miércoles, julio 28, 2010

Sempiterna

Antes que terminara el verano volví a casa. Fue el día que mi padre se dio cuenta que yo estaba envejeciendo. Mientras retozábamos en la arena, sin sombrilla, acostados sobre mantas de colores, tomó mi pie que descansaba sobre su pecho insolado y entresueños oí que le decía a mi hermana: Parece que esta niña hubiera vivido cien años, sus plantas tienen las líneas de una persona muy, muy vieja…







Yo desperté y mientras flexionaba el pie para darme cuenta que el viejo tenia razón y que mis plantas tenían tantas nervaduras como cualquiera que ya hubiera caminado el mundo 100 veces de ida y de regreso; sentí una enorme soledad al darme cuenta que toda la gente que amaba solo me había acompañado ese largo camino a trechos. Ahora comprendía que incluso mi familia, solo sabia rasgos de mí, de mi personalidad más buena y accesible, el resto de personas, tal vez no sabría nunca nada de mi o de quien en verdad era.






Solo tengo 27 años y en efecto a veces me siento como una pequeña anciana arrugada en un pellejo demasiado grande. Las arrugas de mi vejez no salen a la luz tan fácilmente, como cuando amo o cuando odio. Las arrugas de mi ser, no son evidentes sino hasta el momento en que abandono la piel de lobo y quiero mostrar mi rostro mas limpio de inocente cordero. Es entonces que es evidente para el que duerme debajo mío, que ya no soy la niña de ayer, sino solo una anciana con miles de recuerdos que no logra contártelos por suficiente a tiempo. A veces mi soledad parece eterna, que la hubiera cargado por cientos de años, que mis odios pesaran más de lo que podría soportar una persona común y corriente, que aun no he reconciliado todas mis partes y por eso vivo en continua introspección, en continua rebeldía contra mi misma.





Creo que mi padre me conoce mas que nadie; esa tarde en la playa vi sus ojos aclarados por una repentina sabiduría, que solo dan los años vividos. Sentí que sabia todo lo que me había pasado, que podía oler ese vaho a melancolía de cuando finjo que solo duermo, para no contestar preguntas, ni hablar con nadie, ni dar demasiados datos de mi estadía en este mundo sin señales de retorno, ni semáforos en luz roja que indiquen cuando al fin detenerse. Sentí que no podía ocultarle nada de lo que embargaba mi ser de dolor o de alegría, que frente a sus ojos, yo ya había envejecido mucho antes que mi rostro o mi piel dieran señales de ello al resto de personas que me rodeaba.

 Mas allá de mi apariencia frágil de persona inmadura, mis pies habían comenzado a delatar, el proceso de envejecimiento que ya había iniciado en mis surcos cerebrales, en los pliegues de mi iris, en lo tortuoso de mis arterias o en la rugosidad casi invisible de mis uñas. Los ojos de mi padre sobre mi, eran ahora un microscopio que detectaba la velocidad a la que mis células morían, mi cabello caía, mi sangre se reprocesaba. Mas allá de cualquier proceso físico, sentí que en ese atardecer de Marzo, mi viejo acababa de ver a mi alma oculta como un viejo gnomo, en el intrincado laberinto de mi ser.






No siempre fui vieja. Durante el amor he vuelto a nacer muchas veces y me he sentido frágil y temblorosa como una hoja que resiste en la rama otoñal, mi grito se ha apagado en mi garganta a punto de dar un enorme sollozo de dolor ante el retorno a mi misma. Mis ojos se han cerrado bajo un cielo ilimitado de color amarillo.


Al llegar al orgasmo un moco transparente y diáfano ha salido de mí, como el líquido amniótico propio de una persona que nace de nuevo. Que se ha vuelto a parir en el momento en que se deja llevar y se entrega completamente.


Luego, pasado el orgasmos, a cada minuto que recupero la conciencia y cae mi alma desde el techo, en grumos de nostalgia, dolor y ternura, comprendo que mi alma envejece. Que a cada segundo después de mi más reciente nacimiento, vuelvo a envejecer a la velocidad alucinante de los cuerpos celestes que son expulsados de regreso a la tierra. Que son devueltos al amargo dolor de la vida.






Las veces que me he tocado aun sin deseo, han sido para perder la conciencia de mí y de mi entorno. Para lograr el abandono, la redención, el perdón a mi misma. Para poder nacer de nuevo, aunque eso me cueste huellas cada vez más profundas en un alma acartonada de poemas, de amores y de dudas.






Soy un papel viejo, una mujer anciana, una planta de pie con tantas nervaduras como podría tener una flor prehistórica y extraña, que se ha comido carnívora y mala a los seres que ha amado a su paso por el mundo. Los ha tragado y digerido como hombres sucios, simples terrenales, a seres que habitan en recuerdos perfectos, prístinos e inalcanzables. Una flor de colores salvajes que no muere nunca, nutrida por la esperaza lejana de volver al jardín prohibido de las cosas sin mancha.


Estoy tan vieja. Soy yo hace tanto tiempo, que ya ni me acuerdo. En el despegue de la tierra al cielo y del cielo a mi misma, me he perdido de tantas cosas humanas y he vivido solo aquellas experiencias, que me parecieron sobrenaturales, que un día abrí los ojos y me di cuenta que el resto del camino a pesar de tanto amor vertido sobre tanta gente, tendría que acabarlo sola.


Publicado el 5/06/2007

Soda Stereo - En la ciudad de la furia - PERU

martes, julio 27, 2010

Cortos de invierno

La música suena y ella lo ve mirarla tras la guitarra, tras todas las clavijas, tras la música que envuelve.
Ella lo ve simplemente y el universo se vuelve aromático como la piel de una naranja,
su piel de mujer comienza a arder débilmente aderezada por el gozo de sus ojos diluyéndose en cada poro, recorriéndola impúdicamente,
como el cazador a su presa.

Él la ve y ella lo sabe, se humedece la boca de lengua llamenate mientras el hombre que vino con ella se difumina a su lado en alguna charla vana y bulliciosa.
Ella retira la pierna finamente enmallada desde el fondo de la mesa y se la muestra al hombre que toca la guitarra vestido de un azul que opaca el mar acero, él la observa y ese mirar es suficiente.

Suena a jazz y bossa nova, las estrellas van cayendo y se hunden de puntas en la carne de la tierra sin herirla. La mujer gravita a su alrededor ahora, sus piernas, sus brazos, su piel que morena, acompasa la canción que sale suave de las cuerdas de su guitarra.
Él la siente, la siente moverse bajo sus dedos, atrevida, sensual y elocuente como su mirada negrísima, que quema cuanta nota surja bajo la tenue luz de aquellas velas marchitas.

La música se detiene y él la ve retirarse, dejar a todos, al hombre que la acompaña, al grupo bullicioso, a la ciudad que errante rueda bajo sus pies sin detenerse.
Ella se va y él va tras ella, tumbados contra la pared del baño, hacen el amor quedamente y sin conciencia del tiempo ni del espacio circundante.
Las estrellas se desprenden una a una hacia el cielo, la noche canta y la cera de las velas se derrite y se une en caminos de colores que se pierden en la nada.

