lunes, febrero 06, 2017

La Tormenta



Hoy mientras hablaba por teléfono y me despedía de Ahmed para siempre (si, Ahmed, como el príncipe, pero esa es otra historia) contemple el cuadro que está cerca del recibidor. Ese, el del bote encallado en la playa, con un fondo de tormenta con un cielo revuelto de nubes azules y negras. Recordé entonces esa tarde. Era mi primera tormenta en el trópico, el mar se había vuelto negro de pronto pero las aguas seguían siendo tibias y agradables. Me había bañado allí hasta que todos los turistas se fueron. No de cara al horizonte, sino metida hasta el mentón mirando hacia el viejo hotel de arquitectura rusa, donde se despeinaban violentamente las palmeras. En la arena se acababa de sentar un tipo a fumar un puro, yo lo vigilaba y le temía. Siempre era así, ya me había dicho Papa:  “No quites la vista de tu enemigo” y yo no lo hacia entonces, aunque me diera miedo su mirada.

El chofer llegó a interrumpir ese duelo de miradas, salí lentamente del mar que ya se estremecía con el viento de aquel temporal a tomar la toalla y el resto de mis cosas que el tipo me acercaba. Se acercaba la hora de irse y el estaba ahí por eso. Me miro con extrañeza antes de decir:

-Cúbrase señorita,  que se le está viendo un pezon.

Ahí perdí la fuerza. Me vi el bikini de marinerita y ahí estaban no uno, sino los dos morenos pezones saliendo por el escote, erectos, atacándolo todo.
Me cubrí lo mas que pude avergonzada. No volví a mirar a la orilla, pero podía sentir el humo del tabaco viniendo rápidamente a mis fosas nasales. Comencé a caminar junto al chofer empapada y con los ojos clavados en la arena. Ahora entendía porque el hombre del puro se había quedado vigilándome, porque la amabilidad de los americanos al ayudarme con las fotos en pose y el porque sus mujeres los jalaran del brazo. Yo debía resultarles ahora, una nativa mas mostrando los senos, queriendo una foto con ellos, un intercambio de palabras, de besos o de dinero.

La idea me avergonzaba, me pegué mas al chofer esperando que me protegiera. Era un hombre bajo de intensos ojos azules, rubio y con pecas por donde se le mirara. En mi país seria guapo pensé, pero aquí no me lo parecía. Rostro achatado, frente amplia, brazos bronceados debajo de la camiseta del club. Su estatura lo hacia verse rechoncho por la musculatura. Los hombres bajos no deberían hacer pesas, pensé, castigando a mi ex con esa afirmación. El también era un hombre bajo de espaldas corpulentas y brazos enormes. !Como lo evocaba yo en aquellos tiempos! En cada viaje y necesidad de traductor, cada vez que necesitaba alguien que me solucionara los temas que me aquejaran. Su labor de amante se confundía por entonces con la labor de papa. Una característica que seguiría buscando en los años venideros sin apenas darme cuenta.

El bote estaba varado ahí, junto con otros veleros. Nadie saldría esa tarde. No había gente en la playa. Los conductores estaban metidos en sus coches viejos bebiendo café o fumando puros, recorrimos la playa defendiéndonos del viento. Mientras, el hombre bajo parloteaba, tratándome de usted y con un acento isleño, que me había tenido que buscar por toda la playa, que temía que anocheciera y que no me hallara, porque el viaje de regreso al pueblo es aun largo, que ya nadie se queda a pasar la noche en ese club ni hotel fantasma. Yo me cubría la cabeza con el pareo a modo de velo, asintiendo con desdén; no quería escuchar su cháchara. Para eso le estaba pagando, no? Para que me esperara, para que me encontrara, para que me llevara de vuelta al pueblo. Acaso no había quedado claro? 
“Solo calla y coopera” quería decirle y volví a recordar la voz de algún ex diciendo esa frase a mitad de alguna noche borrosa.

Mis ex por ese entonces eran historias que aparecían como blancos guijarros en una playa oscura, señalando el camino del que venia. Siempre había algo de ellos que reaparecía en pequeños detalles que me llevaban de un salto hacia el pasado. Una frase, una actitud o una torpeza. De cada nuevo hombre que conocía, solía pensar: Si eres suficientemente bueno, escribiré de ti en mi diario. Si eres en cambio suficientemente malo, me servirás de personaje para algún libro mas. Y es que por entonces escribía todo. Mis manos ni mi cuerpo cesaban de encontrar historias…Tiempos jóvenes aquellos!

Cuando pasamos frente al bote me mostró la cámara con una sonrisa de muchos dientes manchados. 
-Aun necesita fotos a lo marinera? 
Ya había olvidado que al llegar al club de yates le había preguntado si podíamos alquilar alguno para las fotos, pues yo había llevado especialmente mi bikini marinero para ese tipo de fotos en altamar. Esa tarde ni la siguiente saldría ninguna yate, así que podíamos fingir, haciendo fotos en la playa.
La idea me compuso el mal rato pasado.
Me acomodé el bikini, me arreglé el cabello e inventé una sonrisita coqueta para el primer flash.
-Señorita parece que estuviera en un velorio- reclamó el hombre.

No lo mande a la mierda, simple y llanamente porque era cierto. Los días de tormenta me ponían melancólica. Me pondrían la piel de gallina todos los años venideros. Esa soledad de la playa abandonada por el frío, el mar negro rodeándolo todo. Ningun lugar a donde huir, excepto quedarse en tierra esperando. Desolador, realmente.

Las siguientes fotos fueron mas fingidas, me cubrí con el blusón de seda blanca a modo de capa y el resultado visual había mejorado algo pero mi cara seguía siendo de desconsuelo.

-Finja un poco señorita, es usted la reina de esta playa. Ya Crea-se-lo!

Me dio mucha risa, las próximas fotos intentaban ser algo mas sensuales; una en el timón, otra en el yate. Un saltito en la orilla, una zambullida en el mar. Con el pelo suelto y con el pelo atado. Con cara de buena y con cara de mala. Esa sesión de fotos estaba calentando la tarde.

-Señorita, mejor la llevo para el pueblo o otra playa que todos los choferes la están mirando.

En efecto los choferes de los coches para turistas, los acomodadores de tumbonas, los mozos que recogían las copas debajo de los tapasoles cerrados y abandonados. Toda esa desolación de tormenta ahora  estaba llena de ojos que miraban, los saltitos, las poses, los cambios de posición del cabello.

“Chica mala, muy mala”.  Recordé ese susurro en mi oído derecho.

De camino de retorno al pueblo,  el cielo era color morado y los arboles se perfilaban negros y amenazantes. La próxima playa era mas alta y mas bonita, sin yates, sin gente. Sin tapasoles para turistas. Una ensenada de agua azul que se encrespaba al viento. El traje de baño goteaba sobre mi cuerpo que tiritaba en el asiento trasero sin ninguna toalla seca para cubrirse del frío.

-Odio este frío- grite, castañeteando los dientes. Odio esta isla!
- No diga eso que el mar se ofende! Ahora mismo es la mejor hora para nadar. El agua en el caribe se pone caliente.

Lo miré con desconfianza.

-Créame, que se lo que le digo. Si quiere protegerse del frío, quédese dentro del mar cuando llueve.

Paramos el auto. Unas fotos mas para ver como el mar se estrella en las rocas, como se desmelenan las palmeras, como cambia el sunset y se hace morado, lila, azulino. Una foto contra la palmera, otra en la arena, con pareo y sin pareo. Riendo contra el viento, amenazando al mar. Mil fotos mas.

-Es usted una reina de sensualidad señorita.
- No es cierto- Le refuté con un mohín.
- Es una sirena, la hija de Neptuno...

Su voz se perdió en el viento,  cuando di una rápida corrida hasta la playa. El pareo quedo atrás. Solo un salto dentro del mar caliente,  desatarse el sujetador, un trapo de bikini menos, liberar los pechos, liberar el alma...Ya que importa quien vea?  Uno mas. Vuelan libres las piernas, el agua cubre hasta el mentón, libera. Ninguna tela cubre lo que no nació para ser cubierto. El mar es un amante fiel ahora. El mar que conozco, que golpea y acaricia. 
Mientras, alguien me observa sentado desde la playa, la cámara sigue haciendo flash. Me pregunto: Vendrá?

