulas verdes y claro, obvio! No hicieron nada, excepto causarme una gastritis, que quería hacerme vomitar hasta el apellido.
En el estado en el que me encuentro mi cuerpo se siente agotado y sin embargo mi mente permanece lúcida y alerta. Al inicio, con pensamientos que surgen y desaparecen de mí, tan rápidamente sucedidos por otros, que ya no parece una continuidad de millones de ideas, sino varias en simultáneo, moviéndose juntas.
Y ahí estoy yo, en medio tratando de dominarlas todas, como perros salvajes en medio de la nieve; solo veo asomar la cabeza de una idea y ya va otra mordiéndome los talones, ya está otra saltando a mi cuello, ya va otra pequeña huyendo de mí, sin entender la pobre yo, de donde vino esa idea ladilla.
Ahí estoy yo pues, tirada en la cama, tratando de dominar mis pensamientos, sin mayor éxito que el de un peruano que juega a dominar perros de trineo (se me vino esa analogíoa poco divertida a mi cabeza, será que también soñé con nieve)
Luego viene el sueño, ese maldito sueño, gracias a todos los químicos que me meto para contrarrestar el dolor, es un sueño falso, un sueño al que mi mente se revela como un animal indómito.
Un sueño que sabe que es ocasionado y no real, mi cuerpo está activo aun, y sin embargo los químicos ya comienzan a bloquear receptores, a enlentecer neuronas a relajar tendones, hay un momento que los químicos vencen, es decir, vencen la primera batalla contra el cuerpo, pero la mente sigue viva. La mente está más viva que nunca y sigue haciendo proyectos, estrategias, sigue buscando soluciones a la vida.
En ese momento de la migraña, podría hallar la solución a la crisis mundial, la vacuna para el SIDA, el origen de Dios, pero como las ideas se suceden tan rápido, no puedo llegar a atrapar ninguna.
El siguiente paso es la Felicidad. Es cuando termina todo, cuando el dolor se va luego de varias horas y mi mente se tranquiliza de su remolino de ideas y fluye lentamente como un manantial, en donde el cuerpo se mueve como un barco lento y pesado entre la gente, encallándose en los mas absurdos detalles como ver las flores o aspirar el aire fresco.
Es el momento en que mi cuerpo se torna lento, mis movimientos torpes, caigo en una somnolencia estúpida, de la que despierto, solo para sentir que la vida es bella, inmensamente bella, aunque no me pueda mover un centímetro para disfrutarla.
El cuarto estado, en el que me encuentro ahora, es el de los ojos pesados. Todo mi cuerpo se siente bobo, pero aun puede funcionar, pero los ojos…ay los ojos! Están estrellados, irritados, con los párpados a medio cerrar, sin embargo la mente, tremenda zamarra, la mente está suelta por ahí pensando historias, imaginando cosas, queriendo aprender, queriendo comunicarse.
Es en esos momentos que hablo, hablo mucho, quisiera contarlo todo!
Hoy he hablado con mis pacientes toda la tarde, pero al final se han ido de alta y yo me he quedado sola, sola y profundamente cansada pero con un montón de cosas que decir, con esa sensación de hiperrealismo en todo lo que veo, toco, huelo o siento. En ese estado en el que podría escribir una biblia entera y sin embargo, los ojos se me cierran, se van cerrando de a pocos y me siento como un minino cansado, que solo quiere volver a sui almohadón mullido volver a la cama y olvidarse de todo.
Fin.
domingo, noviembre 09, 2008
Domingo en una servilleta
sábado, noviembre 08, 2008
Boca Rota
simplemente, que se me rompió la boca
y por la mañana amaneció sangrando, cuando pensé que ya se había curado.
Cuando pensé que ya no se me notaba.
Mi boca, pobre boca, lleva una semana sangrando. Lleva una semana que todos ven mi boca con esa herida en medio justo de su corazón, que me preguntan y se burlan sobre quien me muerde tan fuerte. Sobre quien me hace daño ahora.
Mi boca, pobre boca. Me enseña que hay heridas que para curar necesitan seguir sangrando, hasta pasar por muchas capas de resistencia y de pronto un día despiertas y voilá! ya no sangra más.
Mi corazón es como mi boca, se hace resistente, pero no forma un callo suficientemente duro nunca. Mi esperanza es así, como mi boca. Un fruto suave, que jamás logra marchitarse del todo, volverse duro, siempre hay algo aunque pequeño que la terminará lastimando.
Yo...hoy no estoy triste, es solo éste estado de ser y no ser.
Será que hoy leí ese discurso de GGM y lo envidé por levantarse temprano desde los 17 hasta el resto de la vida solo para escribir historias que harían felices a otros.
Es solo que a veces me entra la duda, sobre si habré tomado las decisiones correctas.
Tal vez haya una misión y un fin en todo, como argumenta el Gurú. Tal vez tenga que terminar este ciclo y logre hacer mas bien que mal en la medicina. Logre hacer sonreir gente, aunque eso- qué pena admitirlo- ya no me haga sonreir.
Una verdadera pena.
......
Mi boca, mi pobre boca, hoy me vi al espejo y recordé cuando alguien me despertaba en la mañana y aun con la peor cara de trasnochada, me llamaba bella. Yo lo oía entre sueños y no le creía, aunque esa frase siempre lograba hacerme sonreir.
¿Qué tendrán las personas? Que dentro de toda su maldad te hacen tanto bien.
¿Qué tendrá la gente, no? Que cuando menos debería quedarse en este mundo, tu terminas luchando porque sobrevivan.
¿Quién soy yo? Yo, para decidir quien se queda y quien se va. Mis decisiones se basan en números, estadísticas, hipótesis, sondeos. Se basan en esa regla de que el que mas sabe siempre debe decidir por el resto. De creer que se tiene la razón, porque alguien debe asumir el mando.
Pensaba en eso. En Comme tout le monde, la película que vi hoy.
En eso y en que los films franceses por mas malos que sean, siempre me dejan pensando.
Que extraño hablar en otro idioma y reconocer frases que pensé estaban olvidadas.
En que la palabra marrocain, siempre sonará perfecta.
En mi manía por deglutir y degustar las palabras, por encontrarles ese sonido y esa cadencia dentro de si mismas.
Las palabras son mis bailarinas y yo soy la coreógrafa, cada vez que escribo un post. Cada vez que enlazo unas con otras para formar una idea. Por eso suena bien lo que diga, aunque a veces no tenga sentido.
Yo sueno bien, ja...casi siempre.
Hoy, creo, escribiré toda la noche, tengo demasiado en mi cabeza y no tengo amigos con quien hablar.
Desperté de mi larga siesta, extrañando con ansiedad el sabor de la Postobón manzana, de su color rosado en el vaso transparente. De su sabor suave y dulzón en la boca. Extrañé estar en otro país, extrañé irme.
Y deseé irme entonces, como lo deseo ahora, a otra parte, a otro lado, a algún lado en donde las cosas si funcionen, o al menos haya un periodo de adapatación en el que si parerezca que funcionan. Extrañé y deseé zafarme de todo esto. De mi misma.
Cada viaje, cada relación es lo mismo. Solo deseo creer y olvidarme de lo que yo pienso, estar allá afuera viendo curiosa la vida del resto y así, olvidarme un poco de mí, de mis dudas, de mis expectativas, de mis temores, odios, de todo lo que sangra.
........
Ay! mi pobre boca.
Intenté sonreir esta mañana y sangro más. Me mojó los dos labios, chorreó un hilillo hasta los azulejos del baño, pero ya no dolió.
Porque así pasa siempre con estos procesos de olvido.
Siempre sangro un poco, pero en algún momento las heridas dejan de doler.
Acepto ese beso asexuado, con la mayor humildad.
Acepto la ayuda de alguien. Hoy acepto la ayuda de quien sea que me ayude a dejar de pensar.
No, tampoco es por eso. Solo que quiero sacar los cangrejos de mi ropero, los muertos de mi placar, quiero limpiarlo todo hace tiempo, pero no dejo de empezar...por eso jamas termino creo.
Estoy en estado pos migraña, asi que no me juzgue nadie. Estoy en ese estado de no sentir nada y sentir todo a la vez, de querer llorar y sin embargo sentirme de pl{astico, incapaz de expresar nada lo suficientemente claro. Como en una dimensi{on desconocida, triste, gris, pat{etica.
