Volver a Miguel lleno de esa belleza que hería los ojos, la trastornó entera. ¿Cómo podía una sóla persona irradiar tanta seguridad? Se imagino sentada en su regazo viéndolo de cerca, a esos ojos pardos ocultos tras los espejuelos. Se imagino cerca a él bebiendo de su boca cada palabra como si cada idea suya pudiera entenderla al 100 % y por completo.
Entonces recordó que ella era una boba. Que no entendería nada, que jamás se sentaría en el regazo de Miguel y jamás sabría si su aliento era de menta o de granadilla, porque simplemente Miguel jamás voltearía a mirarla. Saber eso la sumió en una miseria instánea y desoladora. Era el puñal de las cosas que vivimos negando, de todas sus mentiras y sueños. Él representaba su negación a la realidad pero también era el vengador de ésta.
Al otro lado de la calle estaba él tomando un café ignorante de todo su dolor. Perfecto, despreocupado, leyendo un libro que tal vez fuera interesante o sólo para colorear, no le importaba. Ella lo siguió mirando porque era incapaz de quitar sus ojos de él, imaginó uno que otro diálogo de saludo, una que otra anécdota. Imaginó tantas cosas que la acera se fue llenando de flores, de palabras, de líneas y párrafos enteros, que seguramente él consideraría desbocados. El cielo era llameante de un atardecer que no se animaba a instalarse y en su rostro los últimos colores de la tarde, apenas si perfilaban algo de su barba a medio crecer y el pelo algo desordenado.
Miguel, era perfecto pensó ella. Su corazón de galleta se quebró en dos al pensar que jamás la amaría, ni sabría de sus existencia en el mundo. Una lágrima cedió a su parpadeo, antes de coger la mochila de regreso a casa.
Si sólo tuviera más edad las cosas serían diferentes- pensó. Ella se volvería mujer y él seguiría siendo hombre...tal vez podría mirarla, tal vez.
Antes de doblar la esquina una mirada lánguida lo retuvo para siempre en su memoria, ella pedaleó fuerte rumbo a sus 16 años y el cerró el libro antes de pagar el café y dirigirse ignorante de todo ese amor a los 40 solitarios años que áun le esperaban.
De Paranoia, Soledad, Amor y otras cosas que perfuman a la mujer hasta hacerla apetecible, abominable y unica....por suerte.
jueves, noviembre 11, 2010
viernes, noviembre 05, 2010
De Sueños a la medianoche
A veces sueño y eso es todo. Es el todo que hace que pueda sobrevivir a todas mis pesadillas, a mi vida diaria, a los grilletes que me aferran a lo cotidiano, a lo brutal de mi día a día.
A veces sueño y es suficiente para creer que existo y que las cosas que amo existen.
Hoy es la noche que arrastra blanca millones de estrellas, despierto a la medianoche para contemplarlas y no están. Mi cielo real no es azul, sino lleno de nubes grises en donde se tropiezan las alas de los ángeles. Junto a la ventana mi dedo dibuja mi nombre en la humedad que ha dejado mi aliento y cierro los ojos recordando mi último episodio de felicidad.
Se hunde mi mente en la nebulosa tranquilidad de una sonrisa, de un roce de dedos y busco dormir con eso. Dormirme en esa idea y poder soñar. Porque la vida real es tan roma y aburrida que pierdo la esperanza de la búsqueda y el encuentro y me concentro más en añorar. A veces recuerdos, o tan sólo los recuerdos de los sueños. Mis personas inventadas, los que no fueron, que jamás fueron realmente.
Escucho música mientras algo en mí quisiera que entraras por aquella puerta y me pidieras que deje de soñar, que la vida es ahora, que salgamos a caminar. Pero esa imagen como otras tantas es un sueño, una invención para pasar la hora, mientras alrededor el mundo real se va destruyendo en parches, como un tejido necrótico e inservible.
Me abraza esta sensación como yo abrazo a tus sueños, a cualquiera que estos sean incluso si no me incluyen, porque he aprendido que el amor jamás camina en tu misma vereda y menos en tu misma dirección. Por eso sueño, con las vueltas de camino, con el cruce de calles tormentosas. Con que un día oigas la misma canción que yo y sepas que alguien sueña contigo, incluso si no estás seguro que esa persona exista.
A veces sueño y es suficiente para creer que existo y que las cosas que amo existen.
Hoy es la noche que arrastra blanca millones de estrellas, despierto a la medianoche para contemplarlas y no están. Mi cielo real no es azul, sino lleno de nubes grises en donde se tropiezan las alas de los ángeles. Junto a la ventana mi dedo dibuja mi nombre en la humedad que ha dejado mi aliento y cierro los ojos recordando mi último episodio de felicidad.
Se hunde mi mente en la nebulosa tranquilidad de una sonrisa, de un roce de dedos y busco dormir con eso. Dormirme en esa idea y poder soñar. Porque la vida real es tan roma y aburrida que pierdo la esperanza de la búsqueda y el encuentro y me concentro más en añorar. A veces recuerdos, o tan sólo los recuerdos de los sueños. Mis personas inventadas, los que no fueron, que jamás fueron realmente.
Escucho música mientras algo en mí quisiera que entraras por aquella puerta y me pidieras que deje de soñar, que la vida es ahora, que salgamos a caminar. Pero esa imagen como otras tantas es un sueño, una invención para pasar la hora, mientras alrededor el mundo real se va destruyendo en parches, como un tejido necrótico e inservible.
Me abraza esta sensación como yo abrazo a tus sueños, a cualquiera que estos sean incluso si no me incluyen, porque he aprendido que el amor jamás camina en tu misma vereda y menos en tu misma dirección. Por eso sueño, con las vueltas de camino, con el cruce de calles tormentosas. Con que un día oigas la misma canción que yo y sepas que alguien sueña contigo, incluso si no estás seguro que esa persona exista.
lunes, noviembre 01, 2010
Me Jode
Me jode hacer guardias los feriados, así me paguen el doble, así no haya pacientes y pueda dormir en mi cuarto perfumado toda la mañana hasta que llamen por algo que parezca importante como que los familiares mas histriónicos estén haciendo lío por la mínima cosa, así me dejen las tres comidas en bandeja cerca a la habitación y me hagan creer que estoy en un hotel 5 estrellas. Igual, me jode estar encerrada un feriado y que el dinero pueda dirigir tus decisiones más básicas como vivir un día más o dormir hasta tarde.
Me jode que me digan que no. Me jode mucho, que me digan Hoy no quiero, Hoy no puedo, hoy no tengo plata, hoy no quiero salir.
Es decir, soy poco tolerante si un hombre prefiere no volver a tener sexo conmigo, no quiere tenerlo esa noche conmigo, o simplemente no tiene un cobre para salir conmigo. Si, lo sé debería ser mejor persona y que no me importe el aspecto material de las relaciones, pero lo siento, no soy una buena persona, no soy la chica de la publicidad ni la protagonista buena de un film, sólo soy mujer.
Me jode enterarme por internet que el tipo que me gustaba gusta de otra. Que el tipo que salió conmigo ahora tenga una relación con otra o que simplemente el tipo que aun me gusta se esté muriendo por otra. No, la tecnología últimamente juega en contra y todos viven haciendo público con quien salen, con quien quieren salir o porque ya no salen con las anteriores parejas. Y una está ahí pegada a la ventana mirando como alguien más, besa la boca que tu besaste o peor que querías te besara.
Me joden las reuniones de mucha gente, las que organizo, en la que se colan todos, de las que me hacen responsable. La gente fea, la de conducta fea, esa gente que te afea la vida, colándose en tu círculo de amigos hasta degenerarlo todo.
Me joden las verdades dichas en la cama. Esa falta de manual Carreño durante el sexo, que hace que te puedan decir las cosas mas crueles asumiendo que las tomarás de buen humor porque acabas de sufrir un orgasmo. Incluso cosas pequeñas que te hacen reflexionar sobre cosas mas grandes, enormes. Odio pensar después del sexo, hacer conclusiones, tomar decisiones. Hacer estrategias para no demostrar que estás herida o parecer que no te importa, que te llega, que eres una mujer adulta haciendo cosas de adultos.
Me joden los amigos que perdí, los amigos que quisiera tener, los amigos que no fueron. Los que terminaron como amantes, los que no llegaron a ser amantes. Los que se volvieron tus enemigos. Los que se conforman con ser amigos. Los que creen que la hacen bien de amigos y se portan como novios, mejor que el novio, horriblemente mejor que el novio hasta que terminas detestándolos por hacer quedar mal al hombre que amas.
Hoy día me jode todo. No joder, estar jodida. Querer que no me jodan. Sí, tenía que escribirlo.
Me jode que me digan que no. Me jode mucho, que me digan Hoy no quiero, Hoy no puedo, hoy no tengo plata, hoy no quiero salir.
Es decir, soy poco tolerante si un hombre prefiere no volver a tener sexo conmigo, no quiere tenerlo esa noche conmigo, o simplemente no tiene un cobre para salir conmigo. Si, lo sé debería ser mejor persona y que no me importe el aspecto material de las relaciones, pero lo siento, no soy una buena persona, no soy la chica de la publicidad ni la protagonista buena de un film, sólo soy mujer.
Me jode enterarme por internet que el tipo que me gustaba gusta de otra. Que el tipo que salió conmigo ahora tenga una relación con otra o que simplemente el tipo que aun me gusta se esté muriendo por otra. No, la tecnología últimamente juega en contra y todos viven haciendo público con quien salen, con quien quieren salir o porque ya no salen con las anteriores parejas. Y una está ahí pegada a la ventana mirando como alguien más, besa la boca que tu besaste o peor que querías te besara.
Me joden las reuniones de mucha gente, las que organizo, en la que se colan todos, de las que me hacen responsable. La gente fea, la de conducta fea, esa gente que te afea la vida, colándose en tu círculo de amigos hasta degenerarlo todo.
Me joden las verdades dichas en la cama. Esa falta de manual Carreño durante el sexo, que hace que te puedan decir las cosas mas crueles asumiendo que las tomarás de buen humor porque acabas de sufrir un orgasmo. Incluso cosas pequeñas que te hacen reflexionar sobre cosas mas grandes, enormes. Odio pensar después del sexo, hacer conclusiones, tomar decisiones. Hacer estrategias para no demostrar que estás herida o parecer que no te importa, que te llega, que eres una mujer adulta haciendo cosas de adultos.
Me joden los amigos que perdí, los amigos que quisiera tener, los amigos que no fueron. Los que terminaron como amantes, los que no llegaron a ser amantes. Los que se volvieron tus enemigos. Los que se conforman con ser amigos. Los que creen que la hacen bien de amigos y se portan como novios, mejor que el novio, horriblemente mejor que el novio hasta que terminas detestándolos por hacer quedar mal al hombre que amas.
Hoy día me jode todo. No joder, estar jodida. Querer que no me jodan. Sí, tenía que escribirlo.
martes, octubre 26, 2010
Mientras Crecíamos
¿Qué hace que alguien te responda?
Me refiero, a ¿qué evento logra disparar el engranaje de personas que te hablan y contestan y de pronto hacen visible su existencia para ti como la aparición de los arcoiris al lado de las caídas de agua?
Yo de niña era tímida y con muchos miedos. Me escapé varias veces de mi primera escuela hasta que mis padres decidieron que no era buena idea seguir insitiendo si igual podía aprender a leer en casa. No me gustaba la relación con otras personas, porque no llegaba a entender el mecanismo por el cual eres o no simpática para otro ser y este otro ser te considera o no su amigo. Yo no tenía amigos.
Yo sólo tenía 5 años y muchas dudas. Muchísimas dudas.
Pasó el tiempo y mi infancia transcurrió similar a la de cualquiera, tal vez por momentos algo mas divertida. Mis amigas eran íntimas, pequeñas cómplices de travesuras arriesgadas más que amigas cualquiera y entonces entendí, que para caminar por la vida necesitas gente con quien compartir no sólo aventuras, sino también secretos, incluso tontos secretos que cuando niño son las montañas escarpadas de mentiras y fabulaciones en donde uno se suele sentir a salvo.
Yo estaba creciendo con poca gente alrededor pero no sufría. Porque mi infancia fue feliz hasta que ese otro acontecimiento que te cambia el caracter sucedió y empecé a crecer, ya no longitudinalmente sino en medidas, armoniosas medidas, que amenazaban mi equilibrio.
¿Cómo es que el crecimiento de un par de tetas puede desestabilizarte tanto? ¿ O la venida de la regla? ¿O la aparición del olor?
Lo del olor era lo que más disgustaba, sentía que todos sabían, que yo había cambiado, que yo estaba cambiando, porque ya no olía como niña sino que hedía como mujer y ese pensamiento era sucio, se hacía visible mi suciedad de pensar para todos, mi Eros crecía vertiginosamente, horriblemente y todos podían saberlo.
Fue en ese momento que lo de soñar caminando desnuda se había hecho realidad.
Era la pubertad, la horrible pesadilla de la pubertad.
Y en ese intermedio de niña a adolescente, de inocencia a culpa. En ese fragmento mi persona se fragmentó también y parió a muchas más, muchísimas personas más, conectadas conmigo sólo mientras leían un libro o guardaban la atención en un paisaje. Esa era yo, pero no sabía quien era, ni decidía quien terminar de ser. Porque es la forma de crecer que tenemos los seres humanos, una forma extraña, que se abre en ramitas débiles estirándose como brazos al cielo, sólo una de las cuales dará fruta mientras las otras se marchitan en el olvido de lo que No Debió ser.