Jugar con el agua salada, saltar en medio de las olas, adentrarse en el océano hasta que la tormenta sea noche. Nadar y nadar para que no me alcancen, para no tener que estar con la vista siempre fija en el enemigo. Para olvidarme que existe alguno. Me adentro hasta el horizonte, que ganas de no volver nunca mas. Los pezones se golpean en las olas, los pies chapotean, el cabello se enreda. La hija de Neptuno no quiere volver. Se abren todos los espondilus, huyen las estrellas marinas. Un cardumen de peces le ingresa  por el pubis y juguetea hasta perderse bien dentro. Hay magia en medio de las olas que se elevan fosforescentes. Se ha hecho de noche y el tiempo pasa. Podría morir ahí mismo, dejar que todo dolor pase.

Dos faros iluminan ahora desde la costa, hay que volver... Golpe de realidad y miedo...Donde estará mi ropa? Donde estará el chofer? Quien me cuidará ahora?


El carro de la policía está estacionado esperando. Una bocanada de tabaco sale por la ventana, sin ningun rostro visible. No hay mas nadie. Ni el chofer, ni mi cartera con el dinero, ni mi ropa. Una blusa blanca se desgarra amarrada contra una palmera. Todos los flash se han detenido.

Me cubro con las dos manos, unos pechos flojos y una ingle mojada. No hay con que pudor cubrirse la conciencia.

-Señorita, habla espanol?- Grita alguien desde la orilla y su voz se pierde en el viento.


sábado, febrero 04, 2017

Sunset

De todos los malos días, de las malas estaciones, de 11 anhos atrás, justo hoy tenia que volver a leer aquel relato de la princesa.

Que depresivos éramos entonces! El dijo, desde que te conozco llevo meses sin pensar en desaparecer. Eso sonaba hermoso entonces, algo que crispaba todo entendimiento. Me acerque a el con la atracción de un cuerpo blando sobre un cuchillo y dolió entonces, lo poco que duro, lo mucho que esperamos que ocurriera. Pero fue hermoso, lo acabo de recordar, porque éramos dos personas tan tristes entonces, que al estar tirados en cama se sentía menos la soledad. No he vuelto a sentirme sola nunca mas, ni a necesitar un cuerpo en mi cama nunca mas. No necesitaba completar la historia de otros, en estos anhos, ya había tenido suficiente con la mia.
Que tristes éramos entonces, pero ya no mas. La gente se llena de hijos y dan motivos para seguir luchando. Yo me llene de libros, de viajes, de zapatos. He ido llenando los vacíos que antes llenaba con historias sobre princesas suicidas en medio de océanos rosados. He dejado de escribir, de escribir-te. He dejado en el camino a volverme un adulto responsable tantas cosas, pero ahí están esas lineas para recordarnos que tristes y jóvenes éramos entonces.

Lima huele como una cloaca hoy, o será otra vez la sensibilidad a los olores de cuando las cosas se pintan feas? He gritado abran las ventanas, saquen la basura, limpien los banhos, entonces la gente me ha mirado desconcertada porque nadie olia lo que yo olia. Eso me sucede en estos estados de sensibilidad absoluta. El mundo se abre de piernas ante mi y no puedo contener la mueca de asco.

Así era el 2006 verdad? La época en que empezó todo, como es posible que siga aquí escribiendo, sufriendo y equivocándome de nuevo? No hay tantas ciudades a donde viajar y enterrar historias de amor? El mundo es ancho y ajeno, ni te imaginas. En ese tiempo el conocía Europa y Japon, yo apenas la carretera panamericana. Pero aun así el quería morir y yo quería quedarme. Siempre es la misma historia. Aferrarse a la esperanza de que aquí las cosas mejoren, en algún punto. Y cierro los ojos y el atardecer se vuelve sunset, el cielo color púrpura, el mar rosa. Quizá Lima sea la misma ciudad del primer cuento y la princesa siga en busca de su espada.

Past

http://fajperu.blogspot.pe/2006/10/de-cmo-describiste-perfectamente-la.html

El Verano

Ya recordé de que iba esto, lo del blog.
Recordé porque lo necesitaba cuando quería forzarme a llorar o a sentir, o a conectarme con mis yo desparramados en cada esquina de una mala conciencia.

Vuelvo aqui con la vergüenza de un yonqui arrepentido. A los viejos hábitos de amar, odiar y olvidar.
De pronto el cielo se cae a pedacitos, las nubes cubren la ciudad como algodón sucio y me recuerda los días tormentas. recuerdas eso? Lluvia en pleno verano, así se llamaba ese post. Cuantas lluvias habré visto yo a mitad del verano, mojándolo todo, sin dolor.
Hoy no llueve, ya no sabe llover en este rostro despintado. Nadie puede poner lagrimas ni sollozos, el guión esta hecho para una protagonista que madura sin escándalos lacrimógenos. Por que así es la madurez, no? Ya no se llora por nada, ni por nadie. Solo se queda con una ese dolor sordo que significa: Ya sabias que pasaría. Te consuelas con un abrazo de sabanas y almohadas. Te sigues abrazando fuerte en la ducha, en la cocina. Pasas los dedos entre el cabello, suavizas la amargura y te dices, vamos ya pasa...Cuantas veces hemos estado antes en este lugar conocido.

"Deja que pasemos sin miedo..."

De todas las canciones elegibles, esa era la que había escogido para el día que tuviera que partir. Había pensado tanto en ese momento, que no daba ni miedo. La vida y la muerte eran ahora dos caras de una galleta que se desayunaba a diario. No temo la muerte de los otros me solía decir, sino de quienes amo y bien sabes tu que la familia siempre se va primero.

Que duda cabe! Pensaba yo, cayendo en cuan ridiculo era vivir triste en la espera de lo inevitable.
Después de todo querida, en la muerte como en el desamor, no importa cuanto te prepares, con cuanta anticipación lo hagas, siempre cala duro, al fondo de la piel, donde el alma vive oculta entre los intersticios, tiritando dudas y suenhos. Ahí golpea y no cesa de doler hasta que olvidas.

Se logra olvidar, verdad? Les pregunto a todos, se logra olvidar siempre, verdad?
Les suplico a todos, se logra olvidar en algún momento, no?
El escenario esta vacío, todos se han ido, no hay quien pueda responder a mi sollozo.

Nada queda, excepto esperar a que pase, recordar esas viejas frases de: Quiero que me mientas, pero miénteme bien para que no duela. Recordando como se tiene que abrigar una sola cuando cae la noche y sobreviene el frío. Cuando llueve en verano y se oscurecen para siempre los días soleados.
Recordando como sobrevivir a los que se van antes de tiempo.

Me lees triste, lo se. Pero no es tan así, hoy me alegró  que me llamaran Laura, que se acordaran de ella, la que no sale vestida nunca. La que vive desnuda y ama con pasión desbocada. Me ha gustado eso, que no dijeran mi nombre sino mi alter ego, para recordarme quien es la persona detrás de las persianas bajas. La que mira y se sonroja buscando una historia sordida tras otra, una persona sordida tras otra.

Nada queda, nada. He plantado en terreno eriazo flores muy caras y ahora lloro por ellas, tonta de mi, esperando que no mueran.



sábado, diciembre 10, 2016

Insomnio.

Que se hace la madrugada en que te ibas a casar y te ataca un insomnio que no te permite conjugar ningun pensamiento? Yo no lo se, pero cada vez que he tenido dudas sobre algo lo he cogido...ooops, no malas palabras en este blog, verdad? Lo he tomado, siempre tomado el riesgo.

Me hago llamar Laura y desde hace 10 anos tengo este blog de inicio cinico y desordenado, que luego fue variando a hacerse cursi y deprimente- pienso yo. Fue cerrado tantas veces que ya ni recuerdo cual era el timeline original. Lo que si recuerdo son estas noches de insomnio en casa, la necesidad de tamborilear mis dedos en el teclado, la necesidad de ordenarlo todo mediante palabras y darle un poco de calma a lo que de hoy en adelante llamaremos pasión - y a la que otros entrañables llamaran LOCURA.

Como decía, hoy era el día de mi boda...Y si hubiéramos seguido en contacto tal vez también habrían recibido una virtual invitación, pero eso no ocurrirá. Me ha tomado 6 meses asumir que no pasara y que todos tenian razón: Es mejor así. Como se hace para cerrar una herida, solo con esa frase insípida: "Es mejor así?"
Lo que ha ocurrido en mi vida en cambio es otro de esos viajes cierra-círculos que me gustan tanto. Gente nueva, sabores nuevos, una persona renovada que devuelve el pasaporte para que se lo timbren en senal de conformidad...Senorita, pase, esta curada de ese mal de amores, puede volver a su país original y retomar el rumbo como mejor le venga en gana, aquí a nadie le importara lo suficiente.