(acabo de darme cuenta que no tengo tildes y que no puedo ir a officce porq la porqueria no funciona en mi lap)
Decia que...que decia? Ah si, que estoy escribiendo para no morirme, que me caigo de sueño, que quisiera llorar pero no me sale nada, que me ahoga una sensacion de inutilidad, de vacuidad tremenda, que parece ser un estado depresivo del que jamas me curo, que soy yo, cayendo otra vez por espirales internos hasta el centro mismo de la nada, que quiero algo y no se que es, que mejore esto, esta maldita sensacion conocida, de vida inminente (ojo , no muerte inminente como en el dolor dle infarto) sino de vida...si, hablo de la vida. La vida que me asusta, que hiere, que oprime mi corazon contra la pared, mi mejilla contra el asfalto, que me patea duro, pero la muy puta vida, nunca acaba conmigo, siempre quiere mas.
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Estoy escribiendo asi, porque me da miedo quedarme dormida, porque me da miedo soñar, porque, si, porque me da miedo romper a llorar. Estoy escribiendo aqui, porque es una forma de pedir ayuda sin hacerlo. Es una forma de soltar las amarras y entregarme a ese mar oscuro, amplio, inmutable de la depresion. Me suelto a ella y viajo por ella, hasta que en un momento cuando ya estoy al centro de ese oceano color acero, cuando no hay ninguna costa cerca, ninguna voz conocida que quiera oir, cuando estoy completamente sola, en el centro de todas mis mierdas, en ese preciso momento, emprendo el camino de retorno y vuelvo a la vida, casi contenta, casi feliz.
Es un ejercicio, doloroso, fatigante, cronico como un mal o un vicio, es mi unica forma de curarme, dolor con mas dolor, hasta sentirme la ultima migaja de un universo enorme de sabores mezclados. Hasta sentir que desaparezco. Esa es mi forma.
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Cuando inicie esta relacion, pense que mis domingos ya no serian a solas. Me equivoque otra vez. Hace tiempo empece a vivir con alguien, para sentirme acompañada, protegida al menos, que idea mas ridicula, jamas me senti mas sola, mas abandonada, mas rechazada, ams a la intemperie.
Y ahora, otra relacion, similar...una mierda de relacion. Sigo pasando los fines de semana sola, sigo sin poder hablar. Sigo sintiendome sola. Esta cosa, ya debe ser cuestion mia. Porque tan mal no puede estar el mundo. Debe haber gente feliz en la calle, debe haber relaciones que si funcionan, debe haber personas que si se sienten completas con otra persona al lado. Debe haber algo que funcione mas de un par de semanas. Debe existir algun roto para mi corazon descosido.
Mierda, deberia haber pues.
......
Me permitire hablar de Claudio, el innombrable de este blog, ese que ya fue. me permitire hablar de el, porque el otro dia senti claramente en el pecho que en algun lugar del mundo el habia muerto. Asi que ya difunto, puedo permitirme hablar de el y de sus mil cualidades porque no sirve recordar a la gente solo por sus actos malos.
Recordare por ejemplo, que el si me quiso siempre. Que podia sentir esa entrega que no he vuelto a sentir, que podia sentir incluso en la calle su mano que no me dejaba, en la cama su pecho seguro, en la tina su abrazo protector. No recuerdo un momento de esa relacion que no me sintiera segura y dispuesta a entregarlo todo.
La gente piensa que fue el dinero, que fue el fuckin dinero ese adorno que lo hacia especial y capaz de todo. Yo se que no. Fue ese proyeccion de una vida juntos, lo que me dio confianza. Fue saber que el queria cosas a largo tiempo y no solo el " a ver que pasa". Esa es la seguridad que no da nadie que ame poco.
No funcion{o claro. ¿Qu{e funciona en esta vida? pero el corto (largo?) periodo de nuestra vida juntos fue unico, porque fue pleno y de entrega total. Esa es la diferencia con todo lo que vino luego.
Ya nadie se entrega, ya nadie cree, ya nadie espera nada. Y claro, una se pone techos, limites, tiempos, plazos y entonces en la puerta del horno, el pan siempre se nos quema.
...............
No puedo seguir, tengo la paranoia, de que leere un horrendo y cursi comentario acerca de esto. Entre el señor anonimo y el señor no me callo nunca, este blog se ha vuelto una buena mierda.
viernes, noviembre 07, 2008
La vida continua.
Y en cada tumbo, se va haciendo blanca, chispeante. Agua clara simplemente. Moja mi piel, los pequeños detalles, el entorno brillante que se opaca si me siento triste, si bajo la cabeza, si me rindo.
Maldita vida, pienso. Bendita vida, medito. A veces quisiera dormir para siempre, otras tener mas tiempo para hacer realidad los sueños, las metas, el encuentro de mi misma. A veces quisiera poder comprender...pero mi cabeza es tan complicada y mi corazón tan pequeño, los detalles del universo no caben en ella, no se acomodan a mi forma y yo no acepto acomodarme a ellos.
La vida continua y yo me quedo en al orilla, contemplando su corriente eterna, me zambullo en ella antes que barra conmigo, como un pequeño sedimento más, inútil, corteza de tierra lejana. Un granito insignificante de un universo en olvido.
domingo, noviembre 02, 2008
Coloquios del Mundo Externo
"Yo dejaría que me hicieras daño. Porque yo sé que te aburrirrías de mí, pero
aun así, estaría dispuesto a que me hagas sufrir"
En una semana llena de estrógenos, bajas cantidades de serotonina, incienso en las calles, fe y ganas de milagros rebalsando de todos los ojos, un cardiólogo sería la persona indicada para arreglarme el corazón con una frase como esa.
Yo me dejo llevar por las frases y con 3 copas de vino encima y muchas ganas de creer que alguien se podría arriesgar por mi, esa frase corona mi semana. Me levanta el ánimo. Esa frase me hizo sentir que no era una persona inadecuada. Logró que soñara.
M, el dueño de esa frase ha pasado conmigo las últimas semanas, compartiendo mis pequeñas desgracias. El trabajo te vuelve compañera de viaje y yo puedo decir que he pasado 14 días de viaje a mi mundo interno junto a M. Me he atrevido a contarle que-Dios que vergüenza!-que estaba dispuesta a dejar la carrera por escribir. Que he comido sola todo el último año, porque estar en el hospital me hizo retornar a mis días de colegio y sentir de nuevo el rechazo de la gente normalilla y feliz. Que no soy fashion como él se burla siempre, solo me gusta la estética en los colores y las formas, que es algo que ya viene de familia, no tiene nada que ver con la moda.
A M. le he contado varias cosas, varios odios y cuentas pendientes que tengo aun con el mundo y claro, él me ha contado a su vez un poco de sus odios, de sus enemigos ocultos, de sus torpezas en el periodo de crecimiento y me he sentido tan cerca de él, que no he podido sino, sentir una pena amarga por no conocerlo antes, tal vez un año antes.
Me despercudo de esa idea, tan pronto como me acaba la resaca y vuelve la coherencia a mis ideas. Entonces pongo en claro las cosas y me doy cuenta que él- mi él, ahora- está allá afuera haciendo el mundo sonreir a su paso. Recolocando el universo y mis penas en su lugar, con esa manía de gurú que tiene. Ese día lo pienso mucho y vuelvo a sus brazos. Quiero intentarlo, intentar en lo que sea que termine esta historia, quiero esa paz que él me da, incluso si viene con un plus de cáncer al pulmón.
.......
Apenas vuelvo a él, le confieso esa frase preciosa de M, esa frase que me ha retornado a la confianza en mi misma, entonces él, que en este momento no es ni gurú, ni positivo, ni pretende la paz del mundo, lanza un cuchillo de frase: "El hombre promete y promete y promete hasta que..."- Amorcito, cualquier frase es una buena arma para un hombre, dice con una risita, mientras apaga su cigarrillo.
En ese momento yo me siento mas ingenua que nunca, pienso en M y su intentona de besarme a mitad de un tropezón con 3 copas de vino encima. Pienso en M y me pregunto si él será como todos los hombres, si tal vez detrás de su torpeza, de esa infancia de nerd igual que la mía, de ese carácter que lo lleva a enemistarse con medio mundo -igual que yo toda la vida-haya otro predador igual que todos los que he conocido, buscando ensalivarme la boca antes de romperme el corazón...entre otros tejidos menos nobles.
.....
Cuando llegamos a viernes, apenas si me he enterado de la fecha, me debo haber quedado en algun punto entre lunes y martes viendo toda esa gente retrocediendo con velas y cánticos en un fervor casi poseso.Yo me he ocultado en la biblioteca, me ha dado miedo ver tanta gente caminar rezando. El olor a inicenso había entrado horas antes a todos los rincones de mi mundillo diario y la música de iglesia sonaba tan fuerte que hacía saltar los clavos de las paredes de mi ateo corazón.
Recordé entonces mi niñez mas lejana, los ataudes pasando por mi puerta rumbo al cementerio y el espectáculo diario de la muerte en mi ventana, una mezcla rara de dolor y regocijo, con toda esa gente caminando veloz, llevando a hombros a un muerto que no tiene prisa por llegar al cementerio. ¡Tan curiosos los entierros, en mi Tierra del Olvido! Nada que ver con los féretros brillantes, con las flores, con la limosina de ley que veo ahora en los entierros.