Ella lo ha visto, sólo eso. El resto se disuelve en la mente de ambos sin mediar las palabras.



sábado, julio 24, 2010

Sexópata de media mañana

Oh! Es sábado, que sábado! Un sólo paciente crítico y la mañana que se bate tranquila junto a la persiana de mi habitación. Tengo tantas ganas de hablar que me recuesto en la cama a contarte cosas, mientras el desayuno se enfría colorido y perfecto sobre la bandeja.
Estar aquí me recuerda a un hotel 5 estrellas, con el personal tratándote amable y la vida sucediéndose tranquila. Hasta los que se mueren se van ahogados en litros de Channel Nº 5, así de irónica es la vida en las clínicas. Me echo a hablar contigo, mientras algo de H. Belafonte se deja oir extrañamente sensual alrededor de mi cama.
Alguien me dijo que yo siempre tendía a hablar de sexo y entonces me pregunto yo
¿de qué hablan los hombres?
¿En qué piensa el ser humano mientras se dirige a hacer cosas importantes? Yo soy mujer y pienso en sexo, estoy en un país en donde hablarlo abiertamente sería suicidio social, aunque ya llegada a la treintena, de vez en cuando me puedo dar esos lujos. Obviamente no se llega ni virgen ni intacta de experiencias a esta edad, así que nádie espera muchos remilgos en una mujer de 3 décadas; pero ser soltera al término de la carrera, casi con independencia económica y un cuerpo que aún no luce celulítico, sólo puede recrear en los hombres una arrobadora sensación de…Sospecha.


Hoy no hablaré de mi soltería, tengo tanto por hablar que sería tonto desgastar estos minutos libres en explicarte el porqué de mi condición actual. Suena Ella Fitzgerald y aunque no te agrade su música, a mí me pone con el humor suficiente como para desear un vino y un queso de hierbas a mitad de la mañana y claro de hablar honestamente, como siempre que me atrevo a escribir.

Luego de descubrir tantos portales de internet perdí el hábito de escribir, hasta de leer. Caminaba a tumbos por los links más variados y del facebook, pasé rápidamente a flickr o a picassa buscando más gente con quien comprobar que no tenía en común nada. Blogger había sido interesante, pero Dios me salve de twitter y la manía del dedito, desmembrando palabras perfectas para enviarlas en mensajes cortos. Usemos el dedito para otras cosas, caray!

Soy tan chapada a la antigua que conocí un par de parejas por internet y el chat de inicios de siglo me salvó de no morir en el marasmo de la charla sobre el clima y “qué bonita sonrisa”. Días perfectos de ir con mi martillo destrozando el ego de cualquier chatero de turno, peleando, jugando, seduciendo a cualquiera, como mi forma de selección del heno de la  paja o usuarios fieles de ésta…En fin, que había tantas cosas por hacer.

Ahora no me atrae mucho la camarita web como por entonces, en la explosión del sexo fácil vía imagen de internet. Había más curiosidad en mis inicios y ganas de mostrarme ególatra y cínica con una imagen en pixeles que diera a conocer mas que el color de mi piel. Me gustaba estrenar mi ropa interior con algún idiota desocupado, antes que con la pareja elegida. Nada como una tira de fanáticos en busca de sexo como para levantar el ego tan venido a menos después de una ruptura.

Ahora el chat me resulta aburrido y soso y me siento una vieja, quisquillosa cada vez que alguien me pide cámara a las dos líneas de charla amigable. Podría hacerlo, que al fin y al cabo a veces yo también escribo calata, pero ¿para qué? ¿Para qué me señalen tócate aquí, allá, elévate un seno, métete el dedo que me quiero correr? Lamentablemente para mí, aun espero ilusa que un hombre vea más que eso cuando hablamos de sexo. No se las pongo fácil- ¿con Google y photoshop ya no les es suficientemente fácil?ni ellos a mí,
a veces he terminado absurdamente exhausta en la búsqueda del Santo grial de la charla lúcida vía internet.

¿Por qué seguir mostrándose tan vacuos? No sé yo. Yo nunca sabo nada, porque soy mujer recuerdas? Y las mujeres asienten, se quitan la ropa y callan porque no se habla con la boca llena...


Me acuesto sobre tu brazo ahora y con la copa de mi vino imaginario, cosecha 3029, te paso a contar que muero de saudade por Brazil así como por las noches de jazz gratis y el bailar chorinho los domingos en aquel pub del mercado.
¿Nunca te conté de mi paso por Brazil, verdad? Nunca te conté de nada, es verdad, pero suena Gene Kelly y debo detener mi relato, para imaginar que cae la lluvia y estoy otra vez con el vestido blanco corriendo por un Sao Paulo húmedo de nostalgia y deseo.
Las piernas salpicadas de arena y piedrecillas, el paraguas que no cubre suficiente.

Me detengo en mi carrera y como en una escena de película a blanco negro te veo fijo a la pantalla (recuerda que estamos separados por un ordenador) y con sonrisa deliciosa bajo la lluvia inclemnete me despido otra vez.
Pues, acabo de reflexionar que no me gusta que me besen ni me aten cuando estoy corriendo libre por la vida.
Es que me gusta estar libre ¿entiendes?

Dices que tengo millones de anécdotas, tal vez un día te las cuente todas, como ese día que a punto de hacer el amor con un jovencito de Granada, casi se le para el corazón. ¿no te he contado aún esa verdad? Es que no quería dejar la mala impresión de puterío en la hoja impecable de mi diario personal, pero vamos tal como va la cosa, ya debes saber que he tenido casi tanto sexo como vos. Se me salió un vos, porque es vino argentino, viste?

En fin, que prosigo con la historia. El chiquillo dueño de un corazón desfalleciente, tuvo su angina en mi propia cama la noche de conocernos y ahí estaba yo con la ropa a la mitad y las tetas en su cara pensando como saco a este chico de mi casa si se muere, entenderás que esa ansiedad por no saber que hacer para revivir a alguien en el portal de la muerte, es la que me llevó a elegir esta especialidad de mierda que un día me paga mal y otros también.

El chico se estaba muriendo, su corazón soplando desaforado por la sobredosis de coca que seguro se había mandado- ya sabes, es tan barata en este país- y yo a punto de morir de la angustia  los ojos como platos en la mitad de la noche. No se murió por supuesto y tampoco creo que lo llegáramos a hacer, pero me quedaron las profundas ganas de alguna vez consumarlo con alguien de la península que hablara rico y besara mejor...

Oh! No son de mi preferencia, juzgo más exótico a alguien asiático besando mis carnes, pero es que vosotros abrís la boca…y vaya que me cuesta poco mantenerme en la silla con la ropa puesta. Obviamente eso forma parte del selecto grupo de fantasías triple X, carpeta zonas geográficas, archivo Cachonda y oronda,  que ocupan mi mente al caer la noche, por eso no te lo pasaré a relatar y porque es de mañana y a través del uniforme blanco se me nota que estoy de mejor humor ahora que el clima de mis zonas bajas, marca un tentador 39.5º que no está como para sumergirse en tanta humedad ni penetrar mucho en detalles, pero si para dar una breve caminata en el terreno escabroso del escrito erótico sin sonrojarse demasiado....
Oh! Voy dos páginas, que desatino el hablar de sexo a media mañana. ¿Sabes que suena un mambo? Pérez Prado en mi computador, haz de imaginar que soy muy vieja y aburrida, pero vamos, ¿A qué no haz tenido fantasías conmigo alguna vez…¿A qué no?

domingo, julio 18, 2010

Apenas 10 segundos para escribir. ¿Qué son 10 segundos? dirás.