En lugar de un psicologo, nos hemos entregado -la tal Laura y yo- a incontables días de reuniones con amigos, de traguitos de todos los colores, de música en vivo, de cigarrillos sabor a mora...Laura y yo hemos dejado el cafe porque nos mantenia demasiado activadas, pero aun asi, heme aquí con el insomnio de siempre, volandome de un tajo toda la buena ortografía para escribir tal como se me viene a la mente todo.

Soy medico, lo sabia no? Llevo una vida dividida entre mi racionalidad, mi sensibilidad y mis malditas pasiones ( quedamos en que así le diríamos ) Esa continua división que tenia como objetivo moderarme, ordenarme y ser perfectamente rentable en cada aspecto por separado, se ha venido abajo  con los anos. Ya no puedo separar mi perfil profesional, de la loca melomana, ni de la fanática de las fotografías, menos de las cosas que dibujo y desdibujo, le he puesto empenho a ser medico, una maestría, diplomados aquí y en el extranjero, mas estudios, mas libros. Tápate esa cabeza, tápate esas ideas, tápate el cuerpo...Bahhh, uno es quien es y según la persona que me toque conocer, empiezo a mostrarme primero por el lado que mas le acomode...Luego viene el zafarrancho, la complejidad. La nerd a la que le gusta bailar hasta destrozar los zapatos...Pero como, no que eras una intelectual de remate? La cinica que solo quiere relaciones cortas y luego abraza, besa, se apasiona ...pero como! No eras tu la de las relaciones sin complicaciones? La golosa de la comida que se esfuerza cada anho por alguna bikini mas corto. Todas las contradicciones entre la consumista y la socialista. La sensibilidad, la brusquedad, las ganas de quedarse y las ganas de salir corriendo. No es una confesión, ya no es un secreto para nadie.

Esta noche Laura se casara con ella misma...La que escribe, con la que cura/o mata, la que publica fotos de lenguas y dientes. La que no quiere hablar y habla. Vamos a fusionarnos todas y que se vayan a la mierda los buenos modales.



martes, septiembre 09, 2014

Frontera

Uno pertenece a donde es querido.
A veces ese territorio es una persona,
a veces varias

La patria no es siempre un suelo,
es lo que se siente bajo el cielo

inmenso cielo
sangrante cielo

La frontera entre lo ajeno y lo propio
no es ningun cuerpo definido,
no termina ni comienza

no hay un Donde?
doloroso Donde

la patria pertenece
a donde marca el corazon

Volver

Quiero volver a usar lentes y volver a escribir.
Lo pensé ayer mientras me probaba unos anteojos en el espejo. Cuanto de mi había desaparecido en el camino. Un camino que seguía dando vuelta en espirales algunas veces turbulentas y otras cansinas.

Volver a sentir sin preocuparme en el tiempo que dure ese sentimiento, o que ese sentimiento pueda quitarles tiempo a otras personas. No pensar a cada minuto de mi vida que hay un reloj con horas marcadas para mí de lo que debo hacer o a donde debo ir. Porque en esa continua rebeldía a mi propio tiempo, en ese esfuerzo por no hacer lo que me está impuesto, ha habido un desgaste entre lo que crecía libre y lo que crece ahora a la sombra, con miedo de mostrarse.
He tenido ganas de escribir no para mí como lo hago usualmente, sino para el resto. Para mantener esa comunicación fluida que antes me hacía sentir “sentida” y era más real que aquello que tocaba. Porque es cierto, en la vida que elegí hubo también una dicotomía entre lo abstracto de mi mundo interno y todo rastro material que tocaba. A veces pienso que esa vida y esos cuerpos que pueden tocar mis dedos es la mentira, que lo único real es aquello intangible, que vive en mí y a partir de mi va hacia otras personas y regresa en formas no planeadas. Mis deseos, mis ambiciones, mis mundos fantásticos. Nada que no sea yo me pertenece, todo lo externo plantea una duda que es difícil de responder.
Abrace mi carrera buscando respuestas físicas a problemas que no Vivian en la física. Pensé que entendiendo la estructura de cada célula, o el relacionar de cada partícula, podía tener indicios de cómo es que la vida se acaba, o el por qué se acaba. Por que existimos? Quizá me debí embarcar en mis días adolescentes en un viaje filosófico más que microbiológico, pero aquí estoy intentándolo. Obteniendo respuestas que generan a su vez mas preguntas.
Como dije, nada de lo material que he tocado y he obtenido han sido una solución de valor a las preguntas que he tenido.   Nada me ha devuelto la calma de inventar una historia, trazarla, terminarla. Las vidas humanas son más complejas, el amor y el dolor humano es más complejo de lo que me habrían podido ensenar mil microscopios, mil muestras de tejido.
Nada de lo que he tocado ha permanecido conmigo. Excepto las palabras, los gestos, las acciones de la gente.
Cuántas vidas he despedido, cuantas gentes he dejado marchar para evitarles más dolor, cuantos ojos he cerrado!
Nada de eso importa, es materia y sin embargo…Cuantas veces he pronunciado discursos y frases que otros han acogido con agradecimiento o rabia. A cuanta gente he debido consolar sin conocerlos, apartando de mi todo sentimiento en contra. A cuanta gente he debido abrazar.
No siempre amo a la gente y le deseo el bien. Después de ver todas las cosas que veo, mi concepto del ser humano en general es de un ser ruin que no puede apartar su propia ruindad de sí. Un estado que desconoce, que se niega a diario pero que finalmente lo sobrepasa, tal vez con buenas intenciones, tal vez sin el propósito de hacer daño como objetivo inicial, pero que lo termina haciendo.
No podemos superar lo finito de nuestra materia, ni lo infinito de nuestra ruindad. El amor en ese camino es un efecto colateral, que debería equilibrarlo todo, pero no lo consigue. Es tan pobre nuestra capacidad de amar sin hacer daño.
El amor físico sigue siendo el más valorado, el permanecer juntos físicamente. Tu cuerpo y mi cuerpo, cuanto amas del mío, cuanto das del tuyo. El tiempo va pasando y el deseo por otros cuerpos, por otras sensaciones que otorguen más intensidad hace perder el sentimiento inicial. De que nos sirve la materia entonces? Ese cuerpo que adorábamos y desaparecerá para siempre?
Somos átomos desordenados, lo sé. Me clasifican y recomponen los sentimientos puestos en ellos.
No soy materia, soy más que eso.
Lo inexistente.
La voz que no termina.

Quizá por eso es que vuelvo a escribir, para volver a ver todo con ojos que vayan más allá.
Para no perder la esperanza.

jueves, abril 17, 2014

Gajos de Jueves Santo

Es jueves santo, y me ha despertado como un machetazo
el dolor el dolor en la sien
Que me ataca siempre,
Habrá un día sin dolor para mi?
Un día que despierte y no tenga que contarte que he sufrido?
En todas mis cartas y postales,
 muestro lengua y dientes presurosa,
Que tan feliz crees que soy?
Hacia donde crees que voy?
No hay una semana por mas sagrada que parezca
Que no tema a este dolor amanecer conmigo.
No hay noche por mas serena que parezca
Que no presienta que volverá conmigo,
Este dolor, que se ha vuelto mi única certeza,
Es el que me hace volver a pensar demasiado,
A escribir demasiado,
Pues siento que mi mundo se esta acabando.
Desesperada busco darte un testimonio de lo que soy,
De lo que entiendo que soy,
De mi búsqueda por lo que quiero ser.
No se si esto sea suficiente,
A veces calma el dolor. Otras no se.
Es jueves santo, afuera los días se ponen frios,
En otra parte del mundo ya es primavera,
Me imagino a mis amigos caminando entre flores de cerezo,
Aquí pronto solo habrá ramas secas que pisar,
Naturaleza muerta.
No hay duda, que la muerte es relativa.
El día que desaparezca triste de este cielo gris,

Quizá despierte sonriendo en otro cielo mas calido.

sábado, abril 12, 2014

Lunes de Abril

Hay un ambiente cerrado donde solo mi felicidad cabe,

Sentada a la mesa sola, contemplando textos que no logro entender,

Bebo el café recién colado, el jugo de frutas varias y mastico sin darme cuenta

El pan untado con mantequilla.

Voy haciendo estos pequeños actos de satisfacción cotidiana como si fueran nada,

La luz de la lámpara se derrama en torno mío,

La mesa de cristal ovalado, mi tasa y el computador abierto,

Ahora somos uno solo.