Esa forma de despedir a la gente que se muere se me queda en la memoria grabada. Debo tener apenas 5 años y me oculto en el balcón de casa a ver pasar a los muertos, rumbo al campo santo. Gente doliente, gente de oscuro y con velos, es mejor ignorarlos dice mi madre, pero en casa la curiosidad de ver pasar la muerte se apodera de ancianos y niños.
Veo a mi abuela oculta tras las cortinas del segundo piso, husmeando sobre de quien se trata ahora. Se apaga la música en la casa, se cierran todas las ventanas, hay que tenerle respeto al señor muerto que pasa horizontal, sobre los hombros de una docena de familiares, tan a prisa que ni siquiera se lee el nombre en la cruz de madera, cayéndose las flores frescas que llevan los nietos del difunto en la mano, sin que nadie las recoja. Se pisotean flores y se reza en voz baja, yo me quedo viendo desde mi escondite las lágrimas de los niños empujados por el paso a galope de la gente grande rumbo al cementerio. En la calle se ha quedado ese olor a inicenso, a flores marchitas, a muerte. A lo lejos se oye esa canción de todas las tardes de mi infancia: La marcha al Infierno y mi recuerdo se opaca.
Veo a mi abuela abrir las cortinas de nuevo, el silencio en la casa se marcha, se enciende el ruido embrutecedor del televisor de nuevo. La muerte acaba de pasar y no nos ha llevado, suspiro aliviada.
Años mas tarde mis abuelos harán aquel viaje triste en horizontal, sobre los hombros de mucha gente. Yo seré la niña que derrame lágrimas empujada por la multitud, sin lograr recoger las flores que caen. El cortejo pasará de nuevo por nuestra calle y se detendrá en un último adiós a la que fue su casa. Yo levanto la mirada y me veo pequeña y asustada en la esquina del balcón polvoriento, sin entender del todo, porque morirse resulta una fiesta tan ruidosa para todos.
........
El sábado me levanto después del medio día, quisiera hacer muchas cosas pero me siento muy cansada. Llamo a mis padres, se han comprado una camioneta nueva. Me enteré el día anterior- cuando estaba de guardia- pero apenas si pude alegrarme.
"Usted es la única que nos dio esperanzas de que viviría, gracias"
Esa frase me desazona por completo. En un trabajo como el mío, no puedo permitirme dar esperanzas a la gente que llega a la Unidad, porque eso siempre trae problemas. Debo decirles a todos, asi lleguen caminando, me dice el jefe, que se van a morir. Así la familia ya está preparada y no sufre luego, si algo pasa.
A veces se me olvida esa parte de mi trabajo. A veces hago empatía con la gente y sin querer doy esperanzas. Pero a veces como el viernes, no sirve de nada. La gente siempre se muere, caprichosamente se muere. Me enferman. Una hace de todo, los equipos están ahí, tenemos de todo y simplemente los muy tontos deciden dejarse morir. Carajo! Hay gente que llega a hablar conmigo, que no entra tan grave, pero igual se dejan morir. Es algo mas que Dios, simplemente se dejan ir y una no puede hacer nada. Tan inútil.
Para qué mierda nos hacen estudiar tanto, si al final la muerte hace lo que se le viene en gana?
Al salir tengo que explicar a los familiares, me preparo para lo peor, para el reclamo, para el golpe, oigo los gritos desesperados cuando se enteran de la mala nolticia, de hecho querrán golpearme. Pero nada, hasta me agradecen, están furiosos con todos, pero educadamente me agradecen y entonces me siento una mierda. Porque preferiría que no fueran tan condenadamente amables, que no hubiera ninguna empatía con ellos, así no me dolería que se me haya muerto otro paciente.
Sí, a mi, no al Hospital, no a Dios, no al destino, sino a mí, al maldito instrumento que hace el trabajo sucio de llenar el certificado de defunción.
Salgo a tomar un poco de aire al final del turno, para olvidarme de todo. Suena el celular y es mi hermana avisándome las buenas nuevas, su voz es tan alegre que hace que sonría siempre, hablamos de todo y me olvido por un rato de que soy la Dra. Fulana y paso a ser solo la hermanita menor de una familia cómica, que bueno es serlo.
Estoy fatigada, se acaba el turno y cometo el error de volver a la unidad por el resto de mis cosas y ahí está la familia de mi paciente, para ellos no ha terminado nada, apenas si la noche comienza, a mitad de mi risa, debo apagar el celular porque me doy cuenta que ellos me miran, dolientes aun, acaban de volverse huérfanos de un ser querido y yo sigo aquí. Respirando, robando el aire que antes le pertenecía.
Mierda! quedarse viva a veces apesta mas que morirse.
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Es domingo y no dejo de pensar en los ojos del Gurú mientras me toca, parece que brillaran como dos soles negros y redondos en el centro de su cara. Es lo único que veo antes de abandonarme. Sus iris inundados del café que hemos bebido, como dos pozos oscuros en donde es imposible leer que nos depara el futuro.
"Mow can you mend a broken heart"
suena ahora en mis oídos.
Es una lástima que al Gurú no le agrade la buena música, ni leer lo que yo leo, ni ir a los sitios que a mi me gustan. Una lástima, que no tengamos una pizca en común, a veces me pregunto de qué diablos hablamos? De qué nos reímos? De qué se ríe él conmigo?
El día que volvimos, me vestí como pordiosera, pues ya no quería dar buenas impresiones. Ni maquillaje me puse. Alisté mi cara de mala, por si debía decirle todas sus verdades antes de romper-porque de hecho él rompería conmigo después de escribir esa carta- y llegué tarde para no tener que esperarlo como las últimas veces.
Y ahí estaba el Gurú, en medio de la gente con esa sonrisita tan suya. Como de que no pasara nada, de que el mundo es bueno, que es bacán estar vivos. Y yo quería odiarlo, por ser tan imbécil de no darse cuenta que lo nuestro no tenía futuro, de que una sola palabra suya movería mi mundo al lugar correcto, pero que bah! jamás la diría.
Pero ahí estaba él mirándome y la vereda se llenó de bultos sin rostro. La gente había desaparecido mientras llegaba a su encuentro y en mi cara usualmente seria, una maldita sonrisa asomó involuntaria, como el levantarse de un telón antes de la gran película.
Mierda! El Gurú había desplegado todas las energías del universo sobre mí de nuevo y yo volvía a sonreír, a creer. No en él, sino en el fuckin sentimiento, en ese dichoso sentimiento de creer que todo, absolutamente todo estará bien, si una se entrega de corazón.
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Antes de acabar mi domingo hablo con mi primer ex, en una llamada a larga distancia que me costó dos almuerzos. Nos contamos todo y hablo nerviosa como si tuviera cafeína en vez de sangre. Le cuento sobre M, le confienso que por un momento he sentido...ya sabes, he sentido que se parecían tanto- M y mi ex-que he caído en un estado de ternura involuntaria, en una mezcla de querer protegerlo y detestarlo a la vez.
Mi primer ex-El Lado Oscuro de mi Fuerza-se muere de risa porque conoce a M y está de acuerdo conmigo, ya que cuando conoció a M, también sintió que eran similares (M anda peleado con medio hospital y siempre está demasiado seguro de lo que sabe, un atorrante completo) me dice que aproveche el pico de mis estrógenos, porque me lo meresco.
La verdad él, mi DarK S¡de se muere de risa, pues sabe de mi disyuntivas sentimentales, sabe que mi fuerza ha fluctuado cuando he tratado mas a M, igual que pasó cuando él y yo nos conocimos. Sabe de que hay alta probabilidad de que la historia se repita, porque a mi siempre me han gustado los nerds malhumorados, los malos de la historia, esos imbéciles a los que odia todo el mundo, pero que yo sé, merecen tenerse cerca.
Sin ambargo el Dark Side se equivoca, a diferencia de lo que fue él, M, se autodefine como una placa inestable- en términos cardiológicos esa definición es risible- por tanto, ni él sabe lo que quiere. Me di cuenta, cuando caminábamos por el hospital y puso los ojos a media asta al ver a su ex novia (Gracias J.L Guerra por prestarme esa frase) se puso mas torpe que de costumbre y si no se enreda con los pies, es porque estaba apoyado a una columna.
Entonces me di cuenta, M. quiere y cree en esa frase que puse al inicio de este post, cree locamente en que hay que amar hasta que duela -como yo- pero ese dolor suyo ya es de otra. Aunque me ofreciera sus 2 ventrículos para exclusividad de mis tontos caprichos, ese corazón suyo, ya está infartado, dañado, ya ha dejado de funcionar cabalmente, hay alguien que le ha causado ya ese dolor intenso que pretende ofrecerme.