10 segundos son todo, quisera responderte, mientras el tren atraviesa la llanura de mi fantasía como un relámpago que lo ilumina todo y me abandona luego en la oscuridad absoluta de la duda.
El perfume del campo se queda fresco a mi alrededor y mientras recojo aquella flor de papel que se me cae del cabello, voy acercándome tenue, casi invisible para explicarte que se puede hacer en 10 segundos.

Un beso- musitas. Bah! Un beso no es importante y el traqueteo de mi palabra frena cualquier deseo que se te haya ocurrido. Los prados son azules ahora, la noche cae húmeda en diáfanas corrientes de estrellas, mientras escapo de tu beso.

¿qué es un beso?- interrogo en mi huida. Apenas si el boleto a alguna vana fantasía. Los he probado suaves, mentolados o amargos como el café negro. He probado besos de todos los sabores, de avellana, de cacao y de lúcuma. Fina crema que introduzco en mi lengua antes de sucumbir al deseo.

10 segundos- repites- ¿qué se hace con eso? Yo en 10 segundos invento una ciudad a oscuras de puentes colgantes y de luces que pestañean. La construyo de inmediato, cada flash en mi memoria es un disparo que vuelve la noche en día. Camino a prisa, por esa ciudad sin nombre, acaso buscándote, acaso queriendo escaparme. Mis pies escapan presurosos, mientras los jirones de mi vestido se van quedando en las ramas del bosque que nos separa.

Salgo yo de la llanura y tu te adentras en la ciudad. Salvaje como un animal que corre por su vida, voy detrás tuyo abandonando toda cordura. ¿Qué hace una mujer desnuda corriendo por la ciudad que duerme? Apenas si llevo flores en el cabello y las manos lastimadas de tanto trepar madreselvas.

10 segundos- me increpas- ¿Cómo te puedo asir en 10 segundos? De la forma en que lo logras siempre, susurro, mientras escapo a tu mirada con una sonrisa que se desvanece en el tiempo

viernes, julio 16, 2010

Caminatas de viernes

Hola

Esto no será nada lindo, ni nada poético, ni nada de nada. Sólo que hoy me fui a caminar y mientras caminaba habían millones de ideas fluyendo por mi cabeza: Son así mis días con migraña, tremendamente dolorosos y creativos, podría pintar toda la ciudad, escribir todo lo que me venga en ganas, contarte todo lo que me da miedo contar. Así ha sido hoy.

No sé porqué seguí caminando si al cabo lo recomendable era descansar; pero hoy después de muchos días sintiéndome fea me volví a sentir bonita.
Tenías razón el azul es mi color.
Caminé, caminé, no se cuanto, óvalos, plazas, calles y callejuelas, todas las ciudades son las mismas cuando una empieza a caminar. Buenos Aires me lo caminé como entre sueños y Sao Paulo parecía no tener fin, llegaba con los pies adoloridos, no sólo las plantas como en los primeros días de cualquier caminata, sino que después de un mes caminando, lo que dolían eran las mas pequeñas articulaciones, cada una de ellas.
Y eso que iba con mis sandalias romanas, útiles en la lluvia como en el sol, con varias correitas de cuero, con la suela acolchada y anatómica.
Casi imposible que doliera nada.
Pero dolía, como hoy me duelen cada una de mis nervaduras, mi haz y mi envéz y así poco a poco lucho contra el marchitarme en una cama mullida o seguir caminando.

Quiero tanto irme. Irme a cualquier sitio, ¡qué bien me hace estar a pie en una ciudad motorizada, qué bien me hace no estar en casa, que bien me haces...!

Ayer comprendí que el bienestar que deseo no forma un eslabón con nada de lo que conozco, simplemente rompe la cadena, es nuevo, inimaginable, imposible de planear.
Eso me tranquiliza,
porque así descarto las 2 ó 3 opciones que siempre cargo en mi vida.
Siempre tengo un plan A, un B un C por si fallan las cosas y cuando no lo tengo...disvarío...sin embargo ayer he llegado a la conclusión, que no puedo planear nada de lo que vendrá, ni vislumbrar un poco de mi futuro, por lo tanto debe de dejar de mortificarme.

Tengo frío, quisiera acurrucarme en su regazo como yo en el suyo hace tiempo.
Quisiera sus dedos en mi sien, acariciando y enredandose entre mis cabellos, quisiera su aliento en mi cara, su voz en mi oído, su paz en mi pecho. Reclamo esa tibieza que antes fuera mía y también todo aquello que volvía la vida una poesía.
Reclamo para mí, las canciones, los versos, la palabra silente, toda aquella fantasía.

No me gusta el no esperar nada, el amor sin amor, la vana compañía. No me gusta la comida chatarra que engaña el estómago y te hace dormir indigesta y triste soñando con el plato deseado, el que haz debido dejar por estar tan llena de... NADA.

Quisiera volver a escribir sobre el amor, pero también la fantasía se ha muerto.
Quisiera hallar el hilo que forme mi madeja, tejer con él todos los cuentos, todas las historias que reposan entre mis dedos, las cosas que no puedo escribir porque ahora sintiéndome vieja me van pareciendo ridículas. Y la vejez no es edad querido mío, sino ese estado en que no se desea ya nada, no se espera nunca nada.

Hoy compré una caja de lápices de color, había paseado todo el centro comercial buscando ropa, zapatos, lencería y perfumes, pero al hallar esa tienda me embriagaron el olor de los lápices nuevos, de la plastilina y de las gomas frutadas. Poseída por la ambición de la infancia fui a comprarme todos esos lápices de colores que yo envidiaba cuando niña, entré decidida a engreirme, a rendirme.

Ahora estoy en casa y quisiera mostrártelos, como hablar contigo, como contarte que es lo que siento. Ni el té frutado, ni el café cargado alivianan la sensación de tu ausencia.
Me siento mareada, adormecida...mientras termino de leer tu carta, pequeña carta...

Oh, me duele tanto!

Tal vez debería buscar el sueño, pero dudo que pueda, mis horarios están cambiados y duermo en el día para escribir de noche.
Hoy es viernes, debería salir a tomar café y a sorber helados, pero tal vez es preferible que me quede en cama, hecha un pompón, no atreviéndome ni a llorar, ni a soñar, sino en ese estado quiescente de la gente que espera un milagro.
Casi sin respirar, contando cada latido mientras va cayendo la noche.

jueves, julio 15, 2010

Charlas de Café: Los Juguetes

Hace mucho que no hablamos. Tal vez porque dejé le café por un tiempo y me acostumbré a los tés frutados. No sé si te gustan, así como no sé si te gustan las películas de ficción o si prefieres el suspenso.

Yo voy poco al cine y cuando voy ya no lloro, porque antes iba sola y me hundía en la butaca a disfrutar hasta la última letra, a enterarme el nombre del soundtrack o ver si hay alguien con nombre raro metido en el equipo de producción. Me pregunto cuando saldrá esa película en la que me agradecen la colaboración. ¿Me la agradecerán? Cuando me preguntaron mi nombre para ver como sería escrito, no sabía si decir el real o el de Laura Hammer, pero el gringo alto aquél a lo mejor se hubiera reido de mi atrevimiento. El Martillo se me quedón en la cartera mientras decía con voz temblorosa mi nombre y un sólo apellido.