Y un día mi viejo me preguntó mientras retozábamos en su cama, con esa voz cavernosa y nasal que ponía de cuando acababa de salir de la siesta, ¿Qué cosa era lo que yo más quería en el mundo? Y cómo yo estaba pasando por esa época oscura en que la gente comienza a andar sola, porque todos tus compañeros andan mirandose el ombligo en busca de respuestas y tu andas mirándote el ombligo porque te sientes mas sola y mas miserable que un frijol, yo que andaba sintiéndome así le respondí:
"Yo sólo quiero tener amigos"
Y mi viejo hizo esos largos silencios en que podías sentir una aguja cayendo al piso, en que podías sentir el rumor de la sangre agolpándose en las sienes, en que el sonido de cada célula partiéndose era notorio y monstruoso y el resto de la tarde no volvió a hablar más. Porque no había nada más que decir, porque en ese momento yo sentí que le había comunicado claramente mi miseria, la tristeza que llevaba a cuestas, por no sentirme aceptada, de querer ser aceptada siempre y de que esto jamás funcionara.
Sentí que para alguien como él, con un millón de amigos por la vida, debió haber sido duro oír que su hija menor a la que hacía inventar poesías de la nada mientras conducía el auto, o a la que pedía siempre que cantara, esa que parecía ser brillante y con todo el potencial para ser feliz, simplemente no lo fuera más y que eso ya no dependía de él... tal vez tampoco de mí.
Y recuerdo esa tarde, como hoy recuerdo claramente que mi adolescencia ya pasó hace mas de 15 años y que pude superarla, como supera un guerrero el estrecho de la muerte en su travesía hacia la vida. Pasaron muchas cosas que un día con paciencia, tendré el valor de contar bajo el seudónimo de otra persona y eso me liberará y me hará un poco más liviana la existencia, pero recordaré también que todas esas cosas ya pasaron. Como hoy, que siento que la que creció es apenas la niña Lorena que se mueve dentro de una historieta amarilla.
Como hoy que por momentos me siento ella, al estar de nuevo con mil dudas en la cabeza y por momentos soy otra, la de ahora, la que tiene frío y saldrá a caminar sólo para ver el mar grisáceo moverse lentamente junto a la costa y sonreir por dentro al sentir el aliento salado del mar tocarme las mejillas de nuevo.
No sé que hace que alguien te responda un mail, una carta, un post. No sé que mecanismo es el que lo dinamita todo y hace que personas calladas quieran decirte algo. Acercarse y decirte algo, para que las sientas cercanas y que esa cercanía te torne feliz por unos minutos de lectura, pues sabes que te han tocado como tú a ellos y eso debe ser algo parecido a la amistad.
No sé como se consigue un amigo para toda la vida, ni como se hacen los amigos, yo he andado sola casi siempre y cuando ocurre que alguien me da su cariño y yo le quiero corresponder con algo, desconozco como hicimos para que esto pasara, como surgió el cariño, la añoranza, o como un día amaneció mas temprano que siempre y yo ya esperaba que tuvieras una respuesta para una de mis preguntas y al comprobarlo me sentí feliz.
Feliz, como sin duda aún espera mi viejo que yo sea.
Porque ha pasado una vida entera y yo sigo viendo en sus ojos al mirarme esa esperanza marchita, ese ruego, porque las cosas dentro de mi vida hayan cambiado y yo haya dejado de ser la niña que pedía como único deseo Tener Amigos y me haya vuelto la mujer que él en su ingenua ilusión sólo esperaba que creciera Feliz.
Me refiero, a ¿qué evento logra disparar el engranaje de personas que te hablan y contestan y de pronto hacen visible su existencia para ti como la aparición de los arcoiris al lado de las caídas de agua?
Yo de niña era tímida y con muchos miedos. Me escapé varias veces de mi primera escuela hasta que mis padres decidieron que no era buena idea seguir insitiendo si igual podía aprender a leer en casa. No me gustaba la relación con otras personas, porque no llegaba a entender el mecanismo por el cual eres o no simpática para otro ser y este otro ser te considera o no su amigo. Yo no tenía amigos.
Yo sólo tenía 5 años y muchas dudas. Muchísimas dudas.
Pasó el tiempo y mi infancia transcurrió similar a la de cualquiera, tal vez por momentos algo mas divertida. Mis amigas eran íntimas, pequeñas cómplices de travesuras arriesgadas más que amigas cualquiera y entonces entendí, que para caminar por la vida necesitas gente con quien compartir no sólo aventuras, sino también secretos, incluso tontos secretos que cuando niño son las montañas escarpadas de mentiras y fabulaciones en donde uno se suele sentir a salvo.
Yo estaba creciendo con poca gente alrededor pero no sufría. Porque mi infancia fue feliz hasta que ese otro acontecimiento que te cambia el caracter sucedió y empecé a crecer, ya no longitudinalmente sino en medidas, armoniosas medidas, que amenazaban mi equilibrio.
¿Cómo es que el crecimiento de un par de tetas puede desestabilizarte tanto? ¿ O la venida de la regla? ¿O la aparición del olor?
Lo del olor era lo que más disgustaba, sentía que todos sabían, que yo había cambiado, que yo estaba cambiando, porque ya no olía como niña sino que hedía como mujer y ese pensamiento era sucio, se hacía visible mi suciedad de pensar para todos, mi Eros crecía vertiginosamente, horriblemente y todos podían saberlo.
Fue en ese momento que lo de soñar caminando desnuda se había hecho realidad.
Era la pubertad, la horrible pesadilla de la pubertad.
Y en ese intermedio de niña a adolescente, de inocencia a culpa. En ese fragmento mi persona se fragmentó también y parió a muchas más, muchísimas personas más, conectadas conmigo sólo mientras leían un libro o guardaban la atención en un paisaje. Esa era yo, pero no sabía quien era, ni decidía quien terminar de ser. Porque es la forma de crecer que tenemos los seres humanos, una forma extraña, que se abre en ramitas débiles estirándose como brazos al cielo, sólo una de las cuales dará fruta mientras las otras se marchitan en el olvido de lo que No Debió ser.
Y un día mi viejo me preguntó mientras retozábamos en su cama, con esa voz cavernosa y nasal que ponía de cuando acababa de salir de la siesta, ¿Qué cosa era lo que yo más quería en el mundo? Y cómo yo estaba pasando por esa época oscura en que la gente comienza a andar sola, porque todos tus compañeros andan mirandose el ombligo en busca de respuestas y tu andas mirándote el ombligo porque te sientes mas sola y mas miserable que un frijol, yo que andaba sintiéndome así le respondí:
"Yo sólo quiero tener amigos"
Y mi viejo hizo esos largos silencios en que podías sentir una aguja cayendo al piso, en que podías sentir el rumor de la sangre agolpándose en las sienes, en que el sonido de cada célula partiéndose era notorio y monstruoso y el resto de la tarde no volvió a hablar más. Porque no había nada más que decir, porque en ese momento yo sentí que le había comunicado claramente mi miseria, la tristeza que llevaba a cuestas, por no sentirme aceptada, de querer ser aceptada siempre y de que esto jamás funcionara.
Sentí que para alguien como él, con un millón de amigos por la vida, debió haber sido duro oír que su hija menor a la que hacía inventar poesías de la nada mientras conducía el auto, o a la que pedía siempre que cantara, esa que parecía ser brillante y con todo el potencial para ser feliz, simplemente no lo fuera más y que eso ya no dependía de él... tal vez tampoco de mí.
Y recuerdo esa tarde, como hoy recuerdo claramente que mi adolescencia ya pasó hace mas de 15 años y que pude superarla, como supera un guerrero el estrecho de la muerte en su travesía hacia la vida. Pasaron muchas cosas que un día con paciencia, tendré el valor de contar bajo el seudónimo de otra persona y eso me liberará y me hará un poco más liviana la existencia, pero recordaré también que todas esas cosas ya pasaron. Como hoy, que siento que la que creció es apenas la niña Lorena que se mueve dentro de una historieta amarilla.
Como hoy que por momentos me siento ella, al estar de nuevo con mil dudas en la cabeza y por momentos soy otra, la de ahora, la que tiene frío y saldrá a caminar sólo para ver el mar grisáceo moverse lentamente junto a la costa y sonreir por dentro al sentir el aliento salado del mar tocarme las mejillas de nuevo.
No sé que hace que alguien te responda un mail, una carta, un post. No sé que mecanismo es el que lo dinamita todo y hace que personas calladas quieran decirte algo. Acercarse y decirte algo, para que las sientas cercanas y que esa cercanía te torne feliz por unos minutos de lectura, pues sabes que te han tocado como tú a ellos y eso debe ser algo parecido a la amistad.
No sé como se consigue un amigo para toda la vida, ni como se hacen los amigos, yo he andado sola casi siempre y cuando ocurre que alguien me da su cariño y yo le quiero corresponder con algo, desconozco como hicimos para que esto pasara, como surgió el cariño, la añoranza, o como un día amaneció mas temprano que siempre y yo ya esperaba que tuvieras una respuesta para una de mis preguntas y al comprobarlo me sentí feliz.
Feliz, como sin duda aún espera mi viejo que yo sea.
Porque ha pasado una vida entera y yo sigo viendo en sus ojos al mirarme esa esperanza marchita, ese ruego, porque las cosas dentro de mi vida hayan cambiado y yo haya dejado de ser la niña que pedía como único deseo Tener Amigos y me haya vuelto la mujer que él en su ingenua ilusión sólo esperaba que creciera Feliz.
domingo, octubre 24, 2010
¿Qué es mejor leer o escribir?
Mientras no sea con faltas ortográficas...-parece responderme el subconciente.
Me hago esta eterna pregunta, mientras afuera el cielo limeño se va cayendo de a poquitos en grumos grises de olvido. No parece primavera. En Lima jamás parece primavera y ya debería haberme acostumbrado.
Hoy escribo porque estoy triste y porque no le quiero endilgar a ninguno de mis amigos la causa de mi tristeza- o porque ninguno de ellos quiere acompañarme en ella. Supongo que debo atribuírselo a mis hormonas y dejar de buscar razones para todas las cosas. No hay lógica en el azar y sin embargo suele haber una continuidad cíclica que asusta y por momentos esperanza.
Tengo miedo, quería contártelo y que al contarlo este miedo desapareciera, porque el miedo es como el frío en Lima, una sensacíón peremne de la que a diario casi te olvidas y sin embargo te va humedeciendo por dentro, corroe cada uno de tus goznes y en el momento menos pensado te derrumba.
Tu mundo estructurado se cae a pedazos fruto de ese miedo, se desploma cuando estás caminando en cualquier calle y de pronto sin pensarlo surge ese sollozo que da paso a una lágrima y luego ese vacío que no identificabas antes como propio va devorándolo todo. Te consume.
Me sigo preguntando si es mejor leer que escribir? Si esta noche debí haber cogido un libro y leerlo hasta que me venciera el sueño y acabara en los brazos de esos mundos fantásticos que se tejen línea a línea. Si debí haber vuelto a coger Rayuela, la cual compré desesperada en una edición pirata de papel barato y letras pequeñísimas. Una edición casi imposible de leer que me espera ansiosa en el estante, para que la lea, para que sueñe, para que duerma con ella.
Porque por ahí leí que un libro es como un buen amante, al que es imposible no desear llevártelo a la cama.
Y entonces pienso en los hombres que yo me he llevado a la cama y no viceversa. Los que yo he elegido para que sean una o dos o varias noches mis compañeros y que luego se han ido, cuando han querido, como han querido, porque yo he querido.
Porque cuando no es amor tu puedes elegir que se vayan, puedes decidir quedarte o irte. Puedes decidir simplemente.
Tengo miedo, sí ya lo dije. No sé por donde empezar, son muchas cosas, pero tal vez tengo miedo a desaparecer. Yo. La que sueña. No la que tiene DNI y domicilio legal y paga cuentas y compra cosas, me refiero a desaparecer yo, la persona, la que te habla naturalmente, la que espera. La que hoy soñó y despertó pensando que no era un sueño. La que tiene metas, pero ninguna estrategia. La que hace planes y los derriba. La que escribe, la que soy.
Ayer me di cuenta que estaba a poco de desaparecer totalmente. Quedaba poco de mí que aun pugnara por salir, me acababa de acostumbrar a mi disfraz de chica promedio y me sentía cómoda. No quería viajar, ni sufrir, ni esforzarme por nada, quería que la vida siguiera tal cual era y que el trabajo me diera lo suficiente para vivir. Que así, el pasar el día fuera una victoria y que de pronto, algo sucediera- algo en lo que no mediara mi obstinación sino el destino, si lo podemos llamar así- y mi vida se llenara de otra persona, a la que probablemente no amaría, pero haría las veces de compañero y así haríamos la pantomima de una pareja o una familia, o un núcleo que fuera similar a miles de otros núcleos formándose aquí y allá. Yo sería una más y entonces todo mi mundo, mi campamento gitano de sueños mal elaborados desaparecería.
No sabes quién soy-así que aun no me compadezcas.
Eso me dio miedo, porque rendirse es para mí desaparecer y aunque tengo el concepto de lo que es Rendirse, no sé como hacer para tomar un rumbo distinto. Es decir, no sé como virar el timón y hacer que este pesado barco enrrumbe a otro puerto y no encalle en la costa que no deseo.