Mi querido M. sufre por una niña aun mas inestable que él mismo. Un embrión de bruja, ella.
Entonces me surge de nuevo en el pecho, ese sentimiento de enorme ternura y de ganas de patearlo a la vez. Porque veo en él a mi Dark Side en sus inicios, cuando aun era bueno, éramos buenos. Y experimentamos todo ese amor de estudiantes, toda esa aventura linda de besarnos con el guardapolvo puesto, enredándose los estetoscopios.
Veo en él, ese amor limpio hacia la primera chica que le gustó en serio, como el que me profesaba mi ahora Dark Side.
Claro, en esta nueva versión de la historia, esa chica del guardapolvo blanco ya no soy yo.
Suena esa canción <<<<...Por cada hombre hay una como tu>>>> en mis oídos y yo le cambio el estribillo para mis adentros
Flashes
Me permito hablar de él porque se que ya no me lee, que incluso abandonó su blog hace un par de años igual que yo. Me permito hablar porque es domingo y hallé un Cd sin nombre que probabblemente me lo haya grabado él. Quién sino él podría ponerme todo ese jazz encantador, esos boleros lentos, esas versiones de Cold Play y Marroon 5 ejecutadas por B.V.S.C?
La gente se cuida de enviarme música, porque al ser yo tan tirada a lo down, podría ser que una mala canción desencadene todo un proceso de odio al mundo, de escritura lacrimógena, de ganas de morir. Yo en mi egocentrismo usual, pienso que es por eso que no me envían, aunque lo más probable es porque nadie se acuerde de hacerlo. Dado que yo como él, en estos meses llevamos el autoexilio y lo trabajólico como norte y bandera.
Yo suelo enviar música, si. Luego me arrepiento claro, porque yo escucho cosas muy lentas, música muy vieja, algunas demasiado acústicas, otras demasiado poéticas. Yo escucho música que los demás consideran triste, que no se amolda a mis personas favoritas de la piel para afuera. Por eso a veces- casi siempre- me frustro y digo: Nunca más. Nunca más enviaré música a nadie, que se queden con la radio, con la música pegajosa, del estribillo bobo. Que se queden pues, con la música bailable de las grandes masas, acá me quedaré yo mimando con lujo mis oídos y mi mente con esa música que solo pueden ser entendida de la piel para adentro, que fluye, se amolda a los vertederos de pasión y melancolía de este corazón frágil, de este cerebro quemado.
Me gusta el piano. En una canción el piano suele ser primordial para que me capture siempre. Debe ser algo relacionado con las teclas, porque cuando escribo y oigo un piano como ahora, comienzo a escribir, rápido, volando, sin tildes, sin buena ortografía - o sea como siempre- bailando sobre el teclado, soñando, amando al mundo. A esa gente anónima que compone para mí, para que al otro lado del mundo, a mil años luz de diferencia yo me pueda deleitar con esos pequeños placeres cotidianos.
Debe haber sido él, pues, quien me envió ese CD. Él que tiene ese buen gusto para elegir música, libros y personas...y ahí entro yo. Como es posible que yo pueda estar en su círculo de amigos? Yo que a la primera no hablo, que me vuelvo parca, que doy apariencia de petulante, aunque la verdad es sólo que me muero de miedo de decir una huevada. Hacer ruido, cuando lso demás están silencio.
Hubo un tiempo- ese en el que trataba desesperadamente de enamorarme como emdio de cura- que yo intenté con él algo mas que amistad. Obviamente nos fue mal. El mundo no da muchas opciones a un par de solitarios, engreídos, que se hacen un mundito de naipes alrededor suyo para que nadie entre. No hablaré en plural. Tal vez yo sea así. Él tiene millones de amigos, gente que debe ser tan interesante como él, él se acopla a otros, o los acopla a sí mismo, no sé. Aun no sé cual es el truco, debe ser esa magia de cuando al gente se reune para disfrutar aceitunas, vinos y quesos. Yo a lo máximo que he llegado es a compartir un desayuno con pan viejo con alguien.
Antisocial por decisión propia, me voy quedando sola y me niego a compartir música y libros con quien no sepa apreciarlos, porque como en el amor, me da miedo amar si no saben reconocerlo.
Lo sé es muy fácil decirlo- Oh ! que belleza música flamenca! no digo que ese tipo es un genio para elegir la música que regala?- pero la verdad no puedo. De vez en cuando se me da el bichito de compartir mas que una charla frívola sobre el clima o el trabajo. De vez en cuando me encuentro con alguien y le cuento mas de lo que debería saber de mí. Le comparto alguna cosa que tenía en la repisa mas alta y polvorienta de mi memoria. A veces incluso un cuento. Y me sorprendo gratamente cuando no echen lo mio por el fregadero, sino que se atrevan a degustarlo hasta por uan segunda vez.
Él, tiro mi cariño por la tubería un día. Y pensé que debía odiarlo, no perdonarlo jamás, por la humillación de dejarme bailando sola, de negarse a recibir mis besos. Sin embargo, ya pasado el tiempo comprendo. Hay gente como él- como yo quisiera decir- que no se pueden atar con nadie, que buscan algo más, inexistente, que lleve al equilibrio perfecto, a la belleza irreal de sentirse vivos día a día. Casi nunca funciona, uno- una- lo intenta muchas veces, pero no ocurre. Y entonces nos volvemos solitarios, sibaritas de la melancolía y la soledad mas necia. Eternos y dolientes a los pequeños dramas de la vida diaria. Solitarios sin remedio.
Él es una de esas raras personas que todos queremos llevar de amigos. En quienes se cultiva una amistad y admiración indestructibles, esas raras personas con las que una quiere experimentar de todo. Ese es él, quien me regaló música que me hará escribir el resto de domingo.
Hay tanta gente como él, imagino a gente genial componiendo música que solo oiré yo, de la que solo yo sabré el significado, el extraño poema que reunen dos o tres frases sueltas. Esa música que lo une todo como un hilo conductor de tiempo, espacio y persona. La armonía perfecta.
Yo...debería estar dormida...pero no sé a lo mejor es que recordé eso del valsecito de Tacuarembó y entonces la máquina inerte de mis sueños mas caros de pronto click! comenzó a funcionar de nuevo.
martes, octubre 28, 2008
Coloquios del Mundo Interno
Escribiré sobre mí, porque es domingo y necesito hacerlo. Porque hoy siento la casa, mi casa, más inestable que de costumbre. Porque tengo miedo y rabia. Por eso escribiré sobre mí.
Es la primera vez que escribo sin música, en realidad es la primera vez que estoy en casa sin música, algo aterrador para mí. Yo que me muevo por la vida con música, como se mueve el pez por una corriente submarina, navegando sin mirar a los costados; como se puede trasladar mi cardumen de pensamientos de un lugar a otro de esta ciudad gris o a cualquier otra ciudad a la que intente escaparme. Mi vida es la música; sin ella me siento, huérfana, paralizada por el pánico de oír mis propios pensamientos, mis propias palabras fluyendo de mi y desencajándolo todo. Todo lo que por pequeños momentos de eternidad a veces alcanza la armonía de lo indecible.
No necesito de audífonos o un walkman ( vaya palabrita vieja!)Para hacerlo. La música vive en mí. La gente cuando me ve, piensa que llevo alguna especie de audífono oculto tras mi cabello de borrego. Que tengo un circuito instalado en mis oídos que me hace tatararear canciones incomprensibles o silbar mientras hago algún procedimiento. Pero no. Es solo la música que enciendo en mi cerebro cada que despierto, una música muy alta que me ayuda a permanecer sorda a mis pensamientos, necesidades, elucubraciones de mi pasado o futuro. Que me ayuda a estar en calma.
Hoy sin embargo, estoy en silencio. No podría aguantar una nota musical mas, así como no podría resistir otro cigarrillo mas, otra pastilla mas, otra cosa que me recuerde a anoche, un anoche que para mi aun no termina. Es domingo, estoy cansada. Llevo 48 horas sin dormir o más bien dormir tranquila. La primera noche de mis 48 horas insomne, porque estaba de guardia en el hospital, la segunda, porque intentaba una sesión amorosa, que de amor no tuvo mucho.
Esas han sido mis 48 horas sin sueño. Estoy agotada y sin embargo, no puedo dormir. Veo mi cara reflejada en la pantalla del computador mientras enciende y puedo delimitar mi rostro, mas desolado que ningún día. Debo estar en un bajón, pues me siento fea. Feísima, parecida a un elefante con mi enorme nariz y mis ojeras violáceas. Los ojos tristes, tristísimos, mirándome, desde otra dimensión, mi boca seca, destrozada por los intentos infructuosos de besarlo por encima de toda esa barba áspera y a medio crecer. Para conseguir en ese beso una verdad que busco casi a tientas: ¿Me quiere? O peor aun ¿Yo lo quiero a él?