No me apena el no llorar en el cine, pero en las últimas semanas lo único que hice fue leer las reseñas sobre Toy Story 3 y sobre las muchas personas alrededor del mundo a las que les había robado alguna lágrima. Yo estaba consternada porque fui a ver a la película a propósito de saber cuál era esa parte donde mi ex había llorado, pero que bah! Yo la mas sensible de todas las mujeres, no derramé una sóla lágrima.

Fue hasta semanas después que al preguntar aquí y allá resultó que la parte dramática del asunto, para el espectador promedio era aquella en la que el niño adulto se despide de sus juguetes, en su último juego en el jardín, pues al parecer ese acontecimeinto tocaba una fibra sensible de la vida de cualquier adulto actual.

Yo no lloré y ahora sé porqué. Tal vez porque yo nunca tuve una despedida real de mis juguetes preferidos y jamás dije adiós a la infancia aunque tal vez si a la inocencia. Un día me fui de casa a estudiar y pensé que siempre podría volver pero no fue cierto, apenas si algunos meses para las vacaciones, o unos fines de semana en que prefería ir a la playa que buscar entre las bolsas mohosas algunresto de las muñecas que tardé en vestir.

Yo me había ido sintiéndome niña y nunca fui conociente de que ya no lo era hasta hoy en que escribo y comprendo que ningun juguete de la niñez aguarda físicamente mi retorno. Yo no me despedí, porque pensé que no me había ido. Regrese como vuelven los fantasmas, sin la conciencia de que ya están muertos para todos. Así que mientras yo me seguí viendo niña, todos los demás ahora veían una joven mujer a la regresaba.

No iré al cine este fin de semana, me quedaré en casa mimándome un poco y disfrutando de las pequeñas licencias que da el volverse adulta, mientras en mi cama sueño, con que no me he ido, con que jamás crezco, con que en mi habitación esperan todos los juguetes que perdí, los pequeños secretos. Mi mundo fantástico al que solo vuelvo mientras duermo.

Nos tomamos otro?

martes, julio 13, 2010

Esta mañana

Los dìas a veces parecen mas largos de lo usual, saltas de la cama cuando aún es de noche, tomas el baño de agua caliente sólo porque te resistes a tocar el agua frìa o ponerte en contacto con cualquier superficie helada de la casa. El cafè te lo tomas de un tranco a ver si así despiertas y en algún punto de tu mente aun permaneces incrédula de estar en movimiento. Mientras que tus manos no se deciden si a maquillarte o a arreglar la cartera.

La cortina la abres, cuando el cielo da muestras de ese azul intenso que es herido por las luces mortecinas de los postes. Al fondo el mar, aún indeciso a revelar su color, así de temprano es.

Las ventanas de los vecinos del frente siempre iluminadas, incluso de madrugada, por fin lucen a oscuras y la calle es silente. Serena aun, antes que despierte el monstruo de la masa trabajadora, de las madres arrastrando de la mano a sus niños a esa prisión que es la escuela, de los tios saliendo en auto y piteando a la esposa desde afuera, de los microbuses, de la gente que grita, de los que trotan, de los que sacan a hacer orinar al perro, al gato, a cualquier mascota por la que vivan desmedidamente para simular que tienen en casa a alguien que los quiere.

La ciudad despierta y el pelo mojado me eriza la piel, talco, desodorante, crema para peinar, perfume, me vacìo todas las esencias para que las 24 horas restantes nada en mì hieda, ni me lastime el ego.
Crema, polvos, rimel, nunca a tiempo para el labial porque me alisto con una galleta entre los dientes y me voy preguntando ¿dónde diablos estará la ropa? Mientras la bata deja sentir esa hostil humedad de los restos del baño que hasta hace poco era tibia y agradable.

La mùsica resuena desde el salòn, la elecciòn de la canciòn me definirà el día, pero ultimamente ya no tengo nada novedoso; me envían canciones tristes y aùn no hallo nada que me guste como para despertar con fuerzas.
La radio no es una mala opciòn, pero la tv jamàs! jamàs amanecerè con las noticias, ni los policiales, ni la polìtica, ni el reporte del tràfico...extraño los dìas en que podìa pagar a medias el cable y asì despertar con algún canal de viajeros, entonces en la pantalla del tele aparecìan mares color turquesa, arenas blancas, flores exòticas, tragos coloridos que eran bebidos al lado de alguna piscina.

No hay gente más feliz que los que juegan a ser turistas, extraños en otra tierra, perdidos en otro rumbo, incluso si comen bolillos rellenos de carne y cafè en alguna esquina, como yo en Brasil, las veces que salìa tarde de casa, amedrentada por la lluvia asesina. Jamás fui tan feliz como en esas vacaciones, Brasil aguarda para mí con los viejos tesoros de su poesía sentida y sus canciones enamoradas.

Aquì jamàs llueve o lo que cae es una precipitaciòn sucia, pertinaz, que te humedece de la ropa hacia dentro, mojando hasta los mismo huesos entumecidos en cada coyuntura, enmohecièndose así el mismo interior de las ideas hasta corroer el alma.

El dìa casi ha despuntado, no es de colores suaves y agradables como en primavera o verano, es simplemente dìa y el azul se chorrea como una mala acuarela en el perfil de los edificios lejanos, sobre los àrboles, los postes que agonizan su luz que ya no sirve y deja los restos de ese azul en la vereda, en el asfalto mojado, en esa ciudad que amanece con la intención de comerme, desaparecerme.

El cabello va atado en una trenza al costado, los aretes elegidos seràn los mas pequeños, las uñas las mas cortas, la blusa la mas azul y la que mas quepa debajo del guardapolvo, la casaca mas grande y abrigadora, la bufanda que mas contraste, las botas que no decido si van por fuera o por dentro. La cartera, el celular y el llavero. Repaso una y otra vez esta operación pues siempre me olvido de alguno y llego al pànico cuando estoy en el ùltimo piso casi al frente de la calle, pues me doy cuenta que por enésima vez he olvidado el dinero.

Salgo corriendo y dejo la cama revuelta, las toallas hùmedas, el tocador hecho un lìo. El espejo escarchado de gotas de gel, agua y perfume. las pantuflas, los 3 pares de zapatos que he tardado en elegir antes de las botas, la ropa interior, las bufandas que no quedaban con el atuendo.

Salgo a prisa volando y el dìa ya està claro, no hay ninguna luz afuera que decore la fiesta que fue la noche. El mar por la ventana se ve taciturno, entre las quebradas que dejan los edificios cercanos a la costa. Cuantas veces he querido escaparme hacia él y no volver nunca.

Me voy, no quiero irme. Afuera hace frìo y la mùsica es mala, no cogì nada para leer camino al trabajo y tengo hambre. La sensación agradable del frío en el centro de la espalda surge como un frìo que eriza toda la columna dorsal hasta hacerte sentir viva; casi duele esa sensaciòn, la frescura del jabón gel y las mil cremas quedan en mì con su frescor mentolado surge en oleadas a pesar de las mil ropas con las que me he envuelto.

Oculta bajo mi capullo de lana, me siento tras la ventana y sueño. Cierro los ojos y espero. El carro se mueve lentamente, mientras va empezando mi dìa.

jueves, julio 08, 2010

Me aguanto todas las cosas que tengo por contarle, sólo porque no deseo escribirle una carta triste. ¿qué sé yo del mundo al fin y al cabo?