Huele a humedad y debo detenerme.
Porque cuando huele a humedad recuerdo que estoy aquí en casa y que mi cuerpo no está gravitando sobre los sueños que deseo compartirte, simplemente mi cuerpo ESTÁ y eso es todo. Está aquí sobre una cama, cubierto bajo unas mantas, envuelto en la cálida luz de una bombilla. Mi cuerpo es real y esa realidad no conduce a nada sino a mas realidad, como pensar en el frío, en el dolor de mi espalda en el precio de la luz que derrama la bombilla que tu llamas alegremente foco.
La realidad me asusta,
porque la realidad te hace olvidar las cosas realmente importantes como la creación de atajos fantásticos hacia mundos propios e íntimos
y te hace seguir una secuencia de pasos estupidizantes, en donde lo único claro es que un día naciste y que debes ir de prisa por la vida, puesto que también pronto morirás.
Y esa prontitud de una vida que nace y desaparece será apenas un pestañeo en la eternidad.
En este punto coincidirás conmigo que hubiera sido mejor que hoy lea a que escriba. Que hay millones de hojas como vidas por leer. Que pude haber cogido cualquier libro, o incluso algo de poesía. Que esta noche debí haberme perdido en la voz de los otros y no haber soltado las velas de la mía.
Puede que tengas razón, yo también lo creo.
Pero esta noche quería estar contigo, porque sentí miedo y pensé-tontamente, ilusamente- que la única forma de acurrucarme en el seno de otra persona era diciendo la verdad y reflexioné que yo sólo digo la verdad cuando escribo.
No soy buena para hablar, para hablar con voz propia. A sitio que he ido, sitio del que he copiado el acento hasta camuflarme entre ellos, así que no te sorprenderá si te digo que mi habilidad en los idiomas deriva mas de mi sentido de la imitación. Dicho esto, entenderás que si me encuentras por la calle es probable que te hable solo de lo que quieres oir y comentaré del clima, del titular del periódico, de la música que está de moda, pero jamás te diré algo mío.
Tal como haces tú, tal como hacen todos. Porque la realidad es eso. Vivir en el ostracismo hasta que toque el momento de marcharnos, pero ese no era el tema de hoy.
El tema era que tenía miedo y que no quería llorar.
El tema era que hoy hallé mas provechoso escribir que leer, aunque hoy después de leerme tú hayas pensado diferente.
Mientras no sea con faltas ortográficas...-parece responderme el subconciente.
Me hago esta eterna pregunta, mientras afuera el cielo limeño se va cayendo de a poquitos en grumos grises de olvido. No parece primavera. En Lima jamás parece primavera y ya debería haberme acostumbrado.
Hoy escribo porque estoy triste y porque no le quiero endilgar a ninguno de mis amigos la causa de mi tristeza- o porque ninguno de ellos quiere acompañarme en ella. Supongo que debo atribuírselo a mis hormonas y dejar de buscar razones para todas las cosas. No hay lógica en el azar y sin embargo suele haber una continuidad cíclica que asusta y por momentos esperanza.
Tengo miedo, quería contártelo y que al contarlo este miedo desapareciera, porque el miedo es como el frío en Lima, una sensacíón peremne de la que a diario casi te olvidas y sin embargo te va humedeciendo por dentro, corroe cada uno de tus goznes y en el momento menos pensado te derrumba.
Tu mundo estructurado se cae a pedazos fruto de ese miedo, se desploma cuando estás caminando en cualquier calle y de pronto sin pensarlo surge ese sollozo que da paso a una lágrima y luego ese vacío que no identificabas antes como propio va devorándolo todo. Te consume.
Me sigo preguntando si es mejor leer que escribir? Si esta noche debí haber cogido un libro y leerlo hasta que me venciera el sueño y acabara en los brazos de esos mundos fantásticos que se tejen línea a línea. Si debí haber vuelto a coger Rayuela, la cual compré desesperada en una edición pirata de papel barato y letras pequeñísimas. Una edición casi imposible de leer que me espera ansiosa en el estante, para que la lea, para que sueñe, para que duerma con ella.
Porque por ahí leí que un libro es como un buen amante, al que es imposible no desear llevártelo a la cama.
Y entonces pienso en los hombres que yo me he llevado a la cama y no viceversa. Los que yo he elegido para que sean una o dos o varias noches mis compañeros y que luego se han ido, cuando han querido, como han querido, porque yo he querido.
Porque cuando no es amor tu puedes elegir que se vayan, puedes decidir quedarte o irte. Puedes decidir simplemente.
Tengo miedo, sí ya lo dije. No sé por donde empezar, son muchas cosas, pero tal vez tengo miedo a desaparecer. Yo. La que sueña. No la que tiene DNI y domicilio legal y paga cuentas y compra cosas, me refiero a desaparecer yo, la persona, la que te habla naturalmente, la que espera. La que hoy soñó y despertó pensando que no era un sueño. La que tiene metas, pero ninguna estrategia. La que hace planes y los derriba. La que escribe, la que soy.
Ayer me di cuenta que estaba a poco de desaparecer totalmente. Quedaba poco de mí que aun pugnara por salir, me acababa de acostumbrar a mi disfraz de chica promedio y me sentía cómoda. No quería viajar, ni sufrir, ni esforzarme por nada, quería que la vida siguiera tal cual era y que el trabajo me diera lo suficiente para vivir. Que así, el pasar el día fuera una victoria y que de pronto, algo sucediera- algo en lo que no mediara mi obstinación sino el destino, si lo podemos llamar así- y mi vida se llenara de otra persona, a la que probablemente no amaría, pero haría las veces de compañero y así haríamos la pantomima de una pareja o una familia, o un núcleo que fuera similar a miles de otros núcleos formándose aquí y allá. Yo sería una más y entonces todo mi mundo, mi campamento gitano de sueños mal elaborados desaparecería.
No sabes quién soy-así que aun no me compadezcas.
Eso me dio miedo, porque rendirse es para mí desaparecer y aunque tengo el concepto de lo que es Rendirse, no sé como hacer para tomar un rumbo distinto. Es decir, no sé como virar el timón y hacer que este pesado barco enrrumbe a otro puerto y no encalle en la costa que no deseo.
Huele a humedad y debo detenerme.
Porque cuando huele a humedad recuerdo que estoy aquí en casa y que mi cuerpo no está gravitando sobre los sueños que deseo compartirte, simplemente mi cuerpo ESTÁ y eso es todo. Está aquí sobre una cama, cubierto bajo unas mantas, envuelto en la cálida luz de una bombilla. Mi cuerpo es real y esa realidad no conduce a nada sino a mas realidad, como pensar en el frío, en el dolor de mi espalda en el precio de la luz que derrama la bombilla que tu llamas alegremente foco.
La realidad me asusta,
porque la realidad te hace olvidar las cosas realmente importantes como la creación de atajos fantásticos hacia mundos propios e íntimos
y te hace seguir una secuencia de pasos estupidizantes, en donde lo único claro es que un día naciste y que debes ir de prisa por la vida, puesto que también pronto morirás.
Y esa prontitud de una vida que nace y desaparece será apenas un pestañeo en la eternidad.
En este punto coincidirás conmigo que hubiera sido mejor que hoy lea a que escriba. Que hay millones de hojas como vidas por leer. Que pude haber cogido cualquier libro, o incluso algo de poesía. Que esta noche debí haberme perdido en la voz de los otros y no haber soltado las velas de la mía.
Puede que tengas razón, yo también lo creo.
Pero esta noche quería estar contigo, porque sentí miedo y pensé-tontamente, ilusamente- que la única forma de acurrucarme en el seno de otra persona era diciendo la verdad y reflexioné que yo sólo digo la verdad cuando escribo.
No soy buena para hablar, para hablar con voz propia. A sitio que he ido, sitio del que he copiado el acento hasta camuflarme entre ellos, así que no te sorprenderá si te digo que mi habilidad en los idiomas deriva mas de mi sentido de la imitación. Dicho esto, entenderás que si me encuentras por la calle es probable que te hable solo de lo que quieres oir y comentaré del clima, del titular del periódico, de la música que está de moda, pero jamás te diré algo mío.
Tal como haces tú, tal como hacen todos. Porque la realidad es eso. Vivir en el ostracismo hasta que toque el momento de marcharnos, pero ese no era el tema de hoy.
El tema era que tenía miedo y que no quería llorar.
El tema era que hoy hallé mas provechoso escribir que leer, aunque hoy después de leerme tú hayas pensado diferente.
sábado, octubre 23, 2010
VIernes...Viernes....Viernes...
Es viernes, no hay ningún motivo evidente por el que vuelva a escribir en el blog, así que daré pasos lentos, tragos pausados, no como quien saborea un buen vino, sino como el que tiene miedo de extraviarse rapidamente en desvaríos de la memoria y la ilusión.
Es viernes, tal vez debería empezar por allí. Los viernes siento una extraña cercanía con esos mundos inhóspitos que hubiera querido recorrer contigo. Y ese contigo no va etiquetado de un nombre, de un ADN, de un acento en particular. Son sólo reminiscencias, ilusiones, mírame, acabod e soltar un millar de papeles al viento, pequeñas hojas de colores, que deambularan por la calle sin hallar destino, nombres sueltos que nadie barrerá.
Te preguntas porque los viernes se me da por estar mas intimista de lo usual; tal vez porque me sienta algo más relajada, con algo más de ánimo para salir de casa; de mi ostracismo usual, limitado a pequeñas frases con compañeros ya conocidos, con personas de charlas ya conocidas. Esa esfera en donde me asfixio pensando que todo tiene un final conocido, que la vida nod a sorpresas y que jamás valdrá la pena romperme el corazón de nuevo anhelando una relación normal.
Es en días como éstos en que espero junto a la ventana que me invites un cigarrilo y me digas para salir a pasear, pero vamos sé que no ocurrirá, así que desde hace 4 años dedico los viernes a tomarme un café a solas, por ahí donde tu paseas y yo sólo voy de visita. Se acaba de ir la música, espera que enciendo una cerilla y de nuevo los muros color mate de este matadero sin nombre se irán adornando de las alas de mariposa, del polvo tornasolado de los sueños, de toda esa ambrosía que dejan las palabras de los amantes que componen canciones antes de abandonarse al desespero.
Espera, que hay sonidos que se sienten mas cercano cuando dejo de hablar con la ironía habitual, con la falta de fé. Cuando dejo de usar ese vocabulario abusado por todos y subo del llano hacia tu casa y aunque no te encuentre siento que es el hogar. Porque esa palabra me recuerda a tí, a mí, a esa sensación de cuando somos honestos y no nos da miedo sentir, besar, tocar.
No me apetece el sexo hoy, aunque tal vez empecé a escribir para burlarme de eso. Haría una crónica sobre lo que necesita una mujer para querer ir a la cama y esperaría que fuera divertida, sin tantos párrafos aburridos y si eso no resultaba incluso pondría fotos. Pero ya va...No importa, me siento cómoda para hablar de cosas que no importan a nadie, que no causan prurito, que no lleven al asombro del lector. Hace mucho de eso, tal vez ya nos epa cómo hacerlo, si algún día lo hice. Hoy sólo se que es viernes y que preferiría estar caminando, oyendo música, hablando un poco y riendo mientras finges un poco de interés en mí.
Porque nada como la primera cita para que un hombre finja e interrogue todo lo que cree que es importante saber sobre tí y claro, saldrán a relucir la edad, el signo del zodiaco, el nombre de la mascota e incluso del primer novio de la secundaria y ya sabemos que nada de eso importa, pero hace sonreir y una vez que has logrado que una mujer sonría tienes el 50% del camino hecho ahcia su corazón o si quieres este refrán algo ams vanguardista, tienes el 50% del camino hecho hacia su cama.
Es viernes, no pretendo ser ácida, nid ar lecciones de moralina, asíq ue callaré todas las cosas que se me pasan por la cabeza en una charla usual de primera cita, palabras fofas, que alguien más olvidará y que por tanto yo evitaré decir, para que no piensen que soy tan ...¿cómo es qué me dijeron? Cuadrada? Dogmática? De blancos y negros...En fin, a veces es mejor nod ecir lo obvio, a los que vaticinan el futuro de una relación, de cualquier cosa en realidad, siempre los terminan quemando en la hoguera.
Debo seguir trabajando.
Besos.
Es viernes, tal vez debería empezar por allí. Los viernes siento una extraña cercanía con esos mundos inhóspitos que hubiera querido recorrer contigo. Y ese contigo no va etiquetado de un nombre, de un ADN, de un acento en particular. Son sólo reminiscencias, ilusiones, mírame, acabod e soltar un millar de papeles al viento, pequeñas hojas de colores, que deambularan por la calle sin hallar destino, nombres sueltos que nadie barrerá.
Te preguntas porque los viernes se me da por estar mas intimista de lo usual; tal vez porque me sienta algo más relajada, con algo más de ánimo para salir de casa; de mi ostracismo usual, limitado a pequeñas frases con compañeros ya conocidos, con personas de charlas ya conocidas. Esa esfera en donde me asfixio pensando que todo tiene un final conocido, que la vida nod a sorpresas y que jamás valdrá la pena romperme el corazón de nuevo anhelando una relación normal.