Hay aroma de café, hay aroma de vainilla artificial en toda la habitación

Cálida ahora, impermeable al frio,

Tu frio.

Yo en pijama aun, leo, escribo, respondo, mastico,

Soy un ente solo, que arranca mordiscos a futuros recuerdos,

Sin darme apenas cuenta y te leo esos trozos,

 Los describo,

Los digiero para ti.



Mi universo es este, del tamaño de un abrazo,

hasta donde alcancen mis piernas,

Mis dedos en el teclado, mi aliento o mis brazos.

Universo pequeño, eterno, mágico, de mañana de lunes,

En donde me parapeto de sueños  que nadie entiende,

Ni tú.

Mientras afuera la mañana brumosa,

Araña mi ventana sin lograr entrar con su frio de cuchillazo,

Me espera ansiosa a que salga y la enfrente,

Con todas sus banderas ondeando humedad invernal,

Ahí está la vida retándome a que salga,

A que me distraiga de ti,

Y mientras yo,

 Mastico tu último poema sin entenderlo del todo,

Junto a café recién colado,

Flores nuevas y canciones viejas.



....Para Nacho, mi fiel sonhador ;)



miércoles, febrero 12, 2014

Va llegando el momento de hablar a solas otra vez. La ciudad es complice, un par de cigarros encendidos, la casa a oscuras, la musica en los oidos, la ciudad con luces aun encendidas en una madrugada que no llega, cada edificio es un cirio gigante en el umbral de mi propia muerte. Una agonia intensa en donde ninguna lagrima cae, por exceso de pudor.

El cielo es azul ahora, ninguna noche fue mas hermosa que esta, la noche de las partidas, de las despedidas sin palabras, de las enormes cartas. Nubes blancas, alargadas fumarolas para una noche que no parece tal, solo un pedazo de oceano en donde navegan los aviones que parten hacia ningun lado.


Sombras envuelven,
esta lenta melancolia,
imposibilidad de llorar,
de irse, 
de quedarse bien.

Hoy es la noche para que hablemos a solas, pero ya no hay mas frases dulces que compartir, 
tu juventud ha muerto, tu ilusion tambien. 
La mia en cambio, aunque parece incolume, esta muriendo al verte partir.

Es una noche en blanco. No hay nada que decir, papeles sin palabras escritas, cigarrillos sin encender, ropa tirada. La noche es blanca, polvo de estrellas, rastros de sal.

Va llegando el momento, pero no se ya para que

jueves, octubre 24, 2013

Una carta

Después de mucho tiempo cariño, he podido terminar de leer un libro entero. Quizá lo dudes, pero los anteriores me ha costado mucho trabajo llevarlos a término, como si no fueran emocionantes, como si no me importaran realmente, como si fuera un trabajo que debía de hacer. Pensé, como seguramente lo piensas tu en este momento, que se trataba de una etapa, que después de todo, a todos nos pasa. Como cuando después de un intenso romance y una dramática ruptura, te quedas a solas un tiempo sin ganas de probar nada de nadie. Inapetente de toda emoción intensa que pueda detener el proceso de auto reconstrucción.
Mi etapa se ha extendido quizá demasiado. O eso me ha parecido.
Este último tiempo sin vernos leía novelas cortas, alguno que otro poema, las editoriales de las revistas que me interesaban, pero más nada,  me seguía sintiendo igual, indefensa, inútil para terminar un texto, sencillamente incapacitada para escribir por lo menos una carta.
Poner puntos y comas, pensar como seguiría un pensamiento de otro, si lograría concatenarlos todos como piezas necesarias de un todo. ¿Es ese peso que tienen las palabras, sabes? Ese peso del que te hablaba, como si cada palabra tuviera su propia textura al salir de la boca y esas texturas llenaran desiertos, levantaran muros, construyeran ciudades. ¿Qué ideas esconden entonces las palabras? ¿Alguna palabra muestra realmente una idea?
Por fin alguien lo entiende, por fin un personaje vive inmerso en el peso de las palabras y sus significados y puedo identificarme con él, con esa búsqueda de significados. Del verdadero significado de estar vivo.
He terminado y como siempre me embarga esa sensibilidad oleosa, esa especie de fragilidad infantil de sentirte descubierto por otro y de querer ser descubierto por otro. En momentos como este, yo solía salir y dar un largo paseo hasta que volviera a sintonizar conmigo misma. Como si una enorme fiebre me embargara y necesitara urgentemente de una brisa que me devuelva a mi estado original. Nunca supe si ese estado era bueno o malo, lo único que sabía es que la “fiebre” debía acabar, no podías estar en ese estado ansioso de búsqueda de respuestas permanentemente, sin perder la razón. Después de leer un libro que me gustara yo me solía sentir poseída por la historia contada, por sus voces, por los paisajes y aromas descritos, por esos pensamientos íntimos en cada uno de los personajes. Cada personaje saliendo de la misma persona, delineado y construido a su antojo. Como si el escritor hubiera querido matar a todos sus demonios contándonos una historia.
Ese largo paseo debía ser en silencio, pero a veces la ciudad aturdía y también las personas. Las interrupciones de las personas, sus llamadas, sus preguntas que parecían vanas todas, ante lo que yo estaba viviendo en ese momento. Su ruido incesante alrededor.
Hace poco fui al teatro sola, nunca lo había hecho. Me senté en la primera fila y me sentí igual de poseída que al terminar un buen libro, había tanta energía en ellos, demasiadas sensaciones, demasiada información para mi sensibilidad, desacostumbrada a estar desarmada o tras la coraza del que debe dar la cara ante la adversidad. Ese continuo disfraz que cargo en el trabajo, mi epidermis contra el mundo.
Salí embriagada de sensaciones diversas, tuve que caminar varias cuadras en la aún fría noche limeña, hasta decidirme a coger un taxi, pues las botas me mataban.
Sé que lo que te acabo de contar parece carente de todo interés, pero todo tiene una razón y no es el comunicador el que da las respuestas. Cada quien tiene una pregunta intima para responderse…quizá el resto de la vida.
Yo te cuento que he terminado un libro, que he ido al teatro, que camino sola, que uso botas incómodas. Nada de eso es importante, al final de la noche cuando tu y yo nos quedamos solos, ausentes de comprensión en un mundo lleno de extraños, separados por tiempos y distancias y excusas miles, es al final de la noche en ese silencio intimo en que podemos tener el valor de gritarnos a la cara esas preguntas que ninguno de nosotros quiere formularse durante el día por temor a no hallar jamás una respuesta satisfactoria, o por el miedo a iniciar una búsqueda que no terminara nunca.
Saberlo me reconforta, pues tu duda también es mi duda.


miércoles, mayo 15, 2013

Mujer de besos breves

Mujer de pechos breves
Que desapareces con el día,
Labios que se parten
Con el agua de mar
¿A dónde ves mujer que no puedan buscarte?
¿A dónde vas que yo no te pueda hallar?

Mujer que ocultas entre los muslos universos,
Destellos de una oscuridad que es próxima
Como la verdad que temes mostrar,
Te encoges,
Te desplazas,
Te niegas a ti misma,
Placeres que otros días te hicieron despertar.

Mujer de besos breves y mejillas rosas,
Tus pasos huidizos van por el salón,
Envuelta en sábanas prestadas,
Vas limpiando unas caricias ásperas,
Carentes ya de todo amor

Mujer de pechos breves,
Largo el camino hacia el perdón.