Los copos de nieve caen pesadamente en mi recuerdo volviendo blanca cualquier nostalgia. Mi invierno es crudo, pero taciturno, miles de mañanas grises envuelta en ropa de cama, hilando y volviendo a deshacer esas historias que no te he contado.

Me quedo en casa y finjo que no hay escaleras para bajar de mi castillo. He soñado esta noche mas de lo que debería, tiras largas de amor y pesadillas. Gente extraña rondando a la orilla de mis fantasías ¿Qué es la realidad cuándo paso la mayor parte del tiempo dormida?

Me aguanto escribirte una carta porque no sabría de que contarte, ya sabes de las quejas sobre mis vanos amigas, sobre la ausencia de amor, sobre mis migrañas. Ver películas eróticas ha acrescentado en mí el deseo de volverme esbelta y siempre dura por fuera, aunque no lo logre ya por dentro. Y jamás te contaría de los problemas menores, las cuentas, la hipoteca, los pagos. El hecho que no me haga bien el sexo, que no me haga bien ya nada. Cuanto necesitaría ser necesitada y cuanto bien me haría, no tener que escribirte.

Nuestra amistad es larga y lleva muchos años, pero a veces sólo quisiera que me des un abrazo entre esos dedos amarillos y me acunes hasta que tenga fuerzas para salir al ruedo de nuevo, para fingir que soy mas de lo que digo. Que SOY solamente, tu sabes como es eso.

miércoles, julio 07, 2010

Lo que escribí ayer

Ella volvió a casa arrastrando los pies - y cuando hablo de ella es que hablo de mí por si no lo haz notado- haciendo aquel ruido intencional en la calle vacía, pero nadie volteó siquiera a mirarla.
Ella iba queriendo llorar, pero ni una sóla lágrima asomó a sus ojos. Hace mucho que no lloraba.
Debe ser la vejez- pensó- debe ser que de viejos ya hemos desaguado tanto las penas que ni las lágrimas vienen en nuestro socorro. Porque llorar era la única forma de zafarse que tenía de aquello que la hostigaba tanto, a veces el sexo o la escritura, pero los dos últimos habíanse vuelto placeres tan elaborados y de tantos requisitos, que prefería pagar al cash con un par de lágrimas el precio de su melancolía.

Era una tarde triste que duda cabe. De pronto se dio cuenta que había pasado ya muchas tardes como esa en su vida, tardes en el total desamparo, mirando sin mirar a las personas, viviendo sin vivir en este mundo, flotando en medio de la gente envuelta en esa pena gris y húmeda que borroneaba todo huella de lo tangible.
Podía recordarse a si misma yendo por varias calles similares, en varios sitios similares, vagando sin rumbo casi a punto de pedir auxilio. Nunca hablaba, ¿para que hablar? El drama se vivía mejor por dentro; sin murmurar siquiera, sin explicarle a nadie las razones de su dolor mas profundo, de su lucha interna para salir a flote, de sus millones de elucubraciones sobre que le deparaba el futuro o si es que había algún futuro.
Hay veces que deseo encontrar a mi madre en una esquina cualquiera. Es decir cruzarme con ella como un transeúnte mas y al reconocerla tirarme en sus brazos y pedirle que me despierte de esta pesadilla, pues ya no puedo mas con estos largos silencios en que me hago la fuerte. Pedirle como si fuera niña que me solucione de un soplo los problemas o que halle a alguien que lo haga, porque a veces no puedo. No puede.
Ella es quien no puede.
La calle se va volviendo de plastilina y miles de brillos van desdibujando las cosas hasta perderla dentro de sí. De pronto ella se siente una mancha oscura en el paisaje colorido, un punto ciego de enorme vacío, su corazón es la extraña puerta a una dimensión sin límites de gente esperando en silencio. Fantasmas callados que apenas levantan la mirada a su paso. Está en el umbral de la melancolía.
El viaje a casa se va haciendo largo y fatigoso, clama por una lágrima que la despierte, pero no hay nada. La edad le ha dado la experiencia para ahogar rabias y penas por igual en ese pozo oscuro que es la inconsciencia. ¡Que vago parece todo ahora! la irrealidad se apodera de ella, el viaje a casa podría tardar horas, la vereda es kilométrica y ella se siente tan, tan cansada, que podría dejarse caer en cualquier parte, pues su cuerpo ha dejado de pertenecerle, es apenas un disfraz doloroso que no le calza bien.
Está a punto de desvanecerse, de hacerse nada. Ella y la melancolía son una sola esencia ahora. Nada importa, podría dejarse morir. ¿a quién le importaría? El universo es una llanura amplia de gente que camina en la búsqueda de la muerte. Los ve caminar en grupos, sin que ellos la vean. Desarropados, carentes de toda emoción, grises como ella. Su aspecto es gris y oscuro como el de todos los otros, de pronto y sin darse cuenta sus dedos tropiezan con una colorida bolsa de gomitas que brilla dentro de su abrigo con una luz infantil. ¿puede ese pequeño objeto devolverle un rasgo de placer a la vida?
Observa la pequeña bolsa los colores, en ese mundo gris en el que se mueve ahora ¿qué podría ser mas extraño que una bolsa de caramelos? Se los mete todos de un golpe en la boca, como si fueran la medicina que le va a devolver el gusto a la realidad, pero no pasa nada. Su lengua a dejado de sentir sabores, texturas. Se acaba de dar cuenta: Ya es adulta y está muriendo.
Se dirige flotando hacia el ascensor sin saludar a nadie, siente tanta agonía que teme por la apariencia de su rostro derretido de rímel y labial, envejecido por la falta de fé. Entra con los ojos cerrados pero una vez dentro se observa repetida en todos los espejos, su cara sigue siendo la misma y el cabello desacomodado rodea la cara de una persona menor, que tal vez podría ser su hija o su nieta. Ni siquiera lleva maquillaje.
Abre la boca, grande como para buscar el alma que ha perdido. Solo las iridiscentes gomitas brillan sobre su lengua oscura. No puede dejar de mirarlas, tiene pequeños osos descuartizados diluyéndose en colores neón entre los dientes. Por un momento su destino siniestro ha desaparecido.
Que frágiles somos todos, piensa. Que frágil es también la dulzura.
La puerta del ascensor se abre y ahí está ella, repleta de realidad ahora, con la llave en la mano buscando su propia casa. Su castillo como lo llama, la albergará por unas horas de la persecución del mundo. Diez pisos abajo oscura y sin piedad la calle, la observa paciente esperando con su tristeza volver a devorarla.

lunes, julio 05, 2010

Debería dejar de masturbarme, pero el tiempo libre y la falta de imaginación hacen agua por aquí

domingo, julio 04, 2010

A los Vanos Amigos

No les pido que me entiendan, ni que asientan con la cabeza si les digo que he soñado. No les pido la conmiseración de sus ojos cuando hablo de vivir sola. Ni solicito su permiso para creer en el amor. Solo les escribo cartas que jamás enviaré, para que al acabar estos cafés con ustedes que tanto daño me hacen, me perdone un poco tener el amigos tan poco amigos, que les deba ocultar siempre quien realmente soy.