……
He dicho que me siento fea, tal vez es mentira. En el fondo me gusta tener la cara de elefante, un rostro diferente al resto. Me siento un inmigrante en mi propia “casa”. ¡Vaya significado! Cuando me refiero a mi casa, hablo de mi cuerpo, de esta casa de 3 pisos y azotea, que acaba de ser removida por un terremoto, un ciclón, descoyuntada de su terreno sereno y acogedor de desinterés por el mundo cotidiano. Mi casa que ha sido detonada y ahora estoy yo, parada en la azotea, mirando cómo se avecinan tormentas que ya conozco y de las que ignoro si volveré a salir viva. Tormentas de pensamientos depresivos. Tormentas de inseguridad, de miedo, como hace casi un mes no sentía.
Mi casa de derrumba igual que en el sueño, ese sueño de cuando yo era la Pitonisa de mi casa. De esas épocas en que las migrañas eran tan intensas y frecuentes que pensaba que moriría pronto de un aneurisma fulminante- mi vista enceguecida por ríos de sangre cerebral, mi cuerpo rígido cayendo al suelo en completa soledad, en una de las muertes más patéticas que pueda imaginar.
Esas migrañas horribles que solo antecedían a esos sueños reveladores que mi hermana llamaba: “Los sueños pitonisos”. Y es que así parecían serlo. Sino como explicar la forma en que mi mente se adelantaba a todo lo que sucedería? ¿El terremoto en Arequipa? ¿El despido y posterior caída en jodas de mi cuñado? Una situación improbabilísima, siendo hijo de quién era y luego, La separación de mi hermana mayor?
Precisamente con ella soñaría esa noche, después de la migraña. A ella, bajo una lluvia negra mirando al horizonte, en la azotea de una casa destruida. Muy simbólico todo. Muy aterrador. Lo que jamás fue simbólico en esa época, fue mi desasosiego al despertar, esa sensación de malestar los días siguientes y finalmente, ese episodio familiar violento, de rescatar a mi hermana de la casi prisión en que vivía con el psiquiátrico de su ex marido. Toda esa destrucción, todo ese dolor, esa lluvia negra…Yo ya la había vivido antes, por eso no me inmuté cuando me enteré de la desgracia.
En este momento pienso ilusamente, que alguien al otro lado del mundo ha soñado igual sobre mí anoche. Me ha visto en esa misma azotea, sin moverme, aferrada a un edificio hecho pedazos. Mi alma. Mi casa volviendo al caos. Alguien se ha antecedido a mi dolor, como yo aquella noche. Probablemente como yo, también viva en el desasosiego de conocer el futuro sin poder cambiarle ni un ápice.
…….
Tengo náuseas. He tenido náuseas desde ayer cuando empezó la migraña, cuando él encendió una a uno cigarrillos que no me atreví a pedirle que apagara. Porque soy así, no quiero limitarlo y me limito yo. ¡Vaya estúpida! Merezco que me quieran poco.
He tenido náuseas mientras mi cabeza se reventaba, mientras el cuarto perdía oxígeno y mi cerebro boqueaba en la hipoxia de compresión y complicidad. He tenido náuseas de oír todas sus historias sobre extraterrestres, en su vano intento por conseguir una sonrisa en mi rostro. Náuseas cuando oía sus teorías espirituales, su forma de hablar tomando como norte los libros de autoayuda. ¡Mierda! Que diferentes somos, he pensado. Que diametralmente opuestos. Algo que en un inicio me fascinaba y ahora solo me genera disconfort. Algo parecido a la náusea.
Me pregunta por qué estoy con él. Trato de responderme yo misma.
- Por la paz que me das- alcanzo a decir. Eso ha sido verdad al inicio, pero creo que ya no tanto. Ayer no he tenido paz, ni sosiego, ni la armonía usual de cuando hablamos de todo un poco. Ayer me he sentido sola, en esa cama revuelta, sola con mis pensamientos mas lúgubres, sola y muerta en vida, oyendo de lejos ese CD que finalmente logré que le agradara y que hoy detesto con toda mi alma.
Sola porque supe que nunca entendería. Que jamás me diría un te quiero. Porque supe que si oía una opinión más acerca de lo que debería aprender de mis experiencias dolorosas para no vivirlas de nuevo en la próxima vida, si oía un solo pensamiento positivo más en ese mi lecho de dolor, probablemente lo mataría.
…..
Es domingo, tengo los dos celulares pagados, la música apagada, las ventanas abiertas y siento mucho frío. Intento que se ventile la casa, de olor a nicotina y humedad. Que se despeje ese olor que solía agradarme. Yo que he pasado mi existencia de la mano de fumadores, yo que voy por la calle persiguiendo el aroma de un buen cigarro, solo por evocar la nostalgia de mis años de infancia, viendo a mi viejo y abuelo fumar en una nube densa de tabaco y alquitrán por la noche mientras yo experimentaba mis primeras jaquecas.
Mi viejo, mi mejor amiga, Claudio y ahora él, fumadores empedernidos. Víctimas y héroes de la nicotina. Ese vicio melancólico que me los hace ver en otra dimensión. Una dimensión para fumadores, en donde la vida parece que no doliera tanto.
Yo comparto su vicio, sin encender uno solo. Detesto fumar, pero me agrada ese olor, o ese sabor que rezuma de la boca de un fumador, de su ropa, de sus maneras fantasmales de hablar, moviendo las manos, achinando los ojos, transformándose en un ser luminoso al otro lado del cigarrillo, un pequeño instrumento de placer que se los va fumando enteritos, de pies a cabeza.
……..
Mi viejo. ¡Vaya he vuelto a mencionarlo! llevo 48 horas con mi viejo dentro de la cabeza, sintiéndome culpable de su futura muerte.
Así empezó mi sábado malo. Almorzando con mi colega y reciente amigo M. y hablando con frialdad sobre mi padre. Sobre los pocos meses que le quedan, como si fuera un diagnóstico fácil de dar y una noticia fácil de asumir. Fingiendo no sentir nada, mientras oigo la palabra muerte y padre en la misma oración.
- Pero tú ya lo sabes- me dice M.
Claro, lo sé, sé el pronóstico en un diabético, hipertenso, fumador y gordo como mi padre. Menos vida que un cáncer, eso le queda y yo ya lo sé, pero no puedo hacer nada. Porque el viejo no quiere cambiar y yo no pongo ahínco en “hacer su vida más miserable” como le llama él, a insistirle en comer menos.
- Ya dejé el cigarro, no me pidas que deje el pan- me dice. Y yo no insisto, porque a lo mejor soy mal médico, una mala hija. Que no quiere insistir y obligar a mi padre a que adquiera un sorbo de salud. Porque me da una dolorosa ternura verlo comer sus 3 panes en el desayuno y guardarse unos cuantos mas, para tarde cuando nadie lo ve y devorarlos rápido, con la angustia y el placer de lo que se sabe prohibido
Yo no le insisto porque en el fondo creo que es mejor vivir a su modo y morir a su modo. Pero¡ carajo! ¿Qué sería de nosotras- de mí particularmente- sin mi viejo?
No puedo ni imaginar la vida sin él, me da pánico perderlo. Por mi culpa, por su culpa. Por esa cortesía idiota de no decirle que si sigue con esas huevadas de no asumir su enfermedad, se va morir carajo! Se va a morir o de un infarto o de un derrame, como sus hermanos, como su madre, como toda esa maldita rama familiar suya, siempre dados a la buena vida, al buen comer, a la ignorancia de saberse mortales y finitos.
Trato de no insistir ni juzgarlo. Lo dejo ser, dejo que se muera. Y eso me llena de culpa. De dolor. De miseria moral.
Mierda! No puedo llorar, para terminar con esto. Solo una lágrima, acabaría con esta sensación de vacío y opresión que me inunda el pecho. Una lágrima tan solo, que se me niega a los ojos tal vez porque ya me he secado.
….
No insisto con mi padre, como no insisto con él. Lo dejo ser, pues. Dejo que se muera lentamente fumando sus cigarrillos a mi lado y muriéndome con él. Mis pobres células expuestas a la maldita nicotina una década más. Porque lo beso y recuerdo a mi padre y a Claudio y a todos mis momentos felices relacionados a ese olor. Incluyendo mis primeras escapadas de clase, para hablar con los pastrulos de la gente de la academia, esos tipos que fumaban hasta marchitarse los puchos. Esos tipos que yo pensé eran gente especial…Como yo.