Es en días como éstos en que espero junto a la ventana que me invites un cigarrilo y me digas para salir a pasear, pero vamos sé que no ocurrirá, así que desde hace 4 años dedico los viernes a tomarme un café a solas, por ahí donde tu paseas y yo sólo voy de visita. Se acaba de ir la música, espera que enciendo una cerilla y de nuevo los muros color mate de este matadero sin nombre se irán adornando de las alas de mariposa, del polvo tornasolado de los sueños, de toda esa ambrosía que dejan las palabras de los amantes que componen canciones antes de abandonarse al desespero.
Espera, que hay sonidos que se sienten mas cercano cuando dejo de hablar con la ironía habitual, con la falta de fé. Cuando dejo de usar ese vocabulario abusado por todos y subo del llano hacia tu casa y aunque no te encuentre siento que es el hogar. Porque esa palabra me recuerda a tí, a mí, a esa sensación de cuando somos honestos y no nos da miedo sentir, besar, tocar.
No me apetece el sexo hoy, aunque tal vez empecé a escribir para burlarme de eso. Haría una crónica sobre lo que necesita una mujer para querer ir a la cama y esperaría que fuera divertida, sin tantos párrafos aburridos y si eso no resultaba incluso pondría fotos. Pero ya va...No importa, me siento cómoda para hablar de cosas que no importan a nadie, que no causan prurito, que no lleven al asombro del lector. Hace mucho de eso, tal vez ya nos epa cómo hacerlo, si algún día lo hice. Hoy sólo se que es viernes y que preferiría estar caminando, oyendo música, hablando un poco y riendo mientras finges un poco de interés en mí.
Porque nada como la primera cita para que un hombre finja e interrogue todo lo que cree que es importante saber sobre tí y claro, saldrán a relucir la edad, el signo del zodiaco, el nombre de la mascota e incluso del primer novio de la secundaria y ya sabemos que nada de eso importa, pero hace sonreir y una vez que has logrado que una mujer sonría tienes el 50% del camino hecho ahcia su corazón o si quieres este refrán algo ams vanguardista, tienes el 50% del camino hecho hacia su cama.
Es viernes, no pretendo ser ácida, nid ar lecciones de moralina, asíq ue callaré todas las cosas que se me pasan por la cabeza en una charla usual de primera cita, palabras fofas, que alguien más olvidará y que por tanto yo evitaré decir, para que no piensen que soy tan ...¿cómo es qué me dijeron? Cuadrada? Dogmática? De blancos y negros...En fin, a veces es mejor nod ecir lo obvio, a los que vaticinan el futuro de una relación, de cualquier cosa en realidad, siempre los terminan quemando en la hoguera.
Debo seguir trabajando.
Besos.
viernes, octubre 15, 2010
Viernes Descafeínado
No es el mejor día para escribir ¿qué día lo es? Acabo de despertar, me muero de hambre, tengo una ansiedad brutal.
No pues, tal vez no puede haber mejor día.
Porque últimamente llevo cientos de párrafos a medio completar de historias en tercera persona. Porque ya no puedo tercerizar mis sentimientos y de un tiempo a esta parte esto se convirtión en un diario horrible y monumental de la rutina de una mujer de 30.
Oh! la edad! No hablemos mas de eso. Habría tantas cosas de las que hablar hoy. La causa de mi ansiedad, el clima soleado del primer día primaveral que mi piel ha sentido. Las mariposas que no vuelan en mi estómago, lo estancado de mi vida amorosa.
No, pero hay tanto en el mundo de lo que hablar y yo aquí, individualizándolo todo, como si el mundo girara alrededor mío y por mí y para mí. Porque si una no se ponde de protagonista en su propia novelita rosa ¿quién si no?
Tengo frío. En esta casa hace siempre frío. Te he contado, creo, sobre las corrientes de aire que mueven las puertas y las ventanas, que me empujan de una habitación a otra buscando el abrazo tibio de una compañía. Vaya compañía! Se acaba Octubre para mí, sin apenas haber empezado, ni lo he sentido, cuando me di cuenta ya era 8 y el lunes ya 18 y la falta de sexo, de amor, de un abrazo...ay! los abrazos, pueden engañarnos tanto.
A pesar de las malas noticiaqs en ese terreno escabroso, también hubieron buenas. Pequeños detalles, frases bonitas "Cantas bien, deberías intentarlo en serio" fue una que salió natural del gaznate de un alguien sin intereses de por medio. Primera vez que alguien lo decía, después de pasarme la vida cantando canciones en voz alta, o haciendo intentos de llevarle el coro a otros, finalemente alguien se daba cuenta que tenía algo de voz propia. Gracias. Mi alicaído ego te lo agradece.
Y de pronto zas! la ensiedad me cae en un zarpazo y olvido las frases bonitas o que este mes leí uno de los libros mas enriquecedores (personalmente) para mis sentidos. O que hay alguien que espera mi llamada al otro aldo del mundo, o que hay otro alguien que envía postales en una letra rara, solo para decirme que en Oriente alguien también piensa en mí.
Y yo digo- me digo- ¿por qué sufrir por gente cercana que no lo merece? Que no merece el mas mínimo intento, porque angustiarse por gente carente de todo brillo que pulula por los corredores de hospitales robándole un poco de autosuficiencia mientras atienden lso problemas de los otros. ¿por qué esperar? ¿O por qué Confiar? ¿se habrá equivocado A. Dumas en el final de su libro? ¿Lo habré interpretado mal yo?
Es viernes y no me caería mal un café, una charla, una carta de mi amigo Rafa despotrincando otra vez contra los hombre sque me rodean y que no saben apreciarme ni como amiga, instándome a que cruce el charco, para que el menos los complejos de una sociedad machista no se sigan notando en cada una de mis destempladas cartas, quejosas cartas...horribles cartas.
Se me nota hastiada, lo sé. Acabo de recibir una respuesta que no me agrada y por el peor medio de todos: El del mensajito barato con miles de abreviaturas estúpidas.
A veces pienso que yo no em acoplaré bien a este mundo que rueda y rueda, que seguiré quejándome pues espero que algo de lo que ya no sucede me suceda a mí.
A veces pienso que me angustio, porque como muchos seres aun conservo la esperanza y la esperanza te crea ansiedad y derrota y frustración cuando no se alcanza...y vamos, la mayoría de veces los sueños no se alcanzan o pregúntenles a todos los que soñaron con ser astronautas y ahora solo son presidentes.
Un beso.
No pues, tal vez no puede haber mejor día.
Porque últimamente llevo cientos de párrafos a medio completar de historias en tercera persona. Porque ya no puedo tercerizar mis sentimientos y de un tiempo a esta parte esto se convirtión en un diario horrible y monumental de la rutina de una mujer de 30.
Oh! la edad! No hablemos mas de eso. Habría tantas cosas de las que hablar hoy. La causa de mi ansiedad, el clima soleado del primer día primaveral que mi piel ha sentido. Las mariposas que no vuelan en mi estómago, lo estancado de mi vida amorosa.
No, pero hay tanto en el mundo de lo que hablar y yo aquí, individualizándolo todo, como si el mundo girara alrededor mío y por mí y para mí. Porque si una no se ponde de protagonista en su propia novelita rosa ¿quién si no?
Tengo frío. En esta casa hace siempre frío. Te he contado, creo, sobre las corrientes de aire que mueven las puertas y las ventanas, que me empujan de una habitación a otra buscando el abrazo tibio de una compañía. Vaya compañía! Se acaba Octubre para mí, sin apenas haber empezado, ni lo he sentido, cuando me di cuenta ya era 8 y el lunes ya 18 y la falta de sexo, de amor, de un abrazo...ay! los abrazos, pueden engañarnos tanto.
A pesar de las malas noticiaqs en ese terreno escabroso, también hubieron buenas. Pequeños detalles, frases bonitas "Cantas bien, deberías intentarlo en serio" fue una que salió natural del gaznate de un alguien sin intereses de por medio. Primera vez que alguien lo decía, después de pasarme la vida cantando canciones en voz alta, o haciendo intentos de llevarle el coro a otros, finalemente alguien se daba cuenta que tenía algo de voz propia. Gracias. Mi alicaído ego te lo agradece.
Y de pronto zas! la ensiedad me cae en un zarpazo y olvido las frases bonitas o que este mes leí uno de los libros mas enriquecedores (personalmente) para mis sentidos. O que hay alguien que espera mi llamada al otro aldo del mundo, o que hay otro alguien que envía postales en una letra rara, solo para decirme que en Oriente alguien también piensa en mí.
Y yo digo- me digo- ¿por qué sufrir por gente cercana que no lo merece? Que no merece el mas mínimo intento, porque angustiarse por gente carente de todo brillo que pulula por los corredores de hospitales robándole un poco de autosuficiencia mientras atienden lso problemas de los otros. ¿por qué esperar? ¿O por qué Confiar? ¿se habrá equivocado A. Dumas en el final de su libro? ¿Lo habré interpretado mal yo?
Es viernes y no me caería mal un café, una charla, una carta de mi amigo Rafa despotrincando otra vez contra los hombre sque me rodean y que no saben apreciarme ni como amiga, instándome a que cruce el charco, para que el menos los complejos de una sociedad machista no se sigan notando en cada una de mis destempladas cartas, quejosas cartas...horribles cartas.
Se me nota hastiada, lo sé. Acabo de recibir una respuesta que no me agrada y por el peor medio de todos: El del mensajito barato con miles de abreviaturas estúpidas.
A veces pienso que yo no em acoplaré bien a este mundo que rueda y rueda, que seguiré quejándome pues espero que algo de lo que ya no sucede me suceda a mí.
A veces pienso que me angustio, porque como muchos seres aun conservo la esperanza y la esperanza te crea ansiedad y derrota y frustración cuando no se alcanza...y vamos, la mayoría de veces los sueños no se alcanzan o pregúntenles a todos los que soñaron con ser astronautas y ahora solo son presidentes.
Un beso.
miércoles, septiembre 22, 2010
De la Gente que anda Sola
Extraña vida la que llevamos los que vivimos solos. A menudo trato con gente de mi edad o menos viviendo en departamentos de solteros, consumiendo comida chatarra, sin nadie que pueda plancharles la ropa, eternamente con la cama destendida, la ropa tirada en cualquier mueble, despotrincando sobre lo duro que es lavar la vajilla o pasarse un domingo lavando la ropa.
No sé como viva el resto de la humanidad que aun goza de vivir con sus padres- intolerantes a éstos buscando la sinrazón a todo lo que los viejos hablan, como si hicieran un gran favor a la economía familiar quedándose en casa. Sólo se que de cierta manera al comenzar a vivir solo, comienzas a formarte un credo algo diferente al resto, un poco mas dependiente de abrazos durante las relaciones y buscando menos perfeccionismo en todo lo que hace la otra persona.
Hasta ahora la mayoría de solteros que conozco y que viven en apartamentos solos, son varones. Me da algo de gracia compartir con ellos anécdotas cotidianas de cómo reconectar la luz si te la cortaron por olvidar de pagar tres meses o como hacer para que la ropa seque mas rápido colgándola cerca a la ventana. Parecemos niños huérfanos hallándonos a mitad de camino, agradeciendo con creces la independencia que permite el vivir sólo y maldiciendo por dentro el hecho de no tener a nadie en la vida diaria para compartir el pequeño drama de la vida cotidiana.
Parece que nos tiñera un déficit de amor que por momentos se hace crónico, una incredulidad en las personas que aun lo tienen todo que nos llena la mirada de una tristeza lánguida e insípida, tal como aquél que envidia lleno de hambre la comida dispuesta en los escaparates que no podrá tocar.
Y nos comenzamos a cubrir con cientos de caparazones para que no nos vuelvan a hacer daño, para que nadie entre en casa con el pie en alto a criticarnos la vida desordenada y a medio construir que llevamos a diario. Para no enamorarnos a la primera, aunque nos muela la piel esa ansiedad de un abrazo largo en la primera cita, de un beso húmedo a mitad del primer hola, o de un encame que no implique sexo sino mas bien compañía al entrar a la noche del primer encuentro íntimo.
Es como si el hecho de vivir solos nos volviera de cierto modo diferente, a algunos volviéndolos más herméticos y a otros como yo, verborreícos y locos queriendo explicar siempre que rayos se nos pasa por la cabeza.
No todos los que vivimos solos somos iguales, simplemente nos une esa noxa común que es la soledad de pasar día con día del trabajo a la cama, sin nadie a quien comunicarle lo que pasó en el día, sin nadie a quien le interese hablar mientras comemos a solas frente a un televisor que no dice nada, sin nadie simplemente para pelear por el sólo hecho de hacerlo.
Ahora es más fácil vivir con eso, no me cabe duda, pero suelo a menudo desconfiar de la gente que se acostumbra a vivir como yo en pequeñas burbujas herméticas y de pronto te quiere incluir en su mundo, con la indecisión y la fragilidad de quien ya ha intentado sin éxito ese proceso antes. Gente que se vuelve voluble, que quiere y no quiere, que teme y no teme, que de pronto y con mucha mas intensidad que cualquier persona que conozcas te quiere compartir su vida desesperada y calladamenre, aunque no haya amor en aquel contrato sin palabras, aunque no haya pasión.
Gente que solo quiere compartirte su vida y voilá, que los quieras como ellos quieren que los quieran...Así como yo, así como yo pues...