No escribo hoy porque me duela un hueso, o un órgano en especial, tampoco por una pena desmedida, porque quiera que se lleven un poco mío a la cama y lo saboreen de a pocos como una oración. Yo no escribo para ustedes, mis vanos amigos, pero he aprendido a escribir para aquellos los que nunca me ven.
Tuve a alguien que decía solo palabras de aliento y a alguien más que insistía en llevarme a la cama al terminarme de leer. Otro tonto prometiendo amor y alguien más insultándome vía e mail. El tiempo va pasando y escribo para los personajes de los que jamás contaré en las reuniones de trabajo, de los que jamás podré ufanarme como amigos, porque en la vida real jamás lo fueron. Mi ejército de fantasmas personales se apila en la puerta del armario que me hace huir de casa.
Yo no escribo para ustedes, pero a veces tal vez sí.

Tuve una amiga cuyas lágrimas se cuajaban como gotas de miel alrededor de sus ojos claros y un amigo al que no llegué a abrazar. Tuve una playa en donde jamás caía la noche y un camino de curvas veloces que me alejaba del hogar. Tuve esas cosas que si te explicara porque son importantes en mi vida te echarías a reír, como esta noche en la que me preguntas porque me gusta tanto Millás y yo no sé que carajo contestarte, pues yo no entendería ni tus ansias de vida coheliana ni tus letras de Lady Gagá.

Yo nací vieja, no porque me gustara, sino porque no supe aprender a jugar y fui llevando en serio todas las cosas de las que te mofabas mientras crecías. Yo me tomé tan en serio el amor, que lo sufrí como en tus novelas rosa, mientras amordazaba mis deseos sexuales con la mantilla de otra latitud.
Yo no me fui haciendo cínica porque quisiera, me lo enseñaste tu. Mientras crecía las mentiras de mi generación me enseñaron a callar las cosas de las que podía estar orgullosa y a gritar en do- re- mi aquellas que necesitara ocultar. ¿Por qué cuando fuimos mas sinceros que cantando bajo la voz de otros?
Un buen día mi color cambió y algo en mi voz también, pero creo que no se dieron cuenta ni mi familia ni nadie alrededor, simplemente ocurrió. Y la ciudad y mis vanos amigos adoptaron el color gris de lo que ya se cuela por el drenaje sin pena ni gloria. Quisiera decirles que sigo siendo la esclava, pero me resulta mas corto el hacerles creer que yo también busco la libertad y quejarme de la polución, del fin del mundo, de lo bajo que son los sueldos y de la falta de amor.

Me resulta mas corto colarme en su mundo y luego partir al mío, mientras cierro los ojos, mientras me hablan, mientras suena la música y hacen ruido sorbiendo el café. Porque cuando eso pasa, cuando me aparto, no es por snob, es solo asi que cierro la cremallera de aquel mundo suyo que no me gusta compartir, que me hace morir segundo a segundo a falta de fé.
No les pido que me entiendan, ni que me regalen chocolates, yo no escribo para la gente que dejó de darme explicaciones y evadió mis millones de por qués.

A los Vanos Amigos

No les pido que me entiendan, ni que asientan con la cabeza si les digo que he soñado. No les pido la conmiseración de sus ojos cuando hablo de vivir sola. Ni solicito su permiso para creer en el amor. Solo les escribo cartas que jamás enviaré, para que al acabar estos cafés con ustedes que tanto daño me hacen, me perdone un poco tener el amigos tan poco amigos, que les deba ocultar siempre quien realmente soy.

No escribo hoy porque me duela un hueso, o un órgano en especial, tampoco por una pena desmedida, porque quiera que se lleven un poco mío a la cama y lo saboreen de a pocos como una oración. Yo no escribo para ustedes, mis vanos amigos, pero he aprendido a escribir para aquellos los que nunca me ven.
Tuve a alguien que decía solo palabras de aliento y a alguien más que insistía en llevarme a la cama al terminarme de leer. Otro tonto prometiendo amor y alguien más insultándome vía e mail. El tiempo va pasando y escribo para los personajes de los que jamás contaré en las reuniones de trabajo, de los que jamás podré ufanarme como amigos, porque en la vida real jamás lo fueron. Mi ejército de fantasmas personales se apila en la puerta del armario que me hace huir de casa.
Yo no escribo para ustedes, pero a veces tal vez sí.

Tuve una amiga cuyas lágrimas se cuajaban como gotas de miel alrededor de sus ojos claros y un amigo al que no llegué a abrazar. Tuve una playa en donde jamás caía la noche y un camino de curvas veloces que me alejaba del hogar. Tuve esas cosas que si te explicara porque son importantes en mi vida te echarías a reír, como esta noche en la que me preguntas porque me gusta tanto Millás y yo no sé que carajo contestarte, pues yo no entendería ni tus ansias de vida coheliana ni tus letras de Lady Gagá.

Yo nací vieja, no porque me gustara, sino porque no supe aprender a jugar y fui llevando en serio todas las cosas de las que te mofabas mientras crecías. Yo me tomé tan en serio el amor, que lo sufrí como en tus novelas rosa, mientras amordazaba mis deseos sexuales con la mantilla de otra latitud.
Yo no me fui haciendo cínica porque quisiera, me lo enseñaste tu. Mientras crecía las mentiras de mi generación me enseñaron a callar las cosas de las que podía estar orgullosa y a gritar en do- re- mi aquellas que necesitara ocultar. ¿Por qué cuando fuimos mas sinceros que cantando bajo la voz de otros?
Un buen día mi color cambió y algo en mi voz también, pero creo que no se dieron cuenta ni mi familia ni nadie alrededor, simplemente ocurrió. Y la ciudad y mis vanos amigos adoptaron el color gris de lo que ya se cuela por el drenaje sin pena ni gloria. Quisiera decirles que sigo siendo la esclava, pero me resulta mas corto el hacerles creer que yo también busco la libertad y quejarme de la polución, del fin del mundo, de lo bajo que son los sueldos y de la falta de amor.

Me resulta mas corto colarme en su mundo y luego partir al mío, mientras cierro los ojos, mientras me hablan, mientras suena la música y hacen ruido sorbiendo el café. Porque cuando eso pasa, cuando me aparto, no es por snob, es solo asi que cierro la cremallera de aquel mundo suyo que no me gusta compartir, que me hace morir segundo a segundo a falta de fé.
No les pido que me entiendan, ni que me regalen chocolates, yo no escribo para la gente que dejó de darme explicaciones y evadió mis millones de por qués.

jueves, julio 01, 2010

Empezando Julio

Estaba esperando una excusa pra volver a escribir, pero no apareción ninguna. O peor aún, tenía demasiadas y cualquier cosa que escribiera iba a sonar tan patético en mi cabeza, que sonaría en mil ecos de : TE LO DIJE

Y es que me lo he repetido ya muchas veces: No vale la pena soñar, peor en este mundo donde todo es pagado lo único que resulta placentero y gratis es elucubrar cosas a las espaldas del mundo. Porque vamos, se me echó a perder un proyecto que no le conté a nadie, pero igual, que desolador es perder incluso si nadie nos mira. Perder y sentirse perdido y no saber a donde apuntar luego, caerte y al levantar la cabeza sentirte tan mareado que sería mas agradable seguir en el piso.