sábado, marzo 30, 2013

Sabado de gloria


Hoy volveré a escribir, pues he dormido todo el día. Miento, tal vez haya dormido toda mi vida. Un sueño tras otro he repetido, camino a su casa y de vuelta a la mía…
 Pero que tonta me he vuelto, apenas vuelvo y ya deseo hablar de él.
De él que habrá dejado en mí una huella imborrable al despuntar esa mañana, nuestra última mañana juntos- ahora sé que lo fue.
Nunca llegue a despedirme como debía, quizá porque temía volver. Temía que como siempre me flaqueara el orgullo y en una noche cualquiera, le llamara, le escribiera, me acercara y suplicara con tintes de voz cínica que solo quiere sexo: Amor, quiero pasar una noche contigo.
Y puede ser que él dijera que sí, que aceptara el reto, que respondiera a mi enredo de quiero pero no quiero, con una respuesta corta al estilo: Ven, que te espero. A su estilo, ven rápido que me duermo, a mi estilo: Ven rápido o me muero…
Porque entonces -y este entonces no es tan lejano- cada frase suya era traducida por mi según mis caprichos más urgentes y tejida así con hilos de amor y deseo; cada silencio, cada pausa entre frases era para mí un retazo de poesía inconclusa que yo sabía llenar con mi ansiedad por él.
Yo urdí con su cuerpo, con su cara, con su casa, un universo entero de cosas imaginarias en las que yo me arrulle hasta sentirme de nuevo chiquita, dócil, entregada y de esa forma sentirme  cómoda.
Eso era él para mí, lo confortable del amor imposible, fácil de torcer, de amoldar a mi realidad virtual en donde todo podía ser perfecto,  precisamente porque jamás ocurriría…Y si ocurría alguna vez, ser feliz por lo corto que seria.
Es tan corto el amor, al fin y al cabo…
Y ahora estoy aquí como si nada hubiera pasado, con los huesos intactos y la piel tersa sobre mis pómulos canela, con esta nueva realidad mojando mi boca, metiéndose en el fondo de mi paladar, haciendo brotar palabras nuevas, como nuevas sensaciones nacidas después de él solo para demostrarme que la vida sigue y el amor se transforma de persona a persona.
Nuevas sensaciones que debo volver a clasificar, a renombrar, a mezclar y comparar con otras y meterlas así en cajitas de colores, en el enorme estante que guarda los amores que no han sido, ni serán, pero que buenos eran mientras los inventábamos…

Yo lo quise, debo aceptarlo. No sé de qué forma se puede querer lo que no se puede asir con las dos manos, ni con el pensamiento, ni siquiera con la carne. Pero yo lo quise.
 Ay la carne! Mi vehículo hacia él, mi cuerpo el camino para que ingrese en mí y me posea toda. Cada vez más, con los ojos cerrados, entrando de memoria, en la que sabía, era su casa. Ese camino placentero y doloroso, de cogernos, de descubrirlo humano, de descubrirme humana robando para nosotros un pedazo de eternidad. Era tan poco el tiempo que estuvimos juntos, mas fue el tiempo de desearnos que el de tocarnos. Fue tan corto todo, que da miedo saber que haya sido real toda esa entrega.
Ha terminado ese viaje, puedo hablar de eso sin que me acongoje volver a hallarlo, ni me despierte el deseo de buscarlo, de llamarle, de escribirle o seducirle. Ha terminado y mi corazón como tierra nueva ha vuelto a ser arada para un nuevo amor, un nuevo hombre, otra ilusión que albergue con otros sabores y sensaciones lo poco que yo viví con él.

No sé si él me amaba, eso es casi imposible, tratar de pensarlo, es un esfuerzo inútil. No era para mí ni yo para él y así fue desde un inicio, no sé si saberlo encendió mucho más el deseo. Debo reconocer que no he deseado a nadie con la fuerza testaruda y animal con la que yo desee tenerlo solo para mi. Libré una lucha larga conmigo misma para aceptar ese deseo y finalmente, ese deseo como tantos otros, acabó.
Si, acabado está, como mis dibujos a lápiz sobre su casa o mis fotos de desnudez a media luz.  Como esas escasas veces en que a mitad del amor, febril y despiadada le confesé al oído: Yo te quiero, te quiero…

lunes, febrero 04, 2013

Oficio conocido: Ser Medico




Ayer mientras caminaba, me perdí en una librería- Si, es verdad que yo siempre me pierdo y más aun en las librerías- pero ayer andaba mas perdida que nunca, sin saber qué libro coger o que exactamente comprar- si después de todo, yo casi nunca compro nada de lo que realmente deseo. Terminee así en un estante de libros de gerencia y liderazgo en donde los simples títulos ya lo decían todo y en los que aun acercándome  a leerlos yo no entendía nada.

Me pregunté entonces porque todas esas reglas de éxito y liderazgo nos salían tan mal  a los que trabajamos día a día en los hospitales. ¿Es otro tipo de lógica la que nos maneja?  Después de todo, se puede explicar cómo despedir adecuadamente a un subalterno, pero no existen libros que te expliquen como despedir adecuadamente a alguien que ha muerto, o como enfrentar a la familia que espera tu informe en ese tipo de noticias.

Salir, bajarse la mascarilla y decir: “Hicimos todo lo que se pudo” es algo que solo ocurre en las telenovelas y por supuesto, jamás esa frase sería suficiente.

A diferencia de otros empleos en que se miden valores y cifras, sin tener conciencia real de las consecuencias o los afectados directos de lo que hacemos o decidimos, en este trabajo día a día debes poner la cara ante esas decisiones que una vez tomadas marcarán la vida de otra gente. Gente que te da la cara, te estrecha la mano, de la cual por unos minutos te hace formar parte de su vida o del declinar de esta. Gente real con problemas reales.

“ Has visto mucha gente morir?”- Es la pregunta que suelen hacerme. “Algunos”- Respondo, sin ganas. Cuando en verdad debería responder: “Cientos, he visto morir a cientos”, pero en cambio sonrío y trato de no pensar en eso.

La siguiente pregunta suele ser “Que se siente?” a lo que respondo cínicamente: “Casi nada”- Aunque eso tampoco sea cierto. Porque en ese momento, la verdad la muerte no significa mucho.
Los muertos pasan a segundo plano cuando a quien debes enfrentar es a los que quedan vivos.
 Lo que más importa es como informarles, así,  das la noticia lo mejor que puedes, la gente solloza, los consuelas , te agradecen o te maldicen y sigues tu vida. Vas a almorzar, conversas con alguien, te ríes de un chiste.  Hablas por teléfono, que al fin y al cabo dar ese tipo de noticias es parte del trabajo ¿Y tú estudiaste para eso o no?
Pero no es cierto.
Aunque la muerte parezca un evento olvidado cuando llegas a casa y abrazas a los tuyos y bromeas de algo cotidiano para omitir realmente como fue tu dia, toda esa pugna de sentimientos bloqueados aflorará tarde o temprano.
Porque hay momentos en que nadie te ve, en que solo estás tú y tú conciencia y no puedes evitar recordar a alguien que se ha ido y por el que no pudiste hacer nada. Recuerdas cada detalle, el rostro de los familiares, la última frase. Todo como en una película hecha solo para tus ojos.

Surgen entonces una variedad de sentimientos ¿Frustración? ¿Tristeza? ¿Enojo? ¿El ego herido del hombre que no puede ser Dios y tampoco puede ser verdaderamente humano?

Porque ¿Qué clase de cyborg puede dar ese tipo de noticias a diario sin sentirse afectado? Sin derramar jamás una lagrima. Decidir lo que otros médicos no quieren decidir, lo que la propia familia se niega a decidir, lo que una misma no quisiera decidir. ¿Prolongar unos días más la agonía de alguien o evitar más esfuerzos y dejarlo partir? ¿Cómo saber si no surgirá un milagro inoportuno que te hará ver como el farsante que desprecia la vida en lugar de protegerla?

He visto muchas cosas que los religiosos podrían llamar milagros. Todo lo que la ciencia no puede explicar aun de una manera categórica, la gente termina por denominarles milagros. Hechos inoportunos como decía, interfiriendo con la lógica de la ciencia que avisa muy cauta: “Ojo que se nos muere si no hacemos nada” y claro, aun sin que nosotros hagamos nada el paciente milagrosamente vive.


Pero hablaba de lo inoportuno y ¿no es acaso más inoportuna la propia muerte? No he conocido a alguien que estuviera listo para marcharse. Incluso aquellos cadáveres en vida a los que nadie visita abandonados en los hospitales, se mueren en días soleados, opulentos, de brisa perfecta. Certificas una muerte, mientras vas viendo por los ventanales como cae el sol mansamente sobre el perfil de la ciudad.
“Que injusto es tener que llorar en un día así”- te quedas pensando.
No, la muerte jamás es oportuna, ni siquiera cuando es provocada ni cuando somos el vehículo hacia ella, como usualmente pasa. Cada decisión, cada movimiento nuestro definirá más tarde el que podamos dar a la familia del paciente una buena o una mala noticia.
Yo usualmente, soy la mensajera de las malas.

“Abandonad toda esperanza”- es el eco que anticipa mi llegada.

Mi discurso es simple y corto, finaliza con un: “Haremos todo lo que esté en nuestras manos”. Y aunque no hay verdad más pura que esa, se que jamás será suficiente. De nuestras manos se escaparan vidas, sin que podamos hacer nada para remediarlo.
Veo mis manos ahora, que inútiles parecen cuando no tocan a alguien.