No sé como viva el resto de la humanidad que aun goza de vivir con sus padres- intolerantes a éstos buscando la sinrazón a todo lo que los viejos hablan, como si hicieran un gran favor a la economía familiar quedándose en casa. Sólo se que de cierta manera al comenzar a vivir solo, comienzas a formarte un credo algo diferente al resto, un poco mas dependiente de abrazos durante las relaciones y buscando menos perfeccionismo en todo lo que hace la otra persona.
Hasta ahora la mayoría de solteros que conozco y que viven en apartamentos solos, son varones. Me da algo de gracia compartir con ellos anécdotas cotidianas de cómo reconectar la luz si te la cortaron por olvidar de pagar tres meses o como hacer para que la ropa seque mas rápido colgándola cerca a la ventana. Parecemos niños huérfanos hallándonos a mitad de camino, agradeciendo con creces la independencia que permite el vivir sólo y maldiciendo por dentro el hecho de no tener a nadie en la vida diaria para compartir el pequeño drama de la vida cotidiana.
Parece que nos tiñera un déficit de amor que por momentos se hace crónico, una incredulidad en las personas que aun lo tienen todo que nos llena la mirada de una tristeza lánguida e insípida, tal como aquél que envidia lleno de hambre la comida dispuesta en los escaparates que no podrá tocar.
Y nos comenzamos a cubrir con cientos de caparazones para que no nos vuelvan a hacer daño, para que nadie entre en casa con el pie en alto a criticarnos la vida desordenada y a medio construir que llevamos a diario. Para no enamorarnos a la primera, aunque nos muela la piel esa ansiedad de un abrazo largo en la primera cita, de un beso húmedo a mitad del primer hola, o de un encame que no implique sexo sino mas bien compañía al entrar a la noche del primer encuentro íntimo.
Es como si el hecho de vivir solos nos volviera de cierto modo diferente, a algunos volviéndolos más herméticos y a otros como yo, verborreícos y locos queriendo explicar siempre que rayos se nos pasa por la cabeza.
No todos los que vivimos solos somos iguales, simplemente nos une esa noxa común que es la soledad de pasar día con día del trabajo a la cama, sin nadie a quien comunicarle lo que pasó en el día, sin nadie a quien le interese hablar mientras comemos a solas frente a un televisor que no dice nada, sin nadie simplemente para pelear por el sólo hecho de hacerlo.
Ahora es más fácil vivir con eso, no me cabe duda, pero suelo a menudo desconfiar de la gente que se acostumbra a vivir como yo en pequeñas burbujas herméticas y de pronto te quiere incluir en su mundo, con la indecisión y la fragilidad de quien ya ha intentado sin éxito ese proceso antes. Gente que se vuelve voluble, que quiere y no quiere, que teme y no teme, que de pronto y con mucha mas intensidad que cualquier persona que conozcas te quiere compartir su vida desesperada y calladamenre, aunque no haya amor en aquel contrato sin palabras, aunque no haya pasión.
Gente que solo quiere compartirte su vida y voilá, que los quieras como ellos quieren que los quieran...Así como yo, así como yo pues...
miércoles, septiembre 15, 2010
¿De qué escribe una mujer cuándo está ovulando?
¿De qué escribe una mujer cuándo está ovulando? Intentaré responderme sin que muera nadie en la sala a mitad de párrafo, estoy de guardia y en guardia. Hoy la muerte pasea por los corredores ignorando mi estado hormonal, mis miles de dudas, la ansiedad usual de cuando estoy a la espera.
Jamás como ahora seré tan consciente de mi género, de esa diferencia absoluta que ataca el ambiente usual y rudimentario en emociones, de mis compañeros de trabajo.
Estoy ovulando, pensaba en esto mientras caminaba de regreso aquí, lanzando mi manzana al aire, entreteniéndome en sus volteretas para olvidarme un poco de lo que pasa en mi cabeza, en mi pecho, en cada tendón de mi cuerpo cansado. No pensaba en que escribir, pensaba en mí, egoístamente en mí, en mi bienestar, en las cosas que aun rodeándome no logran hacerme ni bien ni mal. Tan profundamente arraigada estoy debajo de mi ropa multicolor, de mi guardapolvo blanco, de mi piel, uñas y cabellos, aquí oculta dentro de esta envoltura que usualmente no llega a agradarme, abrigada como una pequeña mariposa sin ánimo de salir a la luz, que olvido que allá afuera hay gente interesada en escucharme.
¿De qué quieren que hablen? Es mitad de mes, usualmente a estas alturas se hace mas palpable la necesidad de un abrazo o alguien calentando la cama antes de dormir. A estas alturas del mes la música me parece mas agradable y me desconcentro durante las visitas médicas pensando en donde quisiera estar, elucubrando pequeñas fugas de casa, para cambiar de clima, de ambiente y lugar. Y la melancolía me atrapa cuando el suave rastro de algún aroma que me hace evocarte sirve de hilo conductor a ese recuerdo que creía enterrado.
Me enternecen los sonidos, el rozar de los dedos, las películas con imágenes difusas. Me enternece el día y me enamoro repentinamente de lo inusitado de existir. A mitad de mes tengo tanta esperanza como desespero en tener a alguien a mi lado. A veces sirven los recuerdos y paseo contigo de la mano por los parques bulliciosos o en el silencio contemplativo de los escaparates. Juego a que eres mi fantasma y te sueño compartiendo mi conversación interna sobre lo que me pasó hoy o las cosas que espero del mañana.
A veces sin embargo, en esta parte del ciclo me abruma la duda de si te gusto o no, de si soy suficientemente buena, de si tal vez estoy soñando demasiado, o con demasiadas personas. Y es entonces cuando mas me multiplico en las mujeres de las que estoy compuesta y se me hace un lío la vida, pensando que jamás me conocerás y si es que eso de verdad importa, si yo aun no te conozco realmente ¿quién eres? ¿qué eres? Me siento insegura, frágil, hecha polvo. Poca cosa, con ganas de gritarte de una vez que me dejes ahora, antes que me conozcas más y te des cuenta que no sirvo ni para la mitad de las cosas en las que parezco estar llena de destreza. Me dan ganas de abrirte los ojos y decirte que lo sé, sé que no me querrás como yo ya quiero quererte. Me desarmo, me muero, pierdo la fe, soy consciente de mi impaciencia y solo quisiera estar en cama y dormirme para soñar contigo, porque sólo en los sueños las personas que queremos, nos quieren como queremos que nos quieran.
No sé de que rayos escribe una mujer cuando está ovulando, mientras ve tomando conciencia que se vuelve mas mujer que siempre y se le hace visible ante el espejo cada centímetro de su piel floreciendo a la espera de algo que no llega. Porque, se vuelve visible todo ese deseo, esa mirada con brillo que invita a no bajar la vista, la boca humedeciéndose sin causa a mitad de una conversación vana, los movimientos de cabello, coqueteando con la vida, como si cada trozo de ésta fuera de pronto a hacerle el amor en cualquier movimiento.
No puedo explicar lo que se siente cuando una mujer está ovulando, porque ahora mismo mis pensamientos son fuegos artificiales, que apenas si logran iluminar fugazmente la oscuridad de mi ignorancia usual. Tal vez me hago más sensible a la belleza, tanto como proclive a la melancolía absoluta y así voy caminando en la cuerda floja de vivir un drama o una epifanía diaria, si es que logro o no vislumbrar un poco de cariño a mi paso por la vida.
Es mitad de ciclo y esta esperanza mezclada con total desespero por no saber quién me ama, me eleva por los aires sin dejarme poner pie a tierra un solo instante. Soy una cometa ahora, una cometa de colores elevándose por en medio de un cielo de tormenta.
Jamás como ahora seré tan consciente de mi género, de esa diferencia absoluta que ataca el ambiente usual y rudimentario en emociones, de mis compañeros de trabajo.
Estoy ovulando, pensaba en esto mientras caminaba de regreso aquí, lanzando mi manzana al aire, entreteniéndome en sus volteretas para olvidarme un poco de lo que pasa en mi cabeza, en mi pecho, en cada tendón de mi cuerpo cansado. No pensaba en que escribir, pensaba en mí, egoístamente en mí, en mi bienestar, en las cosas que aun rodeándome no logran hacerme ni bien ni mal. Tan profundamente arraigada estoy debajo de mi ropa multicolor, de mi guardapolvo blanco, de mi piel, uñas y cabellos, aquí oculta dentro de esta envoltura que usualmente no llega a agradarme, abrigada como una pequeña mariposa sin ánimo de salir a la luz, que olvido que allá afuera hay gente interesada en escucharme.
¿De qué quieren que hablen? Es mitad de mes, usualmente a estas alturas se hace mas palpable la necesidad de un abrazo o alguien calentando la cama antes de dormir. A estas alturas del mes la música me parece mas agradable y me desconcentro durante las visitas médicas pensando en donde quisiera estar, elucubrando pequeñas fugas de casa, para cambiar de clima, de ambiente y lugar. Y la melancolía me atrapa cuando el suave rastro de algún aroma que me hace evocarte sirve de hilo conductor a ese recuerdo que creía enterrado.
Me enternecen los sonidos, el rozar de los dedos, las películas con imágenes difusas. Me enternece el día y me enamoro repentinamente de lo inusitado de existir. A mitad de mes tengo tanta esperanza como desespero en tener a alguien a mi lado. A veces sirven los recuerdos y paseo contigo de la mano por los parques bulliciosos o en el silencio contemplativo de los escaparates. Juego a que eres mi fantasma y te sueño compartiendo mi conversación interna sobre lo que me pasó hoy o las cosas que espero del mañana.
A veces sin embargo, en esta parte del ciclo me abruma la duda de si te gusto o no, de si soy suficientemente buena, de si tal vez estoy soñando demasiado, o con demasiadas personas. Y es entonces cuando mas me multiplico en las mujeres de las que estoy compuesta y se me hace un lío la vida, pensando que jamás me conocerás y si es que eso de verdad importa, si yo aun no te conozco realmente ¿quién eres? ¿qué eres? Me siento insegura, frágil, hecha polvo. Poca cosa, con ganas de gritarte de una vez que me dejes ahora, antes que me conozcas más y te des cuenta que no sirvo ni para la mitad de las cosas en las que parezco estar llena de destreza. Me dan ganas de abrirte los ojos y decirte que lo sé, sé que no me querrás como yo ya quiero quererte. Me desarmo, me muero, pierdo la fe, soy consciente de mi impaciencia y solo quisiera estar en cama y dormirme para soñar contigo, porque sólo en los sueños las personas que queremos, nos quieren como queremos que nos quieran.
No sé de que rayos escribe una mujer cuando está ovulando, mientras ve tomando conciencia que se vuelve mas mujer que siempre y se le hace visible ante el espejo cada centímetro de su piel floreciendo a la espera de algo que no llega. Porque, se vuelve visible todo ese deseo, esa mirada con brillo que invita a no bajar la vista, la boca humedeciéndose sin causa a mitad de una conversación vana, los movimientos de cabello, coqueteando con la vida, como si cada trozo de ésta fuera de pronto a hacerle el amor en cualquier movimiento.
No puedo explicar lo que se siente cuando una mujer está ovulando, porque ahora mismo mis pensamientos son fuegos artificiales, que apenas si logran iluminar fugazmente la oscuridad de mi ignorancia usual. Tal vez me hago más sensible a la belleza, tanto como proclive a la melancolía absoluta y así voy caminando en la cuerda floja de vivir un drama o una epifanía diaria, si es que logro o no vislumbrar un poco de cariño a mi paso por la vida.
Es mitad de ciclo y esta esperanza mezclada con total desespero por no saber quién me ama, me eleva por los aires sin dejarme poner pie a tierra un solo instante. Soy una cometa ahora, una cometa de colores elevándose por en medio de un cielo de tormenta.
sábado, septiembre 04, 2010
Viernes: De café y otras canciones.
Hola
Te acuerdas de mí? Soy la que dibujaba caritas en la servilleta mientras esperaba llegar su café. La que te dijo que te quería entre dientes, en ese sueño que jamás compartimos. Yo fui la del vestido azul, la que se quitó todo y bajo los anteojos empañados te dijo que prefería soñar a seguir viviendo.
Ahora, mientras te digo esto bailo un poco, de aquí para allá moviendo los dedos en pos de rasgar la realidad que nos separa a millas de distancia. Me muevo y parezco feliz, creo que lo soy y la única razón es una nueva canción, que cosas mas pequeñas pueden moverme a ser feliz de nuevo y a querer escribirte y perderme en el océano de teclas blancas y negras, mi piano personal desde donde te canto que quisiera verte esta noche, para una charla de Viernes de Café, para un viaje al pasado.
Te hablo, quisiera hablarte de muchas cosas, pero me mueve la incontinencia de ideas, mis recuerdos de viajes a tientas por el mundo de los sueños, de mis fantasías de niña boba. Sabes? Quisiera tanto hablarte! Extraño oir música y bailar con el alcohol dejando raíces quemantes en las nervaduras de mi espalda que se descontractura mientras me besas el oído. Extraños placeres, no me juzgues por querer perderme nuevamente en tu pupila que crece como un lirio oscuro en el mar color té de tu iris.