Me han preguntado esta semana si seguía escribiendo. He dicho que no. Porque a veces siento que ya no puedo ni leerme, porque leerme es oirme y ser conciente de las cosas que me pasan y a vecs solo quisiera, como todos, olvidar que existo. Atiborrarme de cosas del hospital, de fiestas con los amigos, de conversaciones con mi familia, para no tener que escucharme. Para olvidar las cosas que segundo a segundo marcan el paso de lo que viene y lo que viene ya no me gusta.

De pronto comienzo a ver las cosas como adulto, todo en su real y miserable dimensión y no me agrada. Que lindo es mi nuevo departamento, mas me asfixio de solo pensarq ue viviré ahí por lo menos una década completa. Que genial es que puedan contratarme indeterminadamente en el hospital, pero que desolador suena eso de indeterminado. Que ideal que por fin pueda compartir mis horas libres con alguien que se preocupa por mi y que...ay! que digo...Todo parece estar en una posición forzada a aparentar equilibrio, parezco guardar la respiración en ese segundo eterno antes que la casa de naipes se desbarate.
Aguardo catatónica, a punto de la desesperación, porque desearía que haya algo que de sentido a todas las cosas que obtengo y que de brillo a todas las cosas que quiero. Pero no hay. Siento que acumulo hojas, millones de hojas escritas, que no engranan en ninguna parte, que no tienen numeración para conectarlas. Siento tantas cosas insanas, que es mejor nos eguir escribiendo.

Hoy quería decir, que me gustaría volver a tener la ilusión de que me amen o de estar enamorada, pero eso a los 30 años suena tan ridículo e inútil que como espectador me pregunto, si algo no se estará pudriendo bajo esa vida suculenta que nos prometieron cuando chicos, si acaso no hay algo mal en todo esto, porque por mas que avance, por mas que corra, que salte, que trepe...siempre seré infeliz por no saber volar o por no haberme atrevido a ello.

Me apena seguir escribiendo sobre lo mismo, peor tal vez deberías leerlo para que no sea tan pesado cargar con esto sola. Solo quería expectorar de mí tanta apatía, tanto desgano, yo que sé, sólo quería hablarte hoy día en que ni siquiera la muerte ofrece esperanzas de serenidad.

martes, junio 01, 2010

Debe ser que de un tiempo a esta parte dejé de escribir con música. Que comencé a oirme y de esa forma escribir serenamente, a ningún ritmo excepto mi pulso pausado de a diario.

Y debo decir que es un poco más fácil así, el entregarme, decir lo que siento, aun si no utilizo la primera persona para explicarme, aun si pretendo poner la lejanía de la indiferencia en lo que escribo. Me resulta mas fácil de esa forma silenciosa el ser honesta, una tarea difícil en una persona que como varias vive del engaño, se regodea en el cinismo de la risa fácil y del comentario fútil.

Pero tal vez extrañaba estar flotando en este estado en el que disvarío, suspendida en la canción de otros, en las líneas que otros escribieron para mí, incluso antes de que yo naciera. Debe ser que extrañaba estas ausencias mientras escribo, las ausencias de cuando sólo sigo la música sin pensar en que digo, ni sentir lo que pienso.

Las palabras nacen como verdes brotes que antes del primer invierno morirán...se me ocurrió esa frase y no pude continuarla, tal vez porque esta noche sólo hubiera preferido hablar, oir música y tomar bebidas de colores para sentir que la espalda deja de estar tensa y que los hombros son un nudo. Me hubiera abandonado a cualquier pregunta tuya, porque a veces es un placer explicarse, intentar explicarse, salir del capullo a ver si alguien te reconoce en el estreno del primer vuelo.

Ya sé, esto no es interesante. Pero que vida lo es? La vida se esfuma antes de llegar a disfrutar su verdadero sabor. Así que no deberías juzgarme si al inicio de este invierno me siento frente a la ventana sin cortinas y mirando la ciudad que guiña un ojo de cíclope luminoso, lanzo a tu universo un puñado de palabras que aunque hoy no tengan sentido el color de mi voz darían vida.
Una buena noche, yo intentaré estar lista mañana.

sábado, mayo 29, 2010

Un sábado cualquiera.

Es sábado y no he salido. No que todos los sábados salga, pero desde que tengo uso de razón he sabido sentirme miserable cuando las cosas no marchan según los estándares de tiempo. Para explicarme mejor, tenía en la mente que cosas ocurrirían en cada etapa de mi vida. Por ejemplo a qué edad daría mi primer beso, cuando iría a un concierto, la fecha en qué terminaría la universidad y el tiempo en que me casaría. No eran tiempos exactos, pero me servían de referencia para controlar el desmadre de una vida tan desordenada.

Era obvio por ejemplo que llegado el verano, yo esperara estar todos los días fuera de casa y empezado marzo la tristeza de ir al colegio. También eran obvios mis sentimientos de miseria que llegada a la universidad muchos sábados en lugar de estar afuera celebrando como cualquier chica veinteañera, tuviera que pasarla estudiando porque se venía un examen pronto.

Mis tiempos ni mis plazos nunca funcionaron. No fue a los 15 que di mi primer beso, ni fue el matrimonio el paso siguiente a terminar la facultad. La vida en lugar de ser un relato de hechos ordenados se transformó en una pila de eventos impensables, en donde los sentimientos de miseria dieron paso a una ansiedad desmesurada, por no saber jamás que pasaría conmigo luego.
El único hilo conductor que quedó de todo esto y al cual me aferro con poca fé, debo decir, fueron los estudios. Sabía que después de acabada medicina, seguiría la residencia, la maestría, el trabajo soñado y algún doctorado. Había algo de continuidad segura en todo eso y sin embargo, caminaba por cada uno de estos peldaños con la alegría que tiene un sentenciado a muerte.

Nunca me han gustado las alturas y debo decir, que siento pánico de subir o bajar cerros, pues no confío mucho en mi capacidad de freno. A veces, imagino mi vida como la ascensión de una montaña en la que cada vez el sendero se hace mas estrecho y arriesgado, no me queda más que seguir yendo hacia arriba aunque la pared rocosa se quede con los restos de mis uñas por tanto aferrarme a no caer al vacío.

Es una visión siniestra la mía, lo sé. Y haría las delicias de un buen psicoanalista, pero por ahora solo tengo de hábito la escritura y el espacio libre de los sábados para dedicarme a estos pequeños encierros.

viernes, mayo 28, 2010

Me gusto... me gusto, me gusto!

Quitada la primera capa totalmente superficial, materia absurda de piel, musculatura y órganos varios, acababa de descubrir que me gustaba.

Ese representaba un serio problema, porque si como mujer me gustaba y había empezado a amarme un poco más ¿Cómo rayos iba a esperar que un hombre lo hiciera mejor que yo?

¿Por qué necesitaría un hombre ahora?

Entonces comencé a notar las ventajas que tenía el físico en las relaciones. Esa envoltura de colores y texturas variables, hacía que me volviera tan dependiente de la opinión de los otros, que probablemente ignoraría mi sabor verdadero por siempre, se me haría necesario siempre alguien diciéndome al oído "que bien te ves " "hoy me gustas mas que ayer".

El físico comenzaba a ser una variable cuantiosa desde el punto de vista de la dependencia y de las relaciones. Era un anzuelo con el que me terminaba ahorcando, apenas lanzado.