“Ninguna mujer que haya elegido esta profesión ha de ser muy normal” – dice en tono de burla, el médico más viejo del lugar. Y me pongo a pensar a que se refiere con normalidad y si ese concepto no se basa más que en una estadística de popularidad. Luego, agrega “O al menos nadie se salva de esto y vuelve a ser como antes de entrar a un hospital”. Esta última frase le sale casi como en un susurro para sí mismo.

“Nadie puede seguir siendo normal después de ver morir a tanta gente” dice alguien y yo pienso en los militares, en los guerrilleros, en esa gente para la cual el sentido de la vida ya no será jamás el mismo, pero en cambio la muerte pasa casi desapercibida.

“Es que morirse es un juego de niños cuando en vivir esta lo difícil” diría uno de mis personajes.
Me pierdo en la librería como un niño que busca inútilmente respuestas, me pierdo entre estantes repletos de libros,  con pasos cansados y solos. Por un momento desearía meterme en uno y que la vida sea solo un cuento con final feliz, en  donde la única frase que yo tenga que decir fuera: ”Colorín…Colorado…”

sábado, febrero 02, 2013

Mujer del espejo


Al terminar de leer sobre ella me pregunto cuantas veces antes he escrito sobre mujeres, las he descrito a veces perfectas, la mayoría frágiles o al borde de la locura. Que insanidad hablar tanto de mujeres, si al cabo soy una de ellas. Me veo a mi misma como un fotógrafo de animales en extinción, tratando de acaparar hasta el último detalle.
Mis primeros dibujos también eran de formas femeninas, mucho más fáciles. La curva y el círculo son acaso más fáciles para cualquier niño. La curva, si. Lo curvado de una sonrisa, lo curvado del perfil de una cadera, una mejilla, una cabeza erguida.
Mi relación con las mujeres ha sido como de aquel artista que se observa a si mismo frente al espejo y se queda admirado que sea el mismo su propia obra. “Hecho a su imagen y semejanza” dice alguien por ahí.
Me he visto innumerables veces y me he odiado y amado. He hecho fotos de mí, desde el cabello hasta la posición más bizarra. Han hecho fotos de mí, desde la curva de mis cabellos, hasta la posición mas extraña en que me quedo dormida. Que lujo el ser fotografiada, acaso sea una forma de exploración, de adoración. Ser deseada a través del lente de una cámara. Transponerse a la imagen propia y verse a través de otros ojos, que te pueden hacer ver más o menos bella. Resignarse a la mirada del otro, buscando la propia mirada.
Una vez leí que una manera de aceptarse era hacer ese ejercicio diario de mirarse en el espejo más de 5 minutos, mirarse, estudiarse, aceptarse, reconocerse. Intento hacerlo a veces, pero mi mirada no busca mis ojos, solo recorre las imperfecciones. No hay la mirada serena de quien se acepta y se conoce, sino la mirada huidiza, de vergüenza, de pudor ante sí misma.
Debo admitir que yo no resisto ver mi rostro cansado en el espejo. Por eso las múltiples fotos de mi cuerpo, fotos en todos los ángulos y con todos los colores. Que vanidad la mía! Mi sentido estético me impide sentirme bonita, pero la continua educación me ha hecho aceptarme y saber que lo que tengo es suficiente, que puedo ser la mejor versión de mi misma. Que mi competidor más cercano e implacable, solo será el espejo.
Competidor! Vaya palabra. Alrededor de estos años, cada vez que he conocido a un hombre siempre se ha interesado en saber si experimentaría el sexo con otra mujer, el morbo no termina ahí por supuesto, las preguntas surgen a borbotones. Es entonces cuando me pongo triste. Yo en una cama con otra mujer solo para satisfacer la curiosidad de alguien más. Yo, compitiendo con otra mujer, como si yo no fuera suficiente. Yo teniendo que mirarme ante un espejo en el cual no me reconozco.
He terminado de leer sobre ella y me pregunto qué tanto sabe describir un hombre a una mujer. Todos los libros e historias sobre mujeres fueron escritos por hombres; su visión idealizada y perfecta, pero cuanto de real hay en eso? Mirar a una mujer a través de los ojos de un hombre, eso es todo.
¿Y quién me mirara a mí? ¿Quien describirá el momento en que me consumo frente a un espejo o bajo el lente de una cámara? ¿Quién amara suficiente como para mantener ese deseo a pesar de lo que vea?

#Hoy con musica de Patty Smith

martes, enero 29, 2013

Antes del trabajo

Estoy procastinando antes de ir a trabajar a esa Clinica en donde los pacientes no tienen ninguna dolencia que no sea "Tengo demasiado dinero y no se en que gastarlo", realmente cada minuto de esta tarde me he preguntado si de verdad quiero ir a trabajar hoy, si no estaria mejor saliendo o simplemente durmiendo. Pero mi turno es hoy y nadie quiere cambiarlo, me pregunto entonces, en que puto momento me volvi esclava de los horarios? Ah, si! Cuando volvi aqui!
Y por que volvi aqui? -Ah si! La Casa de los lapices...

Porque a todo el mundo le decia que necesitaba cambiar de hospital, de gente, de trabajo, pero lo que mas me hacia falta era venir y entrar en esa casa.

Ahora que ya no tengo sexo, ni charlas, ni hay ninguna Casa de los Lapices a la que me inviten volver, solo me queda el trabajo y la agenda de mil actividades diarias que cambio por un buen rato en cama mirando TV con el pijama mojado (Lima que calor de infierno tienes!)

Y si, Nacho, el blog sigue vivo, porque siempre habra algo o alguien de que hablar, o a quien hablar. Y siempre habra alguien enviando alguna cartita al correo, preguntando: Lau aun sigues viva?

Por supuesto, yo no me llamo Lau. Pero si, sigo viva :)

viernes, enero 25, 2013


Hay algo curioso en eso de escribir, últimamente me da miedo. Porque cuando escribo ( escribía) yo abría puertas a mundos en los que ahora no quiero entrar, tal vez porque ya no quepo. Me siento como una especie de Peter Pan viejo y patético que ya no entra en los mundos que hace tiempo le habían pertenecido, los creados por el y en lso que había creído.
Siempre dije que escribir me liberaba, pero ahora, puedo decir que mientras escribo siento miedo de soltarme y ser la persona que era. La que buscaba. Y la verdad no se bien que buscaba o a quien buscaba. Ahora vivo en esa agradable comodidad de quien acepta las cosas como son y es feliz con casi todo. Un buen trabajo, unos buenos amigos (llegas a tener amigos realmente?) Una casa confortable y un guardarropa divertido. Se me va la vida en eso. Me regalan libros que no termino de leer y que cuando inicio, me siento de alguna forma avergonzada por haber dejado de soñar y creer y escribir…No es cierto lo que dicen, que el leer es suficiente. Cada vez que alguien lee, quiere escribir y cada vez que se escribe se quiere leer mas, a mas gente, a gente que diga cosas que levanten la piel de su sitio. No sencillos cuentos, sino esas frases que te levantan de la silla y te hacen coger el teléfono buscando a una operadora inexistente, para preguntarle: Donde es que vive el o ella? Donde puedo ir a buscarla?

Por ejemplo ahora, se acaba de activar mi mecanismo de escape: Volar a las redes sociales, pasarme horas viendo fotos de gente que no conozco realmente, intentando adivinar por sus expresiones, sus inclinaciones y gustos. Gente a la que dedico minutos y olvido rápidamente. Luego la música, luego la tele, siempre hay algo que me haga olvidar que es lo que quiero y que es lo que siento, es como cubrirse de mucha ropa delgada para taparse del frio. Nunca nada es suficiente y necesitas mas y mas, hasta quedarte dormida.
No ocurre eso cuando pongo la cabeza en la almohada, volteo mi cara a la izquierda, encojo mis brazos y mis piernas y pienso inmediatamente en el. Un personaje, alguien que me he inventado, un perfecto desconocido y sin embargo, que cercanos son sus cabellos y la temperatura de su piel, que natural es decir antes de dormir: hasta mañana carinno. Como si el al otro aldo de la ciudad pudiera sentir ese saludo.