No me juzgues, no me juzgues...a veces hablo como ebria, pero entiende que cuando pasa eso, es que estoy oyendo música, abriendo y cerrando los ojos mientras escribo, poseída por eso que yo llamo Satisfacción. Sé que estoy loca y aunque sufra por no hacerlo notar ...por ocultar estas sensaciones que brotan de mi incontenibles mientras discurro por la vida...Siempre salen a flote y quedo al descubierto, como la mujer que ha perdido la razón y se arroja a la vida, desnuda, amenazando con su sexualidad lo que no puede controlar con su palabra.
No me tengas miedo, vamos, es sólo un discurso vacuo de fin de semana. Estás leyendo mi diario, si no te digo la verdad aquí, tampoco mientras caminemos. Tenía un cuento entre manos, pero siempre los dejo, tal vez necesito de alguien que me inspire a hacer cosas que no me den lucro y que me diga que soñar es más bacán cuando lo terminas escribiendo, así sea sólo para ese placer personal, pequeño, genial...esa satisfacción de haber parido una historia que antes de escribirla tu, nadie la conocía.
Te quisiera mostrar mi canción de hoy...Me ha puesto de tan buen humor, que hoy quisiera dar muchos besos, bailar pegada, bebiendo un poco...Yo que sé...esto no es una invitación, pero debería serlo...Esto no es un blog educativo tampoco, sólo es algo que muestra como soy Yo, la que te escribe, la que te sueña, la que recuerda y añora un paseo por la ciudad de los sueños rotos.
Te acuerdas de mí? Soy la que dibujaba caritas en la servilleta mientras esperaba llegar su café. La que te dijo que te quería entre dientes, en ese sueño que jamás compartimos. Yo fui la del vestido azul, la que se quitó todo y bajo los anteojos empañados te dijo que prefería soñar a seguir viviendo.
Ahora, mientras te digo esto bailo un poco, de aquí para allá moviendo los dedos en pos de rasgar la realidad que nos separa a millas de distancia. Me muevo y parezco feliz, creo que lo soy y la única razón es una nueva canción, que cosas mas pequeñas pueden moverme a ser feliz de nuevo y a querer escribirte y perderme en el océano de teclas blancas y negras, mi piano personal desde donde te canto que quisiera verte esta noche, para una charla de Viernes de Café, para un viaje al pasado.
Te hablo, quisiera hablarte de muchas cosas, pero me mueve la incontinencia de ideas, mis recuerdos de viajes a tientas por el mundo de los sueños, de mis fantasías de niña boba. Sabes? Quisiera tanto hablarte! Extraño oir música y bailar con el alcohol dejando raíces quemantes en las nervaduras de mi espalda que se descontractura mientras me besas el oído. Extraños placeres, no me juzgues por querer perderme nuevamente en tu pupila que crece como un lirio oscuro en el mar color té de tu iris.
No me juzgues, no me juzgues...a veces hablo como ebria, pero entiende que cuando pasa eso, es que estoy oyendo música, abriendo y cerrando los ojos mientras escribo, poseída por eso que yo llamo Satisfacción. Sé que estoy loca y aunque sufra por no hacerlo notar ...por ocultar estas sensaciones que brotan de mi incontenibles mientras discurro por la vida...Siempre salen a flote y quedo al descubierto, como la mujer que ha perdido la razón y se arroja a la vida, desnuda, amenazando con su sexualidad lo que no puede controlar con su palabra.
No me tengas miedo, vamos, es sólo un discurso vacuo de fin de semana. Estás leyendo mi diario, si no te digo la verdad aquí, tampoco mientras caminemos. Tenía un cuento entre manos, pero siempre los dejo, tal vez necesito de alguien que me inspire a hacer cosas que no me den lucro y que me diga que soñar es más bacán cuando lo terminas escribiendo, así sea sólo para ese placer personal, pequeño, genial...esa satisfacción de haber parido una historia que antes de escribirla tu, nadie la conocía.
Te quisiera mostrar mi canción de hoy...Me ha puesto de tan buen humor, que hoy quisiera dar muchos besos, bailar pegada, bebiendo un poco...Yo que sé...esto no es una invitación, pero debería serlo...Esto no es un blog educativo tampoco, sólo es algo que muestra como soy Yo, la que te escribe, la que te sueña, la que recuerda y añora un paseo por la ciudad de los sueños rotos.
domingo, agosto 22, 2010
Pequeños placeres
Siempre, en cualquier ciudad hay un lugar desde el cual el cielo parece cerca y la ciudad inmensa allá abajo. Siempre en cualquier ciudad hay una foto de nosotros cerca a ese infinito que marca el límite entre la metrópoli y el cielo y nos recuerda que estuvimos allí, que de cierta manera estuvimos vivos.
Me encanta viajar. No hallo placer mas perfecto que salir de mi espacio usual y vivir otra vida, con otra gente, otros olores otras comidas...Parece que mi espíritu se multiplicara en las miles de miradas a ese nuevo lugar, parece que creciera, madurara, envejeciera...Alcanzara la eternidad mientras viajo.
Casi como cuando leo. Y ese viaje interior a la mente y sentimientos de otras personas, muchas otras personas que han pensado, sentido y soñado, me hiciera vivir vidas ilimitadas que mi pobre organismo de escaso tiempo de vida se negara a disfrutar, en medio de su carrera en pos de cosas inútiles.
Amo el cine, en este siglo, casi tanto como con los libros.
Hay películas en las que no hallo símil en un libro, la imagen., el sonido, la perfección en cada una de las escenas. Sólo 2 horas y salgo de la sala de cine como si hubiera vivido una vida completa allá adentro, junto al ecram iluminado que acapara toda mi pupila. Paseado por Marruecos, dormido en París, tomado un café en Venezuela. Son sólo dos horas e igual que en un sueño, yo he vivido años y vuelvo feliz a casa.
A veces, vuelvo a casa, fría casa, desconocida casa, paredes claras, ventanales amplios, pisos sin manchar. Todo parecía tan pulcro hasta mi llegada. Y de pronto llego yo, toda mi parafernalia de colores vivos, los sombreritos, las chalinas, los zapatos, mi desorden habitual, incontenible en medio del invierno. Una tormenta de ropas sin usar o por usar agitándose en montones que ya parecen vivos , en las esquinas de la cama.
Y esas corrientes de aire que agitan toda la casa con su humedad, como corrientes marinas que me llevan del salón a mi habitación que gira enorme alrededor de la lámpara blanca que cuelga como un planeta desde el techo. Esas corrientes frías que se cuelan con su olor a velas aromáticas desde los baños al resto de los cuartos vacíos, y yo allí, trasladándome fantasmalmente de uno a otro, ansiando una ventana lo suficientemente limpia para contemplar el mar y sentirme libre.
El mar...Soy libre y feliz viendo el mar.
Me agota cuando estoy en el centro de la ciudad y no puedo verlo. Me siento presa de esa angustia que encadena a la masa trabajadora, a vivir y sobrevivir en pos del dinero, cuentas sin pagar, gente muriéndose en el hospital, tanta soledad en el umbral de la muerte que me hacen evaluar querer morir en mi casa...en alguna casa; pero llego a ese departamento blanco por todas partes y está la música que deseo, los libros que quiero leer, el agua caliente que corre gracilmente hasta limpiarme de esa pátina gris que me da la ciudad allá afuera.
A veces, sólo a veces quisiera vivir acompañada y compartir a la luz de las velas un plato de pasta antes de irme a dormir. Y no hacer el amor, solo que me abracen para que en la madrugada haya cosas de que hablar mientras la indecisión va dando paso al deseo y el deseo abra fisuras que hagan preguntarse si en realidad existe el amor.
Quisiera irme de esta ciudad, pero también quedarme.
Quisiera tener la libertad de poder vivir en varios lugares y siempre tener amigos para que me hagan descubrir nueva música, no de la de ahora, sino de esa vieja que antecede a mi generación y me hace volar por los aires mientras suena. Quisiera tener siempre libros y el tiempo para leerlos; ir al cine, no me importa si sola pero ir y llorar y reir y sentir como en los viajes que la vida de los otros también forma parte de la mía, como los sueños de los otros alguna vez han construido escenas de los míos.
Y quisiera helados y el mar y que los inviernos no fueran tan fríos. Y tal vez, quisiera también un compañero, pero por el momento prefiero abrazar las otras cosas, todas las otras cosas que solo me hacen bien a mi, que no necesitan de mi contribución para existir. Pienso, a veces tristemente, que jamás encajaré con nadie, así que prefiero no soñar en algo así. Después de todo, no es el amor el regalo inesperado en un momento inesperado?
Quisiera empezar a pintar cosas ya fotografiar cosas, ya no me basta sólo con escribir, quiero expresarlo todo tal como lo siento, a veces es demasiado y las palabras no alcanzan...Ahora al fin lo entiendo.
Parezco triste, a veces lo parezco, hoy quisiera una copa de helado y salir a caminar sencilla, sin cargas en la espalda; pero mi guardia aun no termina y bajo el disfraz del guardapolvo blanco y el cabello pulcramente atado me oculto de la vida, para que no me enamore de nuevo y me haga perder la cabeza como todas las veces anteriores.
Hoy quisiera ir a esa parte de la ciudad en que todo parece pequeño allá abajo y el cielo se siente tan cerca...Hoy quisiera simplemente, ser turista dentro de mi propia vida.
Me encanta viajar. No hallo placer mas perfecto que salir de mi espacio usual y vivir otra vida, con otra gente, otros olores otras comidas...Parece que mi espíritu se multiplicara en las miles de miradas a ese nuevo lugar, parece que creciera, madurara, envejeciera...Alcanzara la eternidad mientras viajo.
Casi como cuando leo. Y ese viaje interior a la mente y sentimientos de otras personas, muchas otras personas que han pensado, sentido y soñado, me hiciera vivir vidas ilimitadas que mi pobre organismo de escaso tiempo de vida se negara a disfrutar, en medio de su carrera en pos de cosas inútiles.
Amo el cine, en este siglo, casi tanto como con los libros.
Hay películas en las que no hallo símil en un libro, la imagen., el sonido, la perfección en cada una de las escenas. Sólo 2 horas y salgo de la sala de cine como si hubiera vivido una vida completa allá adentro, junto al ecram iluminado que acapara toda mi pupila. Paseado por Marruecos, dormido en París, tomado un café en Venezuela. Son sólo dos horas e igual que en un sueño, yo he vivido años y vuelvo feliz a casa.
A veces, vuelvo a casa, fría casa, desconocida casa, paredes claras, ventanales amplios, pisos sin manchar. Todo parecía tan pulcro hasta mi llegada. Y de pronto llego yo, toda mi parafernalia de colores vivos, los sombreritos, las chalinas, los zapatos, mi desorden habitual, incontenible en medio del invierno. Una tormenta de ropas sin usar o por usar agitándose en montones que ya parecen vivos , en las esquinas de la cama.
Y esas corrientes de aire que agitan toda la casa con su humedad, como corrientes marinas que me llevan del salón a mi habitación que gira enorme alrededor de la lámpara blanca que cuelga como un planeta desde el techo. Esas corrientes frías que se cuelan con su olor a velas aromáticas desde los baños al resto de los cuartos vacíos, y yo allí, trasladándome fantasmalmente de uno a otro, ansiando una ventana lo suficientemente limpia para contemplar el mar y sentirme libre.
El mar...Soy libre y feliz viendo el mar.
Me agota cuando estoy en el centro de la ciudad y no puedo verlo. Me siento presa de esa angustia que encadena a la masa trabajadora, a vivir y sobrevivir en pos del dinero, cuentas sin pagar, gente muriéndose en el hospital, tanta soledad en el umbral de la muerte que me hacen evaluar querer morir en mi casa...en alguna casa; pero llego a ese departamento blanco por todas partes y está la música que deseo, los libros que quiero leer, el agua caliente que corre gracilmente hasta limpiarme de esa pátina gris que me da la ciudad allá afuera.
A veces, sólo a veces quisiera vivir acompañada y compartir a la luz de las velas un plato de pasta antes de irme a dormir. Y no hacer el amor, solo que me abracen para que en la madrugada haya cosas de que hablar mientras la indecisión va dando paso al deseo y el deseo abra fisuras que hagan preguntarse si en realidad existe el amor.
Quisiera irme de esta ciudad, pero también quedarme.
Quisiera tener la libertad de poder vivir en varios lugares y siempre tener amigos para que me hagan descubrir nueva música, no de la de ahora, sino de esa vieja que antecede a mi generación y me hace volar por los aires mientras suena. Quisiera tener siempre libros y el tiempo para leerlos; ir al cine, no me importa si sola pero ir y llorar y reir y sentir como en los viajes que la vida de los otros también forma parte de la mía, como los sueños de los otros alguna vez han construido escenas de los míos.
Y quisiera helados y el mar y que los inviernos no fueran tan fríos. Y tal vez, quisiera también un compañero, pero por el momento prefiero abrazar las otras cosas, todas las otras cosas que solo me hacen bien a mi, que no necesitan de mi contribución para existir. Pienso, a veces tristemente, que jamás encajaré con nadie, así que prefiero no soñar en algo así. Después de todo, no es el amor el regalo inesperado en un momento inesperado?
Quisiera empezar a pintar cosas ya fotografiar cosas, ya no me basta sólo con escribir, quiero expresarlo todo tal como lo siento, a veces es demasiado y las palabras no alcanzan...Ahora al fin lo entiendo.