Y de eso también es responsable mi viejo. De hacerme creer que era especial y única. De hacerme creer que lo podía todo. Pero no es cierto. Me siento tan inútil ahora, con cuentos a medio terminar y una especialidad en la que nadie entiende porque me metí. Que podría pegarme un tiro, solo para sentir mi utilidad en alguna cosa. Una sensación diferente a este vacío que jode mi domingo, el único día de paz con el que cuento a la semana.
…..
Él me juzga, continuamente. Una costumbre que era exclusividad mía, pero ahora la explota él. Me juzga con pequeñas frases, sonrisas, opiniones. Me enferma eso.
Ayer por ejemplo, he tardado casi 15 años en sacar de mi lo que pasó en secundaria sin llorar. Lo he sacado delante suyo, tranquilamente, sin dramas, porque ya maduré, ya puedo contarlo sin buscar culpables. Sin culparme a mí.
Y claro! A los pocos minutos, la opinión, el juzgamiento. Su obligación de sacarle la moraleja a cualquiera de mis cuentos. De decir, que mi karma es salvar a algún otro loser como yo, para que no sufra como yo, para pagar mi deuda de aprendizaje con la vida.
Mierda! ¿Ya no tengo suficientes cadáveres a mis espaldas que también debo cargar con las huevadas de otros?¿Acaso pretende que sea un gurú, que enseñe lo que yo aprendí?
Cada quien debe saldar sus muertos como pueda. No soy una heroína, ni una maestra. Si el débil quiere morir como débil, es su problema. Es la ley de selección de la especie. Mala suerte.
…..
¿Por qué la gente no escucha? Mientras una termina de hablar ya hay alguien formulando una opinión, un comentario, una huevada que decir, que los haga sentir importantes y sabios. Entonces la segunda mitad de lo que yo diga, cae a un terreno baldío de su memoria y empiezan a picotear y juzgar. Supuestamente para mi bien.
El silencio es una virtud. Se lo he intentado enseñar a Edem, pero el tipo es duro como una tapia. No entiende el punto. El punto de que quedarse en silencio, ya es toda una valentía, es vencer a ese demonio venenoso que es nuestra propia lengua, esa que lincha, mientras trata de ayudar. Vencer esa aptitud que tenemos los seres humanos de emitir una opinión sobre la vida de otras personas. Esa cosa que nos mantiene ruidosos comentando la vida de los demás, ese ruido que evita que nos escuchemos a nosotros mismos. Ese ruido horrible, de voces que no se definen, que no permiten la introspección ni la comprensión de nada. Locos por opinar, por emitir un juicio. Por dejar una huella de su propio ego.
Yo adopté como mi ruido a la música. Trato con ella de amordazar los demonios que pueblan “mi casa”, mi espacio. Mi ciudad. Porque la verdad, yo soy tan cobarde como cualquiera y me da pánico oírme. Oír mis pensamientos acusatorios, depresivos, como los de hoy. Me da miedo oírme, tanto como verme al espejo y sentirme fea. Por eso antes opinaba y juzgaba y creía que mi verdad, era la verdad del universo, entonces la emitía y me sentía tranquila acabado ese prurito de opinar.
Hasta que conocí el silencio, una joya de la que trato infructuosamente de apoderarme. Pero nada. El silencio solo lo consiguen los valientes, los que logran acallar ese tropel de palabras de consuelo, de cuando uno les confiesa sus miserias. Los valientes, algo que aun no soy, que pueden simplemente oír y estar allí para ti, hasta que pase la tormenta.
Yo ya no quiero hablar de los demás, porque terminaré juzgando y empezará de nuevo todo. Prefiero hablar de mí misma, destruirme si es preciso. Flagelarme un poco, para sacar este dolor intenso afuera. Este dolor culposo, de hacer sufrir a la gente que quiero, de ver morir lentamente a la gente que quiero, de ser médico y no hacer nada por nadie. De ser un maldito parásito del mundo, que no le aporta nada, excepto textos insípidos de dolor y culpa.
No quiero hablar ni juzgar mas a nadie por eso termino hablando de mi misma. Por eso este blog, por eso todo.
jueves, octubre 23, 2008
Cap 2. Marina Sánchez
Su olor submarino de pronto había inundado el ambiente de la pequeña habitación tornándolo pesado y asfixiante. Acababan de terminar el sexo y el hombre parado junto a la ventana encendió el cigarrillo que se inflamó como un cometa candente en la oscuridad de terciopelo y se fue deshaciendo en pequeñas fumarolas blancas.
- Ya deberías curarte eso, mujer, a lo mejor es algo serio- le dijo molesto.
Marina asintió con la cabeza, dócil y avergonzada. Era la primera vez en varios meses que volvían a hacerlo y apenas dado el orgasmo, todo ese olor penetrante de peces muertos volvía a aflorar de ella dejando su sexualidad libertina al descubierto.
No era una infección, pensó Marina. Si la infidelidad fuera una peste ya habría acabado con ella hace mucho. Incluso desde la primera vez hace tres años en que él partió a su primer viaje a Tarragona. Esa tarde la casa había quedado muy sola y taciturna. Su alma a la intemperie solo podía añorar nostálgicamente un cuerpo tibio que tapara todo ese vacío que sentía entonces y que le recordaba a su lejana Cuenca, durmiendo en la verdolaga de su olvido.
De modo que cuando llegó la oportunidad a su puerta no la supo desaprovechar y se entregó sin miramientos al hombre marroquí que le arreglaría las cortinas. Pensó que solo sería una vez, uno de esos polvos de los que las mujeres se acuerdan entre risas cuando están ebrias, y sin embargo no. Ella acababa de probar una miel vedada, que le recordaba su juventud salvaje en la lejana Cuenca.
Ella, la mayor de las hermanas Sánchez había emigrado a España a los inicios de los ochenta, en que Europa aun no estaba con la fiebre de deportar ilegales y en la que aun la gente del tercer mundo era bienvenida como mano de obra barata. Allí había conocido a Chucho o al Ingeniero Jesús Alvitez como a él le encantaba aparecer en las tarjetas de presentación y su vida se había tornado apacible con sexo, que de lujurioso en sus tres primeros años había pasado a ser rutinario y doméstico en la segunda mitad de la relación.
Al salir de su ciudad no se había planeado aquella vida aburrida de ama de casa y mujer de alguien. En realidad ella había salido de Cuenca para no acrecentar el escándalo que en adelante sería el modo de vida de todas las hermanas Sánchez. Ese modo de vida que tanto espantaba al espíritu pueblerino y pacato de la ciudad natal. Ella quería vivir cosas nuevas, fuertes, terrenales. Ese tipo de aventuras que cuentan en las novelas de hombres. Subiendo a barcos, conquistando territorios.
Marina Sánchez se había soñado a sí misma como heroína también, esa clase de mujeres que hacen cosas grandes como sacrificar la vida por alguien, o curar enfermos de lepra o consolar a ejércitos enteros con sus canciones. Pero nada, ella a lo máximo que había llegado en ese sueño ingenuo, era sacrificar la secundaria por curar al enfermo de sexo del profesor de matemática. ¡Y vaya que le había salvado! Su sexualidad emergió entonces salvaje para devorar al mundo. Con apenas catorce años, supo reconocer en la cara de complacencia del maestro que algo bueno había hecho, que algo bueno tenía, para tornar de caras taciturnas a caras de satisfacción a los hombres que ella tocaba.
Luego vendrían muchos más, el entrenador de vóley, el juez de turno e incluso un cura. No podía evitarlo, a Marina le encantaban los viejos. No por ese morbo de ser la víctima de un decrépito que ya podría ser su padre o abuelo, no, no no. Sino por esa satisfacción de sentir que hacía algo bueno con esos indefensos viejos de pichas flojas. Algo como dar un poco de amor a gente herida y enferma…pero del alma.
Esas cosas de su pasado no las sabía Chucho, o a lo mejor lo intuía. Su mujer era diestra en el arte de amar a pesar de su juventud. Pocas cosas en la cama le resultaban sorpresas y al inicio se había dejado llevar por sus deseos más que como buena alumna, como una cómplice culpable de los mismos vicios sexuales.
Ella se había entregado a él dispuesta a regenerarse, sabía que lo del sexo sin amor no era un buen vicio, que entregarse por la mera bondad de hacerlo al primer viejo de cara afable que le enseñara algo que antes no sabía, era una costumbre desoladora que finalmente en un rincón oscuro de su conciencia pueblerina, aun, la hacía sentir culpable y avergonzada.
A Marina le gustaba aprender, es cierto, cualquiera que fungiera de maestro podía ser suficientemente excitante para ella. Pero eso no era todo, tal vez fuera el sentimiento protector de esos viejos apolillados, carcomidos por la melancolía de lo que fueron lo que le generaba esa empatía, que finalmente terminaba en un revolcón prohibido. Era ese sentimiento paternal que Chucho había prodigado en ella sin pedir mucho a cambio lo que la había ilusionado. He ahí que su relación llevara 6 años sin rupturas.