 El, que suenna con chicas jóvenes de blancos muslos y humor desenfadado o con mujeres adultas de opiniones inteligentes y charlas fluidas. Yo pienso en el y me crea un dolor profundo, no ser su suenno como el ha podido ser el mio. Me causa desazon pensar en su casa llena de lápices, en ese extranno nexo que me une a el como si fuera un “ello” un alterego, alguien a quien detestaría porque muestra partes de mi que yo deseo ocultarle a todos, que expresa esa parte del ser humano que yo usualmente rechazaría. Nunca podre explicarle mis teorías de porque me gustaba, porque quise quererlo. Estas son cosas que suceden en mi cabeza. Yo estoy decidida a olvidarme de ese capítulo, pero llega la noche y no puedo evitar despedirme de el con un: “Hasta mañana cariño” como si el y yo hubiéramos pasado días y días juntos, noches y noches juntos. Sera porque su casa y ese orden de las cosas tienen el extraño olor de lo cotidiano? Sera porque después de tanto tiempo alguien me puso trabas y me puso el hecho de quererlo aun mas difícil?
Me da risa y tristeza pensar que he rechazado a varios jóvenes de mi edad ( aun somos jóvenes nosotros?) por completar una cita con el. Una cita que se aplazaba tanto que ya no era cita, era un explotar de ansiedades, de rumores, de susurros…Como si nos hubiéramos estado buscando, deseando, evitando…Puede el deseo permanecer tanto tiempo? Un deseo que trasciende lo físico y te pone asi, completamente frágil y necia? Es obvio, que ahora te das cuenta el por que no escribo ni volveré a escribir, todas mis cartas, el ultimo de mis cuentos tendrán algo de el, de esa casa de lápices, de esa sensación de lo inasible, de ansiedad extrema, de melancolía no compartida. Me apena pensar que poco me deje conocer, cuantas personas fui para que no me descubriera. Deje de escribir por el, porque el era mi mejor libro, verlo era un escrito completo y perfecto.  A veces pienso que no podre escribir de otra cosa, sino hasta que mate ese recuerdo o ese recuerdo acabe conmigo.

lunes, octubre 22, 2012

Cantar de Juan el Caminante- La espada al aire. 2006

http://fajperu.blogspot.com/2006/10/cantar-de-juan-el-caminante-la-espada.html

La lluvia ha comenzado a caer sobre la isla, con gotas de plomo fundido volviendo el mar negro y espantoso alrededor. Parece que la tempestad no acabara nunca, pero a lo lejos se ve la figura de la princesa saliendo entre los vientos que agitan todas las banderas, que azotan todas las ventanas que despegan del piso todas las alfombras.

La isla está ahora bajo el gran huracán y los soldados salen volando hasta golpear los muros de la ciudad en caos. Los curas rezan y los brujos inventan pócimas contra el maleficio que parece haber llegado a la ciudad, pero antes que las oraciones lleguen al cielo, sus calderos son vaciados, sus muñecos de vudú destruidos, las sotanas de los curas desgarradas, el viento se lleva todo. Vuelan curas desnudos por los aires, dando gritos de terror con los crucifijos en la mano. Nadie sabe que pasa, hasta que aparece ella.

La menor de las princesas en el umbral del castillo, con los cabellos volando en medio del descalabro de una ciudad que parece presenciar su día final. Todo se agita alrededor, la tierra parece temblar, solo ella y Juan, El Caminante se quedan quietos en medio de la tormenta. Ambos se miran desde la profundidad de los sueños, como viejos conocidos que se han reencontrado y entonces se siente la calma.

Una inmensa calma entre ambos, como si nada alrededor estuviera destruyéndose, como si la isla no estuviera a puertas de un combate, como si el castillo no estuviera siendo ya levantado por los aires por la fuerza de los vientos, como si la gran ola gris no estuviera sobre ellos a punto de engullirlos.

Ambos se ven y una gran calma suena en sus oídos. Es el silencio de los que ya se conocen, un silencio cómplice de miles de años antes y miles de años después aguardando en una soledad de orillas diferentes del mundo. Ella se acerca con los velos de su largo vestido volando y desgarrándose en cámara lenta y no puede decir nada.

Juan, El Caminante está inmóvil pero al sentir su cercanía, levanta su mano intentando tocarle la mejilla izquierda. Su espada se desprende de su vaina y sale volando arrastrada por el viento huracanado.

Antes de siquiera tocarse ambos se regalan con ese silencio que lo dice todo. Es entonces que un relámpago ilumina el cielo de un rosa eléctrico y por primera vez en dos siglos pueden verse el rostro claramente sin ninguna celosía ni ningún yelmo que los separe.

Es entonces que la espada que ha volado da una vuelta en el cielo y se dirige velozmente de vuelta a la mano de su amo. La mano de Juan, El Caminante que ahora toca el débil corazón de una princesa que se siente hallada y que ignora cuan cerca está de su propia muerte.

Por: Laura Hammer La Ingenua Ingeniosa http://laurasmog.blogspot.com/

sábado, octubre 13, 2012


He vuelto a la casa de los lápices, es a mitad de la madrugada que me despierto de puntillas para comprobar si no estoy soñando, no, el duerme a mi lado tranquilo, ignorando mi ansiedad de trasnochada. Cuanto ha pasado de esto? No lo sé. Parecen años y años, cuando recuerdo esa madrugada, me culpo por haberme escapado de puntillas al salón a leer a solas. Por no haberlo abrazado mas o besado mas o simplemente despertado. Pero no, no es mi estilo hacer saber cuánto lo necesito, así que me aguanto y leo hasta que los ojos se vuelven duros y el frio me deja helados los muslos, la nariz y los hombros.

En la casa de los lápices reina el silencio absoluto cuando vuelvo a su lado tiritando, para acurrucarme en mi orilla de la cama y es entonces que noto su leve movimiento, su calor perfumado envolviéndome,  su mano buscando mi contorno y su letargo sobre mi piel antes de volver a quedarse dormido. A veces, cuando quiero lastimarme recuerdo esos episodios cortísimos en donde no nos unía el deseo, sino alguna extraña ternura, que era aun más dulce que cualquiera de sus besos previos.

Eres muy joven para ya no creer en el amor, me dijo al conocerme. Y era cierto, yo era muy joven para haber perdido toda esperanza, pero tal vez lo era más para sentir tantísimo deseo, hacia él, hacia todo lo que representaba. Había huido de el tantas veces, con tantas estrategias, burlándome de sus intentos de acercamiento, de sus teorías sobre mi o sobre nosotros, que cuando por fin sucedió no pude más que arrepentirme de todo aquel inútil tiempo perdido, en otras personas, en otras parejas, en otros intentos de relaciones.
Sabia el cuanto lo deseaba? Supongo que ahora ya lo sabe, pero lo seguiré callando ante él y ante todos, para no bajar la guardia. He borrado de su casa mis dibujos a carbón y me he ido antes de la hora pactada. No he dejado más mensajes, más rastros, mas señales que me muero por verlo. Ya no importa. 

Hay algo que perdura más que el amor, la lealtad, el cariño, algo que yo aprecio más, que incluso es más puro y más digno y es el deseo. Pocas personas pueden transmitirlo, demostrarlo, atizarlo...

Tu deseo es inmortal, me dice. 
Y el problema...mi problema,  es que solo él ha sabido y sabrá como encenderlo todas las veces que vengan.

viernes, septiembre 21, 2012

El Hombre Finito 3: Laura, el Vasco y los 3 huevos


Apenas enterados de la noticia, mis padres por insistencia de la familia me enviaron por ayuda psiquiátrica. De todas maneras, no todos los días se le avisa que Se va a morir uno, dijeron,  Allá seguro que te ayudan y te dan una forma de enfrentarlo de forma lógica.
¡Claro! ¿Como si fuera cosa de pedir instrucciones no?: “¿Doctor que hago si me revienta la bomba en la cabeza? Ah pues protéjase bien los huevos que ahora tenemos vivos a muchos descerebrados, pero lo del trasplante de huevos sigue saliéndonos muy caro”.

Fue al salir de esa clínica que curaba desmoralizaciones varias que conocí al Vasco. El iba por una terapia que le ayudara a bajar de peso y  esperaba su turno en el jardín exterior comiéndose una hamburguesa doble que había sacado de su gordo maletín, en el momento que yo  me senté a su lado.
-¿Pero qué cara es esa?- me dijo- Parece que te hubieran dicho que te ibas a morir.
-Como que es cierto, porque la verdad es que me estoy muriendo. Hasta me han dado la fecha, que es entre hoy y el día de mi velorio- le solté yo bien habituado a lograr lastima con pequeñas dosis de humor negro. El Vasco me echo una larga mirada, mientras daba un sorbo a una lata de coca-cola que sacó del mismo maletín del que sacara la hamburguesa.