Parezco triste, a veces lo parezco, hoy quisiera una copa de helado y salir a caminar sencilla, sin cargas en la espalda; pero mi guardia aun no termina y bajo el disfraz del guardapolvo blanco y el cabello pulcramente atado me oculto de la vida, para que no me enamore de nuevo y me haga perder la cabeza como todas las veces anteriores.
Hoy quisiera ir a esa parte de la ciudad en que todo parece pequeño allá abajo y el cielo se siente tan cerca...Hoy quisiera simplemente, ser turista dentro de mi propia vida.
miércoles, agosto 18, 2010
Lo bello y lo sórdido
El me acusaría de que yo gustaba de lo sórdido y yo con un mohín de disgusto saldría de esa habitación pensando que era cierto. Hoy varios años después, caigo en la cuenta de que hay verdades que como gotas de aceite van manchando el papel que uno escribe como parte de su vida. Hoy varios años después, ya sin culpas me daría cuenta que el mayor motivo para odiarlo era que por momentos sentía que era él, el único que me conocía y que aun así de una forma extraña y monstruosa se aferraba a mí bajo el disfraz del amor.
Te amo, decíamos y en esa cama el sudor hedía a mentira y soledad. Que almas tan solas éramos entonces, buscando el abrigo del sexo el uno en el otro para no morir en el desespero.
Hoy comprendo que tal vez la palabra no era sordidez, a pesar de su buen léxico él solía usar palabras altisonantes para etiquetar las cosas, está demás decir que me sentía tan mala persona a su lado que nunca supe si lo odiaba más a él o a mí por vivir esa situación absurda de convivir bajo un mismo techo sintiendo siempre que nadie más podría amarme así como era.
O como soy ¿Quién soy realmente? Al amparo de las luces que se filtran por mi ventana a medio abrir voy sacando conclusiones de mí vida actual como si sacara pañuelos de colores de mis mangas. Labor de mago tengo que hacer para saber dónde termina mi truco. Tal vez debiera usar un par de pañuelos para secar alguna que otra lágrima derramada hoy, pero que importa.
Cuantas secretos se ocultan en lo oscuro de los pozos de café, en la gracilidad de las hojas del té, en todo aquel ardid de quiromancia que pretende mostrarnos un poco más de aquello que siempre ignoraremos. Yo tengo tantos secretos, a pesar de siempre contarlos todos. Secretos que en algunos ámbitos estarían manchados de vergüenza, inapropiados, sórdidos y que en otros ambientes luchan por salir orgullosos de mi boca, heroicos, absurdos, rompiendo toda lógica.
He amado. Y decir eso, ya es una osadía. ¿Has amado tu? ¿ Y cuánto? ¿ A cuánto se arriesga una persona en pos de amar-se? ¿Uno, dos , tres amantes? ¿Cuántas veces hay que intentarlo para saber que funciona? ¿cuántos hombres de los que amado han poseído a otros hombres? No lo sé. ¿Puedo culparlos? Una parte de mí quisiera asquearse, pero no es cierto. En un mundo en donde es tan difícil encontrar algo de amor, no puedo menos que admirar que dos personas del mismo sexo compartan algo más que un beso, una charla completa, algo de comprensión. A veces los heterosexuales nos vamos quedando tan solos, que nuestra soledad apesta a cobardía.
Me gusta lo raro, lo extraño, lo arriesgado. Envidio a los que pueden amar y ser amados. Que patetismo el mío.
¿Qué es lo que buscas? - me preguntaron hoy y por única respuesta yo solo supe decir:
Que me quieran sin miedos.
Nunca podré conocer a alguien que me conozca enteramente, cuantas veces los hombres temen a las mujeres que no pueden entender y yo, yo a veces juego a ser tan complicada, que quisiera ser solo una persona para que el amor conmigo sea más fácil; pero comprendo que la sordidez es ser tantas personas diferentes en una sola, que es imposible para alguien acapararlas todas, mostrarlas todas, amarlas todas.
Hoy comprendo que no hay gente sencilla que pueda llegar a amarme, comprendo que debo mirar un poco más en la penumbra para hallar alguien tan extraño como yo, que no se admire si hablo de estas cosas, si lloro en las tardes que no sale el sol, si de pronto hablo rudo o río fuerte o si me ofendo cuando me dicen que ya no soy guapa, o flaca o que se me fue el tren. Que no se admire simplemente y que sin embargo me admire…que ironías que pedimos las mujeres.
Soy esa que quiere amor, pero no sé quién soy y el ilusionarme, paso obligado para enamorarme me causa tanto dolor como la conciencia de que nadie, pero nadie llegado el momento sabrá tampoco cómo amarme, al no saber quién soy, cómo soy o porqué soy. Me desechará y me olvidará sin pena, como un analfabeto tira un libro que no sabe por dónde empezar a entender.
Sordidez, vaya palabreja!
Debió haber dicho sólo que yo no gustaba de lo usual, tal vez entonces lo hubiera considerado un piropo y no parte de las muchas etiquetas tristes que tuve que oir de su boca en esos dos años, tal vez era la manera de hacerme creer que nadie amaría una mujer como yo, que nadie me entendería, sólo él que porque él era como yo. Quiero pensar que tambien en eso estaba equivocado.
Hoy quiero creer simplemente.
Te amo, decíamos y en esa cama el sudor hedía a mentira y soledad. Que almas tan solas éramos entonces, buscando el abrigo del sexo el uno en el otro para no morir en el desespero.
Hoy comprendo que tal vez la palabra no era sordidez, a pesar de su buen léxico él solía usar palabras altisonantes para etiquetar las cosas, está demás decir que me sentía tan mala persona a su lado que nunca supe si lo odiaba más a él o a mí por vivir esa situación absurda de convivir bajo un mismo techo sintiendo siempre que nadie más podría amarme así como era.
O como soy ¿Quién soy realmente? Al amparo de las luces que se filtran por mi ventana a medio abrir voy sacando conclusiones de mí vida actual como si sacara pañuelos de colores de mis mangas. Labor de mago tengo que hacer para saber dónde termina mi truco. Tal vez debiera usar un par de pañuelos para secar alguna que otra lágrima derramada hoy, pero que importa.
Cuantas secretos se ocultan en lo oscuro de los pozos de café, en la gracilidad de las hojas del té, en todo aquel ardid de quiromancia que pretende mostrarnos un poco más de aquello que siempre ignoraremos. Yo tengo tantos secretos, a pesar de siempre contarlos todos. Secretos que en algunos ámbitos estarían manchados de vergüenza, inapropiados, sórdidos y que en otros ambientes luchan por salir orgullosos de mi boca, heroicos, absurdos, rompiendo toda lógica.
He amado. Y decir eso, ya es una osadía. ¿Has amado tu? ¿ Y cuánto? ¿ A cuánto se arriesga una persona en pos de amar-se? ¿Uno, dos , tres amantes? ¿Cuántas veces hay que intentarlo para saber que funciona? ¿cuántos hombres de los que amado han poseído a otros hombres? No lo sé. ¿Puedo culparlos? Una parte de mí quisiera asquearse, pero no es cierto. En un mundo en donde es tan difícil encontrar algo de amor, no puedo menos que admirar que dos personas del mismo sexo compartan algo más que un beso, una charla completa, algo de comprensión. A veces los heterosexuales nos vamos quedando tan solos, que nuestra soledad apesta a cobardía.
Me gusta lo raro, lo extraño, lo arriesgado. Envidio a los que pueden amar y ser amados. Que patetismo el mío.
¿Qué es lo que buscas? - me preguntaron hoy y por única respuesta yo solo supe decir:
Que me quieran sin miedos.
Nunca podré conocer a alguien que me conozca enteramente, cuantas veces los hombres temen a las mujeres que no pueden entender y yo, yo a veces juego a ser tan complicada, que quisiera ser solo una persona para que el amor conmigo sea más fácil; pero comprendo que la sordidez es ser tantas personas diferentes en una sola, que es imposible para alguien acapararlas todas, mostrarlas todas, amarlas todas.
Hoy comprendo que no hay gente sencilla que pueda llegar a amarme, comprendo que debo mirar un poco más en la penumbra para hallar alguien tan extraño como yo, que no se admire si hablo de estas cosas, si lloro en las tardes que no sale el sol, si de pronto hablo rudo o río fuerte o si me ofendo cuando me dicen que ya no soy guapa, o flaca o que se me fue el tren. Que no se admire simplemente y que sin embargo me admire…que ironías que pedimos las mujeres.
Soy esa que quiere amor, pero no sé quién soy y el ilusionarme, paso obligado para enamorarme me causa tanto dolor como la conciencia de que nadie, pero nadie llegado el momento sabrá tampoco cómo amarme, al no saber quién soy, cómo soy o porqué soy. Me desechará y me olvidará sin pena, como un analfabeto tira un libro que no sabe por dónde empezar a entender.
Sordidez, vaya palabreja!
Debió haber dicho sólo que yo no gustaba de lo usual, tal vez entonces lo hubiera considerado un piropo y no parte de las muchas etiquetas tristes que tuve que oir de su boca en esos dos años, tal vez era la manera de hacerme creer que nadie amaría una mujer como yo, que nadie me entendería, sólo él que porque él era como yo. Quiero pensar que tambien en eso estaba equivocado.
Hoy quiero creer simplemente.
Cuando me siento como hoy, boba sin saber porqué, vengo aquí me siento y como si arrojara migas a los pájaros sentada en el parque voy desapareciendo extraña en el paisaje, una hoja más que cae del árbol una mujer sola más.
Extraña salir a caminar, a lo mejor sólo es eso o que después de tanta explosión de sonidos sólo quería estar en silencio y escribir. Será que la vida se me acaba a mitad de semana, cuando la cuerda floja en la que caminoa diario se bandea mas que nunca. Será que son los miércoles los días que quiero salir, beber un trago y hablar de mí.
No quiero nada que no sea, oír un poco de música y acabarme un cigarro mientras alguien me pregunta que fue de mí. Yo empezaría un discurso mas divertido que éste, pues suelo parecer divertida cuando bebo un poco y a medida de un show unipersonal contaría una que otra anécdota de mis mil novios. ¿No es así como me ve la gente?
Yo que he amado tanto y que me fumo ahora una carta a solas viendo como el mar gris se estrella en la costa limeña, taciturno y triste como cuando me escuchas sin hablar.
Quisiera hablar de muchas cosas, no sé por donde empezar, leer a Cabrera Infantes me hace mal, empiezo a pensar en amor sin quererlo y el amor es un mal tema siempre que se toque. Tal vez debería ser hora que compre mas libros de medicina que me olvide de esto de sentir. Sintiendo menos tal vez se sobreviva mas, no sé. No sé.
No debiera escribir, pero no sabía que mas hacer dado que me siento boba, atrapada por momentos en esta ciudad, presa de mí.
Necesito un café, algo de coherencia.
Extraña salir a caminar, a lo mejor sólo es eso o que después de tanta explosión de sonidos sólo quería estar en silencio y escribir. Será que la vida se me acaba a mitad de semana, cuando la cuerda floja en la que caminoa diario se bandea mas que nunca. Será que son los miércoles los días que quiero salir, beber un trago y hablar de mí.
No quiero nada que no sea, oír un poco de música y acabarme un cigarro mientras alguien me pregunta que fue de mí. Yo empezaría un discurso mas divertido que éste, pues suelo parecer divertida cuando bebo un poco y a medida de un show unipersonal contaría una que otra anécdota de mis mil novios. ¿No es así como me ve la gente?
Yo que he amado tanto y que me fumo ahora una carta a solas viendo como el mar gris se estrella en la costa limeña, taciturno y triste como cuando me escuchas sin hablar.
Quisiera hablar de muchas cosas, no sé por donde empezar, leer a Cabrera Infantes me hace mal, empiezo a pensar en amor sin quererlo y el amor es un mal tema siempre que se toque. Tal vez debería ser hora que compre mas libros de medicina que me olvide de esto de sentir. Sintiendo menos tal vez se sobreviva mas, no sé. No sé.
No debiera escribir, pero no sabía que mas hacer dado que me siento boba, atrapada por momentos en esta ciudad, presa de mí.
Necesito un café, algo de coherencia.
jueves, agosto 05, 2010
Hay gente muriendo allí afuera y yo aquí escribiéndote
la lluvia cae en pequeños grumos de soledad
como plomo fundido sobre el corazón
y quién sabe si al otro lado de la vida aun seguirás tu
yo,
las cosas que nos unen.
Sabes, que la muerte ronda los pasillos que guían a mi habitación
y yo me oculto a escribirte pequeñas cosas
con la música alta para no oir a nadie
fingiendo que no me importa
que de a poco en poco, se me vaya la ilusión.
Quiebro cada línea, la mastico, la alfileteo de una que otra frase que ya conoces suficiente,
mientras me voy dejando llevar por las imágenes de lo inexistente
vano reto, el ahuyentar mi medio interno de los fantasmas de la realidad.
Es tarde, siempre es tarde para mí, la madrugada jamás llega temprano
cuando se deja de dormir
y me acerco a entibiar un poco mis manos en el hoyo de tu corazón,
nido vacío y áspero, pero hogar al fin,
quién sabe dónde estaré mañana?
conozco gente que se ha ido de este mundo en días hermosos,
me psigo preguntando por qué en noches trsistes como estas
yo debo permanecer.