Pero había venido esto. Otra vez el bullir de su pecho por la emoción de entregarse a alguien nuevo, completamente diferente, un cuerpo de textura y sabor desconocidos. Esa sensación que Marina había experimentado de más chica y que ahora rumbo a los treintaymuchos se volvía un deseo irrefrenable, que debía ejecutar cuanto antes.
Su olor interior había cambiado sin embargo. Podía ocultarle toda la gente que pasó entre sus piernas desde que dejó de ser ninfa, podía olvidar sus rostros y nombres en la memoria, para que no quedara ni un rastro de aquellos a los que casi amó. Su cuerpo no tenía huella de ninguno de ellos. Al no parir jamás, sus músculos no habían perdido aun la tonicidad y el vigor de abrazar su miembro al entrar en ella. Su entrada, por así decirlo, seguía siendo joven y lozana. Y sin embargo…
Ahí estaba ese olor delator, que no se debía ni a infecciones ni a enfermedades raras. Ya se lo habían dicho muchos médicos. “ es el cambio natural del Ph…” Y qué carajo significaba eso? “Que a medida que una mujer envejece también cambian la composición de sus jugos…y de sus olores… por así decirlo..” le había explicado la doctora carita de rata que la había visto la última vez.
¿Y ahora? ¿Qué se hacía? Marina sentía que todos aquellos hombres, esos ejércitos de hombres maduros y desarrapados que ella había acogido en su ser, estaban pasando la factura. Su esperma inútil y viejo probablemente había crecido dentro de ella como una especie de hongo prehistórico que de pronto la volvía sucia y fétida.
-Así le pagaban - pensó con enojo y tristeza.
Podía seguir siendo aun joven y vital por fuera, sus carnes seguían firmes y enérgicas encima de su osamenta siempre grande como la de todas las hermanas Sánchez, pero ese olor…Ese olor de mar adentro, de muelle olvidado, de embarcadero a lo desconocido, aun seguí aflorando de ella cada vez que terminaba el sexo. Un día Chucho lo descubriría, estaba segura. Descubriría, todo lo mala y sucia que era ella y la echaría de su lado tal y como lo había hecho su madre y toda su familia.
-Porque la gente no entendía, pensó Marina doblándose sobre sí misma como un feto gigante, no entendía que a veces una tiene tanto amor para dar que necesita echarlo de sí, tirarlo afuera y mejor si lo recibe algún desamparado. Alguna víctima como ella del olvido de los otros.
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lunes, octubre 20, 2008
8 Semanas sin SeXo
Era la primera vez en 2 meses que lograba tener un orgasmo pensando en su cara y en lugar de sentir alivio, se dio cuenta que eso sólo significaba el principio del fin.
Habían sido dos meses maravillosos, qué duda cabe, esperando con ansia su llamada antes de acostarse o que se conectara al empezar el día. Las largas charlas alrededor del café humeante o las caminatas sin prisa hasta la puerta de su casa. Todo genial como siempre; pero claro había venido ese demonio del sexo a entrometerse entre ambos para arruinarlo todo.
Se subió las bragas tironeando por debajo de las frazadas aun tibias después del fantasmal orgasmo y recordó la primera salida juntos. Había sido genial esa sensación de no sentir nada. Ni ansiedad, ni algarabía, ni anhelo por un futuro, simplemente serenidad, por conocer a alguien que no buscara en ella nada.
Claro, las siguientes citas habían sido diferentes. Conversaciones más íntimas, roces de piel, silencios a mitad de alguna frase. Miradas cómplices. Su recuerdo se posó de pronto en esas manos que como gráciles palomas levantaban vuelo mientras él hablaba. Pensó que adoraba sus manos. Cómo danzaban con cada palabra o cambio de tono en su voz. Sin duda eran la mejor parte de su cuerpo, pensó. Claro, eso hasta la noche que lo conoció desnudo...
Era perfectamente simétrico. En la luminosidad naranja del cuarto de hotel, su cuerpo resplandecía bañado de un extraño fuego. Su mirada se posaría de los hombros al torso desnudo, del abdomen a la cara, de las piernas a las posaderas, a la cara de nuevo. De esa noche atesoraría el recuerdo de su rostro, sereno y sin gestos de dominio.
- Como la de un niño travieso- pensó con ironía, mientras limpiaba lentamente los rastros ligososos y tibios de su reciente orgasmo.
Habían pasado semanas sin poder masturbarse, en la abstinencia absoluta de fantasías prohibidas o pensamientos desbocados. Durante esas ocho semanas, había logrado convertirse de niña modosita en mujer fatal en la cama, para gozo de su reciente pareja. Ahora en su vida, las noches eran bulliciosas y los días cansados como tenía que ser.
Amanecía con sueño, queriendo seguir soñandocon ese ser de las manos aladas y el rostro sereno. Frotaba su entrepierna con el ávido más morbo de rememorar sus hazañas de cama con él, los días que no lograban dormir juntos.O tenían que estar un par de días separados. ¡Pero nada! Imposible evocar un deseo que no fuera, el de la ternura más pura y el de la serenidad más absoluta si pensaba en él.
Por más que su mano acechara el limbo de sus partes más tibias no había forma de continuar la fantasía. Sólo pensamientos azucarados y cursis florecían en su mente.
-En una mentecata se estaba convirtiendo, carajo!. El estado cojúdico mas parecido a la felicidad acababa de invadir su vida solitaria.
Pasadas las 8 semanas obligadas de sudor, calambres y látex. Todo había comenzado a enfriarse dentro suyo. No era que no hubieran aun muchos terrenos que explorar juntos (Los grilletes, los látigos o las fantasías de amos y mucamas o de profesores y tontas colegialas aun no los habían probado) Era simplemente que algo en ella se había marchitado de tanto no ser regado.
Su cariño inicial, su ilusión de que sintieran lo mismo que ella, esa tibieza en el pecho, esa alegría incontenible de querer abrazar y besar al primer contacto, se estaban mermando por la falta de reprocidad usual que tiene el macho cuando comienza su labor de apareo. Allí había alguién que no estaba preparado para corresponderle con beneficios que no fueran grandes chorros de ADN o mordiscos en la nuca.
Ni un solo cariño, ni un beso tierno, ni un poco de ese plástico “te quiero” que envidiaba tanto al oir los susurros ajenos. Esas ocho semanas habían pasado a ser en su vida, de cópula y pocas palabras. Inicialmente un evento provechoso, en su alicaído vientre exento de mieles que no fueran conseguidas apunte de su tesón imaginativo y de sus dedos solícitos. Pero finalmente, ese evento provechoso había caído en la usual rutina del macho Cromagnon queriendo expandir la especie.
Ahora se hallaba allí, hecha una estúpida con las pantis mojadas, la cama revuelta, los músculos saliendo de la tensión habitual de ese orgasmo que tienen las mujeres que se masturban, tan prístino como salvaje. Un rito ancestral que las dejaba tan relajadas como llenas de esa sabiduría del mundo y las malditas relaciones humanas.
Acababa de masturbarse pensando en su torso, sus brazos, sus nalgas firmes. Ni rastro del recuerdo de su voz, o sus manos gráciles en medio de su corazón. Mucho menos de esa ilusión inicial que le entibiaba el pecho esperando un “te quiero” que incluso cursi, podía haber intentado creérselo.
Él acababa de ser reciclado como muchos amantes antes de él, al mítico mundo de sus fantasías, guardado en las tinieblas del polvo fácil. Del que una no teme despedir para siempre, sin reproche, ni culpa; se acababa de convertir simplemente en el nuevo protagonista anónimo de sus pensamientos mas carnales. Una suerte de Don Juan sin nombre al que pronto, como era de esperar, olvidaría.
domingo, octubre 19, 2008
Princesa Kamikase
De esa mañana juntos recuerdo el dolor de despertar y saber que seguía viva en este mundo feo, en donde no era nadie para nadie. Las persianas color vainilla, las flores secas en la habitación, el popurrit rociado en el piso, mezclado con colillas de cigarros, con zapatos de punta, con ropa interior. Esa era yo, una criatura kamikaze a punto del caos completo.
Pero él estaba allí, con su mirada de paternal abrigo, acariciando los cabellos que antes habían sido rojos y mucho antes azules y tal vez en algún pasado negros como la noche en que nos conocimos.
No merecía esa mirada suya, dulce, silente...compasiva. Me dolía su ternura, como a él seguramente le dolía cada aventura suicida mía.