-Pues tienes muy buena pinta para ser un casi muerto- dijo al fin- Lo que es yo, mira, a mí nadie me ha dicho que día exacto me voy a morir, pero cada vez que alguien me ve comer así- y se agarró la panza con cariño- dice que no me debe quedar poco. Y la verdad tampoco mentirían, llevo a cuestas una diabetes galopante, el colesterol ultra malo tapando todas mis cañerías cerebrales y para más inri mi cardiólogo me acaba de decir que he desarrollado un soplo que no me lo cura ni Dios sino bajo por lo menos 30 kilos de peso…Así que como la ves ¿Ahora quien esta mas muerto, chico?
Le sonreí sin ganas con vergüenza por mi actitud estúpida de suicida sin vocación; eran tiempos en que yo andaba deprimido y furioso contra el mundo. Odiaba a mi familia, a mis amigos, a mis ex novias que me habían negado algún polvete por dárselas de importantes. A todo aquel que me había negado algo en este mundo, incluyendo doctores, banqueros y burócratas. No quería causar lástima a nadie y a la vez me jodía que no les condoliera saber que alguien tan joven y con gran futuro- ¿No es eso lo que te dicen en la escuela? “Sois dueños de un gran futuro…” laquetepario…- tenia ahora los días contados.  
Me jodía todo, lo admito, hasta el día en que conocí al Vasco.

Él media 1, 75 m y pesaba 140 kg. con la textura y el color del pan recién amasado, de ojos verdes y mansos, poseedor de un aroma de bebe gigante y de un apetito pantagruélico. Él me haría entender entre otras cosas, que a diferencia suya que llevaba el amargo sino de su destino puesto encima bajo la forma de generosos filetes de pura gordura, yo tenía la ventaja de que nadie tenía que darse por enterado si estaba o no muriéndome si  es que yo les resultaba simpático por fuera y tenía siempre una sonrisa para regalarles;  de esa forma tan simple ellos jamás se enterarían de mi miedo y rencor y yo mismo quizá lo terminaría olvidando.
-O en otras palabras compañero, me dijo  “Acá la procesión se lleva por dentro “y haciendo una pausa agrego tocándose los mofletes “el problema es que en mi caso, yo ya no tenía más espacio” y se rió con esa carcajada suya que hacia vibrar la banca, la coca-cola  y todas las cosas alrededor suyo, incluso a un alma tan resentida como era la mía en ese momento.


Desde aquella  visita al psicólogo han pasado 8 larguísimos años y mi vida se ha vuelto desde que conocí a Laura una especie de carnaval prolongado,  donde no olvido jamás ser el hombre simpático y alegre que me propuse ser. No debo preocuparme si ella me ama o no me ama, si se quedará el tiempo suficiente conmigo o si tendremos un par de hijos bonitos o ninguno en absoluto. Ella no tiene un plan fijo de que nos pasará luego, no me comenta que hará mañana, o si espera un mañana. Tiene tan poca curiosidad por mi trabajo o mis sueños, que he terminado por creer que es ella quien me quiere a mí como el último espectador de su vida y no al revés. A veces he pensado que es ella la que lleva la fijación por desaparecer y no yo,  y que por eso me confiesa desesperadamente cosas que jamás le he preguntado, para luego cerrarse en un silencio acorazado que ni durante las horas del amor o con las caricias más dulces logro romper.

Después de casi un año juntos, conozco palmo a palmo cada centímetro de su anatomía, desde su cuello sin lunares  hasta la punta de sus pies tatuados con flores pequeñísimas a las que pone nombres diferentes, diciendo que son en honor a hermanas que ha imaginado tener en otras vidas. Conozco sus cabellos que son casi una masa viva que me envuelve cuando hacemos el amor, la mancha café con leche junto a su ombligo que ella tapa avergonzada pues dice que por ahí la ha lamido una vez el diablo. Y sus mil olores, uno diferente para cada área de su cuerpo.
Pero de su vida nada. En un año, apenas si se un par de cosas de su vida intima; todas las historias que me cuenta son sobre un pasado difuso, sin fechas fijas en donde ha amado a hombres de extrañas cualidades  que no se si en verdad existen,  y en donde no podría definir si ella, los ha amado siendo solo una niña, como adolescente o ya como una mujer adulta.
He llegado a contarle una docena de amantes diferentes entre nombres extranjeros y apodos, tantos que  algunas veces he considerado que su pasado en el amor podría extenderse a un regimiento entero de hombres a los que ha atraído con sus maneras raras de bailar y de aceptar el primer contacto sexual, dócil y suave como si fuera una resignada víctima, cuando en realidad es ella la única cazadora.

Tengo pesadillas con Laura entregándose a hombres dueños de los atributos más raros haciendo cola por ella,  bajo el escenario donde mi mujer se distrae bailando tatuada de flores amarillas de la cabeza a los pies.
Yo estoy en esa multitud de hombres que esperan desnudos por ella, hombres blancos casi transparentes con enormes orejas de rosados espóndilos; hombres de un moreno aceituno que llevan cada ojo con iris de un color diferente;  enanos taciturnos de vergas monstruosas o  larguísimos gigantes de bocas mustias que en lugar de cabello llevan plumas donde anidan las aves canoras. Yo estoy relegado,  desnudo y pálido tapándome con torpes manos los tres huevos que me he puesto para poder conquistarla, con miedo mortal a que alguien descubra la farsa, que me diga que eso que llevo allá abajo no es un testículo mas sino “solo un tumorcito” una huevada sin importancia. Entonces  es que lo siento, siento a mi aneurisma que ha bajado en feroz  galope desde mi cabeza hasta el escroto y que pulsa  ahora iracundo como una bomba de tiempo a punto de matarme.
La colección de tullidos que esperan por ella murmuran enardecidos y el clamor se vuelve generalizado cuando Laura voltea hacia mí y abre los ojos, que no son de virgen ni son misericordiosos y violenta -como es ella cuando descubre que deseo causarle lastima en busca de un mimo- me toma el pobre tumor en su palma derecha que luce ahora enorme y lleva marcadas cientos de líneas en un arcoíris eléctrico con el destino de todos los hombres que se ha cogido y plaf! de un tajo que me lo arranca para siempre.
El dolor es infinito, me revuelco en el suelo ante la burla de todos esos fenómenos, la cola de hombres que esperan que Laura les regale una noche de baile se arremolina sobre mi dejándome asfixiado, casi muerto de vergüenza. Grito que son unos idiotas, que voy a morir, que quiero morir, que ya verán cómo me muero, les amenazo desde mi dolor mojado en la viscosidad de mi propio miedo, pero en mi agonía solo siento la voz suave de Laura diciéndome que me calle, que sigo vivo. Terriblemente vivo…Sus ojos antes llameantes, ahora tienen solo una lástima infinita hacia mí, un hombre ordinario.

Veo desde el suelo sus talones alejarse, tatuados con las florecitas amarillas de las que he aprendido el nombre para un día recitárselos a mitad del sexo y que sepa que si la escucho, que la escucho toda, que la escucho siempre. Pero se va y el dolor se queda, enorme, terebrante, insoportable dentro de mí.
Despierto así de mi pesadilla, sudando frio con ese enorme peso en la cabeza, con esa angustia de asfixia y de dolorosa palpitación dentro de mi cerebro y detrás de mis ojos. La jaqueca me deja inmóvil en la cama, sintiendo con más intensidad  que nunca el mapa de fragancias que Laura ha dejado en mi cama antes de irse por la madrugada. Es en ese momento que me vuelve aquel miedo inconfesable que me ataca desde que empezaron los episodios de dolor a hacerse más frecuentes.

Se hace presente no el miedo a sentir, sino a querer desaparecer, a tomar ya el valor de acabar con ese dolor con mis manos y para siempre. Es miedo y odio a la vez por mi destino triste sobre el que no me atrevo a tener poder. Solo el olor de ella sobre las sabanas lo detiene, me da la pobre ilusión de que quizá valga la pena vivir un día más, solo hasta averiguar por que ella sigue conmigo a pesar de saberme ordinario como cualquiera, por que se ha tatuado flores en los pies, por que busca siempre hombres de atributos raros, que la dejaran o a los que dejara si se enamoran.
A veces siento que el Vasco tuvo razón en todas sus predicciones desde la mañana en que nos conocimos al salir de la clínica.
-Tú dices que temes morir, pero todavía no temes lo suficiente, ya verás cómo se siente el miedo el día que te enamores, me dijo.  Y ese hijueputa no se equivocaba.

La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...