Hoy descubrí que me gusto. Descubrí también que tenía finalmente todos los requisitos para quedarme sola.

viernes, mayo 21, 2010

El desayuno de la Srta. Y

Meses después de conocer a CF mis gustos cambiaron. Ahora disfrutaba enormemente del jamón con huevos revueltos y el café negro, del jugo de melón helado y del pan caliente por la mañana. Incluso cambié aquellos caprichos culinarios a la hora del desayuno, en lugar del tradicional ponche de huevo y canela que coronaba anualmente todos mis cumpleaños. Yo pedía que todos en mi familia comieran huevos revueltos y todos disfrutaran del jugo de melón que tanto me recordaba a CF, a mi antigua vida, a mi fantástica vida de vacaciones eternas.

Porque la vida se dividió para mi entonces, como pre CF y post CF. Una suerte de crecimiento interior, de madurez emocional, de desastre épico había comenzado a forjarse a raíz de mi reciente estreno de músculo cardiaco. Por fin el amor servía y sabía lo que era. Había un órgano que palpitaba en el pecho ferozmente, había alguna utilidad para estar viva y eso me llevaba a caminar a dos palmos del piso, flotando entre el recuerdo y el anhelo.

La era pre CF no había sido mala, pero yo me identificaba más con los desayunos repletos de colesterol a su lado, que con mis magros panes con aceitunas verdes y té dulce de las 7 am. Me agradaban mas esos opulentos desayunos de media mañana antes que cerraran la cafetería del hotel, porque claro en ese tiempo pasábamos los días en hoteles de lujo a los que yo solo volvería a entrar como participante de algún congreso médico. Me agradaba más disfrutar de las mañanas que de las tardes, porque no hay nada más fantástico que una mañana para ti sola, para disfrutar como despunta el día, para lavarte el cabello sin prisas, para salir de compras, para engreírte. Para pasarla al lado de la persona que amas.

El resto de la vida durante esa época sólo era realidad y la realidad no me gustaba. Por eso tan trágica la era post CF. No sólo era darse cuenta que lo nuestro había perdido su oportunidad. Era que mi vida se había borrado de plano. Durante los meses ¿años? De amar a CF mi vida “real” era vivida de una forma extraña y crepuscular, de la cual no era plenamente consciente. Tal como el que se va a arrojar a una piscina, apenas si toma conciencia del trampolín bajo sus pies, absorto como está en lo azul y profundo de las aguas enfrente suyo, yo no me tomaba el trabajo de repasar mi realidad, mi circunstancia, mi tiempo al lado de los míos. Vivía continuamente en ese hilo de fantasía que me hacía volver a su lado, estar a su lado, respirar a su lado. No importaba trabajo, familia, futuro. Con él yo era y punto.

Mi tiempo no era tiempo, esa es una palabra que sólo aparecía cuando estábamos de nuevo juntos. Sólo entonces para mí corría el tiempo verdadero, como si hasta ese momento yo hubiera estado fragmentada en varias personas que no era: La hija, la alumna, la profesional, la mocosa. El mundo antes era un caos en donde no discernía comienzo ni fin, el porqué de las cosas, el ritmo que llevaba el mundo. Sólo cuando volvíamos a vernos, tenía la conciencia de que todo estaba bien. Yo era real, él era real. Aunque todo, claro, por momentos haya adoptado sólo los colores de la fantasía.


Hace poco les comenté a mis padres, algo que casi los lleva a revolcarse de la risa. “Quiero comprar una parcela” dije, “un campo donde podamos ir a tomar desayuno”. Debió resultarles rara y de lo más cómica esta confesión viniendo de una hija, que apenas si gusta de las labores de campo, que apenas si baja del auto cuando la llevan a la revisión de los terrenos, que apenas si sabe distinguir la época de cosecha de la siembra. Yo quería una parcela y no como es natural en la cabeza de mis padres, para cultivarla y hacerla producir, yo solo quería un pedazo de tierra en donde poner una mesa al aire libre y desayunar el café de la mañana bajo algún árbol perfumado. Así de irreal es mi idea de la vida. Y eso obvio, les causaba mucha gracia.

En casa alguna vez lo habíamos hecho bajo las parras del patio, pero no era lo mismo, a mi me apasionaba el deseo de desayunar mirando hacia campos infinitos, imaginaba mi vejez, el fin de mis días, no sólo el diario deber de ir a trabajar como un obrero al hospital cada mañana.
Por primera vez, mi deseo no era morir frente al mar, sino en mitad del campo.
Y hablo de morir, porque había comprendido de repente que tal vez muriera sola y que no quería terminar mis días desayunando en un departamento, en una casa, o en un hotel; sino en algo más natural y más cercano al yo desmitificado de la era post CF.

Porque yo también me había transformado. En el crecimiento que experimenté posterior al rompimiento del amor, había comenzado a gustar de cosas menos citadinas y elaboradas. La ciudad era un campo salvaje donde ya no me sentía a gusto, sino más bien una víctima de absurdas ambiciones, una esclava del consumismo y el vil dinero. Hubiera preferido volver a algo más natural, aunque los campos cultivados propiedad de la familia tampoco eran una opción real en mi cabeza. No planeaba volver a eso que jamás había sentido mío, que para mí era tan bizarro como bajar del auto toda yo perfumada para ver a la pionada trabajando.

La vida de la era post CF ya no había tenido nunca más sabrosos desayunos, ni jugos en la bañera, tampoco los helados en la cama a mitad de la madrugada. La vida después de él me había sumado en la miseria de la mujer común que para comer algo tiene que servírselo ella misma. Ganárselo ella misma, conseguirlo ella misma.
El amor de la era post CF no fue amor, fue experimentar toda la dolorosa realidad a la que me había negado a mis 23. Que los hombres tenían problemas, que no eran la fuente de protección y seguridad que yo buscaba, sino más bien huecos profundos de dudas, de confusiones, víctimas de su circunstancia, de sus debilidades y vicios.

Aunque intentaba dar el rol de mujer, apenas si tenía que fingir el de madre o el de amiga íntima escuchando sus más míseras confesiones en la intimidad del amor. El sexo ya no era un acto liberador, sino más bien una farsa. Parte de una rutina establecida, como la de un actor, o un mimo. Algo necesario mas no placentero, más parecido al pan con aceitunas y al té dulce.
Los desayunos se habían acabado y mis gustos volvieron a cambiar. Tomar café parada y a la corrida. Desayunos fríos de cereal y yogurt; agua o alguna fruta que encontrara en la nevera eran los compañeros tristes de una jornada que empezaba gris a las 6 de la mañana.

Sueño con tener una parcela, de límites floridos como las he visto saliendo de Santiago. Esas que recuerdo en una nebulosa como si hubiera vivido esa experiencia más en la infancia que en la edad adulta. De pronto y sin proponérmelo he empezado a hacer los planes para mi vejez, una vejez que no me parece mala si va acompañada, de algunos libros y unas películas. Una vejez que imagino viviéndola sola.

A veces la hora del desayuno puede definir todo un día, una jornada, incluso una vida. Supongo que para esa época me estarán prohibidos esos riesgos de salud como los huevos revueltos y el jamón, mi corazón no podría resistirlos. Y hablo de mi corazón ese compañero pulsátil y cansado que ha caminado en pos del amor tantas veces sin lograr volver a rozarlo. ¿Cuánto más cambiarán mis gustos en ese ínterin? ¿Cuántas mañanas más tendré que vivir antes de despertar para el último día?

La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...