De esa última mañana juntos recuerdo una menta derritiéndose en mi boca salada de lágrimas viejas; sus ojos redondos en mis ojos calcinados de cenizas y maquillaje corrido. Ese era él, siempre mirando sin decir nada. Un día tal vez ya no llegaría a tiempo. Un día el dolor sería tan fuerte que necesitaría de más drogas, de más alcohol en las venas de más decisión para cabrear las agujas. Un día probablemente ya ni me hallaría.
Creo que me leyó el pensamiento porque me abrazo fuerte mientras me conducía al pequeño retrete vecino. Yo me desplomé en su abrazo dopada como estaba del dolor de vidas pasadas. Había sido una madrugada de regresiones, maldito efecto del alcohol y la morfina.
Me abrazó fuerte y yo me dejé ser en el hueco tibio de su abrazo. Había soul sonando allá lejos aun lo recuerdo. A veces cuando vuelvo a oír esas canciones siento que lo veo de nuevo, venir hacia mí en el rescate inútil de su princesa kamikaze.
Lloro por esa última vez de verlo vivo, en que no pude despedirme con amor, pues pensé siempre que yo partiría primero. Que yo era quien merecía retornar primero a esa matriz del tiempo en que mi alma era la hilacha gris del vestido vital de otras personas.
Imaginaba que sería yo, mil veces yo, maldita sea, la primera en retornar a casa. A esa casa. Pero me quedo aquí en otra madrugada gris sin él, sin nadie que me salve de mi misma y un vaho a sobrevivencia me hace odiar mi carne que se aferra a la vida, mi materia que se niega a ser muerta. Aún sin él a mi lado.
De esa nuestra última madrugada juntos, en que mi cerebro luchaba del embotamiento de sustancias raras para calmar mi dolor, solo recuerdo su boca pequeña murmurando: Despierta princesa, es tiempo de seguir viva.
sábado, octubre 18, 2008
1. Olivia y el Hombre Pequeño
La luz de la madrugada empezó a filtrarse en la pobre habitación, obligando a los ojos de Olivia a acostumbrarse a la reciente claridad. Sus ojos se habían vuelto grandes y saltados de tanto esforzar la vista buscando ver el detalle de las cosas. Sus párpados eran de un violeta casi transparente, que le daban el aspecto de siempre estar triste y cansada.
Durante años el Dr. Salinas le había recomendado gafas para su problema de visión, pero ella se negaba diciendo que si aun podía ver las cosas que le interesaba ver con sus ojos verdaderos, entonces era suficiente visión para ella.
El hombre que dormía a su lado se desperezó buscando a tientas el cuerpo tibio de Olivia Sánchez, que ahora desnudo y más transparente que nunca, se iluminaba de cientos de rayos azules filtrados por la vieja persiana. El hombre, levantó un poco la cabeza y la vio así, como una cebra azulina a contraluz y volvió a quedarse dormido, sin llamarla al lecho. Parecía estar ya acostumbrado a las manías de Olivia después de terminar el sexo. A esa costumbre de quedarse de pie junto a la ventana, viendo las colinas de Cuenca apareciendo bajo un techo de nubes blancas.
Olivia podía pasarse largas horas ante la ventana oteando la larga carretera negra que desaparecía serpenteante entre las colinas con rumbo a la capital. Marzo había empezado con su frío habitual de finales de verano y ahora todo el vapor capturado en el pequeño cuarto, producto de esa larga batalla de cuerpos desnudos, se condensaba en gruesas gotas que chorreaban por la ventana empañada. El mismo aliento de Olivia acercándose al vidrio, impedía ver nada más que sus propios dedos delgados acercándose a limpiarlo una y otra vez para poder seguir viendo la vieja carretera.
El invierno había llegado pronto, pensó Olivia. En general no esperaba ese tipo de frío hasta muy entrado Mayo, pero ahora podía sentir la humedad en los huesos, corroyéndolos y haciéndolos cada vez más débiles y frágiles. Los largos huesos de Olivia Sánchez sentían el frío con más intensidad que cualquier otro habitante de Cuenca y la obligaban a cubrirse con un vestido tras otro, incluso en pleno verano.Su cuerpo largo de proporciones enormes, funcionaba como un termostato para cada oleada de frío que se acercara a Cuenca. Un frío que la resquebrajaba por dentro como una pared ya demasiado húmeda y vieja.
Un fuerte pedo del hombre dormido hizo que Olivia volteara a mirarlo; se veía tan pequeño y frágil como cualquiera que hubiera conocido. Después del sexo los hombres parecían empequeñecer tanto a su lado, que Olivia no sabia a la fecha, si le provocan mas lástima o asco, el verlos así de frágiles, desnudos y con el sexo a la intemperie.
El sexo de Simón era pequeño y flácido ahora. Había perdido tono, después de la larga noche buscando hacerlo de todas las formas. Entre los pelos hirsutos de Simón asomaba esa pequeña prominencia carnosa que ahora, ya no tenía valor alguno. Olivia desvió la mirada, le costaba trabajo creer que se acostara con él; durante el amor apenas si su sexo crecía al tamaño de una perilla de puerta, pero de alguna manera, eso la excitaba.Podía pensar en su sexo como una perilla brillante, redonda y lustrosa, justo para su mano. Una mano enorme y huesuda que no tenia miramientos en tocarlo una y otra vez hasta sentirlo palpitar dentro de ella, lleno de vida, de un calor sobrehumano, que la hacia sentirse extraviada en una felicidad pueril y creciente.
Cada picha que tocara tenía el mismo efecto en ella, una manija de puerta que deseaba tocar y acariciar con curiosidad de adolescente. Una manija de puerta que instaba a cruzar el umbral y a saber que más había detrás de ella.Simón solo era una puerta más. Ahora había cruzado el umbral y toda curiosidad se había agotado, detrás de la puerta rígida que había sido Simón para ella, podía vislumbrar cada reacción que sucedería en él luego.
El sexo era la mejor manera de conocer a un hombre y casi podía decir que conocía a Simón como si lo hubiera parido.
Olivia bajó la mirada y sonrió para sus adentros al pensar que cada vez que lo hacían, el pequeño tamaño de Simón, hacia parecer como si de verdad lo estuviera pariendo.
Los hombres se achican cuando lo hacen- le había comentado su hermana; y es que era cierto. Todas las mujeres Sánchez, altas y huesudas por generaciones, habían experimentado la misma sensación de estar pariendo hombres cada vez que tenían sexo. Los hombres empequeñecían tanto, intentando de empujar su verga hacia adentro, que todo su cuerpo se iba en ese esfuerzo; las mujeres Sánchez podían sentir todo el cuerpo del hombre metiéndose por debajo de ellas, su pubis, sus piernas húmedas, su tronco sudado; por un momento la sensación de tenerlos completamente adentro era tan fuerte, que el sentimiento maternal y no el orgasmo las hacia gritar cubiertas por una felicidad pura y sin mancha.
Con Simón pasaba lo mismo, Simón empequeñecía cada vez que tenían sexo, Olivia larga y alta por naturaleza crecía un poco mas cuando estaba en la cama, sus largas piernas cubrían la espalda de Simón hasta envolverlo entre ellas, sus manos enormes se perdían en su cabeza hirsuta, su largo tórax era el lecho tibio para Simón que hundía la cara en dos pechos demasiado blandos y tiernos, para toda esa figura huesuda y dura en que se convertía Olivia Sánchez cuando lo hacían.
No cabía duda, Simón empequeñecía, no podía evitarlo. Ya le había pasado con otros hombres antes que con él, hombres de mediana estatura, altos, gordos y hasta obesos. Olivia los buscaba cada vez mas grandes, esperando no sentir ese sentimiento de tener que abrazar a un huérfano, de tener que parir a un hombre en lugar de sentirlo adentro; esa fragilidad en esos cuerpos mojados de sudor, que gemían y empujaban intentando hacerla sentir un orgasmo, pero que solo lograban hacerla sentir muy grande y sola, con una geografía demasiado extensa de montañas y valles, una geografía desolada y hueca, a la que nadie lograba cubrir suficiente.
En ese momento Olivia sentía frío, frío que no alcanzaba a ser cubierto por nadie, un frío que le calaba los huesos, era mas que solo el invierno en Cuenca, era mas que la humedad del mar cercano. Era ese frío posterior al sexo, esas ganas de enrollarse en si misma, para así sentir un abrazo verdadero, era ver esas vergas pequeñas colgando inútiles de los amantes dormidos, como los pomos de puertas abiertas; y poder vislumbrar el otro lado de los hombres ese lado frágil, oscuro, húmedo, ese lado tenebroso de enormes miedos, en donde los hombres naufragaban en dudas, en inseguridades e incertidumbre, ese espacio en donde los hombres se sabían simplemente pequeños y humanos y en donde ella se quedaba sola y sin la protección de nadie.
La Cita
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