Me quedo despierta, a mitad de mi guardia,
escribiendo pequeñas cosas que jamás te enviaré,
un día amanecerá claro,
pero afortunadamente ese día,
velarás mi eterno sueño hasta el fin.
la lluvia cae en pequeños grumos de soledad
como plomo fundido sobre el corazón
y quién sabe si al otro lado de la vida aun seguirás tu
yo,
las cosas que nos unen.
Sabes, que la muerte ronda los pasillos que guían a mi habitación
y yo me oculto a escribirte pequeñas cosas
con la música alta para no oir a nadie
fingiendo que no me importa
que de a poco en poco, se me vaya la ilusión.
Quiebro cada línea, la mastico, la alfileteo de una que otra frase que ya conoces suficiente,
mientras me voy dejando llevar por las imágenes de lo inexistente
vano reto, el ahuyentar mi medio interno de los fantasmas de la realidad.
Es tarde, siempre es tarde para mí, la madrugada jamás llega temprano
cuando se deja de dormir
y me acerco a entibiar un poco mis manos en el hoyo de tu corazón,
nido vacío y áspero, pero hogar al fin,
quién sabe dónde estaré mañana?
conozco gente que se ha ido de este mundo en días hermosos,
me psigo preguntando por qué en noches trsistes como estas
yo debo permanecer.
Me quedo despierta, a mitad de mi guardia,
escribiendo pequeñas cosas que jamás te enviaré,
un día amanecerá claro,
pero afortunadamente ese día,
velarás mi eterno sueño hasta el fin.
miércoles, agosto 04, 2010
miércoles, julio 28, 2010
Sempiterna
Antes que terminara el verano volví a casa. Fue el día que mi padre se dio cuenta que yo estaba envejeciendo. Mientras retozábamos en la arena, sin sombrilla, acostados sobre mantas de colores, tomó mi pie que descansaba sobre su pecho insolado y entresueños oí que le decía a mi hermana: Parece que esta niña hubiera vivido cien años, sus plantas tienen las líneas de una persona muy, muy vieja…
Yo desperté y mientras flexionaba el pie para darme cuenta que el viejo tenia razón y que mis plantas tenían tantas nervaduras como cualquiera que ya hubiera caminado el mundo 100 veces de ida y de regreso; sentí una enorme soledad al darme cuenta que toda la gente que amaba solo me había acompañado ese largo camino a trechos. Ahora comprendía que incluso mi familia, solo sabia rasgos de mí, de mi personalidad más buena y accesible, el resto de personas, tal vez no sabría nunca nada de mi o de quien en verdad era.
Solo tengo 27 años y en efecto a veces me siento como una pequeña anciana arrugada en un pellejo demasiado grande. Las arrugas de mi vejez no salen a la luz tan fácilmente, como cuando amo o cuando odio. Las arrugas de mi ser, no son evidentes sino hasta el momento en que abandono la piel de lobo y quiero mostrar mi rostro mas limpio de inocente cordero. Es entonces que es evidente para el que duerme debajo mío, que ya no soy la niña de ayer, sino solo una anciana con miles de recuerdos que no logra contártelos por suficiente a tiempo. A veces mi soledad parece eterna, que la hubiera cargado por cientos de años, que mis odios pesaran más de lo que podría soportar una persona común y corriente, que aun no he reconciliado todas mis partes y por eso vivo en continua introspección, en continua rebeldía contra mi misma.
Creo que mi padre me conoce mas que nadie; esa tarde en la playa vi sus ojos aclarados por una repentina sabiduría, que solo dan los años vividos. Sentí que sabia todo lo que me había pasado, que podía oler ese vaho a melancolía de cuando finjo que solo duermo, para no contestar preguntas, ni hablar con nadie, ni dar demasiados datos de mi estadía en este mundo sin señales de retorno, ni semáforos en luz roja que indiquen cuando al fin detenerse. Sentí que no podía ocultarle nada de lo que embargaba mi ser de dolor o de alegría, que frente a sus ojos, yo ya había envejecido mucho antes que mi rostro o mi piel dieran señales de ello al resto de personas que me rodeaba.
Mas allá de mi apariencia frágil de persona inmadura, mis pies habían comenzado a delatar, el proceso de envejecimiento que ya había iniciado en mis surcos cerebrales, en los pliegues de mi iris, en lo tortuoso de mis arterias o en la rugosidad casi invisible de mis uñas. Los ojos de mi padre sobre mi, eran ahora un microscopio que detectaba la velocidad a la que mis células morían, mi cabello caía, mi sangre se reprocesaba. Mas allá de cualquier proceso físico, sentí que en ese atardecer de Marzo, mi viejo acababa de ver a mi alma oculta como un viejo gnomo, en el intrincado laberinto de mi ser.
No siempre fui vieja. Durante el amor he vuelto a nacer muchas veces y me he sentido frágil y temblorosa como una hoja que resiste en la rama otoñal, mi grito se ha apagado en mi garganta a punto de dar un enorme sollozo de dolor ante el retorno a mi misma. Mis ojos se han cerrado bajo un cielo ilimitado de color amarillo.
Al llegar al orgasmo un moco transparente y diáfano ha salido de mí, como el líquido amniótico propio de una persona que nace de nuevo. Que se ha vuelto a parir en el momento en que se deja llevar y se entrega completamente.
Luego, pasado el orgasmos, a cada minuto que recupero la conciencia y cae mi alma desde el techo, en grumos de nostalgia, dolor y ternura, comprendo que mi alma envejece. Que a cada segundo después de mi más reciente nacimiento, vuelvo a envejecer a la velocidad alucinante de los cuerpos celestes que son expulsados de regreso a la tierra. Que son devueltos al amargo dolor de la vida.
Las veces que me he tocado aun sin deseo, han sido para perder la conciencia de mí y de mi entorno. Para lograr el abandono, la redención, el perdón a mi misma. Para poder nacer de nuevo, aunque eso me cueste huellas cada vez más profundas en un alma acartonada de poemas, de amores y de dudas.
Soy un papel viejo, una mujer anciana, una planta de pie con tantas nervaduras como podría tener una flor prehistórica y extraña, que se ha comido carnívora y mala a los seres que ha amado a su paso por el mundo. Los ha tragado y digerido como hombres sucios, simples terrenales, a seres que habitan en recuerdos perfectos, prístinos e inalcanzables. Una flor de colores salvajes que no muere nunca, nutrida por la esperaza lejana de volver al jardín prohibido de las cosas sin mancha.
Estoy tan vieja. Soy yo hace tanto tiempo, que ya ni me acuerdo. En el despegue de la tierra al cielo y del cielo a mi misma, me he perdido de tantas cosas humanas y he vivido solo aquellas experiencias, que me parecieron sobrenaturales, que un día abrí los ojos y me di cuenta que el resto del camino a pesar de tanto amor vertido sobre tanta gente, tendría que acabarlo sola.
Publicado el 5/06/2007
Yo desperté y mientras flexionaba el pie para darme cuenta que el viejo tenia razón y que mis plantas tenían tantas nervaduras como cualquiera que ya hubiera caminado el mundo 100 veces de ida y de regreso; sentí una enorme soledad al darme cuenta que toda la gente que amaba solo me había acompañado ese largo camino a trechos. Ahora comprendía que incluso mi familia, solo sabia rasgos de mí, de mi personalidad más buena y accesible, el resto de personas, tal vez no sabría nunca nada de mi o de quien en verdad era.
Solo tengo 27 años y en efecto a veces me siento como una pequeña anciana arrugada en un pellejo demasiado grande. Las arrugas de mi vejez no salen a la luz tan fácilmente, como cuando amo o cuando odio. Las arrugas de mi ser, no son evidentes sino hasta el momento en que abandono la piel de lobo y quiero mostrar mi rostro mas limpio de inocente cordero. Es entonces que es evidente para el que duerme debajo mío, que ya no soy la niña de ayer, sino solo una anciana con miles de recuerdos que no logra contártelos por suficiente a tiempo. A veces mi soledad parece eterna, que la hubiera cargado por cientos de años, que mis odios pesaran más de lo que podría soportar una persona común y corriente, que aun no he reconciliado todas mis partes y por eso vivo en continua introspección, en continua rebeldía contra mi misma.
Creo que mi padre me conoce mas que nadie; esa tarde en la playa vi sus ojos aclarados por una repentina sabiduría, que solo dan los años vividos. Sentí que sabia todo lo que me había pasado, que podía oler ese vaho a melancolía de cuando finjo que solo duermo, para no contestar preguntas, ni hablar con nadie, ni dar demasiados datos de mi estadía en este mundo sin señales de retorno, ni semáforos en luz roja que indiquen cuando al fin detenerse. Sentí que no podía ocultarle nada de lo que embargaba mi ser de dolor o de alegría, que frente a sus ojos, yo ya había envejecido mucho antes que mi rostro o mi piel dieran señales de ello al resto de personas que me rodeaba.
Mas allá de mi apariencia frágil de persona inmadura, mis pies habían comenzado a delatar, el proceso de envejecimiento que ya había iniciado en mis surcos cerebrales, en los pliegues de mi iris, en lo tortuoso de mis arterias o en la rugosidad casi invisible de mis uñas. Los ojos de mi padre sobre mi, eran ahora un microscopio que detectaba la velocidad a la que mis células morían, mi cabello caía, mi sangre se reprocesaba. Mas allá de cualquier proceso físico, sentí que en ese atardecer de Marzo, mi viejo acababa de ver a mi alma oculta como un viejo gnomo, en el intrincado laberinto de mi ser.
No siempre fui vieja. Durante el amor he vuelto a nacer muchas veces y me he sentido frágil y temblorosa como una hoja que resiste en la rama otoñal, mi grito se ha apagado en mi garganta a punto de dar un enorme sollozo de dolor ante el retorno a mi misma. Mis ojos se han cerrado bajo un cielo ilimitado de color amarillo.
Al llegar al orgasmo un moco transparente y diáfano ha salido de mí, como el líquido amniótico propio de una persona que nace de nuevo. Que se ha vuelto a parir en el momento en que se deja llevar y se entrega completamente.
Luego, pasado el orgasmos, a cada minuto que recupero la conciencia y cae mi alma desde el techo, en grumos de nostalgia, dolor y ternura, comprendo que mi alma envejece. Que a cada segundo después de mi más reciente nacimiento, vuelvo a envejecer a la velocidad alucinante de los cuerpos celestes que son expulsados de regreso a la tierra. Que son devueltos al amargo dolor de la vida.
Las veces que me he tocado aun sin deseo, han sido para perder la conciencia de mí y de mi entorno. Para lograr el abandono, la redención, el perdón a mi misma. Para poder nacer de nuevo, aunque eso me cueste huellas cada vez más profundas en un alma acartonada de poemas, de amores y de dudas.
Soy un papel viejo, una mujer anciana, una planta de pie con tantas nervaduras como podría tener una flor prehistórica y extraña, que se ha comido carnívora y mala a los seres que ha amado a su paso por el mundo. Los ha tragado y digerido como hombres sucios, simples terrenales, a seres que habitan en recuerdos perfectos, prístinos e inalcanzables. Una flor de colores salvajes que no muere nunca, nutrida por la esperaza lejana de volver al jardín prohibido de las cosas sin mancha.
Estoy tan vieja. Soy yo hace tanto tiempo, que ya ni me acuerdo. En el despegue de la tierra al cielo y del cielo a mi misma, me he perdido de tantas cosas humanas y he vivido solo aquellas experiencias, que me parecieron sobrenaturales, que un día abrí los ojos y me di cuenta que el resto del camino a pesar de tanto amor vertido sobre tanta gente, tendría que acabarlo sola.
Publicado el 5/06/2007
martes, julio 27, 2010
Cortos de invierno
La música suena y ella lo ve mirarla tras la guitarra, tras todas las clavijas, tras la música que envuelve.
Ella lo ve simplemente y el universo se vuelve aromático como la piel de una naranja,
su piel de mujer comienza a arder débilmente aderezada por el gozo de sus ojos diluyéndose en cada poro, recorriéndola impúdicamente,
como el cazador a su presa.
Él la ve y ella lo sabe, se humedece la boca de lengua llamenate mientras el hombre que vino con ella se difumina a su lado en alguna charla vana y bulliciosa.
Ella retira la pierna finamente enmallada desde el fondo de la mesa y se la muestra al hombre que toca la guitarra vestido de un azul que opaca el mar acero, él la observa y ese mirar es suficiente.
Suena a jazz y bossa nova, las estrellas van cayendo y se hunden de puntas en la carne de la tierra sin herirla. La mujer gravita a su alrededor ahora, sus piernas, sus brazos, su piel que morena, acompasa la canción que sale suave de las cuerdas de su guitarra.
Él la siente, la siente moverse bajo sus dedos, atrevida, sensual y elocuente como su mirada negrísima, que quema cuanta nota surja bajo la tenue luz de aquellas velas marchitas.
La música se detiene y él la ve retirarse, dejar a todos, al hombre que la acompaña, al grupo bullicioso, a la ciudad que errante rueda bajo sus pies sin detenerse.
Ella se va y él va tras ella, tumbados contra la pared del baño, hacen el amor quedamente y sin conciencia del tiempo ni del espacio circundante.
Las estrellas se desprenden una a una hacia el cielo, la noche canta y la cera de las velas se derrite y se une en caminos de colores que se pierden en la nada.
Ella lo ha visto, sólo eso. El resto se disuelve en la mente de ambos sin mediar las palabras.
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